eJournals Vox Romanica 77/1

Vox Romanica
vox
0042-899X
2941-0916
Francke Verlag Tübingen
10.2357/VOX-2018-009
Es handelt sich um einen Open-Access-Artikel, der unter den Bedingungen der Lizenz CC by 4.0 veröffentlicht wurde.http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/121
2018
771 Kristol De Stefani

Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre

121
2018
Francisco  de Borja Marcos Alvarezhttps://orcid.org/https://orcid.org/0000-0002-0939-2253
vox7710219
Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre 219 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre Francisco de Borja Marcos Alvarez (Genève) Francisco de Borja Marcos Alvarez https: / / orcid.org/ 0000-0002-0939-2253 Résumé: Le but de ce travail est d’analyser quelques-uns de nombreux loci critici qui, malgré les efforts des éditeurs, parsèment le texte du Libro de Alexandre (ca. 1225) à cause des nombreuses erreurs de copie qui entachent les deux manuscrits qui nous ont fait parvenir le poème, de les amender et de contribuer ainsi au rétablissement de l’archétype. Il s’agit des strophes 981, 1872, 1981, 2059, 2553. Au cours de l’argumentation sont traités plusieurs aspects de graphémique et phonétique, ainsi que l’histoire des mots cimborrio ‘coupole’ et tristel ‘clystère’. Keywords: Spanish Philology, Textual criticism, Mediaeval Literature, Libro de Alexandre (ca. 1225): stanzas 981, 1872, 1981, 2059, 2553 0. Los dos manuscritos que nos han conservado el Libro de Alexandre están desfigurados por tal número de errores de copia, que suscita admiración y respeto el coraje de los cuatro filólogos que en los últimos años afrontaron la edición del largo poema buscando facilitar su lectura en nuestros días con el apoyo de notas explicativas (Nelson 1979, Cañas 1988, García López 2010), o de establecer un texto crítico (Casas Rigall 2014). A pesar de los logros indudables conseguidos por cada uno de ellos en la enmienda y amejoramiento del poema, quedan por dilucidar muchos loci critici, tarea a la que solo se dará fin mediante las aportaciones puntuales de los estudiosos de la lengua y la literatura castellana del siglo XIII. El presente trabajo pretende contribuir a esa tarea colectiva proponiendo enmiendas a unos cuantos lugares en los que el texto aparece dañado, sea de manera patente sea velada. 1. Las estrofas 1981 y 1982 del Libro de Alexandre están dedicadas a detallar la composición del inmenso ejército del rey indio Poro al que Alejandro con sus griegos va a enfrentarse. En los versos a-b de la estrofa 1981 se mencionan los elefantes de guerra que formaban parte de aquél, y en los versos c-d otro elemento cuya naturaleza exacta no podemos definir porque en los dos testimonios que nos han transmitido el poema el texto está deturpado. El manuscrito O presenta: «de tornos con fazquías, fuertes aguisamientos / traen xiij mill: & demas viij çientos». El sintagma «tornos con fazquías» es asemántico. En el manuscrito P se lee: «de tornos con fuçijos fuertes 219 239 009 Francisco de Borja Marcos Alvarez 220 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 agujsamjentos / traye cartoςe mjll & demas çieñt çientos» 1 . Los tornos subsisten en los dos manuscritos, lo que no impide que sean semánticamente inaceptables. Se trata de un error conjuntivo de ambos manuscritos, procedente de una copia de la que los dos derivan, y que ha de enmendarse, según haré más abajo. Por el contrario, es, a mi parecer, aceptable e inteligible la variante «con fuçijos» del manuscrito P. Jesús Cañas 1988: 472, en su edición, la conserva, pero en el vocabulario final da a fuçijo el significado de ‘faja, cinta’, que en realidad es el de fazquía, la lección de O por él rechazada, con lo cual se vuelve a la ininteligibidad. Sin embargo, ya Nelson 1979: 605 había advertido cómo debía entenderse la frase, al indicar que el pasaje alexandrino procedía de la descripción del ejército de Poro en la Historia de preliis, 80, donde se lee «habebatque quatuordecim milia octingentas quadrigas omnes falcatas». Nelson considera que las «quadrigas falcatas» corresponden a los «tornos con fuçijos» del ms. P del Alexandre, y que, por lo tanto, fuçijos han de ser las hoces que portaban las cuadrigas, llamadas por eso mismo falcatas, ‘con falces’. Nelson da un paso más y, quizás porque fuçijos le era voz desconocida, decide enmendarla en fozinos, que designa una clase de hoz y que él encontraba en el Libro de Apolonio (v. 513b): «dos dientes he señeros corbos como fozino». Si bien el símil, como otros elementos del Apolonio, procede de Gonzalo de Berceo 2 . Pero la sustitución que hace Nelson era totalmente innecesaria, porque fuçijo es claramente una forma arcaica o dialectal de foçejo > hocejo, voz bien documentada, que designa una clase de hoz, y viene a ser por tanto sinónimo de fozino/ hocino. De hecho, el primer diccionario que registra hocejo (Terreros 1787) en lugar de definición remite a los lemas honcejo y hocina. Este último se presenta con su variante hocino, voces con las que, según Terreros, «llaman a una especie de cuchillo algo corvo, con su mango y hoja … para cortar leña». Al honcejo lo define como «instrumento corvo, y grande para cortar leña y madera», pero advirtiendo que en algunas partes de Castilla dicen hocejo. Y añade que en muchas partes llaman honcejo (y, por tanto, hemos de suponer, también hocejo) al podón o podadera. La Academia dio entrada a honcejo en su diccionario de 1803, y lo mantiene desde entonces, definiéndolo 1 Cito los manuscritos O y P del Alexandre según la versión paleográfica que ofrece en internet Juan Casas Rigall en su página de acceso libre: http: / / webspersoais.usc.es/ persoais/ juan.casas/ Libro_de_alexandre.html. 2 Vida de Santo Domingo de Silos (468d): «yazen trasayunados, corvos como ozinos» (es la lección del ms. S de hacia 1240 y, a mi entender, la genuina). B. Dutton 1978 introdujo la enmienda onzinos, variante fonética posible pero innecesaria, a la que atribuye el significado de ‘gancho’. Mientras que, en la suya, A. Ruffinato 1978: 192 adopta la lección enzinos, con el mismo significado de ‘gancho’, como el portugués encinho, del cual no me consta existan correlatos en español. Por su parte, M. García 1992 en su edición de Los signos del juicio final, v. 45c, lee: «andarán mendigando corbos como onzinos». Ambos, como Dutton, entienden ‘ganchos’, pero onzino ha de ser variante riojana o aragonesa de hozino/ focino ‘especie de hoz pequeña y muy curva’, como oncejo lo es de hocejo, con significado parecido. 221 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre como lo mismo que hocino u hoz a los que añade un impreciso «etc» 3 . Al hocino lo considera, igual que se hacía en la primera edición de 1734, como «instrumento que se usa para cortar leña … de hechura curva … con un mango», concepto que diverge bastante del de hoz, pues esta resulta ser, siguiendo también la edición de 1734, un «instrumento … compuesto de una hoja de hierro corva, en la qual están hechos unos dientecillos como de sierra muy agudos y cortantes … Usase de ella para segar las mieses y la hierba». En 1734 se añade «y otras cosas». Quizás los académicos pensaban en cabezas, brazos, piernas y cosas así, pues recuerdan que antiguamente se servían de ella como arma ofensiva. En 1495 Nebrija, como suele ocurrir en él, tenía las ideas más claras, pues se limita a enumerar distintamente cuatro instrumentos similares: la hoce podadera, la hoce para segar, la hoce para feno y el hocino para segar. Los letrados que redactaron las actas de las Cortes de Toro de 1369 4 también se sometieron a la exigencia de claridad (no siempre lo hacen los juristas) cuando dan la lista de los precios fijados por los procuradores para diversas mercancías: la hoz podadera, el podon para fazer lenna en el monte, la hoz para segar y el hozino para segar yerba. Los dos, hozino y hoz, sirven para segar, pero si la hoz había de venderse a cuatro maravedís, el hocino solo a dos y medio. Ello hace pensar que el hocino era una hoz pequeña. Seguramente hocejo circulaba como sinónimo suyo, aunque Nebrija no lo registró. Tampoco la Academia le dio cabida en sus diccionarios, salvo en las ediciones de 1927, 1950, 1984 y 1989, donde aparece como voz dialectal de Álava con el significado de ‘hocino para podar e injertar’. Su información procedía, con seguridad, del Vocabulario de Baráibar 1903, quien localizó hocejo concretamente en Llodio, lo considera diminutivo de hoz «por la forma curva de su hierro», cree que es el antiguo oncino de Berceo, y afirma que coexiste con honcejo que es de igual procedencia, y probablemente en todo ello acierta. Se puede, sin embargo, afirmar, que hocejo tiene una extensión territorial más amplia, donde parece bien arraigado. En Cantabria García Lomas 1949 lo identifica con hocino, y observa además que «es voz toponímica frecuente» 5 . Urdiales Campos 1966 localiza hocejo en Villacidayo (León) como nombre de una especie de hoz. Gordaliza 1988 recogió en Palencia hoceja y hocejo, ambos son cuchillos corvos, el segundo más pequeño, «usado por ejemplo para cortar los racimos de la vendimia». Antes, hocejo había pasado a América donde, por ejemplo, en Colombia, se adaptó convirtiéndose en una de las numerosas denominaciones del indispensable machete 6 . 3 La relación genética entre hoz / hocejo y honcejo / oncejo y vencejo (cierta ave) pasa por un enredado proceso de contaminación y cruces que esclareció V. García de Diego 1928: 234-39, estableciendo que honcejo deriva de hocejo «con la n de uncinus» (< uncus ‘gancho, garfio’). Una exposición resumida de la cuestión en DCECH vol. 3 y 5, s. hoz I y vencejo II. 4 Cortes de Toro, n° 44. Real Academia de la Historia (Madrid) 1863, citado apud CORDE. 5 Observación acertada. Menos lo es considerar que hocejo sea ‘despreciativo de hoz’. 6 Marco Fidel Suárez aseguraba que machete tiene en Colombia más de media docena de sinónimos, entre los que se hallan hocejo y hocino (Sueños de Luciano Pulgar, Bogotá 1954). Francisco de Borja Marcos Alvarez 222 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 El origen latino del lexema (fauciculum < falciculum, de falx ‘hoz’) fue ya indicado por Menéndez Pidal 9 1980 en Orígenes. La realización de la vocal inicial como <u> puede tanto corresponder a la conocida vacilación en el timbre de la átonas, como a una simple grafía, y a ello inclina a pensar la escritura foçixados en el v. 2059d. El cambio de la tónica [i] en [e] se debe al cruce con foce ‘hoz’. Trazas de diversos resultados romances de falciculum se hallan con anterioridad en documentos notariales. En el acta de fundación en 948 de un monasterio en Valdegovia se hace referencia a illo focilio de Villapuni (Serrano 1930: 55), donde ya se constata la designación mediante hoz o sus derivados de anfractuosidades del terreno caracterizadas por su curvatura. En un documento navarro de 984 (una fijación de lindes) se llama expresivamente faucilio de Spanto a una quebrada o angostura próxima a Logroño (Ubieto Arteta 1960: 45). En otro aragonés de 1032 se designa como collacto de focillo a un monte cercano al río Aragón (Ibarra y Rodríguez 1904: 1). Y al mismo se refiere un documento de 1041 e idéntico origen llamándolo collato del focillo (Ibarra y Rodríguez 1904: 35). En la enumeración de lindes de la villa de Fenosa, donada por Gonzalo Abad al monasterio de Oña en 1063, se mencionan «los foçegos del Enbit» y la vía «que discurrit del Enbite per foçegos» (Menéndez Pidal 1980: 39), y focegu en 1199 7 . En documento del becerro galicano de San Millán anterior a 1200 se hace referencia a «Alia terra in Focilio Caprero» (Ledesma Rubio 1989: n° 504). Una forma apocopada foçil designa indudablemente un utensilio agrícola en un testamento leonés de 1316 («vna sierra e vna açuela e vn machado e vn foçil e vna açada e vn acadón») 8 . El femenino homólogo del fr. faucille y cat. falcilla (< falcicula) también está documentado con valor topográfico hacia el año 1000 en documento aragonés de Sancho III: «illa foçillola de patre Vita» 9 . Así mismo, hocina, voz a la que Terreros remitía en el lema hocejo como sinónimo de este (véase más arriba), aparece como nombre del instrumento agrícola en inventario leonés de ca. 1050: «faucinas de messe segar» (Menéndez Pidal 1980: 26). El fuçijos del v. 1981c del Alexandre me parece un temprano y arcaico testimonio de hocejo. Y la forma fazquia que presenta O resulta, a mi entender, de una lectura deturpada de fuçijo o de alguna variante suya como foçijo, fozijo, foçejo, fozejo, o incluso fozija. 7 En Orígenes §7 2 , Menéndez Pidal propone foçegos / foçegu como ejemplos de grafía arcaica <g> para la africada sonora. Pero también advierte de la confusión de las grafías <g> e <i>, <j>, lo que hace sospechar la indistinción entre las sonoras africada y fricativa (véanse los ejemplos allí propuestos). Así permiten pensar casos como coscogar [cast. coscojar, coscojal] en doc. de 1058: «serna super carrera que vocatur de Coscogar». «Cesión de los monasterios de Santa María de Arce, San Mamés y San Martín de Cuevagallegos», en Serrano 1930, citado apud CORDE. 8 Testamento de 1316, en Ruiz Asencio et al. 1995, citado apud CORDE. 9 Delimitación de las tierras donadas a los habitantes de Uncastillo por Sancho III, a. 1000, en Gifford/ Hodcroft 1966, citado apud CORDE. 223 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 2. Nelson, en cambio, nada dijo sobre la voz tornos en el mismo hemistiquio, que ha de corresponder a las quadrigas, de la fuente latina, correspondencia que él, como Casas Rigall, asumen, al parecer, sin ningún comentario. Ahora bien, en latín tornus no ha sido sinónimo de plaustrum, quadriga o currus, ni sus resultados hispanoromances, o romances en general, contienen ese significado (REW n° 8796). Por tanto, en 1981c tornos ha de ser un defecto de copia que remonta a un antígrafo común a los manuscritos O y P, ya que ambos comparten la misma lección. Esta exige, a mi entender, una doble enmienda, para corregir dos errores cometidos por los copistas. El primer error deriva de la confusión de <t> y <c>, que es una de las más frecuentes y banales en los scripta bajomedievales, y no solo en la Península Ibérica. Basta con consultar los dos manuscritos del Alexandre mismo para encontrar ejemplos análogos. El error es en algunos casos fácilmente subsanable, como en el v. 414d donde la lectura genuina está en O: «essas toquinegradas» (‘monjas de tocas negras’), mientras que en P hay un sinsentido: «las cocas negradas» 10 . Los papeles se invierten en el v. 1016a, donde es el ms. O el que da la lectura errónea, cuando dice que los persas «Tan mal fueron torrados», cuando ha de entenderse ‘Tan mal fueron corridos’. También se equivoca O cuando dice en el v. 2549c que la tienda de Alexandre «era bien escoriada», mientras que el ms. P afirma correctamente que «era estoriada», es decir cubierta de pinturas. Bastante evidente, por el contexto, es también la elección que se impone en el v. 2129a, para rechazar la lectura de O [uvas] cardeniellas, y adoptar la de P: tardanjellas. A veces el remedio es algo rebelde, como en el v 1347c, que en el manuscrito O dice «rueda copera», y en el manuscrito P «rrueda tropera». No obstante, los editores han reconstituido sin dificultad el «rueda trapera» del original. También la confusión de <c> y <t> ha de estar en el origen de la deturpación de falçes en fuertes. La lección genuina en v. 2563c es «falçes podaderas», la transmitida por P, mientras que es errónea la que presenta O: «fuertes podaderas». Ya he sugerido que la confusión <c> / <t> se produce en los scripta bajomedievales fuera de España, quiero decir, en toda Europa. Una muestra vistosa nos brinda el Alexandre español en relación con su fuente principal, la Alexandreis de Gautier de Châtillon. En el poema latino el nombre de la reina de las amazonas que salió al encuentro de Alejandro aparece tres veces en el libro VIII, v. 9, 25 y 44, en todas tres con la forma Talestris (adaptación del original griego), según la ed. de Colker 1978. Pero en el arquetipo del poema hispano debía figurar como Calestris, según hacen suponer las lecciones Calectrix del ms. O y Calestres del ms. P (v.1872a). Lógicamente, el cambio no ha de atribuirse a una alteración caprichosa debida al autor del Alexandre, sino a que esa era la grafía que él encontraba en su ejemplar de la Alexandreis. Pues bien, de los pocos, pero escogidos, manuscritos que Colker utilizó para el establecimiento de su edición crítica de esta, el marcado con la sigla M siempre 10 Sería también posible una enmienda «essas toca negradas / tocanegradas», pues toca negrada como substantivo se encuentra en Berceo, Santo Domingo de Silos, 325b; Milagros, 708d; Santa Oria, 20a. Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre Francisco de Borja Marcos Alvarez 224 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 lee calestris. Este manuscrito es el Pricentonianus Garrett 118, del siglo XIII y fue realizado en Inglaterra. En algunos casos, la confusión <c> / <t> da origen a verdaderos rompecabezas, como el del v. 2553b, que ha quebrado las de los editores, sin que hasta ahora ninguno haya logrado encontrarle solución convincente. Es el pasaje en el que se describe la decoración de la tienda de Alexandre. El ms. O lee así los versos 2553a-b: «Las ondas del Deluuio tanto querien sobir / per somo de Tyburio fascas querien salir». Nadie sabe a ciencia cierta qué quiere decir «per somo de Tyburio» 11 . Los escribas de la rama P tampoco lo entendían y uno de ellos muñió una frase incongruente: «por alto del Djluujo querien fascas conplir». Por mi parte, propongo dos lecturas alternativas, si bien las dos derivan de la confusión de <t> y <c>, que en esta ocasión dio origen a dos variantes léxicas semánticamente equipolentes. En la primera hipótesis, supongo que en vez de Tyburio en el arquetipo pudiera leerse cyburio/ ciburio o ciborio, formas primitivas de cimborio/ cimborrio ‘gran linterna en el techo de una iglesia, especie de cúpula’, con referencia a la que culminaba la tienda de Alexandre, y que se menciona en el v. 2550 llamándola corona. En esa corona estaban debuxadas diversas estorias: (1) El cielo poblado de criaturas angélicas, con el lugar yermo (=vacío) que habían ocupado Lucifer y sus secuaces antes de su expulsión, estr. 2550. (2) La creación del hombre, y su caída tras la tentación del Malo, estr. 2551. (3) La construcción de la torre de Babel y su final desastroso en el desorden y la confusión, estr. 2552. (4) El diluvio universal y la embriaguez de Noé ante sus hijos, estr. 2553. Nos encontramos ante otro de los varios ejercicios de écfrasis que contiene el Alexandre. Por tanto, los referentes del discurso no son los acontecimientos realmente sucedidos en el pasado, sino su representación en la «corona» de la tienda, es decir la ficción pictural. Por eso, siguiendo el ms. O, una posible enmienda del verso sería esta: «por somo del ciburio/ ciborio fascas querién salir», cuya interpretación sería: las olas del diluvio pintadas en el cimborrio de la tienda subían tan alto que parecían querer salirse por encima de él. No obstante, el supuesto al que me inclino es que en el arquetipo figurase la grafía tyburio, que es la transmitida por el ms. O, el más antiguo, y manifiestamente incomprendida por los escribas de la rama P. Porque esta variante, o más precisamente su antecedente medio-latina tyburium/ tiburium, se halla también documentada en la Edad Media europea, y ha sobrevivido en el italiano tiburio para designar el cimborrio, 11 Nelson 1979: 736 expresa su perplejidad insertando en el lugar de Tyburio un signo de interrogación [? ], si bien en nota sugiere que quizás ahí se «disimula» el nombre de alguna montaña o asiática o ibérica. Catena 1985: 334, siguiendo la sugestión de Nelson, propuso que pudiera ser mención del monte Tibur o Sibillini, en Italia, pero también que tal vez se refiera al monte Tabor, en Palestina. Casas Rigall 2014, considerando más apropiado geográficamente este último, edita: «Las ondas del Diluvio tánto querién sobir: / por somo de Tiburio querién fascas cumplir», que interpreta como: ‘Las olas del Diluvio muy alto subían: / estaban a punto de pasar por encima del monte Tabor’. García López 2010: 602 se limita a constatar, en nota, que Tyburio «es nombre desconocido», y Cañas 2014 omite cualquier observación. 225 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 como estructura arquitectónica 12 . De este modo, su presencia en el Alexandre podría explicarse bien por vía del latín eclesiástico, bien por vía del italiano, quiero decir que, si el autor del poema fue, como supongo, Rodrigo Jiménez de Rada, pudo haber visto tiburii en Italia durante su estancia como estudiante en Bolonia, o luego con ocasión de sus viajes a Roma 13 . En todo caso, el empleo del lexema en el Alexandre constituye la más precoz referencia al cimborrio en castellano que yo conozco. El latín medieval ciborium es calco del griego kibórion ‘fruto del nenúfar’ que por analogía de forma pasó a designar una copa, acepción que ha de ser la primera derivación metafórica y se encuentra a finales del s. VIII en la Historia de Paulo Diácono (Blaise 1954 s. ciborium). Sobrevive en el francés ciboire ‘copa grande para conservar las hostias consagradas’. Sorprendentemente, el MLW 2, s. ciborium no la registra, pero sí la posterior, que designa los doseles elevados sobre columnas por encima de lugares consagrados como altares, pilas bautismales o sepulturas de santos (también ya en Paulo Diácono). Esta segunda acepción, como las otras, se extendió con el lenguaje eclesiástico por toda Europa. En 1105, el altar de la capilla mayor de la nueva catedral de Santiago consagrado por el obispo Diego Gelmírez estaba coronado, según la Historia compostellana, por un ciborio de oro y plata 14 . La encuentro también en un testamento de ca. 1163 librado por Vela, canónigo de la catedral de Salamanca, el 12 Battaglia 2000 (vol. 20: 1025) localiza la forma latina en 1055, y la italiana en Leonardo da Vinci. 13 Castiñeiras 1996 sugiere, convincentemente, influjos de la iconografía italiana en el menologio de la tienda de Alejandro (estr. 2554-66), eso implica que el autor debió de ver, y observar, en Italia, naturalmente, representaciones pictóricas o esculpidas del calendario. 14 «Cibolium etiam ad honorem apostolici altaris, quod congruenti artificii varietate, auro, argentove fieri praecepit», Historia Compostellana, cap. 18 (Migne 1854: col. 914D). No me es accesible la ed. del texto latino por Emma Falque Rey, Turnhout 2006. En cambio, sí he podido consultar su traducción al español (Falque Rey 1994). En nota al cap. 18 (p. 107) Falque observa que la HC «llama al baldaquino cibolium», que de él hay una descripción pormenorizada en el Liber sancti Iacobi, y que Lopez Ferreiro publicó una ilustración que ofrece una «restauración conjetural del baldaquino y del altar de Santiago». Al parecer, el cibolium de Gelmírez resistió en su sitio hasta 1462, en que el arzobispo Alonso de Fonseca lo cambió por una obra nueva. Falque acierta al dar baldaquino como equivalente moderno de cibolium ‘dosel sobre un altar, etc’. Es interesante notar que, con este significado, baldaquino es también un italianismo que vino a substituir a cibolium/ ciborium/ tyburium, probablemente por vía eclesiástica. DCECH 1, s. baldaquín supone que penetró en español en el s. XIX. Para Covarrubias, en Italia al palio lo «llaman valdochin». (Tesoro, s. palio). Pero el valenciano Mateo Luján de Saavedra ya asumía el italianismo como voz hispana cuando dice que la joven Margarita de Austria hizo su entrada en Valencia en abril de 1599 bajo un «palio o baldaquino». Mientras que al describir las construcciones efímeras levantadas para el mismo recibimiento de la reina habla de una «cúpula o cimborio». Para Luján, al parecer, las referencias semánticas de cimborio y baldaquino son distintas e irreductibles. (Véase la excelente relación de dicha entrada en el cap. X de la apócrifa Segunda parte de la vida del pícaro Guzmán de Alfarache, Valencia 1602). Es curioso que el sevillano Mateo Alemán, en la auténtica segunda parte del Guzmán de Alfarache (lib. 2, cap. 1), extasiado en Florencia ante la cúpula de Brunelleschi, la nombre cimborio, advirtiendo que lo «llaman allá cúpula». Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre Francisco de Borja Marcos Alvarez 226 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 cual dispone se proceda a la venta de ciertos bienes suyos para sufragar illo ciborio cuya ejecución se encomienda a Petro Petriz, al cual ordena se paguen hasta siete morabetinos (Sánchez 2000). En la iglesia del monasterio de San Juan de Duero en Soria (siglo XII) se conservan dos bellos ejemplares de ciborios en piedra, situados a ambos lados del presbiterio, con cubiertas cupuliformes, que debían recubrir dos altares o quizás sepulcros de jerarcas de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén (Chueca Goitia 2001/ 1: 221 y lámina 96). Una clara descripción de este tipo de ciborio ofrece Fernández de Santaella 1499: 33v°, s. ciborium: «vn ornamento como tapadera de arca que ponian encima al altar. por pauellon e guarda poluo y ornamento sobre quatro colunas» 15 . A partir de esta acepción pasó a designar estructuras comparables en las bóvedas de los templos 16 , y en concreto la gran linterna elevada sobre pechinas para dar entrada a la luz y coronada por una cúpula, especialmente en el cruce de la nave central y el transepto. Así hay que interpretar la más antigua cita con esta acepción que registra el MLW (loc. cit) y que procede del Chronicon del abad Menko (segunda mitad del s. XIII): «ut inter duo brachia ecclesie fieret ciborium in modum turris» 17 . Naturalmente, ciburium y tyburium debían ser los nombres de esas singulares construcciones desde mucho antes, cuando su empleo, venido de Oriente, se extiende primero por Italia, Francia luego, y penetra en España de la mano de artífices franceses. Célebre, con razón, es el magnífico cimborrio de la catedral de Zamora, cuya construcción puede ser coetánea de la escritura del Libro de Alexandre. Pero la mención que en este se halla de esa estructura arquitectónica, con la forma italiana de tyburio, es la más temprana que conozco en la Península. Sin duda han de encontrarse otras en los archivos, pero me parece oportuno recordar aquí las detalladas instrucciones que en 1409 da Don Johan Sobirats, sacristán de la Seo de Zaragoza, al maestre Mahoma Rami para acabar de pintar la decoración del «cinbori de la dita Seu», que es como se nombra a la cúpula del crucero (Serrano y Sanz 1906) 18 . Que la confusion de <c > y <t> haya llegado a producir variantes léxicas que han acabado por imponerse en la lengua desplazando a las genuinas, no se limita al caso de tiburio en italiano. Un ejemplo en español tenemos en tristel ‘jeringa para lavativa’. 15 Obsérvese que Santaella sitúa esas construcciones en el pasado: ponían. Por otra parte, rechaza la variante cimborio arguyendo que la voz deriva de cibo ‘alimento’, porque el ciborio guarda el «cibo spiritual». 16 El significado ‘toiture voûtée, voûte’ se documenta en francés hacia 1160 en Eneas, v. 446 (cf. TLFi s. ciboire), y se conserva en el inglés severy ‘a bay or compartment of a vaulted roof’, documentado desde 1399 en OED, s.v. Covarrubias consigue trazar con cierta habilidad el trayecto semántico del ciborio eucarístico a la estructura arquitectónica, que le lleva a concluir «los cimborios de las iglesias tomaron este nombre por la forma imitada de los ciborios o sagrarios». 17 El abad Menko no dice que el ciborio fuera una torre, como sospechan los redactores del MLW, sino que, para describirlo con una imagen aproximativa, lo compara con una torre (in modum turris). La misma relación visual da lugar al nombre inglés del cimborrio lantern tower. En Salamanca llaman al cimborrio de su catedral vieja, inspirado en el de Zamora, «torre del gallo». 18 Se trata del cimborio medieval, que se derrumbó y fue sustituido por otro en 1520. 227 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 La forma etimológica clister fue siendo desplazada en la Edad Media por la metátesis cristel, empleada ya por Alfonso X, con la cual va a entrar en concurrencia tristel, que resulta de la confusión de <c> y <t>. Esta es la sola que emplea a finales del siglo XIV Juan de Aviñón en su Sevillana medicina (editada por Nicolás Monardes en 1545). Y para Nebrija ella era la forma castellana (¿o andaluza? ) standard: «Clyster. eris. por el tristel aiuda» (Nebrija 1492, s.v.). «Tristel o aiuda. clyster. eris. clysteris. is» (Nebrija 1495: 193). Lo cierto es que su contemporáneo Palencia 1490 (f. 81r° s. clisterizare) iguala como sinónimas la forma culta y la vulgar: «clisteria o tristeles aprouechan para curar muchas enfermedades e fazen se de cosas diuersas». Pero en 1610 Rosal (Gómez Aguado 1992: 564) avisa que es una corrupción: «Tristel corrupto de Clyster, que así le llama el Griego». Es muy probable que a la confusión gráfica ocurrida en los grimorios de médicos y boticarios se añadiera también una etimología popular que relacionara tristel con triste, por el lamentable estado físico y anímico en que solían encontrarse las personas a las que se aplicaba tan fastidioso remedio. La Real Academia en la primera edición de su diccionario (1729) registró cristel, advirtiendo que debe escribirse Clystér, y efectivamente, esta forma es también objeto de una entrada propia. No obstante lo cual, rindiéndose a la ley del uso, la abandona en subsiguientes ediciones y conserva solo cristel hasta la actualidad. En cuanto a tristel aparece en la ed. de 1803 con la marca de anticuado, pero fue suprimido en las posteriores, a pesar de que ha sobrevivido con fuerza en hablas regionales españolas y americanas hasta el siglo XX, cuando la Medicina, por fin, ha arrumbado el desagradable instrumento. Doy fin a la digresión ratificando mi propuesta de lectura del v. 2553b del Alexandre: «per somo del tyburio (tiburio) fascas querien salir». El segundo error que creo detectar en la lección tornos del v. 1981c deriva de otra causa de abundantes defectos de copia en textos medievales, que es la transcripción de <r>/ <rr> por <n> o <m> o por la ligadura <rn>, <rm>, o viceversa. Creo encontrar una muestra de esta confusión en la estrofa 981 del Alexandre. Corresponde a un momento previo a la batalla de Isos. Darío ha lanzado a su ejército en persecución de las tropas de Alejandro, que, según un falso mensajero, huían en desbandada (estr. 955). Pero en su avance los persas chocan inesperadamente contra las fuerzas griegas que les esperan en formación de combate. Darío se da cuenta demasiado tarde de la trampa en que ha caído, y su reacción queda recogida en la estrofa 981: Dario fue en grant cueita: tovos por engañado, batiél’ el coraçón, maldizié al pecado; demandó por el omne quel levó el mandado, fuera mal escorrido si l’ oviesse fallado. El verso d es de interpretación dudosa: el falso mensajero había desaparecido, pero si Darío lo hubiese hallado «fuera mal escorrido». ¿Qué es ser mal escorrido? García López 2010: 328 cree que escorrido sería socorrido y entiende que se trata de una antífrasis o ironía: los persas le hubieran dado socorro, es decir, «no hubiera acabado bien». Casas Rigall da del verso la siguiente translación moderna: «¡se habría despe- Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre Francisco de Borja Marcos Alvarez 228 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 dido si Darío lo hubiese encontrado! », cuyo sentido no logro captar. Algo aclara el origen de esta interpretación la consulta del glosario de su edición, donde se registra un verbo escorrir con la etimología excorrigere, y el significado de ‘conducir, acompañar, despedir’, es decir, que Casas Rigall considera escorrir como variante gráfica de un antiguo verbo escurrir, que aparece cinco veces en el Cantar de Mio Cid, y R. Menéndez Pidal en el vocabulario de su edición define como ‘acompañar al que va de viaje, saliendo con él a despedirle’, es decir, añado, ‘escoltar a alguien en su camino durante cierta distancia, como signo de honor’. Es una práctica de cortesía medieval que encontramos en los textos hasta el siglo XV, y no solo en la partida de personas ilustres de un lugar, sino también a la llegada. Con ese gesto honra el Cid a su prisionero el conde don Remont cuando le concede la libertad: «fata cabo del albergada escurriólos el castellano» (v. 1067). Y el mismo trato da Abraham a los tres ángeles que se le aparecieron en el val de Mambre, cuando abandonan su aduar: «Abraham salié con ellos escurriéndolos» 19 . Pero es muy improbable que Darío hubiera reservado tan honorable tratamiento al infiel informador, que lo arrastró a la derrota de Isos. Obviamente, lo que la situación narrativa exige es que Darío, si lo tuviera entre sus manos lo castigaría. Por eso, en el v. 981d en vez de «mal escorrido» propongo leer «mal escarnido». DCECH 2 s. escarmiento y escarnecer asegura, con razón, que el germanismo escarnir tenía en los primeros siglos del castellano además de su significado etimológico ‘hacer burla de alguien’ (de donde ‘ultrajar’), el de ‘aplicar una corrección’, ‘castigar’ cuyo núcleo semántico se conserva en escarmiento ‘castigo ejemplar’, ‘daño infligido a alguno’, siendo escarmiento forma sincopada de escarnimiento, substantivo verbal derivado de escarnir. El escarnimiento más antiguo y célebre de la literatura española es sin duda el que infligieron los infantes de Carrión en el robledal de Corpes a las hijas del Cid. Los dos hermanos se conciertan para llevarse a sus esposas de Valencia y en el camino hacia Carrión someterlas a vejaciones degradantes: «Sacarlas hemos de Valencia, de poder del Campeador; / después en la carrera feremos nuestro sabor» (v. 2546-47). Quieren vengarse, mostrando en su venganza la gran distancia social que les separa del Cid y de sus hijas y el menosprecio que él y ellas les merecen. Con tal fin, planean abandonar y escarnir a sus esposas infligiendo a sus cuerpos un trato humillante: «podremos casar con fijas de reyes o de enperadores, / ca de natura somos de condes de Carrión. / Assí las escarniremos a las fijas del Campeador» (v. 2553-55). Lo que los infantes comidieron (v. 2713) no era injuriarlas con gestos, o por vía oral con insultos y denuestos, sino recurrir a vías de hecho: «Bien lo creades, don Elvira e doña Sol, / aquí seredes escarnidas, en estos fieros montes» (v. 2714-15). Las someten primero a la humillación de desnudarles los cuerpos: «Allí les tuellen los mantos e los pelliçones, / páranlas en cuerpos e en camisas e en ciclatones» (v. 2720-21). Y se disponen luego a maltratarlas con las espuelas de sus zapatos y las cinchas de sus caballos: «Espuelas tienen calçadas los malos traidores, / en mano 19 Alfonso X, General Estoria. Primera parte (c. 1275), lib. V, c. XXIX, ed. Sánchez-Prieto Borja 2009: 250. 229 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 prenden las cinchas fuertes e duradores» (v. 2722-23). Cuando ven esto las dos jóvenes comprenden que las van a someter a un tratamiento infamante. No temen el sufrimiento físico por el que puedan pasar, sino la afrenta a su honor estamental. Por eso ruegan a sus maridos que les corten las cabezas, antes que ser «majadas». Que les corten las cabezas con Tizón y con Colada, las dos espadas que el Cid había ganado en combate y luego regalado a sus yernos. Es decir, reclaman una muerte a espada como hidalgas, y no ser azotadas como villanas. No quieren ser majadas. Pero esa es precisamente la intención y el deseo de los infantes: «Lo que ruegan las dueñas non les ha ningún pro, / essora les conpieçan a dar los ifantes de Carrión, / con las cinchas corredizas májanlas tan sin sabor; / con las espuelas agudas, don ellas an mal sabor» (v. 2734-37). Los condes emplean como instrumentos del castigo objetos viles como espuelas y cinchas para reforzar el carácter infamante de la punición. Un caso análogo encontramos en la Gran Conquista de Ultramar (Cooper 1979/ 3: 292) cuando tras la derrota de los cruzados por Noradin en el vado de Jacob los musulmanes conducen a prisión a los nobles y caballeros que se les habían rendido e «ývanlos feriendo con las riendas e con las correas, faziendo mucho escarnio dellos». En el Libro de Alexandre ocurren 16 veces escarnio, escarnir y escarnecer (o alomorfos de sus paradigmas). En 15 significan humillar o denigrar a alguien mediante gestos, actos, voces, etc. Solo en un caso el escarnimiento es corporal. Es un caso especial, pero que representa una práctica que se prolongó desde la Antigüedad hasta la Edad Media en Europa, y que repugna hoy a nuestra sensibilidad: el ensañamiento con los cuerpos de los ajusticiados. A eso es a lo que se sometió el cuerpo de Bessus, uno de los homicidas de Darío, al que Alejandro persiguió ahincadamente hasta capturarlo. Una vez preso se lo entregó a un hermano de Darío («por fer mayor escarnio», v. 1910c). Y, efectivamente, los restos de Bessus sufrieron un atroz tratamiento: «El alma fue maldicha, el cuerpo justiçiado, / primero escarnido, después cruçificado; / el alma fue perdida, el cuerpo desmembrado» (1911a-c). No pienso yo que Darío hubiera querido reservar un destino tan brutal al mensajero que lo engañó, pero sí entiendo que en el v. 981d «mal escarnido», significa ‘castigado muy duramente’, quizás ‘ahorcado, enforcado’. Podemos comparar con el conflicto epistolar entre Darío y Alejandro, que precede al conflicto bélico. La negativa del joven macedonio a pagar tributo a Persia («el çenso tributario», v. 142b) la hace con palabras llenas de insolencia y arrogancia: con la llegada del hijo de Filipo, a Darío se le ha muerto la gallina de los huevos de oro. Cuando los mensajeros transmiten tales palabras al gran señor, exclamó este: «¡Yo non ternía que só fijo de Arsanio, / si’l non fago que prenda de mi un mal escarnio! » (v. 146c-d). Un mal escarnio es obviamente un severo castigo. Darío, trató primero a Alejandro con condescendencia, como si fuera un niño. Le envió una correílla para que se ciñera el brial, una pelota para jugar, y una bolsa para que guardara sus monedillas (estr. 783). Pero si Alejandro persistía en desafiarle le hizo una seria amenaza, algo que sí podría ser de verdad un mal escarnio: hacerle prender y ahorcar, y no por persona noble («omne de prestar», v. 784b), sino a manos de sus rapazes, «cuemo mal ladronçillo que anda a furtar» (v. 784d). El mal escarnio sería doblemente afrentoso, por la ignominia del Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre Francisco de Borja Marcos Alvarez 230 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 ahorcamiento (castigo de ladroncillo), y por la infamia de quienes lo ejecutarían, los rapazes de Darío, es decir los lacayos y criados de su casa. 20 El sintagma «mal escarnido» se documenta en textos castellanos hasta el s. XV, cuando ya el verbo escarnir se convierte en un arcaísmo al que reemplaza su derivado escarnecer, si bien no llegó a lexicalizarse como le ocurrió a maltrecho. Lo encontramos en la Gran Conquista de Ultramar: «Los Coarssines quando sopieron aquello. Touieron se por muy mal escarnidos e por muy maltrechos» 21 . Lo emplea Juan Alfonso de Baena, cuando narra cómo el niño Alfonso VIII de Castilla logra evadir el acoso de su tío Fernando II de León, razón por la que este: «fue mal escarnido», («Dezir … al señor Rey sobre las discordias por qué manera podían ser remediadas», v. 567, en: Cancionero de Baena 1993: 753). Pero el testimonio más sólido en apoyo de nuestra enmienda lo ofrece el propio Libro de Alexandre, v. 2096: «Tóvose Alexandre por muy mal escarnido, / porque le era Poro de las manos exido» (Alejandro se sintió burlado por la huída del rey Poro). Si en el v. 981d escorrido es, en mi opinión, una cacografía de escarnido, en el v. 1981c el error del copista se ha producido en sentido inverso cuando escribe tornos, leyendo <rn> donde lo escrito era (o debía ser) <rr>. Si a esta corrección de <rn> en <rr> añadimos la de <t> inicial en <c> que ya hemos justificado más arriba parece evidente que ha de enmendarse tornos en carros. Y ello permite postular como lectura original del v. 1981c: «de carros con fuçijos, fuertes aguisamientos». 3. A partir de esta lectura se hace inevitable relacionar este v. 1981c con el 2059c, porque en él igualmente se hace referencia a los currus falcati de Poro. El ms. O lo transmite como «los carros tornados con todas sus guaridas». Y el ms. P como «los carros foçixados en todas guaridas». Ambos están deturpados, pero más O que P. No obstante, la coincidencia de los dos en la lección «carros» viene a confirmar sin sombra de duda que en 1981c hay que leer carros en lugar de tornos. En el ms. O, es inaceptable tornados, adjetivo verbal que determina a carros. Todos los editores rechazan esta lección, que carece de sentido. Por tanto, la lección auténtica habrá que buscarla partiendo de la lección de P: foçixados. Nelson fue el primero en advertir en nota textual de su edición que «foçixados debe representar la hispanización de falcatos». Todos los editores comparten esa opinión, pero no coinciden a la hora de la constitutio textus. Jesús Cañas y Jorge García López conservan la lectura del ms. P «carros foçixados», pero no registran en sus respectivos vocabularios la forma foçixado, que queda, pues, inexplicada, y hace sospechar que ellos, como los otros editores, la consideran un hápax. Casas Rigall, consecuente con su enmienda fozinos por fuçijos en 1981c, inspirada por Nelson, corrige aquí foçixados 20 El deshonor de ser escarnido por rapazes resalta en las conocidas palabras del Cid contra el conde don García Ordóñez, recordándole que cuando tomó a Cabra, no solo él personalmente le mesó la barba, sino que «Non ý ovo rapaz que non messó su pulgada» (Cantar, v. 3289). Una buena exposición de los valores semánticos de rapaz en la Edad Media se halla en DCECH 4: 777. 21 Gran Conquista de Ultramar, BNE ms. 1187, fol. 348r°, ed. Cooper 1985: 199, citado apud CORDE. 231 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 en fozinados, lo cual tiene el inconveniente de que fozinado ‘guarnecido con fozinos’ no está documentada en ninguna parte, y constituye a su vez un hápax. Un hápax semánticamente coherente, y morfológicamente aceptable (compárese hocinar y ahocinar ‘correr un curso de agua al fondo de un hocino, es decir, un desfiladero o barranco estrecho’ (cf. Nebrija 1495 s. ahocinarse). Esta es la solución que sobre todo habría cabido esperar de Nelson, pero no es así. La corrección que él propone para foçixados es focizados, forma inexistente y de derivación discutible. El sufijo -izar, procedente del griego a través del latín -izare, forma originalmente en esta lengua, y en las romances, derivados denominales cultos y de contenido factitivo/ causativo abstracto, especialmente en lenguaje eclesiástico. Este es el campo al que está reducido a principios del siglo XIII, y a él pertenecen los dos ejemplos que Nelson alega en apoyo de su enmienda, tomados del Alexandre: escandalizado/ s (1203a, 1207d), y profetizado (1339b, 2110b). Por la misma época, circulaban, entre la gente de clerecía: anatemizar, tesaurizar, martirizar, autorizar, agonizar, preconizar, evangelizar, etc. Pero ni entonces, ni mucho menos ahora, se me hace verosímil la existencia de un hipotético *focizar ‘guarnecer con hoces’. No queda, a mi entender, otra vía para reconstruir el verso que el análisis crítico de la forma foçixados. En el plano grafemático se impone una primera corrección evidente de foçixados en foçijados. El ms. P fue escrito en el s. XV, por ello no sorprende que su copista, a diferencia del de O, de principios del siglo XIV, dé abundantes muestras a lo largo de su trabajo de confundir las grafías de las sibilantes sordas y las sonoras. Obviamente, no es este ahora el objeto de nuestro estudio, baste con subrayar que el amanuense de P no distingue al escribir entre la apical sorda [s] y la sonora [z] en posición intervocálica, y generaliza, como en español moderno, la grafía <s> para ambos sonidos, a diferencia del copista de O, quien transcribe la sorda como <ss> y la sonora como <s>. Tampoco distingue P la africada sorda <ç> [ts] de la sonora <z> [dz] 22 . 22 Casas Rigall en el capítulo de introducción a su edición paleográfica en internet de los dos manuscritos del Alexandre subraya la diferencia entre ambos respecto a las sibilantes y las dificultades que ello le causó en la transcripción, pues si en O se podía hacer «de acuerdo con el resultado etimológico esperable», en P se emplean indistintamente diversas grafías. El copista de P no emplea el dígrafo <ss>. Este solo ocurre en posición intervocálica en seis ocasiones, de las que tres corresponden etimológicamente al sonido sordo[s], pero tres representan el sonoro [z], y además en lexemas de tanto arraigo y frecuencia en la sociedad y la literatura caballeresca como son mesura y mesurar (v. 1524c, 1816a, 2037b). En los lugares correspondientes de O encontramos, como era de esperar, el grafema <s>. En cuanto a las dos africadas, por ejemplo, mientras el manuscrito O escribe bozes/ uozes, gozo, gozar (con el resultado sonoro etimológico) el manuscrito P escribe boçes, goço, goçar con grafema de la africada sorda. Quizás haya un indicio de confusión de las dos africadas en el ms. O en la estr. 478, donde coçes rima con bozes, alfozes, gozes. Pero probablemente se trate más bien de un caso de asonancia, de los muchos que contiene el Alexandre. En cambio, la misma estrofa en P presenta en los cuatro casos grafías de africada sorda. Ecos de este lugar del Alexandre parecen resonar en la estrofa 586 del Libro de Apolonio, donde riman bozesconosçes-alfoçes-gozes. Lo cual es muestra de la neutralización fonética de las sordas y de las so- Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre Francisco de Borja Marcos Alvarez 232 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 Las oposiciones de sibilantes sordas y sonoras formaban en español medieval un subsistema fonológico coherente, si bien tempranamente fragilizado. Como sabemos, la desaparición de las sonoras se extiende y generaliza en el s. XV y configura el perfil fonológico del español moderno a partir del XVI 23 . En el ejemplo preciso que nos ocupa no hace falta realizar un prolijo muestreo comparativo de los mss. O y P del Alexandre. Basta con constatar que en el v. 1981c el copista de P escribe fuçijos [foçijos] con <j>, grafema de la fricativa prepalatal sonora [ ʒ ], y en 2059c cambia, de manera seguramente inconsciente, a foçixados, derivado de foçijo, pero escrito con <x>, grafema de la fricativa prepalatal sorda [ ʃ ]. La misma confusión le lleva a escribir en 2257c taxo (=tajó) donde el manuscrito O (y sin duda el original) ofrece taio, resultado sonoro esperable del lat. taliāre. Quizás sería oportuna una subsiguiente enmienda concerniente al grafema <ç>. Tanto fuçijos como foçijados son derivados de foz/ hoz (<lat. falce), y cabía esperar las grafías fuzijos y fozijados. En este punto hay que recordar que la guarnición de los currus falcati está aludida de manera explícita en la estrofa 1347, en la cual un espía de Alejandro avisa al general macedonio de que la vanguardia del ejército de Darío la formaban «çient mill carros de espessa madera» (carros no tornos), que corrían a gran velocidad y que «todos eran tajantes como foz podadera». El sincretismo metonímico no impide la evidente interpretación: lo que era tajante no eran los carros sino las fozes de que iban provistas sus ruedas. Por ello, quizás no sería descartable una lectura fuzijos (o fozijos) en 1981c y fozijados en 2059c. En el plano semántico, si foçijado es, como considero, un derivado de foçijo, el primer hemistiquio del v. 2059c resulta ser rigurosamente homólogo del del v. 1981c: los carros con fuçijos de este son los carros foçijados de aquél. Y, en última instancia, pienso que los dos versos enteros expresan lo mismo, y que, por tanto, podemos guiarnos por el segundo hemistiquio de 1981c para enmendar el correspondiente de 2059c. 4. En este segundo hemistiquio hay otro difícil lugar crítico de interpretación y enmienda más intrincada que el primero. Recordemos que en O el verso es «los carros tornados: con todas sus guaridas», y en P «los carros foçixados en todas guaridas». Me estoy refiriendo ahora a la lección guaridas, que no hace sentido y esconde manifiestamente un error, pero siendo común a los dos manuscritos ha disuadido sin duda a los editores del Alexandre de proponer o introducir alguna enmienda. Por tanto, no queriendo intervenir en el plano del significante, se han visto abocados a forzar la interpretación semántica. Dana A. Nelson se abstiene de pronunciarse en este punto. noras. Sin embargo, este pasaje del Apolonio no creo pueda alegarse como testimonio del temprano ensordecimiento de las sibilantes, como a veces se hace, lo cual es poco verosímil si se fecha la obra en 1240, como hace la Academia en el CORDE, ni aun en 1270, según sospecha Manuel Alvar en su magna edición. Yo lo considero signo, uno más entre otros muchos, de la tardía composición de ese poema, que sitúo en la segunda mitad del siglo XIV. Obviamente, este punto es objeto de un trabajo separado que espero poder publicar. 23 Véase Lloyd 1993: 423-28 y passim. 233 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 Jesús Cañas da a guarida globalmente en el Alexandre los significados de ‘cura, curación, salvación, protección’. Nada de eso conviene al v. 2059c. Ciñéndose a este, García López entiende guaridas como ‘defensas, protecciones’, y Casas Rigall como ‘defensas’. Pero ni los cubículos de los carros de combate de la Antigüedad, ni aun de los de nuestro tiempo, podían tener guaridas, si por guarida entendemos, con Nebrija 1495: 106 un espacio donde acogerse, esconderse, protegerse el que huye: profugium, refugium, confugium, receptaculum, propugnaculum. Por otra parte, remitiéndonos a los realia históricos, los currus falcati no eran armas defensivas, sino única y exclusivamente ofensivas, y queda excluido suponer que en ellos cupiera cualquier instalación o mecanismo destinados a la defensa. Más bien al contrario, su indefensión y fragilidad los condenó al desuso y la desaparición (las causas las precisa claramente Vegecio en Epitoma rei militaris, III, 24). Por todo ello, la coocurrencia sintagmática de carros foçijados con guarida (<guarir) no es semánticamente pertinente. Todo lo contrario ocurriría con un arma defensiva, como vemos en el Cantar de Mio Cid, donde el escudo puede ser sujeto del verbo guarir ‘proteger’ (v. 3680-81): «por medio de la bloca el escudo·l’ quebrantó, / no·l’ pudo guarir, falsóle la guarnizón». Ciertamente, el substantivo guarida no es ajeno al idioléxico del autor del Alexandre. En el poema se encuentra en otras dos ocasiones. En la cuaderna 2086d tiene el significado de ‘refugio, lugar donde salvarse, salvación’, que es lo que buscaba angustiosamente el fugitivo rey Poro, después de su estrepitosa derrota frente a los griegos: «¡Non veyé en el sieglo nulla otra guarida! ». Pero es obvio que ninguna analogía semántica hay entre esta guarida y las guaridas presuntamente existentes en los carros falcados. Y desde luego, nada tienen estas que ver con la guarida de la estrofa 2249d, donde es substantivo verbal resultativo con el significado de ‘sanación, curación’, derivado de guarir ‘sanar, recobrar la salud, curar’, como en francés guérir/ guérison, refiriéndose a la grave lesión que sufrió Alejandro en el asalto a Sudraca: 2249 Ovieron en tod’ esto a fallar la ferida, fallaron la saeta que yazié escondida; prometieron atanto que non avié medida al que les sopies’ dar consejo de guarida. Dicho esto, se puede añadir que el verbo guarir tiene un apreciable índice de frecuencia en el Alexandre, nada sorprendente en un texto del s. XIII, en el cual dicho germanismo gozaba de una gran vitalidad en los romances hispanos. Cuento en el poema aproximadamente 28 ocurrencias en sus diversas formas y acepciones. Y sin embargo nada de ello basta para justificar una lección guaridas en el segundo hemistiquio del v. 2059c. Considero que, como hemos visto en otros casos, también en este nos encontramos ante un error de copia producido en un antígrafo común a los ms. O y P. Un escribano leyó guaridas donde el arquetipo tenía guarnidas. En este caso, el error probablemente se debió a un descuido bastante frecuente, que consistía en ignorar la tilde super- Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre Francisco de Borja Marcos Alvarez 234 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 puesta de abreviatura de nasal, es decir una grafía guar͂ idas, que había de leerse guarnidas. El germanismo guarnir tuvo, como guarir, fuerte implantación en castellano medieval. Nada sorprende, por ello, que lo encontremos con cierta frecuencia en el Alexandre, tanto más cuanto que, por su significado, su grado de probabilidad es alto en un texto donde se narra una expedición militar. Efectivamente, guarnir, su derivado y sucesor guarnecer, así como los nominales que de ellos proceden, suelen ocurrir en los textos medievales en situaciones o entornos bélicos, incluído el modo paródico, como es el caso del Libro de buen amor, en la batalla de don Carnal y doña Cuaresma. En el Alexandre, en construcción intransitiva, guarnir implica por antonomasia ‘dotar, equipar o pertrechar con armas’. Así, Alejandro «Mandó todas sus gentes, otro día, guarnir» (v. 601), que tiene su correspondiente y esperable réplica en Fernán González (v. 682a): «Mandó luego el conde a sus gentes guarnir» (compárese Cid, v. 986: «apriessa vos guarnid e metedos en las armas! »). El cuerpo expedicionario de Alejandro en Asia, sus mesnadas, no eran muy numerosas, pero estaban bien pertrechadas «eran bien guarnidas» (245a). El participio guarnido expresa el estado de lo que ha sido pertrechado con armas. El contexto puede resaltar el aspecto ofensivo y amenazante de las armas que se visten: «enbïó a Issón muchas gentes guarnidas» (914c); «e vinién a la villa irados e guarnidos» (1138c). Pero los combatientes también se guarnían con armas defensivas: «cuitados de los colpes, maguer eran guarnidos» (2202b). El conjunto de las armas, la armadura, asumen un valor simbólico de poderío y fuerza cuando son las del caudillo, en este caso, las esplendorosas de Alejandro con las que se viste para mostrarse ante su ejército y tranquilizarlo tras haber estado al borde de la muerte: «A cab de pocos días el rëy fue guarido, / ixió que lo vidiessen de sus armas guarnido» (913a-b). Además de las armas en sentido estricto guarnir puede comprender todo aquello útil a los combatientes para el cumplimiento de su misión, así, los dos ricos infanzones persas que tras el rapto de Darío se pasan del lado de Alejandro «eran bien guarnidos d’armas e de cavallos» (v. 1735b). Los caballos han sido hasta el siglo XX importantes auxiliares en las guerras, y lo fueron destacadamente en las campañas de Alejandro al dotar a sus tropas de gran movilidad frente a la lentitud de los elefantes y las pesadas formaciones persas (cf. estrofas 2060-61). Guarnir puede construirse con una expansión preposicional que explicita el objeto o instrumento con que se dota, equipa o pertrecha algo o a alguien, en general armas: el joven Alejandro estaba «de sus armas guarnido» (187b); y su bella mesnada estaba «bien guarnida» de armas y de cueres (corazones = ‘valentía, coraje’) (1294b-c). Los traidores Bessus y Narbozones van guarnidos cuando se disponen a perpetrar su crimen: «espadas sobre manos, de sus armas guarnidos» (1713b). Menelao acude a su duelo contra Paris «bien guarnido de armas de mucho grant valor» (476c). Por otra parte, el sujeto de guarnir puede ser [+ no humano] e incluso [+ no viviente]. Por ejemplo, los caballos habían de ser guarnidos con diversos artefactos como, en el caso de Bucéfalo, freno, siella, fazquía, fiviella y cofia, todo lo cual hizo que el caballo «¡Valié, quando fue guarnido, más que toda Castiella! » (v. 118d). Para entrar 235 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 en el combate se los aderezaba con diversas cubiertas de protección, incluso de hierro o acero, como lorigas o, más tarde, armaduras, lo que les confería un aspecto terrorífico comparable con el de las atroces langostas del Apocalipsis: «las lagostas semeiauan cauallos guarnidos pora en batalla … e uistien lorigas assi cuemo lorigas de fierro» 24 . Seres no vivientes, objetos o cosas, pueden también ser guarnidos para cumplir una función. Las puertas pueden estar «bien guarnidas de cerraduras» 25 , las ciudades de muros y torres, como la impresionante Calatrava, que cerraba el paso a los cruzados de las Navas de Tolosa en 1212: «es essa Villa guarnida de Muro e de Baruacana e de Carcauas. e de Torres» (Alfonso X, Estoria de España II, 1995: fol. 299v°). Pero en el v. 2059c. del Alexandre la simple y sola enmienda de guaridas en guarnidas no genera un enunciado gramatical. Recordemos de nuevo que en O el verso es «los carros tornados: con todas sus guaridas», y en P «los carros foçixados en todas guaridas». Para los escribas de las ramas O y P el substantivo guaridas satisfacía las condiciones de gramaticalidad de la frase a nivel superficial, obviando su inadmisibilidad semántica. En la rama O alguien consolidó la naturaleza nominal de guaridas mediante la inclusión de un determinante posesivo: «sus guaridas». Ese posesivo me parece una adición del copista de O, pero que está ausente en el ms. P, y que tampoco existía en el arquetipo, y ha de suprimirse. Tras nuestras dos enmiendas obtenemos en O «con todas guarnidas», y en P «en todas guarnidas», obviamente agramaticales, pues falta el substantivo nuclear de la frase preposicional. Ese substantivo solo puede esconderse en todas, lectura, a mi entender, deturpada, por culpa, nuevamente, del mal desciframiento de la escritura de un antígrafo. En este caso se trata de la confusión, no infrecuente, de <r> y <t>. En el arquetipo supongo se leía rodas ‘ruedas’. También los manuscritos del Alexandre nos ofrecen ejemplos de este error, como en los versos 507a y 578a donde a Ayax Telamón (Telamonio) lo llama el ms. O «Ayaz el Relamon», mientras que el ms. P da una grafía más próxima a la del arquetipo: «el Tolomon». El verso 856a carece de sentido en O: «Los taios eran d oro: fechos a grant lauor», pero es perfectamente semántico en P: «Los rrayos eran de oro fechos a grañt lauor». Los rayos son los radios de las ruedas del suntuoso carro de Darío. De manera similar, en el verso 1170c el ms. O lee: «troxo Bacus a Jupiter: que les diesse carrera», mientras que el ms. P transmite la lectura correcta: «rrogo Bacus a Jupiter que les diese carrera». Mi enmienda plantea una cuestión subsidiaria: ¿Ha de corregirse también roda en rueda? Y la respuesta no es en absoluto evidente, porque ambas variantes son aceptables sin alteración en el plano semántico. La falta de diptongación de roda la marcaría diatópicamente como no castellana, pero su procedencia podría estar tanto en occidente, en hablas limítrofes con el gallego-portugués, como en oriente, de zonas contiguas al catalán. 24 Montgomery/ Baldwin 1970: 430-31. Por una loriga iba cubierto el caballo soberbio del Libro de buen amor, 237c: «lorigas bien levadas, muy valiente se siente». 25 Alfonso X, General Estoria. Cuarta parte II (c. 1280), ed. Sánchez-Prieto Borja 2009: 322. Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre Francisco de Borja Marcos Alvarez 236 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 No se puede excluir con total certeza que roda remonte al arquetipo. Pero es difícil pronunciarse con seguridad, porque las grafías de [ó] tónica son vacilantes en los dos manuscritos. En el más antiguo, O, alternan <o> y <ue>, mientras que, en el más reciente, P, domina el resultado diptongado, pero será a consecuencia de la sistemática modernización a que el amanuense del siglo XV sometió el texto. He aquí una muestra: manuscrito O manuscrito P corpo/ s: 21 / / cuerpo/ s: 31 corpo/ s: Ø / / cuerpo/ s: 61 bon/ o/ a: 180 / / bueno/ a: 31 bon/ o/ a: Ø / / bueno/ a: 302 noua/ s: 30 / / nueua/ s: 6 noua/ s: Ø / / nueua/ s: 33 nostro/ a: 64 / / nuestro/ a: 2 nostro/ a: Ø / / nuestro/ a: 80 porta: 4 / / puerta: 10 porta: Ø / / puerta: 15 En base a esos pocos ejemplos se podría concluir que la escritura fluctuante de O no refleja una real oposición fonética. Es decir, que, corpo es simple grafía arcaizante de cuerpo, grafía arcaizante que puede reflejar el sistema ortográfico vacilante del copista, pero que probablemente remonte a la escritura del arquetipo. De hecho, P también contiene pasajes en los que se podría rastrear un resultado <o> del arquetipo. Formas rizotónicas de contar aparecen no diptongadas en v. 1197a (contan), y v. 2288a y 2289d (conto). En cuanto a la forma cuenta (nombre o verbo), domina en el ms. O (1 vez conta y 13 cuenta), mientras que P escribe 11 veces cuenta, pero 4 veces conta. Y es notable que el copista de P conserva conta cuando se lo impone la rima, que ha de proceder del arquetipo. Así, en la estr. 510 conta rima con honta/ afronta/ Demofonta, y en 1013 con Dodonta/ monta/ onta. Y en estr. 1812 respeta conta para guardar la asonancia o-a con angosta/ langosta/ denosta. Pero también en interior de verso escribe conta en v. 1197a y 2137a. Podemos inferir, según creo, que conta es forma que se hallaba en el arquetipo, y quizás también conto y contan. En el ms. O, en la estrofa 510, conta rima con onta/ afruenta/ Demofonta. Y en 1013 la armonización fonética queda peor parada, pues el amanuense escribe cuenta en rima con: don Anta [=Dodonta]/ monta/ afruenta. Tampoco respeta aparentemente la asonancia en la estr. 1812 y escribe cuenta como correlato armónico de angosta/ lagosta/ denuesta. A la inversa, en estr. 95 hace rimar scola con espuera/ auuela/ moçuela, y ello induce a pensar que scola es una pura grafía anticuada de scuela. La escritura escola se repite en interior de verso, en 1054c. En las dos ocasiones el ms. P presenta la forma diptongada escuela. En un caso así es difícil pronunciarse sobre cuál sería la lección del arquetipo. Pero a veces sí se puede alcanzar cierto grado de certidumbre, como en el verso 1812d, que acabamos de citar. El ms. P lee denosta, que preserva la asonancia o-a, en cambio el ms. O presenta la forma «moderna» denuesta, que la rompe. Parece lógico suponer que denosta remonta al arquetipo 26 . En cambio, en la estr. 790 ambos manuscritos escriben denuesta, en rima con puesta/ cuesta/ repuesta. 26 Desde los orígenes del castellano la forma predominante y esperable es denuesta, pero la grafía denosta no es un hápax pues se hallan casos en el s. XIII, por ejemplo, en textos de Alfonso X. 237 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.2357/ VOX-2018-009 Como se puede apreciar, el análisis de las variantes gráfico-fonéticas en los dos testimonios del poema es arduo, y extenderlo al conjunto del texto exigiría mucho esfuerzo y tiempo. Baste lo aquí expuesto como apoyo a mi suposición de que toda puede remontar a roda en el arquetipo, y ello a pesar de que en todos los casos restantes los dos manuscritos, solo transmiten la lección rueda (14 veces en O y 15 en P). Aplicando nuestra última enmienda, llegamos en la reconstrucción a la fase siguiente: O «con ruedas guarnidas», y P «en rruedas guarnidas». Queda por solventar la discrepancia de preposiciones entre los dos manuscritos, que creo se logra fácilmente. Entre los sintagmas «carros con ruedas» y «carros en ruedas», el primero es gramatical pero el segundo no lo es, o, en el mejor de los casos, no es idiomático. Adoptamos, pues, «carros con ruedas guarnidas». En el plano semántico cabe añadir algún comentario en apoyo de la enmienda. Los carros son foçixados porque están provistos de foçixos u hocejos, hoces que podían ir fijadas en diversos puntos del vehículo, pero lo estaban particularmente en las ruedas, donde, acopladas a los ejes o a los radios, y al girar con ellos, seccionaban cuanto alcanzaban a tocar. La misma idea se repite en el segundo hemistiquio, pero con una elipsis transparente: las ruedas guarnidas son guarnidas de hoces o de hocejos. Los carros falcados fueron empleados por casi todos los pueblos de la Antigüedad, excepto los romanos, de ahí que se los encuentre mencionados en numerosas fuentes documentales, entre ellas la Biblia. Voy a proponer de esta una muestra comparativa, limitándome a un solo lugar, lo cual nos permite contrastar diversas versiones en el tiempo. Me refiero a Macabeos 2, 13.2, donde se indica la composición del ejército de Antioco Eupátor al mando del general Lisias, que no era muy diferente, salvo en las dimensiones, de la del de Darío III al que se había enfrentado Alejandro un siglo antes. Tenía, como este, peones, caballeros, elefantes y carros falcados. En el romanceamiento de los libros de los Macabeos, de mitad del s. XIII (ms. Escorial, I-i-6), se designa a estos carros como carros guarnidos (Wiese 1930: 345r°), es decir, con la misma elipsis que las ruedas guarnidas del Alexandre. La expresión se conserva en la Biblia ladinada I-i-3 de El Escorial, de hacia 1400 27 , que reproduce el citado romanceamiento. Pero la elipsis podía no ser, o dejó de ser, evidente y en traslados posteriores encontramos carros con fachas, versión que quizás indica que ya los autores no se hacían una idea muy precisa de cómo iban guarnidos aquellos antiguos carros de combate 28 . En el siglo XX, Bover/ Cantera Burgos 29 proponen escuetamente y con justeza, «carros con hoces», expresión que es evidente correlato literal de «carros con fuçijos» y «carros foçixados» de Alexandre 1981c y 2059c. 27 Lazar 1995: 527r°. En realidad, reproducción del romanceamiento bíblico contenido en el ms. Escorial I.I.6, de hacia 1250 (Enrique-Arias 2010). 28 Biblia romanceada (Lazar et al. 1994), Escorial Bible I.J.4 (Hauptmann/ Littlefield 1987: 498). A partir de observaciones lingüísticas, los editores (p. xxvi) sitúan el texto en el primer tercio del s. XV. 29 Sagrada Biblia (ed. Bover/ Cantera Burgos 1957). Algunas enmiendas al texto del Libro de Alexandre Francisco de Borja Marcos Alvarez 238 Vox Romanica 77 (2018): 219-239 DOI 10.8357/ VOX-2017-009 Los letrados del scriptorium del maestre Juan Fernández de Heredia al trasladar las Vidas paralelas de Plutarco llaman a veces a los carros falcados «carros de batalla» 30 , pero también recurren al adjetivo verbal guarnidos especificándolo con un complemento instrumental: «los carros guarnidos de las falçes» 31 . Ya sabemos que «las falçes» de esos carros estaban instaladas en las ruedas, y ello me confirma en la lectura del v. 2059c que propongo, como conclusión del análisis hecho hasta aquí: «los carros foçixados, con ruedas guarnidas» 32 . Por el contrario, en el verso 1981c el autor prefirió insertar en el segundo hemistiquio una aposición atributiva, encarecedora de los terribles fuçijos, que son calificados de «fuertes aguisamientos», donde aguisamiento significa ‘artefacto o ingenio instalado sobre algo con fines bélicos’. 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