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Archivos, entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia

1216
2024
978-3-3811-2772-6
978-3-3811-2771-9
Gunter Narr Verlag 
Roland Spiller
Pilar Mendoza
Jeff Cedeño Markhttps://orcid.org/0000-0002-6700-9582
10.24053/9783381127726

En diversos procesos de memoria se ha comprobado el rol decisivo de los archivos a la hora de recuperar experiencias y saberes atravesados por la violencia, de reconstruir relatos e historias individuales y colectivas, y subvertir el modo en que nuestras sociedades piensan la historia y performan su praxis política y vital. Desde esta perspectiva el coloquio Archivos, entramados y transformaciones de la memoria en Colombia, se propuso continuar con la investigación de la polifonía de los relatos y las voces subalternas que han signado la vida de millones de colombianos en las últimas décadas. Este libro reúne las perspectivas abordadas en el coloquio, como una muestra de los distintos archivos y memorias plurales que dignifican a las incontables víctimas del país, para entender los archivos como condiciones de posibilidad para búsquedas subjetivas, formaciones comunitarias, significados estéticos y creatividad política, desde diversos entramados discursivos siempre en transformación.

<?page no="0"?> Frankfurter Studien zur Iberoromania und Frankophonie Roland Spiller / Pilar Mendoza / Jeffrey Cedeño Mark (Eds.) Archivos, entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia <?page no="1"?> Archivos, entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia <?page no="2"?> FFrraannkkffuurrtteerr SSttuuddiieenn zzuurr IIbbeerroorroommaanniiaa uunndd FFrraannkkoopphhoonniiee ·· 1122 Herausgegeben von Roland Spiller Editorial Board: Matei Chihaia (Wuppertal) Reindert Dhondt (Antwerpen) Verena Dolle (Giessen) Leila Gómez (Boulder, Colorado) Annick Louis (Paris) Wolfram Nitsch (Köln) Marta Segarra (Barcelona) Ana María Zubieta (Buenos Aires) <?page no="3"?> Roland Spiller / Pilar Mendoza / Jeffrey Cedeño Mark (Eds.) Archivos, entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia <?page no="4"?> Redaktionskomitee: Jeffrey Cedeño Mark, Adriana González Navarro, Pilar Mendoza, Roland Spiller y Tania Camila Triana Cuevas. ARCHIVOS, ENTRAMADOS Y TRANSFORMACIONES POLIFÓNICAS DE LA MEMORIA EN COLOMBIA This project has received funding from the European Union’s Horizon 2020 Research and Innovation Programme under the MSCA-RISE Scheme (Marie Skłodowska-Curie Research and Innovation Staff Exchange). Grant agreement 872299. DOI: https: / / doi.org/ 10.24053/ 9783381127726 © 2024 · Narr Francke Attempto Verlag GmbH + Co. KG Dischingerweg 5 · D-72070 Tübingen Das Werk einschließlich aller seiner Teile ist urheberrechtlich geschützt. Jede Verwertung außerhalb der engen Grenzen des Urheberrechtsgesetzes ist ohne Zustimmung des Verlages unzulässig und strafbar. Das gilt insbesondere für Vervielfältigungen, Übersetzungen, Mikroverfilmungen und die Einspeicherung und Verarbeitung in elektronischen Systemen. Alle Informationen in diesem Buch wurden mit großer Sorgfalt erstellt. Fehler können dennoch nicht völlig ausgeschlossen werden. Weder Verlag noch Autor: innen oder Herausgeber: innen übernehmen deshalb eine Gewährleistung für die Korrektheit des Inhaltes und haften nicht für fehlerhafte Angaben und deren Folgen. Diese Publikation enthält gegebenenfalls Links zu externen Inhalten Dritter, auf die weder Verlag noch Autor: innen oder Herausgeber: innen Einfluss haben. Für die Inhalte der verlinkten Seiten sind stets die jeweiligen Anbieter oder Betreibenden der Seiten verantwortlich. Internet: www.narr.de eMail: info@narr.de Druck: Elanders Waiblingen GmbH ISSN 1868-1174 ISBN 978-3-381-12771-9 (Print) ISBN 978-3-381-12772-6 (ePDF) ISBN 978-3-381-12773-3 (ePub) Umschlagabbildung: El territorio. 2012. Alexandra McCormick©. Fotografía cortesía de la artista. Bibliografische Information der Deutschen Nationalbibliothek Die Deutsche Nationalbibliothek verzeichnet diese Publikation in der Deutschen Nationalbibliografie; detaillierte bibliografische Daten sind im Internet über http: / / dnb.dnb.de abrufbar. <?page no="5"?> 7 I. 13 29 53 81 II. 95 109 Contenidos Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El Informe de la Comisión de la Verdad como archivo histórico, polifónico y transmedial Conversación con Lucía González, Martha Nubia Bello y Patricia Ariza. Moderación: Pilar Mendoza El Informe de la Comisión de la Verdad: un diálogo entre la verdad y la memoria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Stefan Peters ¿Justicia transformadora en Colombia? El papel de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera Tras las Huellas de la Desaparición: regímenes testimoniales y contraforenses para el esclarecimiento de la Verdad en Colombia . . . . . . . . Ivonne Suárez Pinzón El Informe Final de la Comisión de la Verdad: un archivo vigente . . . . . . . . Los procesos recíprocos entre memoria comunicativa y memoria cultural Carlos Satizábal La elaboración poética del dolor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Roland Spiller Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación: El canto de las moscas de Ana María Vallejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . <?page no="6"?> 133 147 III. 165 193 211 IV. 235 255 271 299 Tania Camila Triana Cuevas Lo que resta del conflicto: Un análisis comparativo entre Mi vida y el palacio: 6 y 7 de noviembre de 1985 (2020) de Helena Urán Bidegain y Cartago (2021) de Daniel Cristancho . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ana Camila Jaramillo Beltrán La metáfora cinematográfica en la ficción documental (Reconstrucción y conservación de la memoria cultural) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La construcción del archivo entre el testimonio, la documentación y la creación artística María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Francesca Casafina La represión política y social en Colombia en las cartas del Archivo Histórico de la Fundación Lelio-Lisli Basso de Roma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Gary Huertas La función testimonial y la narración disyuntiva: políticas públicas y metodologías híbridas en la justicia restaurativa colombiana . . . . . . . . . . . . Distintos paisajes estéticos como formas de archivo y de memorias colectivas Pilar Mendoza MAMPUJÁN: Entre el horror de los Montes de María y el resguardo de los ángeles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Adriana González Navarro Tabacos, algarrobos y malezas: plantas portadoras de memoria para la creación literaria y visual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Karen Genschow Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) . . . Franziska Gesine Brede Narrativas del agua en los testimonios de ex miembros de las FARC-EP en las antologías Agua corriente (2022) y Naturaleza común (2021) . . . . . . . . . . 6 Contenidos <?page no="7"?> 1 Coloquio realizado en el marco del proyecto TRANS.ARCH. “Archivos en transición: Memorias colectivas y usos subalternos” en agosto de 2023, en la Universidad Javeriana de Bogotá. Organizado por la Universidad Javeriana y la Universidad Goethe de Frankfurt, con el apoyo de la Maestría de escrituras creativas de la Universidad Nacional de Colombia y el Instituto Colombio-Alemán para la paz (CAPAZ). TRANS.ARCH es un proyecto financiado por la Unión Europea en el programa Horizon 2020 MSCA-RISE, en el cual participan nueve universidades de América Latina y Europa. Prólogo En este libro reunimos las diferentes contribuciones que hicieron parte del Coloquio Archivos, entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia  1 , las cuales fueron, en suma, un diálogo sobre los diferentes procesos de memoria que ha vivido el país en las últimas décadas y los múltiples relatos del conflicto armado reunidos en el Informe de la Comisión de la Verdad (CEV) de 2022, que responde al mandato de los acuerdos de paz del gobierno con la entonces guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC-EP). Dicho diálogo reveló la tensión ya conocida entre la delgada línea que separa las categorías de Memoria y Verdad y que implica la discusión sobre hasta dónde va la memoria y dónde comienza la verdad de los hechos y sus periodizaciones. Estas reflexiones se abordaron en cada una de las ponencias y paneles del coloquio, los cuales reunimos en cuatro capítulos para esta publicación. El primer capítulo, El Informe de la Comisión de la Verdad como archivo histórico, polifónico y transmedial, comienza con el panel que inauguró el coloquio en donde conversaron Lucía González, excomisionada de la CEV; Martha Nubia Bello, exmiembro del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), y Patricia Ariza, exministra de cultura, quienes evidenciaron cómo el relato nacional sobre el conflicto armado se limitó durante décadas a la lucha de los grupos insurgentes, desvinculando así cualquier responsabilidad del sistema político, económico, social y cultural. De igual manera, expusieron cómo, con la creación del Centro Nacional de Memoria Histórica y del Informe de la CEV, se ha logrado la inclusión de múltiples voces y con ella la ampliación de la comprensión del conflicto, sus víctimas y sus responsables, haciendo énfasis en la cultura como herramienta para lograr la apropiación de lo ocurrido por toda la sociedad. <?page no="8"?> Por otro lado, el texto de Vera/ Gugliemucci analiza las nuevas metodologías que utilizó la Comisión para configurar formas emergentes de producción de verdad y otros modelos de reconocimiento de responsabilidad asociados a la producción de evidencias forenses. Stefan Peters, por su parte, se refiere al potencial transformador de la CEV, enfocándose en las categorías de la centra‐ lidad de las prácticas locales, la importancia de los procesos y el cuestionamiento de las desigualdades estructurales y las relaciones de poder existentes. Para finalizar el capítulo encontramos la transcripción de la disertación de apertura a cargo de Ivonne Suárez, quien destaca la importancia del Informe de la CEV como un archivo de transcendencia para la dignificación de las víctimas y la comprensión del conflicto por parte del país en general. En el segundo capítulo, enfocado en Los procesos recíprocos entre la memoria comunicativa y la memoria cultural, los artículos se adentran en las formas literarias, poéticas y cinematográficas de contar y elaborar el conflicto, convirtiéndose en dispositivos activadores de la memoria. De este modo, Carlos Satizábal propuso, en su intervención oral transcrita para la presente publicación, La elaboración poética del dolor por medio del poder transformador de la cultura y de la poesía. Mientras, Roland Spiller analiza las formas de construcción de los archivos desde varios lenguajes en el texto Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación: El canto de las moscas de Ana María Vallejo. Finalmente, dos autoras acuden al estudio de obras literarias y cinematográficas: Tania Camila Triana Cuevas establece un diálogo comparativo entre Mi vida y el palacio: 6 y 7 de noviembre de 1985 (2020) de Helena Urán Bidegain y Cartago (2021) de Daniel Cristancho, teniendo presentes las dinámicas transgeneracionales y Ana Camila Jaramillo lleva a cabo un análisis de la metáfora cinematográfica en la ficción documental a partir de cortos de ficción que abordan el despojo de la tierra en el departamento de Córdoba. El tercer capítulo, que hemos titulado La construcción del archivo entre el testimonio, la documentación y la creación artística con el objetivo de mostrar los diferentes elementos que pueden crear un archivo, comienza con la intervención de la directora del Centro Nacional de Memoria Histórica María Gaitán y su equipo, quienes reparan en el papel del CNMH como un complejo de memoria y esclarecimiento de verdad que tiene la tarea de continuar con los procesos de escucha, documentación, investigación y difusión desde un enfoque territorial. A continuación, Francesca Casafina, desde una mirada transnacional, describe las redes de solidaridad entre el Tribunal Russell II (1974-1976) —convertido luego en el Tribunal Permanente de los pueblos— y Colombia, reconstruidas principalmente a través de la documentación conser‐ 8 Prólogo <?page no="9"?> vada en el Archivo Histórico de la Fundación Lelio y Lisli Basso (Roma, Italia), el cual se convirtió en un importante registro de la represión política y social en Colombia. Gary Huertas termina el capítulo con una reflexión sobre la función testimonial en las narrativas hegemónicas y en la justicia restaurativa en Colombia, a partir del montaje editorial de dos obras literarias sobre la lucha contra las drogas y las tragedias ambientales. Finalmente, el cuarto y último capítulo, Distintos paisajes estéticos como formas de archivo y de memorias colectivas, demuestra cómo los archivos pueden adquirir diferentes formas estéticas para documentar relatos comuni‐ tarios o locales, y cómo la naturaleza se instala en la narrativa del conflicto en tanto sujeto y actor de los relatos. El artículo de Pilar Mendoza, analiza las prácticas culturales de las comunidades como formas de construcción de memoria y de resistencia, a partir de los archivos textiles producidos por la comunidad de Mampuján, en donde las víctimas del conflicto, en su ejercicio de denuncia, irrumpen en el campo de la disputa por la memoria desde el nivel local, generando además la transformación de las víctimas en sujetos políticos. Por su parte, Adriana González Navarro muestra a las plantas como portadoras de memoria que, en el ejercicio de creación literaria, devienen en archivo en el poema La mata de Eliana Hernández. Este poema, ilustrado por María Isabel Rueda, dialoga con las instalaciones de Alexandra McCormick, cuya obra El territorio 2012 ilustra la portada de esta publicación. Igualmente, Karen Genschow analiza las obras La mata y La Bonga aunque bajo una perspectiva que observa el paisaje como archivo de la violencia y donde la naturaleza interactúa con los seres humanos, borrando y/ o conservando sus huellas y apoderándose del espacio. Para terminar el capítulo, Franziska Gesine Brede, aborda las nuevas narrativas que promovió el acuerdo de paz con las FARC, con un análisis de los testimonios de las exguerrilleras y los exguerrilleros que vivieron en contacto con la naturaleza, describiendo su relación con el agua y su simbolismo en los procesos de memoria colectiva e individual. De esta manera, a lo largo de todo el coloquio pudimos navegar por las múltiples posibilidades de los archivos, sus diversos formatos, cómo se han construido y cuáles son sus usos por parte de diferentes actores. Archivos, entramados discursivos, memorias polifónicas, verdades plurales: todos estos conceptos y mecanismos tanto legítimos como necesarios en la búsqueda de la verdad, la justicia, la reparación y la paz de un país sumido en un continuum de violencias que se rastrean desde la misma colonización española. Para activar los procesos decoloniales, así como lugares de transferencia de conocimientos, de reconocimiento y reparación a las víctimas, los archivos, entonces, son un Prólogo 9 <?page no="10"?> vehículo de memoria colectiva necesario que funciona como un mecanismo de resistencia al olvido y a las múltiples violencias. Los invitamos entonces a leer esta publicación, por un lado, como una reflexión indispensable sobre los procesos de verdad y memoria a nivel local, regional, nacional y transnacional y, por otro, como un ejercicio que se suma a los objetivos de la Comisión de la Verdad de alimentar y mantener el Informe Final como un archivo vivo y así continuar con el diálogo hacia el futuro, con la participación de toda la sociedad. Agradecemos a la Unión Europea y el proyecto Trans.Arch por la financiación y el marco temático de este trabajo y especialmente a Adriana González Navarro, Tania Camila Triana Cuevas, Kathrin Heyng y la editorial Narr por su valioso y cuidadoso apoyo en el proceso de corrección y edición de este libro. Pilar Mendoza, Jeffrey Cedeño Mark, Roland Spiller. Bogotá/ Frankfurt, septiembre 2024. 10 Prólogo <?page no="11"?> I. El Informe de la Comisión de la Verdad como archivo histórico, polifónico y transmedial <?page no="13"?> 1 El presente texto corresponde a la transcripción del panel de apertura del Coloquio Internacional “Archivos, entramados y transformaciones de la memoria en Colombia”, el 8 de agosto de 2023 en la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Agradecemos a Jeffrey Cedeño Mark por la labor de la transcripción. El Informe de la Comisión de la Verdad: un diálogo entre la verdad y la memoria 1 Conversación con Lucía González, Martha Nubia Bello y Patricia Ariza. Moderación: Pilar Mendoza El objetivo de este panel con expertas en la construcción de memoria y verdad en Colombia es pensar el reciente Informe de la Comisión de la Verdad entregado al país en 2022, como un archivo histórico, polifónico y transmedial, así como conocer la forma en que se construyó, su metodología y los actores que partici‐ paron en él. Al concebir el programa de este coloquio, hemos pensado en la particularidad de este Informe: la construcción de archivos con la participación de las comunidades, las cuales, en el caso colombiano, muchas veces son también víctimas del conflicto armado. El Informe de la Comisión, que ahora se convierte en un archivo construido en parte desde las comunidades, tiene un interés central dentro de las temáticas del proyecto Trans.Arch. Por lo tanto, comenzamos este diálogo con Lucía González, quien ha sido una parte fundamental en este proceso. El Informe consta de once tomos y cuenta con una plataforma transmedial, tanto en formato analógico como digital. Quisiéramos inicialmente escuchar cómo se construyó este proceso, su metodología, teniendo en cuenta que los relatos de las víctimas fueron fundamentales y cómo se logró producir este archivo de manera colaborativa. Lucía González Muchas gracias. Un saludo muy especial para todos y todas. Agradezco este espacio tan relevante para continuar aprendiendo acerca del trabajo de la Comi‐ sión de la Verdad. Quiero expresar mi agradecimiento al Proyecto Trans.Arch, ya que es fundamental prestar atención a este legado que representa el acervo más <?page no="14"?> significativo de la Comisión de la Verdad. Asimismo, agradezco a la Universidad Goethe de Frankfurt por su colaboración. Alemania ha sido un socio invaluable en la construcción de la verdad en Colombia, es un ejemplo y un respaldo político crucial, especialmente al defendernos de un gobierno que nunca estuvo a favor del sistema integral para la paz. Extiendo mi gratitud a la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Javeriana, un aliado invaluable. También quiero agradecer al Semillero de Investigación en Literatura Latinoamericana (SILAT) de la Facultad de Ciencias Sociales, a la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia, en especial a su coordinador, Carlos Satizábal, al Instituto Co‐ lombo-Alemán para la Paz -Capaz por su amistad sincera, y un saludo especial a Ivonne Suárez. Nos complace enormemente que el Archivo esté en tus manos, y confiamos en que lograrás protegerlo para asegurar que el Archivo General de la Nación continúe siendo una institución democrática. Quiero agradecer a Pilar Mendoza por su ardua labor en la Comisión de la Verdad desde Alemania, por mantener viva la memoria de más de un millón de personas en el exilio. Esta labor es invaluable, ya que los exiliados han sido abandonados por el Estado y no han sido considerados, incluso la Ley de Víctimas no contempló el exilio como forma de victimización. La mayoría de los exiliados no han tenido la oportunidad de contar sus historias, han sido estigmatizados y tienen miedo de ser reestigmatizados. Pilar ha sido un pilar fundamental en este importante trabajo. Considero que las primeras decisiones tomadas por la Comisión de la Verdad fueron cruciales, ya que no solo establecieron la metodología de trabajo, sino que también situaron a las víctimas en el centro de la Comisión. Estas decisiones respondieron a la exigencia de las propias víctimas, quienes siempre han alzado su voz en demanda de la verdad. No obstante, esta verdad no solo es relevante para las víctimas, sino que es de interés primordial para toda la nación, ya que, sin ella, resulta imposible hallar una cura para la sociedad en su conjunto. Se podría comparar con un diagnóstico médico: si no se realiza de manera adecuada, será difícil encontrar un tratamiento efectivo. En Colombia provenimos de un relato sumamente complejo, distorsionado y marcado por silencios, ocultamientos y percepciones erróneas. Durante mucho tiempo, la mayoría de la población creyó que el conflicto armado se limitaba a los grupos insurgentes, desvinculando así cualquier responsabilidad del sistema político, económico, social y cultural en esta tragedia histórica. No obstante, es fundamental prestar atención a la verdad de los responsables, un tema de gran importancia que se aborda escasamente en este país. Al enfocarnos en las víctimas, hemos descuidado el relato de los perpetradores, aspecto relevante 14 Conversación con Lucía González, Martha Nubia Bello y Patricia Ariza… <?page no="15"?> tanto para las víctimas como para la nación, puesto que los responsables atesoran una verdad compleja y detallada que merece ser examinada. Es imperativo comenzar por comprender cómo este país impulsa a tantos hombres hacia la guerra, ya que ésta se presenta como una opción para ellos, sin menoscabar la relevancia de las mujeres, pero especialmente de los hombres, pues la guerra también se erige como un proyecto patriarcal del cual se ha hablado muy poco. Una decisión relevante que tomamos fue optar por un enfoque inductivo, lo cual significa que no partimos de presupuestos preestablecidos, ni afirmamos “vamos a confirmar, a reafirmar estas hipótesis”. En su lugar, nos sumergimos en el relato a través de la escucha, lo que nos condujo a una profunda reflexión sobre este acto. Escuchar es una tarea ardua, ya que tendemos a oír lo que deseamos escuchar; por consiguiente, nos vimos obligados a desprendernos de nuestros supuestos y estigmas, un desafío tanto para los Comisionados como para el equipo de trabajo. Empezamos con una escucha amplia: no solo —y en un principio— de los testimonios de las víctimas, sino también de los responsables, quienes fueron surgiendo en el transcurso del proceso. Dentro de la Comisión, nos enfrentamos a una clara dificultad al tratar con los responsables, pues les tememos y los hemos estigmatizado al extremo de negarles su humanidad. Aprender a escuchar a los responsables resultó ser una de las tareas más complejas y desafiantes que afrontamos en la Comisión. Además, nos dedicamos a escuchar a las comunidades y a diversos sectores sociales, recibimos información de organizaciones sociales y comunitarias. Al final, también consideramos los informes de la fuerza pública, sin dejar de lado los informes de sectores económicos y entidades privadas, con los cuales elaboramos diagnósticos participativos. Partiendo de ese acopio inicial de datos, procedimos a analizar la información con la ayuda del sistema de información misional. Esta estrategia resultó ser un gran acierto, ya que desde el principio logramos establecer una amplia base de datos, una big data. Aunque no fue una tarea fácil debido a que todos los comisionados somos adultos mayores, identificar la necesidad de una base de datos de gran tamaño implicó un desafío considerable. Surgió también la opción de crear un repositorio, pero finalmente optamos por una big data, ya que nos permitía realizar un análisis profundo de los datos. De esta manera, introdujimos la información y cruzamos referencias para identificar patrones: las formas de violencia más frecuentes en el país y la tipología de las victimizaciones que se han presentado en las últimas décadas. A partir de estos patrones, analizamos los contextos subyacentes: las razones por las cuales estas formas de violencia se han repetido una y otra vez, qué las facilita, por qué surgen y persisten a pesar de las evidencias y de la brutal violencia que se muestra claramente a través El Informe de la Comisión de la Verdad: un diálogo entre la verdad y la memoria 15 <?page no="16"?> de los medios de comunicación. Sin embargo, a pesar de todos estos esfuerzos, seguía siendo un desafío alzar la voz de manera efectiva. A partir de esos contextos explicativos analizamos patrones y persistencias, cuyos resultados condujeron a importantes descubrimientos. Al identificar los patrones de persistencia, observamos de manera clara los problemas que Colombia no ha logrado resolver, lo que ha contribuido a la generación de un conflicto armado. En otras palabras, analizamos cómo la conflictividad política y social, así como las condiciones económicas y culturales que no han sido resueltas de manera efectiva a nivel político y social, han sido factores clave en la generación y consolidación del conflicto armado. Identificamos los patrones y, basándonos en ellos, elaboramos las conclu‐ siones del Informe Final. Comprendimos que, a partir de las transformaciones de estos patrones de persistencia, podríamos obtener las recomendaciones necesarias para detener su continuidad. Esta fue nuestra metodología. Además de esto, recopilamos una gran cantidad de datos e información: escuchamos a más de 30 000 personas, llevamos a cabo 17 000 entrevistas (de las cuales 14 000 están ya digitalizadas y en proceso de análisis), recibimos 700 informes de diversas organizaciones, levantamos 700 casos y recibimos más de 1000 informes. Sin un sistema de información adecuado, no habríamos logrado comprender a cabalidad el conflicto armado. El sistema de información resultó ser fundamental y exitoso, por lo que considero importante destacar su valor y la necesidad de que, en el proceso de paz total, se establezca un sistema de información sólido. Durante el proceso de paz, surgen numerosas verdades que deben ser comprendidas y abordadas colectivamente. Actualmente formo parte del Grupo que trabaja por la Paz total para las bandas criminales de alto impacto en Medellín. Entender a este tipo de bandas resulta bastante complejo, dado que operan como un sistema de poder articulado, un impresionante holding que abarca todo el territorio de Medellín y del Valle del Aburrá, con conexiones a nivel nacional. Para comprenderlos adecuadamente, es fundamental recopilar una cantidad significativa de información. Por otra parte, resultó crucial enfocar la atención en las prácticas artísticas y culturales de los territorios. Comprendimos que muchas comunidades se expresan a través de dichas prácticas, como lo mencionó un residente de Bojayá: “Yo no puedo contarle mi tragedia, pero sí puedo cantársela”. En otras palabras, el arte representa un espacio de conocimiento que la universidad, de forma particular —y lo afirmo con firmeza— ha subestimado en gran medida. Es complicado para la academia comprender que las canciones, las obras de teatro son formas de texto que no siempre están catalogadas, pero que constituyen la realidad de nuestros territorios y de diversas culturas. Resulta desafiante que 16 Conversación con Lucía González, Martha Nubia Bello y Patricia Ariza… <?page no="17"?> acepten la inclusión de letras de hip hop o rap en una tesis doctoral, ya que pareciera que aún existen resistencias para admitir y discutir este tipo de fuentes, relaciones y discursos. Pilar Mendoza Patricia Ariza, quisiera que nos contaras desde tu experiencia como activista y dramaturga, cómo ha sido el proceso de construcción de memoria y de apoyo a la Comisión de la Verdad. Todos sabemos que nuestro conflicto siempre va paralelo a la construcción de la memoria, a diferencia de como ha sucedido en otras geografías, aquí hemos tenido que aprender a convivir con el conflicto, ¿cómo es trabajar así? Patricia Ariza Muchas gracias. Buenos días a todos y todas. Considero de gran importancia este espacio en general, y en particular, que se haya incluido a una artista. No es común contar con la presencia de artistas ni valorar suficientemente el arte, y le reconozco a Lucía y a la Comisión de la Verdad el haber otorgado a la verdad una dimensión cultural y artística. Tuve el privilegio de dirigir una de las obras presentadas en este Coloquio, titulada Salida al Sol, la cual busca establecer una conexión entre la verdad social y la verdad del conflicto. Considero que el mayor deseo que todos compartimos en este momento es lograr la paz total. Sin embargo, si no se le reconoce a la paz su dimensión cultural, será muy difícil que esa paz sea completa En ese sentido, una de las iniciativas que estábamos llevando a cabo en el Ministerio de Cultura, era la promoción de una Cultura de Paz, con el objetivo de que la paz se convierta en parte fundamental de nuestra cultura. Lo resaltado por Lucía es sumamente relevante: el arte puede alcanzar espacios distintos a los que frecuenta la política. En la política, el consenso suele ser el objetivo primordial. Yo soy ambas cosas: activista política y artista, lo cual a veces me hace sentir un poco esquizofrénica, ya que en muchas ocasiones se confunden estos dos roles, a pesar de ser diferentes. La política, como mencionaba, siempre busca el consenso, la unión de las personas en torno a una misma causa. Por otro lado, en el arte se busca resaltar lo singular, contar la historia de una persona involucrada en esa causa o explorar un hecho relacionado con la misma. A pesar de ser distintas, estas dos esferas pueden ser complementarias si se comprende la diferencia entre ellas. La tragedia que enfrentamos es que, en general, el arte El Informe de la Comisión de la Verdad: un diálogo entre la verdad y la memoria 17 <?page no="18"?> ha estado presente en la política, pero la política no ha contado con el arte, ni con la cultura. No se le reconoce a la cultura la importancia que tiene en la construcción del relato nacional. Jesús Martín Barbero afirmaba que Colombia carece de un relato de nación. Personalmente, no comparto esa opinión tan radical. Considero que sí existe un relato de nación, pero se encuentra fragmentado y dividido por la guerra y la violencia, al igual que lo estamos nosotros y nosotras. Por lo tanto, creo que el Informe de la Comisión de la Verdad representa un elemento crucial para el relato nacional, al igual que las políticas sectoriales del gobierno. Creo firmemente en la posibilidad de cambio y percibo que este cambio ya está en marcha, pero debe incluir la dimensión cultural. Considero que los Acuerdos de La Habana no lograron calar en el espíritu de la nación ni en el corazón del pueblo. Esta falta de arraigo los ha vuelto vulnerables y ha propiciado los constantes ataques en su contra. Entonces, ¿cómo lograr que la cultura y el arte contribuyan a que este proceso de cambio se integre en el relato nacional, es decir, que se arraigue en el alma de la nación y en el corazón de la gente? Una manera sumamente importante, si no la única, es involucrar el arte y a los artistas. Se ha mencionado que una paz que no se cante, que no se narre, que no se pinte, que no se cuente, es una paz que corre el riesgo de perecer en la tristeza. El arte es un ejercicio de la libertad, sin duda, y no se puede imponer al artista qué pintar o qué escribir. No obstante, a través del arte y los artistas podemos estudiar cualquier período de la historia humana. Ser artista es un privilegio, pero también implica una responsabilidad. No se puede comunicar cualquier mensaje de cualquier manera. El momento actual que atraviesa Colombia es crucial, es una oportunidad que se presenta. Entonces, surge la pregunta ¿cómo lograr que este momento se convierta también en un espacio para la cultura? Es una pregunta a la que no tengo respuesta. Contamos con logros importantes que han trascendido y quizás formen parte, aunque sea en una pequeña medida, del relato nacional: obras y escritos, por citar algunos ejemplos. Cien años de soledad, sin duda, forma parte del relato nacional. Recuerdo cuando lo leí, sentí como si lo hubiera escrito yo misma. Es decir, experimenté un profundo sentido de identidad. ¿Por qué una obra como Guadalupe años sin cuenta sigue siendo tan relevante hasta hoy? Cada vez que la presentamos, el teatro se llena por completo. Personalmente, desearía que dejara de ser tan pertinente, pero la gente la sigue necesitando, ya que estas obras, estos escritos, comunican algo distinto a lo que la gente está acostumbrada a ver en otros medios. El arte logra llegar a lugares esenciales, como el territorio de los sentimientos, de los afectos y de las premoniciones. 18 Conversación con Lucía González, Martha Nubia Bello y Patricia Ariza… <?page no="19"?> Un país que no integre el conocimiento con la sensibilidad es un país incompleto, ya que somos tanto conocimiento como sensibilidad. Este dilema es algo que experimentamos en Colombia. Personalmente, me he enfrentado a este dilema desde siempre, y aún más cuando estuve en el Ministerio, ya que siento que no se le da el suficiente espacio al fomento de la cultura de la paz. También considero que hay un tema que no podemos omitir en ninguna conferencia, reunión, celebración o cualquier otro evento: la crisis planetaria. A menudo se etiqueta como la crisis climática, aunque en realidad no es el clima el responsable de esta situación. Se trata de una crisis civilizatoria, que también tiene un componente cultural, relacionado con la forma en que la humanidad ha percibido y tratado a la naturaleza, de manera autoritaria y patriarcal. La naturaleza ha sido violada, le han extraído sus entrañas y conocemos las consecuencias de estas acciones. Pilar Mendoza Martha Nubia, a partir de tu trayectoria, fundamental en los estudios y procesos de memoria en el país, ¿qué piensas del Informe de la Comisión para la construcción de memoria en Colombia? Martha Nubia Bello Buenos días, muchas gracias, Pilar, para mí es un honor y un placer estar con Lucía y con Patricia y compartir estas reflexiones. La Comisión de la Verdad forma parte de un proceso y de una historia. Al tratarse de una historia tan reciente, a menudo la desconocemos, y considero que es fundamental comprender el gran aporte que la Comisión de la Verdad ha realizado en dicho proceso. En la década de los 90, se produjo una importante movilización social en torno a la memoria. En los inicios de la década siguiente, específicamente entre 2002 y 2005, se dio lugar a una explosión de memorias. Este boom no fue resultado de ninguna institución ni ley en particular; surgió de una movilización social y de las demandas de las víctimas que buscaban comprender qué había sucedido y por qué. La preocupación no se limitaba únicamente a lo individual, “¿qué me pasó a mí? ”, sino “esto que me sucedió a mí cómo hace parte de la historia de otros”. Se trataba de un enfoque centrado en las víctimas, en el cual la memoria no solo se dirigía a ellas para honrar a sus seres queridos, dignificarlos y retomar sus causas, sino que también se concebía como una herramienta para transformar el país. El Informe de la Comisión de la Verdad: un diálogo entre la verdad y la memoria 19 <?page no="20"?> Creo que el movimiento social que surgió aproximadamente en 2015 comenzó a expresar de manera contundente la idea de que la memoria es fundamental para transformar el país y construir una Colombia diferente. No se trata únicamente de una memoria para recordar los hechos del pasado, como en un relato histórico convencional. La movilización social en pro de la memoria tuvo un impacto significativo en la legislación, logró modificar la Ley 975 de 2005, que estaba centrada, en tanto ley de justicia transicional, en perpetradores, responsables, comparecientes, victimarios —como ustedes los quieran llamar— inicialmente formulada a la medida de esas demandas. Gracias a esta movilización y al trabajo de organizaciones de derechos humanos a nivel nacional e internacional, se logró que las víctimas fueran reconocidas en dicha legislación, aunque con ciertas limitaciones y exclusiones, como las víctimas de crímenes de Estado anteriores a 1985. A pesar de estas limitaciones, se creó un espacio que dio lugar a la creación de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación. En este proceso de apertura de espacios, impulsado por la presión de diversos actores, se destacó un grupo de memoria histórica que enfatizaba que las víctimas siempre han sido los verdaderos portadores de la memoria, desafiando así a otros sectores a reconocer su papel central en este proceso: “ustedes no son los iniciadores de la memoria”. La jurisprudencia debe ser reconocida en muchas ocasiones como un triunfo. La ley es el producto de las luchas sociales, ya que fueron las víctimas quienes, a través de la movilización social por la memoria, presionaron y obligaron al Estado a cumplir con su deber de memoria. Posteriormente surgieron la Ley 1448 de 2011, el Centro Nacional de Memoria Histórica, la Unidad de Víctimas, la Unidad de Restitución de Tierras y una serie de entidades transicionales de gran importancia, a pesar de sus deficiencias. Estos logros deben ser vistos como resultados de la movilización social. Es fundamental entender que el cumplimiento del deber de memoria por parte del Estado no implica la creación de un relato oficial, ya que se trata de una memoria diversa y plural, construida desde la perspectiva de las víctimas. Estas víctimas, que luego participaron, presionaron y estuvieron representadas en La Habana durante las negociaciones del Acuerdo de Paz, contribuyeron a su firma. El Acuerdo de Paz, a través de su quinto punto, estableció el Sistema Integral de Verdad, Justicia y Reparación, que incluye la Comisión de la Verdad, la Justicia Especial para la Paz ( JEP) y la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas (UBPD), marcando un hito en el proceso de reconciliación y justicia en el país. Se trata de una historia breve, ciertamente, pero es una historia que debe ser recordada para comprender el papel de la Comisión en el proceso; un proceso en el cual la Comisión no tuvo otra opción más que colocar a las 20 Conversación con Lucía González, Martha Nubia Bello y Patricia Ariza… <?page no="21"?> víctimas en el centro del Informe. Los Acuerdos de paz lo expresaron y lo establecieron: obligaron a todas las entidades a centrarse en las víctimas. Así surgió la Comisión de la Verdad, con la metodología presentada por Lucía, que a mi parecer realizó un trabajo magnífico. Más allá de los Informes, cuya lectura aún no he completado si bien soy diligente en ello, el legado de la Comisión radica en lo que logró: encuentros por la verdad, entrevistas, archivos y una amplia variedad de actividades. A pesar de toda esta lucha y del significativo aporte de la Comisión de la Verdad, aún no hemos logrado internalizar la memoria histórica, no la hemos asimilado como parte de nuestra identidad. Poseemos destellos de memoria, sin duda valiosos; contamos con archivos y una rica producción cultural. Las comunidades se han expresado a través de cantos, bordados, actuaciones y representaciones, no obstante, no hemos incorporado plenamente la memoria histórica en la sociedad, ya que aún no hemos adoptado un relato que refleje esta realidad de manera generalizada. No existe una apropiación social de esas verdades tan claramente establecidas por la Comisión y los informes previos. Si le preguntáramos a las personas que expliquen cinco razones claras sobre este conflicto armado, o si están al tanto de la existencia de una Comisión de la Verdad en el país, muchas aún desconocen la respuesta. Este es nuestro mayor desafío: lograr que el activismo social, que ha cobrado vidas, produzca una transformación en el relato nacional que configuramos. ¿Cómo podemos lograr un relato histórico compartido? Esta sigue siendo la interrogante y el reto pendiente. Pilar Mendoza Martha Nubia, con tantos años en la academia y una destacada trayectoria en la producción sobre la violencia en Colombia, especialmente en el ámbito de los “violentólogos” y expertos en la materia, es importante considerar cómo lograr que la sociedad se apropie de este tema. Tanto el Centro de Memoria Histórica como la Comisión han trabajado arduamente en la creación de espacios de escucha, los cuales considero fundamentales para conectar con la gente de manera significativa. Quisiera mencionar también que, al escuchar sus reflexiones, percibo un cierto pesimismo sobre lo que se ha logrado, pero al mismo tiempo reconozco el gran esfuerzo realizado durante décadas con las comunidades y los millones de víctimas. Creo que existe una transformación palpable, especialmente en el ámbito político, a raíz de todos los sucesos recientes, como el estallido social. Por ende, deseo ser optimista y querría preguntarte también cómo podemos construir un puente entre la academia y El Informe de la Comisión de la Verdad: un diálogo entre la verdad y la memoria 21 <?page no="22"?> el trabajo del Centro de Memoria o la Comisión, utilizando ejemplos como los espacios de escucha, para continuar con el proceso de apropiación. Este no es un trabajo que comenzó ahora, sino que ya está en curso. Martha Nubia Bello Soy muy optimista, hay muchísimo trabajo por hacer, desde luego se ha hecho un trabajo enorme, y las conquistas son muchas. Hace 20 años, en Colombia no era posible abordar el tema de las víctimas, sin embargo, gracias a sus propias luchas, hoy son reconocidas como un sujeto social y político en el país. Si revisamos la bibliografía de los últimos 25 años más o menos, a las víctimas no se les nombraba, a pesar de una guerra que ha durado unos 60 años. Se hablaba de damnificados, de afectados. La ley 387 del 97 fue la primera que mencionó a las víctimas, pero exclusivamente las víctimas del desplazamiento forzado. Se trata entonces de una lucha con un legado significativo: las leyes y las instituciones actuales también son el producto de esas luchas. Todo lo anterior se relaciona con el negacionismo durante el gobierno de Álvaro Uribe. Recordemos: teníamos las bombas, los muertos, los enfrentamientos, pero no existía el conflicto armado interno. Un negacionismo feroz. Sí hemos tenido una política de la memoria muy eficiente para tergiversar, negar y distorsionar. Las víctimas han disputado con las uñas, poco a poco, ese relato oficial. Retomo tu pregunta a partir del testimonio de las víctimas: quien testimonia es alguien que ha vivido una experiencia y la narra. Creo que ahí está la clave, lo que irrumpe en el testimonio es la persona, es la comunidad que te cuenta una historia que la atravesó, que la desgarró y no solamente narra qué pasó sino “qué me quitaron, qué me impidieron, qué me fracturaron” y esa es la fuerza interpeladora del testimonio: sacude, interpela y cuestiona. Al escuchar o leer un testimonio, nos vemos confrontados con la propia vulnerabilidad, nos lleva a reflexionar sobre dónde estábamos en ese momento, es decir, nos hace sentir la vulnerabilidad compartida con la víctima. La fuerza conmovedora del testimonio nos revela el clamor y la demanda de la víctima, quien posee una autoridad moral y ética innegable. Durante mi etapa en el Centro de Memoria Histórica, varias víctimas me dijeron “Nosotros hicimos el muy importante proceso de recuperación de nuestra historia y nuestra memoria, pero nosotros queremos que esa historia y que esa memoria la conozcan otros, no solamente para que la conozcan, queremos que lo que nos duele aquí, les duela allá”. Esto es poderosísimo, es decir, necesitan que nos condolamos con ellos y creo que los artistas tienen todo el poder para hacerlo. No hemos hecho un duelo nacional porque no nos ha 22 Conversación con Lucía González, Martha Nubia Bello y Patricia Ariza… <?page no="23"?> dolido, no tenemos el sentimiento de la pérdida de 500 mil muertos, 200 mil desaparecidos, 9 millones, 10 millones de víctimas… por esta razón no hay duelo, y no hay duelo porque no hay dolor. El testimonio posee una fuerza interpeladora: como docente, puedo explicarle a mis estudiantes los orígenes y las causas del conflicto armado, pero cuando invito a una víctima a compartir su experiencia en clase, los estudiantes se cuestionan: “qué es esto, qué estoy haciendo, qué puedo hacer”, y luego afirman “yo quiero hacer algo”. Aquí encontramos un poder, un protagonismo, una fuerza ética, una altura moral. El testimonio moraliza la historia, moraliza el relato nacional. De aquí su fuerza para enfrentar el negacionismo, la tergiver‐ sación y la justificación. En el caso del negacionismo, es irrefutable cuando una madre declara “Me mataron a mi hijo”, pues es una verdad innegable que surge de una vivencia personal. No se puede decir que no sucedió. Respecto a la tergiversación, la afirmación de que los hechos eran “combates” no se ajusta a la realidad; no estaban defendiendo la democracia, como se argumenta. Y en cuanto a la justificación, considero que es un desafío crucial para la sociedad colombiana desmontar la idea de “por algo sería, algo estarían haciendo”. No, lo que ocurrió no se ajusta a lo que ellos dicen y las víctimas no estaban involucradas en lo que sugieren, era un hijo, un tío, un hermano, con sueños, proyectos y una vida que fue truncada de manera injusta. Pilar Mendoza Lucía, quisiera que abordaras las recomendaciones del Informe, pero también que profundizaras la idea de trabajar con las élites, dado que ya se ha hecho un trabajo sólido con las bases sociales. ¿Cómo podemos llegar a esas élites tomando en consideración las recomendaciones, y de paso podrías contarnos las conclusiones generales del Informe? Lucía González Voy a abordar estos tres temas de manera concisa. Cuando menciono a las élites, me refiero principalmente a quienes toman las decisiones en nuestro país. Son aquellos responsables de las decisiones políticas y económicas que tienen un impacto significativo en nuestra nación. No es fácil acceder a ellos. En ocasiones la élite delega estas decisiones en las trabajadoras sociales de las empresas. Un ejemplo claro de todo lo anterior lo vimos cuando Humberto de la Calle, en el Congreso de la República, se opuso a la inclusión de recomendaciones en el Plan de Desarrollo, evidenciando una falta de empatía y conciencia hacia aquellos El Informe de la Comisión de la Verdad: un diálogo entre la verdad y la memoria 23 <?page no="24"?> que han sufrido el dolor de manera directa. Creo firmemente en la importancia de generar acciones transformadoras en universidades privadas, empresas y espacios políticos donde se toman decisiones cruciales. Es fundamental abordar esa brecha existente, ya sea a través de la colaboración de psicoanalistas para comprender posibles sentimientos de culpa o la distancia de clase que impide la empatía. Este malestar en nuestra cultura debe ser atendido con urgencia, y cualquier aporte en esta dirección es altamente valorado. Las recomendaciones presentadas en el Informe son las de mayor importancia ya que buscan abordar y transformar las condiciones estructurales que perpe‐ túan la persistencia del conflicto armado. Dentro de estas recomendaciones, destaco dos o tres que considero fundamentales. En primer lugar, se destaca la necesidad de cambiar el modelo de seguridad vigente. En este sentido considero importante resaltar el serio compromiso de la Comisión por resguardar las verdades de la fuerza pública que en este país habían sido innombradas, vetadas. A pesar de que la fuerza pública fue un tema intocable en la Constitución de 1991 y en el Acuerdo de Paz de La Habana, la Comisión de la Verdad se adentró en este terreno con determinación, por supuesto, no encontramos mayor colaboración de la fuerza pública, porque sus miembros fueron los responsables directos, los victimarios, los que más abrieron ese camino, si bien ellos, al final, son unas víctimas de ese sistema brutal llamado “la doctrina de cuerpo”, es decir, una obediencia de por vida que les inflige un daño inmenso. Quisiera reconocerles el coraje que tuvieron por salirse de esa doctrina y cargar con las amenazas que hoy tienen por decir la verdad. Nos abrieron un gran camino, porque si la fuerza pública no se transforma, no hay paz en este país y lo saben todas las comunidades de Colombia. La conclusión a la que llegamos en la Comisión es que la fuerza pública no estaba primordialmente destinada a proteger al pueblo, sino a identificar y perseguir a los enemigos en el pueblo, siguiendo una lógica derivada de la doctrina del enemigo interno y de la lucha contra el comunismo. Esta lógica justificó no solo el asesinato de individuos señalados como comunistas, sino también de líderes sociales, defensores de derechos humanos, sindicalistas y miembros de comunidades religiosas que apoyaban a las comunidades, entre otros. Si no cambiamos la doctrina de la fuerza pública, no vamos a construir un país en paz. Además, es fundamental el reconocimiento de los falsos positivos: sin un acto de contrición, sin el reconocimiento de esta política implícita —porque explícita no es, nadie va a escribir una política de esas—, no sanarán. No podemos obviar las conexiones de la fuerza pública con el narcotráfico y otros problemas que afectan al país. Por un lado, reconocemos que la fuerza pública es una de las instituciones mejor equipadas y entrenadas del continente americano, solo 24 Conversación con Lucía González, Martha Nubia Bello y Patricia Ariza… <?page no="25"?> superada por Estados Unidos. Por otro lado, debemos ser conscientes de los 10 millones de víctimas que existen en nuestro país. Esta disparidad exige una transformación en tal institución. La segunda es, por supuesto, el cumplimiento cabal del Acuerdo de La Habana con un énfasis en la reforma rural integral y el problema de la droga. En cuanto a la droga se refiere, necesitamos un tratamiento absolutamente distinto al que había o al que ha imperado hasta ahora, centrado en la criminalización del campesino. Abogamos por la legalización de la droga y le pedimos al mundo entero que no nos den más financiamiento para la guerra contra las drogas, porque no solamente ha sido un fracaso, también ha sido el alimento de todas las demás guerras, por lo que no nos lleva a ninguna parte. En cuanto a las transformaciones culturales le solicitamos al Ministerio de Educación un compromiso verdadero con la cultura de paz, que la ciudadanía para la paz sea realmente el eje estructurante del plan curricular porque una sociedad que ha padecido 60 años de guerra necesita que la formación del ciudadano se base en el reconocimiento y la valoración de la diversidad, la deliberación y el conocimiento del conflicto armado en Colombia. Es fundamental que este conocimiento sea accesible a todos, no solo a quienes estudian ciencias políticas o sociología. Un ejemplo para seguir es Alemania, donde la inclusión de su historia bélica en el currículo educativo permitió una reflexión que los llevó a ser la nación que son hoy. Por supuesto, también estamos hablando de la urgencia de construir, de trabajar contra la impunidad, la impunidad es un proyecto político, la impunidad no es la incapacidad que tiene el Estado, la impunidad está centrada fundamen‐ talmente en los altos poderes, en no develar las macro criminalidades que implican a los altos poderes, en no acercar la justicia a las poblaciones más afectadas. Quisiera abordar también el tema de los espacios de escucha. En primer lugar, es importante expresar mi gratitud hacia las víctimas, ya que, como menciona Martha Nubia, ponen su dolor al servicio de la patria. Cuando las víctimas comparten su verdad, experimentan un acto de catarsis y sanación personal. Al nombrar su sufrimiento, las víctimas no solo están buscando resignificarlo para sí mismas, sino que también lo hacen como sujetos políticos que ponen esa verdad al servicio de la patria. Por tanto, al hablar de nuestra responsabilidad con la Comisión de la Verdad, debemos recordar que esta responsabilidad no recae en Francisco de Roux y su equipo, sino en las propias víctimas, cuyas voces han sido capaces de contribuir a la reparación de todos nosotros como sociedad. También debemos agradecerles a los responsables, porque los responsables ponen su vergüenza, ponen su acto de contrición para que podamos reconocer El Informe de la Comisión de la Verdad: un diálogo entre la verdad y la memoria 25 <?page no="26"?> lo que es necesario transformar. Y en ese sentido, lo que más me impresionó fue el acto de reconocimiento de los militares sobre los falsos positivos, porque es tal vez el daño más impresionante a la nación, es decir, si a ti te mata un guerrillero, está muy mal, pero un guerrillero está por fuera de la ley; si te mata un paramilitar, está muy mal, pero es un sujeto que está por fuera de la ley, pero ¿quién te cuida? Los militares eran muy conscientes de la dimensión del daño, pero también muy conscientes de que estaban obedeciendo órdenes, cumpliendo una labor. En el fondo, sabían que eso no se podía hacer y siempre cargaron con esa pena, con ese dolor, y nombrarlo y pedir perdón y poner en evidencia un poder tan temeroso como la fuerza pública de este país, y atreverse a confrontar el poder, fue una experiencia muy hermosa. Todavía más hermoso cómo las víctimas nos han enseñado la reconciliación y el perdón, lo cual resulta verdaderamente impresionante. Pilar Mendoza Patricia, para concluir, me gustaría preguntarte acerca de tu trabajo en el teatro y cómo estás experimentando este momento de transición, mirando hacia adelante y considerando no solo el pasado, sino también el futuro. En particular, me interesa conocer cómo estás trabajando con los excombatientes en el ámbito teatral, en el contexto de esta fase de transformación. ¿Podrías compartir con nosotros las acciones que están llevando a cabo actualmente con los excombatientes y cómo percibes los resultados de ese trabajo conjunto? Patricia Ariza Estanislao Zuleta decía que Colombia no estaba lista para la paz porque no estaba lista para el debate. Creo que debemos avanzar en el debate sobre cómo proponer soluciones y hacia dónde dirigirnos. Es fundamental promover el diálogo y aprender a convivir con opiniones divergentes sin necesidad de convertirnos en enemigos. Considero que las universidades deben ser espacios abiertos para fomentar este tipo de discusiones, especialmente en torno al papel del arte y la cultura en la transformación social. Necesitamos un debate profundo y nacional que vaya más allá de un simple seminario de arte y se enfoque en aspectos políticos con un enfoque personal. Es crucial involucrar a los excombatientes en estas conversaciones y convencerlos de la importancia del trabajo artístico. En mi labor actual, estoy colaborando con ellos para abrir escuelas de liderazgo para mujeres en diferentes regiones del país, combinando conocimiento, sensibilidad y creatividad. También tenemos la intención de crear 26 Conversación con Lucía González, Martha Nubia Bello y Patricia Ariza… <?page no="27"?> una obra de teatro basada en la sentencia de la Comisión Interamericana sobre el caso de la Unión Patriótica, como parte de nuestro compromiso con la reparación cultural en Colombia. Es necesario sanar las heridas nacionales y la cultura puede desempeñar un papel fundamental en este proceso de reconciliación. El Informe de la Comisión de la Verdad: un diálogo entre la verdad y la memoria 27 <?page no="29"?> ¿Justicia transformadora en Colombia? El papel de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad Stefan Peters Resumen El presente artículo analiza en qué medida la Comisión para el Esclareci‐ miento de la Verdad (CEV) de Colombia ha podido contribuir a la práctica de una justicia transformadora. Para este fin, el artículo introduce el con‐ texto del actual proceso de paz de Colombia y presenta discusiones vigentes sobre una ampliación de los objetivos de la justicia transicional hacia una justicia transformadora. El artículo analiza el potencial transformador de la CEV, enfocándose en las categorías de la centralidad de las prácticas locales, la importancia de los procesos y el cuestionamiento de las desigualdades estructurales y las relaciones de poder existentes. A partir de la base empírica del trabajo de la CEV y su Informe Final, el artículo concluye que la CEV logró abrir nuevos caminos hacia la justicia transformadora. No obstante, el enfoque en la justicia transformadora no solo plantea cuestiones fundamentales sobre las posibilidades y los límites tanto de las ambiciones como de las aspiraciones de la CEV en Colombia, sino también de la justicia transicional, en general y de las comisiones de la verdad, en particular. Abstract This article analyses the extent to which the Colombian Truth Commission (CEV) has been able to contribute to the practice of transformative justice. To this end, the article introduces the context of the peace process in Co‐ lombia and presents current discussions on a broadening of the objectives of transitional justice towards transformative justice. The article analyses the transformative potential of the CEV by distinguishing between the categories of the centrality of local practices, the importance of processes and the questioning of structural inequalities and existing power relations. On the empirical basis of both the CEV's work and its final report, the article concludes that the CEV succeeded in breaking new ground towards <?page no="30"?> transformative justice. However, the focus on transformative justice also raises fundamental questions about the possibilities and limits of both the ambitions and aspirations of the CEV in Colombia, but also of transitional justice in general and truth commissions in particular. Colombia vive un proceso de paz complejo y dinámico. La firma del Acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y la extinta guerrilla FARC-EP representa un hito, pero su implementación aún enfrenta una serie de retos y avanza con lentitud, sobre todo en lo que respecta a la cuestión central de la redistribución de tierras, la resolución del problema de las economías de drogas de uso ilícito, la protección de líderes sociales y excombatientes, y también en lo relativo a la integración de los enfoques diferenciales (I N S TIT U T O K R O C 2023; O E TT L E R , 2021). En contraste, además del éxito general del desarme y de la desmovilización de la extinta guerrilla FARC-EP, el proceso de justicia transicional en Colombia parece muy prometedor. De hecho, este ha establecido nuevos estándares internacionales; se caracteriza por centrarse en la participación de las víctimas (B R E TT 2022; V A R G A S T R U J IL L O 2022) y, por lo tanto, −dadas las características socioestructurales de la mayoría de las víctimas del conflicto armado interno en Colombia− también concede especial importancia a la población históricamente marginalizada. Además, el actual proceso de justicia transicional del Sistema Integral de Paz (SIP) en Colombia contiene una mezcla innovadora de justicia retributiva y restaurativa, así como el potencial para avanzar en casos concretos con un énfasis en la justicia transformadora. El presente artículo pretende discutir el potencial transformador del meca‐ nismo de justicia transicional en el marco del proceso de paz colombiano, desde el ejemplo del trabajo de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV) de Colombia. Esto, en primer lugar, ofrece la ventaja de que la CEV como institución temporal completó su trabajo en el año 2022. En segundo lugar, se destaca que la Comisión ha subrayado de forma explícita en su Informe Final la necesidad de transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales de gran alcance, en particular en sus recomendaciones, para evitar la repetición de la violencia del pasado. Esta importancia del cambio integral también se refleja en la declaración final “Convocatoria a la Paz Grande”, que fue leída por el expresidente de la CEV, Padre Francisco de Roux, el 28 de junio de 2022 en el Teatro Gaitán (CEV 2022a). Y, en tercer lugar, la academia ya ha reconocido que la CEV tiene un potencial transformador (G R E AD Y et al. 2023). Sin embargo, centrarse en la Comisión también conlleva algunos problemas. En particular, se trata de la consideración aislada de una parte del acuerdo de paz y, en el ámbito de la justicia transicional, de la abstracción de su carácter integral declarado. En consecuencia, las conclusiones solo pueden aplicarse de 30 Stefan Peters <?page no="31"?> 1 F I G A R I L A Y Ú S (2021) llama la atención sobre el hecho de que los procesos de justicia transicional tienen lugar ahora también en contextos sin dictaduras ni conflictos armados internos reconocidos. También hay cada vez más casos de justicia transicional en contextos sin transición ni democracia, como es el caso de Marruecos. 2 Sin embargo, algunos autores sostienen que hay antecedentes en la época de la Antigua Grecia, aproximadamente en el año 500 antes de Cristo (E L S T E R , 2004; Q U I N N , 2017: 12), mientras que Teitel (2003: 72 ss) los sitúa después de la Primera Guerra Mundial. forma limitada a la totalidad del Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No-Repetición (SIVJRNR) y del proceso de paz. Para responder a la pregunta sobre el potencial transformador de la CEV, primero se presenta la discusión sobre la justicia transformadora en los de‐ bates sobre la justicia transicional. En este momento, se define la justicia transformadora y se traduce este concepto en categorías de investigación. Luego, se expone el proceso de justicia transicional en Colombia, mediante un resumen en particular del trabajo de la CEV. Sobre esta base, se discute a continuación la contribución de la Comisión como un ejemplo empírico de la justicia transformadora. El artículo finaliza con un resumen de los resultados del análisis y una perspectiva, tanto para la investigación como para la práctica, en el ámbito de la justicia transicional. De la Justicia transicional a la Justicia transformadora Durante las últimas cuatro décadas, el campo de la justicia transicional ha cobrado una importancia significativa en las políticas prácticas de paz y en los estudios de paz y conflicto. Se trata de un campo dinámico con procesos de aprendizaje recíproco entre el mundo académico y la práctica, así como diferentes maneras de “lidiar” con graves violaciones de los derechos humanos, en su mayoría cometidas en medio de guerras y dictaduras, que suelen tratarse en el contexto de una transición (democratización y/ o proceso de paz) a través de mecanismos de justicia transicional. 1 No obstante, no siempre es tan claro el papel de la transición. Por ejemplo, Uprimny Yepes et al. (2006) habló del fenómeno de la “Justicia Transicional sin Transición” en un artículo pionero sobre el proceso de desmovilización de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). El inicio de la justicia transicional suele datarse al final de la Segunda Guerra Mundial y asociarse con los tribunales de Núremberg y Tokio (T E IT E L 2003: 70; B E S M E L / Á L VA R E Z 2017). 2 No obstante, la historia del éxito internacional de la justicia transicional comenzó durante la llamada “tercera ola de democratiza‐ ción” (H U N TIN G T O N 1991). La justicia transicional se convirtió de forma rápida en ¿Justicia transformadora en Colombia? 31 <?page no="32"?> 3 En su artículo central sobre la genealogía de la justicia transicional, Ruti Teitel (2003: 69) caracteriza la justicia transicional como las “respuestas legales para hacer frente a las fechorías de los regímenes represivos predecesores”. En efecto, muchas veces la atención se centra en la persecución legal de los crímenes más graves por parte de los principales responsables. Esto se vio reforzado en el contexto del Estatuto de Roma del año 2000, que excluye las amnistías para los crímenes graves contra la humanidad. 4 Las comisiones de la verdad se originaron en América Latina y se dedicaron inicialmente a tratar los crímenes de las dictaduras cívico-militares del Cono Sur en el contexto de la democratización. un instrumento estándar en la caja de herramientas para la construcción de la paz promovidas por actores internacionales y nacionales (T E IT E L 2003). En este contexto, Buckley-Zistel y Oettler (2011: 35) hablan, incluso, de la “obligación y del mantra” de recurrir en los correspondientes procesos transicionales a los mecanismos de justicia transicional, que incluyen el procesamiento jurídico del pasado a través de tribunales, pero también por medio de amnistías o indultos. Aunque la atención se ha centrado durante mucho tiempo en los tribunales, 3 la justicia transicional no se limita a estos. Las definiciones actuales entienden por justicia transicional también una serie de acciones extrajurídicas. Por ejemplo, Roht-Arriazas define la justicia transicional como “todos aquellos mecanismos y cambios que experimenta una sociedad para hacer frente a un legado de conflicto y/ o de violaciones generalizadas de los derechos humanos” (R O HT -A R R IAZA S 2005: 1; citado en S T R AẞN E R 2015). Un componente central de los mecanismos de justicia transicional se refiere al esclarecimiento de la verdad sobre los crímenes del pasado. Para ello, aparte de los tribunales, en el marco de la justicia transicional, las comisiones de la verdad representan una innovación central. 4 Las comisiones de la verdad están comprometidas con el esclarecimiento de la verdad histórica sobre la violencia de los crímenes y tienen, en muchos casos, el objetivo de promover la reconciliación social. Las medidas de reparación para las víctimas de la violencia también forman parte del repertorio de la justicia transicional. Las compensaciones incluyen medidas individuales o colectivas. Pueden incorporar reparaciones monetarias u otras compensaciones materiales, así como repara‐ ciones simbólicas, por ejemplo, en forma de disculpas públicas, construcción de monumentos o museos y otras prácticas de recuerdo de los crímenes del pasado. Además, la justicia transicional incluye medidas de depuración, es decir, la expulsión de los implicados en crímenes del pasado de instituciones estatales (F I G A R I L A YÚ S 2021: 20). Aunque la justicia transicional se convirtió rápido en un estándar interna‐ cional para la construcción de paz y la tarea de afrontar el pasado, al poco tiempo se articularon una serie de críticas. Por un lado, estas se refieren al dilema paz 32 Stefan Peters <?page no="33"?> 5 Veáse: Paris, 2010; críticamente: M A C G I N T Y / R I C H M O N D 2013; G R E A D Y / R O B I N S 2019: 33. vs. justicia. Especialmente después de situaciones de violencia masiva, la justicia transicional se utiliza para abrir juicios contra los principales responsables, esclarecer la verdad y hacer posible, al mismo tiempo, la convivencia pacífica o -en una lectura más ambiciosa- la reconciliación. En términos generales, esto implica renunciar a la aplicación de la justicia a todos los perpetradores y muchas veces beneficios legales para ellos. Otros puntos de crítica se refieren al carácter top-down, es decir, de arriba hacia abajo, cuyos mecanismos se diseñan sobre la base de los conocimientos de expertos internacionales y se fundamentan, en general, en el paradigma de la paz liberal. 5 En consecuencia, muchos autores critican que se ha establecido una industria internacional de la justicia transicional que se ocupa de trabajar sobre la implementación, el asesoramiento y la evaluación de la misma (M C E V O Y 2018: 187), construyendo muchas veces víctimas idealizadas como sujetos indefensos, inocentes y nece‐ sitados (M AD LIN G O ZI 2010: 213). Por último, pero no menos importante, pone en competencia a las víctimas por recursos escasos. En este sentido, la justicia transicional se considera a veces incluso un proyecto (neo)colonial del Norte Global, que se aplica −aunque no de manera exclusiva− sobre todo en países del Sur Global y que tiene un historial desigual: “El rendimiento y el impacto de los mecanismos de justicia transicional han sido, en el mejor de los casos, ambiguos y, en ocasiones, decepcionantes” (G R E AD Y / R O B IN S 2019: 31). Esto último también lo atribuyen Gready y Robins (2019: 31; véase también F I R C H O W 2013: 54) al hecho de que esta propuesta se aborda principalmente desde los síntomas y no se centra lo suficiente en las causas de la violencia. Esta crítica va de la mano con una tendencia general a abstraerse de los contextos materiales y las causas de la violencia en la construcción de paz y en los estudios sobre la paz y los conflictos (P E T E R S 2021). Por un lado, se trata del desconocimiento de facto de las violaciones de los derechos humanos económicos, sociales y culturales, así como de los derechos medioambientales, de manera que reproduce el enfoque en la violencia física directa y, en consecuencia, reduce la relevancia de la “violencia estructural” (G AL T U N G 1969). Este vacío fue identificado, por ejemplo, por Louise Arbour: A pesar de muchos logros y excepciones ocasionales, la justicia transicional, al igual que la justicia ordinaria, aún no se ha ocupado de los derechos económicos, sociales y culturales de forma adecuada o sistemática. Sugiero que la justicia transicional asuma los retos que la justicia ordinaria se resiste a plantear: reconocer que no existe una jerarquía de derechos, y proporcionar protección a todos los derechos humanos, incluidos los económicos, sociales y culturales. Como todos los derechos humanos, ¿Justicia transformadora en Colombia? 33 <?page no="34"?> 6 Los planteamientos de la justicia transformadora han recibido también, a su vez, fuertes críticas. Esto incluye la pregunta de hasta qué punto las propuestas de la justicia transformadora van más allá del alcance de sus instrumentos y deberían ser asumidas por las políticas sociales y económicas (W A L D O R F 2012: 176-77). los derechos económicos, sociales y culturales requieren protección constitucional, promoción legislativa y aplicación judicial. Por lo tanto, una estrategia integral de justicia transicional abordaría las graves violaciones de todos los derechos humanos durante el conflicto, así como las graves violaciones que dieron lugar al conflicto o contribuyeron a él en primer lugar. (A R B O U R 2013: 26) En vista de los crímenes de guerra masivos y las violaciones a los Derechos Humanos y al Derecho Internacional Humanitario (DIH), es sin duda compren‐ sible centrarse en los asesinatos, las torturas, las desapariciones forzadas, la violencia sexualizada y los desplazamientos masivos. Sin embargo, ignorar al mismo tiempo y, en gran medida, los problemas materiales y las violaciones de los derechos económicos, sociales y culturales significa descuidar las causas de la violencia y los fundamentos materiales de un orden de paz estable y de la protección de todos los derechos humanos indivisibles. No obstante, muchas veces esto no es lo que ocurre en la práctica (M U VIN G I 2009). Centrándose en la población históricamente marginalizada, Pamina Firchow ha planteado la provocadora y pertinente pregunta: “¿Deben sangrar nuestras comunidades para recibir servicios sociales? ” (F I R C H O W 2013). Al mismo tiempo, las reparaciones materiales por el sufrimiento padecido demuestran que, en el mejor de los casos, estas prevén un retorno al statu quo y pretenden, por tanto, poner a las víctimas en la misma situación material en la que se encontraban antes de que se cometieran los crímenes. Sin embargo, sobre todo para los grupos sociales históricamente marginalizados y los grupos sociales afectados por múltiples discriminaciones, estos enfoques suelen ser insatisfactorios e insuficientes para permitirles una vida digna (U P R IMN Y Y E P E S / G U ZMÁN R O D R Í G U E Z 2010). Por ejemplo, Alejandro Castillejo Cuéllar (2023: 771), exmiembro de la Comisión de la Verdad de Colombia, se pregunta: “Al cabo de más de tres décadas de justicia transicional en América Latina: cuando decimos 'Nunca más', ¿qué es exactamente lo que no debe volver a suceder? ” (énfasis en el original). En este contexto, los enfoques de la justicia transformadora exigen una reorientación de la justicia transicional para promover un cambio social que contrarreste, de forma explícita, las desigualdades sociales y la exclusión so‐ cial que históricamente han sido persistentes. 6 En consecuencia, la justicia transformadora puede definirse como “[e]l cambio transformador que hace 34 Stefan Peters <?page no="35"?> hincapié en la agencia y los recursos locales, la priorización de los procesos en lugar de los resultados preconcebidos, y el desafío de las relaciones de poder desiguales e interrelacionadas y las estructuras de exclusión, tanto a nivel local como global” (G R E AD Y / R O B IN S 2019: 32). En este sentido, con respecto a la justicia transformadora pueden desarrollarse tres categorías principales de investigación. En primer lugar, se trata del enfoque en lo local, en contraposición a los enfoques basados en los planteamientos de la construcción de la paz liberal que han prevalecido durante mucho tiempo. En consecuencia, esta se sitúa en los debates actuales sobre la promoción de la construcción de la paz local o cotidiana (L E O NA R D S S O N / R U D D 2015; R I C HM O N D / M A C G IN T Y 2015). En segundo lugar, se hace hincapié en la importancia de los procesos por encima de los resultados prefabricados que puedan trazarse de forma fácil mediante criterios de evaluación tradicionales. En consecuencia, esto incluye dar prioridad a la cuestión del cómo, por encima de una orientación hacia los supuestos logros. Por último, y en tercer lugar, se plantea la cuestión del desafío de las desigualdades y las relaciones de poder existentes e históricamente persistentes. Esto último puede dividirse, a su vez, en un nivel discursivo y otro material. El resultado de esta conceptualización es una matriz de análisis para el examen de medidas concretas en función de su potencial o de su contribución a la aplicación de una justicia transformadora. Categoría Indicador Centrarse en las prácticas locales Orientar a las víctimas, inclusión, perspec‐ tivas históricamente marginadas Enfocarse en los procesos en lugar de atender los resultados prefabricados Elaboración de formatos abiertos, recurrir a prácticas locales Cuestionar las desigualdades y las rela‐ ciones de poder existentes Nombrar las estructuras de poder, redistri‐ bución, reconocimiento y representación Tabla 1. Fuente: Presentación propia. Antes de aplicar la matriz al estudio de caso de la CEV y con el fin de discutir su potencial transformador, conviene hacer un breve esbozo del contexto del proceso de paz en Colombia y, en concreto, el correspondiente proceso de justicia transicional. ¿Justicia transformadora en Colombia? 35 <?page no="36"?> 7 Una visión actual del papel de los grupos (neo)paramilitares en Colombia puede encontrarse en G I R A L D O et al. (2022). Colombia: proceso de paz y justicia transicional La historia colombiana se caracteriza por una larga sucesión de conflictos armados entre diferentes proyectos políticos y económicos. Esto hace que determinar el inicio del conflicto armado interno en el país sea una cuestión política controvertida hasta el día de hoy. Al mismo tiempo, el país ha vivido un gran número de procesos de paz y medidas de desmovilización de grupos armados no estatales. Sin embargo, Colombia también es el país del continuo reciclaje de la violencia. Esta deuda que conllevó la salida violenta política de múltiples procesos de paz ha planteado en repetidas ocasiones la cuestión de cómo abordar la violencia del pasado. En los siglos XIX y XX, frente a la violencia se aplicaban, por lo general, amplias amnistías e indultos (S ÁN C H E Z 1984). Sin embargo, al igual que la división del poder entre conservadores y liberales tras la fase de “violencia” (1948-1958), esto resultó ser infructuoso a la hora de construir una paz duradera para el país (véase D AL Y 2014). Por el contrario, Colombia se considera un ejemplo del continuo reciclaje de la violencia que surge de la falta de voluntad para abordar los problemas estructurales del país (P E T E R S 2021). El siglo XXI comenzó en Colombia con un cambio importante en la política del pasado. En el contexto de la desmovilización de los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), la Ley 975/ 2005 estableció el tribunal transicional Justicia y Paz para tratar legalmente los crímenes de los paramilitares. Este instrumento de justicia transicional recibió críticas masivas desde el principio por parte de académicos y de organizaciones de derechos humanos (D E L G AD O B A RÓN 2011; R IV E R A R E V E L O / P E T E R S 2017) y fue bautizado como “Justicia Transicional sin Transición”, en vista de la continuación del conflicto armado y la reorganización de los grupos (neo)paramilitares 7 (U P R IMN Y Y E P E S et al. 2006). Más adelante, con la aprobación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras en 2011 (Ley 1448/ 2011) se fortalecieron de manera significativa los derechos de las víctimas y, por tanto, también el proceso de justicia transicional. A pesar de las críticas, Colombia se convirtió paulatinamente en uno de los casos emblemáticos en los debates internacionales en los estudios de paz y justicia transicional, en particular a raíz del proceso de paz entre el Gobierno colombiano y la extinta guerrilla de las FARC−EP. El acuerdo de paz de 2016 creó un nuevo proceso de justicia transicional reconocido en el ámbito internacional, que funciona de forma paralela al proceso de Justicia y Paz que 36 Stefan Peters <?page no="37"?> 8 Para el impacto de la pandemia del covid-19 en el SIP y el CEV, véase F I G A R I L A Y Ú S et al. (2020). 9 https: / / www.comisiondelaverdad.co/ sigue funcionando (A M B O S / P E T E R S 2022; M O N R O Y -S AN TAN D E R / O TÁL O R A -G AL L E G O 2024). El Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición (SIVJRNR), o Sistema Integral de Paz (SIP) ha creado tres nuevas instituciones de justicia transicional: la Jurisdicción Especial de Paz ( JEP), la Comisión para la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV) y la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas (UBPD). El SIP trabaja bajo la premisa de la centralidad de las víctimas, da prioridad al esclarecimiento de la verdad sobre la violencia del pasado al mismo tiempo que resalta la importancia de diversos enfoques diferenciales. En términos de la justicia transicional, el SIP combina elementos de justicia retributiva con un enfoque innovador de justicia restaurativa, además de incluir elementos con potencial para la aplicación práctica de la justicia transformadora. Mientras que la JEP y la UBPD prosiguen sus trabajos, el mandato de la CEV ya ha concluido. La CEV trabajó entre 2018 y 2022, 8 y el 28 de junio de 2022 presentó los resultados de su labor al público en un voluminoso Informe Final y un muy extenso material digital. 9 Sin embargo, cabe señalar que el trabajo de la Comisión de la Verdad no se centró de manera exclusiva en la elaboración de un Informe Final, sino que también incluyó una estrecha cooperación con las organizaciones de víctimas de la sociedad civil, la creación de espacios de escucha activa y la promoción de medidas de reconciliación. En su Informe Final, la Comisión también formuló amplias recomendaciones para la implementación de transformaciones sociales, con el objetivo de evitar que se repitiera la violencia del pasado y promover así una paz estable y sostenible (G R E AD Y et al. 2023: 1). De esta forma, bajo el término “Convocatoria a la Paz Grande” (CEV 2022a), la declaración final no solo se refiere a la necesidad de aumentar los esfuerzos para poner fin al conflicto armado, sino que también puede leerse como un catálogo de medidas para promover la paz positiva en Colombia. Con este telón de fondo, no es de extrañar que Gready et al. (2023) reconozcan en el trabajo de la CEV múltiples potenciales para el desarrollo ulterior de la justicia transicional hacia una justicia transformadora, y vean la justicia transicional como un motor para la implementación de la transformación social. A continuación, se analizará sistemáticamente en qué medida el trabajo de la CEV ya ha sido capaz de desarrollar un potencial transformador. ¿Justicia transformadora en Colombia? 37 <?page no="38"?> 10 Un resumen muy breve fue elaborado por el excomisionado Saúl Franco y publicado por la Cátedra Alfredo Molano Bravo (2023). 11 Así se cataloga en la página del Archivo General de la Nación: https: / / www.archivoge neral.gov.co/ un-ano-despues-de-entregado-el-informe-de-la-comision-muchas-verdad es-quedan-por-explorar 12 Es importante tener en cuenta que no solo los civiles constituyen una gran proporción de las víctimas, sino que estas proceden particularmente de grupos sociales históricamente marginados de las regiones remotas del país (CEV 2022a; véase también B E L L O 2016). 13 Véase https: / / www.comisiondelaverdad.co/ datos-de-la-escucha-y-fuentes-externas-de -la-comision La CEV y las transformaciones sociales En sus aproximadamente tres años y medio de actividad, la CEV ha avanzado de manera significativa en el proceso de esclarecimiento de la verdad en Colombia. La CEV ha publicado y difundido abundante material 10 y puede considerarse el “archivo más grande de Derechos Humanos” 11 de Colombia. La pregunta de la presente investigación es, sin embargo, en qué medida el trabajo de la CEV ha podido desarrollar también un potencial transformador en el sentido de la justicia transformadora. Para ello, a continuación, se aplican al trabajo de la Comisión los criterios de justicia transformadora desarrollados anteriormente. Procesos locales y orientación hacia las víctimas La CEV proviene de la tradición de la justicia transicional y, por lo tanto, también está asociada con enfoques liberales de construcción de la paz. En este sentido, y debido a su ejemplar diseño, no sorprende que la CEV haya recibido un fuerte apoyo financiero y político de actores internacionales, especialmente en el contexto del cuestionamiento del proceso de paz por parte del Gobierno del presidente Iván Duque que representaba a la derecha colombiana (2018-2022) (P R ADA R AM Í R E Z / P E T E R S 2023). A pesar de las intenciones del gobierno de Duque de hacer trizas el proceso de paz, la CEV ha seguido dando gran importancia a la participación de los procesos locales. Esto es particularmente evidente en la amplia participación de la sociedad y, en concreto, en el énfasis puesto en las perspectivas de las víctimas. 12 La CEV ha realizado y evaluado casi 15 000 entrevistas con cerca de 28 500 personas durante el período de su trabajo. Además, la CEV recibió 1236 informes 13 y ha contribuido, considerablemente al análisis de las voces y perspectivas de las zonas más afectadas por el conflicto, gracias al enfoque de territorialización de su trabajo a través del establecimiento de 19 Casas de la Verdad y el trabajo del equipo de la Comisión de la Verdad. 38 Stefan Peters <?page no="39"?> 14 En una reciente reflexión sobre el trabajo de la Comisión de la Verdad, su expresidente, el Padre Francisco de Roux escribió (2024: 207): “[H]ay un elemento que no quedó escrito en el Informe de la Comisión −pero que no por eso es menos importante− y fue la enorme movilización nacional, que incluso ha continuado sin descanso después de este año transcurrido desde la entrega del Informe al país. Todos estos días, durante casi tres años, la Comisión, como institución del Estado, con recursos y presencia en todo el territorio, ha organizado infinidad de eventos para movilizar al pueblo colombiano. Viajamos a los lugares más recónditos y hablamos con todos los sectores de la población, desde los más humildes hasta los más poderosos”. 15 https: / / www.comisiondelaverdad.co/ impactos-afrontamientos-y-resistencias/ la-natur aleza-herida-por-la-violencia Sin embargo, ante el inmenso número de víctimas del conflicto, no cabe duda de que la CEV dista mucho de alcanzar el objetivo de la participación efectiva de un alto porcentaje de las víctimas del conflicto armado. No obstante, hay que destacar el enorme esfuerzo realizado para integrar a un amplio número de víctimas en los trabajos de la Comisión de la Verdad. Para ello, se abandonaron las tradiciones liberales de la justicia transicional y se concedió mayor importancia a las perspectivas locales. La participación de la sociedad civil se estableció e implementó como un componente central del trabajo de la Comisión, especialmente en comparación con otras comisiones de la verdad en el mundo (B U R N Y E AT 2022; véase también: B O T E R O M A R T Í N E Z et al. 2023: 17; M O U L Y / G ÓM E Z M A R T Í N 2023: 342). 14 Ejemplos de ello se encuentran en el acompañamiento al Ágora de las Mujeres o a la Ruta de Cimarronaje en la región Caribe colombiana, que ha permitido “narrativas contrahegemónicas del conflicto armado centradas en las experiencias diferenciadas de sectores mar‐ ginados, al tiempo que han activado procesos de sanación” (J IMÉN E Z / G O NZÁL E Z V IL LAMIZA R 2023: 197). Con este trabajo la CEV ha salido sin duda del corsé liberal. Sin embargo, también hay que tener en cuenta las limitaciones de la aplicación de los enfoques interseccionales, así como las disputas sobre el entendimiento de estas mismas y su aplicación. La CEV se enfrentó también al reto de llevar a la práctica estos enfoques teóricamente ambiciosos y ha generado procesos de aprendizaje para abordar la tensión entre los enfoques contrahegemónicos y su aplicación en las instituciones desde el paradigma liberal de la construcción de la paz (G O NZÁL E Z V IL LAMIZA R / B U E N O -H AN S E N 2021; G O N ZÁL E Z V IL LAMIZA R 2024). Además, a partir de la amplia participación de grupos sociales históricamente marginalizados, la CEV ha establecido un enfoque crítico de base local con potencial transformador dentro de la justicia transicional, al reconocer la naturaleza y el territorio como víctimas del conflicto armado 15 y al evidenciar las causas estructurales del conflicto. ¿Justicia transformadora en Colombia? 39 <?page no="40"?> 16 Esto se refiere en particular a la definición “retrospectiva” de Jeremy Sarkin (2018). 17 No todos los capítulos del Informe Final se publicaron el 28 de junio de 2022. Esto también ilustra la presión de tiempo a la que se vio sometida la Comisión de la Verdad para entregar el Informe Final. Procesos en lugar de resultados prefabricados Las definiciones de las comisiones de la verdad siguen siendo controvertidas (K O C HAN S KI 2020: 115). Sin embargo, existe un amplio acuerdo en que son instituciones temporales encargadas de presentar sus conclusiones, en forma de un Informe Final con recomendaciones para el futuro de la sociedad, para esclarecer la verdad sobre la violencia del pasado (F R E E MAN 2006: 18; S A R KIN 2018: 354). 16 El Informe Final es un componente fundamental de las comisiones de la verdad y representa un resultado preestablecido. El caso de la CEV no es una excepción. Este fue presentado al público en Bogotá el 28 de junio de 2022 17 y, como se mencionó antes, se trata de una obra exhaustiva que comprende varios volúmenes y que sigue el patrón esperado de una comisión de la verdad. Sin embargo, el trabajo de la Comisión fue mucho más que centrarse, en sentido estricto, en la elaboración del Informe Final. Por el contrario, en muchos casos se promovieron procesos y se reforzaron las organizaciones de la sociedad civil. Por ejemplo, después del fin de la CEV un gran número de organizaciones locales que la apoyaron siguen en su labor de divulgar y discutir su legado en Colombia y en otros países. Esto incluye, en particular, el trabajo de la Red de Aliados de la CEV, el trabajo de la (anti)Cátedra Alfredo Molano Bravo, varios círculos de lectura sobre los informes de la CEV, e iniciativas de la sociedad civil y académicas para discutir sus hallazgos. Además, la Comisión ha acompañado y, en algunos casos también iniciado, un gran número de procesos locales y ha documentado muchos de estos procesos en su plataforma en línea. El extenso material deja claro que, más allá de preparar el Informe Final, su trabajo incluyó sobre todo la promoción de procesos y que además se centró, de manera particular, en la cooperación con las organizaciones de víctimas. Y es de especial importancia que quizás la CEV también haya creado espacios con actividades de escucha activa que iniciaron procesos y, por lo tanto, contienen un potencial transformador más allá de los mecanismos establecidos de justicia transicional. Siempre existe una tensión entre el privilegio de las articulaciones política y/ o socialmente deseables según el paradigma de la justicia transicional (A C O S TA L ÓP E Z 2022: 5; C A S TIL L E J O C U ÉL LA R 2023) y, sin embargo, existe el potencial para una transformación “del país indolente a un 40 Stefan Peters <?page no="41"?> 18 Sobre la importancia del exilio en el proceso de justicia transicional colombiano, véase también M U R I L L O P A L O M I N O / P E D R A Z A C A M A C H O (2022). 19 Comunicación personal 10 de abril de 2024. 20 Los Nodos de Apoyo a la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad fueron conformados por personas de la sociedad civil en 24 países fuera de Colombia. Los nodos trabajaron en articulación con la CEV y apoyaron, por ejemplo, la toma de testimonios de víctimas en el exterior, el fortalecimiento de redes en el exterior y la divulgación del trabajo de la CEV; aún siguen siendo importantes aliados para el legado del la CEV (CEV 2022b: 26 ss.). país que resiste en común, indignado, ante el horror” (A C O S TA L ÓP E Z 2022: 7) a través de la escucha activa. Para finalizar, el hecho que la Comisión apoyó procesos transformadores se puede ilustrar con el ejemplo del trabajo con las víctimas del exilio como “verdaderos actores olvidados” (P A R M E NTI E R et al. 2022: 118) en la discusión sobre el conflicto armado y el proceso de paz en Colombia. Es más, la inclusión de un capítulo del Informe Final sobre el exilio bajo el título “La Colombia fuera de Colombia” es considerada a nivel internacional como ejemplar y pionera (CEV 2022b; véase también G O N ZÁL E Z V IL LAMIZA R et al. 2020; M O U L Y / G ÓM E Z M A R T Í N 2023; P E T E R S 2023: 124; P LANA / H E R B O L ZH E IM E R 2023). 18 Carlos Martín Beristain, excomisionado de la Comisión de la Verdad y comisionado para el trabajo con el exilio, caracteriza el trabajo de la siguiente manera: la Comisión de la Verdad abrió “un espacio para hacer un proceso para lo que nunca hubo tiempo”. 19 En particular, se fortalecieron las dinámicas organizativas con la población colombiana exiliada, otros participantes de Colombia y diferentes países, a través de un enfoque de “modelos colaborativos” (CEV 2022b: 26) con los llamados nodos 20 que funcionaron en diferentes países del mundo. La organización de la diáspora ya era un reto importante en sí mismo, pero también se crearon grupos internodales para interconectar el trabajo entre los distintos países (M O U L Y / G ÓM E Z M A R T Í N 2023: 343-44; T R I B IN 2024: 74). La cooperación en los nodos en torno al tema de la Comisión de la Verdad tuvo a menudo un carácter transformador para los individuos y grupos organizados (E C H E V E R R I B U R ITI C A / M O R AL E S A R IA S 2023). Así mismo, la organización en los nodos continuó, en muchos casos, más allá de concluido el trabajo de la Comisión de la Verdad. Cuestionar las desigualdades y las relaciones de poder existentes Por último, queda pendiente la cuestión de cómo el trabajo de la CEV desafía las desigualdades y las relaciones de poder existentes. De hecho, la Comisión ¿Justicia transformadora en Colombia? 41 <?page no="42"?> 21 Esta no es en absoluto una lista exhaustiva de enfoques transformadores dentro de la CEV. Por ejemplo, también podrían mencionarse los temas del reconocimiento de los campesinados como sujeto político (CEV 2022c: 671; 707) o una reforma integral de la seguridad centrada en la separación de la policía del Ministerio de Defensa (CEV 2022c: 692). 22 Se trata de los capítulos “Mi cuerpo es la verdad: Experiencias de mujeres y personas LGBTQI+ en el conflicto armado” (CEV 2022d) y “Resistir no es aguantar: Violencia y daños contra los pueblos étnicos de Colombia” (CEV 2022e). 23 Véase el término y para una discusión crítica: R E S T R E P O (2023). ha subrayado en su trabajo que el conflicto armado en Colombia no puede entenderse sin una discusión sobre el modelo de desarrollo, la cuestión de la tierra y, en consecuencia, las desigualdades sociales históricas tanto persistentes como extremas, y que la promoción de un proceso de paz sostenible a largo plazo requiere reformas estructurales. La “Convocatoria a la Paz Grande” (CEV 2022a), al igual que las recomendaciones reunidas en el Informe Final pueden leerse con razón como reminiscencias de la paz positiva de Galtung (1969). Una y otra vez, la CEV ha resaltado problemas estructurales del país y del orden internacional como causas del conflicto y razones de su continuidad. En el contexto de este artículo me limito a tres áreas temáticas: i) la temati‐ zación de las desigualdades sociales a lo largo de las categorías de clase, género y raza, ii) el narcotráfico y el modelo de desarrollo extractivista, y iii) el enfoque en la necesidad de reducir la extrema concentración de la tierra 21 . Desigualdades históricas según las categorías de clase, género y raza La CEV aborda las desigualdades persistentes a lo largo de la historia en Colombia, caracteriza a la sociedad colombiana como una “sociedad excluyente” (CEV 2022a: 13) y destaca las desigualdades sociales como razones fundamen‐ tales que explican la violencia contra los grupos de población históricamente marginalizados dentro de la población civil. Además, dos capítulos (libros) de la CEV tratan de manera explícita la violencia de género y el racismo. 22 Ambos abordan las causas estructurales y hacen referencia tanto a las formas históricas de opresión del patriarcado (CEV 2022d: 175 ss) como al racismo estructural (CEV 2022e: 44 ss). 23 Además, en su capítulo “Hallazgos y Recomendaciones de la Comisión de la Verdad” (CEV 2022c: 541 ss), el Informe Final vincula los determinantes de desigualdad, clase social, género y raza con sus orígenes coloniales, denuncia el profundo anclaje cultural de las ideologías de racismo, patriarcado y clasismo y llama, en consecuencia, a un trabajo a largo plazo 42 Stefan Peters <?page no="43"?> 24 Véase sobre el concepto del (neo-)extractivismo: B U R C H A R D T / D I E T Z (2014); G U D Y N A S (2015); P E T E R S (2016) y S V A M P A (2019). de transformación cultural con el objetivo de “erradicación de las violencias históricas estructurales (racismo, patriarcado, clasismo)” (CEV 2022c: 631). La Comisión de la Verdad también problematiza de forma explícita la violencia contra la población LGBTQI+ (CEV 2022d: 349 ss) y, con un enfoque en los grupos armados, las “masculinidades guerreras” (CEV 2022d: 188 ss). Aunque los respectivos apartados son a veces criticados por una falta de reflexión teórico-conceptual alrededor de los términos por sus lagunas teóricas y ciertos contenidos incoherentes (N E I R A / O R TIZ -A C O S TA 2024), sobre todo por académicos y movimientos sociales, puede decirse, sin embargo, que el Informe ha puesto en el centro temas poco atendidos hasta la fecha (G A R C É S A MA Y A 2023: 13) y además los ha incluido en las recomendaciones, con un potencial transformador que se demuestra en los debates que ha promovido. Narcotráfico y modelo económico y social extractivista En el capítulo “Resistir no es aguantar: Violencia y daños contra los pueblos étnicos de Colombia” (CEV 2022e: 60 ss; ver también CEV 2022 f), el Informe Final de la CEV identifica 17 corredores del conflicto que sirven a los actores armados para asegurar sus ingresos provenientes de economías extractivas (incluido el narcotráfico y el tráfico de personas) y que, al atravesar territorios étnicos, han contribuido a la escalada de violencia en ellos. De esta manera, la CEV señala −particularmente en el Anexo 3 del capítulo sobre las consecuencias para los grupos étnicos− los vínculos entre el narcotráfico internacional y el extractivismo 24 con la violencia permanente en los corredores de las economías (ilegales): En estos macro territorios étnicos […] se relacionan dinámicas internacionales […] que provienen del narcotráfico y de la extracción de recursos naturales, de las que se benefician diferentes grupos armados para instalar estas economías, debido a su ubicación geográfica, la[s] condiciones poblacionales, a la desprotección por parte del Estado y a la corrupción, lo cual ha hecho de estos territorios objeto de ocupación y disputa constante entre diferentes grupos armados y, por ende, epicentros de la confrontación armada. (CEV 2022f: 2) Además, se citan también los intereses estatales para promover la extracción de recursos naturales como exacerbadores del conflicto (CEV 2022f: 6) y se señalan las consecuencias negativas de este modelo de desarrollo para la naturaleza ¿Justicia transformadora en Colombia? 43 <?page no="44"?> y el territorio (por ejemplo, CEV 2022c: 503). Sin embargo, mientras la CEV identifica al narcotráfico como una de las razones centrales de la intensificación del conflicto armado interno (CEV 2022c: 311 ss) y hace las correspondientes recomendaciones para una reorientación de la política de drogas a nivel nacional e internacional (CEV 2022c 668 ss), con una crítica clara a la continuación de la Guerra contra las Drogas, el extractivismo legal e ilegal es tratado con mucha más cautela. Si bien hay una referencia a la necesidad de “repensar el modelo de desarrollo basado en el extractivismo” (CEV 2022c: 707) en el capítulo “Hallazgos y Recomendaciones de la Comisión de la Verdad”, no se hacen aquí recomendaciones explícitas para superar el modelo extractivista de la sociedad. Reducción de la concentración extrema en el control de la tierra En línea con una amplia documentación de décadas de investigación histórica y en ciencias sociales (véase, por ejemplo, R I C HANI 2012; F L O R E S 2014; B E R R Y 2017; T ÉL L E Z 2022), la CEV ha identificado el problema de la tierra y, en particular, la extrema concentración de la tierra como una razón central del conflicto armado en Colombia y del desplazamiento inducido por el mismo (CEV 2022c: 176). En la Convocatoria a la Paz Grande (CEV 2022a: 31) estas desigualdades se describen bajo el epígrafe de un modelo económico con una “descomunal concentración de tierra que se acrecentó durante la guerra interna y que le arrebató a los campesinos 8 millones de hectáreas, forzándolos a huir a las comunas urbanas, a tumbar selva y abrir frontera agrícola”. Esto también se destaca en el capítulo “No matarás: Relato histórico del conflicto armado interno en Colombia” (CEV 2022 g), donde se nombra de forma clara a la tierra como el “principal botín de guerra” (CEV 2022g: 571; véase también CEV 2022c: 174) de los diversos actores violentos. Además, la Comisión también señala que los actores económicos legales −a menudo en alianzas con grupos paramilitares− pudieron beneficiarse de los desplazamientos y acumular tierras (CEV 2022c: 307): “Cada nueva ola de violencia ha significado una mayor concentración de la tierra en pocas manos […]. Desde el principio de la guerra se sabía que los cambios profundos del agro eran una parte importante en la solución del conflicto” (CEV 2022g: 579). De igual modo, también se hace referencia a las relaciones de poder tradicionales y a los intereses asociados de las élites en confirmar el statu quo de desigualdad en la propiedad de la tierra (CEV 2022c: 492; 523 ss; 543). Las persistentes desigualdades en la propiedad de la tierra se abordan de forma destacada, además, en las recomendaciones del Informe Final (CEV 2022c: 533 44 Stefan Peters <?page no="45"?> ss). En concreto, la CEV aboga en sus recomendaciones por una “redistribución de la tierra, la prevención y reversión del despojo; el acceso a bienes y servicios públicos, incluidas la seguridad y la justicia; y oportunidades productivas (capital financiero, vías terciarias, acceso a mercados) para los habitantes del campo” (CEV 2022c: 630). Estas recomendaciones se especifican más adelante y se vinculan, por ejemplo, a la aceleración de la implementación del Punto 1 (Reforma Rural Integral) del Acuerdo Final de Paz y a la necesidad de acelerar los procesos de restitución de la tierra con base en la Ley 1448/ 2011 (CEV, 2022c: 716-718), así como a la propuesta de una reforma tributaria centrada en un aumento significativo del impuesto predial (CEV 2022c: 705 ss). Sin duda, la posición de la CEV puede leerse como una propuesta de reforma agraria y, de aplicarse en consecuencia, tendría un carácter transformador dada la situación actual de la distribución de la tierra. Conclusiones En las últimas décadas, la justicia transicional se ha convertido en una norma internacional en los procesos de democratización y paz. El éxito de la justicia transicional entra en contradicción con las lagunas teórico-conceptuales y los aún precarios resultados empíricos relativos a su eficacia, medida frente a las (altas) expectativas. Un enfoque ambicioso para abordar los límites de la justicia transicional consiste en combinar el tratamiento del pasado y los cambios sociopolíticos orientados al futuro bajo el concepto de justicia transformadora. Hasta ahora la justicia transformadora se ha considerado principalmente desde el punto de vista teórico y conceptual en el ámbito académico. Una de las razones para ello es que existen pocos ejemplos empíricos de un enfoque transformador en procesos reales de justicia transicional. El proceso de paz colombiano puede marcar un punto de inflexión en este sentido. Aunque el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y la extinta guerrilla FARC-EP se inscribe en el espíritu de la paz liberal, los procesos de justicia transicional que se construyeron en el SIVJRNR tienen un potencial transformador. Así, a partir de una discusión sobre el potencial de la justicia transformadora, este artículo analiza el potencial transformador de la Comisión de la Verdad colombiana. Los resultados muestran que la CEV ha abierto nuevos caminos y ha dado un paso claro hacia la justicia transformadora. A pesar de su orientación hacia las normas establecidas, la Comisión ha puesto un fuerte énfasis en analizar los contextos locales, ha apoyado procesos junto con organizaciones de la sociedad civil en Colombia y el extranjero, ha identificado las relaciones de ¿Justicia transformadora en Colombia? 45 <?page no="46"?> 25 Por ejemplo, una reforma fiscal solo se considera en una nota a pie de página sobre posibles fuentes de financiación para la indemnización de las víctimas (CEV 2022c: 650, nota 1199). Esto resulta aún más sorprendente si se tiene en cuenta que la CEV reconoce las flagrantes desigualdades de renta y riqueza (2022a: 31; 2022c: 532 ss) y que investigaciones recientes han destacado, en particular, la importancia de reformar los regresivos sistemas fiscales latinoamericanos para reducir las desigualdades sociales (F E H L I N G 2023; F E H L I N G / B U R C H A R D T 2023; ver también la propuesta en P E T E R S 2024). poder tradicionales como causas del conflicto y razones de la persistencia de la violencia, y ha destacado en sus recomendaciones posiciones que privilegian un cambio social de gran alcance. Sin embargo, la CEV no está exenta de críticas y contradicciones. La magnitud del número de víctimas del conflicto armado interno implica que el enfoque orientado a las víctimas siempre queda incompleto, excluye a ciertos grupos y, por tanto, también causa decepción o, incluso, puede llegar a reproducir desigualdades. Además, la CEV sigue comprometida con las normas de Justicia Transicional, como evidencia su orientación hacia la presentación de un Informe Final. Este contiene análisis sobre la importancia de las desigualdades estructu‐ rales y las relaciones de poder como causas y razones de la persistencia de la violencia, así como recomendaciones de carácter transformador para poner fin a la violencia en Colombia. A pesar de las estrecheces y omisiones conceptuales y teóricas sobre la reducción de las desigualdades y la concentración de la riqueza, 25 la CEV hace hincapié en la importancia del cambio transformador. No obstante, el trabajo de la Comisión también plantea cuestiones fundamen‐ tales sobre las posibilidades y los límites tanto de las ambiciones como de las aspiraciones de la justicia transicional, en general, y de las comisiones de la verdad, en particular. La CEV ha analizado las causas y los patrones de la violencia y ha formulado recomendaciones centradas en prevenir la repetición de la violencia del pasado, además de crear un Comité de Seguimiento a las Re‐ comendaciones para verificar su aplicación. Sin embargo, las recomendaciones siguen siendo no vinculantes. Esto es perfectamente comprensible desde el punto de vista de la teoría de la democracia, pero al mismo tiempo reduce el potencial transformador de las comisiones de la verdad. En vista del limitado impacto social de los resultados y recomendaciones de la CEV, y del papel rudimentario y el desfinanciamiento del Comité de Seguimiento, queda la tarea de plantearse la pregunta general de los límites de la transformación a través de la justicia transicional y las comisiones de la verdad. Muy probablemente los hallazgos y las recomendaciones de la CEV no se van a traducir durante los próximos años en los cambios estructurales necesarios para poder hablar de transformaciones socioeconómicas y desafíos a las relaciones de poder y las 46 Stefan Peters <?page no="47"?> estructuras de privilegios y exclusiones tan presentes en Colombia. No obstante, por lo menos en lo que respecta a Colombia, bajo el actual paradigma de la política de Paz Total del primer gobierno de izquierda del país bien podría existir una ventana de oportunidad para un proceso de paz transformador dedicado a abordar las causas estructurales del conflicto, incluidas las desigualdades históricamente persistentes. Sin embargo, queda por ver si las guerrillas aún activas del Ejército de Liberación Nacional (ELN), en particular, reconocerán esta oportunidad y mostrarán interés en la paz con cambio transformador junto con el gobierno y las organizaciones de la sociedad civil. 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Esto ha implicado un descentra‐ miento parcial del testimonio de los sobrevivientes o, incluso de los perpetradores de violaciones a los derechos humanos, como único medio de acceder a la verdad de los hechos, para recurrir, en cambio, a otras técnicas y dispositivos para esclarecer los hechos de violencia masiva y comunicar de forma novedosa lo sucedido. A su vez, ha permitido dar cuenta de formas estructurales de violencia y acumulación de capital en contextos de graves violaciones a los derechos humanos. Para este análisis retomamos fuentes secundarias y realizamos entrevistas a investigadores y curadores de la exposición “Huellas de la Desaparición: los casos de Urabá, Palacio de Justicia y territorio Nukak” (2021-2022) que han construido nuevas metodologías, así como técnicas de análisis y exposición de la información, con el fin de conocer sus experiencias y perspectivas sobre el trabajo realizado. También realizamos observación participante en dicha exposición, que tuvo lugar en el Banco de la República en 2022. <?page no="54"?> Abstract In this chapter, we analyze from an anthropological perspective how Colombia's Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV) (2018-2022) has shaped emerging forms of truth production and alternative models of accountability linked to forensic evidence production. This effort has involved a partial shift from relying solely on the testimonies of survivors or even perpetrators of human rights violations as the only means to access the truth of events. Instead, it has used other techniques and devices to clarify instances of mass violence and communicate what happened in innovative ways. It has also enabled the documentation of structural forms of violence and capital accumulation in contexts of severe human rights violations. In order to produce this analysis, we have reviewed secondary sources and conducted interviews with researchers and curators of the exhibition “Huellas de la Desaparición: los casos de Urabá, Palacio de Justicia y territorio Nukak” (2021-2022), who have developed new methodologies and techniques for analyzing and presenting information, in order to understand their experiences and perspectives. We also participated in observation and visits to the exhibition, which took place at the Banco de la República in 2022. Introducción La Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Re‐ petición (CEV) de Colombia, creada en 2016 como resultado del Acuerdo de Paz firmado entre el gobierno nacional y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolu‐ cionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP), entró en funcionamiento en noviembre de 2018. Su misión consistió en buscar el esclarecimiento de los patrones y causas del conflicto armado con el fin de satisfacer el derecho a la verdad de las víctimas y la sociedad en general, promover el reconocimiento de lo sucedido y sentar las bases para la no repetición, bajo los enfoques territorial y diferencial, étnico y de género. Según el Acuerdo, la Comisión debía cumplir tres años de trabajo, los cuales se extendieron 6 meses más, entre otros, debido a la pandemia de covid-19 y el aislamiento social preventivo obligatorio entre marzo de 2020 e inicios de 2021. Una de las características más importantes de esta Comisión tiene que ver con el uso decidido de las nuevas Tecnologías de la Información y las Comuni‐ caciones (TIC) como estrategia para la elaboración y difusión de los informes e investigaciones realizadas tanto por la entidad, como por las organizaciones sociales y de víctimas. Esto se puede observar en el rol y uso que la CEV le ha 54 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="55"?> 2 Ver https: / / web.comisiondelaverdad.co/ nombrar-innombrable-conversaciones-arte-ve rdad. 3 De acuerdo con Paul Gready, “La categorización cuádruple de la verdad de la Comisión [de la verdad y la Reconciliación de Sudáfrica]: verdad fáctica o forense, verdad personal y narrativa, verdad social o de ‘diálogo’, y verdad curativa y restauradora (TRC 1998, 1: 110-14) fue innovadora, pero ella no fue reflejada coherentemente en su trabajo e informe” (2011: 2). Incluso, según Roosa, “para varios analistas esta conceptualización fue considerada disparatada e incluso antinómica” (2007: 569). Traducción propia. dado a diversas herramientas tecnológicas tanto para el registro y sistematiza‐ ción de testimonios y entrevistas (transcritas, grabadas en audio o video), como para el análisis, exposición y transmisión de los reportes producidos. Desde el inicio de su trabajo, la Comisión se dio a la tarea de diseñar un módulo de captura de la información a través del Sistema de Información Misional (SIM) para el acopio y la accesibilidad por medio de plataformas compartidas a nivel nacional e internacional. Esto permitió la carga y la consulta, así como el cruce y análisis de millares de documentos y testimonios tomados en más de veinte países. A su vez, se creó una página web para registrar las actividades de los comisionados y organizaciones aliadas en distintos territorios con el fin de dar visibilidad casi en simultáneo. Además, se diseñó y transmitió por YouTube el ciclo de conversatorios “Nombrar lo innombrable” junto a artistas, representantes del ámbito cultural y académicos colombianos. 2 Finalmente, se diseñó una plataforma web interactiva donde se publicó el Informe Final de la CEV junto a materiales audiovisuales, auditivos, mapas, infografías y bases de datos, que pueden ser de uso pedagógico, judicial, informativo o conmemorativo. Dos elementos se destacan en el trabajo de esta Comisión en comparación con otros países que han pasado por procesos de Justicia Transicional ( JT). Primero, los testimonios de víctimas y perpetradores no constituyen su única fuente relevante. Estos han sido un componente muy importante pero, no tienen el protagonismo que han tenido en otras experiencias, como en la Comisión Nacional sobre la Desaparición forzada de Personas en Argentina y su Informe Nunca Más (1984) o la Comisión de la Verdad y la Reconciliación de Sudáfrica y sus cinco volúmenes de Informe Final (TRC 1998). 3 En el caso colombiano, el esclarecimiento y la comunicación de las verdades sobre el conflicto armado y las violaciones de los derechos humanos (DD. HH. ) e infracciones al Derecho Internacional Humanitario (DIH) se han apoyado en múltiples fuentes de información y en otros recursos de validación. La recopilación de información de la Comisión se hizo, en parte, por medio de informes y casos elaborados por comunidades, organizaciones y, en general, víctimas del conflicto. A ello se le sumó la creación de espacios de escucha donde se debatió la multiplicidad de perspectivas sobre el conflicto y el reconocimiento de los hechos victimizantes Tras las Huellas de la Desaparición 55 <?page no="56"?> 4 Forensic Architecture desarrolla investigaciones espaciales y mediáticas sobre casos de violaciones de los derechos humanos y medioambientales. Las investigaciones se realizan con y en nombre de comunidades afectadas por la violencia política, grupos de derechos humanos y medioambientales y medios de comunicación. FA presenta su trabajo tanto en tribunales nacionales como internacionales, en comisiones parlamentarias, a la ciudadanía y en exposiciones en las principales instituciones artísticas y culturales del mundo. Ver forensic-architecture.org. 5 Para Foucault (2012), los régimenes de verdad y de veridicción remiten al contexto institucional en el que se inscribe un determinado acto de manifestación de la verdad, sufridos por diversas poblaciones, grupos y personas. Pero también se contrató a consultores y expertos que, además de aportar investigaciones específicas, pudieron desarrollar nuevas metodologías de investigación y difusión. Ese es el caso de Forensic Architecture (FA), organización orientada a generar conocimientos, percepciones y comprensión a partir de competencias, métodos y herramientas multidimensionales. 4 De esta apuesta metodológica destacamos la alianza establecida entre la CEV y FA en el desarrollo de la exposición “Huellas de la Desaparición: los casos de Urabá, Palacio de Justicia y territorio Nukak” (2021-2022). En esta exposición se pueden observar los modos en que los testimonios de las víctimas y los responsables de diversos hechos de violencia masiva han sido cruzados con fuentes heterogéneas como material de prensa, archivos audiovisuales, documentos secretos desclasificados, imágenes satelitales, información bancaria y financiera, entre otras. Más adelante, mostraremos cómo la articulación entre los testimonios de las víctimas y la investigación contraforense ha permitido contextualizar el relato y dar cuenta de las causas estructurales de la violencia e, incluso, señalar políticas y victimarios directos o beneficiarios, complejizando la relación entre memoria, verdad histórica y verdad judicial. Con base en estos antecedentes, en este capítulo nos preguntamos por la relación entre estos nuevos ensamblajes espaciales, tecnológicos y testimoniales, así como por las formas emergentes y paradójicas de construcción de verdad y memoria. Además, nos preguntamos si a través de las estrategias utilizadas en esta exposición, la CEV ha reconfigurado los regímenes tradicionales de verdad asociados a las comisiones instituidas en otros contextos transicionales, las cuales han basado su lugar de enunciación en la perspectiva testimonial de las víctimas e, incluso, de los victimarios. Como hipótesis general planteamos que el uso de estrategias de investigación forense y contraforense desafían las perspectivas tradicionales de producción testimonial por medio de la creación de nuevas formas de autoridad y mediación para construir otras formas de verdad. En este análisis partimos de la premisa de que la configuración de los regímenes de verdad (F O U C AU L T 2012 5 ; C A S T R O 2016; R O D R Í G U E Z J A R AMIL L O 2015), 56 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="57"?> pero también se refieren a la fuerza misma de la verdad y del decir verdadero. Foucault indaga cómo un modo de veridicción ha podido aparecer en la historia y bajo qué condiciones. A su vez, trata de definir en su pluralidad los modos de verificación, y de buscar las formas de obligación por las cuales cada uno de esos modos amarra el sujeto a un decir verdadero. De acuerdo con Rodríguez Jaramillo (2015), la inquietud de Foucault no se enfoca tanto en el problema del conocimiento, sino en la fuerza de la verdad, en la política de lo verdadero, en el régimen de verdad y en la voluntad de verdad. 6 Foucault (2012) identifica dos series en la historia occidental de la verdad. La serie de la verdad descubierta, constante, constituida, demostrada, y la serie de la verdad que no es del orden de lo que es, sino de lo que sucede. Una verdad, por lo tanto, no dada en la forma del descubrimiento sino del acontecimiento, una verdad que no se constata, sino que suscita; una verdad que no se da por medio de instrumentos, sino que se provoca por rituales, se capta por artimañas, se aferra cuando surge la ocasión. A propósito de estas dos series de la verdad, Foucault propone tres tesis: la verdad-demostración deriva de la verdad-acontecimiento, la verdad-demostración ha colonizado a la verdad acontecimiento y, a pesar de ello, la verdad-acontecimiento persiste hasta nuestros días (C A S T R O 2016). Esta distinción resulta sugerente para pensar sobre los regímenes de verdad en la comisión aquí analizada, que no solo demuestra la ocurrencia de violaciones a los derechos humanos en contextos de violencia masiva, sino que también busca provocar acontecimientos de verdad y aferrar verdades a nivel intersubjetivo. Por ejemplo, a través de diálogos sociales para el reconocimiento público de responsabilidades por lo sucedido en el marco del conflicto armado. o lo que valida la exposición realizada por la Comisión y FA, ya no depende del testimonio del testigo o la víctima, sino de la articulación de múltiples fuentes de información que se descentran de la representación subjetiva y sustancialmente política sobre los sucesos ocurridos. 6 Como algunos autores han señalado, las sociedades involucradas en crímenes masivos han tendido a “renunciar gradualmente a la construcción de una explicación inteligible de la violencia extrema a partir de la narración de los sobrevivientes [o víctimas], dando, en cambio una atención especial a las pruebas materiales del desastre; entonces, los recuerdos colectivos ya no se obtendrían desde el paradigma testimonial, sino desde el paradigma de la evidencia material” (G A R I B IAN et al. 2017: 15). Esto no implica que el reconocimiento de hechos victimizantes de las víctimas haya dejado de ser uno de sus ejes, pero supone un cambio en las formas de construir un relato concensuado a partir de diversas formas de acceder a la verdad y las formas de mediación para hacerla inteligible. Fassin y Rechtman (2007) destacan que, durante el siglo XX, se ha incorporado la noción de “trauma” a través del desarrollo de burocracias humanitarias y la emergencia de “la víctima” como nuevo sujeto político. La víctima porta la marca visible del hecho traumático y es sujeto merecedor de compasión y cuidado, pero también da testimonio de los daños producidos. La víctima es así su propio testimonio, sin embargo, la lesión requiere de un mediador o intérprete, muchas Tras las Huellas de la Desaparición 57 <?page no="58"?> veces proveniente del mundo de la intervención humanitaria o de disciplinas como la medicina, la psicología o el trabajo social. En este trabajo de mediación ubicamos el cambio del eje testimonial hacia otras formas de reconstruir y reconocer los daños causados por el conflicto armado en Colombia, haciendo uso de múltiples fuentes de información y diversos conocimientos expertos. Estas nuevas formas de mediación, como la realizada por FA, apuestan por descentrar al sujeto de enunciación de la condición de víctima y lo posicionan como sujeto en un entramado de vectores, estructuras de violencia y actores humanos y no humanos. La producción de este tipo de conocimiento que, siguiendo a varios autores denominaremos “contraforense”, resulta del uso de prácticas, métodos y cono‐ cimientos de investigación que en otro momento eran monopolio del Estado y, más específicamente, de la investigación judicial. El conocimiento contraforense nos permite dar cuenta de las potencialidades de la tecnología disponible, las bases de datos y los sistemas de información en manos de la sociedad civil, en tanto permiten resistir y contestar la desorganización, negación o negligencia de los Estados y los sistemas judiciales para el desarrollo de investigaciones asociadas al conflicto armado y violencias masivas (A Z U E R O 2021; A Z U E R O 2023; K E E NAN / W E IZMAN 2015; D O U G LA S 2022). Por ejemplo, para responder al despojo sistemático de tierras a la población palestina, Kohlbry (2022) documenta cómo los agrimensores palestinos intervienen la política de colonización de sus tierras a través de distintas prácticas forenses y contraforenses. Desde esta misma perspectiva, Kohlbry da cuenta de cómo el entorno construido, desde las estruc‐ turas urbanas, hasta los paisajes agrícolas creados por el hombre, se convierte en registro material de procesos que pueden llegar a ser evidencias contra el Estado mismo. En este caso, y también el de la CEV, los mapas que se crean y el testimonio experto que se ofrece por medio de ellos, a través de la topografía o la cartografía, dan cuenta de cómo la transformación del paisaje (asociado a dinámicas económicas y políticas específicas), los documentos catastrales y el conocimiento local pueden convertirse en evidencia que rebate los documentos y las regulaciones oficiales sobre la propiedad. Aquí, las herramientas que se uti‐ lizan son las mismas que las del Estado: las técnicas científicas de la cartografía, los documentos, las reglamentaciones y procedimientos establecidos (K O HL B R Y 2022: 378). Respecto al uso de esta multiplicidad de fuentes, es importante señalar que, si bien los testimonios y las subjetividades que se manifiestan en contextos de violencia resultan un desafío para las comisiones de la verdad y la legitimidad de sus informes; el uso de otras fuentes de información y técnicas de investigación para procesar inmensos volúmenes de datos también presentan limitaciones y 58 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="59"?> 7 Se denomina como big data a conjuntos de datos de gran tamaño y complejidad, especialmente procedentes de nuevas fuentes de información. Estos conjuntos de datos son tan voluminosos que el software de procesamiento convencional no puede gestionarlos. Por ello, se requieren un conjunto de estrategias para recopilar y analizar una gran cantidad de datos, en los cuales es posible detectar patrones ocultos que hacen visible información relevante. potencialidades. En el contexto contemporáneo y de la presente Comisión, la densidad de fuentes de información audiovisual y digital asociada a sistemas de información (big data) 7 plantean un reto metodológico, económico y humano para recabar, sistematizar y analizar gigantescos volúmenes de información. Por otra parte, y asociado a esto, el énfasis en una aproximación física y espacial en el análisis del conflicto y la guerra, que incluye experiencias de violencia que afectan vidas humanas y no humanas, ha extendido el universo de los sujetos afectados. A su vez, a nivel de escala, esta aproximación permite dar cuenta del contexto, las estructuras, las redes y las interconexiones entre las personas, la naturaleza, las instituciones, el modelo económico y la violencia. Emergen así problemas metodológicos y de validación asociados al producto de la sistematización de un gran volumen de datos y a la transmisión de información de manera clara, objetiva y contundente sobre eventos que pueden ser interpretados o recordados de manera divergente desde el presente. Anudado al problema de la legitimidad de las fuentes de información, otra dimensión central para la CEV ha sido el estudio y proyección de audiencias. Un punto nodal de su trabajo ha consistido en diseñar estrategias para que sus hallazgos sean legibles y audibles por parte de distintos públicos, tomando en consideración no sólo a las personas ya convencidas sobre la importancia de su misión, sino también a los apáticos o escépticos, los antagonistas o contraventores. Los estudios de medios y opinión pública fueron clave para esta tarea. Una gran preocupación consistió en cómo alcanzar a públicos heterogéneos, no sólo en términos político-ideológicos, sino también a nivel etario, cultural, étnico y socioeconómico, en un país con una gran inequidad en términos de acceso a la información y a las nuevas tecnologías a nivel territorial. A ello se añadió la prevención en torno a los considerados “males” o “amenazas” de esta nueva era digital, como las fake news o diversas formas de cancelación, desprestigio, tergiversación pública de la información en redes sociales. Frente a estos problemas, la exposición de narrativas sustentadas en la investigación contraforense ha sido una de las estrategias utilizadas para enfrentar la heterogeneidad de memorias subjetivas ancladas en experiencias de victimización, a través de la presentación de evidencia material a gran escala. Con base en esta gran apuesta de la CEV, a continuación buscamos dar Tras las Huellas de la Desaparición 59 <?page no="60"?> 8 La Ley 975, llamada Ley de Justicia y Paz, fue promulgada en 2005 en el marco de la negociación de una ley de sometimiento del paramilitarismo entre el gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010) y las AUC. Esta ley creó el primer sistema de justicia transicional en Colombia, conocido como la Jurisdicción de Justicia y Paz, compuesto cuenta de la coexistencia y dilemas entre un régimen tradicional de verdad asociado a la legitimidad del testimonio de las víctimas y sus experiencias de sufrimiento, y otro que busca dar legitimidad a otras fuentes de información que visibilizan las dimensiones estructurales y sistémicas de la violencia, así como el posicionamiento político de los sobrevivientes del conflicto. Para hacer este análisis partimos de la descripción analítica de la exposición “Huellas de Desaparición” y del Informe Final de la CEV. En primer lugar, estudiamos de qué manera la entidad se ha dado a la tarea de construir y divulgar un relato que se apoya en fuentes múltiples y que puede resultar difícil de comprender. En segundo lugar, buscamos comprender cómo este relato puede ser dotado de legitimidad y reconocido públicamente, a pesar de que la figura de la víctima o el testigo no es el epicentro de la narrativa explicativa sobre el conflicto, sus causas y consecuencias. En términos generales, exploramos cuál ha sido la relación establecida por la CEV entre nuevos ensamblajes tecnológicos, espaciales y testimoniales con formas emergentes y paradójicas de construcción de verdad y memoria sobre violaciones de los DD. HH. (desaparición forzada, tortura, despojo, desplazamiento forzado y otras formas de violencia masiva) en el marco del conflicto armado. Para realizar este análisis hemos revisado los diferentes contenidos y expe‐ riencias de comisiones de la verdad en diferentes países, aunque el objetivo del texto no es la comparación. Por otro lado, hicimos cinco visitas guiadas a la exhibición “Huellas de la desaparición” en Bogotá entre el 2021 y 2022. A ello se le sumó una entrevista semiestructurada a Oscar Pedraza y Hannah Meszaros-Martín de FA realizada de manera virtual el 28 de marzo de 2023. Formas de construir y exponer patrones de violencia y responsabilidades históricas sobre el conflicto armado en Colombia Durante los últimos 20 años en Colombia se han producido varios informes asociados al conflicto y a diferentes procesos de paz y otros mandatos legales (J A R AMIL L O M A R Í N 2011), además de la creación de leyes que han impulsado los procesos de transición hacia la paz. En la historia reciente se destaca la Ley 975 de Justicia y Paz del 2005, la cual reglamentó el sometimiento a la justicia de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). 8 Por decisión de la Corte 60 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="61"?> por la Fiscalía General de la Nación, la Unidad de Justicia y Paz de la rama judicial, y los Tribunales Especiales sobre la materia, que incluyó, además, una sala especial de conocimiento de estos casos en la Corte Suprema de Justicia y la Agencia Nacional de Reintegración. También se creó la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) que, entre 2005 y 2011, tuvo como objeto garantizar la participación de las víctimas en procesos de esclarecimiento judicial, presentar informes sobre las razones del surgimiento y evolución de los grupos armados ilegales, hacer seguimiento y verificación a los procesos de reincorporación de excombatientes, y adelantar acciones nacionales de reconciliación, entre otras. Disponible en https: / / www.mais.com.co/ ima ges/ pdf/ ley_975_de_2005_0.pdf 9 El CNMH establece que “La memoria histórica es un vehículo para el esclarecimiento de los hechos violentos, la dignificación de las voces de las víctimas y la construcción de una paz sostenible en los territorios. El deber de memoria del Estado, que se consagra en la Ley de Víctimas, significa que las autoridades nacionales y territoriales deben jugar un importante rol frente a la promoción de procesos de construcción de memoria histórica, Constitucional esta Ley incluyó los primeros elementos legales asociados a los marcos internacionales vigentes en relación a los derechos de las víctimas. De este modo, se incorporaron los principios de verdad, justicia y reparación a partir de los cuales se crean las instancias correspondientes para garantizarlos. Junto a las Salas de Justicia y Paz que tenían por objeto el proceso penal de los excombatientes, también se crea la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) cuyo objetivo consistía en facilitar el proceso de reincor‐ poración individual y colectiva de desmovilizados y garantizar los derechos de las víctimas velando por su justa reparación. Además, dentro de esta institución se formó el Grupo de Memoria Histórica (GMH), compuesto por académicos que desarrollaron estrategias conceptuales y metodologías innovadoras para docu‐ mentar y analizar la violencia paramilitar. Posteriormente, con la aprobación de la Ley de Víctimas y Restitución de tierras en el 2011, el GMH se convirtió en el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), una institución independiente que busca preservar la memoria sobre el conflicto armado interno en Colombia y ampliar su comprensión. El GMH, posteriormente CNMH, desarrolló una metodología de investigación que ha tenido como resultado más de cien documentos, entre informes de investigación asociados a patrones de victimización, manuales, cartillas y estrategias para la construcción de la memoria histórica por parte de las víctimas. El concepto de “memoria histórica” es muy importante en tanto estructura la perspectiva de verdad que crearon los miembros del CNMH, la cual sigue vigente hasta hoy. Sin embargo, algunos elementos pueden entrar en disputa con las herramientas y perspectivas desarrolladas por la CEV. Por ejemplo, el concepto de “memoria histórica” enfatiza la memoria desde el punto de vista de las víctimas, dando lugar a las diferentes perspectivas de los grupos victimizados. 9 Tras las Huellas de la Desaparición 61 <?page no="62"?> como aporte a la realización del derecho a la verdad y el derecho a la reparación integral de las víctimas”. Disponible en https: / / centrodememoriahistorica.gov.co/ micrositios/ ca minosParaLaMemoria/ . Esta definición posiciona al CNMH como una plataforma para la expresión de las múltiples voces y experiencias alrededor de la memoria que se desarrollan en el país, con énfasis en las víctimas. Mientras que, el concepto de “patrones de victimización” resulta relevante en tanto da una perspectiva sistémica sobre la victimización. Los resultados y productos del CNMH son importantes para entender mu‐ chas de las decisiones de la CEV sobre sus propios productos y estrategias comunicativas. Por un lado, encontramos críticas asociadas al número, formato y contenido de los informes. Para algunos académicos y miembros de las organizaciones sociales, los informes del GMH y el CNMH son densos, de difícil acceso y muy numerosos, por lo que señalan que es muy difícil su lectura a menos que se trate de investigadores especializados. Este hecho plantea una crítica profunda para el CNMH en tanto no lograron uno de los objetivos principales asociados al esclarecimiento de la verdad y su difusión (V E R A / G U G LI E LM U C C I 2023). En este sentido, los medios de comunicación masiva continúan siendo los constructores de las narrativas hegemónicas sobre la violencia en Colombia. Por otro lado, el Informe del CNMH ¡Basta Ya! (2013), donde se da una interpretación general sobre el conflicto armado, sus causas, consecuencias y responsables, también recibió comentarios críticos, entre otros, de las Fuerzas Armadas, debido a la mención que se les hace como perpetradores de violaciones de DD. HH. e infracciones al DIH (G U G LI E LM U C C I / R O Z O 2022). Estos comentarios han sido parte de profundas disputas políticas, expresadas a través de acusaciones de parcialidad según los testimonios incluidos o no en los informes de memoria histórica. Con base en estos antecedentes, algunos comisionados de la CEV eran conscientes de los retos metodológicos, políticos y comunicativos de esta nueva institución, lo que impulsó las apuestas multimediales y, en última instancia, al espacio que se le abrió a Forensic Architecture para desarrollar un estudio de casos que promuevan nuevas formas de construir verdades e identificar responsabilidades históricas. Tras las Huellas de la Desaparición: el esclarecimiento de la verdad El mandato de la CEV ha incluido actividades destinadas al esclarecimiento de la verdad y el reconocimiento de responsabilidades, la promoción de la convivencia y el ofrecimiento de una explicación amplia sobre la complejidad del conflicto armado. La exposición “Huellas de la Desaparición” ha sido una de 62 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="63"?> 10 “Huellas de la Desaparición” en el Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU). Ver https : / / forensic-architecture.org/ programme/ exhibitions/ traces-of-disappearance-huellas-d e-desaparicion). 11 Conocida por una variedad de términos, la investigación guiada por la práctica es un marco conceptual que permite a un investigador incorporar su práctica creativa, métodos creativos y resultados creativos en el diseño de la investigación y como parte del resultado de la investigación. las iniciativas destinadas a cumplimentar dicho mandato, para la cual contaron con la colaboración de la agencia internacional de investigación FA, con sede en Goldsmiths, Universidad de Londres. La exposición fue instalada originalmente en el Museo de Arte Miguel Urrutia (MAMU) en Bogotá D. C., entre el 10 de diciembre de 2021 y el 18 de julio de 2022. Posteriormente, la exposición fue trasladada al Museo de Antioquia, en Medellín. 10 Según Oscar Pedraza, investigador del proyecto, la idea de este trabajo conjunto surgió del comisionado Alejandro Valencia. Antes de iniciar su trabajo en la CEV, Valencia colaboró en el informe del caso mexicano de desaparición forzada de cuarenta y tres estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en el 2014, en la ciudad de Iguala. El documento resultante fue transformado por FA en un formato visual, que explicaba y exponía los resultados de la investigación. Valencia propuso hacer algo parecido en la CEV, por lo cual se solicitó a Pedraza explorar los temas y las posibilidades del proyecto, el cual se puso en marcha a mediados del 2019 (P EÑA M O N T O Y A 2021). El trabajo colaborativo implicó un diálogo entre los comisionados de la CEV y los investigadores de FA, quienes propusieron una investigación de código abierto, la construcción de modelos digitales y físicos, animaciones en 3D, análisis de datos y entornos de realidad virtual. En un principio, esta propuesta fue de difícil comprensión y legibilidad para algunos comisionados que no estaban habituados a metodologías externas al documento escrito. Sin embargo, dado que FA no era parte de la Comisión y que la entidad recién se estaba creando, pudieron trabajar en los intersticios con mayor autonomía que otros grupos de investigación internos. Esto generó intercambios productivos entre FA y la CEV, por ejemplo, sobre la discusión del componente ambiental en la guerra o la propia idea de entramados de violencia. También, en términos metodológicos, los debates fueron valiosos. Pues, mientras que FA se enfoca en la producción de dispositivos (objetos mediáticos, modelos, cartografías, líneas de tiempo) basados en el practice-base y practice-led research  11 , la CEV fue insistente en la importancia de la perspectiva histórica de los casos y las narrativas. Fue a través de la presentación de los dispositivos mediáticos que la CEV comprendió el alcance y el objeto de las preguntas y metodologías de FA. Como señala Tras las Huellas de la Desaparición 63 <?page no="64"?> 12 Las cajas negras de la desaparición forzada. Red Cultural del Banco de la República en Colombia. Banco de la República. Ver https: / / www.banrepcultural.org/ exposiciones / huellas-de-desaparicion/ las-cajas-negras-de-la-desaparicion-forzada (Consultado 2 de abril 2024). Pedraza, la forma en la cual un modelo 3D obliga a la simultaneidad de las conversaciones y contrastaciones entre fuentes (maquetas, mapas, testimonios, modelos, líneas de tiempo, etc.) plantea más énfasis en el detalle de la evidencia, coherencia y articulación, y por tanto en la construcción específica del objeto narrativo. Además, desde nuestro punto de vista, esto le da mayor legitimidad científica, e incluso, judicial. A su vez, genera posibilidades expresivas, que el testimonio y el informe tradicional no pueden proporcionar. A partir de una descripción analítica de la exposición resultante de esta alianza conjunta, a continuación, desarrollamos cuáles han sido las nociones prácticas puestas en juego por la CEV y FA sobre lo que significa “esclarecer la verdad” de lo ocurrido en el contexto o razón del conflicto armado en Colombia. En otras palabras, lo que proponemos es reflexionar sobre la dimensión perfor‐ mativa de la exposición “Huellas de la desaparición” para dinamizar maneras específicas de construcción y apropiación de verdades por parte de públicos amplios y diversos. Este punto es importante pues, un primer paso de las Comisiones de la Verdad es definir y comunicar su metodología para esclarecer la verdad de los sucesos de violencia investigados, a fin de configurar su propia legitimidad y la de los productos derivados de su trabajo (H A Y N E R 2008). La presentación de esta exposición comienza de la siguiente manera: La “verdad” a menudo se interpreta como la afirmación de una perspectiva unívoca, como la versión final y definitiva de la historia. Tal interpretación puede ser contraria al objetivo de reconciliación de una sociedad después de la guerra, entendido como un proceso colectivo de esclarecimiento que se activa a través de la participación de las víctimas y de la misma sociedad. Aunque deriva de la misma raíz latina, ‘veritas’, la verificación se relaciona con la verdad no como un sustantivo sino como un verbo, designando un proceso abierto, continuo y colectivo. 12 Esta premisa sobre lo que se entiende por “verdad”, en tanto proceso colectivo, activo e inacabado de esclarecimiento, se complementa con la metodología utilizada para construir la información. Las investigaciones presentadas “se basan en el trabajo de décadas realizado por personas que han vivido las consecuencias directas del conflicto, familias en duelo que vienen exigiendo el esclarecimiento de los hechos durante décadas, organizaciones de la sociedad civil y profesionales del derecho”. Los organizadores reconocen que todos ellos 64 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="65"?> 13 A pesar del mandato de la CEV, encontramos que la exposición documenta de manera tan densa y específica ciertas violaciones a los DD. HH., en términos de redes, actores e interrelaciones históricas, que los datos pueden dar sustento a evidencias jurídicas sobre responsables directos y sistemas criminales (la sistematicidad) en los hechos ocurridos, al menos en los casos de Urabá y Palacio de Justicia. 14 Huellas de la desaparición, una exposición que toca las raíces de nuestra violencia. Hacemos Memoria. Ver https: / / hacemosmemoria.org/ 2022/ 06/ 21/ huellas-de-la-desapa ricion-una-exposicion-que-toca-las-raices-de-nuestra-violencia/ . “traen consigo diferentes formas de conocimiento y experiencia” y destacan que “el proceso de esclarecimiento dio lugar a una comunidad de prácticas basada en la participación, en el conocimiento situado y en la diversidad de formas de saber”. A su vez, aclaran que “con excepción de la información proveniente de fuentes judiciales, las menciones de grupos, organizaciones, instituciones y personas, no determinan ninguna responsabilidad judicial por el carácter extrajudicial de la Comisión”. De ese modo, se hace una escisión entre la tarea de esclarecimiento de la verdad y la función de justicia, dado que el propio mandato de la CEV así lo establece. En cambio, destacan el valor del proceso plural de construcción de formas de esclarecimiento, el cual ha involucrado un gran trabajo por parte de múltiples actores a lo largo del tiempo. 13 Otra cuestión central señalada por los organizadores de esta exposición es lo que denominan como “reconocimiento colonial”. En este sentido, afirman que “el territorio en el que se realiza esta exposición, incluyendo la constelación de seres que lo habitan, rocas, agua, tierra, vegetación, animales, cielos y nubes, es un territorio colonizado”. 14 Este reconocimiento procura instalar una comprensión de la violencia con mayor complejidad de responsabilidades y profundidad temporal que la restringida al conflicto armado interno del siglo XX y XXI, a la que considera “el último ciclo de guerra en una espiral de 500 años de violencia contra los pueblos indígenas en las Américas que inició con la aurora del colonialismo desde el siglo XVI”. El reconocimiento de la profundidad histórica de los entramados de poder y los efectos contemporáneos de la violencia colonial son propuestos como un camino importante para una comprensión más completa de la historia presente. Esto retoma algunas de las líneas de investigación y análisis de la CEV, la cual se propuso dar cuenta del racismo estructural y sus consecuencias en Colombia. Pero también la excede en ciertas conceptualizaciones, que pueden continuar resultando dicotómicas en su Informe Final. Tales como, la distinción entre lo humano y la naturaleza, o entre lo legal y lo ilegal. A esta introducción sobre cómo la CEV y FA comprenden el esclarecimiento de la verdad sobre el conflicto armado en esta investigación-exposición, la prosigue su aplicación a tres casos específicos en la historia del conflicto armado Tras las Huellas de la Desaparición 65 <?page no="66"?> 15 Despojo y memoria de la tierra, Red Cultural del Banco de la República en Colombia. Ver https: / / www.banrepcultural.org/ exposiciones/ huellas-de-desaparicion/ despojo-ymemoria-de-la-tierra. 16 La selva detectada. Red Cultural del Banco de la República en Colombia. Ver https: / / w ww.banrepcultural.org/ exposiciones/ huellas-de-desaparicion/ la-selva-detectada. 17 Conferencia Ética y estética en la narrativa de crímenes. Red Cultural del Banco de la República en Colombia. Ver https: / / www.banrepcultural.org/ multimedia/ conferencia-e tica-y-estetica-en-la-narrativa-de-crimenes. colombiano, cada uno de los cuales explora distintos aspectos de la desaparición y la responsabilidad, a través de metodologías particulares. Primero, la toma y retoma del Palacio de Justicia en noviembre de 1985, donde se analiza la desaparición forzada de personas y la evidencia que da cuenta de lo que sucedió con algunos de ellos, mostrando cómo los hechos ocurridos no son fruto del caos y el desorden de la toma, sino de prácticas y conocimientos previos por parte de las Fuerzas Armadas para desaparecer personas. Es decir, se evidencia materialmente la existencia previa de una infraestructura estatal para la desaparición de personas. Segundo, el enclave bananero de Urabá, donde la desaparición se refiere también a la tierra, los paisajes, las fincas y la vida campesina. Esa desaparición tiene varias escalas y dimensiones. Por un lado, la escala micro, que da cuenta de las prácticas de desocupación espacial por medio de asesinatos y masacres específicas, escalas medias de titulación de tierras, despojo y legalización de las mismas por parte de empresas y corporaciones, y escalas más amplias que dan cuenta de la financiarización de la tierra a partir de la obtención de deuda con soporte en estas tierras en el mercado internacional. 15 Tercero, el Amazonas, a través del cual se examina la desaparición de extensos ecosistemas, las redes de vida del pueblo Nukak y los mundos que allí se han creado, visibilizando la historia, la movilidad y las intervenciones estatales, extractivas y militares en la región. En su conjunto, estos tres casos dan cuenta del uso, no solo de múltiples fuentes de información por medio de las técnicas y metodologías señaladas, sino que la pregunta por el espacio posee un rol metodológico y analítico fundamental. 16 En los tres casos se utilizaron análisis espaciales, cartográficos, de imágenes aéreas y satelitales, además de testimonios de víctimas y testigos. 17 El primer caso, se centra en el concepto de “caja negra” para reconstruir y explicar lo sucedido durante y posterior a los sucesos de la toma guerrillera y la retoma militar del Palacio de Justicia en 1985 y el destino de los sobrevi‐ vientes y desaparecidos. Para la reconstrucción de la historia de las víctimas de desaparición se elaboraron mapas digitales, testimonios situados y escenarios virtuales, destinados a esclarecer lo sucedido en cuatro momentos particulares: i) lo que se conoce como el corredor de seguridad alrededor del palacio, ii) el 66 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="67"?> 18 Las Cajas negras de la desaparición. Disponible en https: / / www.comisiondelaverdad.co/ vio lacion-derechos-humanos-y-derecho-internacional-humanitario/ las-cajas-negras-de-la-d esaparicion. traslado de los detenidos a la Casa del Florero, donde se dio un proceso de identificación y discriminación de los rehenes liberados, divididos entre los que se consideraron sospechosos y no sospechosos, iii) los recorridos de las personas clasificadas como sospechosas de colaborar con el Movimiento 19 de abril M-19, iv) el uso de la ciudad de Bogotá como infraestructura para la desaparición. Esta reconstrucción centrada en lo que sucedió con cada una de las personas detenidas-desaparecidas se puso en diálogo con los procesos orientados a la búsqueda de justicia sobre lo ocurrido. En términos museográficos, una maqueta blanca, de gran dimensión y ubicación central en la sala, reconstruye los sucesos de la toma y retoma del Palacio y la posición de diferentes actores en esa fecha (Ver Imagen 1). Ella se complementa con tres salas de video: i) “Cajas Negras (2021) Colombia. 34 min.”, ii) “La Casa del Florero (2021) Colombia. 19 min” y iii) “La Escuela de Caballería (2021) Colombia. 27 min.”. Detrás de la maqueta se encuentra un mural con la línea de tiempo que reconstruye los avances y retrocesos judiciales, y qué pasó con los familiares durante dicho periodo, muchos de los cuales fallecieron antes de poder conocer cuál fue el destino de las personas desaparecidas o participar del juicio a los señalados como responsables. Finalmente, en una vitrina se muestran objetos personales de las víctimas y sus familiares, como fotografías, cartas, libros, diarios, entre otros. Esta vitrina, no obstante, queda relegada respecto a la dimensión y espectacularidad de los otros formatos de presentación de información. 18 Tras las Huellas de la Desaparición 67 <?page no="68"?> 19 El trabajo de la CEV junto a FA buscó definir los contornos, forma y volumen de estas cajas y su conexión con otras, para explicar lo que denomina como la “infraestructura” y “logística” de la desaparición forzada. Respecto a la infraestructura, ella es entendida como “la red material, burocrática e institucional que permite la ejecución del crimen en el tiempo: la relación entre los edificios a donde fueron llevados los clasificados como “especiales”; las calles y los vehículos utilizados para transportarlos; los archivos donde la evidencia fue ocultada; las instituciones que rechazaron, manipularon e impidieron las investigaciones; los lugares de inhumación donde los cuerpos y restos óseos se han perdido”. Con el término “logística” se refieren a “la coordinación que Imagen 1. Caso Palacio de Justicia. Ana Guglielmucci. Bogotá, 10 de julio de 2022. Fotografía cortesía de la autora. Este trabajo buscó mostrar cómo fueron detenidas, ejecutadas y desaparecidas algunas de las personas tomadas como rehenes por el Ejército y los servicios secretos y resaltar los impactos que tuvo para las víctimas y los sobrevivientes, así como para la democracia en Colombia. La noción de caja negra busca con‐ ceptualizar los lugares en donde la información ha sido ocultada, permitiendo la reproducción de la impunidad. Estos pueden ser los sitios de detención, tortura, asesinato o inhumación, así como los archivos institucionales en los que la información se destruye o se vuelve inaccesible. 19 En definitiva, a través de una 68 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="69"?> establecen diferentes instituciones estatales para ejecutar la desaparición forzada y sostenerla en el tiempo: fuerzas militares y policiales, agentes de inteligencia, otros organismos de seguridad, jueces, funcionarios judiciales, forenses y criminalistas”. Fuente: Las Cajas Negras de la Desaparición Forzada. Cinemateca de Bogotá. Ver htt ps: / / cinematecadebogota.gov.co/ pelicula/ huellas-desaparicion-cajas-negras-desaparici on-forzada (Consultado 2 de abril de 2024). 20 Este trabajo de cotejo y cruce de diversas fuentes de información, incluyendo la sincronización de 50 horas de video del evento y su recreación en un modelo 3D del lugar permitieron “relacionar la información visual que contenían y entender las operaciones y movimientos de las fuerzas del estado durante los momentos de la liberación de los rehenes”. Incluso, a través de este trabajo, lograron reconocer a dos agentes encubiertos de inteligencia que no habían sido identificados previamente. No obstante, debido al mandato extra judicial de la Comisión, esta información quedó expuesta sin proporcionar sus nombres. reconstrucción de la coreografía de las fuerzas de seguridad y los rehenes en el espacio-tiempo de la retoma del Palacio de Justicia se muestra cómo “lo que se presentó como un escenario caótico de liberación de rehenes por parte de las fuerzas armadas ha servido por décadas para encubrir una planificada y organizada operación contrainsurgente” (CEV 2022). 20 El segundo caso aborda el despojo en Urabá a través de una puesta en diálogo de los testimonios de campesinos con otras fuentes de información y datos que reconstruyen dinámicas macroeconómicas, y formas de violencia ambiental. El despojo es conceptualizado como “un entramado de violencia física y ambiental, de prácticas legales e institucionales, así como de diversas nociones de propiedad y proyectos de vida que se establecen en el territorio”. La investigación que sustenta este caso partió de dos perspectivas. La primera, profundiza en la cuestión agraria y las disputas por la concentración y la distribución de la tierra. La segunda estudió al medio ambiente como un agente en la guerra y no solo como un objeto pasivo en disputa. El argumento es que la tierra tiene una memoria social y política, ya que registra y actúa en las prácticas de despojo y de la historia del conflicto armado. A medida que se cuenta la historia política de la zona, se cuenta también la historia ambiental y viceversa. A partir de las memorias familiares y las historias de la tierra, utilizando una plataforma de software e imágenes aéreas, se reconstruye virtualmente una parte del corregimiento Nueva Colonia de Turbo (Antioquia) para mostrar las distintas caras y escalas del despojo. La puesta en escena de una noción relacional de despojo les permitió dar cuenta de cómo el paisaje en el que han desplazado a miles de campesinos de manera forzada se ha transformado en su totalidad, hasta el punto de que ciertas veredas fueron borradas por completo. La diversidad de la vegetación fue sustituida por miles de árboles de banano, y la destrucción de los manglares de la costa produjo una erosión masiva, que Tras las Huellas de la Desaparición 69 <?page no="70"?> sepultó bajo el agua o campos de banano a las veredas rurales y lugares donde ocurrieron masacres, como en Coquitos u Honduras y la Negra. En términos generales, se muestra cómo la “transformación del paisaje se relaciona con un amplio entramado de actores, entre los cuales se cuentan las fuerzas militares y paramilitares, grandes terratenientes, empresas locales y transnacionales, bancos e instituciones estatales”. Esta forma de esclarecimiento de la verdad se sustenta en el análisis de “miles de páginas de datos financieros desde 1955 hasta la década del 2000, incluyendo documentos de transacciones de tierras que permitieron sacar a la luz las formas en que las grandes empresas realizan el despojo y lo enmascaran”. Para decodificar las transformaciones de la tierra, se utilizaron tres escalas: el análisis satelital, la fotografía aérea y las imágenes e historias recogidas desde la tierra, en forma de diferentes testimonios situados. Esta es una técnica desarrollada por FA, basada en un ejercicio colaborativo en el que los campesinos entrevistados se ubican y desplazan en entornos en 3D. Esto posibilita la reconstrucción del paisaje perdido y su historia material, que funciona a modo de elemento probatorio de lo que allí ocurrió. La reconstrucción de realidades virtuales tiene un efecto de evidencia material, a través de la combinación de nuevas tecnologías (como un software de videojuegos que recrea 100 km de tierra a modo de soporte nemotécnico) con los testimonios situados de las víctimas, imágenes aéreas y satelitales superpuestas (tomadas entre 1938 y 2020), para relacionar la memoria subjetiva de las personas con las huellas materiales de la tierra. Esto supuso el trabajo no sólo con víctimas, sino también con científicos que ayudaran a analizar la información de teledetección remota obtenida de satélites. También se utilizó la minería de datos de miles de transacciones de tierras a través de matrículas inmobiliarias, datos catastrales y documentos solicitados por la Ley de libertad de información de Estados Unidos, que permitieron rastrear las complejas estrategias financieras para acaparar la tierra, despojar a los campesinos y camuflar estas actividades en una red expansiva de alianzas, bancos y compañías a escala transnacional. Se identifican empresas, bancos y sujetos jurídicos que fueron dueños de las tierras, las englobaron, las vendieron y generaron préstamos internacionales con respaldo en estas tierras despojadas. Esto marca una diferencia con otras comisiones de la verdad existentes en otras longitudes, pues reconstruye y evidencia de qué manera sectores empresariales y élites políticas se han articulado durante más de sesenta años para acumular tierras en el país. A su vez, excede las fronteras nacionales y el foco en los grupos armados, para colocar la mirada en otro tipo de responsables y responsabilidades que suelen quedar por fuera de estos mecanismos de justicia transicional, como 70 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="71"?> las alianzas entre actores privados, grupos económicos y paramilitares, para acaparar tierras y recursos financieros con la connivencia y encubrimiento del Estado. A nivel expositivo, la contextualización de este caso se apoya con cuatro salas de video: i) “Introducción”, aborda la evolución ambiental de las tierras y su relación con varios actores que se las han disputado: terratenientes, trabajadores, guerrillas, entre otros. A este video introductorio le siguen otros tres que se enfocan en tres comunidades de Urabá y sus experiencias específicas de despojo en ii) “Coquitos”, iii) “California”, y iv) “Honduras y la Negra”. El cuarto video muestra cómo el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), a pesar de los testimonios de víctimas que señalaban a paramilitares y agentes de las fuerzas militares como autores materiales de masacres en Honduras y La Negra, en su informe señalaron a las guerrillas de las FARC-EP y el EPL como los responsables. La jueza que investigó estos hechos debió exiliarse y otras per‐ sonas asociadas a quienes llevaron adelante la investigación fueron asesinadas por sicarios. Incluso, se muestran videos del entrenamiento brindado por un exmilitar israelí a grupos paramilitares de esta región, quien fue entrevistado por la Comisión, donde señala la conformación de grupos especiales como la Asociación Campesina de Ganaderos y Agricultores del Magdalena Medio (ACDEGAM), utilizados por el Ejército en operaciones contrainsurgentes, y registrado, al mismo tiempo en el Ministerio de Agricultura. Los cuatro videos se complementan, por un lado, con una fotografía de gran tamaño donde se muestra cómo la vereda de Coquitos fue tapada por el mar, incluyendo el sitio donde están los cuerpos de personas desaparecidas (ver Imagen 2). Por otro lado, se ubica una mesa con carpetas en las que están los documentos legales que prueban la dinámica legalizada y financiera del despojo y el enriquecimiento de ciertos grupos económicos. Todo esto, no solo como evidencia histórica, sino como evidencia forense de los hechos sistemáticos y estructurales de acaparamiento y desaparición. Tras las Huellas de la Desaparición 71 <?page no="72"?> Imagen 2. Caso Urabá. Ana Guglielmucci. Bogotá, 10 de julio de 2022. Fotografía cortesía de la autora. El tercer caso se expone a través de un mural titulado “La selva detectada”, realizado a partir de fotografías aéreas. Para realizarlo se identificaron las aldeas del pueblo Nukak registradas por antropólogos, para luego traducir sus datos en un mapa aéreo que registra sus desplazamientos y la expulsión paulatina de sus territorios (ver Imagen 3). La imagen presenta “una constelación de prácticas de destrucción que incluyen no solo las consecuencias del conflicto armado entre las fuerzas militares, paramilitares y guerrillas en las tierras de los Nukak, sino también el resultado de las economías formales e ilícitas que incluyen tanto el cultivo de coca como su destrucción a través de la fumigación con sustancias tóxicas desde el aire, además de la ganadería y de la destrucción 72 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="73"?> del ambiente con la deforestación y las quemas”. Con esta composición de imágenes aéreas de gran formato se propone mostrar elementos del conflicto histórico de la región, las prácticas de deforestación y de violencia, la experiencia de riesgo de la vida indígena y cómo esta comunidad ha enfrentado estas fuerzas adversas. A través de una gama de colores que va desde tonos fríos a cálidos, se identifican las prácticas de deforestación según diferentes etapas, donde el azul representa las más antiguas y el rojo las más recientes. A su vez, unos puntos con forma de octógonos dan cuenta de las zonas de fumigación aérea. El acceso a la información del Estado sobre este tema fue muy limitado. Debido a la dificultad encontrada para esclarecer este caso, en la exposición se agregó una mesa denominada el estante de preguntas sin respuesta que contiene carpetas que agrupan cartas dirigidas a diferentes entidades estatales, las cuales entorpecieron o directamente imposibilitaron las tareas de investigación y esclarecimiento encomendadas a la CEV. Este caso busca señalar cómo las huellas de desaparición también están en lo que escapa a las formas de registro estatal, aunque, paradójicamente, para los Nukak el no estar registrados pudo significar también la única esperanza de evadir al poder del Estado. En los paneles que acompañan el gran mural se explica que, a principios de los años noventa, los Nukak fueron obligados a dejar su aislamiento voluntario para conformarse como resguardo indígena, el cual se superpuso con una reserva campesina. El Estado tuvo que reordenar el territorio del Guaviare admitiendo la existencia de un pueblo que hasta entonces lo había evadido. Pero, al hacerlo también se generaron una serie de conflictos por la tierra entre colonos e indígenas. Este es el caso menos logrado a nivel expositivo, o por lo menos donde el público general tiene mayor dificultad para apropiarse del mensaje que se quiere transmitir. Los datos son de tal abstracción que la imagen satelital se torna confusa o indescifrable si no se tienen más elementos de contextualización que unos pequeños paneles explicativos. Si bien este es el caso a través del cual se busca transmitir cómo el conflicto armado de los siglos XX y XXI es solo una etapa de una espiral de violencia que lleva más de 500 años, no se alcanza a visualizar ni dimensionar sin el apoyo de testimonios de los supervivientes, testigos, analistas o perpetradores. Sin el apoyo de soportes o guías audiovisuales, como en los otros dos casos, el esclarecimiento de la desaparición de miembros del pueblo Nukak y sus formas de vida, así como la identificación de responsables o responsabilidades Tras las Huellas de la Desaparición 73 <?page no="74"?> 21 El concepto de injusticia espacial refiere a una situación de desigualdad, opresión y dominación que sufren ciertos grupos y que se deriva de los privilegios que la planificación urbana o rural concede a unos miembros de la sociedad en detrimento de otros. quedan desdibujados, reproduciendo de cierto modo la propia dinámica de la desaparición y de injusticias espaciales (S ALAMAN C A / C O L O M B O 2018). 21 Imagen 3. Caso Nukak. Mural La selva detectada. Ana Guglielmucci. Bogotá, 10 de julio de 2022. Fotografía cortesía de la autora. La puesta en escena o performatividad del concepto de verdad de la CEV, a través de este tipo de exposición, permite dimensionar la complejidad de la investigación y el cruce de distintas fuentes de información para identificar 74 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="75"?> entramados de relaciones y patrones de violencia y responsabilidades asociados al conflicto armado. Para ello se distingue, como un paso fundamental, el posicionamiento de preguntas y conceptualizaciones originales. Por ejemplo, algunas de estas preguntas refieren a cómo se ha configurado históricamente la impunidad sobre graves crímenes o violencias masivas, o el despojo y acumulación de tierras y su articulación con las dinámicas del conflicto armado en el país. Por otra parte, la transposición de información y el análisis de grandes volúmenes de datos permiten esclarecer y visualizar otro tipo de relaciones y con ello de responsabilidades, que no se refieren únicamente a los ejecutores directos de violaciones de los derechos humanos o infracciones al DIH, sino a los beneficiarios económicos y políticos (M E I S T E R 2012). En este contexto expositivo, los sobrevivientes no aparecen únicamente como víctimas o portadores de la marca del sufrimiento, sino como testigos y productores de información y evidencia, cuya inteligibilidad es apoyada por distintas fuentes y dispositivos de reconstrucción material de los patrones de violencia masiva y sistemática. Conclusiones Una de las particularidades de los diferentes productos desarrollados por Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repe‐ tición (CEV) como dispositivo de esclarecimiento de la verdad se asocia al descentramiento del testimonio de las víctimas como fuente de información y narrativa privilegiada, así como base de su legitimidad y eje de la reconstrucción histórica sobre el conflicto armado y los patrones de violencia y responsabilidad. Para la exposición “Huellas de la Desaparición”, el trabajo de la Comisión junto a FA implicó el uso de fuentes judiciales, periodísticas, catastrales, espaciales y testimoniales, combinadas con Sistemas de Información Geográfica (SIG), data mining, cartografía, modelado a escala y reconstrucción de paisajes para entender, por un lado, la relación entre prácticas específicas de violencia, el espacio en el que tuvieron lugar y las dinámicas corporativas de despojo de tierras y financiación y, por el otro, de métodos sistemáticos de ocultamiento de información judicial y desaparición forzada. Mientras que su Informe Final está estructurado sobre regímenes de verdad más convencionales asociados al testimonio, al análisis académico y a las posibilidades de la misma una plata‐ forma transmedia, la exposición permite la articulación de múltiples escalas, dispositivos y mediaciones, que proporciona mayor complejidad y densidad a la investigación de los hechos, y también produce una tensión radical entre la verdad histórica y la verdad judicial. Tras las Huellas de la Desaparición 75 <?page no="76"?> El trabajo particular entre la CEV y FA provee herramientas contraforenses (A Z U E R O 2023; D O U G LA S 2022; K E E NAN / W E IZMAN , 2015; K O HL B R Y 2022) que dan cuenta del uso de prácticas, métodos y conocimientos de investigación que en otro momento eran monopolio de instituciones estatales, pero que en ausencia de su uso a causa de su involucramiento, de la impunidad o de la ineficacia, puedan ser usados por las sociedades para dar cuenta de diferentes formas y escalas de responsabilidad. También da cuenta de las potencialidades de la tecnología disponible en manos de las sociedades, en tanto estas herramientas permiten contrarrestar la negligencia de los Estados y los sistemas judiciales para el desarrollo de investigaciones asociadas a formas de violencia genera‐ lizada o de conflicto armado. Este tipo de investigación permite, no solo contar una historia de sufrimiento o violaciones a los DD. HH., sino identificar cómo se articula la violencia sistemática con procesos legales, económicos y políticos situados en acciones y decisiones concretas, tomadas por agentes concretos, que constituyen estructuras de poder articuladas a instituciones estatales y financieras. Por otra parte, muestra cómo el análisis socio espacial, arquitectónico, cartográfico, ecológico y del paisaje contribuye a la producción de formas de verdad contextualizada, que superan el régimen testimonial y se configuran en regímenes probatorios. De este modo, al constituirse como elementos demostrativos de la responsabilidad y el beneficio de violaciones a los DD. HH. y crímenes de lesa humanidad, al mismo tiempo pueden ampliar nuestras nociones de justicia, daño y responsabilidad, las cuales ya no solo se centran en los perpetradores materiales, sino en los entramados de relaciones sociales, económicas, ambientales y políticas que permitieron la desaparición forzada de personas y el despojo de tierras a gran escala. Esta forma de reconstruir contextos de violencia y el uso de otras fuentes de información, que no se centran exclusivamente en memorias y testimonios intersubjetivos sobre el trauma, permiten construir un marco explicativo contextual tan radical que desestabiliza por completo la perspectiva pluricéntrica y relativista del testimonio. Esto puede significar un colapso entre lo que suele distinguirse como verdad histórica o verdad judicial. “Huellas de Desaparición” perturba la distinción entre los regímenes de verdad existentes, sustentados en el documento o en el testimonio. Esta distin‐ ción se expresa en la separación institucional entre la Jurisdicción Especial para la Paz ( JEP), encargada de juzgar de manera extraordinaria y restaurar los derechos de las víctimas y la CEV, la cual provee un marco amplio y extrajudicial para la comprensión del conflicto armado. Esta separación se enmarca en la infraestructura legal transicional que reproduce un régimen de verdad que, por un lado, valoriza el testimonio, desde el punto de vista del reconocimiento del 76 Ana Guglielmucci y Juan Pablo Vera <?page no="77"?> 22 El Informe Final de la CEV desarrolla un tomo específico que da cuenta de la relación de los territorios con los repertorios y los patrones específicos de violencia, dando cuenta de la importancia de entender las dimensiones espaciales, y también del lugar de los modelos económicos asociados a la explotación de los recursos naturales. Este es el Tomo 11 “Colombia adentro: relatos territoriales sobre el conflicto armado”, que consta de 14 volúmenes. Disponible en https: / / www.comisiondelaverdad.co/ colombia-adentro-1 sufrimiento y el dolor de la víctima, buscando generar afectos asociados a la empatía, el reconocimiento, la solidaridad, desde un registro fundamentalmente humanitarista (F A S S IN 2012; V E R A 2016 y 2022); y que, por el otro, lo limita a nivel jurídico por su imprevisibilidad y la parcialidad subjetiva. En los estrados judiciales, el testimonio de la víctima suele no ser la única fuente de evidencia probatoria de patrones de violaciones de los DD. HH. e infracciones al DIH. Si bien el carácter expositivo de “Huellas de Desaparición” puede tener un alcance limitado (no masivo), su producción permite dar cuenta de las potencialidades de estas formas emergentes de construcción de verdad en el marco de técnicas y conocimientos contraforenses. Sin duda alguna, uno de los aportes más relevantes de esta investigación-exposición tiene que ver con el lugar de los sistemas de información y análisis, en buena parte desarrollado por el periodismo de investigación en los últimos años. Su uso, por parte de la sociedad civil permite que la investigación no sea de uso exclusivo del Estado y sus instituciones, y que incluso la sociedad tenga mucho que enseñarle a este. De esta manera, la utilización de diferentes herramientas tecnológicas permite identificar y visualizar no solo actores particulares, sino entramados de relaciones, sistemas y prácticas estructurales asociados al despojo y la desaparición que serían difíciles de dimensionar sólo con base en los testimonios de las víctimas. Es decir, esta reconstrucción, permite visualizar el carácter organizado, histórico, y sistemático de formas de violencia a largo plazo, donde se disputan diferentes formas de vida, naturaleza y soberanía de las sociedades. Otro aporte de la investigación asociada a esta exposición, tiene que ver con el lugar que ocupa el espacio como categoría analítica, metodológica y política. En los casos de Urabá, el Palacio de Justicia y los Nukak se muestra la dificultad de analizar y entender los hechos de violencia si no tenemos en cuenta los intereses asociados al uso de la tierra y su acumulación, la infraestructura de la desaparición o, la visibilización del área de ocupación de un grupo étnico en un largo plazo. 22 La inclusión emergente de la dimensión espacial en los análisis de la producción de la violencia en Colombia da cuenta de los alcances explicativos de la producción de verdad por fuera de la exclusividad o privilegio de lo testimonial en torno a las experiencias de victimización. Esta perspectiva pone en juego formas tradicionales de producción de verdad, Tras las Huellas de la Desaparición 77 <?page no="78"?> centradas en los testimonios de las víctimas o de los testigos supervivientes, pero se acerca más a los modos de producción de verdad forense donde el conocimiento científico y experto es crucial. Por lo menos, en el caso de la exposición “Huellas de Desaparición” esto se hace notoriamente visible, pues en ella la dimensión material y espacial juegan un rol central en la reconstrucción de los patrones de violencia y responsabilidad histórica, sin dejar de lado los testimonios y documentos. En ella se dificulta distinguir de manera clara entre sujeto/ objeto y entre evidencia/ testimonio (K E E NAN / W E IZMAN 2015: 17). Nuevas formas de evidencia se hacen audibles y visibles, al mismo tiempo que se plasman nuevas sensibilidades culturales, estéticas y políticas para entender y representar hechos de violencia masiva en el contexto del conflicto armado. Aún está por verse cuál será el uso que le den las organizaciones sociales y de derechos humanos, así como los aparatos de justicia ordinarios y extraordinarios a estas investigaciones contraforenses. No obstante, en este texto planteamos que el desarrollo de nuevos métodos de investigación, así como la tecnología disponible, hoy hacen posible que instituciones como las Comisiones de la Verdad jueguen un rol más radical y emancipador en las disputas por la verdad y en los modelos tradicionales de justicia transicional. Bibliografía A Z U E R O Q U I J A N O , Alejandra (2021), “El poder contraforense y el paro nacional”, en El Espectador, mayo 15, 2021 Disponible en https: / / www.elespectador.com/ politica/ el-p oder-contraforense-y-el-paro-nacional/ (consultado el 10 de abril de 2023). A Z U E R O Q U I J A N O , Alejandra (2023), El paro como teoría. Historia del presente y el estallido social en Colombia. Barcelona: Editorial Herder. 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El escrito señala la importancia de la entrega del Informe Final y su material Transmedia por parte de la Comisión de la Verdad (CEV) del país al Archivo General de la Nación, que incluyó el estado de organización de dichos archivos, el reconocimiento de su trascendencia para el futuro del país y los mecanismos que se están implementando en la entidad para hacer posible su consulta por parte de las víctimas y de la comunidad en general. Así mismo, aportar a su dignificación y a los ejercicios para aportar a su dignificación y los ejercicios de construcción de memoria con miras a alcanzar un acercamiento al paradigma de la verdad sobre el conflicto armado interno sufrido en Colombia, con el propósito de encontrar caminos de paz y reconciliación. Además, se indican algunas propuestas de investigación que se considera deben implementarse para hacer posible dicho propósito. Abstract The text included below was presented as a paper within the framework of the International Colloquium “Archives: Frameworks and Polyphonic Transformations of Memory in Colombia”, held between August 8 and 11, 2023 at the Javeriana University of Bogotá, when its author was director <?page no="82"?> of the General Archive of the Nation of Colombia. The letter points out the importance of the delivery of the Final Report and its Transmedia material by the country's Truth Commission (CEV) to the General Archive of the Nation, which included the state of organization of these archives, the recognition of their importance for the future of the country and the mechanisms that are being implemented in the entity to make it possible for victims and the community to consult them in general; to contribute to their dignification and the exercises of memory construction with a view to achieving an approach to the paradigm of truth about the internal armed conflict suffered in Colombia, with the purpose of finding paths of peace and reconciliation. In addition, some research proposals that are considered to be implemented to make this purpose possible are indicated. En el año 2023 el Archivo General de la Nación Jorge Palacios Preciado (AGN) recibió de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV) su archivo completo y totalmente organizado, clasificado, inventariado, digitalizado y anonimizado. La Comisión entregó, además, la plataforma Transmedia que gestionó para ilustrar a la sociedad tanto sobre sus actividades, como acerca de los resultados de sus investigaciones y, también, el Informe Final “Hay futuro si hay verdad” compuesto por diez volúmenes de estudio y, la declaración final, una “Convocatoria a la Paz Grande”. La entrega del Archivo que recibimos con sus testimonios, videos, expedientes e informes es una muestra infinita de confianza en nuestra institución y un aporte real a la construcción de memoria, paz y reconciliación en Colombia. Han existido 51 Comisiones de Verdad en el mundo. Recordemos aquí las de Argentina, Perú, Chile, Guatemala, El Salvador, Uruguay, Paraguay, Colombia, Ecuador, Honduras, Brasil, Canadá, República Democrática del Congo, Liberia, Sierra Leona, Nigeria, Kenia, Sudáfrica, Timor Oriental, Indonesia y la de la antigua Yugoslavia. En la mayoría de los casos, para salvaguardar la integridad de sus archivos, las Comisiones de Verdad los han entregado en custodia a otros países, los han declarado fondos documentales reservados a la consulta, han permitido la sustracción de documentos e, incluso, su destrucción. Ello ha impedido a las víctimas connacionales de los conflictos analizados el acceso en búsqueda de la verdad sobre lo ocurrido en esos países durante los momentos de transición política de gobiernos autoritarios hacia regímenes democráticos o en el paso a la paz de conflictos armados internos y guerras civiles. Estas decisiones se han tomado pese a que, en el 2014, la Corte Interamericana de Derechos Humanos señaló que 82 Ivonne Suárez Pinzón <?page no="83"?> el derecho a la verdad se vincula de manera directa con los derechos a las garantías judiciales y protección judicial, los cuales se encuentran establecidos en los artículos XVIII y XXIV de la Declaración Americana, así como en los artículos 8 y 25 de la Convención Americana. Asimismo, en determinados supuestos el derecho a la verdad guarda relación con el derecho de acceso a la información, contemplado en el artículo IV de la Declaración Americana y el artículo 13 de la Convención Americana. (I N T E R -A M E R I C A N C O M M I S S I O N O N H U M A N R I G H T S 2014) Este derecho es una obligación de los Estados, el cual no corresponde solamente a las víctimas y a sus familias, sino a la sociedad en general. La construcción de la verdad y de la memoria apelan a que la verdad es un derecho individual y colectivo de origen histórico que preserva en la memoria lo que sucedió y previene de cometer errores e incluso violaciones en el futuro. Sin embargo, las Comisiones de la Verdad han sido un campo de tensión y debate entre los que quieren saber la verdad y piden tanto justicia como reparación, los que no quieren remover las heridas del pasado y los que intentan establecer su propia versión de los hechos. La Comisión y su fondo documental, ahora en manos del Archivo General de la Nación, enfrenta aún grandes retos administrativos, económicos, políticos, de credibilidad, e, incluso, en algunas ocasiones, el escepticismo de las víctimas, sus familias y de la sociedad. Este último reto se presenta debido a que algunos buscan la aprobación de leyes de punto final, buscando el olvido y la impunidad o niegan la incorporación por parte del Estado de las recomendaciones que la Comisión señala, provocando en las víctimas el miedo a ser silenciadas por contar y exigir la verdad; lo que contribuye a nuevas fuentes de frustración y revictimización, así como a una postergación de la agenda de la democratización. Luego del arduo trabajo de construcción de memoria referido a aproximada‐ mente sesenta años de conflicto armado, tras un tiempo dedicado a escuchar y entender los motivos de la guerra, la Comisión de la Verdad entregó al país su Informe Final. No obstante, los colombianos no terminamos de aceptar la realidad presentada en este documento —porque a pesar de ser víctimas— nos llama a reconocer nuestro compromiso directo o indirecto con las terribles violaciones de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario acaecidas en ese periodo y que siguen marcando una historia de guerra e inmenso dolor. Un dolor que la mayoría de las personas del país buscamos superar, pero que muchas aún esperan prolongar. A lo largo de tres años de labor la Comisión escuchó y analizó los relatos valientes de muchas personas: 14 971 testimonios, 30 000 personas de diversas re‐ giones y 1236 informes entregados por grupos y organizaciones que se dedicaron a estudiar a profundidad la información que recogieron de las víctimas y los El Informe Final de la Comisión de la Verdad: un archivo vigente 83 <?page no="84"?> actores del conflicto. La Comisión hizo entrega al Archivo General de la Nación de la documentación recogida que siguió cinco preguntas fundamentales que orientaron el trabajo de identificación de los principales actores responsables del conflicto: Paramilitares, Estado, Fuerzas Armadas y Policía, guerrilleros, parapolíticos y civiles que apoyaron la guerra para beneficiarse de ella. Las preguntas fueron: ¿Qué pasó y por qué pasó? , ¿qué responsabilidades hubo en tales hechos? , ¿cuáles han sido los impactos de esta guerra y cómo las víctimas han podido enfrentar sus consecuencias, rehacer sus vidas, resistir y aportar a la búsqueda de la paz? , y ¿cuáles son las recomendaciones para tratar de superar definitivamente la guerra y construir una sociedad en paz? Buscando responder las preguntas, los comisionados y sus equipos de trabajo encontraron el interés por comprender el dolor, la resistencia, la solidaridad, la organización, el resurgimiento de tejidos y sociedades y la búsqueda de la paz; pero también atendieron al desinterés, la desidia y la indolencia de algunas personas e instituciones frente a los delitos de violación de los derechos humanos —en especial a la vida y la integridad personal— y a las infracciones al Derecho Internacional Humanitario. Cerca de 700 000 homicidios fundamentalmente de campesinos —el 80 % de los cuales eran civiles, en su mayoría hombres jóvenes—, alrededor de 700 000 viudas e hijos sin padres, 4237 masacres, 8208 ejecuciones extrajudiciales, 121 768 personas desaparecidas forzadamente, 50 000 personas secuestradas, 9 000 000 millones de personas desplazadas, 30 000 niñas y niños reclutados, 32 446 mujeres y personas LGTBIQ+ convertidas en botín de guerra y violentadas sexualmente, más de un millón de personas exiliadas, más de 40 000 personas discapacitas física y psicológicamente, cifras infinitas de personas estigmatizadas. Todo ello fruto de una guerra impuesta, manipulada por intereses económicos —en especial del uso y apropiación de la tierra—, intereses políticos de control del Estado —que abarcan sus recursos e instituciones, así como el dominio ideológico de su población—, e intereses militares de dominio sobre las poblaciones. Guerra degradada, deshumanizada, indigna y antidemocrática en la cual se alteraron los procesos electorales, se persiguió y asesinó a los opositores bajo la política militar del “enemigo interno” y se criminalizó la protesta social; guerra en la que se cuentan más de 17 modalidades de violaciones de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario, en la cual las principales víctimas fueron los civiles, en particular campesinos y pueblos étnicos indígenas, afrocolombianos, raizales y palenqueros, en donde —haciendo primar las armas sobre la política— se devastaron los territorios y se rompió la articulación entre la naturaleza y los seres humanos que la habitan. 84 Ivonne Suárez Pinzón <?page no="85"?> Como resultado de su trabajo, la Comisión ha entregado diez volúmenes de estudio y la declaración final “Convocatoria a la Paz Grande”. Ellos y ellas han organizado sus resultados para facilitar el acceso al análisis y han clasificado, organizado, inventariado, digitalizado y anonimizado su acervo documental que entregaron al país gracias a la mediación del Archivo General de la Nación. Este ejercicio de valentía y constancia de quienes participaron en esa construcción de verdad tiene gran valor, pero no logra en sí mismo producir el cambio social que requiere la paz total con la que sueñan las mayorías del país. Se trata de una tarea que está en manos de todos y todas, mucho más cuando una parte de los representantes en el Congreso voltearon la espalda a la Comisión y negaron su apoyo a la inclusión en el Plan de Desarrollo de las medidas necesarias para la implementación de las Recomendaciones entregadas al país, con la intención de que fueran asumidas como caminos requeridos de construcción de paz, contribuyeran a resolver sin violencia las contradicciones inevitables y, así, evitaran la persistencia de la guerra. De nuevo, pero de otra forma, se produce un abandono del Estado que favorece la impunidad ante la corrupción y facilita la mezcla de la legalidad y la ilegalidad que solo lleva a los territorios la militarización guerrerista y prohibicionista que, a su vez, impone una seguridad basada en intereses particulares nacionales, internacionales y del narcotráfico. Démonos el tiempo para recordar la auténtica dimensión de las Recomenda‐ ciones rechazadas por los congresistas, las cuales nos aportan elementos para comprender la vigencia del Informe Final y, por tanto, la labor que tiene ahora la sociedad civil para buscar su implementación y continuar el sendero de construcción de la verdad, la memoria y la paz. Resumidas en palabras del comisionado Saúl Franco, estas recomendaciones nos llaman a: • Aceptar la realidad y gravedad de lo sucedido y a asumir las respectivas responsabilidades por parte de los actores armados, el Estado, los civiles y otras instituciones. • Anteponer la vida, su dignidad y calidad a cualquier otro proyecto e interés con especial atención al reconocimiento de la dignidad de las víctimas y su reparación integral. • Reconocer que definitivamente la guerra no es el camino y, en consecuencia, sacar las armas de la política y convertir la paz en un propósito nacional. • Fortalecer la democracia dando vigencia a la Constitución de 1991, poniendo efectivamente en marcha el Acuerdo final de 2016, negociando con el ELN y sometiendo a los grupos criminales organizados. • Resolver de fondo el problema del narcotráfico mediante un cambio de enfoque y de estrategias para enfrentarlo, regulando su cultivo, comerciali‐ zación y consumo. El Informe Final de la Comisión de la Verdad: un archivo vigente 85 <?page no="86"?> • Transformar la doctrina y la estrategia de la seguridad hacia una concepción de seguridad humana, que elimine la práctica del enemigo interno, ponga las Fuerzas Armadas al servicio de la paz y la Policía al servicio de la convivencia y la ciudadanía. • Reconocer que en Colombia la paz es territorial o no es posible y, por tanto, garantizar la participación de las regiones, dignificar al campesinado y replantear las relaciones entre campo y ciudad. • Reconocer el grave daño causado a la naturaleza, repararla y restablecer las relaciones de las comunidades con ella. • Combatir con decisión la impunidad y la corrupción (F R AN C O 2023: 20-23). Esta es la ruta que abre para el país la Comisión. Ella, gracias a esta cesión del fondo documental conformado en su arduo trasegar, posibilita avanzar en la investigación y la justicia que merecen las víctimas. El ingreso al Archivo General de la Nación del archivo de la Comisión y de su Informe Final favorecerá que este resultado sea conocido, estudiado y problematizado por la sociedad y que se sigan generando procesos de memoria, que las víctimas ejerzan su derecho a la justicia y que se implementen los cambios necesarios para superar la guerra y continuar en la búsqueda del paradigma de la paz como propósito nacional. Esta es una acción real, concreta, vigente, que expresa la toma efectiva del sendero de la paz. Hoy es necesario que la construcción de memoria esté dirigida a terminar la inequidad, la exclusión y la discriminación a partir de la profundización de la investigación y el ejercicio de derechos que puede tornarse perdurable gracias al trabajo de la Comisión. En su discurso del día de la entrega del fondo documental de la Comisión al Archivo General de la Nación, el presidente Gustavo Petro señaló: ¿Por qué tanto desespero porque la verdad no aparezca, por qué procesos de veridic‐ ción sobre lo que ha acontecido en la historia contemporánea no aparezcan, ni en el mundo judicial, ni en el mundo académico, ni en el mundo político; ni mucho menos en el mundo económico? […] el poder tiene la capacidad de manipular la verdad, de construir una verdad que es la que finalmente termina imponiéndose en el tiempo. O la verdad, puede destruir el poder. Y de ahí el desespero. […] La lucha entre la verdad y el poder tiene que ver con la justicia, porque la otra cara de la verdad es la impunidad, […] Es que lo que se quiere ocultar, es que desde el Estado se ordenó el genocidio del pueblo colombiano. Que eso ya había ocurrido antes, por ejemplo, en los años cincuenta, que también hubo una comisión de la verdad integrada por religiosos, jesuitas creo que también, no me acuerdo bien; ahí estuvo Orlando Fals Borda ayudándonos en la construcción de la primera sociología colombiana, escudriñando por qué nos matábamos unos a otros; quedan dos libros; no sé si los 86 Ivonne Suárez Pinzón <?page no="87"?> archivos con que se hicieron esos libros están guardados; no sé, esa es una pregunta que me gustaría que me contestaran algún día; pero los libros están, los dos tomos, es un esfuerzo de verdad. Y si leemos los dos tomos, yo lo hice de adolescente, pues nos sentimos como si estuviéramos en la Colombia de hoy, como si no hubiera pasado nada. Los mismos hechos, las mismas barbaries, las mismas masacres, indudablemente han cambiado cosas como los motivos, los porqués, pero allí encontramos un hecho que es fundamental en el desarrollo de esa violencia, que es que desde el Estado se ordenaba el asesinato, igual que hoy. Y eso es lo que se ha querido ocultar, que nos han gobernado criminales. […] Ahora, qué hacer, porque la Comisión de la Verdad ha terminado su informe, seguro que incompleto, seguro que hay más y más historia. Puede suceder lo mismo que con los famosos libros de la violencia en Colombia del cura Guzmán y de Fals Borda, que algún adolescente por allá dentro de 50 años lo lea, sin que pase nada en la realidad del poder en Colombia. ¿o será que esta vez, como pasaba en el libro del filósofo, la verdad puede destruir el poder? ¿será posible, que la verdad pueda ayudarnos a construir ese mundo de la reconciliación, el perdón y la democracia de que hablamos? […] Esperar que pase la Comisión, que esos libros queden en el archivo, efectivamente archivados, que la verdad quede encarcelada, que la verdad quede olvidada como si no hubiera pasado nada, que no se transforme en acción política que transforma el poder; para eso están a la espera, eso se llama la burla; lo que sigue después es lo mismo que siguió después de la violencia de los años cincuenta, otra violencia peor, podemos seguir así. (P E T R O 2023) Estas palabras del presidente nos obligan a tener presente la necesidad de obrar de manera tal que el legado de la Comisión pueda ser, pero también estar y funcionar con una absoluta vigencia. Una vigencia nacida de los caminos que construyamos, por un lado, para reconocer los hechos de violación de los derechos humanos y del Derecho Internacional Humanitario y, por otro, para establecer los senderos de acercamiento a la lectura, investigación y análisis en miras a continuar construyendo una memoria que nos lleve, a través de la búsqueda, al cada vez mayor acercamiento del paradigma de la verdad sobre el horror que hemos vivido. Así pues, la vigencia de este archivo depende de nuestra conciencia y de las tareas que emprendamos entre todas y todos. Por parte del Archivo General de la Nación y con el apoyo de la misma Comisión, se han emprendido algunas tareas para facilitar el sendero que se requiere. En primer lugar, estamos creando los procedimientos e instrumentos necesarios para asegurar que, a lo largo del tiempo y de manera íntegra, se tenga un acceso abierto del archivo, del Informe y del material Transmedia. Para ello nos preocupamos por garantizar el acceso de la documentación en la sala de consulta y en la web, garantizando los derechos normativos vigentes en Colombia, así como el respeto y aplicación del “Protocolo de gestión documental El Informe Final de la Comisión de la Verdad: un archivo vigente 87 <?page no="88"?> de los archivos referidos a las graves y manifiestas violaciones a los derechos humanos e infracciones al Derecho Internacional Humanitario ocurridas con ocasión del conflicto armado interno”. Esperamos así garantizar el acceso a la información para los procesos judiciales nacionales o internacionales en curso, los derechos de las víctimas y la investigación de la memoria. En segundo lugar, estamos trabajando para buscar procesos que puedan in‐ crementar el uso y apropiación del legado de la Comisión (Archivo, Informe Final y Transmedia) por parte de la sociedad colombiana, mediante nuevas estrategias de divulgación y capacitación. Para ello estamos organizando con el apoyo de Verdad Abierta, de Argentina, cursos de acercamiento de la documentación a los territorios. De igual forma, se realizó junto a la Comisión la apertura del diplomado “Apropiar, gestionar y preservar el Fondo Documental de la Comisión de la Verdad” para reconocer el valor histórico, académico, archivístico y social del Informe Hay futuro si hay verdad. Además, respondemos PQRS presentados por las víctimas y damos orientación a los investigadores que desde ya nos consultan, exponiendo la importancia de iniciar pesquisas de la mano de la formación que aporta la consulta del transmedia, cuya plataforma será vinculada con la página de nuestra institución. En tercer lugar, destacamos como iniciativa del AGN la declaratoria del Fondo de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición como Bien de Interés Cultural de Carácter Documental Archivístico - BIC-CDA, la cual busca garantizar que el fondo documental se mantenga íntegro. Cualquier acción o intervención se debe hacer con previa autorización nuestra. También, hablamos de Conservación Preventiva: estrategias y medidas de orden técnico y administrativo dirigidas a evitar o minimizar el deterioro y las intervenciones directas; de la misma forma, se implementa la Conservación, Restauración y Preservación gracias a la estabilización de los materiales y contenidos. Los bienes de interés cultural son inembargables, imprescriptibles, inalienables y de prohibida exportación. Además, están sometidos a un Régimen Especial de Protección que implica un Plan Especial de Manejo y Protección que establece las acciones necesarias para garantizar su custodia y sostenibilidad en el tiempo. Sin embargo, creemos que estas acciones enunciadas deben recibir el apoyo del gobierno, de las universidades y de los investigadores para que todos ampliemos juntos los procesos de construcción de memoria, verdad, paz y re‐ conciliación. En los últimos tiempos, luego del gran y positivo boom que tuvieron los estudios sobre la memoria, hemos empezado a dejar de lado su investigación. Urge que recuperemos ese interés y esos trabajos de memoria promovidos desde los territorios, que continúen las convocatorias institucionales para impulsar su 88 Ivonne Suárez Pinzón <?page no="89"?> ejecución y que las universidades creen sus propios archivos de memoria en donde obligatoriamente se recojan todos los fondos documentales creados por sus investigadores en el curso de los proyectos de investigación financiados por ellas y por las instituciones estatales. Una cosa más, hemos igualmente dejado de lado el reconocimiento de los seres humanos como los principales documentos de la historia. Si recuperamos esta idea, avanzaremos, por ejemplo, en ejercicios de memoria a partir de los relatos aportados por todo tipo de sobrevivientes y, entre ellos, de manera fundamental, los miembros de la Comisión que tanto tienen para enseñarnos sobre las metodologías empleadas en el curso de su investigación, sobre los retos enfrentados, sobre la manera en que ven el futuro de cambio, sobre los secretos que no pudieron contar, sobre los debates abocados etc. Los investigadores, al reconocerlos a ellos y ellas como documentos vivos, saben bien que las preguntas que pueden plantearse a un documento son infinitas y que, por tanto, estos seres humanos llevan en sus recuerdos, en su memoria y en su corazón, una expresión viva de la vigencia de este archivo de la Comisión, que los incluye a ellos también. Para terminar, quiero llamar la atención sobre las posibilidades de construir desde la investigación del archivo de la Comisión un relato de nación que contradiga el relato dominante, homogenizado y excluyente impuesto por las élites inventoras de la misma en la primera mitad del siglo XIX, cuando lograron definir los rasgos fundamentales que podrían llegar a concebir la nación y la identidad de sus pobladores. A partir de entonces, estos intentos “desde arriba” tuvieron la intención de integrar y homogenizar a la población con los ideales civilizatorios, mediante las propuestas de igualdad jurídica, la construcción de la ciudadanía y el mantenimiento de las jerarquías sociales. Desde un primer momento se buscó interpretar el pasado a partir de claves patrióticas que realzaran el pasado americano a la par que la colonización española, así como destacar la fuerte identidad cultural en una “nación de ciudadanos” que crearía el efecto de unidad emanado del acceso a los derechos políticos y sociales, así como a la igualdad jurídica, sin perder de vista tampoco el fundamento y origen del poder político. Ellos buscaron construir legitimidad gracias a la instrumentalización y difusión de pautas culturales y lingüísticas, mitos de origen y un conjunto de símbolos tendientes a la consolidación de una identidad colectiva. Para ellos, la nación es entendida como resultado de la condición de la soberanía del Estado ejercida sobre los hombres, donde se transita de estamentos jerarquizados a la formación de “un cuerpo de ciudadanos libres e iguales”, deslegitimando la heterogeneidad de la población y los procesos de movilización social. El Informe Final de la Comisión de la Verdad: un archivo vigente 89 <?page no="90"?> Pero el análisis de la formación de la nación necesita también la perspectiva “desde abajo”, es decir la percepción de la nación por parte de las masas populares, esa que podemos construir desde la investigación de los fondos documentales de la Comisión, desde sus enfoques étnicos, de género, psicosocial, con estrategias culturales, con la inclusión de niñas y niños, jóvenes, adultos mayores, personas con discapacidad y habitantes del territorio. De hecho, la visión de la Comisión nos invita a tal investigación cuando enuncia que En los territorios, las comunidades, organizaciones públicas y privadas y grupos representativos de personas, disponen de las herramientas y capacidades para celebrar de manera autónoma y en un ambiente democrático pactos y acuerdos institucionales, sociales y políticos de convivencia y compromisos para que nunca más se repita lo ocurrido en el marco del conflicto armado interno. (CEV 2019) Esas capacidades darán paso a que construyamos —desde los sectores subal‐ ternos y los sectores políticos de la oposición— proyectos alternativos de nación. Entendida esta última como un relato propuesto desde lo multicultural, incluyente que, a su vez, cuestiona el concepto hegemónico de la nación y, especialmente, el lugar y los roles que en ella juegan los sectores subalternos; articulando así otra nación, otro discurso de nación con elementos como, por ejemplo, el indigenismo, la tradición campesina, lo afro, lo rhom, el género, el desarrollo criollo. Entonces, se deja de lado lo autoritario y tradicional que privilegia las prerrogativas de las élites tradicionales para incorporar lo pluralista e innovador, que quiere revolcar el (des)orden elitista heredado del pasado y reemplazarlo por un orden popular. Este sería un cambio de perspectiva que supone, por lo menos, una práctica metodológica que cuestiona “jerarquías de relevancia ya preestablecidas”, que demanda la identificación del “lugar de los grupos subordinados en el proceso histórico” y que implica el ejercicio de “descentramiento” de nuestra idea del concepto de la política, del Estado y de la nación, tal como nos lo ha mostrado la Comisión en sus investigaciones vigentes. Así será posible que la verdad pueda ayudarnos a construir ese mundo de la reconciliación, el perdón y la democracia del que hablamos. Bibliografía C O M I S IÓN P A R A E L E S C L A R E C I M I E N T O D E L A V E R D A D , L A C O N V I V E N C I A Y L A N O R E P E T I C IÓN -CEV. Plan de Acción 2019, p.-4. Consultado en: plan-accion-2019.pdf (comisiondela‐ verdad.co). F R A N C O , Saúl (2023), Un resumen ejecutivo del Informe Final de la Comisión de la Verdad. Cátedra Alfredo Molano Bravo. Bogotá: Ochoa impresores, 20-23. 90 Ivonne Suárez Pinzón <?page no="91"?> I N T E R -A M E R I C A N C O M M I S S I O N O N H U M A N R I G H T S (2014), Derecho a la verdad en las Américas/ Comisión Interamericana de Derechos Humanos. OEA/ Ser.L/ V/ II.152 Doc. 2 13 agosto 2014, www.cidh.org, p.-6. Tomado de: Derecho-Verdad-es.pdf (oas.org). P E T R O , Gustavo (2023), Palabras del presidente Petro durante el acto de entrega de los archivos de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición (CEV), al Archivo General de la Nación Jorge Palacios Preciado de Colombia. Centro de Memoria Paz y Reconciliación, Bogotá, 26 de mayo de 2023. El Informe Final de la Comisión de la Verdad: un archivo vigente 91 <?page no="93"?> II. Los procesos recíprocos entre memoria comunicativa y memoria cultural <?page no="95"?> 1 El presente texto corresponde a la disertación del profesor y dramaturgo Carlos Satizábal en su intervención en el coloquio, transcrita para esta publicación.- La elaboración poética del dolor 1 Carlos Satizábal El asunto que quiero reflexionar con ustedes es el tema de la necesidad de la elaboración poética del dolor, del dolor silenciado, del dolor oculto, del dolor negado; y por los dones creativos de la poesía y el arte transmutar ese dolor en fuerza para perseverar en la existencia, como dice Spinoza, que es el asunto profundo de la ética: el ser persevera en existir. Para esto se requiere de una potencia, de una energía. Aunque esa energía necesaria para perseverar en la existencia, a veces, se consume en el dolor: cuando el dolor se transforma en el deseo de no vivir, o en el deseo de no conocer, de no saber, o el deseo de no ver, de no desear, de morir. Pero si esa energía del dolor, de las memorias silenciadas que nos abruman la existencia, la transmutamos en memoria compartida a través de la poesía, entonces nos reafirmamos en el deseo de vivir, de perseverar en existir. Nos reconocemos, así, como parte de una comunidad que recibe nuestro relato, lo comparte y lo hace suyo porque se hace preguntas y se emociona con él gracias a los dones de la poesía: así nos reafirmamos en la existencia en nuestra otredad, en la comunidad que reconoce nuestra tragedia como una épica suya, compartida, común. La poesía, en todos los lenguajes, tiene el don de permitirnos transformar la tragedia en memoria común y en hacernos preguntas sobre las causas de la tragedia. Cuando digo poesía no me refiero a los poemas hechos con palabras, sino al don que hace que una obra de arte sea obra de arte: sea un edificio, o una escultura, o una pintura, o una película, o una danza, o una obra de teatro, o un poema. La poesía se manifiesta en todos los lenguajes, y cuando se manifiesta nos hace revelaciones emotivas, levanta los velos que cubren lo olvidado o lo mentido, el dolor callado, y las imágenes poéticas de esas memorias nos interpelan, nos hacen preguntas: ¿y esto por qué pasó, ¿por qué lleva tantos años sucediendo? <?page no="96"?> ¿antes y ahora, quiénes dieron la orden? ¿Por qué? ¿Cuánto tendremos que esperar, buscar, caminar, insistir para encontrar a nuestros seres queridos que fueron desaparecidos? ¿Cómo conseguimos que cese ya y que no se repita más? Todo relato en el lenguaje que sea, si se deja contagiar por los dones de la poesía, será un relato que nos llene de emoción y de preguntas. La poesía tiene el don de emocionar e iluminar, y, como dice Sócrates en el Diálogo Ion o de la Poesía: así como la piedra imán contagia los eslabones de una cadena, la poesía tiene el don de contagiar su iluminación y su sensibilidad pensativa a quienes son tocados por ella al ser compartida la obra poética. Todos los pueblos han sentido que la poesía es el lenguaje que consigue transformar el dolor, la tragedia, el horror y sus emociones en canto que da sentido a la vida y nos afirma en la existencia, en una existencia común, compartida en comunidad; incluso también los momentos y emociones que son la felicidad de la vida: el amor, los triunfos, las hazañas, la fiesta, los nacimientos, son emociones que al celebrarlas con los dones de la poesía se hacen felicidad compartida, común. La poesía guarda con belleza y amor también esos momentos de felicidad para que sean parte de la memoria común, relato que permite reconciliarnos con el sentido siempre misterioso colectivo y mortal de la vida. Este problema filosófico y metafísico es el corazón del asunto de por qué el silencio y el olvido; algo que también se discutía en varias intervenciones de nuestro coloquio, la pregunta que hacía un compañero al inicio: ¿por qué aquí no hay, frente a los crímenes de Estado, un reconocimiento? ¿Cómo se ha construido el silencio, el olvido? Luego de la escena que recrea en Cien años de soledad el tenaz episodio de la matanza de las Bananeras en Ciénaga, García Márquez sugiere que una causa de la peste del olvido que sufre la nación es la negación: José Arcadio Segundo no habló mientras no terminó de tomar el café. —Debían ser como tres mil— murmuró. —¿Qué? —Los muertos —aclaró él—. Debían ser todos los que estaban en la estación. La mujer lo midió con una mirada de lástima. “Aquí no ha habido muertos”, dijo, “desde los tiempos de su tío, el coronel, no ha pasado nada en Macondo” (G A R C Í A M Á R Q U E Z 1967, 2007: 349-350). Es decir, el olvido es un silencio provocado, una narrativa o un relato que se impone a la comunidad sobre la memoria vivida de sus hechos, de la realidad, para borrar esa memoria; la ignorancia, el no ver, el olvido: son provocados. Platón hace decir a su maestro Sócrates algo muy inquietante en El sofista o del ser (229c): la ignorancia hace “creer que sabe algo a quien no lo sabe”. Como 96 Carlos Satizábal <?page no="97"?> reflexiona el maestro Estanislao Zuleta al comentar este pensamiento socrático, la ignorancia, el no saber, no es un estado de vacío, de borradura, un hueco, un faltante. Es, al contrario, un estado de llenura: de falsas opiniones, de simulacros, que son tomados por la verdad por quien padece el delirio de la falsa opinión sembrada. O sea, que es una construcción de opiniones o de imágenes sobre las realidades, que cubren la realidad, un velo que cubre la realidad. El que ignora es el que cree saber lo que no sabe. Por ejemplo, cree saber que no ha pasado nada: “Aquí no ha habido muertos”. El filósofo Martín Heidegger dice que hay que levantar ese velo que cubre la realidad, ese otro relato del silencio, del olvido, el olvido del ser, para poder ver lo que nos impide ver lo que somos. Sócrates en El Sofista o del ser, nos recuerda que ese velo es un relato, es la opinión que niega, que ignora, para que sobre su negación o su ignorancia se levanten los engaños del poder: es el relato del sofista. Hay un velo que cubre la realidad y ese velo está construido por el discurso del poder. Y ese es un problema fundamental. Por eso hablábamos ayer de una guerra cultural. En Colombia no hay despojo porque hay desplazamiento, abandono de la tierra y del territorio, huir para cuidar de la vida, sino que hay desplazamientos, amenazas, matanzas y horror para despojar la tierra. Pero la visión del conflicto de las élites colombianas y de quienes se han favorecido económicamente con la economía del despojo oculta esta realidad de la guerra interna, que es una guerra de despojo, una guerra para despojar y acumular tierras y poder económico; es un ocultamiento que los despojadores comparten con quienes se han enriquecido con el poder político, con el control del Estado, y por ello no permiten cambio político alguno. El ex presidente Alfonso López Michelsen decía que en Colombia detrás de toda gran riqueza personal está la contratación pública. El establecimiento, que tiene la hegemonía y el poder, tiene una visión sobre el conflicto, que, como ayer lo señalaba Patricia Ariza en su intervención, básicamente consiste en algo que han hecho también en otros países que han padecido la política de terror del enemigo interno: decir que la víctima es la culpable. ¿Esa visión cómo se construye como visión compartida, hegemónica? La Co‐ misión de la verdad llegó a la conclusión de que es un entramado que se construye utilizando discursos políticos o discursos de poder, y discursos periodísticos. Y no sólo un entramado de discursos diversos, también de acciones, de discursos y acciones jurídicas, por ejemplo, de montajes judiciales. Un elemento esencial de ese tejido, de ese entramado, elemento necesario para que se convierta en hegemónico, en pensamiento común, en cultura, es justo que no se arraigue sólo en discursos, en ideas y relatos de los hechos y culpabilizaciones, sino también La elaboración poética del dolor 97 <?page no="98"?> en emociones profundas, en mitos y memorias inconscientes: en los arquetipos míticos fundacionales de la cultura patriarcal. En nuestro país se han usado esos crímenes míticos para construir la hegemonía cultural del discurso del enemigo interno, que veamos a ese enemigo interno como el responsable de la guerra: un perverso, un malo, un asesino irredento, incurable, que sólo merece la muerte o la cárcel o el encierro, como los condenados al infierno católico; que sólo merece que la sociedad —y cada ciudadano— deba vengarse de él. Un enemigo que no es sólo el guerrillero que secuestró y mató al padre, el que cometió los crímenes familiares míticos, el que quebrantó las prohibiciones fundamentales. No. Ese guerrillero mitificado por la narrativa del enemigo interno no actúa solo, actúa en una red de la que hacen parte: el estudiante, la juventud sin trabajo ni posibilidad de acceder a la universidad, el sindicalista, la feminista, quien reclama su derecho a la diversidad sexual, el desplazado, el campesino despojado de sus tierras y que reclama por ellas, el indígena, el afro, las comunidades que reclaman por sus derechos y por sus necesidades, las mujeres. El arte siempre ha trabajado sobre estos arquetipos míticos fundacionales de la cultura patriarcal. Arquetipos con los que, por ejemplo, trabaja Shakespeare en Hamlet. Hamlet entreteje en su trama el quebrantamiento de cuatro de las prohibi‐ ciones esenciales sobre las que se hila el lazo societario y las leyes de la cultura, y que son cuatro de los grandes arquetipos de la cultura patriarcal: los crímenes familiares: matar al padre, matar al hermano, matar al esposo, y el quebrantamiento de la prohibición del incesto: la esposa y el hermano del esposo se hacen amantes, un incesto que equivale a quebrantar la prohibición del incesto entre hermanos. Hamlet pone en escena sus preguntas por el poder, alrededor de crímenes familiares que son prohibición fundamental porque sobre su prohibición se teje el lazo societario. Cuando esas prohibiciones se rompen, aparece la fractura del tejido social. Pero, también, en la fractura del orden de las prohibiciones fundamentales, que son fundamento de la cultura, aparecen las preguntas del pensamiento artístico y sensible, de la filosofía y la poesía. Por ello Hamlet hace teatro, poesía escénica con el relato del fantasma de su padre. El padre de Hamlet acaba de morir y se ha convertido en un fantasma que se le aparece a Hamlet y le cuenta que mientras dormía en el jardín del palacio de Elsinor, su hermano Claudio, su esposa Gertrudis, madre de Hamlet, le vertieron veneno en el oído. Tienes que vengarme, le exige, el fantasma de su padre. Hamlet debe actuar de inmediato contra el supuesto culpable, contra el acusado de criminal, contra quienes le dijo el fantasma de su padre que fueron sus asesinos. Pero no es precisamente eso lo que hace Hamlet. Hamlet, que es un poeta y un 98 Carlos Satizábal <?page no="99"?> filósofo, se pregunta si hay algo podrido en Dinamarca, o si él está loco viendo esas visiones, viendo el supuesto fantasma de su propio padre aparecérsele y decirle que no se murió si no que su propia esposa y su propio hermano le asesinaron. Gertrudis y Claudio ahora están casados: con las sobras del funeral de mi padre hicieron el pastel de la boda, se dice en un momento Hamlet. Hamlet, para resolver este dilema de si está loco o hay en verdad algo podrido en Dinamarca, aprovecha que llegan unos cómicos ambulantes a Elsinor, y hace una obra de teatro: lo que el fantasma le contó lo vuelve acción teatral. Si su tío y su madre, ahora esposos y reyes de Dinamarca, fueron los asesinos, como le dijo el fantasma, se delatarán. Shakespeare nos presenta el tremendo triángulo amoroso de la disputa entre dos hermanos —uno, al que matan y se hace fantasma para pedir venganza, es el rey; el otro, el hermano asesino y rival, no—. La esposa mata al esposo, como Clitemnestra, pero su motivo es el amor por el hermano del esposo, la pasión incestuosa. Y el hijo es conminado por el fantasma del padre asesinado a vengar su muerte: fue asesinado por su esposa y su hermano. La acción poética de Hamlet, su decisión de investigar y de preguntarse por qué sucede esto, en lugar de ejecutar la venganza que le exige el fantasma del padre, impide que esta trama se resuelva como un simple melodrama. Hace que esta obra se convierta en una investigación sensible, poética, sobre los conflictos por el poder, y sobre las imágenes míticas y arquetípicas en que se fundan esas disputas. Hamlet invita a la corte a la representación de su obra, la obra del relato del fantasma de su padre. Claudio y Gertrudis se perturban, se sienten descubiertos, y entonces Hamlet comprende que el fantasma le dijo la verdad, que sí hay algo podrido en Dinamarca. Pero ni aun así procede a la venganza. Él no es un asesino. Él se hace preguntas, como un poeta y un filósofo. Hace, como Edipo, una investigación. Una investigación sobre el poder. En este mito de la muerte del padre de Hamlet, se entrelazan varios crímenes míticos familiares: el mito de matar al esposo y al hermano; el mito de pedirle el fantasma del padre muerto al hijo vengar su muerte: que mate como Orestes a la madre en venganza de que ella mató al padre, y mate al tío que es ahora el sustituto del padre, un tío que incluso ya intentó matar a Hamlet hijo e intentará de nuevo, hasta el final trágico de la obra: matar a ese sobrino que ahora es su hijo. Pero Hamlet ni aun sabiendo que también a él su tío ha intentado matarle busca la venganza. Al final los accidentes producen la tragedia: todos mueren. La obra termina con la llegada de los noruegos con el príncipe Fortinbras, hijo del rey noruego, y par del príncipe Hamlet, los noruegos son los hermanos con quienes están en guerra los daneses. Fortinbras ordena honores a Hamlet y los La elaboración poética del dolor 99 <?page no="100"?> funerales. Sobre la tragedia se levanta la paz entre los hermanos que se han dado antes mutua muerte. El conflicto colombiano ha sido narrado por los narcoparaseriados y las narcoparatelenovelas usando los crímenes míticos familiares que han servido de núcleos dramáticos a las dramaturgias clásicas para interpelar, como Hamlet, el tejido social y el orden patriarcal del poder y la cultura. Los narcoparaseriados y las narcopartelenovelas son relatos que tienen hoy gran impacto de audiencia en las plataformas audiovisuales y de televisión por internet porque se inspiran en las noticias sobre los criminales y líderes empresariales del negocio del narcotráfico y sus relaciones con el paramilitarismo del cual ellos mismos son financistas, como sucedió con los relatos de la mafia en la época de la prohibición del alcohol en norteamérica. El relato poético del crimen y de las vidas de los criminales tiene siempre el don de hacernos preguntas sobre el orden humano. Uno de esos narcoparaseriados —Distrito salvaje (2018)— toma como mito nuclear la historia de dos niños que son secuestrados por la guerrilla y desde niños son transformados en rivales y en avesados asesinos. La telenovela La niña, es el relato de una niña que es secuestrada para convertirla en una asesina y esclava sexual. En la serie Los tres Caínes (2013), tres hermanos a los que les secuestran y asesinan el padre juran vengar la muerte de ese padre asesinado y para hacerlo fundan el paramilitarismo, pero también se matan entre ellos como Caín a su hermano. Es una telenovela inspirada en el relato de su vida publicado por Carlos Castaño, uno de los hermanos Castaño, quienes son presentados ante la sociedad por la narrativa mediática, periodística, judicial y política como los “fundadores” del paramilitarismo, que lo fundan para vengar la muerte de su papá por la guerrilla que se lo llevó secuestrado; ocultan con esa anécdota, que es verdadera, la compleja trama de intereses políticos, militares, económicos y culturales que está a la base de la política paramilitar. Los relatos, mitos y arquetipos que están a la base de la cultura patriarcal y de las dramaturgias artísticas clásicas son las tramas míticas que utilizan numerosos seriados y telenovelas y dramaturgias audiovisuales, e incluso algunas teatrales, para narrar el conflicto colombiano como si fuera un reality de ficción, pero ficción verdadera: la verdad del conflicto colombiano contada desde las tramas de los crímenes contra la familia, los crímenes familiares que están en la base de la dramaturgia de la cultura patriarcal, los mitos fundacionales de la cultura, los dramas míticos universales, los arquetipos míticos de la cultura patriarcal. Que no solamente son mitos fundacionales de la cultura en Occidente, usted analiza los mitos de las culturas de África y también sucede lo mismo; y estudia los mitos de los pueblos de la América originaria, de Abya Yala, y es igual: matar al padre y a la madre y al hermano y al hijo o a la hija y el 100 Carlos Satizábal <?page no="101"?> quebrantamiento de la prohibición del incesto, son los crímenes familiares que narran los mitos ancestrales. Esos mitos son arquetípicos precisamente por esa universalidad. A eso obedece esa palabra arquetipo. No importa en qué cultura estén: son universales. Y los utilizan en las series de televisión para producir, como le pide el fantasma de Hamlet rey padre al príncipe Hamlet hijo: ¡venganza! Para que nos identifiquemos con la venganza. Para que nos identifiquemos con el imaginario mítico de vengar al padre asesinado o secuestrado o la niña o el niño secuestrado, y que son usados como trama de los relatos sobre las tragedias de la vida colectiva que suceden en medio del conflicto social, cultural, económico, histórico, militar, político, no para preguntarnos qué pasó, por qué pasó, como hace Hamlet hijo. No. Se utiliza el mito para convertir en verdad una visión y versión del origen del conflicto, y para que creamos saber que esa versión es la verdad. Es decir, es una trama que cubre, que oculta. Se cubre la pregunta por el origen histórico, por la memoria, por las causas del conflicto, con una narrativa que tiene una carga emocional profunda, inconsciente, que mueve los hilos inconscientes del tejido originario de la cultura patriarcal, para que nos identifiquemos con la narrativa del odio y de la venganza. Una narrativa que produce el olvido de la necesidad de conocer las causas y saber la verdad para que cese la guerra y empiece una era de paz; la narrativa que produce la peste del olvido sobre la que se arraiga el odio y los deseos de venganza y la guerra perpetua. En el paro nacional del 2021 esa narrativa del odio y la venganza sembrados se rompió en Colombia. Se rompió al menos en una parte de la sociedad, sobre todo en la juventud. En el paro nacional el estallido social y cultural —el alma emocional del paro nacional— rompió con la narrativa del odio y de la venganza, de la guerra perpetua. La movilización social rompió el velo de la narrativa que justificaba la guerra y brotó el deseo de la paz. Esto no habría sido posible sin el Acuerdo de paz con las antiguas guerrillas de las FARC. Ese acuerdo y la pobreza y el hambre que trajeron la pandemia, y la memoria acumulada en los paros estudiantiles y campesinos y las luchas indígenas fueron los detonantes de ese estallido social y cultural que rompió los velos del odio y la venganza y del deseo de la guerra perpetua cuyos hilos se trenzaron con ferocidad perversa y criminal durante los años de la república uribista: asesinaron inocentes para presentarlos a los medios de comunicación cada día como bajas en combate, para convencer a la ciudadanía que se estaba ganando la guerra perpetua. Las denuncias de las madres de Soacha, de La Candelaria y de Ocaña, madres de los jóvenes asesinados en esos crímenes de Estado conocidos durante la república uribista como los mal llamados falsos positivos, las organizaciones de familiares y víctimas del genocidio contra la Unión Patriótica como la Corporación Reiniciar, La elaboración poética del dolor 101 <?page no="102"?> las denuncias de las matanzas de la Operación Orión en Medellín y las denuncias sin tregua de tantas otras matanzas y crímenes sucedidos en las décadas de la política del enemigo interno y del terrorismo de Estado en Colombia, fueros otros hilos de la memoria de la resistencia latente, acumulada en el alma colectiva que alimentaron la fuerza cultural detonante del estallido social, y del cambio cultural que constituye ese estallido: la ruptura con la narrativa del república uribista paramilitar que exige exterminar al supuesto enemigo interno, supuesta causa de nuestras tragedias. Todos estos crímenes han tenido una diversa y persistente elaboración poética en todas las voces y lenguajes: en películas, obras de teatro, canciones, acciones performáticas, una memoria viva. El estallido social fue un gran estallido cultural no sólo por la cantidad inmensa de canciones, por las permanentes acciones performáticas en las calles, en las marchas, y los grafitis y carteles en los muros, también porque toda esa producción cultural fue un grito contra la guerra y el hambre, por el deseo de paz y educación que destejió la narrativa hegemónica, que durante 20 años tejió la república uribista, sobre el fracaso de las negociaciones de paz de Pastrana y las FARC en el Caguán. Veinte años de guerra cultural y genocida: desde el 2002 hasta el 2022, prácticamente los dos primeros decenios del nuevo milenio, 20 años del poder hegemónico de la guerra, expresado cultural, militar y políticamente por el uribismo y por la guerra paramilitar. Uribe mismo y Carlos Castaño, hicieron de sus relatos sobre cómo las guerrillas les mataron a sus padres, una narrativa que fue primero discurso político, luego relato periodístico y finalmente telenovela. No solamente un relato. Es un tejido de relatos en varias voces y lenguajes: que tiene su cierre emotivo y mítico de construcción como “verdad” sobre el conflicto en el relato telenovelesco. No solo han hecho Los Tres Caínes y La niña. La lista de seriados y otros formatos ficcionales que usan los crímenes familiares para leer desde esos mitos de la cultura patriarcal el conflicto, buscando que la gran ciudadanía espectadora se identifique con el odio y la venganza y el deseo y la necesidad de la guerra, es muy larga. Tenemos un relato persistente que alimenta la vida pública con diversos y permanentes relatos este imaginario de odio y venganza y perpetuación de la guerra contra el supuesto enemigo interno, un relato que desplaza y despoja de sus energías emotivas a la conciencia y al deseo de una era de paz y de cambios profundos en las relaciones entre las clases sociales, entre las comunidades con el Estado y con la naturaleza y lo sagrado. Este es un primer asunto. Ahora, bien ese imaginario tiene un contrafómeque, una respuesta, una contracultura que construye todo el tiempo el arte colom‐ biano, el arte actual y el de nuestra tradición, hemos citado Cien años de soledad al respecto de la construcción de la peste del olvido con la negación de los 102 Carlos Satizábal <?page no="103"?> crímenes de Estado como la matanza de las bananeras. Sobre ese hecho tan doloroso hay casi que en cada lenguaje del arte un conjunto de obras de primer nivel: la novela La casa grande, de Álvaro Cepeda Samudio; la obra teatral Soldados, la primera que hace el Teatro La Candelaria de dramaturgia nacional poniendo en escena el capítulo inicial de La casa grande: el diálogo entre dos soldados adolescentes llevados del interior del país a la Zona Bananera para reprimir la huelga de los trabajadores de la United Fruit Company y que navegan hacia la Zona en un planchón mientras discuten si están o no los soldados para ello; está la memorable serie de pinturas de Débora Arango sobre esa matanza; la obra de teatro La denuncia del maestro Enrique Buenaventura y el Teatro Experimental de Cali que pone en escena el discurso con el cual Jorge Eliécer Gaitán denuncia la matanza en el Congreso de la República; están las caricaturas de Rendón… El arte colombiano ha sido persistente en la construcción de la memoria poética de nuestros conflictos sociales, políticos y culturales, una memoria poética que responde y enfrenta la constante política cultural del olvido y de la negación, construida por el poder y también por los medios, por las corporaciones mediáticas. Sobre los dos más recientes genocidios, el de los mal llamados falsos positivos y el genocidio político contra el movimiento Unión Patriótica (crimen de Estado por el cual fue recientemente condenado el Estado colombiano como responsable por la Corte Interamericana), hemos creado con nuestro grupo Tramaluna Teatro, entre mujeres artistas y mujeres víctimas y sobrevivientes de esos crímenes, la acción teatral Antígonas Tribunal de Mujeres. Ayer presentamos aquí, en uno de estos paneles de este simposio, el fragmento sobre el genocidio de la Unión Patriótica de esta obra. Y en la noche hicimos toda la obra en el Teatro Libre, dentro de la juntanza de este simposio y el Festival de Mujeres en Escena por la Paz que organiza la Corporación Colombiana de Teatro. Antígonas Tribunal de Mujeres presenta cuatro crímenes de Estado: los dos genocidios mencionados —el de los falsos positivos y el de la Unión Patriótica—; la persecución por la seguridad del Estado a la organización defensora de derechos humanos Colectivo de abogados José Alvear Restrepo; y la persecución al movimiento estudiantil y los asesinatos y montajes judiciales contra sus líderes y lideresas. Esta obra nos presenta cómo funciona el terrorismo de Estado como sistema que usa diversos recursos. Presentaremos también para este coloquio las obras teatrales Guadalupe años sin cuenta, la cual es memoria poética de por qué y cómo surgió en Colombia el movimiento de las guerrillas liberales: un movimiento de resistencia y de autodefensa contra los paramilitares de entonces —los pájaros—, y el ejército y la policía chulavita, que antes y después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán y La elaboración poética del dolor 103 <?page no="104"?> como una política del gobierno conservador y de las élites del país, la oligarquía liberal-conservadora como les llamó Gaitán, desataron una persecución criminal contra el pueblo gaitanista. A Gaitán le matan para evitar que llegara a la presidencia de la República e hiciera las reformas liberales que el país popular y del pensamiento desde hace tanto tiempo venía reclamando y necesitaba con urgencia. El Establecimiento colombiano cerró esa posibilidad con una guerra contra el pueblo liberal. Las actuales guerrillas surgieron del movimiento de las guerrillas liberales que resistió a esa matanza organizada desde el Estado para impedir que Gaitán o un heredero suyo ganara la presidencia. Algunos investigadores estiman que el exterminio genocida en esa matanza produjo seiscientos mil muertos. Otra obra que presentaremos con Tramaluna Teatro para este coloquio, es Salida al Sol, Camino a la Paz, que la hemos creado a partir de los hallazgos de la Comisión de la Verdad, lo que llamó la Comisión el entramado de causas y de lenguajes, discursos y acciones que entretejen el sistema del enemigo interno, del terror y de la guerra contrainsurgente que se ha ejecutado como una política de Estado para impedir cualquier cambio en el orden político, económico, social y cultural de dominación en Colombia, política que bajo el pretexto o propósito de enfrentar al movimiento guerrillero se ha dirigido fundamentalmente a perseguir a los movimientos sociales. Presentaremos esta acción poética que tiene la virtud de ser un lenguaje de carácter polifónico, que no solamente trabaja con las palabras, con las imágenes, el canto, la música, el video, sino que trabaja con esos mismos arquetipos que ha utilizado la cultura hegemónica para construirnos un velo que nos cubra y que nos impida ver y comprender y mover nuestras emociones para actuar. Lo que es muy interesante del arte es que nos plantea con el uso de los arquetipos y el despliegue emocional de cierta locura como la que mueve a Antígona o como la que mueve a Hamlet, que su emocionalidad y su claridad reflexiva es también necesaria para la acción, para movernos a actuar y cambiar la realidad y construir colectivamente esa otra realidad deseada y necesaria. El relato hegemónico de culpabilizar a la víctima, de convertirla en enemigo interno, a través del uso de los arquetipos fundamentales de la sociedad pa‐ triarcal, este entramado, no sólo produce terror, produce desesperanza y algunas personas que tienen cierta claridad, ven que nada avanza. Entonces, también la desesperanza es un dique para la acción transformadora y la construcción de la paz. Nada se puede, nunca los vamos a derrotar a los criminales, nunca vamos a construir lo que anhelamos. Por ello, la movilización de las emociones es un asunto fundamental para la transformación. En su intervención Stefan Peters habló de los cambios sociales, de unas transformaciones que son necesarias. Pero me parece que es muy 104 Carlos Satizábal <?page no="105"?> importante tener presente lo clave que resulta comprender que aquí necesitamos unas transformaciones culturales, una reforma cultural profunda, una revolu‐ ción cultural —que en cierto modo la está haciendo el paramilitarismo, con los narco corridos, y el establecimiento mediático con las narcoparatelenovelas y los narcoparaseriados—, dándole a la infancia, a los más pequeñitos, como sueño y modelo de ser la vida veloz de estos héroes del crimen, para que se identifiquen con ellos, para que deseen ser como ellos. Es necesario tomar conciencia que la contra-respuesta que hacemos desde las artes es muy limitada, tiene unos límites muy acotados. Ello es así porque quienes controlan los poderes de difusión del lenguaje, los dueños de las grandes corporaciones de medios masivos parece que les interesa ser agentes de la peste del olvido, ser los empresarios del entramado de la guerra cultural contrainsurgente, cegar a la ciudadanía vendiéndole las noticias y las ficciones de la política del enemigo interno. Y pareciera que ellos mismos la padecen de esa obnubilación: creen en el imaginario cultural de esa política y lo reproducen. De la telenovela La niña, que realizó Caracol, su productora, una creadora muy interesante, dijo que el propósito de la telenovela era que la gente comprendiera que la insurgencia con la que se estaba construyendo la paz está integrada por gente muy inteligente, y que se les debe recibir en la sociedad. Pero resulta que la telenovela La niña la sacan al aire justo cuando se va a hacer el malhadado plebiscito en que se le preguntó a la ciudadanía si estaba de acuerdo con la paz. Y una mayoría de votantes, increíblemente, al parecer, votó contra la paz. Al menos ese fue el resultado: el no a la paz. Fue una estrategia de guerra cultural. Los políticos y medios de la derecha guerrerista y las iglesias cristianas reclaman en sus emisoras e iglesias que cómo van a negociar con demonios secuestradores de niños, asesinos de familias y comunidades enteras, criminales narcoterroristas, narcoguerrillas que matan al padre, a la madre, al hermano, que cómo van a quitarle la pensión a los ancianos para pagarle a esos asesinos para que dejen de disparar, que cómo puede ser que promuevan con ese acuerdo de paz la ideología de género y el pensamiento feminista para que las familias se acaben y los hijos y las hijas se vuelvan homosexuales. No, eso no puede ser. Lo que se debe hacer es que meter presos a esos guerrilleros asesinos, vengar las muertes que cometieron: el discurso del odio, de la venganza, el discurso del uribismo, las mentiras del Centro Democrático, todos esos discursos tienen en ese momento en el país abiertos todos los micrófonos y todas las cámaras y todos los púlpitos. Y al tiempo que los medios y las iglesias repetían esas cantilenas malintecionadas, para hacer votar rabiosa a la gente contra la paz, se emitía con un éxito nunca antes visto de audiencia la telenovela La niña. La niña pretendía conmovernos La elaboración poética del dolor 105 <?page no="106"?> a favor del acuerdo de paz al mostrarnos una niña que es secuestrada por la guerrilla y educada por la guerrilla como guerrillera y que resulta ser muy inteligente y muy capaz, y que toda esa gente guerrillera es como esa niña, que la insurgencia que está firmando la paz, es muy inteligente, que lo son desde niños. Pero, al contrario, La niña es recibida por el gran público como una prueba de que con esa gente no hay que llegar a ningún acuerdo. La telenovela bien intencionada se convierte en parte de ese tejido, porque su dramaturgia sigue siendo una dramaturgia contrainsurgente que usa los crímenes familiares, como las demás telenovelas y bio series sobre la insurgencia que reproducen el programa de la cultura de guerra de la guerra contrainsurgente. Y logran con ese entramado de relatos falsos, detener el triunfo del deseo de la paz en el plebiscito para respaldar los Acuerdos de paz. Es algo asombroso para el mundo, un país en guerra que dice no a la paz. Un país que vive el desastre humanitario más grande del hemisferio occidental, la guerra más larga y degradada con la guerrilla más vieja y más grande y fuerte del hemisferio, vota contra la paz. Perdimos el plebiscito. Tal vez el ex presidente Santos no comprendió que lo que estaba en juego era un conflicto cultural, que contra la construcción de la paz hay una guerra cultural. Pero ellos sí, el Establecimiento al que le interesa la guerra y para el cual la guerra es una gran fuente de poder y de recursos, sí lo comprenden y lo asumen así, como una guerra cultural, y se movilizaron por ella, movilizaron el entramado de relatos de odio y venganza contra la paz, en favor de la guerra. Y nos derrotaron. Entonces, por eso es necesario tener muy claro cómo se teje y opera esa guerra cultural. Colombia necesita un gran programa de artes, culturas y saberes para tejer el relato de la conflictiva, trágica y resistente vida nacional, el relato que arraigue en el alma colectiva el deseo de la paz. Esto el arte colombiano, como lo he planteado, lleva muchos años haciéndolo, desde La vorágine de José Eustasio Rivera y su relato del genocidio en los enclaves de las caucherías, y el orden patriarcal que domina los negocios de la destrucción de la selva, del genocidio y la codicia. Pero quizá podríamos pensar que incluso desde la poesía del siglo XIX, desde las Gotas amargas de José Asunción Silva, y luego desde poetas como Porfirio Barba Jacob, que cantó: contra la muerte, coros de alegría, el arte colombiano se ha hecho las preguntas por el fin de la guerra y la transformación cultural que haga de la paz vida cotidiana, cuidado de la vida, costumbre cotidiana, cultura. Pero el arte aún no logra dar el salto, porque para ello se requiere de un gran proyecto de cultura de paz que esté en el corazón de los acuerdos y las negociaciones políticas, económicas y militares y culturales para el fin de la guerra, para la construcción de la paz total, y de un cambio de horizonte en 106 Carlos Satizábal <?page no="107"?> las políticas culturales, educativas y de medios masivos. El arte sigue siendo una reserva para ello, se ha mantenido siempre en el margen de la resistencia y de la construcción de pensamiento sensible, de memoria poética, que aún no logra permear el grueso de la población pero que está ahí, creando, con persistencia, como una reserva sensitiva, a la espera del momento del cambio, que, al parecer ha llegado, o tiene ahora su oportunidad. Las élites han entendido siempre el poder transformador de las artes. Retiraron, por ello, las artes hace bastantes años de la enseñanza en los colegios públicos y las escuelas primarias. Ahora, con este gobierno del cambio, las artes regresan a la escuela, se acaba de hacer una ley para que las artes regresen a la vida de las aulas escolares. Y el estudio de la Historia también fue retirado. Hay un “memoricidio” muy potente, organizado. Como la peste del olvido. Es decir, hay un proyecto de país de quienes quieren la guerra, de quienes quieren la hegemonía del racismo, la hegemonía patriarcal, la hegemonía del capitalismo salvaje, la hegemonía de la economía del despojo. Hemos dicho: aquí no hay desplazamiento porque hay guerra. Hay guerra para que haya desplazamiento. Es al revés, la guerra es para despojar, es una estructura económica del despojo, de la desposesión violenta. ¿Cómo nos contamos eso? ¿Cómo se construye ese relato? Es una pregunta muy importante. El arte colombiano lo ha hecho, pero lo hemos hecho con las manos, es decir, con el corazón. En cuanto al título del panel, usamos la palabra subalternas, porque no hablamos más bien de alternas. Claro, con lo que acabo de decir, es claro que somos un discurso aún subalterno, pero también llamarnos subalternos en nuestro discurso es reconocernos como sometidos. Entonces, creo, hay que revelarnos en el lenguaje también. Subalternizadas, quizás sería más exacto. Más claro. Se hace visible así que hay un sujeto que construye la dominación. Nosotros hablamos del teatro alternativo. De un lenguaje alterno. No subalterno. Un lenguaje otro, como el lenguaje de la poesía, el arte es el lenguaje del otro, de la otredad. Pero bueno, muy bien: subalternizado va a ser el adjetivo. Como excluido, como despojado. Hay en ese tiempo verbal un sujeto que ejecuta la acción, no es un hecho en sí. La elaboración poética del dolor 107 <?page no="109"?> Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación: El canto de las moscas de Ana María Vallejo Roland Spiller Resumen Este artículo se inscribe en la crítica que desafía la noción tradicional del archivo como una fuente absolutamente fiable de verdad histórica, proponiéndolo en su lugar como un espacio frágil, dinámico, politizado y estético, es decir, re/ mediatizado. La transmisión de experiencias traumá‐ ticas, tanto en memorias individuales como colectivas hacia la memoria cultural siempre está mediada de manera específica. En contraste con los archivos documentales y los informes de las Comisiones de la Verdad, este estudio examina el cine de animación a través de la comparación entre El canto de las moscas, de la directora colombiana Ana María Vallejo, y un ejemplo destacado dentro del paradigma latinoamericano: La casa lobo de Cristóbal León y Joaquín Cociña. El análisis presentado invita a reflexionar sobre la multiplicación técnica de los modos miméticos en la era digital, sus implicaciones éticas y la simultánea subversión o deliberada renuncia a los modos directos de representación. Se indaga cómo formas de representación plurimediáticas aparentemente menos realistas resultan ser el modo más real, menos mimético que ético. Éstas re/ mediatizaciones posibilitan una inmersión intensa, casi un estado de trance, que invoca una ética universal contra la violencia. Abstract This article aligns with the critical discourse that challenges the traditional notion of the archive as an absolutely reliable source of historical truth, instead proposing it as a fragile, dynamic, politicized, and aesthetic space, in other words, re/ mediated. The transmission of traumatic experiences, both individual and collective, into cultural memory is always mediated in a specific way. In contrast to documentary archives and Truth Commission <?page no="110"?> 1 Son las líneas de pensamiento en la base del Proyecto de investigación Trans.Arch y también de B L A N C O , Fernando/ B O N G E R S , Wolfgang/ D E T O R O , Alfonso/ G A T Z E M E I E R , Claudia (2013). reports, this study examines animated film by comparing El canto de las moscas, directed by Colombian filmmaker Ana María Vallejo, with a prominent example within the Latin American paradigm: La casa lobo, directed by Cristóbal León y Joaquín Cociña. The analysis presented invites reflection on the technical multiplication of mimetic modes in the digital era, their ethical implications, and the simultaneous subversion or deliberate renunciation of direct representation. The inquiry explores how the seemingly less realistic forms of plurimedial representation prove to be the most real, less mimetic and more ethical. These re/ mediations enable an intense immersion, bordering on a trance-like state, which evokes a universal ethic against violence. Archivos e informes: significados, funciones El tema que nos reúne vincula los archivos con las transformaciones de la memoria en referencia al Informe de la Comisión de la Verdad - CEV, que constituye un caso ilustrativo de este enfoque temático. En el ámbito de América Latina los denominados “archivos de los derechos humanos” así como el Informe de la Comisión de Verdad colombiano cumplen algunas funciones fundamen‐ tales: de esclarecimiento (documentación archivística), de reconocimiento, de convivencia, no repetición (https: / / web.comisiondelaverdad.co/ nombrar-inno mbrable-conversaciones-arte-verdad). Estas funciones, que se atribuyen a la reparación de las fracturas en el tejido social causadas por experiencias de violencia y traumáticas, se realizan en una serie de transformaciones mediáticas, las cuales transmiten los hechos en una cadena de representaciones que pueden alcanzar un nivel alto y complejo de plurimedialidad. En este artículo continúo la línea crítica de la noción tradicional del archivo como una fuente confiable de la verdad histórica para pensarlo como un espacio frágil, dinámico, politizado y también estético, donde la memoria, el olvido y el poder se entrelazan de manera compleja. 1 No es por azar que algunas definiciones del archivo se basan en fórmulas patéticas, asociadas a metáforas del calor como la traducción inglesa Archive fever de Mal de archivo de Jacques Derrida (2017) o L'Archive brûle de Georges Didi-Huberman (2007/ 2016). Esta tendencia se debe al alto grado de afectividad que está asociado con los contextos y las historias alrededor de los documentos archivados. Estando de acuerdo con los riesgos de la instrumentalización política de los archivos, expuestos por 110 Roland Spiller <?page no="111"?> 2 Para el ámbito del cine véase el estudio seminal de Bruno López Petzoldt, Recordar para perdurar, (2023b) que abarca todos los aspectos relevantes de la elaboración y transformación de traumas en el cine latinoamericano. Derrida y Didi-Huberman, quisiera concentrarme en la transmisión mediática de los contenidos. Ambos pensadores destacan las conexiones intrínsecas del poder en los procesos de creación, conservación y destrucción de archivos. Para los dos, los archivos no solo preservan la memoria, sino resultan de omisiones y exclusiones que son las causas de una incompletitud principal, que a su vez revela las tensiones tanto dentro de la memoria colectiva como entre las memorias individuales y colectivas. La incompletitud y el carácter selectivo nos llevan a la relación de los archivos con la representación y la imagen. Este aspecto, también abordado por Didi-Huberman, se debe a las limitaciones de las imágenes y los documentos para representar la historia y especialmente los traumas de manera completa. Mientras que los documentos y las imágenes en los archivos sirven como medios para documentar el pasado, fallan al intentar capturarlo completamente. Esta idea ya fue desarrollada por Didi-Hubermann en L'Image survivante (2002), donde el autor sostiene que si bien las imágenes ‘sobreviven’ a los eventos representados, son insuficientes para capturar enteramente la realidad del pasado traumático. En lo siguiente, enfoco el proceso de remediación en el género de películas de animación, retomando el ejemplo de Ana María Vallejo, El canto de las moscas (S P IL L E R 2023). La mediatización como representación que se manifiesta en una forma determinada puede ser plurimedial, si se trata de obras teatrales, óperas, películas, video clips, juegos de video o archivos que combinan la escritura, lo visual y lo auditivo. 2 La película de Vallejo, un ejemplo muy particular de la mediatización de experiencias de violencia y traumáticas que forman parte de la memoria colectiva y cultural colombiana, implica la pregunta acerca de las formas y transformaciones representativas del trauma. Esta pregunta implica la línea argumentativa según la cual es posible representar los excesos de la violencia y las profundas heridas causadas por crímenes de lesa humanidad, como las masacres cometidas en Colombia en las últimas seis décadas en el marco del conflicto armado. Mi hipótesis es que dicha representación también es posible en formas mediáticamente complejas como en películas de animación experimentales. Para comprobar lo anterior, tomo en cuenta el hecho de que en los diferentes conceptos de la representación del trauma existe un cierto consenso sobre su condición problemática como evento y la dificultad de su expresión (L ÓP E Z P E TZ O L D T 2023a; 2023b). Los mismos sobrevivientes de tales experiencias dudan de sus recuerdos. Por eso, para plasmar la dificultad de su Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación 111 <?page no="112"?> 3 Véase al respecto los análisis de S P I L L E R (2015b) acerca de la relación entre los traumas colectivos y el sueño. expresión y representación, comparan sus experiencias con pesadillas 3 (S P IL L E R 2017; S A B AN 2020; S P IL L E R / M AHL K E / R E IN S TÄD L E R 2020: 5-13). Las teorías psicoa‐ nalíticas del trauma que reconocen su cualidad precaria y ambivalente, también reafirman su perduración a través del paso del tiempo y de las generaciones. Sus irreducibles ambivalencias y sus lógicas contradictorias se manifiestan en los distintos niveles de la difícil transmisión a la memoria individual o colectiva si se trata de traumas reprimidos. Su carácter irreal persevera en la aparente contradicción de que, por un lado, el trauma parece estar olvidado, y por otro lado, regresa y se repite constantemente en el presente. Bajo esta perspectiva, en los años ochenta y noventa, se evidenció la necesidad de que el trauma tiene que ser recordado y elaborado (P A G NI 2004) para poder pasar por un proceso de resignificación que abra las posibilidades de una cura. Aunque el debate sobre la representación del trauma implica la cuestión ética sobre la forma adecuada para representar al trauma, existen argumentos a su favor. Para Jacques Rancière (2010), lo decisivo no es tanto si se puede o no representar un evento traumático, sino qué es lo que se quiere representar y cuál es el medio más apto para esta tarea. La narración primaria, en la vida real, es un paso decisivo porque permite vivir con el trauma. De igual manera, las diferentes narraciones siguientes, secundarias y terciaras, las formas de representación artística, sin ser un proceso terapéutico directo, conectan las memorias indivi‐ duales con las memorias colectivas (S P IL L E R / M AHL K E / R E IN S TÄD L E R 2020: 5-13). Los relatos y las representaciones hacen posible que el trauma salga del ambiente privado y entre en la esfera pública, donde puede ser discutido y, por lo menos parcialmente, integrado en una historia compartida. En la amplia gama de las transmisiones a la memoria colectiva, los informes, como el de la Comisión de la Verdad en Colombia, pueden ser considerados como archivos situados en el polo estatal, oficial e histórico, porque contienen una recopilación detallada y estructurada de eventos, testimonios y análisis relacionados con el conflicto armado en Colombia. Compuesto por una variedad de documentos, incluye materiales en diversos formatos (escritos, audiovisuales, etc.), insertados en un contexto más amplio de documentación donde son organizados sistemáticamente. Su función principal consiste en proporcionar una narrativa del conflicto y sus impactos, con miras a la reconciliación, la justicia y la paz, más que simplemente almacenar información. Por lo tanto, el Informe colombiano en tanto archivo implica diversos procesos de transformación: 112 Roland Spiller <?page no="113"?> El primero es la restauración de la cohesión social tras los traumas sufridos, con la meta de restablecer o crear la confianza social en sus respectivos ámbitos: la jurisprudencia, la política, la sociedad civil y la cultura. La creación de espacios públicos para la convivencia pacífica es un requisito indispensable para poder vivir con el trauma de una violencia multifacética, generalizada y estructural de más de cincuenta años. El segundo proceso transformativo concierne a la productividad de las ambivalencias inherentes a los archivos. En el eje temporal, esta surge de una tensión paradoxal con un pasado ya extinto, teñido por innumerables muertes que proyecta sus sombras sobre el presente. Sin embargo, este presente contiene un doble vector, el dirigido hacia el pasado y el otro dirigido hacia el futuro: expectativas, esperanzas y horizontes que se van abriendo. Desde la teoría de la memoria, estos procesos de transformación en el eje temporal se desenvuelven entre la fuerza estática del almacenamiento de datos y la fuerza dinámica y vital de los testimonios, radicados en el campo de la memoria comunicativa (A S S MAN N 2012; E R L L / R I G N E Y 2012). En este contexto, los archivos subalternos y las producciones culturales desempeñan un papel esencial, dado el aporte de las voces disidentes, excluidas o suprimidas en el campo de la “batalla de la memoria comunicativa” (G R IN B E R G P LA 2015; M A C K E N B A C H 2014 y 2015; T A R A C E NA 2015). Por lo tanto, corresponden a la noción poscolonial del archivo de Achille Mbembe desarrollada en The Power of the Archive and Its Limits (2002), que subraya que los archivos pueden ser utilizados para legitimar ciertas versiones de la historia y silenciar otras, y que su control y acceso son a menudo un sitio de lucha política. Su definición del archivo se basa en la teoría poscolonial, porque concibe el archivo como un instrumento que no solo recopila documentos históricos, sino que también perpetúa las estructuras de poder y los discursos coloniales. Mbembe destaca que los archivos a menudo se han utilizado para legitimar y reforzar el dominio colonial. Los archivos como lugares de ejercicio del poder, donde el conocimiento no es neutral, reflejan las jerarquías y desigualdades que existen en la sociedad. Mbembe considera al mismo tiempo que el archivo es el fundamento de la memoria colectiva y la formación de identidades. No es solo un almacén de información, sino también un lugar de transformación. Esto subraya el carácter no estático, dinámico y cambiante de los archivos. Como espacios de negociaciones sobre el significado e interpretación de la historia constituyen la base de la relación entre la memoria comunicativa y la memoria cultural e histórica. El trabajo de la Comisión de Verdad fue un aporte importante en este terreno porque incluye las voces de las víctimas, sin convertirse en una victimología, que perpetua los traumas en vez de disolverlos, y por una diferenciación de Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación 113 <?page no="114"?> 4 La integración del colonialismo en la política de la memoria es actualmente objeto de un debate intenso en el gobierno alemán, los oponentes a esta integración opinan que ella relativiza la singularidad del holocausto. estas voces, una tarea sumamente importante, que se manifiesta como polifó‐ nica, al incluir mujeres, indígenas, niños, desplazados y exiliados. Todos ellos constituyen las bases de los archivos subalternos que más allá del valor interno para la sociedad colombiana, son ejemplos para la memoria multidireccional en el sentido de Michael Rothberg (Multidirectional Memory 2009), que sitúa la relación entre la Shoah y el trauma poscolonial en el centro de sus reflexiones. Rothberg aboga por entender la memoria del genocidio de los judíos europeos como un modelo que puede ayudar a comprender otros traumas colectivos. Por otra parte, según Rothberg, las formas de rememoración de los traumas colectivos marginados también pueden influir en las formas en que se recibe la Shoah 4 . Desde una perspectiva científica, la integración de los traumas causados por los sistemas coloniales puede abrir nuevos horizontes porque implica el cuestionamiento del eurocentrismo de los conceptos y definiciones (C R E P S 2013; V I S S E R 2018). En relación con los procesos de paz en Colombia, esta apertura de la perspectiva analítica permite reconocer que los diferentes archivos están integrados en un sistema más amplio colectivo y transnacional. Como archivos subalternos locales, regionales y nacionales en un proceso de paz, ellos se insertan en un contexto transnacional y global. El archivo en el arte y arte del archivo: el triángulo po/ ético-estético Los archivos son ejemplos para la dinámica que se basa en sistemas complejos e interrelacionados de memorias, seres humanos, organizaciones, en procesos permanentes de remediación y re-contextualización (B O L T E R / G R U S IN 1999; E R L L / R I G N E Y 2012). Al gestionar las relaciones entre recuerdo y olvido, entre figura‐ ción y desfiguración de memorias, éstas se basan más en la pluralidad, y menos en las versiones oficiales unificadas de la historia, que a menudo es la historia de los ganadores, sin descartar enteramente los discursos homogeneizantes y esencialistas. Ejemplos para este uso pluralista y abierto se encuentran sobre todo en las producciones culturales, en la literatura, el cine, la música. Uno de los méritos del trabajo de la Comisión consiste en incluir al arte en sus diferentes manifestaciones. En el espacio “Nombrar lo innombrable. Conversaciones sobre 114 Roland Spiller <?page no="115"?> 5 En algunas entrevistas participan también los propios comisionados como en el diálogo de un director de cine con la comisionada Lucía González, autora en esta publicación. h ttps: / / web.comisiondelaverdad.co/ nombrar-innombrable-conversaciones-arte-verdad. 6 Baumgarten introdujo el término “estética” en 1735 en su obra Meditationes philosop‐ hicae de nonnullis ad poema pertinentibus (Reflexiones filosóficas sobre algunas materias pertenecientes al poema), derivado del griego “aisthesis”, que significa “sensación” o “percepción”. Este enfoque preparó el terreno para el desarrollo del Romanticismo y su énfasis en la emoción, la imaginación y la experiencia sensorial. Hoy podemos incluir la percepción sensorial, dentro de un marco histórico, cultural y corporal para llegar a un entendimiento amplio e interseccional de la estética y establecer una relación multifacética entre el objeto artístico y la percepción humana. arte y verdad” se unen las voces de destacados artistas colombianos que cuentan su visión de la relación entre arte, archivos y memorias. 5 La literatura, el teatro y el cine construyen narrativas, que a raíz de su capacidad transformadora y liberadora pueden generar nuevos significados del trauma. El arte en general, sin transformar lo real directamente, posibilita imaginar otras realidades, diversas de la establecida, sean distópicas o utópicas. La interpenetración del arte y la vida convierte los acontecimientos históricos en secuencias de mezclas, estados y estilos mixtos y, en fin, en entramados. Esto da lugar a preguntas que obligan a cuestionar los límites y que permiten apreciar las formas híbridas e impuras. La ética, la poética y la estética como ramas de la filosofía occidental se superponen y conectan en diferentes niveles. La ética define principios y valores que determinan como debemos vivir y que regulan la convivencia. Esto incluye la reflexión sobre cuestiones de justicia, derechos, deberes y en términos generales del bien y del mal. La poética define desde Aristóteles las reglas, la descripción y los efectos de las obras del arte. La estética deriva etimológicamente de “aisthesis”, que desde Alexander Gottlieb Baumgarten incluye a la percepción sensorial. 6 Por lo tanto no se ocupa solamente del gusto y de la belleza en el arte y la naturaleza, sino toma en cuenta también las emociones que evocan. Si consideramos las relaciones entre ética, estética y poética, puede ocurrir que una obra de arte, especialmente si representa actos de violencia, sea estéticamente valiosa, es decir original, innovadora y sugerente, pero éticamente cuestionable. Tomando en cuenta esta ambivalencia, por otro lado, ética y estética pueden reforzarse mutuamente o incluso unirse (B E R NAL A C E V E D O 2020: 81-84) pudiéndose cuestionar si a través de una obra de arte se transmite o desafía valores morales, para provocar una reflexión en el espectador o lector. Lo poético, sin embargo, no se limita a la normatividad aristotélica, sino se puede conectar con la historia y engendrar una dimensión ética. Lo poético Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación 115 <?page no="116"?> pensado desde los archivos nos lleva a la po/ ética, a los creadores, artistas, migrantes y voces subalternas que transforman los archivos existentes o van construyendo nuevos contra-archivos enfrentándose a los actores del poder que imponen las verdades oficiales. Si el arte se asoma a los abismos de la historia, lo hace de un modo distinto al de los historiadores o archivistas. Los escritores y directores de cine representan la lucha del ser humano contra los monstruos, tanto reales como simbólicos. En la reflexión estética desde Lessing, el Laocoonte ha funcionado como un emblema paradigmático. Para Didi-Huberman, esta figura encarna al hombre que, al imaginar las serpientes (monstruos) con las que combate, las incorpora en su pensamiento para, de esta manera, dominarlas (2007/ 2016). Sigmund Freud, por su parte, ya había interiorizado los monstruos, situándolos en el inconsciente humano. En tiempos de guerra, conflicto armado, dictadura o represión, estos monstruos se exteriorizan en las diferentes formas de violencias que atraviesan las sociedades. No obstante, la cuestión central radica en la representación misma, que al ser re/ mediatizada se presenta como indirecta, incompleta, indicativa, instrumentalizada, selectiva, fragmentaria y, en última instancia, inevitablemente deficiente. En este sentido, el veredicto de Theodor W. Adorno sobre la poesía después de Auschwitz puede entenderse, como señala Karen Saban, más que como una prohibición categórica, como un gesto hacia la problemática fundamental que aquí se aborda: las formas y modos en que se representan estos acontecimientos (S A B AN 2020: 29-33). Un ejemplo ilustrativo para la po/ ética mencionada son las imágenes que se crean tanto en la literatura como en el cine. La imagen transciende lo puramente visual; no solamente requiere una lectura, una interpretación con palabras en el medio lingüístico, sino que actúa también como catalizador y amplificador del pensamiento (D E L E U Z E 1969). En su calidad de nexo múltiple, es un poderoso resorte para la transformación de las experiencias, especialmente cuando se entrelaza la historia y la poesía para abordar traumas individuales o colectivos. Un resumen muy pertinente de las relaciones cine, arte, trauma y archivo ofrecen Pötting (2020) y López Petzoldt: Cuando entran en contacto conceptual acervo archivístico y cine, dialogan dos formas diferentes de organización de los respectivos contenidos. Los parámetros habitualmente empleados para catalogar los registros del terror en el ámbito de los organismos encargados de su conservación difieren bastante respecto al modo en que la narración fílmica entreteje voces, fuentes, espacios y conceptos heterogéneos concatenados por el montaje según otros principios de estructuración. En el cine, los documentos del archivo son leídos desde otras perspectivas y se inscriben en una nueva ecología, ya que se encuentran entrelazados con otras imágenes, miradas y 116 Roland Spiller <?page no="117"?> dinámicas socioculturales que arrojan nueva luz sobre lo archivado, sobre lo que aún no lo está y sobre lo que no se puede archivar. El cine aísla piezas de un particular dominio o sistema de conservación y las articula en un nuevo y revelador entramado regido por otros principios estético-político-(po)éticos, sin que por ello la referencia pierda su marca de archivo. (L Ó P E Z P E T Z O L D T 2023a: 212) Transformación y remediatización en películas de animación: El canto de las moscas. La repetición de la violencia (2021), de Ana María Vallejo Lo distintivo de las películas de animación es su capacidad para crear imágenes en movimiento mediante la visualización de fotogramas, los cuales pueden ser dibujados a mano, generados por ordenador o ser de naturaleza fotográfica. Con una frecuencia de 24 fotogramas por segundo, se genera la ilusión de movimiento fluido. Esto nos da una idea del trabajo realizado por las nueve artistas que crearon El canto de las moscas: una película (basada en los poemas de María Mercedes Carranza, 1998) de 44 minutos que implica al menos 63 360 imágenes individuales, todas ellas construidas a partir de elementos artificiales. A diferencia de la obra de Carranza, esta versión fílmica se organiza temporalmente en 24 horas para representar los 24 poemas, divididos en tres partes: mañana, tarde y noche. El término “animación” proviene del latín “animare”, que significa “dar vida”, y del sustantivo “anima”, que se traduce como “espíritu”, “alma”, “fuerza vital” o “aliento”. La animación constituye para la directora el soplo de la vida: “para mí la práctica del cine de animación es un medio con el cual puedo soplar vida donde se ha perdido” (V AL L E J O 2023: 92). Sin embargo, la etimología se conecta directamente con el tema de la representación y con cuestiones filosóficas acerca de la relación entre vida y arte, la mímesis: ¿es el arte una imitación de la vida o es la vida la que imita al arte? (S P IL L E R 2023: 57). Como subgénero, la animación, debido a su naturaleza experimental y artificial, se sitúa en el polo antimimético, es decir, más alejada de la realidad. Sin embargo, es precisamente esta distancia de lo real lo que permite a la animación captar aspectos de la experiencia humana de manera más eficaz que las formas más realistas. La animación ofrece nuevas formas de percibir, entender y cuestionar los modelos de mundo establecidos, siendo especialmente efectiva para representar realidades psicológicas, interiores y experiencias traumáticas, las cuales suelen resistirse a representaciones convencionales. Además, la animación proporciona una libertad total en cuanto a la colocación de la “cámara”, permitiendo ángulos imposibles, transiciones fluidas entre Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación 117 <?page no="118"?> escenas y movimientos que serían extremadamente complejos en el cine de acción real. Esta riqueza de posibilidades técnicas convierte a las películas de animación en experiencias multisensoriales, que sumergen al espectador en su universo y producen un efecto de inmersión. Un ejemplo paradigmático en América Latina es La casa lobo (estrenada en la Berlinale de 2018), dirigida por Cristóbal León y Joaquín Cociña. Esta película, que emplea técnicas experimentales de animación, explora los horrores de la Colonia Dignidad en Chile. Desafiando las convenciones tradicionales de la animación, se enmarca dentro del realismo onírico, aplicando una estética cercana a la pesadilla. Los directores utilizan la técnica de stop-motion con materiales como papel maché, pintura, madera y otros objetos cotidianos. Estos materiales, en constante transformación, crean un mundo que se descompone y reconfigura sin cesar, generando una atmósfera densa, grotesca y surrealista. Esta fluidez, que refleja el estado mental de la protagonista, provoca un efecto desconcertante y perturbador. En cuanto al contenido, la película narra la historia de María, una joven que se refugia en una casa en el bosque tras escapar de una secta alemana en Chile (en referencia a la Colonia Dignidad), donde es acogida por dos cerdos. Como en un sueño, los animales se transforman en humanos. El simbolismo de la casa, tradicionalmente vista como un espacio seguro, se invierte para convertirse en una pesadilla, lugar siniestro y aterrador. A través del realismo onírico y una mímesis del horror, la película transmite sensaciones de aislamiento, claustrofobia, pánico y trauma, experimentadas por la protagonista. La banda sonora refuerza esta atmósfera de miedo, terror y desolación, mientras que la textura y materialidad del mundo representado, incluyendo los materiales físicos -madera, tela, pintura-, están en un constante proceso de transformación. Este continuo cambio intensifica la representación de una experiencia psicológica fragmentada, típica de los estados traumáticos o aluci‐ natorios. En el contexto de la animación, la materialidad física se desmaterializa para transformarse en algo completamente nuevo, sin las restricciones de las leyes físicas del mundo real. Así, tanto los objetos como los seres cambian y se combinan de maneras imposibles. Por otro lado, en la película colombiana El canto de las moscas dirigida por Ana María Vallejo —anteriormente mencionada (B R E D E / S P IL L E R 2023)—, encontramos una producción transcultural realizada entre Colombia, Alemania y la República Checa. Este filme transforma la versión poética de la violencia del conflicto colombiano, escrita por la poeta María Mercedes Carranza, en un conjunto intertextual y plurimedial. La película “anima” en el sentido literal el poemario 118 Roland Spiller <?page no="119"?> de Carranza, y a un nivel simbólico, da vida no solo a las víctimas de 24 masacres en Colombia, sino a todas las víctimas de la violencia en el mundo. La inscripción del trauma desde la memoria individual hasta la memoria cultural está presente desde el inicio, con la dedicatoria “A Luis Carlos: siempre”, hasta el último poema “Soacha”. Carranza hace referencia al asesinato de su amigo, el líder liberal Luis Carlos Galán, ocurrido el 18 de agosto de 1989 en Soacha. El poemario fue publicado nueve años después del asesinato, y la película salió otros 23 años más tarde. Este contexto sociohistórico, marcado por el aumento de la violencia en la década de los noventa, es central para entender la obra. La referencia a Galán en el último poema abre un espacio para explorar más a fondo esta conexión entre el trauma personal y la memoria histórica. Canto 24 Soacha ------------Un pájaro negro husmea las sobras de ------------la vida. Puede ser Dios ------------o el asesino da lo mismo ya. Imagen 1. El canto de las moscas. Ana María Vallejo (Dir.). Min. 40: 50. Fotografía: Roland Spiller. Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación 119 <?page no="120"?> En la versión fílmica de El canto de las moscas (ver Imagen 1) se encuentran materiales que no figuran en los poemas, citas de otros textos, noticias de periódicos, referencias regionales. Entre los materiales visuales destacan las fotografías que, aunque descontextualizadas y por lo tanto anónimas, despliegan por su escasez y su aparición de relámpago un fuerte impacto mediático y afectivo (S P IL L E R 2023: 55s). Recontextualizada, la imagen muestra el cuerpo muerto de Galán, retomando la secuencia del comienzo del canto en la cual se ve fotos de manifestaciones en favor del candidato Galán, a quien no se menciona con palabras, superpuesto por el pájaro negro, un símbolo asociado con la muerte que busca los restos de la vida y, además, un término utilizado para referirse a los asesinos durante la época de violencia en Colombia (Y E P E S 2011: 115) (ver Imagen 2). Imagen 2. El canto de las moscas. Ana María Vallejo (Dir.). Min. 40: 20. Fotografía: Roland Spiller. Otra vez, como en los poemas anteriores, no se describen los actos violentos, no se representa la violencia, otra vez, a causa del montaje visual y el efecto intenso de los versos depurados y minimalistas, además de recitados en voz alta, el espectador casi puede sentirlos. El último verso al no separar a Dios del asesino es un punto final fuerte, tal vez menos nihilista que un estado más allá de la desesperación, una mezcla de rendición y aceptación en una especie de fatalismo religioso, que sin embargo remite también a la impunidad, la falta de 120 Roland Spiller <?page no="121"?> justicia ya no solamente en la región de Soacha, donde se arrebató la vida de Galán, y en las regiones colombianas, sino en el mundo. Este montaje combina el material archivístico, la prueba de lo real, con la imagen artificial del pájaro, la intromisión de lo simbólico (ver Imagen 3). El pájaro, como la muerte un leitmotiv del poemario, obedece a la ley de la transformación permanente que constituye la matriz de la película. En las secuencias siguientes se transforma, primero cambia de color y materialidad: Imagen 3. El canto de las moscas. Ana María Vallejo (Dir.). Min. 41: 20. Fotografía cortesía Ana María Vallejo. Para sumergirse en un mar de figuras abstractas que podrían ser plantas trans‐ formadas estéticamente. Esta secuencia retoma los movimientos del comienzo de la película. Movimientos que representan procesos de apertura y cierre en un ritmo pulsante. Las imágenes de inmersión, sumersión y emergencia simbolizan el constante devenir y perecer de la vida. Esto se refleja también en el proceso de transmediatización subyacente dado que el pájaro aparece ya en forma de esbozos a mano en los diarios de Carranza (ver Imagen 4): Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación 121 <?page no="122"?> Imagen 4. Pájaros en el diario de Mercedes Carranza (s. a.). Fotografía cortesía Katalin Steiner. “Libreta de apuntes norma naranja”, Archivo María Mercedes Carranza, Univer‐ sidad de los Andes, BADAC. 122 Roland Spiller <?page no="123"?> El tema del pájaro también aparece en el canto 12, que lleva el mismo título: Canto 12 Pájaro Si la mar es el morir -------------en Pájaro la vida sabe a mar Al intensificar la polisemia del término “pájaro”, la secuencia evita visualizar el mar de manera directa. Nuevamente, se esquiva la representación explícita, aunque no se trata de una omisión total, ya que el mar se evoca auditivamente a través del sonido de las olas. En el plano visual, la secuencia se inicia con una tela roja (ver Imagen 5). Imagen 5. El canto de las moscas. Ana María Vallejo (Dir.). Min. 19: 50. Fotografía: Roland Spiller. La representación plurimedial, en la cual la tela roja representa metonímica‐ mente un mar de sangre, establece una referencia intertextual con las “Coplas por la muerte de su padre” de Jorge Manrique, particularmente con su célebre tercera estrofa: Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación 123 <?page no="124"?> 7 Cita de: https: / / www.uv.es/ ivorra/ Literatura/ Coplas.htm; consultado 6.9.2024. Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir. 7 La transferencia alegórica de la identidad de mar y morir al contexto colombiano se enriquece aquí con un componente sinestésico: “en Pájaro, / la vida sabe a mar”. Sin embargo, mientras que la mar cristiana de Manrique funciona como una alegoría de la transición hacia la vida eterna tras la muerte, la mar colombiana se presenta como un mortífero océano de sangre, que envuelve al país, acompasado por el incesante vaivén de las olas. El subtítulo de la película La repetición de la violencia subraya la continuidad y la persistencia de los asesinatos y la violencia, también después de la firma del acuerdo de paz. Esta repetición temática revela una estructura formal subyacente en la re/ mediatización, que puede compararse con la cinta de Moebius, o, como explica la propia directora, con el loop: Se diseñó una paleta cromática para cada parte de la película y se propuso la utilización del ciclo animado (loop): secuencias cortas en las que la primera y la última imagen son la misma. El loop, como una forma que se repite una y otra vez, se usa en la estructura de la película como metáfora del sin fin del conflicto armado en nuestro país. (V A L L E J O 2023: 70) Esta supuesta repetición destaca no solamente la persistencia de la violencia, sino que también ilustra cómo los distintos procesos horizontales de transmisión de memorias individuales a memorias colectivas operan en un eje diacrónico. En el contexto de una dinámica transgeneracional, la distancia cronológica se combina con la ausencia de una experiencia directa. En el caso de Vallejo, esta transmisión adquiere además un carácter transcultural, al ser vivida y elaborada desde la perspectiva del exilio en Alemania. Para Marianne Hirsch, sin embargo, en estos casos “la conexión con el pasado está […] mediada no solamente por el recuerdo, sino por un investimento ima‐ ginativo, creativo, y de proyección” (2012: 19); Si bien, el ejercicio posmemorial “se asemeja a la memoria en su fuerza afectiva y en sus efectos psíquicos” (H I R S C H 2012: 55), hay que tomar en cuenta la transformación mediática de los recuerdos con una alta carga emocional transportados a través de fotos, relatos u objetos de primera mano. Estos objetos pueden generar vínculos tan fuertes entre las generaciones, que los recuerdos inherentes asociados con ellos, pueden ser reapropiados y sentidos como si hubieran sido experimentados en 124 Roland Spiller <?page no="125"?> 8 Informaciones detalladas al respecto proporciona la directora misma en “Sobre la composición sonora”, V A L L E J O , Ana María/ N A S C H E R T , Guido (Eds.) (2023), 90-94. forma propia. De manera parecida, pero no igual, estos objetos y documentos del pasado alcanzan un impacto afectivo elevado, incluso si son integrados y reelaborados en textos literarios y/ o películas. Como en La casa lobo, hay que prestar atención especial a los movimientos creados con base en la secuencialidad de las imágenes mencionada arriba, porque no solamente imitan movimientos naturales, sino los transforman, cambiando el ritmo y el tiempo, los distorsionan creando una fluidez muy particular. De hecho, todo fluye permanentemente de manera distorsionada y en una temporalidad propia con la estructura tríptica mencionada que se inscribe en el territorio colombiano. El canto de las moscas es una cartografía synestética y plurisensorial del horror en los años 90 en Colombia. Los 24 lugares donde ocurrieron masacres terribles constituyen cronotopoi de lugares arrasados por la violencia y corresponden a su vez a los títulos de los 24 poemas. Al añadir, en buena tradición lírica, las voces y el canto, se genera una especie de elegía polifónica, un canto universal del duelo y del dolor. 8 En esta extraordinaria sonoridad, que combina susurros, llantos, gemidos, voces, sonidos diferentes de la naturaleza y de la guerra y silencios, se produce el efecto particularmente intenso de la película. Junto con las imágenes, el sonido resuena también en espectadores que no conocen los poemas de Carranza, ni el contexto colombiano. Vallejo acierta con su aguda descripción de este efecto como “un estado de seducción e inmersión sensorial, casi como en un trance” (2023, 92). El conocimiento de los pretextos, en cambio, abre el acceso a una dimensión adicional. Al ser el resultado de una archi-textualidad, en términos de Gérard Genette, a causa de la cercanía al género del haikú japonés, el poemario se basa en una versión, como dice el subtítulo, o en una remediatización genéricamente específica de los hechos. Esto significa que debemos tomar en cuenta las mencionadas correlaciones y los intercambios entre ética, estética y poética. Santiago González en: “Carranza ante Carranza: afinidades y distancias entre dos poetas” observa al respecto: La poesía de María Mercedes se abrió hacia instrumentos expresivos que se encon‐ traban por fuera del lenguaje literario, en las calles, en el día a día y sus aconteci‐ mientos, en los medios masivos, en la publicidad, en los lugares comunes. Podría decirse entonces que María Mercedes usó una palabra autocrítica, empleó una estética consciente, con una ética que contextualiza y cuestiona la propia expresión. El paisaje que provocan las imágenes del poema está enmarcado en la experiencia de vida de Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación 125 <?page no="126"?> quien lo escribe, o sea en las ciudades, el ambiente urbano, las características y marcas de los predios, de las fachadas y de los transeúntes. (G O N ZÁL E Z 2024) Si bien los poemas de Canto de las moscas realizan un cambio del espacio urbano al campo, un cambio significativo también en la obra de la poeta, la conciencia estética no solamente sigue siendo unida con una ética, sino que esta po/ ética es incluso más intensa. Juan Liscano, en su epílogo al poemario, caracteriza esta condensación: Usted redime el poema breve de su chatura personalizadora y ególatra. Alcanza otra dimensión del decir, dice lo no dicho en unas palabras, encerrando lo esencial si es que una esencia puede ser apresada: La vida y la muerte se encaran en un tiempo metafísico, el de la memoria, único tiempo real. Su trabajo poético vale por mil páginas de versificación. (P O E M A R I O C A R R A N Z A 1998) Estos mini poemas, que no presentan un yo lírico explícito, trascienden el yo individual. La instancia que habla es una voz universal, quizás metafísica, o como sugiere Ana María Vallejo, la voz de la mujer (V AL L E J O 2023: 70). A través de imágenes metafóricas, a menudo oxímoronicas y oníricas, se describen los lugares devastados tras la catástrofe (S P IL L E R 2023: 54-57). Considerando esta extraordinaria calidad lingüística, “difícilmente se puede decir más con menos” (M ATA I N D U RÁIN 2000: 98). Hablar de una simple adapta‐ ción de estos poemas a otro medio resulta insuficiente para captar plenamente la labor de Vallejo y su equipo. Se trata, más bien, de una transformación creativa y plurimedial de las imágenes condensadas en el poemario, las cuales, mediante su constante movimiento, trascienden doblemente lo meramente visual. Esta transformación amplifica tanto el impacto sensorial y emocional como el cognitivo. En definitiva, la obra constituye un poderoso vehículo para la transformación de experiencias traumáticas, estableciendo un vínculo profundo entre historia y poesía. Incompletitud e integralidad en el proceso de transmediatización del trauma Ante a la incompletitud inherente al archivo y las representaciones del trauma resulta evidente que ninguna forma mediática puede ser completa o suficiente para capturar la totalidad del sufrimiento humano. Didi-Huberman lo realzó respecto a los archivos: Inevitablemente, la empresa arqueológica debe asumir el riesgo de yuxtaponer pedazos de cosas del pasado que siempre siguen siendo heterogéneos y anacrónicos, 126 Roland Spiller <?page no="127"?> 9 Zwangsläufig muss das archäologische Unternehmen das Risiko eingehen, Fetzen nachlebender Dinge nebeneinanderzustellen, die immer heterogen und anachronistisch bleiben, da sie aus verschiedenen, durch Lücken getrennten Zeiten und Räumen stammen. Dieses Risiko trägt den Namen Einbildungskraft oder Montage. (D I D I -H U ‐ B E R M A N (2007), Das Archiv brennt, 9). ya que proceden de épocas y espacios diferentes separados por lagunas. Este riesgo se denomina imaginación o montaje. (Traducción RS) 9 Los informes de verdad, enfrentan el reto de representar el dolor de una forma distinta a la literatura o el cine, con menos recurso a la imaginación, pero también a través de un montaje. En este sentido, los poemas de Carranza y la película de Vallejo logran acercarse a los aspectos más ocultos, evasivos, invisibles u omitidos de la experiencia humana al no pretender presentarlos de manera realista. Ofrecen, como sugiere el subtítulo de Carranza, “versiones de lo real”, que proponen perspectivas y posibilidades de acceso más integrales al incluir percepciones y emociones. En este sentido, los productos culturales cumplen a menudo una función ética al cuestionar las perspectivas y narrativas dominantes. Al comparar las películas tanto de Vallejo como de León y Cociña con los poemas de Carranza, se destaca una estética oscura, ominosa y onírica. El canto de las moscas recurre a las imágenes poéticas de Carranza, cargadas de muerte, destrucción y sufrimiento, mientras que La casa lobo crea un mundo inquietante, donde el terror psicológico se manifiesta en la constante metamorfosis de los personajes y del entorno. Ambas películas abordan experiencias traumáticas de manera simbólica, metafórica y distorsionada. Sus estilos audiovisuales experi‐ mentales, que emplean técnicas de animación como stop-motion y materiales físicos como papel maché, madera y pintura, generan mundos visuales que trascienden la realidad cotidiana, utilizando el uno elementos surrealistas para representar estados internos de la protagonista y el otro, pasajes postapocalíp‐ ticos tras las masacres. Ambas películas adoptan narrativas fragmentadas, no lineales, y simbólicas que requieren una atención elevada y una participación activa muy particular del espectador, cercano a un estado de trance. Más allá de la irreducible re/ mediatización de la transmisión de los hechos a la memoria colectiva y cultural, es imprescindible considerar los contextos históricos y políticos de ambas películas. Ambas exploran junto con la memoria y el trauma también la dimensión política. Como afirma López Petzoldt, estos filmes “reescriben los archivos del terror” y “amplían la enunciabilidad histórica del trauma y recorren inexploradas dimensiones del sentido y memoria” (2023, 212). Transformación del trauma, creación del archivo en películas de animación 127 <?page no="128"?> El subgénero de las películas de animación se distingue además por su capacidad inmersiva, afectando profundamente al espectador. Incluso en El canto de las moscas, donde apenas se sugieren, los lugares y fechas de las atrocidades, como en un archivo real, se omite “cómo perduran los tormentos en el individuo y el tejido psicosocial en la larga perspectiva diacrónica” (L ÓP E Z P E TZ O L D T 2023: 223). En resumen, se puede deducir que, más allá de la idea de la “banalidad del mal”, enunciada por Hannah Arendt, en Colombia existe una cotidianidad del mal, cuyos efectos devastadores se manifiestan en el presente y seguirán influyendo en las memorias futuras, en el largo plazo. Así, es probable que las diversas formas de re/ mediatización —informes, archivos, textos, películas, obras teatrales, cómics, videoclips— continúen expandiéndose y diferencián‐ dose, adquiriendo cada vez más valor para una sociedad en busca de la paz. El análisis aquí presentado invita a seguir reflexionando sobre la multiplicación técnica de los modos miméticos en la era digital, sus implicaciones éticas y el simultáneo socavamiento o deliberada renuncia a los modos directos de representación. Archivos e informes A R C H I V O M A R Í A M E R C E D E S C A R R A N Z A , Universidad de los Andes, BADAC, https: / / badac.uniandes.edu.co/ mariamercedescarranza/ . CEV (C O M I S IÓN P A R A E L E S C L A R E C I M I E N T O D E L A V E R D A D , L A C O N V I V E N C I A Y L A N O R E P E T I C IÓN ). HAY FUTURO si hay verdad. Informe Final. NO MATARÁS Relato histórico del conflicto armado interno en Colombia. Primera edición, Comisión de la Verdad, 2022a. 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El libro Mi vida y el palacio de Helena Urán Bidegain publicado en el año 2020 y la novela Cartago de Daniel Cristancho lanzada en el 2021 ponen en escena, a través de los archivos, la no-ficción y la ficción, la reconstrucción de una historia que gira, en el primer texto, en torno a la muerte del padre de la autora que ocurrió durante la toma y retoma del Palacio de Justicia cuando ella tenía 10 años y, en el segundo, alrededor del asesinato del papá del protagonista que sucedió cuando este apenas cumplía un año y se vivía el genocidio de la Unión Patriótica. Las obras se refieren a momentos insignes de la violencia estatal en Colombia que, a pesar su distancia, interpelan directamente el presente debido al retorno de los interrogantes que existen todavía con relación a estos hechos. Abstract When in memory there are no precise records of an event, what mediates between the temporal distance of the event and the emotional closeness of its apparent recall? The book Mi vida y el palacio by Helena Urán Bidegain published in 2020 and the novel Cartago by Daniel Cristancho launched in 2021 stage, through archives, non-fiction and fiction, the reconstruction of a story that revolves, in the first text, around the death of the author's father that occurred during the seizure and retaking of the Palace of Justice when she was 10 years old and, in the second, around the murder of the protagonist's father that happened when he was barely one year old and the genocide of the Patriotic Union was taking place. The works refer to <?page no="134"?> 1 Esta traducción y las siguientes son propias. 2 Para profundizar en las dinámicas de memoria transgeneracional revisar: L O G I E , Ilse/ N A V A R R E T E , María Teresa (2020), “Trauma transgeneracional y trauma secundario: padres, hijos, nietos”, en Trauma y memoria cultural. Berlín/ Boston: De Gruyter. important moments of state violence in Colombia that, in spite of their distance, directly question the present due to the return of the queries that still exist in relation to these events. Introducción El resto de Auschwitz —los testigos— no son ni los muertos ni los supervivientes, ni los hundidos ni los salvados, sino lo que queda entre ellos. G I O R G I O A G A M B E N , “El archivo y el testigo” En el espectro del resto, provocado por una violencia límite, ¿es posible ubicar las experiencias de la infancia o las vivencias de las generaciones posteriores que se vinculan a la agresión? En el caso del libro Mi vida y el palacio (2020) de Helena Urán Bidegain surge la cuestión por la veracidad de los recuerdos distantes y en la novela Cartago (2021) de Daniel Cristancho se sopesa la conexión con la memoria de un evento que no se vivió. Sidonie Smith y Julia Watson, dentro de su reflexión sobre el concepto de life narratives —“término que agrupa múltiples tipos de escritura autorreferencial” (2011: 3) 1 —, afirman que “la memoria es una forma subjetiva de evidencia, no verificable externamente; que, más bien, se afirma sobre la autoridad del sujeto” (S MITH / W AT S O N 2011: 6); razón por la cual “debemos ajustar nuestras expectativas sobre la verdad contada” (S MITH / W AT S O N 2011: 13). Es decir que, la aproximación a las obras que presentan estos relatos requiere de un pacto narrativo para conferirles un estatuto de confiabilidad, que puede o no puede poner de manifiesto la distorsión inherente al ejercicio de evocar el pasado. Cuando se trata de una dinámica transgeneracional, a la distancia cronológica se suma la ausencia de una experiencia de primera mano. Para Marianne Hirsch, sin embargo, en estos casos “la conexión con el pasado está […] mediada no solamente por el recuerdo, sino por un investimento imaginativo, creativo, y de proyección” (2012: 19); dado que, si bien el ejercicio posmemorial “se asemeja a la memoria en su fuerza afectiva y en sus efectos psíquicos” (H I R S C H 2012: 55), no busca una reproducción del trauma, sino que reconoce el impacto tanto de la violencia como de sus secuelas. 2 Así, para estudiar los textos que se sitúan en el evento desde un periodo posterior, es necesario, además de expandir el abordaje 134 Tania Camila Triana Cuevas <?page no="135"?> a nivel temporal y tener en cuenta los diferentes archivos que son incluidos, atender a la manera en que se entrelazan los dos momentos en las narraciones. Estas cuestiones son el punto de partida para el análisis de las obras que se llevará a cabo a partir de tres ejes: la inherencia entre la historia y la identidad, las fugas del pasado y la literatura como una propuesta de memoria en sí misma. La inherencia entre la historia y la identidad Los eventos de violencia a partir de los que surgen las dos historias se enmarcan en el periodo que la Comisión de la Verdad de Colombia (CEV) denominó, en el tomo No matarás (2022), “La búsqueda de la democracia y la guerra sucia” que abarca el periodo comprendido entre 1978 y 1990 en el que se implementó la violencia estatal. Cartago, incluso, alcanza a ubicarse en el gobierno de César Gaviria Trujillo, que empieza en el 90 y finaliza en el 94, durante el cual se percibieron los ecos de la represión política. Tanto Urán como Cristancho sitúan al lector en el contexto del país y muestran la inherencia entre la historia y la identidad. El relato de Urán recuerda las angustiantes horas que ella vivió —junto a su familia y su círculo cercano— a causa de la incertidumbre que provocó el desconocimiento del paradero de su padre, Carlos Horacio Urán Rojas. El texto también regresa a las preguntas que surgieron en torno a las circunstancias de la muerte del magistrado auxiliar del Consejo de Estado, que aparentemente sucedió en el Palacio de Justicia, lugar en el que se encontraba desempeñando su labor cuando tuvo lugar la toma del edificio por parte de la organización guerrillera Movimiento 19 de abril (M-19) y la posterior retoma dirigida por el Ejército Nacional de Colombia. En su narración, Urán no solo alude a los hechos que ocurrieron el 6 y 7 de noviembre de 1985, sino que se remonta, con el fin de contextualizar la reacción desmedida de los órganos estatales, al Estatuto de Seguridad que no solo “había dado amplias facultades a las Fuerzas Armadas para contrarrestar los grupos insurgentes y el enemigo interno” (U RÁN 2020: 56), sino que también llevó a “la preponderancia de los militares en la vida política y social” (U RÁN 2020: 56) de la época. Las afirmaciones de la autora, politóloga y actual asesora en asuntos para la No Repetición de la Cancillería, resultado de una investigación que incluyó acceso a diferentes archivos desclasificados —que menciona en el libro pero no especifica—, coinciden con lo expuesto en distintos estudios sobre la historia de la violencia en Colombia. Por nombrar algunos ejemplos, Marco Palacio en Entre la legitimidad y la violencia: Colombia 1875-1994 (1995) indica que el decreto 1923 instaurado por el presidente Julio César Turbay en 1978 “creó Lo que resta del conflicto 135 <?page no="136"?> 3 Partido con el que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) —apo‐ yadas por el Partido Comunista— retomaron la vía de la democracia como resultado de los Acuerdos de la Uribe durante el gobierno de Belisario Betancur. 4 Esto se debe a que en Colombia se había instaurado la creencia de que “ningún tercer partido conseguiría competir con los liberales y conservadores” (P A L A C I O S 1995: 128), “quienes compartían valores, normas de conducta, principios institucionales” (P A L A C I O S 1995: 202) y cuyas familias, por tradición, “estaban emparentadas entre sí” (P A L A C I O S 1995: 186). nuevas figuras penales y aumentó las sanciones para las ya existentes; amplió la competencia de la jurisdicción militar, y estableció mecanismos de censura de informaciones de radio y televisión” (272). Por su parte, la CEV señala que dentro de las consecuencias que tuvo su implementación se encuentra la persecución a “los disidentes políticos, intelectuales críticos, líderes sociales, sindicales, campesinos e integrantes de los nuevos movimientos urbanos” (2022: 150) debido a que “los organismos de inteligencia persiguieron y relacionaron con la insurgencia a quienes eran críticos del sistema” (CEV 2022: 150). En Cartago las menciones al mecanismo de represión, que buscó acabar con quienes se oponían al poder regente, aparecen a lo largo del recorrido que emprendió Luis Daniel Arenales Leal —el protagonista— para conocer las circunstancias y las razones de la muerte de su padre, Luis Alberto Arenales Montoya, quien fue militante de la Unión Patriótica (UP). 3 En el proceso de indagación, dentro de las diferentes fuentes que se reúnen, se encuentra una conversación con un antiguo integrante del partido, quien desde su lugar de enunciación ficcional alude a los planes verídicos que se ejecutaron en contra de la organización: Ya no eran los años del Baile Rojo, la famosa operación militar que buscaba eliminar a todos los candidatos del partido que habían sido elegidos para algún cargo. No, ahora era distinto. Querían borrar del mapa a cualquiera. Ya no les bastaba con matar a los de arriba: también querían acabar con la gente de abajo, algo que luego se conoció como el plan Golpe de Gracia. (C R I S T A N C H O 2021: 71) La razón detrás del denominado genocidio político dirigido hacia la UP fue la gran acogida que tuvieron sus dirigentes y sus propuestas dentro de la población colombiana, puesto que su “agenda democrática, de inclusión y de modernización” (CEV 2022: 203) —que hacía un “llamado a la ampliación de la democracia, el respeto de los derechos humanos y la justicia social” (CEV 2022: 203)— representaba un peligro para los intereses de quienes detentaban el poder. 4 Palacio advierte que dentro de estas actividades hubo un involucramiento por parte de actores paramilitares y estima que, entre 1986 y 1987, “unos 3.000 136 Tania Camila Triana Cuevas <?page no="137"?> miembros […] fueron asesinados a lo largo de la campaña de exterminio” (1995: 284). Las referencias históricas en Cartago surgen de manera circunstancial debido a que, si bien se observa un interés del autor por exponer los hechos relativos a la represión, el enfoque del relato recae en la investigación personal del narrador y protagonista, cuyo propósito es aproximarse al asesinato; cuyos detalles son desconocidos para él a causa de la dificultad que tenía su madre, Normal Leal, para hablar sobre el tema, “Yo no sabía nada del dolor de mi mamá, jamás podría saberlo. Su dolor era su mundo. Su dolor era un territorio vedado para mí, para la abuela, para todos” (C R I S TAN C H O 2021: 245). No obstante, la indagación de Luis Arenales, estructurada alrededor de la aproximación al pasado, encuentra por el camino otro objetivo personal: confrontar al asesino. Un resultado de la realización de que a veces el conocimiento no logra reconfortar: la verdad, esa que usted descubrió hace años, es insuficiente. Y lo es no porque no crea en ella. No, no tiene que ver con eso. Es insuficiente por una sencilla razón: ahora que sé que […] está vivo […]. Todo lo que averiguado sobre el crimen de mi papá me parece insuficiente. (C R I S T A N C H O , 2021: 178-179) El texto, entonces, se estructura alrededor de la búsqueda de un pasado personal que, al buscar respuestas a las preguntas ¿qué sucedió? y ¿qué se hace con la verdad descubierta? , se encuentra con la historia colombiana. Para Urán, en cambio, el caso de su familia se inscribe desde el principio en un ámbito nacional, ya que la narración entreteje las cuestiones políticas que intervienen de alguna u otra manera en la vida de ella y de su padre. El contrapunteo entre lo público y lo privado se observa, por ejemplo, cuando se menciona que Carlos Urán salió de Colombia “debido a que, como líder estudiantil en la Universidad de Antioquia, había sido uno de los organizadores de una huelga” (U RÁN 2020: 18), lo que supuso que le cerraran “las puertas en cualquier otra Facultad de Derecho del país no solo por la huelga, sino sobre todo por negarse a delatar a aquellos miembros del Partido Comunista o estudiantes marxistas que habían participado en esa lucha” (U RÁN 2020: 18). El hostigamiento a las tendencias políticas derivaría en una carrera consolidada construida, sobre todo, en Uruguay y Francia, que lo llevaría a ser parte del equipo de Carlos Betancur Jaramillo, presidente del Consejo de Estado de la época. El retorno a Colombia, que para él significó la alegría del regreso, marcaría para su familia un punto de no retorno. Los acontecimientos del 6 y el 7 de noviembre fueron producto de la creciente tensión entre diferentes sectores. La toma fue un intento fallido del M-19 para reanudar los diálogos de paz con el gobierno y la retoma, además de demostrar la Lo que resta del conflicto 137 <?page no="138"?> 5 Para profundizar sobre el trauma revisar: S P I L L E R , Roland/ M A H L K E , Kirsten/ R E I N S T Ä D L E R , Janett (Eds.) (2020), Trauma y memoria cultural. Berlín/ Boston: De Gruyter. En él se elabora, como mencionan los editores en la introducción, “un panorama de la investigación desde perspectivas multilaterales y dialógicas” (2020: 3) a la vez que se presentan “artículos que siguen ofrecen también la posibilidad de cuestionar la transferencia de los conceptos teóricos de contextos culturales diferentes” (2020: 3). intención de las Fuerzas Militares de aplacar de manera definitiva las amenazas guerrilleras sin importar el costo, evidenció la distancia que se mantenía entre el entonces presidente Belisario Betancur y el Ejército. La irrupción de la violencia se manifestaba en la esfera privada no solo en la incertidumbre causada por el desconocimiento del estado de Carlos Urán, sino que también aparecía de manera tangible en los espacios cotidianos: De repente, y como en una película, vi acercarse y pasar delante de mis ojos, por la carrera 5ª en dirección sur, un tanque de guerra, uno de esos monstruos pesados diseñados en los países del norte para las guerras que se libran en el sur. Iba listo para el combate, listo para matar. Iba en dirección hacia donde se encontraba mi papá. Sentí mucho miedo pero no comenté nada a nadie. (U R ÁN 2020.: 23-24) El trauma provocado por la experiencia, 5 que aquí se manifiesta en la dificultad de compartir lo sentido, se observa también en los sucesos posteriores como en la incapacidad de Urán para ir al funeral o la prolongación del proceso de duelo: “Durante todas las semanas y los meses siguientes yo seguí esperando a que un día mi papá apareciera. Confiaba ciegamente en que todo había sido un desafortunado error y que nada era cierto” (U RÁN 2020: 95). La herida, lamentablemente, continúo abriéndose con las exhumaciones al cuerpo que ordenó la fiscalía años después, una vez se reabrió el caso por desaparición forzada: “Todo este proceso fue uno de sentimientos encontrados” (U RÁN 2020: 121) pues su mamá, Ana María Bidegain y sus tres hermanas —Anahí, Mairée y Xiomara— querían “encontrar la verdad pero eso implica desenterrar en todo el sentido de la palabra también el dolor” (U RÁN 2020: 121). La obra, así, abre paso a la pregunta cómo, ¿cómo se vivió la angustia? , ¿cómo se realizó el proceso de recuperación de la verdad? , ¿cómo incide lo individual en lo social y viceversa? , ¿cómo quedó inscrito el evento en la memoria personal y colectiva? Las fugas del pasado En ambas obras se hace evidente que existe una movilidad del pasado que opera por medio de las aproximaciones que se sitúan en el presente. A propósito de esta dinámica, la socióloga Elizabeth Jelin afirma que es fundamental pensar 138 Tania Camila Triana Cuevas <?page no="139"?> “en escenarios de confrontación y lucha frente a otras interpretaciones, otros sentidos, o contra olvidos y silencios” (2002: 39). El proceso histórico que comenzó hace poco en Colombia con los Acuerdos de Paz del 2016 entre el gobierno de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dio lugar a la creación del Informe de la Comisión que aportó diversa información para “responder a las preguntas sobre el origen del conflicto, su desarrollo y la actuación de los diferentes grupos e instituciones involucrados” (2022: 24-25) con el objetivo de buscar “la comprensión de la violencia política, sus transformaciones y degradación, así como su persistencia” (2022: 25). El relato presentado modifica los sentidos alrededor del conflicto armado en el país y genera una estabilización de los recuerdos. Las obras, por su parte, revelan las pugnas que subyacen en esta narración y reviven con las fugas del pasado. Urán, apelando de nuevo a las dinámicas sociopolíticas que rodearon el caso, presenta cómo operan estas tensiones al exponer las preguntas que surgieron con la reapertura del caso sobre las muertes y desapariciones que del 6 y 7 de noviembre de 1985: “¿Por qué tuvieron que pasar más de dos décadas para que la justicia se hiciera cargo del caso del Palacio de Justicia? […] ¿Por qué después de 35 años del hecho, diez de abierto el caso en la Fiscalía y seis de una condena de un tribunal internacional, sigue imperando la impunidad? ” (2020: 153). Se interpela tanto al pasado como al presente para criticar la ausencia del reconocimiento de los hechos. La intención de ignorar la responsabilidad de los entes estatales y de negar la reparación es denunciada al exhibir la desacreditación del fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), a favor de las víctimas, que promovieron varios sectores: La reacción a esta noticia era la de esperarse. […] hubo indignación ante el supuesto atentado contra el orden militar. Columnas de opinión en los medios y discursos […] consideraban exagerada la condena. […] Santos […] le garantizó al país que […] si alguien debía pedir disculpas era el país a un General que tanto había hecho por la paz. (U R ÁN 2020: 179) El respaldo incondicional que tendrían los perpetradores gubernamentales era conocido por los afectados, quienes sabían “que el establecimiento colombiano jamás iba a tolerar que se asumiera en público lo que era sabido y prominente en privado” (U RÁN 2020: 181), tal como afirma Urán. Al tomar consciencia de la importancia que recae en la recepción del evento, el control sobre lo que se olvida o se silencia adquiere más relevancia debido a que las intenciones de omitir o eliminar otras perspectivas de lo ocurrido relegan información. Lo que resta del conflicto 139 <?page no="140"?> La regulación de los relatos por parte del Estado contribuye a consolidar su noción particular de orden. Sin embargo, aun cuando “el “policiamiento” incluye controlar las ideas y la libertad de expresión en el espacio público, las narrativas alternativas se refugian en el mundo de las “memorias privadas”” (J E LIN 2002: 41). Los discursos que circulan de manera encubierta harían parte de lo que Aleida y Jan Assmann denominaron como “memoria de almacenamiento”, una “masa amorfa de recuerdos no utilizados y no incorporados […] Estas capas de memoria, en parte desconocidas y en parte inconscientes, forman el fondo y el lado no reconocido” (A S S MAN N 2011: 125). En esta medida, el texto de Urán recupera algunos relatos excluidos por la oficialidad y manifiesta explícitamente tanto las técnicas de represión empleadas, es el caso de las amenazas y el exilio, como las acciones de resistencia que reconfiguraron la narrativa de la toma y la retoma: Intentaron callarnos, intentaron silenciarnos y que toda la sociedad olvidara. A nosotros sus hijas y esposa buscaron empujarnos lejos y lo consiguieron, buscaron que la familia se desintegrara y lo consiguieron, buscaron dejarnos sin patria y lo consiguieron, pero hoy puedo decir que no lograron que nosotros su familia, olvidáramos […] Nadie quiso saber que había sucedido. Se ignoró todo, se acató el pacto de silencio y a las víctimas se las dejó solas. Por eso quiero hoy agradecer a aquellos que desde el principio estuvieron con nosotros […] Porque sí hubo algunas voces que reclamaron y estuvieron ahí con nosotros. (U R ÁN 2020: 199-200) Las acciones de los familiares, amigos, abogados y fiscales que enumera la autora, junto a la sentencia de la CIDH, lograron que las versiones difundidas por las instituciones acerca de las circunstancias del asesinato del magistrado fueran desmentidas, tal como su supuesta vinculación a la guerrilla o su muerte provocada por el fuego cruzado. Además, las indagaciones evidenciaron que Carlos Urán salió vivo del Palacio y que, en un momento durante su traslado, fue víctima del delito de desaparición forzada. Así, las narrativas alternativas privadas que se resguardaron en la memoria de almacenamiento, donde también reposaban las pruebas materiales de los crímenes —puesto que el concepto contempla los depósitos físicos donde se preservan o retienen los archivos—, se integraron paulatinamente en la memoria funcional logrando una transformación de la aproximación al hecho. Por su parte, Cristancho en Cartago opta por detenerse en los aspectos más íntimos y presenta el impacto que tienen las tensiones políticas alrededor de un aparente pasado en el ámbito familiar. Los parientes cercanos del protagonista, que se reúnen a cenar para celebrar su grado como abogado, discuten por la diferencia de convicciones. El detonador, sin embargo, no es el genocidio de la 140 Tania Camila Triana Cuevas <?page no="141"?> UP, que es sin duda el móvil de la novela, sino las marchas a favor de la paz que se hicieron en el año 2016 luego de que ganara el No en el plebiscito sobre los Acuerdos de paz en el país, que transcurren en uno de los tiempos en los que se sitúa la narración: “No todos los que votamos por el No queremos la guerra. Pues parece que sí. No, mamá no es así. Este es un país de desmemoriados, como si todo fuera culpa de las FARC. Son terroristas, mamá, no vas a negarlo, ¿o sí? ” (C R I S TAN C H O 2021: 119). Luego de un llamado a la calma, la pelea cesó momentáneamente, solo para retornar con más ímpetu: para eso es el acuerdo, para que cosas como esas no pasen nunca más. ¿Y los muertos de hace veinte, treinta, cuarenta años? También tendrán que decirnos dónde están, Edu, qué hicieron con ellos. Sí, pero nadie va a revivir a esos muertos. Al menos sabremos qué pasó. ¿Te parece suficiente? […] La verdad también es otra forma de justicia. […] La falta de justicia es lo que tiene jodido a este país. Y por eso cada cual se la ha tomado por su cuenta ¿no? Es que a mucha gente no le ha quedado más opción. (C R I S T A N C H O 2021: 121) Esta escena, cercana para la mayoría de colombianos debido a la verosimilitud de los elementos ficcionales que son entretejidos con la historia del país, demuestra que la dificultad de llegar a un consenso atraviesa distintos niveles de la sociedad y revela de qué modo los sucesos más recientes desatan las tensiones históricas acumuladas. Ante la ausencia de acuerdos sólidos sobre la interpretación de los eventos que puedan prevenir fricciones en la cotidianidad, se establecen arreglos para evitar transgresiones que lleguen a deteriorar las relaciones familiares. En Cartago esta frontera se concreta en forma de temas vedados: Mira, Edu, yo lo único que digo, de verdad, es que ojalá con las FARC no pase lo mismo que con la Unión Patriótica. Mi mamá dijo así, “Unión Patriótica”, nada más, y fue como si esas dos palabras señalaran un límite, un territorio de acceso restringido para todos, pues en la mesa se instaló un silencio incómodo. (C R I S T A N C H O 2021: 123-124) Detrás de los debates sobre los múltiples factores del conflicto armado, el período aludido posee un significado personal que le brinda a Norma Leal, la madre del protagonista, otra legitimidad. Sin embargo, no es posible garantizar la permanencia de ningún veto. Según Jelin, “el sentido del pasado sobre el que se está luchando es, en realidad, parte de la demanda de justicia en el presente” (2002: 43) y, por esta razón, las nuevas preguntas conllevan inherentemente una renovación. El recorrido del protagonista tras las pistas de la muerte de su padre es también el camino de este tránsito que transforma a la madre que usaba “su silencio, su olvido como arma de defensa” (C R I S TAN C H O 2021: 245). Al final del Lo que resta del conflicto 141 <?page no="142"?> texto, Norma sostiene una conversación con su hijo en donde irónicamente se invierten los papeles y es ella quien pregunta sobre el encuentro que tuvo con Edwin Ruiz Rodríguez, alias Cartago, el sicario contratado por el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) para matar a varios militantes del partido, entre los que figuraba Luis Alberto Arenales. De igual modo, menciona que tuvo contacto con Aida Avella, una sobreviviente de la UP que luego de 17 años en el exilio volvió al país a reanudar su labor política: “—Aída se acordaba de mí, ¿puedes creerlo? […] Se acordaba del grupo de la Libre, de mis discursos en la campaña de Bernardo, de las manifestaciones de esa época, de tu papá, de todo. Nos dimos un abrazo largo, larguísimo” (C R I S TAN C H O 2021: 280-281). Así, la decisión de explicitar el retorno a los asuntos inacabados, articulada a través del contrapunteo entre los hechos verídicos y la ficción, presenta en la novela una posibilidad de reparación por medio del conocimiento de la verdad y la restauración de los lazos perdidos por la violencia. La literatura, una propuesta de memoria en sí misma Constantemente ambas obras enfatizan la importancia de recordar y de poner en circulación versiones excluidas con el objetivo de contribuir tanto al reconoci‐ miento de la violencia como a la interrupción de su continuidad. En Cartago uno de los argumentos para apoyar la paz durante la discusión es “evitar que una tercera generación se tome propias las culpas y los odios de las dos anteriores” (C R I S TAN C H O : 122). Una convicción que resuena en uno de los intereses de la CEV: “que nuestros hijos, nietos y todas las futuras generaciones no repitan la historia de sangre y dolor que se nos ha encargado reconstruir” (CEV 2022: 21). Se trata, no obstante, de un ejercicio que, como reconocen quienes hicieron esta labor, “no finaliza con la entrega del Informe” (CEV 2022: 21) pues “el acontecimiento continúa, porque la verdad es una construcción colectiva” (CEV 2022: 21). Por consiguiente, en este contexto la literatura puede interpretarse como una propuesta de memoria en sí misma, ya que recopila los alcances del conflicto a través de los relatos disruptivos, a la vez que establece paradigmas desde los cuales situarse en el presente por medio de sus apuestas formales. Urán en “Por esto escribo”, el último capítulo del libro, afirma que el recuerdo “hace frente a la guerra, reivindica, se impone al olvido y al saltar al espacio político y público reconstruye el tejido moral de la democracia” (2020: 206). La manifestación explícita de la razón de su escritura es la conclusión de una reflexión sobre la toma de consciencia de su necesidad de narrar, la cual, como todo lo que se aborda en el texto, esta atravesado por la experiencia personal. La participación del nieto de su padre en el proceso resultó crucial: 142 Tania Camila Triana Cuevas <?page no="143"?> tomé la decisión de que era el momento de empezar en serio a escribir esta historia que me venía pidiendo mi hijo Manuel desde hacía un tiempo. En el momento de la publicación de este libro, mi hijo Manuel, tendrá la misma edad que yo tenía cuando el Ejército ejecutó a mi padre: diez años y medio. Él me ayudó, a su manera, desde sus primeros años y con tantas preguntas, a confrontar nuestro pasado. […] Manuel quiso que yo contara esta historia. Él no aprendió a guardar silencio. Él sabe preguntar. Exige saber. Y por él y por mi padre terminé este relato. (U R ÁN 2020: 201) El para quién no se limita al pasado, trasciende el homenaje al padre, y sitúa al destinatario en un presente que, de forma similar al argumento de Cartago, demanda el conocimiento de lo acontecido. Las cuestiones posmemoriales, enmarcadas en la distancia absoluta con los hechos y motivadas por el desco‐ nocimiento, movilizan la memoria de almacenamiento. Cristancho opta también por cerrar su obra atendiendo a las diferencias entre la vivencia directa y la perspectiva distante. En la conversación que sostiene Luis Daniel con Norma, se profundizan las particularidades de la relación de la madre y el hijo con el evento: Tú viviste lo de mi papá en primera persona, lo palpaste, lo sentiste. Pero para mí ha sido distinto. No digo que ese dolor no me pertenezca, no. Lo que digo es que mi papel en todo esto ha sido otro. A mí me tocó encontrar al tipo que lo mató, mirarlo a la cara. Por eso quiero escribir la novela: para dejar constancia, para que los que vengan después sepan lo que pasó. (C R I S T A N C H O 2021: 287) Al igual que la pulsión de la escritura, nuevamente, se explicita, la motivación que subyace a la narración no queda a la deriva. En Cartago, incluso, las costuras del texto se revelan al lector, quien comprende que la obra que tiene en sus manos es el resultado de la experiencia del protagonista, cuando Luis Daniel remata diciendo: Mi novela hablaría del exterminio de la Unión Patriótica, sí. Y de la violencia política de los años ochenta. […] Y del conflicto armado. Mi novela sería todas esas novelas, pero estrictamente no sería ninguna de ellas. La mía sería una novela sobre los sentimientos que heredamos de quienes nos han precedido en la línea de vida, de lo que hacemos con esos sentimientos. Y a la vez, una novela que abordara la necesidad de la memoria: la memoria como antídoto contra el olvido colectivo; sí, como testimonio para que lo que pasó no pase nunca más. (C R I S T A N C H O 2021: 286) La apelación a la no-repetición, que se vincula estrechamente a la recuperación del pasado por medio del descubrimiento, expone los impactos prolongados de la violencia a través de la construcción de un archivo personal recopilado en una obra metaficcional. Lo que resta del conflicto 143 <?page no="144"?> A su modo, Urán y Cristancho estructuran artefactos que dan cuenta del discurrir de una búsqueda sin dejar de ser dispositivos que potencian el recuerdo tanto de la toma y retoma del Palacio de Justicia como del genocidio de la UP. Mi vida y el palacio se construye siguiendo el discurrir de la memoria, en la narración los tiempos van y vienen, se reúnen las anécdotas de otros y se recurre a otros materiales para aclarar ciertos aspectos que instauran un archivo en el sentido más clásico del término. La autora compila las citas textuales, las reproducciones de los periódicos, los textos académicos y las sentencias judiciales se entretejen con el relato. El lector que no está familiarizado con los hechos históricos, además de comprender —o al menos atisbar— las dinámicas sociopolíticas que rodean lo que sucedió el 6 y 7 de noviembre de 1985, reconoce en mayor o menor medida la veracidad de lo expuesto gracias a la información suministrada. En contraste, Cartago cimienta la ficción en elementos históricos que le permiten al autor enlazar lo factual sin llegar a depender exclusivamente de la legitimidad; por lo que, aun cuando incluye los nombres de la bibliografía revisada durante la investigación de Luis Daniel —como el Informe del Centro de Memoria Histórica Hacer la Guerra, matar la política o Armas y urnas: historia de un genocidio político de Steven Dudley—, la documentación no deja de ser una presencia latente en el relato que es desplazado por los aportes de las fuentes vivas que aportan quienes rodean al protagonista. Se atiende a los pasados que continúan interpelando directamente al presente a partir de dos puntos equidistantes que son trazados en un mismo plano. La literatura, como afirmó Beatriz Sarlo, “no disuelve todos los problemas planteados, ni puede explicarlos, pero en ella un narrador siempre piensa desde afuera de la experiencia, como si los humanos pudieran apoderarse de la pesadilla y no sólo padecerla” (2005: 166). Las nuevas narraciones retornan el resto invisibilizado por medio del diálogo con materiales presentes en los archivos personales y contrarrestan el olvido promovido por el Estado que se impuso a través de la restricción de discursos disidentes, sin dejar por esto de evidenciar las tensiones que rodean los eventos, las dinámicas sociales, las anécdotas, las fuentes y los demás relatos. Bibliografía A G A M B E N , Giorgio (2000), “El archivo y el testimonio”, en Lo que queda de Auschwitz. Valencia: Pre-textos. A S S M A N , Aleida (2011), Cultural memory and western civilization. Arts of memory. Cam‐ bridge, New York: Cambridge University Press. 144 Tania Camila Triana Cuevas <?page no="145"?> C O M I S IÓN D E L A V E R D A D (2022), “No matarás: relato histórico del conflicto armado interno en Colombia”, en Hay futuro si hay verdad: Informe Final de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición. Primera edición. Bogotá: Comisión de la Verdad. C R I S T A N C H O , Daniel (2021), Cartago. Medellín: Angosta Editores. H I R S C H , Marianne (2012), La generación de la posmemoria: Escritura y cultura visual después del Holocausto. Traducción de Pilar Cáceres. Madrid: PanCritica. J E L I N , Elizabeth (2002), Los trabajos de la memoria. Madrid: Siglo Veintiuno Editores. P A L A C I O , Marco (1995), Entre la legitimidad y la violencia Colombia 1875-1994. Primera Edición. Bogotá: Editorial Norma. S A R L O , Beatriz (2005), Tiempo pasado: cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores. S M I T H , Sidonie/ W A T S O N , Julia (2001), “Life Narrative: Definitions and Distinctions”, en Reading Autobiography: a guide for interpreting life narratives. University of Minne‐ sota. S P I L L E R , Roland/ M A H L K E , Kirsten/ R E I N S TÄD L E R , Janett (2020), “Introducción”, en id. (Eds.). Trauma y memoria cultural. Berlín/ Boston: De Gruyter, 1-16. U R ÁN B I D E G A I N , Helena (2020), Mi vida y el Palacio: 6 y 7 de noviembre de 1985. Bogotá: Planeta. Lo que resta del conflicto 145 <?page no="147"?> La metáfora cinematográfica en la ficción documental (Reconstrucción y conservación de la memoria cultural) Ana Camila Jaramillo Beltrán Resumen Decisión y filtración son dos operaciones mediante las cuales el cine de ficción se convierte en documento. En el ejercicio de distanciamiento de la realidad, y su análisis detallado —que el proceso cinematográfico requiere para la escritura de los guiones literario y técnico, la puesta en escena, el arte, la fotografía, la dirección de actores, entre otras actividades creativas— se revelan, manifiestan y asoman elementos significativos y auténticos de esa realidad, lo que hace que el cine de ficción sea relevante para la sociología y la reconstrucción y conservación de la memoria. Este ensayo analiza la metáfora audiovisual en el cine de ficción como herramienta de investigación tanto como de reconstrucción y conservación de la memoria cultural. En él se analizan dos experiencias de formación para la realización de cortos de ficción en el departamento de Córdoba, en los que a partir de la metáfora cinematográfica se abordan temáticas como el despojo de tierras, la importancia de la restitución para la reconstrucción de la vida y las problemáticas sociales y territoriales a las que se enfrentan los jóvenes en zonas rurales del departamento. Abstract Decision and selection are two processes through which fictional cinema transforms into a document. In distancing from reality and conducting detailed analysis —required in the cinematic process for writing literary and technical scripts, staging, art direction, cinematography, actor direc‐ tion, and other creative activities— significant and authentic elements of that reality are revealed and emerge. This makes fictional cinema highly relevant to sociology and the reconstruction and preservation of memory. This essay analyzes the audiovisual metaphor in fictional cinema as a <?page no="148"?> tool for research, as well as for the reconstruction and preservation of cultural memory. It examines two training experiences in the production of short fiction films in the department of Córdoba. Through the use of cinematic metaphor, these experiences address themes such as land dispossession, the importance of restitution for rebuilding lives, and the social and territorial challenges faced by young people in the department's rural areas. Introducción ¿Qué ocurre cuando el cine trasciende su función de entretenimiento para convertirse en herramienta que reflexiona, conoce y crea relatos que ayudan a comprender, visualizar y recordar la realidad? ¿Cómo construir rutas de colaboración entre la sociología y la cinematografía aprovechando los aportes narrativos de cada una de estas disciplinas? Interrogantes como estos han orien‐ tado, durante algo más de cinco años, una investigación sobre la producción cinematográfica originada en procesos de formación y creación colaborativa, con objetivos tanto investigativos como comunicativos, que aún está en desa‐ rrollo a través de experiencias metodológicas realizadas en varias regiones de Colombia y que desde ya abre un interesante abanico de posibilidades creativas y descubrimientos que expanden el horizonte de la sociología visual. Esta experiencia de formación y realización cinematográfica con comuni‐ dades toma las bases conceptuales y el enfoque metodológico de la ficción do‐ cumental —una propuesta del comunicador y realizador Juan Camilo Jaramillo, director de la película Na mantey yuwe producida de manera colaborativa con la comunidad Páez en 1991— que fue retomada y analizada por las comunicadoras Ana María Boller y Natalia Calle en 1993, quienes la entendieron como un estilo de trabajo “que funde las virtudes del documental y el argumental; el testimonio visual de una cultura, el respeto por la memoria de un evento, y la posibilidad de la reconstrucción ficticia y arbitraria de una historia” (B O L L E R / C AL L E 1993: 34). La ficción documental, comprendida de esta manera, se convierte en punto de intersección de procesos de formación y creación cinematográfica que contribuyen por lo menos a tres propósitos: el cine de ficción como documento, su lenguaje como relato con algún sustrato conceptual o teórico, y su proceso como metodología de investigación. A lo largo de este escrito, exploraré la intersección entre el cine y el lenguaje, y analizaré cómo el cine puede fungir como narrativa que da voz a comunidades en municipios, departamentos e incluso a nivel país, con apoyo en dos experiencias de ficción documental realizadas recientemente con equipos de trabajo y comunidades diferentes, lo 148 Ana Camila Jaramillo Beltrán <?page no="149"?> 1 Cortometraje de ficción. Producción Roundhay Films y SEIPLE, directora Ana Camila Jaramillo, 2018. 2 Mediometraje de docu/ ficción. Producción SEIPLE, director Carlos Villalba, 2021. cual reviste de mayor interés sus resultados: En cine con la justicia y Memorias vivas del territorio cordobés. Como marco de referencia, es importante tener en cuenta cinco características inherentes a la metodología de formación y creación en la ficción documental: • El realizador es un realizador colectivo. • El proceso de creación no es subjetivo sino participativo. • Es documento en tanto que la comunidad se representa a sí misma. • El proceso de realización es horizontal, predomina el consenso. • La construcción simbólica y estética surge de la cultura no de la mirada del realizador. La tesis Sueños que guían, enseñan y recuerdan: los sueños al interior de la cultura wayuu (J A R AMIL L O 2018), exploró a partir de estas premisas, el cine de ficción como documento válido y pertinente para la sociología, experiencia de la que resultó el cortometraje Sueños de Outsü  1 (2018), una producción basada en entrevistas y hallazgos durante el trabajo de campo que marcó el inicio de un nuevo desarrollo de la metodología de creación colaborativa característica de la ficción documental. Posteriormente, el mediometraje Shia´iwa kojutuin Mma  2 (2021) enriqueció el formato documental con situaciones y elementos argumentales. Estas experiencias se constituyen en pilotos que exploran el cine como escritura sociológica. Ellas aportan cuatro conclusiones que fundamentan esta reflexión metodológica: 1. Es importante, un deber se diría, vincular a las comunidades como sujetos activos en el proceso técnico y creativo de los relatos que se proponen narrarlas. 2. El cine de ficción es una potente herramienta de investigación cualitativa por su carácter de representación, lo que exige un ejercicio de distancia‐ miento que se puede enunciar como “repensarse para ponerse en pantalla”. El proceso inherente a la creación cinematográfica ficcionada es un trabajo etnográfico. 3. El alcance del cortometraje Sueños de Outsü, tanto al interior del pueblo wayuu como en los diferentes circuitos de distribución audiovisual tales como muestras o festivales, reafirma la pertinencia de explorar otras formas de escritura sociológica. La metáfora cinematográfica en la ficción documental 149 <?page no="150"?> 4. Por último, y es el tema en el que se centra este ensayo, la metáfora cinema‐ tográfica en el cine de ficción permite amplificar, desde un enfoque humano y emocional, los contenidos y mensajes del documento cinematográfico, y aporta a procesos de reconstrucción y conservación de la memoria cuando resulta de la imaginación colectiva porque nace de experiencias, anécdotas, saberes, y de la cultura misma. ¿Cómo recuerda el cine de ficción? La pregunta convoca a pensar la relación cine-memoria, pero antes, plantea otro interrogante: ¿por qué aludir al cine de ficción y no al cine en general o únicamente al cine documental? Sabemos que la ficción suele ser asociada al entretenimiento, lo comercial, o, como se infiere del uso generalizado del término, a lo ficticio, lo “inventado”. Lo interesante aquí, es que, precisamente por esto, por lo creado o inventado, la narrativa del cine de ficción adquiere un valor investigativo y etnográfico, pues si bien la ficción suele ser considerada como algo no real, imaginario, “solo una película”, leída de otra manera en esencia es una cons‐ trucción que observa y se cimenta en la realidad. Como afirma Clifford Geertz a propósito de la interpretación en los escritos antropológicos, “las ficciones en el sentido de que son algo “hecho”, algo “formado”, “compuesto” -que es la significación de ficticio-, no necesariamente son falsas o inefectivas o meros experimentos mentales de “como si”” (2005: 28). Por tanto, el carácter ficcionado de la obra no tiene por qué descalificar o desconocer su valor como documento transmisor de discusiones y planteamientos sociológicos, que además recoge y “pone en escena” elementos tomados de la cultura, lo que le confiere una potencia comunicativa significativa: “el uso del relato, real o ficcional, no solo es una forma de conocimiento, sino que es una herramienta irreductible del pensamiento del hombre que le permite construirse como persona, entender y actuar en el mundo en el que vive” (B E R M E J O 2005: 19). La relación del pasado con el cine como documento no es reciente, la ficción nos narra la realidad de muchas formas; diferentes autores han desarrollado la idea del cine de ficción como herramienta de análisis. El sociólogo Pierre Sorlin (1985) lo analizó como una construcción y una representación que nos habla de lo social. Para él “la tarea del historiador consiste entonces en determinar qué tipos de construcción están en uso durante los períodos a los cuales se aboca […]. Definir según qué reglas se transcribe el mundo en imágenes sonorizadas” (S O R LIN 1985: 252), ahí radica su función e importancia como documento. Peter Burke (2001) reconoció que el testimonio que las imágenes ofrecen del pasado es valioso para la investigación social, pues independientemente de que sean 150 Ana Camila Jaramillo Beltrán <?page no="151"?> fiables o no, en ellas se filtran detalles del mundo y es posible comprender cómo una sociedad las consume y percibe. Desde esta perspectiva, el valor de las imágenes como documento reside en que ellas revelan el contexto y la finalidad, estética, política, ideológica, religiosa, etc., con la que fueron construidas: “[…] las imágenes constituyen un testimonio del ordenamiento social del pasado y sobre todo de las formas de pensar y ver las cosas en tiempos pretéritos” (B U R K E 2001: 236). De este modo, el cine, más que dar cuenta de la realidad, representa los modos de percibir, vivir, sentir, reflexionar sobre un contexto o cultura determinada. Por tanto, afirma Robert Rosenstone, “la importancia de los films no radica en su fidelidad a los detalles sino en la manera cómo han decidido exponer el pasado” (1997: 38). Derivados de estos planteamientos, es pertinente resaltar dos conceptos centrales para responder la pregunta inicial: decisión y filtración. Gilles Deleuze (1984) planteó que el cine es un arte de creación, un arte manual de creación de bloques de movimiento-duración. Todo lo que se pone en pantalla en el cine de ficción, y cómo se pone, es producto de una decisión previa, no significa enfrentarse a una realidad (como diría un documentalista) sino “reconstruirla”. Y en esa decisión se filtran inevitablemente detalles del mundo. Ese es su valor como documento. Así “recuerda” el cine. La construcción de memoria en el cine, se puede entender desde los tres contextos que este narra: i) el contexto interno de la historia o su diégesis, es decir, el espacio y tiempo en el que ocurre la escena audiovisual; ii) el contexto del realizador, que inevitablemente se refleja en sus películas; y iii) el contexto de la industria. Estos tres contextos nos entregan información valiosa para la reconstrucción de memoria. De esta manera, en la relación cine de ficción-memoria, entendiendo esta última como esa presencia y significación que damos al pasado (J E LIN 2002: 13), podemos comprender la potencia del lenguaje ficcionado, que, por lo demás, no pertenece solamente al cine. De hecho, y para no ir más lejos, la memoria que conocemos de épocas antiguas la debemos en gran medida a la ficción. La hemos recibido tanto de historiadores como de novelistas, poetas, dramaturgos, pintores, escultores, músicos y, por supuesto, cineastas a partir de 1895, cuando se inventó el cinematógrafo. La ficción es un relato que se construye desde la realidad misma. Por ende, es un lenguaje válido en procesos de reconstrucción de la memoria cultural, en tanto que de una u otra manera está hecha de los recuerdos, la observación, la percepción y la vivencia de quien la construye. Porque el cine de ficción recuerda. Recuerda desde la construcción de personajes, desde la construcción de situaciones y escenas. Y recuerda, no es un hecho menor, desde la puesta en escena, el arte y la fotografía, como ejercicios de desglose de la realidad misma La metáfora cinematográfica en la ficción documental 151 <?page no="152"?> para ponerla en pantalla. Hacer cine de ficción exige reflexionar sobre lo que vemos, lo que usamos, el lugar donde estamos, la forma como hablamos, como nos relacionamos, lo que nos han contado, lo que observamos, lo que creemos y lo que imaginamos. La gramática cinematográfica (metáfora y parábola en el cine de ficción) Al comienzo de la investigación sobre las relaciones recíprocas entre cine y sociología, me propuse debatir la noción de las imágenes y sonidos propios del relato cinematográfico como meros reflejos o fondos que ilustran o sustentan el texto escrito. Mi objetivo era reconocer y comprender el lenguaje del cine como un lenguaje autónomo, con sus propias posibilidades y limitaciones, idea planteada por muchos autores que han reflexionado sobre su semiótica, entre ellos Marcel Martin (2008) quien nos explica que “el cine, primero espectáculo filmado o simple reproducción de lo real, poco a poco se fue convirtiendo en lenguaje, es decir, en el medio de llevar un relato y de vehicular ideas […] una escritura propia que se encarna en cada realizador con la apariencia de un estilo” (M A R TIN / S E G U R A 2008: 20). Así que, una vez aceptada la premisa general de la existencia de un lenguaje del cine, y, por extensión, que en el caso de la ficción este lenguaje tiene unas características propias, con particularidades y diferencias con respecto, por ejemplo, a las del documental o el musical, la pregunta es cuál es esa gramática y de qué manera se construyen los relatos de ficción en la pantalla. Como punto de partida hay que decir que el lenguaje cinematográfico se diferencia de la lengua en términos de su estructura y sistematización. De hecho, según su definición básica el cine es un arte que se expresa a través de imágenes sonoras en movimiento, lo que significa que por ser imágenes y sonidos de múltiple posibilidad de lectura (polisemia), las unidades de significado en él no tienen una interpretación estable y universal. Esto implica que su comprensión e interpretación pueden variar -en realidad siempre varían-, según el contexto y la perspectiva del espectador, es decir, que no tiene la complejidad sintáctica, morfológica y gramatical de una lengua, y en ese sentido no enfrenta barreras lingüísticas derivadas, por ejemplo, del conocimiento de un alfabeto, dado que no es de interpretación unívoca. Debido precisamente a esta “falta” de estabilidad y universalidad en la interpretación del significado de sus expresiones, el cine es considerado una “totalidad significante” (M A R TIN / S E G U R A 2008) junto con otras expresiones culturales y artísticas. Al igual que otras artes y medios culturales, el cine utiliza una combinación de elementos visuales, sonoros y narrativos 152 Ana Camila Jaramillo Beltrán <?page no="153"?> propios para transmitir significados y expresar ideas, emociones y experiencias que configuran lo que podemos llamar una “gramática” con reglas y principios que orientan y explican la articulación de los elementos que le dan forma y contenido al relato en la pantalla. Esta gramática cinematográfica abarca un conjunto de elementos técnicos y narrativos que cumplen una función comunicativa. Tal como lo mencionó el director de cine David Cronenberg: “El cine es un lenguaje y ningún lenguaje existe sin una gramática. Es la base de toda comunicación” (C R O N E N B E R G 2006: 119), y al igual que la del idioma, la gramática del cine cuenta con reglas, recursos, convenciones y estructuras que desempeñan una función comunicativa en la que se cumple la oposición lingüística significante-significado (Saussure), entre las unidades visuales, sonoras y narrativas (acciones) utilizadas en la “escritura” de una película y su interpretación. Para poner un ejemplo ampliamente conocido en el caso del cine de ficción, uno de los recursos lingüísticos adoptados desde sus comienzos y más utilizados, tomado de la retórica, es la elipsis, mediante la cual se teje la trama de las historias mediante “decisiones” que “seleccionan” los “momentos” significativos que harán posible el desarrollo del argumento; selección esta que adquiere significados diversos para audiencias que los leen desde contextos culturales o lingüísticos diferentes. El objetivo aquí es reflexionar sobre la construcción metafórica y parabólica de la ficción en la pantalla. La semiótica del cine entiende el tropo como un recurso o convención de amplia comprensión universal que ayuda a que el relato cinematográfico llegue a amplias audiencias en contextos diferentes, lo que le da origen por lo general a lo que conocemos como el clisé cinematográfico. En la retórica de la ficción, ya sea en la literatura, el teatro o el cine, las situaciones y los personajes son representaciones simbólicas del ser humano y sus acciones, que encarnan aspectos universales o arquetípicos de la condición humana. En este sentido puede afirmarse que tales situaciones y personajes son tropos, esto es, figuras retóricas que no solo representan un contenido tomado del mundo real, sino que pueden hacerlo con carácter de metáfora e incluso de parábola. Hablamos de metáfora cinematográfica cuando se utilizan imágenes, sonidos y elementos visuales o dramáticos para transmitir significados y conceptos de manera simbólica y no literal, y de parábola en el cine cuando se utilizan relatos o personajes que buscan provocar en el espectador una reflexión más profunda sobre la vida y el mundo que nos rodea, con un propósito que va más allá de narrar una anécdota que le brinde entretenimiento; es una forma de comunicación que trasciende la representación directa de la realidad, para lo cual utiliza recursos estéticos, poéticos y narrativos que crean asociaciones y analogías de todo tipo (argumentales, culturales, sensoriales, emocionales, etc.), La metáfora cinematográfica en la ficción documental 153 <?page no="154"?> guardando alguna relación de semejanza con esa realidad. Tanto la metáfora como la parábola cinematográficas buscan generar una experiencia estética y emocional que invita al espectador a reflexionar y conectarse con mensajes y temáticas subyacentes al tratamiento del argumento en el film. A través de la combinación de elementos visuales y sonoros a manera de “metáfora” o “parábola”, es posible explorar temas universales, simbolismos, estados de ánimo y conceptos abstractos ampliando la experiencia y el significado de la narrativa fílmica. Al utilizar metáforas y parábolas cinematográficas, es posible pues, no solo establecer comparaciones visuales o conceptuales, sino también indagar más allá de la superficialidad de lo anecdótico acerca de creencias, mitos, ritualidades, simbolismos y todo tipo de improntas de la cultura que se revelan con mayor fir‐ meza y potencia en el lenguaje figurado, si se quiere poético, que en la exposición y descripción discursiva o académica de sus características y manifestaciones. Es en este sentido que se propone entender el valor de la ficción documental como documento, lenguaje y metodología de investigación. A través de situa‐ ciones y personajes construidos argumentalmente se transmiten dimensiones de la experiencia humana como la cotidianidad, el conflicto, las emociones, la interpretación de acontecimientos históricos memorables o la recuperación de momentos significativos sumidos en el olvido. Los personajes-tropo y las situaciones-tropo desempeñan un papel fundamental en la comprensión y profundización de los temas y mensajes que se exploran en la obra de ficción. Tanto en el proceso de creación de la ficción documental como metodología de investigación y lenguaje, como en las posibilidades de difusión del cine como documento, los tropos cinematográficos juegan un papel crucial. Estos tropos adquieren forma desde el inicio de la narración determinando cómo y dónde se cuenta la historia. Contribuyen a su construcción, a la identificación del punto de vista narrativo y al planteamiento de los conflictos y motivaciones de protagonistas y antagonistas e influyen en la selección de los espacios y “objetos” utilizados para la recreación de las situaciones dramáticas, en las propuestas de la dirección de arte, en la dirección de fotografía y la puesta en escena etc. Dado que a través de estas decisiones estéticas y narrativas se “expresa” la obra cinematográfica de ficción, el uso del tropo retórico cinematográfico contribuye a la dinámica de la tensión narrativa siempre presente entre lo dicho y lo sugerido que es característica del “modo de hablar” del cine, y hace posible que a partir de estas decisiones se filtren elementos simbólicos, metafóricos y estilísticos que enriquecen la experiencia del espectador y contribuyen a la comprensión y apreciación de los temas explorados en la película. 154 Ana Camila Jaramillo Beltrán <?page no="155"?> Centremos ahora la mirada en la metáfora cinematográfica. La tensión entre lo explícito y lo intuido, lo visto y lo no visto, se remonta a los orígenes del uso del tropo como recurso narrativo en el cine de ficción. Ejemplo de ello se registra en los aportes del sociólogo alemán Siegfried Kracauer, quien planteó que la ficción en el cine es un lenguaje con la capacidad de expresar lo que subyace a la mentalidad de una sociedad: “las películas de una nación reflejan su mentalidad de forma más directa que otros medios artísticos” (K R A C AU E R 1985: 13) pues son productos colectivos que a su vez buscan responder a los intereses y necesidades de las masas. En el cine se “expresan las tendencias psicológicas, los estratos más profundos de la mentalidad colectiva” (K R A C AU E R 1985: 14). Y acá traigo como referente el análisis que Kracauer hace de la mentalidad alemana después de la primera guerra mundial, en el que se pregunta ¿qué revela el cine de la sociedad que lo produce? Su reflexión nos propone que los prototipos de héroes y villanos, lo mismo que el tipo de historias que tuvieron éxito en la Alemania de la época de Weimar, sentaron las bases psicológicas para el ascenso del fascismo y de Hitler. Y lo plantea analizando no precisamente películas de propaganda nazi, sino filmes populares previos a Hitler en apariencia “apolíticos”, como El gabinete del doctor Caligari (1920) de Robert Wiene, Nosferatu (1922) de Friedrich Wilhelm Murnau o Metrópolis (1927) de Fritz Lang, que según su análisis revelan el subconsciente de las masas y la relación con el poder y los deseos colectivos de la Alemania posterior a la primera guerra mundial. En el caso de las experiencias de creación cinematográfica de cortometrajes de ficción sobre las que versa esta reflexión, el recurso de la metáfora cinema‐ tográfica permite transmitir significados más profundos, simbólicos y subjetivos que los que alcanzaría a percibir siquiera cualquier realizador externo, que son reflejo propio y directo de las experiencias, valores y perspectivas de las comunidades involucradas. Es un cine realizado de forma colaborativa con participación activa de las comunidades en la creación y producción de las obras. Un proceso que promueve el diálogo, la interacción y el intercambio de conocimientos y experiencias entre el “realizador” y los integrantes de la comunidad, y una colaboración que busca darles voz y visibilidad a las perspectivas y vivencias de las personas sobre cuya realidad se expresa el relato, lo que, además, genera en ellas sentido de apropiación y empoderamiento. La metáfora cinematográfica en el cine de ficción colaborativo contribuye a la construcción colectiva de significados y narrativas compartidas. Al trabajar de manera conjunta, las comunidades le aportan a la creación cinematográfica sus historias, tradiciones, símbolos culturales, problemáticas y visiones de futuro. Esto implica una reflexión crítica y una reinterpretación de su realidad La metáfora cinematográfica en la ficción documental 155 <?page no="156"?> que contribuyen a la exploración de temáticas sociales, culturales, políticas o históricas relevantes para ellas. Todo el cine de ficción es, en esencia, una metáfora de emociones y vivencias humanas. Sin embargo, en mi práctica con este tipo de realizaciones, encuentro pertinente comprender la metáfora cinematográfica en cuatro dimensiones o planos del relato: • Metáfora visual: imágenes creadas a partir de aspectos técnicos como la fotografía, la puesta en escena, el arte y la postproducción, que contienen una idea o mensaje más profundo que su mera representación. • Metáfora sonora: el sonido y/ o la música como recursos narrativos con carga simbólica. Por ejemplo, la banda sonora permite la creación de construcciones sonoras evocativas, épicas, emocionales, etc., que potencian la narrativa de la historia. • Metáfora dramática: conflictos y motivaciones de los protagonistas que comportan una simbología que trasciende el conflicto y apunta a signifi‐ cados más profundos. • Metáfora montaje: yuxtaposición de imágenes y sonidos que comunican significados profundos subtextuales, sugeridos o implícitos. Esta clasificación es aplicable al cine de ficción como resultado de una creación intencionada, pensada y producida con intención pedagógica, histórica o incluso de parábola. Volviendo sobre la idea de la ficción en el cine como un resultado de decisiones y de las filtraciones que conllevan esas decisiones, entiendo la metáfora cinematográfica como la resultante de decisiones visuales, sonoras o dramáticas con un alto contenido alegórico, simbólico o representativo, que filtran mensajes, situaciones, experiencias, emociones, acontecimientos etc. En esta capacidad de filtrar y comunicar, aplicada a la ficción documental, radica su valor como documento y como lenguaje. Las potencialidades de la metáfora en el cine radican en su capacidad para reconstruir procesos de memoria, pedagógicos o históricos, y se deben a su poder evocativo y a su eficacia para generar un sentimiento de realidad en el espectador. “La imagen fílmica suscita pues, en el espectador, un sentimiento de realidad bastante pronunciado en algunos casos, por producir la creencia en la existencia objetiva de lo que aparece en la pantalla” (M A R TIN / R E NATA 2008: 27). Ante una imagen fílmica el espectador experimenta la creencia en la existencia objetiva de lo que se muestra en la pantalla, resultado del pacto establecido entre él y la película de “aceptar” y sumergirse en el universo cinematográfico propuesto. Este pacto constituye un elemento poderoso para la comunicación de reflexiones sociológicas en el cine de ficción. 156 Ana Camila Jaramillo Beltrán <?page no="157"?> En cine con la justicia y Memorias vivas del territorio cordobés, dos experiencias de ficción documental En cine con la justicia (2023) es una experiencia de formación y realización cinematográfica de ficción con colectivos de comunicación regional de los departamentos de Córdoba, Cauca y Chocó, producida por el Programa Justicia Inclusiva (USAID), en la que se abordaron temas como la restitución de tierras, los métodos de resolución de conflictos y las justicias étnicas. Por su parte, Memorias vivas del territorio cordobés (2023) es un proyecto realizado en el marco de una beca de formación del Ministerio de Cultura con la participación de 25 jóvenes de Córdoba y Sucre, que trata problemáticas que enfrenta la juventud en la ruralidad. Ambas experiencias compartieron la misma ruta metodológica: i) un taller presencial de construcción de relatos y narrativas desde la imagen; ii) asesorías virtuales para la elaboración de documentos narrativos y de producción; iii) un taller presencial de producción y puesta en escena; y iv) finalmente, el rodaje. El Milagro de la Tierra (2023) es un cortometraje producido por el proyecto En cine con la justicia, realizado en Montelíbano (Córdoba) por el colectivo Sinergia Comunicaciones. Narra la historia de una familia que se enfrenta a una realidad desafiante cuando regresa a su predio tras un proceso de restitución de tierras y se encuentra con una tierra que ya no reconoce y que tampoco la reconoce, donde las relaciones de confianza e identidad se han fragmentado por causa del desplazamiento. El camino de sanación y reconciliación de esta familia comienza con el conflicto del padre que se enfrenta a una tierra que considera muerta y estéril, poderosa metáfora dramática de la ruptura identitaria y de confianza que genera el conflicto armado; luego continúa con una segunda metáfora visual, esta vez de vida: la germinación de una planta, que comunica el potente y esperanzador sentido de la recuperación y el reconocimiento del territorio reencontrado. “Nuestra tierra nos reconoció” dice el protagonista. Esta película, aunque dirigida a funcionarios del proceso y víctimas de desplazamiento, busca comunicar a cualquier espectador que el proceso de restitución no solo consiste en recuperar un pedazo de tierra, sino en sanar una relación fracturada con el territorio. En El Milagro de la tierra los realizadores “deciden” seleccionar momentos dramáticos de la situación típica del desplazado (el regreso con las pocas pertenencias, el encuentro con su antiguo hogar devastado, el recuerdo del momento violento de la huida o la sucesión de fracasos en el cultivo de la huerta) que “filtran” el aprendizaje de los dolores íntimos y silenciosos que a veces inmovilizan, aunque se recuperen los bienes. Un milagro tan sencillo y repetido millones de veces como la germinación de una semilla donde todo parecía árido, es un mensaje de ilusión y esperanza para todo aquel La metáfora cinematográfica en la ficción documental 157 <?page no="158"?> que ha sufrido desplazamiento y tiene la oportunidad y la expectativa del regreso a su hogar. El segundo cortometraje, titulado Bocachico (2024), se produjo en el marco del proyecto Memorias vivas del territorio cordobés. Como antecedente, es pertinente mencionar que el Grupo por la Defensa de la Tierra y el Territorio de Córdoba (GTTC) realizó en 2018 un proyecto para identificar las problemáticas que enfrentan en la región los jóvenes rurales, para cuyo diagnóstico, titulado “Ser joven rural en Córdoba: otras formas de pensar y sentir el territorio” (CINEP/ PPP), se crearon ilustraciones y cuentos y se identificó la necesidad de fortalecer los procesos de comunicación entre los jóvenes que viven una situación difícil y compleja. En Córdoba, la alta concentración de tierras ha resultado en históricas acumulaciones de recursos en grandes haciendas gana‐ deras, lo que genera empobrecimiento en las poblaciones étnicas y campesinas, que se enfrentan a la carencia de infraestructura, servicios públicos limitados, y escasas oportunidades de empleo y educación. Esta situación pone a los jóvenes, como herederos de un entorno desesperanzador, en una encrucijada entre la decisión de permanecer en la tierra de sus ancestros o emigrar en búsqueda de condiciones más favorables, dilema que se agrava por la violencia de los grupos armados, los desplazamientos y la ruptura de arraigos culturales. Un contexto en el que las alternativas limitadas tienen impacto negativo, tanto en el arraigo cultural como en los procesos de resistencia liderados por algunos para mantenerse o regresar al campo después del desplazamiento forzado (CINEP/ PPP 2018). Cinco años después del proyecto “Ser joven rural en Córdoba”, en colaboración con el mismo grupo GTTC, se rodó Bocachico. Para la redacción del guion, se llevaron a cabo dos talleres presenciales en los que se aplicó una metodología de imaginación y escritura colectiva diseñada específicamente para el proyecto. Durante estas sesiones, se discutieron los elementos que los jóvenes consideraron relevantes para narrar la experiencia de la juventud rural. Utilizando categorías dramatúrgicas como personajes, conflictos, motivaciones, antagonistas, lugares, metáforas, temporalidad, entre otros, los jóvenes llevaron a cabo un ejercicio de decisión y filtración de su realidad, que les permitió decidir qué elementos le darían forma al argumento de la historia. Un aspecto importante consistió en la consideración de la conver‐ gencia de diversas experiencias culturales, lo que llevó a la elección de elementos que representaran tanto las culturas indígenas como las afrocolombianas y campesinas, en decisiones como el tratamiento del arte, las temáticas de los relatos o la puesta en escena. La trama sigue a Toño, un joven rural agobiado por la vida en el campo y la escasez de oportunidades. Su anhelo de una vida mejor para su familia lo 158 Ana Camila Jaramillo Beltrán <?page no="159"?> impulsa a considerar la posibilidad de mudarse a la ciudad. Sin embargo, cuando su abuela nota su desdén por la vida rural, comparte con él una historia que emplea la metáfora dramática de Bocachico, un pez afectado por la construcción de la represa de Urrá. Al separarse de su cardumen, Bocachico descubre nuevas rutas migratorias y encuentra amistades y situaciones que lo inspiran a regresar para enseñar a los suyos que existen otras rutas y hay otras perspectivas vitales. La parábola del pez presentada como gran metáfora visual y dramática a través del recurso de la animación, plantea la reflexión sobre la importancia de no perder las raíces al buscar nuevas oportunidades y la necesidad de mantener la conexión con los orígenes y el bienestar comunitario. Como evidencia de la eficacia de este tipo de recursos, en la socialización del cortometraje con la comunidad y los miembros del GTTC, los líderes manifestaron que elementos de la narración cinematográfica, como la figura del pez bocachico o la imagen de la represa, eran verdaderas metáforas visuales y dramáticas de los conflictos sociales en los contextos rurales. Explicaron que las “represas” representaban los diversos obstáculos que enfrentan los jóvenes; afirmaron que, si bien en Córdoba se trataba literalmente de la represa de Urrá, en otros territorios existían otras “represas” sociales. En el contexto de la región, estas historias adquieren sentido y relevancia porque abordan desde la mirada colectiva problemáticas y realidades propias del territorio. Son, por decirlo de alguna manera, cortometrajes que sirven como espejo y lenguaje a través de los cuales las comunidades pueden narrarse y verse a sí mismas. Conclusiones Un cortometraje es más que un cortometraje: es un espacio de diálogo intergeneracional, interdisciplinario e intercultural. Un punto de encuentro de conocimientos propios. Constituye un espacio para la discusión de temas relacionados con la cultura, la vida cotidiana y los conflictos y desafíos de una comunidad o territorio. El producto cinematográfico que resulta de la ficción documental es el resultado de un proceso formativo y de intercambio de ideas, no un fin en sí mismo. Efecto espejo: verse en la pantalla como espejo permite comprender, dimen‐ sionar y contrastar las propias situaciones. Cuando uno no puede verse, le resulta difícil reconocerse y comprender lo que está experimentando. Al mirarse en un espejo metafórico, como sucede en la ficción documental como cine colaborativo, las comunidades pueden ver sus propias vidas y experiencias reflejadas en el relato y la puesta en escena, y en ese reflejo darse cuenta de La metáfora cinematográfica en la ficción documental 159 <?page no="160"?> que no son únicas, sino que sus vivencias se aplican a otras comunidades. Es un ejercicio de autorreconocimiento y reconocimiento del otro. Memorias vivas: la idea detrás de una “memoria viva” es que no solo se trata de recordar el pasado, sino de mantenerlo presente y relevante en la vida cotidiana de una comunidad. El cine de ficción, desde el enfoque de la ficción documental, hace posible la creación de un registro propio que le permite a una comunidad ver y comprender su pasado de una manera significativa en el presente. Del registro a la dramaturgia: la ficción documental como “documento” no se basa ni se sustenta en elaboraciones teóricas, ni en la descripción etnográfica o la estadística comparativa, sino que se enfoca en lo humano, en seres que “obran y actúan”, como lo expresó Aristóteles en su Poética. La comunidad construye una dramaturgia de su propia historia, elevando su testimonio a un nivel dramático. Hecho político: que una comunidad acepte y decida utilizar el cine como representación de sí misma constituye un acto político. La decisión de contarse a sí misma ante propios y extraños se convierte en la decisión política de un colectivo que le apuesta al reconocimiento, a la pregunta y al cuestionamiento. Requiere un nivel de organización y madurez política significativos para asumir el compromiso y el desafío que implica. De objeto a sujeto: la metodología de la ficción documental para la creación colaborativa de relatos genera una transformación sustancial en el rol desem‐ peñado por las comunidades en la realización. Ellas dejan de ser sujetos pasivos en el proceso de investigación, cuya función se limita a ser observados, para convertirse en sujetos activos tanto en el proceso narrativo de la construcción del relato que se basa en sus propias experiencias, como en el proceso técnico. Este cambio de roles reconoce a los miembros de la comunidad como narradores capaces de mirarse a sí mismos y representarse en la narrativa cinematográfica. Amplificación de la voz colectiva: la experiencia metodológica de la ficción documental demuestra la capacidad del cine de ficción como medio de empoderamiento para las comunidades. Este enfoque ofrece posibilidades únicas, inherentes a su lenguaje, para que las comunidades construyan narra‐ tivas desde su sentir y pensar. Y tiene un alcance significativo en términos de difusión, para darles visibilidad a procesos internos de las comunidades. Potencia narrativa de la metáfora cinematográfica: la metáfora cinema‐ tográfica nos permite adentrarnos en discusiones profundas y fundamentales sobre los temas desde un abordaje humano. Además, le da forma a un lenguaje emocionalmente poderoso, que amplía la audiencia y los espacios de debate en torno a cuestiones que a menudo se limitan al ámbito académico. 160 Ana Camila Jaramillo Beltrán <?page no="161"?> Del diálogo de miradas emerge la creación: son tres las experiencias que convergen para hacer posible la ficción documental: la teórica y conceptual del sociólogo etnógrafo investigador, la técnica y artística del cinematografista realizador y la vital y cultural de la parte comunitaria. La confluencia de estas miradas es el producto de una experiencia colaborativa, que adquiere sentido, como evidencia, testimonio o relato, en la creación que de allí resulta. 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S O R L I N , Pierre (1985), Sociología del cine: la apertura para la historia de mañana. México: Fondo de Cultura Económica. La metáfora cinematográfica en la ficción documental 161 <?page no="163"?> III. La construcción del archivo entre el testimonio, la documentación y la creación artística <?page no="165"?> El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH Resumen Desde hace más de 75 años, el territorio habla, canta, llora, teje, grita, compone, borda… como una forma de resistencia al ocultamiento y la impunidad. El Centro Nacional de Memoria Histórica funciona como un complejo que visibiliza, promueve y fortalece las diferentes expresiones de la memoria y la verdad como derecho fundamental de las víctimas y la sociedad. Sus direcciones técnicas de Museo, Construcción de la Memoria Histórica, Acuerdos de la Verdad y Archivos de Derechos Humanos desarrollan procesos misionales diversos al tiempo que las asesorías de Pedagogía y Enfoques y la Estrategia de Territorialización los entretejen. En clave de contribuir al deber de memoria, el Centro apuesta por realizar acciones que permitan, desde el reconocimiento de las memorias de los territorios como agentes principales del cambio, superar la persistencia del conflicto armado interno, lograr la no repetición de las violencias y alcanzar la paz. Abstract For more than 75 years, the territory speaks, sings, cries, weaves, shouts, composes, embroiders… as a form of resistance to concealment and impu‐ nity. The National Center of Historical Memory functions as a complex that makes visible, promotes and strengthens the different expressions of memory and truth as a fundamental right of the victims and society. Its technical directorates of Museum, Construction of Historical Memory, Truth Agreements and Human Rights Archives develop diverse missionary processes while the Pedagogy and Approaches consultancies and the Territorialization Strategy interweave them. In order to contribute to the duty of memory, the Center is committed to carry out actions that allow, from the recognition of the memories of the territories as main agents <?page no="166"?> 1 El 2 de mayo de 2002, en el municipio de Bojayá, Chocó, sobre el Pacífico, norte de Colombia, en medio de los enfrentamientos entre grupos paramilitares y las FARC-EP, se produjo una masacre, con más de 70 víctimas mortales (aunque son más, de acuerdo con recuentos y acciones posteriores llevadas a cabo por la misma comunidad), debido al lanzamiento de un artefacto explosivo artesanal sobre la iglesia en la que los habitantes of change, to overcome the persistence of the internal armed conflict, to achieve the non-repetition of violence and to achieve peace. Rosa Mosquera: una voz desde los territorios Imagen 1. Rosa Mosquera, Coloquio Internacional de Archivos, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá D. C. Fuente: fotografía del CNMH, agosto 10 de 2023. Nuestro trabajo empezó en 1997 cuando, por primera vez, sentimos la guerra muy cerca, dado que llegaron los paramilitares a nuestro territorio. En ese momento, nos organizamos para bordar, entretenernos, apoyarnos, sanarnos, y para emprender esa tarea en la que ya tenemos 27 años; en esta lucha del hilo, la aguja, el canto, el verso, la composición, el teatro y la cocina. Todo eso nos ha servido a nosotras para mantenernos en pie y no desfallecer. Entonces, para empezar a contarles la memoria de este telón, primero, inicia como un rompecabezas, porque nosotras siempre bordamos para que nos pregunten mucho y, así, puedan aprender más. En este telón (Ver Imagen 1), hemos querido reconstruir el 2 de mayo y las víctimas que cayeron en la iglesia. 1 El 2 de mayo yo estaba allí; tengo lesiones en mi cuerpo, en 166 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="167"?> estaban resguardándose de la confrontación armada. Estos hechos fueron investigados por el CNMH y pueden consultarse en el libro Bojayá. La guerra sin límites (CNMH 2010). el alma ya no, porque, gracias a Dios, todo este bordado me ha ayudado a sanar. Allí estaban en la iglesia, luego los sacan y los tiran al bote, se los llevan a la fosa común que queda en el río Bojayá cerca de Bellavista; estuvieron en la fosa durante cinco años. Luego, la Fiscalía General de la Nación y el Instituto de Medicina Legal los sacan de la fosa, pero no invitan a ningún familiar o a la comunidad a hacer ese trabajo; los entierran en el cementerio de Bellavista y les colocan una bandera. Nuevamente, los sacan y los meten en otro lugar y colocan unas cruces sin nombres y con unos números. Es allí cuando empieza la preocupación de la comunidad: ¡Nosotros no somos números, somos personas! Por ende, aunque estén muertos, hay que identificarlos y nosotros, como familiares y comunidad, debíamos hacer el duelo, porque en nuestras comunidades estamos acostumbrados a cantarles sus alabaos, a hacer el rezo, a cantar el chigualo y el gualí. Eso nos hacía falta para poder sanar un poco. Volvemos nuevamente a recorrer la comunidad. Gracias a Dios siempre ha estado presente con nosotras el Centro Nacional de Memoria Histórica. Se hicieron ollas comunitarias, nos fuimos de barrio en barrio haciendo reuniones para hacer entender qué era lo que se quería. Por supuesto, todo el mundo aceptó, dijo que sí, que había que empezar. En el 2017, después de que conmemoramos el 2 de mayo, emprendimos nuestra búsqueda; arrancamos para Riosucio y para Bellavista. En Riosucio, desafortunada‐ mente, hasta hoy no se ha conseguido nada, pero los que estaban en Bellavista ya están identificados, menos un grupito, pero con la ayuda de Dios y los médicos forenses lo vamos a lograr. En el telón también podemos ver a los chamanes, porque es un trabajo comunitario mancomunado tanto de las comunidades afro como de las indígenas. Nos tocaba hacer rituales todos los días desde las 4: 30 de la mañana hasta las 11: 00 o 12: 00 de la noche, después de terminar el trabajo psicosocial, tanto de los sabedores como de los profesionales. En el telón se ve el ritual de prender las velas y hacer la oración acá en el mausoleo; deben estar en un sitio digno donde nosotros podamos llegar a encender una vela, porque es nuestra costumbre, podamos hacerle un rosario, podamos hablar con los muertos, porque eso lo aprendimos nosotros, o sea, eso nos dejaron nuestros ancestros y nosotros tenemos que seguir con ese legado. R O S A D E LA S N I E V E S M O S Q U E R A Lideresa del grupo de artesanas Guayacán El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 167 <?page no="168"?> De las memorias a la memoria histórica como deber del Estado La memoria es el sustantivo que se desprende de la acción de recordar; etimoló‐ gicamente, significa ‘traer eventos del pasado de nuevo al corazón’. Siendo así, la memoria es una facultad humana, ligada estrechamente a la emoción, que nos permite acceder a nuestro pasado en el presente. En el mundo natural, del cual somos parte constitutiva, la memoria se asocia con los procesos de supervivencia porque se convierte en un horizonte de conocimiento a través de la experiencia que posibilita el reconocimiento de los factores que amenazan o protegen la vida. Así, la memoria es nuestra forma personal de almacenar e interpretar lo acontecido como una función biológica y social que le da sentido al presente y proyecta el futuro. Cuando se habla de memoria colectiva, se está interpretando que el acto de traer el pasado al momento actual está mediado por la experiencia vivencial de pertenecer y habitar uno o diversos grupos humanos que desarrollan sus propias identidades, culturas y posiciones políticas. En ese sentido, la memoria es la forma de reencontrarse con los recuerdos y conectarse con la historia: con una historia común, con nuestra historia. Hacer memoria no es igual a recordar, ya que, mientras que el recuerdo nos transporta y recrea hechos del pasado sin trascendencia futura, el hacer memoria implica compartir los hechos para conocerlos, explicarlos, valorarlos, hacerlos visibles y convertirlos en brújula del futuro que necesitamos o soñamos. Por su parte, la memoria histórica implica reunir y reconocer todas las memorias, develar aquello que las compone y proponer una comprensión del presente a partir de ellas. En el marco de los conflictos armados, la memoria histórica es la herramienta para no olvidar y para comprender y hacer visibles los hechos ocurridos, las violaciones a los derechos humanos, los procesos de sanación, las resistencias y las luchas, así como para dignificar a las víctimas y sobrevivientes, y esclarecer la verdad. Se convierte en el elemento esencial para la construcción de paz, la (re)conciliación y la reparación del tejido social violentamente fracturado (B LAN C O / T ÉL L E Z / A B R E U 2023). En Colombia, los esfuerzos por reconstruir la memoria histórica desde la resistencia de las comunidades son tan antiguos y persistentes como la violencia misma. Junto al miedo, la estigmatización y el horror que se han impuesto en más de 75 años de conflicto armado en Colombia, la resistencia de los familiares de las víctimas, las comunidades y los sobrevivientes se ha erigido como alternativa para hacer frente a la tragedia, denunciar lo ocurrido y trazar nuevos horizontes. La reconstrucción de las memorias ha tomado diferentes formas, aunque el objetivo general es el mismo: hacer consciencia de lo sucedido para que los hechos sean visibles, conversados, reconocidos y no vuelvan a ocurrir. La memoria en Colombia se cuenta, se baila, se 168 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="169"?> canta, se narra, se teoriza, se recita, se teje, buscando sanar para emprender senderos de esperanza (CINEP/ PPP 2016). El relato de la lideresa Rosa Mosquera es una invitación a escuchar la voz de los territorios, de las mujeres, de las comunidades y de las organizaciones sociales de base, lideradas principalmente por mujeres, quienes han desarrollado estrategias, mucho antes de las políticas estatales, para defender la vida, sanar el dolor del corazón, salvaguardar las memorias de sus pueblos y atesorar lecciones de dignidad que hoy es deber del Estado colombiano proteger, acompañar y difundir. El deber que tiene del Estado de hacer memoria se consagra en el artículo 143 de la ley de víctimas y restitución de tierras (Ley 1448 de 2011): […] se traduce en propiciar las garantías y condiciones necesarias para que la sociedad, a través de sus diferentes expresiones, tales como víctimas, academia, centros de pensamiento, organizaciones sociales, organizaciones de víctimas y de derechos humanos, así como los organismos del Estado que cuenten con competencia, autonomía y recursos, puedan avanzar en ejercicios de reconstrucción de memoria como aporte a la realización del derecho a la verdad del que son titulares las víctimas y la sociedad en su conjunto. (art. 143) Las autoridades nacionales y territoriales tienen la obligación de promover procesos de reconstrucción de memoria histórica como aporte para garantizar los derechos a la verdad, la justicia y la reparación integral de las víctimas y sobrevivientes, familiares y resistencias, así como a la no repetición. En esta tarea, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), creado por la Ley 1448 de 2011 (art. 146), ha tenido un papel crucial en el esclarecimiento de la verdad, la reconstrucción de la memoria histórica y la reparación individual y colectiva de víctimas y sobrevivientes. Todo esto a través de medidas de satis‐ facción, investigaciones, informes, acompañamiento a iniciativas de memoria, protección de archivos sobre derechos humanos, apoyo en el desarrollo de las diversas expresiones artísticas y culturales de la sociedad civil, sistematización de experiencias pedagógicas y comunicativas, entre otras. El CNMH es una institución pública del orden nacional y su propósito es: […] reunir y recuperar los testimonios orales, textos, documentos o cualquier infor‐ mación que permita reconocer los hechos de violencia, y que permita visibilizar y dignificar a las víctimas del conflicto armado, a sus familiares y demás personas que hayan intentado prevenir estas violaciones a los derechos humanos. (CNMH s. f.) El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 169 <?page no="170"?> 2 A este numeral, se suma el Título VIII de la misma ley relacionado con la participación de las víctimas. Este mandato misional es ampliado y complementado con la Ley 1424 de 2010, por medio de la cual se crea el Mecanismo no judicial de contribución a la verdad y la memoria histórica, como un instrumento transicional garante del derecho a la verdad de las víctimas y la sociedad, y que parte del proceso de reintegración a la vida civil de exintegrantes de grupos armados organizados al margen de la ley. En los caminos de reconstrucción de la memoria y esclarecimiento de la verdad, la participación de las víctimas, resistentes y sobrevivientes es un imperativo, tal como lo ordena la ley, se debe fortalecer “la participación efectiva de las poblaciones vulneradas y/ o vulnerables, en sus escenarios comunitarios, sociales y políticos, para contribuir al ejercicio y goce efectivo de sus derechos culturales” (Ley 1448 de 2011, numeral (i), art. 149). 2 Esta participación efectiva es el corazón del trabajo del CNMH para la recuperación de las memorias variadas y diversas que existen en la sociedad pluricultural colombiana. El legado de los familiares y las personas que han sido violentadas por sus luchas políticas y sociales, por la defensa de los DD. HH. y por sus resistencias es el contrapeso, complemento y confrontación de los relatos oficiales y hegemónicos instalados por generaciones. Mediante la reconstrucción, conservación, difusión y comprensión de las memorias colectivas plurales y diversas, el CNMH trabaja por la satisfacción del derecho a la verdad y la contribución a la reparación integral, buscando el reconocimiento y la dignificación de las víctimas y comunidades afectadas, de manera que, a través de la permanente recuperación de la memoria, se fortalezcan los procesos locales y se brinden condiciones para la no repetición y la construcción de paz desde los territorios. En este sentido, la memoria histórica no es un fin, sino un medio, y la misión del CNMH se traduce en el apoyo, la promoción, el reconocimiento y la visibilización de todas las memorias todas, especialmente de aquellas que han sido históricamente silenciadas y subrepresentadas. Para ello, estamos profundizando en un viraje hacia los territorios, que supere las prácticas centralistas y que permita el avance hacia la democratización de la memoria histórica en Colombia. El CNMH es un complejo de memoria y esclarecimiento de verdad, encami‐ nado a reunir y fortalecer todas las memorias todas, que articula procesos de escucha, documentación, reconstrucción, investigación, protección, pre‐ servación, difusión y exposición de lo acontecido en el marco del conflicto armado interno colombiano. 170 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="171"?> El territorio habla La memoria habita el territorio, vive en sus comunidades, pueblos, personas y colectivos. Está atravesada por el dolor y las luchas de un pasado injusto y doloroso. Reconstruir la memoria histórica es, esencialmente, escuchar al territorio, amplificar las voces que no han sido escuchadas y que nos develan los horrores del pasado, así como las luchas y resistencias que emergen incansables. El territorio habla, teje, canta, pinta, baila, llora su memoria. Las tradiciones orales son las que, en nuestro campo, han mantenido vivo el relato de lo ocurrido, y las nuevas formas de comunicar son las que transmiten ese conocimiento de los antepasados a las nuevas generaciones; es responsabilidad de las instituciones del Estado promover su apropiación como parte de la memoria nacional. Escuchar esa memoria es más que un acto pasivo, implica identificarse con los dolores y resistencias narradas en medio de un conflicto armado que no cesa desde hace más de 75 años y buscar la verdad. Imagen 2. Lanzamiento de la iniciativa de memoria histórica Memorial por las Víctimas de Riosucio, Chocó. Fuente: fotografía del CNMH en Riosucio, Chocó, mayo 31 de 2023. El territorio habla, el centro escucha es el propósito superior que inspira cada acción del CNMH. Cada vez que un colombiano o una colombiana toca sus puertas, el territorio se expresa con sus múltiples lenguajes; cada vez que una El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 171 <?page no="172"?> 3 Insilio se refiere a las personas afectadas por el exilio de sus familiares (C O M I S IÓ N P A R A E L E S C L A R E C I M I E N T O D E L A V E R D A D , L A C O N V I V E N C I A Y L A N O R E P E T I C IÓ N 2022b). víctima del conflicto comparte su experiencia, ese relato navega nuestros ríos y costas, su voz transforma a Colombia y su canto sana a una generación que sigue anhelando vivir en paz. El centro escucha Para lograr su propósito de escuchar, el CNMH avanza en la territorialización de la memoria a través de un despliegue que nos permite estar presentes de manera permanente a lo largo y ancho del país, para escuchar las diversas memorias del conflicto armado interno. Esta presencia aporta a la superación de la visión extractivista de la acción institucional, tan cuestionada por las víctimas, quienes en el pasado han sido movilizadas exclusivamente para entregar información; ejercicio que genera muchas veces procesos de revictimización, debido a la forzosa evocación de eventos dolorosos en un encuadre jurídico o técnico que, en sus procedimientos, no parte de las lógicas del acompañamiento y el cuidado. En este sentido, las víctimas piden a las instituciones evitar ir al territorio (el ya tristemente conocido “desfile de chalecos”) porque solo van cuando es de utilidad para el cumplimiento de sus metas que, además, la mayoría de las veces, no corresponden con las necesidades e intereses de las comunidades. Bajo esta urgencia, se vuelve prioritario ampliar la escucha a todas las memorias y democratizar cada vez más nuestra misión. El CNMH reconoce y debe siempre reconocer todas las memorias de las víctimas del conflicto, en especial las más invisibilizadas, las memorias poco o nada conocidas, las no reconocidas. La estrategia incluye la presencia territorial del CNMH y la concertación de una acción institucional que armonice y responda a las necesidades e intereses del territorio. Con el propósito de establecer nuestra presencia permanente, en el proceso, se identificaron 16 regiones, incluida la denominada el exterior, con compatriotas víctimas del conflicto armado interno en diferentes partes del mundo, que abarca las categorías de exilio, insilio  3 y los procesos de retorno. Las regiones fueron determinadas teniendo en cuenta elementos socioculturales, geográficos, poblacionales e históricos que las unen y relacionan (ver Imagen 3): 172 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="173"?> Parque Infantil San Andres 0 PANAMA D Departamento Despliegue regional D Altiplano Cundiboyacense D Arauca - Casanare D Bogota, D.C. D Caribe Rfo Magdalena D Caribe Sabana D Caribe Serranfa del Perija D ERP Noroccidente D Huila - Tolima D Magdalena Medio D Nororiente D Orinoqufa D Pacffico - Choc6 □ Sur D Suroccidente • Exterior 0 Panama City Gulf of Ponama Quito 0 ½ (!J 't:,c::: "'( uayaquil Gulf of Dar1en Iquitos 0 Maracaibo 0 TERRITORIALIZACIÖN Y TRA NSVERSALIZACIÖN DESPLIEGUE REGIONAL ESTRATEGIA DE TERRITORIALIZACIÖN Elaborado por: Obsecvatorio de Memoria y Conflicto - OMC Fuente de datos: Estrategia de Terntorializaci6n Km Centro Nacional de Memoria HistOrtea Oranjestad Q Willemstad 0 N A C Valencia 0 VE • -{� 1 Centro Nacional ....__;,J• de Memoria Historica • Imagen 3. Territorialización y transversalización. Despliegue regional de la estrategia de territorialización. Fuente: Observatorio de Memoria y Conflicto, CNMH. El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 173 <?page no="174"?> Los equipos de territorialización del CNMH están conformados por personas con arraigo en las regiones, cuya experiencia y liderazgo están directamente vinculados con los procesos de memoria de sus comunidades, su tierra, su historia y la promoción y defensa de los DD. HH. En la práctica, el CNMH pone su misión al servicio del territorio para que las comunidades divulguen sus propias narrativas y promuevan y decidan sobre sus procesos de memoria y verdad. La territorialización es un proceso que busca reconocer y visibilizar el tejido de experiencias, saberes, resistencias y luchas de la memoria histórica en los distintos territorios para posibilitar la juntanza de esa diversidad, así como la escucha efectiva, de participación real de las comunidades, de construcción colectiva de conocimiento y de promoción social de las memorias, y el esclarecimiento de la verdad. El primer paso de la estrategia de territorialización puso en marcha la habilidad comunicativa de la escucha, donde no solo se involucran el oído y la visión para entender los diferentes lenguajes, sino que se activan todas las capacidades humanas de percepción para darle sentido a la memoria histórica como brújula del futuro y no como fantasma del pasado. En 2023, se inició la primera fase de despliegue con un equipo pionero en la región noroccidente, que cubre los departamentos de Antioquia, Caldas, Quindío y Risaralda, y que vincula colaboradores de la memoria en siete regiones del país. Para 2024, se plantea continuar con el equipo pionero y ampliar la presencia del CNMH en los territorios, con equipos en el nororiente (Norte de Santander y Santander), el suroccidente (Cauca y Valle del Cauca), el Caribe (toda la costa atlántica) y el Pacífico chocoano, así como avanzar en la consolidación del trabajo con las víctimas en el exterior, a través de espacios virtuales de escucha denominados Asambleas MHERI (memoria histórica del exilio, retorno e insilio). Se dio inicio a la primera fase con una serie de encuentros para identificar y reconocer el trabajo de memoria realizado en los territorios. En la segunda fase, se comenzó con la sistematización y diagnóstico de los procesos regionales de memoria, lo cual ha permitido identificar tanto lo existente como las necesi‐ dades, y actores cruciales y capacitados para adelantar los procesos. Luego, en la tercera fase, se ha propuesto avanzar de manera colaborativa en la construcción de planes territoriales de memoria, como herramienta de concertación con las víctimas, organizaciones, sobrevivientes y resistentes del conflicto armado interno. A través de estos planes se facilitará la interlocución de las comunidades con otras instituciones públicas, la empresa privada y la cooperación interna‐ cional para que aporten con recursos e ideas a su materialización. A nivel interno, la estrategia de territorialización cumple una función trans‐ versal en el complejo de memoria y verdad, al facilitar la integración en territorio 174 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="175"?> de los procesos adelantados por las direcciones técnicas de Construcción de la Memoria Histórica, Acuerdos de la Verdad, Archivos de DD. HH. y Museo Nacional de Memoria, con la asesoría transversal de la Estrategia de Pedagogía y Enfoques (enfoques diferenciales de curso de vida, étnico, género y discapacidad), el Observatorio de Memoria y Conflicto, y la Estrategia de Comunicaciones. Cada componente del complejo de memoria y verdad tiene una construc‐ ción metodológica propia, pero una misma meta: acompañar la diversidad de experiencias, saberes y necesidades de las comunidades en los procesos de construcción y preservación de la memoria histórica y la búsqueda de la verdad. La memoria vive y resiste En Colombia, solo en los últimos años se empezó a reconocer que las diversas expresiones de las memorias individuales y colectivas de las víctimas, testigos y sobrevivientes aportan de manera sustancial para aclarar los hechos, circuns‐ tancias, contextos y actores responsables de las masivas, graves y sistemáticas violaciones cometidas contra la población civil en el marco de los más de 75 años de conflicto armado interno. En tal sentido, es preciso afirmar que han sido las víctimas, sus organizaciones y los sectores sociales afectados, quienes, desde hace más de siete décadas, a través de sus denuncias, informes y reclamaciones de distinto orden, han sido pioneras en las demandas de los derechos a la verdad, la justicia, la reparación integral de las víctimas y las garantías de no repetición. En tal sentido, el Estado, después de décadas, tardíamente y aún parcialmente, ha empezado a reconocer sus responsabilidades en el conflicto armado interno, en la crisis en derechos humanos y en el predominio de la impunidad en la justicia. En efecto, es con la aparición de figuras legales en el marco de la justicia transicional, derivadas de acuerdos de paz recientes con guerrillas insurgentes, y de acuerdos de acogimiento a la legalidad y la justicia por parte de estructuras paramilitares, que se han desarrollado institucionalmente compromisos de significación con relación a la memoria histórica y el esclarecimiento de la verdad. Así, múltiples ejercicios de memoria histórica, investigaciones e informes aportan a los esfuerzos históricos nacionales de esclarecimiento de la verdad, realizados por personas, colectivos sociales e instituciones, que van desde esfuerzos pioneros, como los surgidos desde las décadas del origen del conflicto El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 175 <?page no="176"?> 4 Existen varios informes generales o nacionales que intentan esclarecer el conflicto armado interno y la violencia política asociada en Colombia. Entre ellos, se encuentran los informes titulados La Violencia en Colombia de Germán Guzmán, Orlando Fals y Eduardo Umaña en 1962; Colombia: violencia y democracia de una comisión académica (A R O C H A 1987); Pacificar la paz de la Comisión de Superación de la Violencia en 1992; ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad del CNMH, en 2013, y, Hay futuro si hay verdad de la Comisión para la Verdad, la Convivencia y la no Repetición (2022a). armado interno, hasta otros más recientes y actuales. 4 Eso, sin enlistar los valiosos e innumerables aportes de las organizaciones sociales y territoriales que investigan y esclarecen sin tregua los hechos relacionados con el conflicto armado interno. Poner en contexto las memorias de las víctimas es un proceso desafiante. No basta con decir que las memorias son plurales y diversas, sino que su complejidad radica en cómo reconocerlas y comprenderlas. Cada comunidad de la diáspora africana, de los pueblos indígenas, campesina, urbana o rural, desde el Amazonas hasta La Guajira, tiene una red de significados simbólicos, políticos y espirituales a través de los cuales ha organizado la vida en sociedad. Precisamente, en ese entramado han irrumpido las dinámicas violentas y los distintos responsables, pero, con frecuencia, las mismas comunidades, conscientes de su pasado, pre‐ sente y futuro, y haciendo uso del recurso de las memorias, son las que avanzan en las posibilidades de reconstruir sus procesos, tramitar el duelo y ser agentes activos en los procesos de sanación y resistencia, buscando el reconocimiento de la dignidad, la legitimidad de sus relatos y la demanda de sus derechos. En ese sentido, además de la responsabilidad del Estado en términos de obtener resultados jurídicos sobre los hechos de violencia, acompañar la reconstrucción de la memoria de las víctimas es una forma de facilitar la conquista de la justicia, en su dimensión de sentimiento colectivo e individual, que se gesta desde adentro de las propias formas de significar y vivir de las comunidades. En este marco, el CNMH apoya técnicamente y realiza un proceso de acompa‐ ñamiento a colectivos de poblaciones victimizadas que permite hacer visibles sus prácticas culturales, artísticas y performáticas, así como construir monumentos, placas, canciones, pinturas, entre otras manifestaciones y representaciones, que posibilitan trasladar a la esfera pública, el sufrimiento y el dolor que, por muchos años, ha sido tramitado en el ámbito privado (C O MI S IÓN N A C I O NAL D E R E C O N C I ‐ LIA C IÓN Y R E P A R A C IÓN , 2009). Al respecto, distintos dispositivos culturales les han permitido a las comunidades reorientar el sentido de la vida, reconstruir su historia y llorar a sus muertos cuando el conflicto armado interno silenció el duelo y la pérdida. Así lo evidencia el relato de la lideresa Rosa Mosquera, con el que inicia este texto, que narra cómo el tejido elaborado entre varias mujeres 176 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="177"?> simboliza el dolor y el sufrimiento, pero también la sanación y los procesos que las comunidades emprendieron para elevar su voz. El territorio habla, teje, canta, borda, cuenta, llora, sana y el CNMH tiene el deber de escuchar, hacer visible y reconocer todas las memorias todas. ¿Qué pasó y quién dio la orden? Las memorias de las víctimas y los sobrevivientes del país aportan y reclaman el esclarecimiento de los hechos y de los responsables de las victimizaciones sufridas en el marco del conflicto armado interno. Desde el 2012, la Dirección de Acuerdos de la Verdad (DAV) ha implementado un instrumento de justicia transicional que se denomina el Mecanismo no judicial de contribución a la verdad y la memoria histórica (MNJCV), cuyo propósito es aportar a la reparación de las víctimas por medio de la narración sobre cómo se dieron el surgimiento, la conformación, los patrones de actuación y los daños cometidos en contra de la población civil. El MNJCV reconoce la importancia de la pluralidad de voces en la búsqueda de la verdad. Además de los testimonios de las personas desmovilizadas y responsables, se destacan las contribuciones voluntarias de las víctimas como una estrategia para enriquecer la comprensión de los hechos. Para garantizar la legitimidad de los procesos de esclarecimiento, se emplean técnicas de triangulación y contrastación de la información, permitiendo así verificar y validar la veracidad de los relatos. Esto permite satisfacer el derecho que tiene la sociedad a la verdad y al conocimiento, evitando la reproducción de narrativas justificatorias o negacionistas. Como parte de lo avanzado, entre otros hallazgos, en estos informes se presentan aportes significativos al esclarecimiento del fenómeno paramilitar, como la identificación de 39 estructuras de estos grupos, las cuales estuvieron presentes en 667 de los 1101 municipios del país, lo que equivale al 60,5 % del territorio (CNMH 2019: 55). Los informes demuestran las graves violaciones a los derechos humanos y las infracciones al derecho internacional humanitario perpetradas por los grupos armados ilegales, así como las irregularidades en el proceso de desmovilización, tal como se ilustra a continuación: Entrevistado: La verdad es que nunca tomé un arma, no me coloqué un camuflado, no cogí un radio y nunca llegué a ser… o sea, nunca llegué a formar filas de… o a estar entre las filas de ese… Entrevistador: ¿Su pertenencia al Frente Héctor Julio Peinado Becerra fue en términos de qué? , ¿de su desmovilización? El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 177 <?page no="178"?> Entrevistado: Por desmovilizarme. Sí, señor. Solo por desmovilizarme. (CNMH 2023b: 306) También se logró demostrar el encadenamiento de diferentes modalidades de violencia de los grupos armados ilegales. En el siguiente testimonio, por ejemplo, se describe la manera en que estas estructuras utilizaron la estigmatización y el señalamiento público para perpetrar las masacres, los asesinatos selectivos y el desplazamiento forzado: Si usted era líder en una vereda, era un revolucionario y auxiliador, a usted había que matarlo. Si era líder estudiantil, si era líder del sindicato, si usted era no sé qué… eso es una locura en este país. […] Ellos comenzaron a dominar territorialmente […], pero hicieron una limpieza social, […] eso es masacres colectivas y selectivas. Y vino, como te decía, la otra cara de la moneda, el despojo de las tierras. (CNMH 2023b: 47) Por otra parte, este trabajo también reconoció la manera en que las comunidades, las organizaciones de base y las víctimas han enfrentado las secuelas de las violencias de los grupos armados ilegales. El siguiente relato narra cómo las voces de las víctimas y la reconstrucción de sus memorias, junto con las de sus seres queridos, aportan al esclarecimiento de la verdad y se convierten en elementos significativos para la reparación: Somos memoria, el sol que renace ante la impunidad, nosotros somos eso, memoria, porque nosotros somos los que tenemos las voces de las personas que no están. Si nosotros no tuviéramos ese interés esa persona estaría olvidada. (CNMH 2023b: 283) De igual manera, los informes reflejan las experiencias, los sentires y las emociones de las víctimas y sobrevivientes. Además de esclarecer lo ocurrido a propósito de la conformación y existencia de los grupos armados ilegales, también incluyen los relatos de resistencia, como se evidencia en el siguiente testimonio: Un resguardo sin la madre tierra no es un resguardo, no es un pueblo indígena, por eso nosotros lo defendemos tanto. A pesar de que a nosotros nos golpearon, no nos intimidan […] el día que aparezca el grupo armado o los grupos armados nos hacemos matar, porque no nos vamos a desplazar, vamos a resistir. (CNMH 2023b: 528) Sumado a las permanentes demandas y exigencias de verdad por parte de las víctimas, persiste la necesidad de que pongamos a disposición de la institu‐ cionalidad y de la sociedad instrumentos no judiciales de la verdad como el Mecanismo no judicial de contribución a la verdad histórica para aclarar los hechos relacionados con la persistencia de las violencias sociopolíticas y de las nuevas criminalidades urbanas de alto impacto, así como de las estructuras herederas del paramilitarismo. El texto del artículo 13 de la Ley 2294 de 2023 (Ley del 178 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="179"?> Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026) reconoce que el MNJCV, operado por la Dirección de Acuerdos de la Verdad (DAV) del CNMH, deberá ser adecuado e implementado en “los diversos acuerdos de paz y de sometimiento a la justicia, en el marco de la política de paz total y de la normatividad que los reglamente”. Es así como los resultados obtenidos del esclarecimiento deben difundirse a través de estrategias y herramientas pedagógicas. Este mandato ha llevado al CNMH a fundamentar procesos de apropiación social del conocimiento, considerando un horizonte de sentido centrado en la construcción de puentes, a partir de distintos lenguajes, que acerquen a la sociedad a los saberes en torno al esclarecimiento. Saberes tejidos de la mano con las víctimas, con las personas que hicieron parte de los grupos armados ilegales y con la sociedad en general. Para ello, se han diseñado dispositivos de apropiación con formatos accesibles para dar a conocer la verdad a una audiencia más amplia, es decir, que salga de las estanterías de las bibliotecas y dialogue con el territorio y su gente. También resulta relevante la proyección de estas memorias hacia las comunidades académicas, para que puedan convertirse en un substrato de evidencia para el quehacer investigativo. Esto permitirá enriquecer las versiones historiográficas sobre el país, sus dinámicas de poder y sus fenómenos de violencia. La memoria histórica y el esclarecimiento de la verdad son las brújulas para avanzar en la Paz Total. En este sentido, el esclarecimiento requiere de la articulación de las instituciones, ya que los hallazgos sobre la violencia en Colombia, si bien son importantes, no son conclusivos y, por lo tanto, las contribuciones de las personas que han participado directamente en el conflicto armado son fundamentales para poder determinar “quién dio la orden” y así combatir la impunidad que es, en sí misma, un factor de persistencia del conflicto. Las memorias en plural (todas las memorias todas) obligan a reflexionar constantemente sobre los puntos en común, los acuerdos y los encuentros, así como sobre los desafíos, el disenso y el desacuerdo, con el fin de avanzar hacia la reconstrucción del tejido social y escenarios de (re)conciliación. Huellas del conflicto armado: registros documentales en archivos y bibliotecas de DD. HH. Los documentos agrupados en archivos y colecciones que registran los con‐ textos, hechos y resistencias del conflicto armado interno son las huellas de la memoria histórica. Son la impronta social que se resguarda como patrimonio comunitario, que conserva evidencias de las formas y contextos de vida impac‐ tados por los hechos del conflicto armado interno y que moviliza el conocimiento a través de diferentes maneras de transferir en el presente y hacia el futuro, de El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 179 <?page no="180"?> forma transgeneracional, las lecciones aprendidas acerca de las violaciones a los DD. HH. y el dolor infligido, tanto por acción como por omisión, a la sociedad colombiana y que no puede volverse a repetir. Es fundamental la protección, recopilación, custodia, preservación, acceso y uso de los archivos y colecciones documentales sobre DD. HH. y memoria histórica, a través del reconocimiento del territorio y las diversas poblaciones. Estos acervos, custodiados por organizaciones sociales, comunidades, personas e instituciones, se constituyen en fuentes documentales, en donde es posible reconocer de primera mano la información sobre los contextos, hechos y resis‐ tencias del conflicto armado en Colombia. Las fuentes documentales primarias y secundarias ofrecen la posibilidad de que cada quien, desde su contexto, su dolor y su esperanza, construya y aporte a la memoria histórica, más allá de los discursos históricos que, por generaciones, se repiten sin trascendencia para la transformación social y cultural. Los documentos, archivos y colecciones documentales son herramientas esenciales para la exigibilidad de derechos de las víctimas y sobrevivientes a la verdad, la justicia y la reparación, sin dejar de lado que son ventanas para el reconocimiento de las memorias individuales, colectivas y territoriales, por lo que son determinantes en la reconstrucción de lo ocurrido. Desde la Dirección de Archivo de los Derechos Humanos (DADH), se comprende que cada documento cuenta una historia o una parte de algún hecho y que abre ventanas de posibilidades para la reflexión y la reconstrucción del tejido social. Así, entretejidas estas historias y relatos con otros insumos documentales de contraste, aproximan a las personas interesadas y a la sociedad en general a las memorias que se producen en escenarios profundos y locales. Los acervos documentales de memoria histórica permiten prolongar en el tiempo las narrativas de resistencia y conflicto armado interno que se han vivido en Colombia por más de 75 años. La confianza restablecida en los últimos años entre el CNMH y las organi‐ zaciones ha permitido a esta institución recibir nuevos archivos y mayores solicitudes de apoyo técnico para la identificación, la catalogación y la protección de archivos sobre DD. HH. y memoria histórica. Son múltiples los archivos que en todo el territorio nacional se han identificado, a través del censo del Registro Especial de Archivos de Derechos Humanos y Memoria Histórica (READH), con esta vocación de garantía de derechos. A su vez, se ha acompañado a decenas de organizaciones y comunidades en procesos relacionados con la protección de su documentación y archivos, y la promoción de su acceso y usos sociales. El archivo y la biblioteca de los DD. HH. se articulan de manera transversal con los procesos que componen el complejo de memoria y verdad en el CNMH, 180 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="181"?> el cual busca soportar acciones de contraste de fuentes documentales en el marco de los ejercicios de investigación, proveer insumos que fortalezcan los lugares de memoria, productores y receptores naturales de documentación de memoria histórica, y constituir el fondo documental del CNMH como un acervo patrimonial y de memoria del mundo. Esto ha llevado al CNMH a considerar la posibilidad de que la biblioteca especializada en DD. HH., memoria histórica y conflicto armado y el centro de archivos sobre los DD. HH., nutrido con importantes volúmenes de docu‐ mentación procedentes de diversos territorios, no solo se concentren en el invaluable material documental existente en Colombia, sino que se expandan, articulen y conversen con otros archivos de DD. HH. del continente. En este sentido, la construcción de la Biblioteca y Centro de Archivos sobre DD. HH. de Nuestra América se propone como un espacio de recepción de archivos y colecciones documentales que promuevan la reflexión sobre nuestras violencias estructurales comunes, las vivencias del exilio a causa de los conflictos y las dictaduras, y también las resistencias y los afrontamientos de nuestros pueblos frente a la opresión y la violencia. Esta iniciativa permitirá lograr una mirada más holística sobre los procesos históricos que unifican la región, reivindicando las voces de las víctimas y las organizaciones sociales, así como su papel en los cambios sociales que se han gestado o pueden gestarse en nuestros países. Los retos y desafíos que se observan en el panorama llevan a proyectar en horizontes a corto, mediano y largo plazo, la consolidación de un archivo y biblioteca, con posibilidades de preservar y articular en redes y sistemas de información, virtual y social, la memoria histórica tejida en los territorios, y con perspectivas de reconocimiento y relacionamiento latinoamericano. Lo anterior, busca sembrar la perseverancia por el conocimiento de lo ocurrido, con la posibilidad dinámica de evolucionar en esta espiral del saber y la vida hacia una transformación para la convivencia en paz. Ventana al territorio El Museo de Memoria de Colombia (MMC) avanza, junto con la construcción de su sede física, en la proyección de una experiencia que permita situar el cuerpo, la escucha y el movimiento, para acercarnos a la capacidad transfor‐ madora de la memoria y la verdad. Esta experiencia nos interpela sobre las formas en que recordamos, narramos y representamos el conflicto armado interno; sobre lo común y lo particular, las sincronías y diacronías de los conflictos de la región y la persistencia histórica de las violencias. Aunque recibe el título de “museo”, sobrepasa esa definición como parte del complejo El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 181 <?page no="182"?> 5 Uno de los procesos más representativos ha sido el del Centro de Memoria Histórica del Litoral Pacífico (CMHLP), un proyecto que surgió en 2017 a raíz del paro cívico de Buenaventura y que fue acompañado por la Dirección del Museo de Memoria de Colombia y la Estrategia Nación Territorio del CNMH (C E N T R O D E M E M O R I A H I S T Ó R I C A D E L L I T O R A L P A C Í F I C O 2021). de memoria y verdad del CNMH; por tanto, es un lugar de memoria, un colaboratorio de las memorias y una ventana al territorio (CNMH, 2023). El MMC proyecta, como parte de su accionar, investigar, coleccionar, con‐ servar, interpretar y exhibir acervos de memoria a partir de la escucha activa de individuos, comunidades y organizaciones afectadas por el conflicto armado interno. Este museo busca ser un memorial que visibilice lo ocurrido en el marco del conflicto armado interno y los hitos relevantes de las resistencias, la paz y la (re)conciliación, con el objetivo de explicar el presente y proyectar un futuro en paz. Como lugar de memoria, el MMC se construye de manera colectiva, y responderá al trabajo de víctimas y sobrevivientes desde iniciativas individuales y organizacionales, constituyéndose así en una medida de reparación simbólica y de soporte de la memoria histórica. A su vez, el museo se ha pensado como un colaboratorio para la apropiación y la construcción social de la memoria. Esta concepción trasciende la idea de museo como lugar homogéneo, vertical, inmóvil y cerrado, y se concibe como un espacio plural, dinámico, vivo, de diálogo constante y de intercambio de memorias, saberes, relatos y procesos, con una función reparadora y esclarece‐ dora de la verdad sobre el conflicto. En este sentido, el museo busca convertirse también en un escenario catalizador del dolor y el sufrimiento de las víctimas, a través de la visibilización y la reivindicación de sus experiencias y sus formas de afrontamiento. A la vez, se proyecta como un escenario para el reconocimiento de más de 75 años del conflicto armado interno por parte del conjunto de la sociedad y para movilizar la empatía con miras a favorecer una apropiación de la memoria histórica que nos une como nación en el dolor, pero también en la esperanza. A pesar de que el MMC está situado en Bogotá, es una ventana a cada uno de los territorios de Colombia. Por ello, su funcionamiento traspasa la construcción física para consolidar un trabajo en red con los lugares e iniciativas de memoria que las comunidades lideran en sus territorios. Ahora bien, dentro de las actividades relacionadas con el MMC, la estrategia Lugares de Memoria tiene el propósito de caracterizar, fortalecer y acompañar lugares de memoria que ya existen en el país, 5 así como a las comunidades que inician la creación y sueñan con la sostenibilidad de sus iniciativas de memoria. 182 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="183"?> 6 James Clifford define a los museos como zonas de contacto, espacios atravesados por tensiones e intercambios entre posiciones diferentes y desiguales que debaten sobre los términos y sentidos de las representaciones. Esta concepción se basa en los aportes de Mary Louise Pratt, para quien las zonas de contacto son espacios de hibridación cultural, lugares intermedios que generan relaciones de resistencia entre los individuos que tienen conceptos y posiciones diferentes que alteran las relaciones de poder y la hegemonía de lengua, cultura o identidad sobre otros (C L I F F O R D 1999). 7 Consultar el Decreto 632 del 2014 de la Alcaldía Mayor de Bogotá, “por el cual se adopta el Proyecto de Diseño Urbano Eje de la Paz y la Memoria, que integra diferentes Conjuntos Monumentales de Espacio Público en la ciudad de Bogotá D. C., y se dictan otras disposiciones”. 8 El MMC se entiende en relación con el Decreto 632 de 2014 de la Alcaldía Mayor de Bogotá. En este Decreto, la avenida 26 es entendida como el corredor de paz y memoria en el que se sitúan diferentes esfuerzos institucionales en este sentido. El MMC busca acoger la pluralidad de las memorias, proteger la diversidad de quienes las construyen, y comunicar eficazmente sus particularidades y sentidos a un público nacional e internacional, igualmente diverso. En este sentido, el MMC es en un lugar para la polifonía de relatos y las voces subalternas; es una zona de contacto, 6 de debate y de confrontación, al tiempo que es una oportunidad para buscar la unidad y la (re)conciliación. El museo es, entonces, un umbral que nos permite releer nuestro dolor de manera profunda, no solo para comprender su magnitud, sino para desear, desde el fondo, que jamás se repita. Es un umbral para transitar de la impotencia a la agencia, de la compulsión de la repetición a una vida creativa, de la indiferencia a la empatía, de la confusión o la incertidumbre a la sanación y la esperanza, de la memoria como trauma a la memoria como conciencia. Ante la función consignada en el artículo 148 de la Ley 1448 de 2011 de “diseñar, crear y administrar un Museo de la Memoria, destinado a lograr el fortalecimiento de la memoria colectiva acerca de los hechos desarrollados en la historia reciente de la violencia en Colombia”, el CNMH avanza en la estructuración de un conjunto integral de documentos (plan museológico, guion museológico y políticas institucionales) que, guiados por la visión del complejo de memoria y verdad, reflejan un compromiso profundo con el esclarecimiento de la verdad, la construcción de memoria y la reparación simbólica. Las acciones que actualmente desarrolla el museo se orientan desde las dimensiones: espacial, territorial y virtual, las cuales organizan y definen su operación. La dimensión espacial no solo determina el contenido de los espacios internos propuestos en el edificio como un viaje consciente y sensitivo a cada una de las regiones del país, sino que integra elementos del espacio público de Bogotá y del Eje de la Paz y la Memoria, 7 que se extiende a lo largo de la avenida calle 26. 8 La dimensión territorial, por su parte, vincula una apuesta de conjunción El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 183 <?page no="184"?> del trabajo colaborativo entre los sitios, casas, centros y lugares de memoria, así como las formas en que estos territorios se hacen visibles en el museo y el MMC en el territorio. Por último, la dimensión virtual es una plataforma digital innovadora para descentralizar y democratizar el acceso a la memoria histórica del país, cuyo objetivo es preservar y difundir testimonios, documentos y archivos relacionados con el conflicto armado interno y el acervo de los lugares de memoria del país, promoviendo así la reconciliación y la construcción de paz. La plataforma virtual, en actual proceso de construcción, le permitirá a cualquier usuario convertirse en guardián y custodio de los archivos, los lugares de memoria y la verdad. El proyecto de descentralización y protección de archivos que promueve la plataforma virtual busca fortalecer la capacidad de las comunidades locales para gestionar y salvaguardar sus propias memorias. A través del uso de tecnologías de vanguardia, la plataforma asegurará que los datos sean inalterables y acce‐ sibles de manera segura y sostenible. Este enfoque no solo protege contra la censura y la manipulación, sino también facilita la participación activa de las comunidades en la conservación de sus memorias y su historia. Al permitir la creación de nodos regionales de memoria, el MMC fomenta una red robusta y resiliente que amplifica las voces de las víctimas, y promueve una comprensión más profunda y amplia del conflicto armado en Colombia. 184 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="185"?> Asesoría de pedagogía y enfoques Imagen 4. Conmemoración de los 15 años de la masacre de Bojayá. Fuente: fotografía del CNMH, en Bojayá, Chocó, mayo de 2017. De acuerdo con el Decreto 4803 de 2011, el CNMH tiene el deber de impulsar e incrementar la apropiación social de la memoria histórica y del esclarecimiento de la verdad en los territorios, implementando acciones de comunicación y pedagogía con enfoque psicosocial, diferencial e interseccional. Es decir, desde su Estrategia de Pedagogía y Enfoques Diferenciales, en conjunción con la Estrategia de Comunicaciones, se convierte en un puente transversal desde y hacia los territorios, así como desde los territorios hacia otros actores, como la academia y la sociedad civil, para promover la apropiación social de la memoria histórica y el esclarecimiento de la verdad del conflicto armado en Colombia. Esta apropiación social está alineada con la Estrategia de Territorialización (ver Imagen 4), promoviendo procesos como las Escuelas de las Memorias, a través del dispositivo de “La piragua: me contaron los abuelos (y abuelas) que hace tiempo…”, concebido como un intercambio de saberes pedagógicos que invita a un viaje por las memorias de las regiones y por las formas en las que las víctimas y sobrevivientes, comunidades, estudiantes y educadores han compartido su historia e imaginan su futuro en paz a través de lo vivido. El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 185 <?page no="186"?> Desde esta y otras iniciativas se busca reconocer, tejer una atarraya y sistematizar los saberes pedagógicos sobre la memoria que se han gestado en los territorios, con las organizaciones sociales y las escuelas, incluso antes de la expedición de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras. Por otro lado, el proyecto planeado para 2024 sobre la Cátedra de Memoria y Verdad, que se dirige desde el CNMH hacia la academia y hacia los territorios, se convierte en un vehículo para circular las memorias y en una estrategia de devolución y retroalimentación frente al territorio, a través de asistencias técnicas, procesos de acompañamiento de memorias y facilitación. En 2024, iniciamos con un diplomado en memoria histórica y verdad que, bajo la estrategia de formador de formadores, busca dejar en las y los docentes de los colegios y las universidades del país las capacidades para que ellas y ellos mismos lleven al aula de clase los conocimientos, las experiencias, los relatos de las víctimas, los procesos de construcción de memoria y la posibilidad de ser constructores en el entorno escolar de memoria histórica. 35 docentes de colegios públicos en Bogotá, 10 docentes universitarios y 35 contratistas y funcionarios del CNMH asistieron a este diplomado. De esta manera, la pluralidad de las memorias, en la actualidad, constituye una condición ineludible para legitimar las reivindicaciones histó‐ ricas de las comunidades, entendiéndolas como agentes sociales de su propia memoria. Adicionalmente, como ya se mencionó, para la entidad, la estrategia de apropiación social es prioridad, de modo que la sociedad en su conjunto conozca y asuma la verdad histórica. Para ello, los dispositivos de apropiación que se están diseñando cumplen con formatos que tienen un sentido pedagógico y cuentan con lenguajes cercanos a la ciudadanía y, especialmente, a las víctimas del conflicto armado interno, para que los informes de esclarecimiento circulen, sean conocidos y reflexionados; se trata de un compromiso con la democratización de los saberes en el marco del esclarecimiento histórico frente a lo ocurrido. En el caso de los informes de investigación, se busca que la información y el conocimiento que se han obtenido para comprender con mayor profundidad y rigor lo vivido en el país sigan aportando a la búsqueda de la verdad y, además, a las experiencias de educación para la paz que se fomentan desde bibliotecas, museos, escuelas, colegios, universidades, y, por supuesto, desde las experiencias formativas que promueven las organizaciones de la sociedad civil, las comunidades y las víctimas. En ese orden de ideas, el CNMH asume la apropiación social de la memoria como un diálogo social amplio y participativo que conecta a los territorios, anima el intercambio de conocimientos entre las experiencias educativas formales 186 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="187"?> —de escuelas, colegios, universidades— y las iniciativas comunitarias; desde ahí, se producen nuevos saberes sobre las pedagogías de la memoria. El territorio habla y el centro escucha, no como un oyente pasivo, sino como actor que, desde lo que escucha, reconoce saberes y aprendizajes en el largo trasegar de luchas por la memoria en el país. De modo que el CMNH facilita que las experiencias de reconstrucción de la memoria histórica —pedagogías, lugares de memoria, archivos— sean conocidas, que las organizaciones de la sociedad civil y los actores educativos puedan identificar afinidades para el tejido de redes y, además, que desde este encuentro social amplio, pedagógico, puedan surgir propuestas que incidan en las políticas nacionales de memoria y verdad. Igualmente, esta visión de la apropiación social de las memorias lleva consigo el compromiso del CNMH por reconocer el valor histórico, cultural y educativo de los distintos lenguajes por medio de los cuales la sociedad ha reconstruido sus dolores y resistencias, y que, además, han sido el vehículo de mensajes para no olvidar. La literatura, el teatro, las experiencias comunicativas comunitarias, las conmemoraciones y rituales, los relatos, los recorridos por los territorios, las investigaciones locales, los proyectos educativos, entre otros, hacen parte del amplio y creativo repertorio de las memorias en el país y, en tal sentido, son reconocidos por el CNMH como experiencias que han permitido y posibilitan una mayor comprensión de la historia y una nueva sensibilidad a favor de los derechos humanos, la paz y la democracia. Se trata, entonces, de lenguajes que el CNMH reconoce e integra a sus proyectos institucionales de apropiación social de la memoria. A fin de robustecer las capacidades técnicas y financieras de las apuestas misionales del CNMH, la Asesoría de Cooperación Internacional y Alianzas viene conformando una red amplia de aliados y aliadas que incluye cooperantes internacionales, entidades públicas, academia y sector privado. Gracias a esta cooperación y alianzas, hemos logrado financiar consultorías especializadas y actividades en territorio para el desarrollo de iniciativas de memoria, así como el fortalecimiento de lugares y sitios de memoria, además de procesos pedagógicos para fomentar la apropiación social de la memoria, el desarrollo de intercambios técnicos con otros museos del mundo y la recepción de pasantes internacionales, por señalar solo algunas de las actividades realizadas. Estos aportes han sido relevantes, considerando los recursos limitados que recibe el CNMH: el 0,24 % del total de recursos otorgados al Sector de Inclusión Social y Reconciliación, conformado por el Departamento Administrativo para la Prosperidad Social (DPS), la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (UARIV) y el CNMH. El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 187 <?page no="188"?> Un complejo de memoria y verdad Más de setenta y cinco años de dolor y lucha han sido conservados por sobrevivientes y resistentes que, de generación en generación, han hecho visible aquello de lo que, de no ser por ellas, no tendríamos noticia ni memoria ni verdad. Hacer memoria es recorrer las serranías, navegar los ríos y caminar los senderos para amplificarlas y que su resistencia al olvido no sea en vano. Tales expresiones de la memoria y el esclarecimiento de la verdad que resisten en el tiempo son el corazón de los procesos que desarrolla el complejo de memoria y verdad del CNMH y que se han descrito a lo largo de estas páginas (ver Imagen 5). Imagen 5. Organigrama actual del Centro Nacional de Memoria Histórica. Como se observa en la imagen, las direcciones, dependencias y procesos se conectan, se complementan, se nutren unos a otros y hacen parte del deber de memoria que nos compromete como nación a la superación del conflicto armado interno y la consolidación de la paz. Quizá, por ejemplo, trazar una línea clara que divida dónde termina el archivo y comienza el esclarecimiento o cuándo inicia su visibilización se hace difícil porque todos hacen parte de una unidad compuesta de diversos elementos: un complejo. Conformamos un complejo de memoria histórica que debe abarcar todas la memorias todas; que acopia, protege y preserva sus archivos; avanza hacia el esclarecimiento de la verdad; que expone, narra y visibiliza lo irrepetible, así como también las proezas de los héroes y heroínas desconocidas por la historia oficial; que conmemora lo sucedido y dignifica a las víctimas del conflicto; y 188 María Gaitán Valencia, directora general, y el equipo del CNMH <?page no="189"?> que promueve su apropiación y usos sociales. Todo esto para que no vuelva la injusticia o, en el caso colombiano, para que finalmente cese. Bibliografía A L C A L D Í A D E B O G O TÁ D. C. (2014, 31 de diciembre), Decreto 632 de 2014. Por el cual se adopta el Proyecto de Diseño Urbano Eje de la Paz y la Memoria, que integra diferentes Conjuntos Monumentales de Espacio Público en la ciudad de Bogotá D. C., y se dictan otras disposiciones. RD. 5503. 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El Centro Nacional de Memoria Histórica: un ecosistema de memoria y verdad 191 <?page no="193"?> 1 El presente artículo forma parte del Projecto Trans.Arch, Horizon 2020-MSCA-RISE Archives in Transition: Collective Memories and Subaltern Uses La represión política y social en Colombia en las cartas del Archivo Histórico de la Fundación Lelio-Lisli Basso de Roma 1 Francesca Casafina Resumen El tema de este artículo son las redes de solidaridad entre el Tribunal Russell II (1974-1976) y Colombia, reconstruidas principalmente a través de la documentación conservada en el Archivo Histórico de la Fundación Lelio y Lisli Basso (Roma, Italia). Se intentará mostrar cómo la documentación conservada en el Archivo se reveló muy útil para reconstruir las relaciones de esa entidad con Colombia y también para reflexionar sobre el desarrollo histórico de los derechos humanos en el país. Los años setenta fueron para Colombia años de movilizaciones, protestas, y de implementación de las lógicas del “enemigo interno”. A partir de ese momento, el Tribunal Russell II (luego Tribunal Permanente de los Pueblos) ha representado históricamente un lugar de articulación de denuncias y de derechos, un laboratorio de solidaridad internacional cuyas relaciones con Colombia tienen raíces profundas en el tiempo, como se mostrará en este artículo. Abstract The subject of this article is the solidarity networks between the Russell II Tribunal (1974-1976) and Colombia, reconstructed mainly through the documentation kept in the Historical Archive of the Lelio and Lisli Basso Foundation (Rome, Italy). It will try to show how this documentation proves to be very useful for reconstructing the relations of this entity with Colombia, but also for reflecting on the historical development of human rights in that country. For Colombia, the 1970s were years of mobilisations, protests and the implementation of the logic of the “internal enemy”. Since <?page no="194"?> 2 El comité de exiliados brasileños en Chile reunió a distintas fuerzas de oposición a la dictadura militar iniciada con el golpe de 1964. 3 Lelio Basso participó en el Tribunal Russell sobre Vietnam como miembro del jurado. then, Russel Tribunal II on repression in Latin America (later Permanent Peoples’ Tribunal) has historically represented a place for the articulation of complaints and rights, a laboratory of international solidarity whose relations with Colombia are deeply rooted in time, as will be shown in this article. Introducción El Tribunal Russell II sobre la represión en Brasil, Chile y América Latina, fundado por el abogado y socialista italiano Lelio Basso (1903-1978), fue presentado oficialmente al mundo el 7 de noviembre de 1973 en Bruselas. Lelio Basso —di‐ putado de la Asamblea Constituyente (1946-1948), quien dio luz a la Costituzione della Repubblica Italiana, y después fue elegido como senador del Parlamento italiano— tomó la decisión de un nuevo tribunal internacional —después de la experiencia del Tribunal Russell sobre los crímenes de guerra cometidos por el ejército de Estados Unidos en Vietnam— en respuesta a una petición recibida en 1971 por parte del comité de exiliados brasileños refugiados en Santiago (Chile). 2 Cuando los exiliados brasileños instaron a Basso a crear un tribunal para juzgar los crímenes cometidos en Brasil tras el golpe de Estado en 1964, el político y abogado italiano no solo contaba con la exitosa experiencia del Tribunal Russell sobre Vietnam, sino que también con un amplia red de actores sociales y políticos activos en Latinoamérica: una red construida a través de sus viajes en varios países (desde su primer viaje a Venezuela a finales de los sesenta hasta los viajes a Chile a principios de los setenta). El Tribunal sobre Vietnam (activo entre 1966-1967, y fundado por el filósofo y matemático Bertrand Russell) demostró ante el mundo entero —gracias al prestigio de su fundador y de sus miembros 3 — que un tribunal de opinión podía juzgar, aunque fuera de manera extrajudicial, los crímenes de guerra cometidos por la mayor potencia a nivel mundial, en nombre de principios éticos universales. Fue así que, dos meses después del golpe chileno del 11 de septiembre, se constituyó oficialmente en la capital de Bélgica, el Tribunal Russell sobre la represión en Brasil, Chile y América Latina (conocido como Tribunal Russell II, en adelante TRII). La jurisdicción del TRII, además de Brasil, se extendió también a Chile, Bolivia y Uruguay y, a partir de la segunda sesión, también a otros países de Latinoamérica. Un proyecto tan ambicioso —destinado a redefinir los contornos de una movilización internacional por los derechos humanos en 194 Francesca Casafina <?page no="195"?> 4 Después del golpe chileno, empezaron a llegar a la Secretaría del Tribunal en Roma un gran número de denuncias y adhesiones y la Secretaría misma se convirtió en un punto de referencia para los exiliados. 5 El jurado, presidido por Lelio Basso, estaba compuesto por: Vladimir Dedijer, Gabriel García Márquez, François Rigaux, Albert Soboul (vicepresidentes), Abu Omar, Juan Bosch, Luis Cabral, Georges Casalis, Julio Cortázar, Giulio Girardi, Alfred Kastler, Emilio Maspero, J.B. Metz, John Mölgaard, Joë Nordmann, Andreas Papandreou, James Petras, Pham Van Bach, Laurent Schwartz, Benjamin Spock, Jochen Steffen, Bruno Trentin, Armando Uribe y George Wald. 6 Esos temas se ven reflejados en los perfiles de las asociaciones involucradas, entre las cuales aparecen el Movimiento argentino antimperialista de solidaridad americana, el Comité de Solidarité France Bresil y el Comité Brasileiro de iniciativa para o Tribunal Russell no Chile (y muchísimas más en Africa, Estados Unidos, Europa del Este). términos de solidaridad internacional— fue posible gracias al trabajo de una red de apoyo impulsada por Basso durante la fase de organización del Tribunal. En diferentes momentos se formaron comités en países como Francia, Bélgica, Italia, Luxemburgo, Argentina, Estados Unidos, Canadá, Alemania, Suiza, México, Portugal, Panamá, para nombrar algunos. Además de los comités de apoyo, otras entidades apoyaron el Tribunal sin por eso formar comités ad hoc, en todas las latitudes. Por lo que se refiere específicamente al mundo latinoamericano, podemos decir que eso se movilizó concretamente en favor del Tribunal Russell sobre la represión en Brasil, Chile y América Latina después del golpe de estado en Chile y durante la fase preparatoria de la segunda sesión de Bruselas (1975). 4 Si por un lado es indudable que Lelio Basso —gracias a la experiencia del Tribunal Russell y a sus propias capacidades políticas— supo interpretar las fuerzas sociales y políticas de su momento histórico; por otro lado, hay que señalar que el TRII supo canalizar las presiones de la sociedad civil —mayor aunque no únicamente italiana— que presionaba para que se llevaran a cabo acciones concretas de solidaridad. En este sentido, por lo tanto, resultaron decisivas las manifestaciones de solidaridad con Chile tras el golpe de 1973, de manera que el 11 de septiembre de ese mismo año, influyó de tal manera que muchos actores políticos apoyaron el Tribunal (M O NINA 2023). El Tribunal Russell II celebró sus sesiones entre 1974 y 1976 (Roma, 30 de marzo-5 de abril de 1974; Bruselas, 13-19 de enero de 1975; Roma, 10-17 de enero de 1976). La composición era diversa, tanto política como geográfi‐ camente. 5 Socialistas, comunistas, miembros de la iglesia católica: múltiples culturas políticas confluyeron en el Tribunal Russell II, con la tarea de enjuiciar éticamente, a través de los instrumentos del derecho internacional, los crímenes de las dictaduras en Latinoamérica. Los temas de interés de las sesiones fueron: tortura; pueblos indígenas; represión política, económica y social; imperialismo cultural. 6 La región de América Latina representó para Basso un laboratorio La represión política y social en Colombia 195 <?page no="196"?> 7 Como es bien sabido, Basso era un experto en el pensamiento de Rosa Luxemburgo y de sus reflexiones sobre el socialismo, imperialismo y capitalismo. Basso editó numerosas ediciones italianas de los escritos y cartas de Rosa Luxemburgo, muchos de los cuales fueron publicados en Italia por el editor Feltrinelli. excepcional para observar las anomalías de la democracia y las aberraciones de los regímenes dictatoriales. La relación entre desarrollo económico y dere‐ chos humanos no sólo estuvo en el centro de las reflexiones del diputado socialista sobre la naturaleza democrática de los regímenes políticos, sino estuvo visiblemente presente en las sesiones del Tribunal Russell sobre la represión en Brasil, Chile y América Latina. En otras palabras, el compromiso con Brasil, Chile y América Latina —encarnado en un modelo de acción y método de investigación que combinaban el fervor de la militancia política con la fe en el derecho como instrumento de emancipación y con el rigor científico en la investigación— era parte integrante de la lucha anticapitalista que debía librarse en todo el mundo. 7 En 1976, el mismo año en que se celebró en Roma la tercera y última sesión del Tribunal, se proclamó en Argel la Declaración Universal de los Derechos de los Pueblos y nacieron la Fundación Internacional para los Derechos y la Liberación de los Pueblos y la Liga Internacional para los Derechos y la Liberación de los Pueblos, esta última con secciones italianas e internacionales constituidas a partir de los comités surgidos en apoyo del TRII. La Liga tenía la misión de desarrollar acciones concretas de apoyo a las luchas de los pueblos oprimidos en cualquier parte del mundo (también en Bogotá fue creada una sección de la Liga, coordinada por los jesuitas de la Comisión de “Justicia y Paz”). La Fundación Internacional para los Derechos y la Liberación de los Pueblos jugó, en su lugar, un papel jurídico-político de investigación-acción en el ámbito del derecho internacional, con el fin de conformar las formulaciones tradicionales del derecho al contexto global en transformación constante, con todas las ansiedades y aspiraciones derivadas de los movimientos anticolonialistas y antiimperialistas (los movimientos de solidaridad que precedieron al TRII y que formaron parte de sus redes eran en su mayoría anticoloniales y antiimperialistas). En 1976 se anunció también la voluntad de crear un tribunal permanente para asumir el legado ético y práctico del Tribunal Russell II. En 1979, el nuevo Tribunal Permanente de los Pueblos (TPP) celebró su primera audiencia en la ciudad de Boloña, Italia (posterior a la muerte de Lelio Basso en diciembre de 1978). Formado por miembros de un jurado internacional, el TPP ha celebrado hasta el día de hoy varias audiencias, entre las cuales se encuentran: Sahara Occidental (Bruselas, 1979); Argentina (Ginebra, 1980); El Salvador (Ciudad de México, 1981); Timor Este (Lisboa, 1981); Guatemala (Madrid, 1983); Nicaragua (Bruselas, 1984); Puerto Rico (Barcelona, 196 Francesca Casafina <?page no="197"?> 8 La Fundación Lelio y Lisli Basso nace en Roma en 1973 de la fusión de la biblioteca de Lelio Basso con el Instituto para el Estudio de la Historia Contemporánea-ISSOCO (1969). El ISSOCO - Istituto per lo Studio della Società Contemporanea, fue creado por Lelio Basso al final de los años sesenta. Al interior de ISSOCO funcionaba una “Sección América Latina”, que permitió a Lelio Basso intensificar sus relaciones con América Latina años antes de fundar el Tribunal Russell II. En 2005 la Fundación Lelio y Lisli Basso-ISSOCO se fusiona con la Fundación Internacional Lelio Basso (1976). 1989); Amazonas Brasileña (París, 1990); Impunidad de los crímenes de lesa humanidad en Latinoamérica (Bogotá, 1991); La Conquista de América y el Derecho Internacional (Padua, 1992). Después de esta premisa, aunque breve, sobre el alcance y la importancia de la experiencia histórica del TRII sobre y para América Latina, no será difícil imaginar la extraordinaria documentación conservada en el Archivo Histórico de la que hoy es Fundación Internacional Lelio y Lisli Basso. 8 La información guardada en los archivos de la Fundación permite identificar los distintos momentos de la “construcción” del Tribunal, así como se restablece el denso entramado de actores que formaron parte de su plataforma social de apoyo. Además de los comités, un amplio movimiento en efervescencia, formado por una galaxia de agentes sociales, asociaciones y actores políticos, contribuyó a la labor de recaudación de recursos, la sensibilización y la investigación. El propósito de este artículo, tras recordar brevemente los orígenes y el alcance del TRII, es presentar algunas consideraciones sobre su solidaridad con Colombia, a partir de la documentación archivística conservada en los Fondos del Archivo Histórico de la Fundación Lelio y Lisli Basso. La documentación conservada en los archivos de la Fundación puede, de hecho, proporcionar informaciones y perspectivas útiles para el análisis del desarrollo histórico de los derechos humanos en Colombia, al tiempo que puede ofrecer hipótesis de investigación sobre el papel de las redes de solidaridad en la formulación de un discurso nacional sobre represión estatal y violencia. La primera parte del artículo se centrará en dos realidades en particular: la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC) —la primera organización campesina nacional— y el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (CSPP). El CSPP fue fundado en 1973, entre otros por el escritor Gabriel García Márquez (vicepresidente del TRII), para denunciar la situación de la violencia interna y las condiciones de los presos políticos. Para la redacción de este artículo, hemos optado por consultar en particular los materiales de las series 1 y 3 del Fondo Tribunal Russell II sobre la represión en Brasil, Chile y América Latina del Archivo Histórico de la Fundación Lelio y Lisli Basso en Roma. La Serie 1. Corrispondenza incluye cartas, telegramas, documentos, comunicados de prensa que permiten reconstruir la La represión política y social en Colombia 197 <?page no="198"?> 9 Sobre la visión de Lelio Basso de la democracia como conquista y como proceso véase: Lelio Basso, Il Principe senza scettro. Democrazia e sovranità popolare nella Costituzione e nella realtà italiana, Feltrinelli, Milano 1998. amplia red de contactos que Basso y sus colaboradores supieron elaborar en la fase preparatoria y en etapas posteriores; la serie 3. Documentazione delle sessioni conserva, por su parte, los materiales de análisis y los testimonios recogidos en las audiencias. El Tribunal Russell II y la represión en Colombia Considerando su interés específico por el nexo entre derecho, democracia y socialismo, así como su reconocimiento de la función de los pueblos en la legitimización de las democracias; 9 desde el comienzo de las actividades del TRII, Lelio Basso reconoció a Colombia como ejemplo paradigmático de un profundo desapego entre democracia formal y democracia real. A pesar de que, como se ha dicho, no se incluyó a Colombia entre los países escogidos por el Tribunal (por ser, precisamente, una democracia), en la fase de preparación de la segunda sesión, el TRII optó por incluir también los casos de Paraguay, Guatemala, Nicaragua, Argentina y Colombia, entre otros. Durante los años de actividad del Tribunal Russell II, la situación de violencia interna en Colombia resultaba a todas luces dramática. Muchas de las reformas prometidas por los gobiernos del Frente Nacional —a partir de su instalación en 1958— habían quedado inconclusas o realizadas sólo parcialmente; en especial, la ausencia de una reforma agraria sustancial había perpetuado una situación de profundo atraso en el campo. En 1971, el INCORA (Instituto Nacional de Reforma Agraria), fundado a partir de la Ley 135 de 1961, suspendió el reparto de tierras (que fue abandonado definitivamente al año siguiente), promoviendo la contrarreforma conocida como “Pacto de Chicoral”. Dada la pobreza y la desigual distribución de la propiedad, el campo era a menudo escenario de protestas y manifestaciones de campesinos que reclamaban sus derechos a la tierra y a una vida digna. En muchas zonas campesinas las luchas eran lideradas por la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), la primera asociación campesina de alcance nacional. La protesta contra las instituciones del Estado y para la devolución de las tierras a indígenas y campesinos se materializaba a diario en tomas, marchas e invasiones de fincas. La ANUC denunciaba las raíces económicas de la violencia en el campo, las responsabilidades de multinacionales y élites nacionales en el saqueo de tierras y recursos, y la violencia sufrida por usuarios, colonos, activistas de sindicatos agrarios y asociaciones de campesinos en varias partes del país. El 25 de octubre de 1973, junto con USO y FECODE, la ANUC ayudó 198 Francesca Casafina <?page no="199"?> 10 La presencia de asociaciones de los Países Bajos era muy fuerte en Colombia en los años setenta: además de Cebemo, dos de las más activas fueron Aktie Colombia y Pax Christi Nederland. a crear el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (CSPP). El CSPP fue creado también gracias al apoyo del CEBEMO holandés (Organización católica de cooperación) y del Brot für die Welt (Pan para el Mundo), un programa de la Iglesia protestante alemana. 10 Desde el principio el CSPP pudo contar con el apoyo de muchos intelectuales de izquierda (entre sus primeros partidarios estaban Enrique Santos Calderón y Gabriel García Márquez). Junto con la ANUC, el Comité de Solidaridad denunciaba los efectos del intervencionismo norteame‐ ricano en Colombia, publicando regularmente estadísticas sobre la participación del capital extranjero en las industrias colombianas. En 1974 el CSPP publicó el Libro negro de la represión, editado por Jorge Villegas Arango, fundador de la revista “Alternativa”. El Libro negro, escribe Jorge González-Jácome, “era una curiosa amalgama entre la reivindicación de los derechos humanos y la defensa y fomento de la lucha armada revolucionaria” (G O NZÁL E Z -J ÁC O M E 2018: 103). El texto fue recogido por la revista “Alternativa” (expresión de la izquierda anticapitalista y antimperialista) en el artículo La tortura: una macabra ciencia del gobierno, donde se habló de la tortura como práctica represiva estrechamente vinculada al sistema económico vigente en el país. El mismo año que el Libro negro de la represión vio la luz en Colombia, en Roma se celebraba la primera sesión del Tribunal Russell II. La enorme cantidad de testimonios recogidos por los jueces del Tribunal no dejaron dudas sobre las violaciones cometidas por las dictaduras en América Latina, de modo que la segunda sesión, celebrada en enero de 1975, se convirtió en una oportunidad para enfrentar temas complejos tales como el papel de Estados Unidos y las empresas transnacionales e hizo posible ampliar la reflexión a otros contextos. La ANUC participó en la segunda sesión del TRII presentando un documento en el que denunciaba los intereses de los grandes grupos económicos, la política de apertura a la inversión extranjera y la concesión de tierras (ANUC 1975). En opinión de la ANUC, éstas eran las causas del “desarrollo deformado” del país, sumido en una grave dependencia, a pesar de los buenos indicadores socioeconómicos. El documento presentado por la ANUC a los jueces del Tribunal indicaba que cinco de las diez multinacionales con mayores índices de rentabilidad (Hanna Mining Co., Merck Sharp & Dohme, Eastman Kodak, Laboratorios Lilly y Texas Gulf) operaban en Colombia, donde también estaban las filiales de las diez mayores empresas norteamericanas (General Motors, Standard Oil New Jersey, Ford Motor Co, General Electric, IBM, Mobil Oil Company, Chrysler, ITT, Texaco, Gulf Oil Co.) y europeas (Royal Dutch Shell, La represión política y social en Colombia 199 <?page no="200"?> 11 El documento contiene una larga lista de las multinacionales presentes en el país con datos sobre el año en que iniciaron sus operaciones en Colombia, sus ingresos decla‐ rados y los sectores con mayor nivel de inversión, como el químico y el petroquímico. El documento elaborado por la ANUC recoge datos del Boletín Mensual de Estadísticas publicado regularmente por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). angloholandesa; Unilever y Philips, holandesas; Siemens y Bayer, alemanas; Nestlé, suiza y norteamericana; Renault, francesa; Fiat y Olivetti, italianas; Ericcson, suiza). El 90 % de la comercialización del petróleo colombiano estaba controlado —decía el documento— por tres multinacionales (Gulf, Standard y Mobil), y otras tantas fabricaban el 67 % de galletas, tortas y pasteles distribuidos en todo el país (Noel, La Rosa y Kellogg’s). La concesión de licencias de explotación seguía provocando desplazamientos de campesinos e indígenas, en favor de la concesión de territorios a los monopolios extranjeros (ANUC 1975). 11 Mientras tanto, la situación en el país era cada vez más convulsa. En junio de 1975, las manifestaciones estudiantiles en diversas partes del país ofrecieron al gobierno el pretexto para promulgar nuevos decretos sobre el orden público, con medidas de seguridad excepcionales, en un primer momento en determinados departamentos y luego extendidas a todo el territorio nacional (CSPP 1975). En un telegrama del 17 de julio de 1975, Lelio Basso le informó al Consejo Regional Indígena del Cauca-CRIC sobre una decisión adoptada por unanimidad por la presidencia del TRII durante la segunda sesión (Bruselas, 13-19 de enero 1975): el Tribunal se había comprometido a crear una comisión investigadora sobre el genocidio de los indígenas de Colombia (ANUC 1975b). El año de 1973 había sido marcado por la aparición del movimiento indígena dentro de las luchas sociales en Colombia. El movimiento vivió en aquellos años un momento de gran expansión, especialmente en regiones como el Cauca y la Sierra Nevada, donde actuaban grupos muy bien organizados, ocupados en dar los primeros pasos hacia una unidad del movimiento y en establecer alianzas con otros sectores populares (como se afirmó en el Primer Congreso Arhuaco, organizado por el Congreso Indígena Arhuaco-COIA), en el encuentro indígena de Ortega, Tolima, y en el cuarto Congreso del Consejo Regional Indígena del Cauca-CRIC. El 15 de julio, en Silvia (Cauca), se celebró el Primer Encuentro Popular de Indígenas Colombianos, con motivo de la Tercera Asamblea del CRIC. Todos los elementos que más tarde adquirirían una dimensión continental, sobre todo con la Campaña de 1992, estaban presentes en estos primeros encuentros. Por supuesto, la tierra era central dentro de un amplio espectro de reivindicaciones, donde la palabra clave era autonomía. De aquí también la decisión del Tribunal, que aparece también en la sentencia emitida 200 Francesca Casafina <?page no="201"?> al término de la segunda sesión del TRII. En esa ocasión, como demuestra el intercambio de telegramas entre Lelio Basso y el CSPP, el Comité comunicó al TRII sus dudas en relación con la creación de una comisión de investigación que se ocupara únicamente de la cuestión indígena. En opinión del Comité de Solidaridad, como consta en un telegrama enviado el 8 de julio de 1975, la investigación debería haberse ampliado a todos los sectores oprimidos de la sociedad colombiana (CSPP 1975a). Mientras tanto, con el Decreto 1533 de 6 de agosto de 1975 aumentó la represión al interior del país. Además de instituir los juicios colectivos y limitar el derecho de defensa, el Decreto 1533 impuso sanciones contra dirigentes sociales, fomentó la formación de grupos de civiles armados, prohibió el derecho de organización, movilización, expresión, libertad de reunión y huelga, al decretar el toque de queda en todo el territorio nacional. El 29 de septiembre de 1975 el CSPP escribió para comunicar que estaban eligiendo al abogado que iba a estar presente como observador en un consejo de guerra a celebrar en la ciudad de Medellín. El Tribunal Russell II —que recibía los boletines y los informes del CSPP— nombró a Carlos Gaviria Díaz observador en el consejo verbal de guerra de Medellín (Alternativa 1975, 55: 24). El 12 de noviembre de 1975 el CSPP escribió a Lelio Basso para informar que los días 3, 4 y 5 de diciembre, en Bogotá, se celebrarían tres jornadas de solidaridad con los presos políticos. El expresidente dominicano Juan Bosch participó, efectivamente, en la Jornada Contra la Escalada Represiva y por la Libertad de los Presos Políticos en representación del Tribunal Russell II. Aprovechando la ocasión, el día 5 de diciembre el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos entregó un informe sobre la represión durante los años de gobierno de López Michelsen (CSPPb). En el informe el CSPP denunciaba las consecuencias de una política de represión disfrazada de apertura democrática, acusando el gobierno de Michelsen de fomentar una ofensiva económica y política contra los sectores populares. En cuanto al tema de la tierra, se puede leer en el documento del CSPP, el gobierno no había hecho más que ratificar anteriores medidas en favor de la propiedad privada, abriendo importantes líneas de crédito para la ganadería intensiva y confirmando el otorgamiento de privilegios a empresas extranjeras. Al amparo de una supuesta “emergencia económica” (artículo 122 de la Constitución), el gobierno de hecho implementó un paquete económico drástico para la clase trabajadora del país (CSPP 1975c). Como consecuencia de tan brutal política económica, una ola de represión estaba en marcha contra indígenas y campesinos, especialmente en zonas con presencia de grupos armados al margen de la ley; en muchos casos la presencia de estos grupos llevó a la militarización de zonas rurales enteras, como el Magdalena Medio y el Bajo Cauca. La represión política y social en Colombia 201 <?page no="202"?> 12 La delegacion estuvo compuesta por Antonio Carretero Pérez (magistrado español); Federico Allodi (psiquiatra en Toronto) y Edmundo García (del Secretariado Interna‐ cional de Amnesty International en Londres). El 25 de mayo de 1977 se anunció una huelga general, prevista para el 14 de septiembre donde estarían las cuatro centrales sindicales (CTC, UTC, CSTC y CGT). La huelga exigía la desmilitarización de las universidades y del campo, el aumento de sueldos y salarios, el fin del estado de sitio, la reforma agraria y la congelación de los precios de los productos de primera necesidad. La huelga, que casi paralizó el país, fue violentamente reprimida, con miles de detenciones y un nuevo aumento de la militarización. El 19 de diciembre, los militares enviaron una carta al gobierno solicitando “eficaces medidas adicionales” para garantizar la seguridad ciudadana y salvaguardar el honor de la institución castrense” (A MNI S T Í A I N T E R NA C I O NAL 1980: 81). Con la promulgación por parte del presidente Turbay Ayala del Estatuto de Seguridad Nacional (Decreto 1923 del 6 de septiembre de 1978), inició la fase más aguda de la represión estatal. La expresión “guerra sucia” comenzó a ser pronunciada por ministros, políticos y miembros de la Iglesia. De hecho, con el Estatuto de 1978 se impusieron en Colombia las lógicas de la seguridad nacional y del anticomunismo como praxis represiva. Las disposiciones del gobierno dejaron un amplio espacio a las operaciones de inteligencia militar, con todo tipo de arbitrariedades, vale decir detenciones ilegales y torturas. Como puede leerse en un informe de Amnistía Internacional de 1980, muchas detenciones se realizaban sin orden gubernamental previa (A MNI S T Í A I NT E R NA C I O NAL 1980: 81). En 1980, Amnistía Internacional visitó por primera vez Colombia. Por supuesto, el gobierno colombiano negaba los abusos; mejor dicho, afirmaba que las violencias sí existían, pero no por parte del Estado sino de los grupos armados revolucionarios. Por eso, durante una conferencia de prensa mantenida en Londres en julio de 1979, Turbay Ayala invitó a observadores de Amnistía a que visitaran el país. 12 La ONG entró en contacto con numerosas asociaciones colom‐ bianas (ASMEDAS-Asociación Médica Sindical Colombiana; AMDA-Asociación Médica de Antioquia; Federación Médica de Colombia; Asociación de Juristas Democráticos, Asociación Nacional de Usuarios Campesinos-ANUC; Consejo Regional Indígena del Cauca-CRIC; Consejo Nacional Sindical), así como con diversos sindicatos independientes. El 1° de abril de 1980 Amnistía presentó los resultados de su visita al gobierno colombiano, pidiendo el levantamiento del estado de sitio (vigente en Colombia desde casi treinta años) y la derogación del Estatuto de Seguridad. En su respuesta, fechada 19 de abril, el gobierno colombiano rechazó el informe. En noviembre el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos se encargó de publicarlo y difundirlo, para demostrar una 202 Francesca Casafina <?page no="203"?> 13 Todas las sesiones están disponibles en la página web de la Fundación Lelio y Lisli Basso. vez más cómo la represión estatal se utiliza regularmente en Colombia para silenciar la disidencia y suprimir la protesta social. Como escribe el historiador colombiano Mauricio Archila, las protestas sociales crecieron de manera con‐ tundente con el aumento de la violencia estatal desde el final de los años Setenta (A R C HILA N E I R A 2002; 2003; 2009; A R C HILA N E I R A / G A R C Í A V E LAN DIA / P A R R A R O J A S et al. 2019). Así como por el Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, el uso constante de la tortura fue denunciado por numerosos organismos colombianos, como la Asociación Colombiana de Juristas Demócratas, el Instituto de Medicina Legal y el Consejo Distrital de Bogotá. La Cámara de Representantes abrió una investigación sobre la tortura por parte de los cuerpos militares y se creó una comisión compuesta por siete liberales, siete conservadores y dos comunistas (El Espectador 1978, 15 de noviembre). Como hemos visto, la muerte de Lelio Basso, el 16 de diciembre de 1978, no detuvo la labor de solidaridad internacional del TRII, que pudo continuar gracias al nacimiento del Tribunal Permanente de los Pueblos. A partir de 1979, en Colombia se han celebrado tres sesiones del TPP. 13 Dado su alto valor histórico y teniendo en cuenta la prolongada labor del Tribunal Permanente de los Pueblos en Colombia sigue un párrafo sobre el tema. El Tribunal Permanente de los Pueblos en Colombia La sentencia sobre la impunidad (1991) En abril de 1979, Bogotá acogió el Primer Foro Nacional de Derechos Humanos (30 de marzo - 19 de abril de 1979), donde las voces directas de las víctimas tuvieron un papel central. Al Segundo Foro Nacional de Derechos Humanos, que se celebró del 15 al 17 de agosto de 1980, asistieron cerca de 700 asociaciones. Los Foros, a los que no podemos dedicar espacio aquí, representaron un momento importante en Colombia para la afirmación del derecho como instrumento de emancipación y liberación. Entre los muchos temas abordados por los Foros estaba sin duda la tortura contra los presos políticos; un fenómeno que, como hemos visto, había alcanzado niveles alarmantes en el país, aunque era negado por el gobierno. El CSPP participó activamente en el debate nacional sobre la tortura, sin acallar sus críticas a la organización piramidal del mismo y a su propuesta de la Ley de Amnistía (CSPP 1980). El Segundo Foro Nacional de Derechos Humanos pidió al gobierno la desmilitarización de las zonas campesinas e indígenas, la derogación del Estatuto de Seguridad y la suspensión del prolongado estado de sitio, presentando también una propuesta de Ley de La represión política y social en Colombia 203 <?page no="204"?> Amnistía, criticada por el Comité de Solidaridad. De acuerdo con la CSPP, la ley confirmaba la opinión de que la subversión era la fuente de todos los males en Colombia; ningún proyecto valoraba suficientemente la motivación política de los delitos imputados, equiparando el preso político con un delincuente armado (CSPP 1984; 1985). La postura del CSPP a favor de una visión de los presos políticos como presos del pueblo, hizo eco de las palabras del padre Camilo Torres (CSPP, 1980: 66), el cura guerrillero que tanta influencia tuvo en la formación de la izquierda en Colombia. Pese a la actitud negacionista, después del Foro de 1980, el movimiento de derechos humanos obligó al gobierno de Turbay Ayala a crear una Comisión para la Paz, presidida por el exjefe de la república Carlos Lleras Restrepo (B ITA R G I R AL D O 2007). La primera sesión del TPP sobre Colombia fue conjunta con otros países latinoamericanos sobre la impunidad de los crímenes de lesa humanidad. En los días 4, 5 y 6 de noviembre de 1989 tuvo lugar la audiencia pública para analizar el fenómeno de la impunidad en Colombia. Entre los documentos del Archivo histórico de la Fundación Lelio y Lisli Basso hay uno muy significativo, el Auto de llamamiento a juicio, en el que quedaron registradas y se analizaron las raíces profundas del problema de la impunidad. El documento muestra aquello que identifica como la “articulación de los procesos de represión” y la “guerra no declarada contra el pueblo colombiano”. A través de un detallado recorrido histórico de los mecanismos de impunidad, el documento revela cómo, durante muchos años, las tres ramas del poder habían mantenido y legitimado el fuero militar como mecanismo de impunidad, especialmente después de la promulgación del Estatuto de Seguridad durante la presidencia de Turbay Ayala. La audiencia final de la sesión sobre la impunidad se celebró en Bogotá. En 1991, llegaron las delegaciones de los once países donde se habían celebrado distintas audiencias. La sentencia fue tan amplia que fue inmediatamente reconocida por las Naciones Unidas, quien nombraró un relator especial sobre la impunidad de los crímenes de lesa humanidad. Se trató de un miembro del TPP, el magistrado francés Luis Joinet, autor de los famosos Principios de lucha 204 Francesca Casafina <?page no="205"?> 14 En 2005, la Asamblea de la ONU ratificó los Principles to Combat Impunity (UN Doc. E/ CN.4/ 2005/ 102/ Add.1), adoptados por el Comité de Derechos Humanos en 1997, y los Basic Principles and Guidelines on the Right to a Remedy and Reparation for Victims of Gross Violations of International Human Rights Law and Serious Violations of International Humanitarian Law (UN Doc. A/ RES/ 60/ 147), adoptados mediante Resolución de 16 de diciembre de 2005. Los Principios (https: / / undocs.org/ en/ E/ CN .4/ Sub.2/ 1997/ 20/ Rev.1) fueron denominados “Joinet” por el nombre del relator de la Subcomisión para la Protección de las Minorías, Louis Joinet, y fueron recogidos por diversos internacionales de derechos humanos, aplicados también por algunas Comisiones de la Verdad, https: / / www.ohchr.org/ EN/ Issues/ TruthJusticeReparation/ P ages/ InternationalInstruments.aspx#reparations. 15 El informe menciona el Batallón Granada de Barrancabermeja y el Batallón Luciano D’Elhuyan de San Vicente de Chucurí. contra la impunidad y animador, ya desde el año 1973, del comité francés de apoyo al tribunal. 14 Al comienzo de los años noventa, dos trabajos sobre las violaciones a los derechos humanos en el país mostraron, sin lugar a dudas, la amplitud de un fenómeno cuyas raíces históricas habían quedado claramente expuestas en la sentencia del Tribunal Permanente de los Pueblos. La Liga Internacional por los Derechos y la Liberacion de los Pueblos publicó El camino de la niebla, una obra publicada en tres volúmenes sobre asesinatos políticos, desapariciones y torturas. En 1992, salió también el libro El terrorismo de estado en Colombia, con aportes de muchas organizaciones, entre las cuales se encontraban, entre otras, la Organización Mundial contra la Tortura, la Federación de Familiares de Desaparecidos (FEDEFAM), Pax Christi International, la Comisión de “Justicia y Paz”. En 1993, la Comisión Intercongregacional de “Justicia y Paz” instó a la Fundación a difundir y denunciar las masacres que estaban ocurriendo en las veredas de San Vicente de Chucurí (departamento de Santander) contra los campesinos de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, “organización campesina que al parecer intenta[ba]n destruir completamente”, como se lee en un informe enviado a la Fundación. Las masacres denunciadas por los campesinos a través de la Comisión Intercongregacional formaban parte del proyecto de expansión paramilitar en marcha en la región del Magdalena Medio, con la complicidad de batallones del ejército presentes en la zona. 15 La sentencia de 2008 contra las multinacionales La segunda fue en 2008 sobre el tema de las empresas multinacionales. Era un momento en que las empresas multinacionales se estaban apoderando del país mediante el saqueo de los recursos naturales; empresas que muy a menudo mantenían una estrecha relación con los grupos paramilitares, como en el caso La represión política y social en Colombia 205 <?page no="206"?> de las empresas Multifruits y Urapalma. El Tribunal Permanente de los Pueblos celebró seis audiencias entre 2006 y 2008, más una audiencia previa (caso Nestlé, Berna, octubre de 2005). Estas fueron las seis audiencias: empresas transnacio‐ nales agroindustriales (Bogotá, 1-2 de abril de 2006); empresas transnacionales mineras (Medellín, 10-11 de noviembre de 2006); empresas transnacionales que amenazan la biodiversidad (Zona Humanitaria de Nueva Esperanza, Bajo Atrato, 25-26 de febrero de 2007); empresas transnacionales petroleras (Bogotá, 3-5 de agosto de 2007); empresas de servicios públicos (7-8 de abril de 2008); empresas y pueblos indígenas (Sierra Nevada de Santa Marta, 18-19 de julio de 2008). El TPP pudo averiguar como las empresas estaban incrementando las violaciones de los derechos humanos. Las audiencias se dirigieron de manera específica a empresas multinacionales de alimentos como Coca-Cola y Nestlé, hubo también audiencias destinadas a empresas petroleras y mineras de carbón, a aquellas con grandes impactos ambientales y las que mantenían complicidades en el exterminio indígena. La sentencia puso también de manifiesto la estrecha relación entre empresas y gobiernos, como en el caso de Occidental Andina, una de las empresas promotoras del Plan Colombia. La sentencia de 2021 Muchas de las cuestiones hasta aquí expuestas, aunque algunas solo de manera somera, se abordaron en la última sesión del Tribunal Permanente de los Pueblos sobre Colombia, cuya sentencia final, el 17 de junio de 2021, condenó al Estado colombiano por crímenes contra la paz y genocidio político continuado. El 26 de enero de 2021 tuvo lugar la sesión inaugural en la que se convocaron audiencias para los días 25, 26 y 27 de marzo de 2021. El origen de esta tercera sesión se detiene en los análisis sobre el proceso de paz, en las denuncias de muchos movimientos sociales y organizaciones de base, que empezaron a ver que los puntos del Acuerdo no se estaban cumpliendo y que la violencia había incluso aumentado. Como ha explicado el padre Javier Giraldo: “Se puso de manifiesto de una vez por todas que los hechos de violencia no correspondían simplemente a la mera circunstancia del acto cruel: habían mecanismos encajados en el propio modelo de estado”. En la sentencia se analiza por tanto la categoría del genocidio en la forma de un genocidio permanente y estructural que se identifica con el modelo del Estado colombiano. El jurado fue como siempre de alto nivel científico y ético. Sólo para tener presente algunos mencionamos a Luigi Ferrajoli; Luciana Castellina; Philippe Texier, magistrado francés; Esperanza Martínez (dirigente ecuatoriana con una larga trayectoria en la defensa del DU, que se ha ocupado mucho de los problemas de la frontera entre Ecuador y 206 Francesca Casafina <?page no="207"?> Colombia); Andrés Barrera, mexicano, profesor de Derecho Internacional en la Universidad Autónoma de México; Daniel Feierstein, director del Centro de estudios sobre genocidios de Buenos Aires; Lottie Cunningham Wren, indígena de Nicaragua. Los testimonios recopilados por el jurado han sido en la mayoría de los casos realmente dramáticos en sus descripciones de una realidad de abusos y violencias a pesar de la firma de los Acuerdos de Paz en 2016, y registran también una inquietante continuidad en la presencia de actores paramilitares en muchas zonas del país. La sentencia subraya fuertemente la importancia del trabajo de denuncia por parte de los cientos de asociaciones colombianas presentes en el territorio y que, recogiendo el legado de años de colaboración y solidaridad, han podido encontrar una vez más en el TPP un espacio internacional de visibilidad y denuncia. Como se puede leer en las conclusiones de la sentencia: La organización de esta sesión del TPP fue posible gracias al trabajo incansable y muy valioso de las organizaciones sociales de Colombia, sindicatos, asociaciones de derechos humanos, comunidades indígenas, comunidades afrodescendientes, grupos campesinos, movimientos políticos, líderes sociales, mujeres, jóvenes y estudiantes, en condiciones particularmente difíciles, en un contexto de conflicto, de represión y de graves dificultades que ratifica la continuidad del proceso del genocidio que en esta sesión del TPP se denuncia y se condena. Reflexiones finales En este artículo presentamos -de manera obviamente no exhaustiva- algunas consideraciones generales sobre las redes de solidaridad entre el Tribunal Russell sobre la represión en Brasil, Chile y América Latina (y a partir de 1979 entre el Tribunal Permanente de los Pueblos) con Colombia a través de la documentación conservada en los archivos de la Fundación Lelio y Lisli Basso. De igual forma se mostró cómo la rica documentación conservada en los Fondos del Archivo histórico puede ser útil para reconstruir no sólo las relaciones de los tribunales internacionales con Colombia sino también para el desarrollo histórico de los derechos humanos en Colombia y la construcción de un discurso sobre los derechos humanos con mayores conexiones con el contexto global. Muchos as‐ pectos habrían merecido un tratamiento más profundo; otros aparecen pintados en someros trazos; pero igualmente esperamos que hayamos logrado dibujar una imagen suficientemente detallada del tema en cuestión. El Archivo conserva documentos importantes para enriquecen el panorama de la batalla por los derechos humanos en Colombia, como se demostró. Además de esto, ofrece la posibilidad de matizar aún más un importante momento histórico, aquel que La represión política y social en Colombia 207 <?page no="208"?> vio la afirmación de los derechos humanos a nivel global. En Colombia, muchas realidades, como la del CSPP, intentaron llevar adelante una interpretación militante de los problemas sociales y políticos del país, adoptando al mismo tiempo el vocabulario internacionalmente reconocido de los derechos humanos. Un aspecto importante y en muchos aspectos aún no lo suficientemente tratado, para cuya comprensión la documentación conservada en el Archivo histórico de la Fundación Lelio y Lisli Basso puede ofrecer herramientas útiles para profundizar el tema y devolver un cuadro aún más complejo y con múltiples voces. Bibliografía A M N I S T Í A I N T E R N A C I O N A L , Informe 1980. A S O C I A C IÓN D E F A M I L I A R E S D E D E T E N I D O S -D E S A P A R E C I D O S -ASFADDES (1985), No hay dolor inútil. A S O C I A C IÓN N A C I O N A L D E U S U A R I O S C A M P E S I N O S -ANUC (a) (14 de enero de 1975), Las firmas multinacionales y la represión en Colombia, Archivo Histórico de la Fundación Internacional Lelio y Lisli Basso, Fondo Tribunal Russell II sobre la represión en Brasil, Chile y América Latina, serie 3 Documentación de las Sesiones, subserie 2, legajo 28. 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México: Colegio de México. 210 Francesca Casafina <?page no="211"?> La función testimonial y la narración disyuntiva: políticas públicas y metodologías híbridas en la justicia restaurativa colombiana Gary Huertas Resumen Este texto explora la relación que existe entre las nociones de verdad histórica, legitimidad discursiva y experiencia del pasado, los pilares epistemológicos que determinan y transforman esas nociones en el marco de la justicia transicional y restaurativa colombiana, el diseño de políticas públicas integrales, y el ejercicio de construcción de memorias colectivas. En este contexto resultan centrales las preguntas por la pertinencia meto‐ dológica e imaginativa de los enfoques híbridos, interdisciplinarios, cuali‐ tativos y narrativos propios de algunos giros epistemológicos relacionados, entre otras corrientes, con los nuevos materialismos y la antropología forense. Esto, debido a que la función testimonial que puede llegar a ejercer una intensidad testimoniante en el espacio y el discurso público -en tanto disyunción narrativa de un tejido narrativo hegemónico- está sujeta a la estética testimonial imperante en el sistema que la signa; es decir, a los esquemas que determinan las nociones de historia, memoria, verdad y legitimidad que tienen sujetos y comunidades. El análisis de los casos colombianos que el texto aborda expone el papel que juega la incesante y conflictiva reformulación de la estética testimonial en el despliegue de las políticas públicas relacionadas con los discursos geopolíticos de La lucha contra las drogas y las tragedias ambientales. Así mismo, problematiza las relaciones y aspiraciones del complejo sistema público que brotó a partir de la instauración de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (2011) y de la firma del Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera entre las FARC-EP y el gobierno de turno (2016). <?page no="212"?> Abstract This text explores how historical truths, discursive legitimacy, and past experience intersect within Colombian transitional and restorative justice frameworks. It examines the impact of hybrid, interdisciplinary, and narrative methods, linked to new materialisms, and forensic anthropology over the deployment of these issues. The testimonial function in public discourse, shaped by prevailing testimonial aesthetics, affects how history, memory, and legitimacy are understood by individuals, communities and authorities. The analysis of Colombian cases reveals how the evolving testimonial aesthetics influence public policies related to the War on Drugs and Environmental Disasters, and how these issues are framed within the broader context of the Victims and Land Restitution Law (2011) and the Final Peace Agreement with the FARC-EP (2016). La función testimonial y la narración disyuntiva Es cada vez más amplio el conjunto de tejidos testimoniales y críticos que, a través de variadas configuraciones materiales y estrategias discursivas, problematizan el complejo proceso en el que se entraman las memorias e identidades individual y colectiva en el espacio público, así como el papel que su carácter polifónico e inestable desempeña en ese escenario. Lo anterior expone, entre otros problemas, la inmensa dificultad que existe para deslindar y abordar conceptualmente el testimonio y la testimonialidad. Por este motivo, su comprensión actual en espacios cotidianos, literarios, jurídicos, religiosos, sociológicos o antropológicos, entre otros campos, involucra discursos, prácticas y objetos muy diversos. La pregunta por el carácter proteico del testimonio que le compete a este texto puede localizarse actualmente en relación con perspec‐ tivas epistemológicas como aquellas que sostienen al pensamiento complejo (K ÖP P E N / M AN S IL LA / M I R AM O NT E S 2007: 4-12), a los giros lingüístico (M E R C HÁN 2012: 125-140), narrativo (S A R L O 2005), afectivo (S ÁN C H E Z P R AD O / M O R AÑA 2012), subjetivo (N A J MAN O VI C H 2001: 106-111), corporal (P E D R AZA 2009: 147-168) y vegetal (C O C C IA 2020: 220-224); a las perspectivas ontológicas y posibilidades interaccionales que plantean los “nuevos materialismos” (S MITH 2016: 1-13); o a las prácticas de la antropología forense en el marco de la justicia transicional (N A R VÁE Z C AL DA S / O R DÓÑE Z O R TIZ 2019: 1-6). La cuestión de la testimonialidad en el presente sostiene un diálogo crítico muy fértil con estos postulados discursivos y a su articulación le compete la pregunta por la escritura del pasado y el presente en ámbitos privados y públicos. 212 Gary Huertas <?page no="213"?> 1 La categoría de intensidades u objetos testimoniantes consiste en todo aquello capaz de dar testimonio, todo lo “audible” para el testimonialista o compilador, o todo lo que materialmente compone la narración del testimoniante o de quien porta la voz. La ambigüedad -o lo proteicode la categoría de intensidad u objeto testimoniante y la posibilidad de su exégesis tienen todo que ver con la apertura epistemológica que significa la práctica testimonial en diálogo con las líneas teóricas que sostienen al texto. Esa categoría incluye objetos, superficies, ondas, cortes, gestos, textos, cuerpos, rela‐ ciones y movimientos, entre otros, susceptibles virtualmente de interpretación, trámite y reinscripción bajo los lentes de la interdisciplinariedad, el pensamiento complejo, algunos giros epistemológicos, la justicia transicional, los nuevos materialismos, las ciencias forenses, la hidrografía, etc. A través del estudio de casos específicos que han tenido lugar en el territorio colombiano, este escrito aborda dos ejes primordiales de la cuestión testimonial: por un lado, explora el vínculo que guardan el testimonio, la resiliencia, la dignidad y la reconciliación, y cuál es el efecto de este sobre el papel que juegan las alianzas públicas en el ejercicio de la justicia; por otro lado, explora la resistencia, la mutabilidad y la potencia de los actos narrativos que posibilitan la escritura del tiempo, la exégesis de los objetos e intensidades testimoniantes 1 y la agencia del espacio público. El albergue o la traducción efectiva (B E R MAN 2014) de tales circuitos testimoniales demanda, no obstante, la presencia de disposi‐ ciones sensoriales, interpretativas y críticas capaces de articular metodologías interdisciplinarias que minan las bases de algunos lugares comunes sobre la imaginación del pasado, la experiencia del tiempo, las fuentes con las que se escribe la historia (K O S E L L E C K 1997) y el papel de la memoria y la imaginación en el ejercicio de la justicia (C HAK R A B A R T Y 2008). Esta mirada se centra en la agencia de lo vivo y lo hablante frente a la coerción, o la potencia de todo aquello vibrante que, en un gesto proteico, rehúsa la tiranía y el precepto discursivo a través de una disyunción narrativa. Los casos colombianos que este texto aborda exponen el papel que la testi‐ monialidad tiene en la construcción del espacio público y cómo se hace posible su complejo despliegue a través de diversos métodos y recursos implementados en un contexto específico. Inicialmente, se analizarán los procesos investigativos y los marcos discursivos detrás del montaje editorial del libro Levantados de la Selva y del informe Textos corporales de la crueldad; luego, se estudiarán diversas aristas de la implementación de la Ley 1448 de 2011, así como su relación con las curadurías museísticas adscritas al proyecto, las políticas públicas que estas encarnan, los actos de reparación colectiva que pretenden y el trabajo testimonial que se ejerce a través del trámite de memorias privadas en memorias públicas individuales y colectivas; después, se examinarán algunas situaciones de la terrible inundación que tuvo lugar en la ciudad de Mocoa en 2017 y cuál La función testimonial y la narración disyuntiva 213 <?page no="214"?> es la función que tiene la estética testimonial en las prácticas de prevención y reconstrucción en ese y otros escenarios de (pos)desastre; finalmente, se abordarán algunos de los proyectos, mecanismos y conflictos derivados de la firma del Acuerdo Final para la terminación del conflicto entre las FARC-EP y el Estado Colombiano, y se retomarán a la luz de este último caso los núcleos de los casos previamente expuestos. La función discursiva de la testimonialidad presente en todos estos ejemplos consiste en la fuga que brota de los conflictos y las divergencias presentes en la elaboración de una narrativa hegemónica, institucional, fija o mayoritaria, tanto en casos públicos como privados. Bien podría decirse que la función testimonial es expresión de la cosa que se resiste a ser aprehendida bajo una sola razón narratológica, o de la otredad opaca que constituye toda intensidad narrada; es decir, aquello que da cuenta de la constitución dialéctica de un relato sobre el mundo y que expresa su inabarcabilidad en última instancia. El acto testimoniante de la función testimonial es, por lo tanto, la expresión apelativa o vocativa de una subjetividad, una intensidad o una experiencia que es omitida en la narración, en el texto o en el tejido que la marca en negativo, una diferencia vital que desea ser escuchada de forma incesante y albergada de manera provisional, y una voz que se expresa principalmente a través de fugas del circuito semiótico que la focaliza, destituyendo, así, la autoridad de cualquier relato total. Los casos comentados a continuación revelan que la construcción de una verdad colectiva en el escenario nacional demanda un ejercicio crítico riguroso en el que tienen lugar metodologías híbridas y audaces, acompañadas del despliegue de un acto imaginativo que busca desdomesticarse de las visiones más historicistas, positivistas y estatistas del tiempo. Este acto imaginativo se desmarca, por un lado, de la tradición literaria y antropológica que ha localizado la legitimidad del testimonio exclusivamente en su carácter potencial de artefacto discursivo propio de ciertos grupos subalternizados; por otro lado, se distancia de las restricciones imaginativas que imponen las visiones historicistas, textualistas e inmediatistas del tiempo a los ejercicios de fabulación del pasado. Un ejercicio como este, por supuesto, no está exento de contradicciones irresolubles propias del carácter provisional y mutable de la función y la estética testimonial. Su instauración, por ello, no está motivada por la creación de una nueva hegemonía narrativa excluyente e igualmente vertical y coerciva, sino por la construcción de un diálogo crítico y senti-pensante entre voces y entramados que coinciden y divergen entre sí; es decir, del tejido de un relato disyuntivo concebido a des-tiempos que, sin embargo, logran acompasarse de 214 Gary Huertas <?page no="215"?> forma transitoria e incesantemente mutable. Como se verá, las preguntas y las posibilidades que estos casos nos plantean corresponden con los conflictos derivados del desarrollo histórico de la “estética testimonial” (H U E R TA S 2024: 90-119), una coyuntura propia del presente político de Colombia, de la agencia social de la justicia restaurativa y de las pugnas discursivas y técnicas que rodean las nociones de verdad, justicia, historia y testimonio. Estos pilares son: la cuestión de la legitimidad discursiva del testimonio, el papel del trámite público de las memorias privadas, la pugna narrativa de los relatos disyuntivos que coexisten en el territorio, y la mediación discursiva y técnica entre quienes narran, quienes oyen y quienes curan los montajes narrativos. Metodología, trámite de memorias y gestión pública El libro Levantados de la selva, publicado en 2020, expone algunos de los resul‐ tados del valioso proceso que la doctora Estefanía Ciro Rodríguez -miembro del Centro de Pensamiento desde la Amazonía Colombiana ALaOrillaDelRío- emprendió con algunas comunidades cocaleras del Putumayo en su trabajo investigativo sobre el circuito global de producción y circulación de cocaína. El libro es un entramado polifónico concebido a través de una autoría colectiva (U R I B E 2015) o vicaria que media entre los postulados teóricos y críticos de Ciro Rodríguez (2020), las narraciones e imaginarios de los integrantes de las comunidades campesinas cocaleras del Caquetá, y otras fuentes varias como registros periodísticos y judiciales. El objetivo, que la investigadora a cargo del montaje le adjudica a Levantados de la selva, permite identificar al libro como un contradipositivo (A G AM B E N 2011: 249-264) -artefacto de disyunción- que diverge de la hegemonía narrativa sobre la cual se sostiene la lucha contra las drogas. La transformación de la narrativa de la cultura de la ilegalidad hacia la cuestión rural del mercado de la coca se presenta con la consideración de que las prácticas que integran la economía cocalera -así como la participación de productores, distribuidores y consumidores- se derivan de profundos conflictos sociales, políticos, ambientales y mercantiles nacionales e internacionales, y no de una disposición temperamental intrínseca a ciertas comunidades marginadas o sujetos participantes, ni de una visión estereotípica de la ilegalidad en el sur global: Con esto se busca dar la vuelta al juicio extendido que asume a las drogas como un “problema” -que considera al consumidor o al productor de drogas con una predisposición al crimen- para pensar mejor cómo las categorías de “criminal” o “desviado” ocultan múltiples violencias, exclusiones y vulneraciones de grupos sociales específicos. (C I R O R O D R Í G U E Z 2020: XXIX) La función testimonial y la narración disyuntiva 215 <?page no="216"?> En el enfoque sociobiográfico que propone Ciro Rodríguez (2020: XXX) para examinar el problema convergen líneas cuantitativas y cualitativas de la inves‐ tigación social, así como el análisis etnográfico y económico de las comunidades y las economías cocaleras; este es un escenario en el que los factores estadís‐ ticos y probabilísticos comparten la misma importancia que la investigación narrativa (B U TINA 2015: 190-196). Como se explica en Levantados de la selva, el enfoque cuantitativo había primado en la observación del fenómeno cocalero en Colombia durante los primeros años del siglo XXI y las políticas públicas derivadas de sus conclusiones dejaba por fuera múltiples aspectos de la realidad del fenómeno. El enfoque cuantitativo había primado en parte porque parecía menos “ideologizado” que el cualitativo, una idea difícilmente sustentable que ha limitado de diferentes maneras la comprensión de las dimensiones del fenómeno, ha contribuido a la evasión de las responsabilidades de entidades y particulares en los hechos, y ha fortalecido el enfoque punitivista con el que suele tratarse a los eslabones de la cadena mercantil: La experiencias biográficas permiten indagar en la heterogeneidad y los denomina‐ dores comunes de las voces y trayectorias campesinas dentro del cultivo de coca. De esta manera, problematizo la criminalización del cultivador de coca y su señala‐ miento como sujeto que ignora y rechaza la ley caprichosamente, a partir de la identificación de las múltiples formas con las que el campesino se relaciona en la (i)legalidad con el cultivo de coca. Esto permitió aprehender la complejidad y ambi‐ güedad de las relaciones del campesino con la ley, elementos raramente considerados por la política pública, lo que podría contribuir a explorar maneras diversas de analizar el problema, a fin de plantear vías alternas a las estrategias penalizadoras que han primado hasta ahora. (C I R O R O D R Í G U E Z 2020: XXX) La propuesta discursiva que plantea Levantados de la selva guarda una estrecha relación con el trabajo metodológico llevado a cabo por las distintas entidades y rutas de atención y asistencia que brotaron a partir de la implementación de la Ley 1448 de 2011, o Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (LVRT), creada por el estado colombiano para establecer medidas de asistencia y reparación integral para las víctimas del conflicto armado. Para hacer efectiva la LVRT fue necesario crear el Sistema Nacional de Atención y Reparación a las Víctimas (SNARV), encargado del diseño, la implementación y la veeduría de políticas públicas enfocadas en la asistencia, la atención y la reparación de la población víctima del conflicto. El SNARV cuenta con dos instancias principales: el Comité Ejecutivo que diseña las políticas públicas y la Unidad de Víctimas (UV), entidad encargada de coordinar el amplio y complejo Sistema. La labor de clasificar y disponer de la información, que la LVRT requiere para la creación y ejecución de 216 Gary Huertas <?page no="217"?> sus programas y proyectos, se realiza a través de la Red Nacional de Información (RNI) -que garantiza al SNARV el acceso a la información regional y nacional sobre violaciones de DD. HH. de forma efectiva- y el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH), un establecimiento público que busca compilar, sistematizar y divulgar (a través de numerosos medios interdisciplinarios y metodologías cualitativas, cuantitativas e híbridas) el material documental y testimonial de muy diversas características relacionado con el artículo 147 de la LVRT. Como lo explican los portales y los documentos oficiales de los distintos estamentos que velan por la ejecución de la LVRT, atender, asistir y reparar a la población víctima del conflicto guarda una interdependencia con los objetivos de: i) problematizar los relatos históricos del conflicto y las metodologías a través de las cuales estos se construyen, ii) postular a las memorias individuales y colectivas como objetos a los cuales se tiene derecho a acceder en tanto patrimonio nacional, y iii) propiciar una restauración simbólica a través de una apropiación de la memoria en el espacio público. La lista de objetivos, la descripción misional y el historial del CNMH, el SNARV y la RNI expuestos en línea para consulta libre dan cuenta de ello. Como resultado del Acuerdo Final de Paz firmado entre las FARC-EP y el Gobierno nacional se creó diseñó e implementó otra política pública en sintonía con la visión institucional de la LVRT y la línea discursiva de Levantados de la selva: el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No-Repetición (SIVJRNR), compuesto por una serie de mecanismos judiciales y extrajudiciales con unos objetivos conjuntos e interdependientes que pueden resumirse en procurar la satisfacción de los derechos de las víctimas del conflicto, buscar la verdad de los hechos ocurridos, propender por el reconocimiento de las responsabilidades de los actores que participaron en el conflicto, garantizar la justicia frente a las graves violaciones de derechos humanos y las infracciones al Derecho Internacional Humanitario, buscar la convivencia pacífica, la reconciliación, la reconstrucción de los tejidos sociales y la no repetición. Con la finalidad de dar cumplimiento a dichos objetivos el Sistema Integral realiza un énfasis especial en las medidas restaurativas y reparadoras para las víctimas y materialización de la justicia con sanciones retributivas y restaurativas, su accionar tiene un enfoque diferencial y de género y busca garantizar la seguridad jurídica para todos los actores del conflicto. (M I N I S T E R I O D E J U S T I C I A D E C O L O M B I A ) Los mecanismos judiciales que integran el SIVJRNR son la Jurisdicción Especial para la Paz ( JEP) -encargada de administrar la justicia transicional en el marco del conflicto armado- y la Unidad Especial de Investigación para el Desman‐ La función testimonial y la narración disyuntiva 217 <?page no="218"?> telamiento de Organizaciones Criminales (UEI) -dependencia de la Fiscalía General de la Nación encargada de investigar, perseguir y acusar organizaciones y conductas criminales en el marco del conflicto armado-; mientras que los mecanismos extrajudiciales son la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV) y la Unidad para la Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD). Un número importante de las medidas tomadas por la JEP y por los programas planteados y los discursos que la CEV ha divulgado tienen opositores públicos bastante aguerridos. En el núcleo de estos conflictos nacionales reside la cuestión de la estética testimonial y su implicación en los escenarios públicos, pues redundan en las preguntas por la legitimidad y estratificación de las testimonialidades -así como de las voces de quienes testimonian esos relatos-, por el papel que los trámites de las memorias personales y colectivas juegan en la formulación y ejecución de políticas públicas, por la creación y resolución de conflictos narrativos y representaciones entre comunidades e individuos, y por la pertinencia metodológica del ejercicio de mediación entre los miembros de la cadena discursiva que desemboca en un montaje narrativo. En los otros casos que serán abordados en este escrito es también evidente que una política pública restaurativa, en la que tenga lugar la reflexión sobre la relación entre el pasado y el presente, entre el poder y la justicia o entre los re‐ latos y sus fuentes, está condicionada metodológicamente por las cuestiones que le competen a la estética testimonial: la legitimidad discursiva, el trámite público de memorias individuales y colectivas, el conflicto narrativo y su desarrollo territorial, y la mediación entre las voces que testimonian, los resonadores que perciben y los sistemas a través de los cuales se reproducen las voces percibidas. Esto significa que el trámite público del conflicto narrativo está sujeto a la estética testimonial y en torno a este trámite se asigna el lugar que ocupa la voz (y lo que la voz testimonia) en el tejido social en el que se inscribe. La estética testimonial, entonces, determina también la manera en la que esa voz se media (o se traduce) a través de un recurso lingüístico o técnico y cuáles son sus circuitos y estrategias y de divulgación. Estas condiciones son evidentes en: i) los proyectos e informes del CNMH a través de los cuales son recogidas y tramitadas las voces de las víctimas del conflicto armado colombiano ii) los diversos registros del SNARV que son fuente y sustento de políticas públicas, y iii) las experiencias de vida de las comunidades cocaleras de Putumayo con las que dialogan el proceso investigativo de enfoque “sociobiográfico” y el montaje editorial que constituye a Levantados de la selva. 218 Gary Huertas <?page no="219"?> Memoria, cuerpo y mediación El informe Textos corporales de la crueldad. Memoria histórica y antropología forense integra el amplio conjunto de documentos que el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) ha construido y divulgado a través de prácticas museísticas, editoriales y pedagógicas -centrales en el ejercicio efectivo de la LVRT-. El documento en cuestión, publicado por el CNMH en 2014, constituye una observación crítica y agencial de: la exhumación de los 36 cuerpos hallados en Puerto Torres —una pequeña inspección del municipio— y que refiere parte de las acciones del Frente Sur Andaquíes del Bloque Central Bolívar de las Autodefensas Unidas de Colombia, que se instaló en el año 2000 en medio de una población con poco más de 500 familias para crear lo que por su estructura y funcionamiento se ha denominado “escuela de la muerte”, un “lugar de acopio”, cuya existencia está atada a otras maneras de la violencia no menos infames: el confinamiento y amedrentamiento de la población, la tortura, el asesinato y la desaparición forzada de personas. (Q U E V E D O 2015: 19) La investigación forense realizada en el municipio de Belén de los Andaquíes y el Informe Final publicado por el CNMH componen un ejercicio de reparación social que busca sumarse a la rearticulación del tejido social de Puerto Torres, comprometido de formas severas por las acciones sistemáticas del Frente Sur Andaquíes de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) sobre la población civil. La articulación pública de las memorias individuales y colectivas recogidas en el Informe, así como su mediación técnica y la posible agencia institucional derivada de ésta en el marco de la constitución colombiana, acarrea un ejercicio teórico-práctico desarrollado con metodologías cuantitativas y cualitativas, así como con ejercicios propios de la investigación narrativa. Su montaje e indexación dan cuenta de estas condiciones metodológicas. A propósito, la relatora de Textos corporales de la crueldad, Helka Alejandra Quevedo, señala que la metodología implementada en la creación del informe consiste en una tríada de enfoques antropológicos articulados, en el caso de Puerto Torres, a través del principio de Locard. Este determina que en todo contacto entre un cuerpo y otro se intercambia evidencia física: un agresor al atacar a su víctima deja en ella algo de él y toda víctima deja algo de ella en el agresor. De la misma manera, un lugar deja elementos en quienes lo visitan y el visitante deja elementos en el lugar. (Q U E V E D O 2015: 38) El enfoque inicial de la tríada vincula las herramientas de la antropología y la arqueología: comprende la fosa de la que los restos fueron extraídos como la fuente textual principal, en la cual residen elementos primordiales para la La función testimonial y la narración disyuntiva 219 <?page no="220"?> reconstrucción de una verdad velada por el tiempo y el cambio. En otras palabras, se trata de hacer hablar a la materia sepulcral, pues el equipo forense detrás del informe conjuga herramientas estadísticas, químicas y narrativas para reescribir e interpretar los textos inconstantes y difíciles que representan los lugares de levantamiento y excavación con sus capacidades vocativas, narrativas y apelativas: Mediante la aplicación de técnicas arqueológicas se recupera información de un pasado, de unos hechos y acciones, de momentos que existieron en un presente, en un presente en que a alguien le quitaron la vida. Por medio de estas técnicas también se recupera la memoria de la información contenida en esas 36 fosas individuales que albergan la evidencia física de la muerte y que pueden suministrar datos respecto de las condiciones alrededor de esas fosas, de una valiosa información que está allí mezclada con tejido humano, con humus, con tierra, con la historia de un ser humano. (Q U E V E D O 2015: 41) El siguiente enfoque de la tríada es la antropología biológica, que encuentra su fuente principal en los cuerpos exhumados que contienen información nuclear sobre las víctimas y sus historias de vida. El equipo que aplica este enfoque “tiene el desafío de recuperar la memoria de esos cadáveres y mediante sus técnicas y métodos aplicados en el ‘laboratorio-morgue’ descifrar el perfil biológico de las víctimas, haciendo que los huesos cuenten su historia” (Q U E V E D O 2015: 42). En otras palabras, se trata de hacer hablar a la materia ósea o somática; hacer exégesis del texto corporal en el que se encuentran los vestigios de la experiencia. El acto imaginativo que exige ese movimiento es el mismo que se requiere para comprender por qué la búsqueda de la verdad, la pérdida del pasado y la disyunción narrativa son algunos de los móviles que comparten la nigromancia ancestral, las ciencias forenses y los nuevos materialismos. El tercer enfoque de la tríada es la antropología social, cuyo objeto principal está en los elementos que comprenden el contexto de la víctima y las condiciones socioafectivas que rodean a las fuentes primarias (las fosas, los cuerpos, etc.). En otras palabras, se trata de hacer hablar al ambiente o a las estructuras afectivas en las cuales se desenvuelven (o desenvolvieron) las fuentes primarias. Esta perspectiva etnográfica y sociológica concibe una narrativa disyuntiva en la que las voces que divergen entre sí entran también en un diálogo a través de un gesto que: reconstruye, lee y participa de manera directa en lo que observa, en el intento de aproximación de saber quiénes eran las personas que allí murieron violentamente; de conocer cómo, cuándo, por qué y en qué contexto social y político suceden los hechos, por qué se mata de tal o cual manera, cómo es el perfil del individuo que le quita la 220 Gary Huertas <?page no="221"?> vida a otro, qué significa para su propia vida quitar otra vida. En fin, se trata de hilar y articular las diferentes voces, memorias y testimonios de quienes fueron objeto de muerte, testigos, espectadores y partícipes. (Q U E V E D O 2015: 42) La tríada metodológica que compone este enfoque recoge herramientas y perspectivas de disciplinas diversas que se erigen en un proyecto de heteroge‐ neidades interdependientes. Un anclaje de este tipo plantea una mirada compleja (K ÖP P E N / M AN S IL LA / M I R AM O N T E S 2005: 4-12) de la realidad y potencia, a su vez, las fugas y las divergencias por medio de las cuales es posible ejercer una función testimonial en el espacio público. No hay lugar para una noción historicista y positivista del tiempo pasado en un escenario de enfoques híbridos, complejos e interdisciplinarios como el sociobiográfico, presente en Levantados de la selva, o el relacional-antropológico, presente en Textos corporales de la crueldad. El hecho de que Puerto Torres haya sido reconocido por la Nación como un sujeto de reparación colectiva (OEA 2023) luego del trabajo de investigación, recolección y gestión realizado por el equipo del CNMH y por las entidades adscritas a su labor, como el Comité Territorial de Justicia Transicional (CTJT) o la Unidad de Atención y Reparación Integral de Víctimas (UARIV), da cuenta de que el trámite adecuado de las memorias individuales y colectivas en memorias públicas es un acto primordial en la búsqueda de paz, justicia, reparación y no repetición. Las perspectivas metodológicas audaces, a su vez, juegan un papel vital en la plausibilidad del trámite adecuado de las diversas narrativas que componen el relato disyuntivo del espacio público. El ejercicio del que nace Textos corporales de la crueldad es uno de los muchos que se han realizado en la difícil labor de disputar una narrativa hegemónica sobre el paramilitarismo y la violencia institucional en Colombia, así como su papel en el desarrollo social y político del país en los últimos 30 años. Como lo explica la página del CNMH, el reconocimiento de Puerto Torres como sujeto de reparación colectiva conllevó a que la comunidad y las autori‐ dades locales y regionales se reunieran en 2015 para iniciar la construcción de un plan de reparación colectiva que partiera de las necesidades y afectaciones expuestas por las víctimas y sobrevivientes (CNMH 2015). En el año 2022, la Unidad para las Víctimas realizó una jornada de duelo colectivo en el corregimiento de Belén de los Andaquíes con los más de 500 habitantes de Puerto Torres que integran el sujeto colectivo a reparar y recapitularon de forma pública las diversas estrategias emprendidas por la comunidad y por el Plan Integral de Reparación Colectiva (PIRC) (U NIDAD P A R A LA S V Í C TIMA S 2022) en beneficio de quienes sobrevivieron. Todo esto como fruto de un complejo despliegue público y colectivo de la función testimonial, es decir, de la narración disyuntiva que constituyen los montajes testimoniales que disputan la verdad del caso. La función testimonial y la narración disyuntiva 221 <?page no="222"?> Memoria del Agua, legitimidad discursiva y justicia restaurativa Voces para transformar a Colombia es el nombre de la exposición itinerante en la que se exhibe el guion de lo que será el Museo de Memoria de Colombia (MMC), cuyo diseño y montaje está a cargo del CNHM. Esta exposición deliberadamente inacabada ha estado en diferentes ciudades de Colombia como Bogotá, Medellín, Villavicencio y Cali con el objetivo de “completarse” de forma provisional y móvil a través del diálogo con la memoria ciudadana. Dado el enfoque metodológico híbrido y complejo que caracteriza el trabajo del CNMH en su cumplimiento de los compromisos con los principios restaurativos de la LVRT, la curaduría de Voces para transformar a Colombia dista por completo de una visión historicista, estatista e impersonal del conflicto armado. La exposición constituye una mirada afectiva (S ÁN C H E Z P R AD O / M O R AÑA 2012) de la relación entre las comunidades y los territorios, es decir, una perspectiva en la que prima una especie de economía de las emociones que pone en cuestión las “oposiciones convencionales entre la emoción y la razón, el discurso y el afecto, poniendo de relieve la compleja relación entre poder, subjetividad y emoción de la teorización política” (M A Í Z 2020: 11-14). La convergencia de estos tres factores en el escenario del MMC exigió desde el inicio un ejercicio curatorial que abordase los conflictos de la memoria colectiva desde plataformas metodológicas que trasciendan el estatismo y el historicismo de la historiografía más ortodoxa. El montaje de Voces para transformar a Colombia contó con tres ejes que corresponden, a su vez, con tres tipos de corporalidades -o territorialidades- afectadas y afectantes entre sí en el marco del conflicto armado: cuerpo, tierra y agua. Una de las motivaciones detrás de este principio curatorial -sustentado en una analogía ajena a la estructura prosaica del historicismo estatista- es la complejidad de la tarea de sintetizar bajo un mismo esquema museístico los numerosísimos hallazgos que brotaron a partir del análisis de registros como testimonios, archivos, documentos oficiales o bases de datos, y de la ejecución de proyectos enfocados en la reparación social, en la apropiación civil de la memoria del conflicto y en la contribución a la plausibilidad de condiciones de no repetición. En relación con la motivación curatorial de la exposición es pertinente considerar objetivos del CNMH como la ampliación de la escucha, inclusión y preservación de las memorias de las víctimas, individuales y colectivas, localizadas en el país como en el exilio; a través de procesos de: esclarecimiento de la verdad respecto de las memorias históricas de Colombia que han sido ocultadas, archivos de los derechos humanos, iniciativas de memoria, medidas 222 Gary Huertas <?page no="223"?> de satisfacción en el marco de la reparación integral, y demás acciones misionales (CNMH 2011) o del fomento de “la apropiación social de la memoria histórica y del esclareci‐ miento de la verdad en los territorios, integrando acciones de comunicación y pedagogía con enfoque psicosocial, diferencial e interseccional” (CNMH 2011). El ejercicio del CNMH contribuye, además, a la diversificación de la presencia ciudadana en el panorama público de la nación y al impacto que este gesto tiene en la conformación de identidades y memorias, pues, como lo explica Homi Bhabha, “el origen de la presencia visual de la nación es el efecto de un combate narrativo” (B HA B HA 2002: 179) entre distintas voces que encarnan diferencias no reconciliables en su totalidad bajo una misma estructura narratológica. La ataguía del meandro En otra situación propia de los conflictos derivados de las transformaciones de la estética testimonial en el contexto colombiano, Darío Acevedo, director del CNMH (periodo 2018-2022) e historiador cuestionado por diversos sectores debido su trivialización de algunas conclusiones sobre los últimos 50 años de la historia nacional (derivadas todas de numerosos trabajos investigativos realizados desde la perspectiva del conflicto armado), realizó una modificación presuntamente irregular del guion original de la exposición de Voces para transformar a Colombia, que ya había sido pactado con las víctimas. Acevedo, además, ha cuestionado la existencia de un conflicto armado en Colombia y reducido el despliegue de violencia en el país a una respuesta estatal frente a un peligro terrorista (R U TA S D E L C O N F LI C T O 2022); asimismo, ha hecho duros cuestionamientos de las determinaciones públicas derivadas de los Acuerdos de Paz firmados por las FARC-EP y el Gobierno colombiano, y ha hecho aseveraciones que, en su pretensión de minar la neutralidad de la CEV, vinculan al padre Francisco de Roux, presidente del mecanismo, con la Teología de la liberación y a su círculo de asesores con el marxismo (aprovechando la particular preocupación que afirmaciones como estas causan en algunos sectores del país) y la defensa de los levantamientos armados (A C E V E D O 2018). La alteración del guion de Voces para transformar a Colombia consistió en la omisión de detalles importantes sobre el paramilitarismo en Colombia y las formas en las que se desplegó el genocidio del partido político de la Unión Patriótica. Por ello, la JEP —en el desarrollo de su función judicial de velar por la reparación y la no repetición— le dictó medidas cautelares por desacato. Una de las razones por la que estalló la polémica fue la filtración de un audio en el que Acevedo justificaba su solicitud de modificar los ejes cuerpo-tierra-agua La función testimonial y la narración disyuntiva 223 <?page no="224"?> señalando que “poner a hablar a un río… perdóneme muchachos pero eso está bien para una obra literaria, una poesía. Recuerden cómo se burlaban de Maduro porque hablaba con un pajarito” (B O NIL LA 2020). Varias de las críticas que Acevedo ha recibido por su labor como director del CNMH apuntan a su omisión -por desconocimiento o deliberación- de enfoques y metodologías historiográficas, sociológicas y antropológicas que problematizan la escritura prosaica, cronológica e historicista del tiempo a través de recursos imaginativos y herramientas metodológicas procedentes de distintos saberes. La posición reduccionista de Acevedo —que anida en su negación del conflicto armado en Colombia— desconoce que los tres ejes que constituyen los pilares curatoriales de Voces para transformar a Colombia se acordaron entre las víctimas y el equipo de profesionales del CNMH como una forma de sortear el reto de: narrar y hacer visible lo inenarrable de más de 50 años de conflicto sufrido por las víctimas, luego negado, después aceptado, y ahora vuelto a negar, renegado por Darío Acevedo, director del Centro de Memoria Histórica, quien fue nombrado a pesar de sus múltiples y explícitas manifestaciones de negación de la existencia del conflicto. […] Acevedo no se detiene en una ilógica labor de obstruir la memoria, para deshonrarla, para apresurarse a dar segunda muerte a las víctimas que por ahora habitan en la morada del recuerdo que de ellas tienen sus deudos. Al hacerlo, obstruye sus duelos, profana sus reminiscencias, despoja de sentido sus luchas, sus vidas. Las borra de la historia. (F I G U E R O A M UÑ O Z 2019) El enfoque metodológico que ostentaba Acevedo resultó insuficiente frente a los problemas que plantean los enfoques misionales y ejecutivos de la LVRT y el SIVJRNR. Sus prácticas y su visión como director del CNMH —en las antípodas del enfoque híbrido cualitativo-cuantitativo, la investigación narra‐ tiva y los giros epistemológicos enlistados en este texto— redundaron en los vacíos, las violencias o las insuficiencias denunciadas ya por el Grupo de Estudios Subalternos de la India (G U HA 2002), el Grupo de Estudios Subalternos Latinoamericanos (C A S T R O -G ÓM E Z 1998), la filosofía de la historia (K O S E L L E C K 1992, y los estudios decoloniales (G ÓM E Z V ÉL E Z / S AL DA R R IA G A G R I S AL E S / L ÓP E Z G IL 2017). Además, su caricaturización del ejercicio de locución y escucha ribereña, terrenal y corporal desconocieron los alcances efectivos que permiten la articu‐ lación entre los “nuevos materialismos” (S MITH 2016: 1-13) y el pensamiento complejo (K ÖP P E N / M AN S IL LA / M I R AM O N T E S 2005: 4-12). A finales del año 2021, renunció Laura María Montoya, directora del MMC, apenas unos meses después de ser nombrada en el cargo. A su salida, criticó fuertemente a Acevedo por impedir el fortalecimiento y la expansión del 224 Gary Huertas <?page no="225"?> relacionamiento público del museo y alegó que esta situación planteaba una imposibilidad para desempeñar cabalmente sus funciones en el marco de los lineamientos institucionales y legales. Además de esto, Montoya señaló que al recibir la dirección del museo a mediados de 2021, la ejecución de la obra llevaba apenas un 15 % —aun cuando la entrega final de la obra estaba proyectada para mediados de 2022— y que las tareas del equipo técnico y curatorial no estaban bien encaminadas en términos museográficos. En su carta de renuncia, explicita que la imposibilidad de gestionar adecuadamente el museo: se deriva de la inconsistencia y ambigüedad en las directrices recibidas, los impedi‐ mentos para el desarrollo de mis funciones, y la negligencia para atender y dar solución desde la Alta Dirección a las alerta generadas desde la ejecución misional. (I N F O B A E 2021) Darío Acevedo renunció a la dirección del CNMH el 6 de julio de 2022, un día antes de que finalizara el mandato del expresidente Iván Duque, quien lo nombró en el cargo. A su salida, el actual presidente, Gustavo Petro, nombró en el cargo a María Gaitán (nieta del reconocido político liberal Jorge Eliécer Gaitán), quien, a su vez, ha recibido críticas internas y de otros sectores por ciertas posturas en torno a la memoria histórica. Debido a la acumulación de una serie de denuncias por posibles irregularidades ejecutivas y fiscales, la Contraloría de la República inició un seguimiento al CNHM en febrero de 2023 en relación con su gestión del MMC. En enero de 2024 la Contraloría publicó el informe de seguimiento denunciando posibles pérdidas de más de 10 000 millones de pesos derivados de desembolsos injustificados al contratista, aceptación de obras parcialmente ejecutadas, pagos duplicados, bajo seguimiento al diseño y ejecución de la obra, y uso de materiales de baja calidad, entre otros (M O R AL E S 2024). Entre octubre de 2023 y mayo de 2024 renunciaron dos de las personas a cargo de la dirección del MMC, sumándose, así, a la larga lista de funcionarios que han participado del liderazgo del proyecto y que han salido del cargo luego de menos de seis meses de ocuparlo. La rotación frecuente en la dirección del proyecto -motivada por las muy diversas razones expuestas oficialmente por quienes renunciaron al cargo-, así como el control interno inconstante, el segui‐ miento externo ineficiente, las inevitables pugnas metodológicas e ideológicas al interior de la entidad, las acciones que derivaron en las medidas cautelares impuestas por la JEP a la exposición piloto del museo y los incumplimientos de sismorresistencia de la obra, entre otros, son factores sujetos al despliegue de los diversos ejes de la estética testimonial expuestos hasta el momento. Esto, debido a que el desarrollo del proyecto museográfico en el marco de la LVRT se La función testimonial y la narración disyuntiva 225 <?page no="226"?> 2 En la madrugada del 1 de abril de 2017, luego de que se desbordaran los tres ríos que la surcan, la ciudad de Mocoa vivió la destrucción de al menos cinco de sus barrios y la afectación de una quincena más. Es importante señalar que la ciudad, ubicada en el Departamento de Putumayo, ha sido una de las capitales más golpeadas por el conflicto armado y, además, contaba para la fecha con uno de los índices de trabajo y asentamiento informal más altos del país. El evento conocido como la Tragedia de Mocoa fue inicialmente adjudicado a la deforestación anónima de una zona del piedemonte amazónico (acción que promueve los deslizamientos repentinos cuando hay precipitaciones voluminosas), a la construcción irregular de viviendas en territorios no autorizados y al cambio climático. No obstante, organizaciones con presencia territorial, tales como el Comité para la Abolición de Deudas Ilegítimas y la Asociación Ambiente y Sociedad han denunciado a lo largo de los años que catalogar la situación como “Tragedia” exculpa responsabilidades institucionales particulares con causalidades rastreables y desconoce el papel que en la inundación jugaron: a) las polí‐ ticas gubernamentales de ampliación y descargaderos de empresas de hidrocarburos, así como los efectos que estas acciones tienen en el desarrollo ambiental y económico del territorio; b) la priorización de los intereses corporativos por encima de los comunitarios en el conflicto desarrollo-conservación que tiene lugar en el departamento; c) los efectos del desplazamiento forzado en la creación de asentamientos irregulares; y d) la responsabilidad del Estado en la protección de los derechos de la ciudadanía desplazada (CADTM 2017). encuentra comprometido por las disputas cotidianas en torno a las nociones de verdad y legitimidad histórica. Retomando el cauce La revisión actualizada del caso de la avalancha que tuvo lugar en Mocoa en marzo de 2017 2 a través de las investigaciones sobre los ciclos del agua y la planeación urbana en el piedemonte amazónico y su relación con prácticas propias del conflicto armado revela que los ríos tienen memoria de sus cauces en el transcurso del tiempo, y retoman su surco siguiendo la pauta de un ciclo que el ser humano puede comprender si, con el uso de perspectivas y recursos pertinentes, logra escuchar la voz del río. De igual forma, para que la vocación ribereña ejerza una función testimonial en el relato que gobierna la práctica pública es preciso impulsar con desplazamientos imaginativos la fuga de la que la función testimonial puede desprenderse si son favorables las condiciones de la red que la signa. La voz a escuchar para poder comprender la memoria fluvial es un elemento que debe tenerse presente en la planeación de infraestructuras aledañas a los ríos. Un ejercicio como estos demanda un salto imaginativo que legitime metodo‐ logías y cosmovisiones plurales y audaces a través de las cuales se erija una plataforma de albergue para otras voces, intensidades o vibraciones en el relato 226 Gary Huertas <?page no="227"?> histórico que gobierna el ejercicio de la política pública. La investigadora de dinámicas agrarias y medioambientales amazónicos Kristina Lyons ha formu‐ lado algunas preguntas que remiten a la relación entre la función testimonial que potencialmente puede ejercer un río —cuya plausibilidad está determinada por los avatares de la estética testimonial—, las condiciones que el conflicto armado instaura en el territorio y la inequidad estructural que se evidencia en la estratificación espacial que traza la planeación urbana: ¿Cómo la memoria de los ríos podría informar no solamente la reconstrucción de una ciudad sino también nuevas conceptualizaciones de la restitución en un contexto de posdesastre? ¿Qué cambiaría en los ejercicios de planeación posdesastre si se atendiera a las pérdidas humanas y de infraestructura como integralmente implicadas con las pérdidas de las cuencas de los ríos? (L Y O N S 2018) Las formas de locución y escucha que suscitan las nociones ontológicas de los “nuevos materialismos” (S MITH 2016: 1-13) pueden iluminar nuevos caminos para las políticas de ordenamiento territorial, pues permiten defender la idea de que hay lugar en los tejidos jurisdiccionales para que los ríos sean considerados personas no-humanas y sujetos de derecho, lo que plantea un nuevo horizonte para las categorías de cuerpo político y ciudadanía más allá del legado instru‐ mentalizador del extractivismo (S MITH 2016: 1-13). La narración disyuntiva del contradispositivo testimonial se materializa en este caso con el reconocimiento de otros entes con poder de agencia e interlocución: el río, la sierra, la selva. Siguiendo estas mismas rutas epistemológicas -bien retratadas en el documento “El ambiente como víctima silenciosa. Un diagnóstico para las afectaciones en el posacuerdo de paz (2017-2022)” (U NIDAD D E I N V E S TI G A C IÓN Y A C U S A C IÓN D E LA JEP 2022)- la JEP declaró al río Cauca víctima del conflicto en el año 2023. De esta determinación se desprende una serie de ejercicios de atención y priorización enfocados en la reparación integral del territorio. Por estas mismas razones, los retos que enfrentan la curaduría de Voces para transformar a Colombia y la del MMC en su objetivo de reencauzar los proyectos de memoria van más allá de sus limitaciones presupuestales, fiscales y ejecutivas, pues tienen la tarea de expresar de forma agencial la tensión productiva que, según Dipesh Chakrabarty (miembro del Grupo de Estudios Subalternos de la India), expresaba el poeta Rabindranath Tagore en su poesía sobre Bengala, es decir, esa potencia imaginativa —fuga aprehensible solo a través de “lo poético”— de la función testimonial que permite comprender otros órdenes de la matriz de realidad que recibe el nombre de territorio. Esa potencia “poética” —que, en este caso específico, podría etiquetarse también como “neomaterialista” o “post-hu‐ manista”— promete ser un puente discursivo entre los múltiples universos que La función testimonial y la narración disyuntiva 227 <?page no="228"?> componen a los equipos encargados del proyecto. Infortunadamente, como se ha visto, en muchos casos esta potencia es reducida por el historicismo estatista a ingenua imaginería o perspicaz habladuría por no rendirse a la autoridad prosaica de la cronología historiográfica positivista. La pregunta central en esta coyuntura es cuáles son los mecanismos o recursos pertinentes para que esa potencia poética se despliegue adecuadamente y propicie el acompasamiento imaginativo de las voces que componen ese relato a des-tiempo, de forma provisional e inestable. Construcción de verdad y disputa epistemológica En el año 2022 culminó el trabajo realizado por la CEV como parte de los compromisos establecidos en el Acuerdo de Paz entre las FARC-EP y el Gobierno colombiano. Así nace el Informe Final de la CEV, un archivo polifónico poblado por artefactos testimoniales en los que convergen los tres puntos del circuito de producción del relato: la sistematización de los datos, experiencias y voces recogidas por diferentes entidades y bases de datos; la curaduría intermedial e interdisciplinaria de textualidades testimoniales de muy diversos tipos; y la exhibición y difusión de esas textualidades en el marco de los objetivos de la CEV a través de recursos pedagógicos, museísticos e interactivos. El objetivo detrás de la articulación de los tres puntos del circuito en el Informe Final es que “los hallazgos y recomendaciones que son el resultado de su proceso contribuyan significativamente a la dignificación de las víctimas y tengan un impacto real en las políticas públicas y en la población colombiana en general” (C O MI S IÓN P A R A E L E S C LA R E C IMI E NT O D E LA V E R DAD 2022). Esto significa que el trabajo de la CEV busca impactar la realidad social a través de un ejercicio de narración disyuntiva que, con consciencia de las intrincadas leyes móviles de la estética testimonial y su impacto en el espacio público, ejerza una función testimonial en el tejido narrativo hegemónico sobre el conflicto armado colombiano y en la relación que la ciudadanía guarda con las memorias del mismo. Los numerosos ejercicios de divulgación, socialización y pedagogía expresan el importante papel que cumple la disrupción de las narrativas del Informe Final en las producciones de sentido individuales y masivas, con el objetivo de que otras voces previamente ignoradas tengan un lugar en el diálogo polifónico sobre el pasado y el presente nacional. En este orden de ideas, la construcción de una memoria dispuesta a considerar el complejo y amplio conjunto de intensidades recogidas por el CNMH o la RNI debe regirse por una ética de la recepción consciente de que albergar la totalidad de la verdad pasada en un relato total que reconcilie todas las voces y experiencias es una empresa inalcanzable. En su objetivo de hacer de la verdad 228 Gary Huertas <?page no="229"?> un bien público, la CEV ha sido enfática en la importancia de que su construcción sea apropiada por todos los miembros de la sociedad, no solo por aquellos que por ser víctimas o actores están directamente involucrados (C O MI S IÓN P A R A E L E S C LA R E C IMI E NT O D E LA V E R DAD 2021), lo que revela que la verdad que pretende construirse a partir de los mecanismos y políticas derivados de la LVRT o del Acuerdo de Paz entre las FARC-EP y el Gobierno colombiano es una en constante formación y reformulación, una verdad encarnada en un relato provisional sujeto siempre a escrutinio y ampliación. En consonancia con la pluralidad y la audacia epistemológica que representa al relato que busca construirse, el Informe Final de la CEV comparte con la expo‐ sición Voces para transformar a Colombia la disposición para comprender el terri‐ torio como un sujeto actor y víctima del conflicto. En los numerosos documentos que componen el Informe Final es visible una apertura testimonial en la que encuentran albergue las voces testimoniantes del territorio, lo que corresponde también con la curaduría de los ejes cuerpo-tierra-agua de la exposición, con las preguntas metodológicas que plantea Kristina Lyons respecto a las políticas públicas del piedemponte amazónico y con las consideraciones socio-afectivas de las riberas que parten de los “nuevos materialismos” (S MITH 2016: 1-13). El Informe Final expresa cabalmente que prácticas como la contaminación de cuerpos fluviales, el uso de fuentes hídricas como mecanismo de desaparición forzada, la existencia de campos minados, la explotación extractivista del suelo, la expansión de la minería ilegal y el asentamiento de comunidades desplazadas forzosamente en espacios de alto riesgo no considerados en los planes de ordenamiento y creación de infraestructuras, entre otros muchos ejemplos, dan cuenta de que el territorio debe ser sujeto de protección en el marco de la construcción de verdad y la búsqueda de la justicia, así como sujeto de consideración en los procesos humanos de reparación y no repetición. Esta configuración epistemológica y metodológica de la CEV y su Informe Final puede verse en el siguiente fragmento de su capítulo “Cuando los pájaros no cantaban: historias del conflicto armado en Colombia”: Hubo otro proyecto especial que reviste importancia capital para el país, ya que se pregunta por la “naturaleza como sujeto de dolor”. Una pregunta que abarca dimensiones morales por sus interpelaciones políticas y por la deuda histórica con los pueblos étnicos y campesinos, que de alguna manera han sido protectores de ese sujeto. Pero ¿quién puede testimoniarla? ¿Lo hacen los árboles, los mares o los pájaros, o todos en una especie de coro? ¿Podemos hablar con esos “espíritus testimoniantes”? Cuando se habla de reparación integral, ¿no tendríamos que reparar también el lazo profundo con ellos? (C O M I S IÓN D E L A V E R D A D 2022) La función testimonial y la narración disyuntiva 229 <?page no="230"?> Los documentos del Informe Final que socializa públicamente el trabajo de la CEV, los proyectos editoriales como Levantados de la Selva, los informes del CNMH como Textos corporales de la crueldad. Memoria histórica y antropología forense y los proyectos simbólicos y museográficos que representan Voces para transformar a Colombia o el MMC constituyen ejercicios de narración disyuntiva en cuyos núcleos residen las cuestiones gnoseológicas que suscitan algunos giros epistemológicos (narrativo, afectivo, vegetal, etc.), las posibili‐ dades metodológicas de la investigación narrativa y la apertura interdisciplinar que representan los “nuevos materialismos”. El generoso conjunto de texturas hablantes (o intensidades testimoniantes) que componen cada uno de los tejidos testimoniales abordados en este texto revela la polivalencia de sus respectivos registros y, por lo tanto, exponen el reto que significa sistematizarlos de una forma pertinente en un contexto de búsqueda de verdad, justicia y reparación integral. En un proyecto como este solo puede prosperar la aspiración a fraguar una memoria móvil del conflicto, una narrativa provisional en constante disputa y reescritura del pasado y su relación con el presente, un ejercicio de disyunción narrativa que, en diálogo con los avatares de la estética testimonial y con las condiciones efectivas del contexto en el que se desarrolla, instaure las condiciones para el despliegue efectivo de la función testimonial. Bibliografía A C E V E D O , Darío (3 de diciembre 218), “¿Dónde está la verdad? ”, en El Espectador. 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Distintos paisajes estéticos como formas de archivo y de memorias colectivas <?page no="235"?> MAMPUJÁN: Entre el horror de los Montes de María y el resguardo de los ángeles Pilar Mendoza Agradezco especialmente a la comunidad de Mampuján y al Centro Nacional de Memoria Histórica quienes me abrieron sus puertas y sus archivos para la elaboración de este artículo. <?page no="236"?> 1 Texto explicativo de la exposición permanente del Museo de Arte y Memoria de Mampuján. Ver: https: / / museoartemampujan.com/ #. Imagen 1. En la década de los 90 grupos activos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) avanzaron hacia la zona montañosa de los Montes de María y donde confluyeron otros grupos armados […] los homicidios, los secuestros y las destrucciones de bienes civiles fueron repertorios de violencia de estos grupos cometiendo infracciones a los derechos humanos que afectaron a toda la población. A mediados de esta década, los grupos de autodefensas de córdoba y Urabá (ACCU), en unión con élites políticas y ganaderas, crearon el frente Rito Alberto Ochoa de las Autodefensas unidad de Colombia AUC. Transformado como Bloque Héroes de los Montes de María, el grupo armado ingresó a la zona cometiendo sistemáticamente homicidios, desapariciones, desplazamientos armados y masacres. La presencia de la fuerza pública a través del batallón de la infantería y de la contrarinsugencia intensificó el conflicto. cometiendo abusos de autoridad. 1 Museo de Arte y Memoria de Mampuján 2023. Fotografía cortesía de Carlos Ortíz. Resumen El presente artículo se basa en el análisis de procesos de construcción de memoria a nivel local en Colombia, a partir del caso de desplazamiento forzado de los habitantes del municipio Mampuján en el año 2000, tras lo 236 Pilar Mendoza <?page no="237"?> cual se creó el colectivo Tejedoras de Mampuján, que ha contado su historia a través de archivos textiles producidos por la comunidad. Observaremos estos telares como lugares y objetos simbólicos de memoria, fundamentales dentro de los procesos de búsqueda de justicia, verdad y reparación, en un país sumido en una continuidad de violencias, pero también en un momento de transición hacia la paz. Asimismo, veremos en estos archivos textiles una práctica cultural de resistencia en donde las comunidades y las víctimas del conflicto en su ejercicio de denuncia, irrumpen en el campo de la disputa por la memoria. Entendemos así el acto de narrar y documentar desde las comunidades como un ejercicio de memoria colectiva que contribuye a la transformación de las víctimas en sujetos políticos. Abstract This article is based on the analysis of memory construction processes at the local level in Colombia, starting with the case of the forced displace‐ ment of the inhabitants of the municipality of Mampuján in 2000, after which the collective Tejedoras de Mampuján was created, which has told its story through textile archives produced by the community. We will observe these textile looms as places and symbolic objects of memory, fundamental in the search for justice, truth and reparation in a country immersed in a continuity of violence, but also in a moment of transition towards peace. Likewise, we will see in these textile archives a cultural practice of resistance where communities and victims of the conflict, in their exercise of denunciation, break into the field of the dispute for memory. We thus understand the act of narrating and documenting from the communities as an exercise of collective memory that contributes to the transformation of the victims into political subjects. Introducción La política existe cuando el orden natural de dominación es interrumpido por la institución de una parte de los que no tienen parte J. R AN C IÈ R E . El 10 de marzo del año 2000, 300 familias permanecieron acordonadas en la plaza central del antiguo corregimiento de Mampuján durante 6 horas por parte del bloque Héroes de los Montes de María de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), mientras esperaban la orden del comandante mayor de seleccionar y, posteriormente, asesinar a todos aquellos supuestos colaboradores MAMPUJÁN: Entre el horror de los Montes de María y el resguardo de los ángeles 237 <?page no="238"?> 2 Los Montes de María son una cadena de pequeñas montañas o serranías ubicada en el Caribe colombiano y que, dada su geografía estratégica, confrontó a varios actores armados entre 1996 y 2004 en la disputa por la tierra, lo cual convirtió a esta zona en una de las más violentas contra la población civil. Durante este periodo hubo 70 masacres, más de 3.900 homicidios y más de 153 mil personas desplazadas. Ver: https: / / codhes.w ordpress.com/ wp-content/ uploads/ 2021/ 01/ montes-de-maria-bajo-fuego.pdf, https: / / w ww.centrodememoriahistorica.gov.co/ descargas/ informes2015/ nacion-desplazada/ una -nacion-desplazada.pdf. 3 Para los habitantes de Mampuján aún sigue siendo una incógnita el nombre de quien realizó esta llamada, aunque se supone, debió venir de un alto mando del grupo paramilitar. 4 Nótese que la expresión “grupo bueno de gente” se refiere a la cantidad. Texto explicativo de la exposición permanente: https: / / museoartemampujan.com/ #. de la guerrilla de las FARC, tal como venía ocurriendo en otros municipios de los Montes de María. 2 Simultáneamente, varias mujeres, mientras sus conocidos eran señalados de guerrilleros, eran agredidas sexualmente en sus casas. Luego de 6 largas horas alguien 3 llamó al paramilitar a cargo de la misión para decirle que había recibido una llamada con la orden de no disparar, pero sí de desocupar el pueblo, por lo que las 1500 personas que allí se encontraban, tenían que salir antes de las 5 de la mañana del día siguiente. Ellos nos dieron tiempo de sacar las cosas. Eran un grupo bueno de gente 4 con capucha y nos reunieron allí en la plaza. Ya uno sabía lo que había pasado en el Salado y eso fue grave. Ellos nos insultaban y nos decían todo lo que les parecía y lo único que teníamos en la memoria era al Dios todopoderoso. (M U S E O D E A R T E Y M E M O R I A D E M A M P U J ÁN 2023) Cuentan los mampujarenos que, en ese momento, vieron en lo alto de los Montes de María siluetas de ángeles cogidos de la mano en señal de protección y que eran ellos quienes habían ocasionado el milagro de salvarles la vida. Desocuparon el pueblo en cuestión de horas con lo que pudieron sacar de sus casas. La mayoría se refugió en María La Baja, municipio ubicado a siete kilómetros sobre la vía principal que conduce a Cartagena. Allí tuvieron que dormir en la iglesia, los colegios y en otros lugares donde les ofrecieron refugio durante casi dos años. Fue entonces cuando el párroco Salvador Murra decidió emprender una acción para buscar donaciones, al cabo de lo cual lograron comprar seis hectáreas de tierra en un terreno colindante con María la Baja. Entre las donaciones, las iniciativas de los antiguos mampujarenos y la obligación del Estado de reparar los daños causados a la comunidad, se fundó el Nuevo Mampuján, con una extensión aproximada de siete manzanas. En 2004 Teresa Geiser, una misionera menonita estadounidense, llegó a la comunidad para enseñar una forma de hacer catarsis al dolor a través del 238 Pilar Mendoza <?page no="239"?> ejercicio de la costura. A las técnicas enseñadas por la misionera, las mujeres de Mampuján le añadieron otro ingrediente que para ellas era fundamental y que consistía en contar en las telas, su propia historia y cada uno de los hechos que recordaban: desplazamiento, violencia sexual, psicológica, pero también los recuerdos felices de un pueblo cimarrón, arraigado a su territorio a través de prácticas como los cultivos, la espiritualidad, las fiestas populares y la vida en el río: Elaborar el duelo fue uno de los primeros pasos para iniciar el camino de la sanación individual y colectiva de la comunidad, donde la espiritualidad ha servido como un elemento cohesionador y sanador […] cada memoria individual va plasmando entre puntada y puntada una experiencia colectiva que sumada a otra, va tejiendo física y simbólicamente la experiencia de un pueblo que a partir de la violencia ha podido volver sobre sus orígenes afrodescendientes, reflejar su presenta y plasmar sus expectativas de futuro. (M U S E O D E A R T E Y M E M O R I A D E M A M P U J ÁN 2023) Tras la ley de Justicia y Paz, se produjo de la desmovilización del Bloque Héroes de los Montes de María en 2005. Los altos mandos confesaron los delitos que cometieron y los vínculos que formaron con políticos de la región para arrebatar la tierra a las comunidades. De esta forma la Sala de Justicia y Paz del Tribunal Superior de Bogotá dio el primer paso de justicia a la comunidad: una sentencia donde obligaba al Estado a restituir, reparar, indemnizar y ofrecer garantías de no repetición a las familias. Según el Tribunal: “El desplazamiento produjo el rompimiento de relaciones y un daño colectivo […] Hubo ruptura del tejido social, afectación a la identidad cultural y las tradiciones ancestrales y estigmatización de los habitantes” (E L E S P E C TAD O R 2023). La decisión fue la primera que emitió este Tribunal para reparar a las víctimas del paramilitarismo. Dentro de las medidas de reparación exigidas al Estado, la comunidad escogió la creación del Museo de Arte y Memoria, inaugurado en noviembre 2023. Este museo significó para los desplazados de Mampuján el reconocimiento tanto de los daños sufridos como de sus prácticas textiles, y con ellas, de las prácticas culturales y de resistencia de toda la comunidad. A partir de este caso, analizaremos en este artículo la elaboración de los archivos textiles como un acto de narrar y documentar, un ejercicio de memoria colectiva que contribuye a la sanación y a la transformación de las víctimas en sujetos políticos. Para el Colectivo El Ojo de la Aguja: Estas iniciativas están constituyendo archivos de derechos humanos que resignifican y cuestionan los marcos temporales de la rememoración como anclada al pasado, para situarla en el ámbito de lo cotidiano, del presente y de acontecimientos que se lucha por denunciar, transformar o evitar, haciendo de la memoria una herramienta política MAMPUJÁN: Entre el horror de los Montes de María y el resguardo de los ángeles 239 <?page no="240"?> y simbólica en contra de los abusos del poder y el olvido. (C O L E C T I V O E L O J O D E L A A G U J A 2022) Basados en la pregunta que se hace Paul Ricoeur sobre el cómo y el qué se recuerda (R I C O E U R 2000), en la que el autor centra su interés en el acto mismo de documentar y la manera activa y partícipe del proceso de quien recuerda, nos proponemos, mirar estas prácticas narrativas como ejercicio colectivo y como expresión artística, social y política en donde la imaginación tiene la capacidad de transformar la realidad y de interpelar la memoria oficial. La imagen de los ángeles en los Montes de María para los Mampujarenos es parte de su imaginario colectivo y un símbolo de esperanza que quedó plasmado en sus telares. Partiremos entonces de las siguientes preguntas: ¿cómo por medio de una práctica textil y de manera más general, de prácticas culturales, han logrado las comunidades resistir a la guerra? , ¿han logrado un proceso de reparación y reconciliación? , y si es así, ¿cuál ha sido el papel del Estado en este proceso? Para responder a estas preguntas hemos dividido este texto en tres partes: primero, analizaremos las prácticas textiles como narrativas de resistencia y de construcción de memoria colectiva. Segundo, miraremos cómo estas prácticas se dan en Colombia desde lo local y se movilizan hacia el centro en función de los Acuerdos de Paz. Tercero, observaremos el papel de las comunidades en la transformación social y la transición hacia la paz, así como la relación que éstas han establecido con el Estado durante estos procesos. 240 Pilar Mendoza <?page no="241"?> 5 Texto explicativo, exposición permanente Museo de Arte y Memoria de Mampuján 2023. Ver: https: / / museoartemampujan.com/ #. Prácticas textiles como formas de resistencia y de construcción de memoria colectiva Imagen 2. El Mampuján del que salieron expulsados sus habitantes aquel 11 de marzo del año 2000 y en el que hoy sobreviven en su mayoría edificaciones ruinosas invadidas por la vegetación, era un corregimiento de María la Baja conformado por 2.700 hectáreas de tierra, en los que existían 134 lotes de vivienda y varios espacio públicos como la plaza principal, el cementerio, la iglesia cristiana. También contaba con su escuela rural mixta y un centro de salud. 5 Museo de Arte y Memoria de Mampuján 2023. Fotografía cortesía de Carlos Ortíz. Ya antes del desplazamiento, los habitantes de Mampuján y en medio de la continua violencia que se vivía a lo largo de los Montes de María, habían logrado una fuerte cohesión social, en parte dada a través de las distintas prácticas culturales, religiosas y espirituales de una comunidad cimarrona con un pasado colonial y de herencia africana. Sin embargo, no cabe duda de que el acontecimiento del desplazamiento masivo marcó de manera contundente los diferentes relacionamientos sociales, culturales, territoriales y políticos de la comunidad. Durante el hacinamiento, las mujeres que otrora se encontraban en MAMPUJÁN: Entre el horror de los Montes de María y el resguardo de los ángeles 241 <?page no="242"?> el río para lavar la ropa, ahora se juntaban a hablar y coser, en torno a los telares como nuevo punto de encuentro, ahora desterritorializado. Había cambiado su relación con la tierra, con los alimentos y en general su vida cotidiana, cuando encontraron en la práctica de la costura un nuevo lugar y una forma de reconocerse, intentando captar en ese acto lo que ya no estaba presente a manera de conservar también una memoria feliz (R I C O E U R 2000). En efecto, Ricoeur en su interés sobre el cómo se recuerda, intenta desligarse del carácter individual o subjetivo de la memoria para pensar la función del otro en el recuerdo, es decir en la memoria colectiva. Ricoeur establece así una relación entre memoria e imaginación para trascender el carácter pasivo del recuerdo y demostrar que hay una búsqueda activa de ese recuerdo en la representación de lo ausente y con ello la posibilidad de la utopía y la creación. La relación entre memoria e imaginación permite entonces entender la ficción y el arte como dispositivos culturales que proporcionan espacios donde todos se encuentran, pero desde una cierta distancia, a través de una especie de mirada oblicua que permite transitar por el horror de manera consciente. En este sentido, la práctica textil logró, en su forma más literal, reconstruir el tejido social de una comunidad desarraigada de su territorio y sus prácticas culturales, estableciendo nuevas formas de ser y estar en torno a los tejidos y reconfigu‐ rando su identidad, a partir de un hecho victimizante para transformarse en actores de un proceso social y político (M E N D O ZA 2024). Esta práctica, en efecto, no es un hecho aislado, pues se ha manifestado en diferentes comunidades afectadas por conflictos y dictaduras, así como en formas de denuncia y de afectación a los derechos humanos: El activismo textil, en la historia reciente de América Latina, ha tenido lugar tanto para vincular las prácticas textiles con acciones de memoria y acompañamiento psicosocial en periodos de violencia por causa de dictaduras o guerras […], como con el uso de las prácticas textiles para la denuncia de hechos, violencias y situaciones de desigualdad vigentes y de orden coyuntural. (C O L E C T I V O E L O J O D E L A A G U J A 2022) Podemos decir según esto que los documentos, testimonios y relatos comuni‐ tarios en sus diferentes formatos y lenguajes, como lo es un archivo textil, representan un vehículo de memoria colectiva, un lugar de transferencia de conocimientos y de reconocimiento y reparación de diversos grupos sociales inmersos en el conflicto armado. Para Jefferson Jaramillo, “las comunidades documentan sin saber que esto se va a convertir en un archivo de derechos humanos” (2023). El acto de documentar de las comunidades según Jaramillo, se puede describir entonces de diversas maneras. Por un lado tienen un carácter 1) local ya que se inician desde los territorios por oposición a la documentación 242 Pilar Mendoza <?page no="243"?> oficial que se origina desde los centros de poder, 2) colaborativo, ya que parten de una acción individual para convertirse en una acción colectiva a partir de la organización en redes de apoyo y de denuncia y 3) empírico, por oposición a técnicas y saberes de documentación implementados por especialistas (desde forenses hasta historiadores), de manera que en este empirismo se ponen en juego los saberes y técnicas propias de las comunidades. Vemos entonces en estas prácticas un “ejercicio de liderazgo, un acto de resistencia y un activador de memorias con un gran potencial transformador” (J A R AMIL L O 2023). Por otro lado, en dichas prácticas se produce el tránsito de la esfera privada a la esfera pública y donde según Ana Cacopardo: “se generan procesos de gestión de la identidad gracias a estas voces emergentes que confieren nuevas formas y lugares de estar en el mundo a partir del ejercicio de denuncia” (C A C O P A R D O 2022). Además, siguiendo la perspectiva de Silvia Rivera Cusicanqui (2018), pen‐ samos que es necesario ver la memoria como un elemento vivo, como una práctica social, acción y performance, en donde el arte es un canal de comuni‐ cación. De esta manera, las articulaciones entre el arte, la verdad y la memoria, tienen la posibilidad de comunicar, para hacer pública la voz de las comunidades, para romper la reproducción de modelos jerárquicos y de desarrollo, lo cual ha permitido en los últimos tiempos el surgimiento de nuevas luchas/ epistemes indígenas, feministas, medioambientales etc. como respuesta. Estos procesos entonces, tienen la posibilidad de la invertir la narrativa oficial hegemónica a través de la activación de nuevas narrativas y representaciones en las que la cultura y el arte ocupan un lugar central. En efecto, contrario a la mera narración y el recuento de los sucesos, que es en lo que se fundamenta la reconstrucción institucional de la memoria —consignada principalmente en textos escritos—, en los procesos mencionados se da más importancia a la descripción del sentimiento y el padecimiento del otro, a través de dispositivos como la narración textil, oral, el canto, la danza y un sinnúmero de expresiones que han utilizado las víctimas para contar su historia. Son recursos tradicionales y culturales —muchos con un componente étnico— los cuales se han convertido en mecanismos internos para tramitar el duelo, logrando una experiencia social transformadora, así como la restauración del vínculo social al recordar, sentir y dar un espacio a las emociones. Finalmente, vemos en estas prácticas condiciones de posibilidad para búsquedas subjetivas y luchas colectivas con significados estéticos que se convierten en formas de participación social y de ampliación del espectro político (M E N D O ZA 2023). MAMPUJÁN: Entre el horror de los Montes de María y el resguardo de los ángeles 243 <?page no="244"?> Memoria y construcción de paz desde lo local Mirar la construcción de paz y de memoria en un país con un conflicto de más de 60 años y más de nueve millones de víctimas, significa también mirar la participación de las organizaciones sociales y de víctimas en estos procesos. A diferencia de los países del Cono Sur, Colombia mantiene en medio de su largo conflicto una democracia, a nuestro juicio frágil e inacabada, pero con hitos históricos como la Constitución de 1991 en donde se reconoció la participación política de las minorías sociales y étnicas, hecho que incrementó sustancialmente las demandas sectoriales de participación y reconocimiento, como el auge de múltiples organizaciones sociales de mujeres, víctimas, exi‐ liados, comunidades étnicas indígenas, afrocolombianas, entre otras, lo cual evidencia que “la memoria social en Colombia se mueve de las periferias hacia el centro” (S ÁN C H E Z 2019). Asimismo, dichas organizaciones en su ejercicio de denuncia han sido clave en el diseño e implementación de los diferentes acuerdos de paz que se han llevado a cabo en Colombia, como la ley Justicia y Paz de 2005 con los paramilitares, a partir de la cual se reconoció el daño y se ordenó la reparación a la comunidad de Mampuján. El viraje a la centralidad de las víctimas, no obstante, se dio de manera concreta y oficial con la ley de víctimas 1448 de 2011 y los Acuerdos de Paz con la guerrilla FARC en 2016. Fue en el marco de este Acuerdo que, como respuesta al reclamo histórico de las víctimas, se creó el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición (SIVJRNR), del cual hace parte la Justicia Especial para la Paz ( JEP), la Unidad de Búsqueda de Desaparición Forzada (UBPD) y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV). Este sistema aseguró, asimismo, la participación de magistrados y comisionados indígenas y afrocolombianos que representaran la cosmogonía, lenguas y normas de las comunidades, para garantizar la participación integral de todas las víctimas en el proceso. Para el caso que nos ocupa, nos interesa revisar el trabajo de la CEV, quien entregó su Informe Final en junio de 2022 y quien desde el inicio de su mandato buscaba reconocer las causas estructurales y los impactos del conflicto armado interno en las víctimas y sus resistencias, así como las responsabilidades indi‐ viduales y colectivas de todos los actores involucrados. En este sentido la CEV entendió la importancia de mirar a los sectores históricamente marginalizados, que son a su vez las principales víctimas del conflicto. De esta manera dedicó un capítulo al pueblo étnico denominado “Resistir no es aguantar: Violencia y daños contra los pueblos étnicos de Colombia” (CEV, 2022e). Asimismo, realizó Espacios de Escucha y Encuentros por la Verdad en los que buscaba: 244 Pilar Mendoza <?page no="245"?> Reconocer los daños, causas e impactos vividos por las comunidades negras, afroco‐ lombianas, raizales y palenqueras en el marco del conflicto armado interno, con prácticas y hechos determinados por parte de todos los actores involucrados. Así mismo, busca resaltar las experiencias de resistencia y aportes a la construcción de paz por parte del pueblo negro y ofrecer recomendaciones para la No Repetición, planteadas desde las comunidades negras, afrocolombianas, raizales y palenqueras, así como de organizaciones de estas comunidades y de derechos humanos. (CEV. La Verdad del pueblo Negro 2022). De igual modo, la CEV revisó algunas cifras oficiales para determinar la desigualdad y el racismo estructural del país, que se evidencia, por ejemplo, en que el 30,17 % de la población negra, afrodescendiente o palenquera tiene rezago escolar, el 84 % de los territorios colectivos de comunidades negras no cuentan con el servicio de acueducto y el 49 % no tiene acceso a energía eléctrica. Si bien la CEV delimitó su trabajo en el marco del actual conflicto interno (1964-2022), dejó claro que hay una estrecha relación del conflicto con el legado esclavista, la colonia y la conformación de la República, “los cuales configuraron imaginarios y generaron impactos de largo plazo que se intensificaron con el conflicto armado interno, ampliando la brecha de desigualdad y exclusión ya existente” (CEV. La Verdad del pueblo Negro 2022). De este legado esclavista, la CEV reconoce asimismo las narrativas de resistencia en perspectiva histórica de esta población y sus organizaciones, —como la Asociación Nacional de Afrocolombianos Desplazados -Afrodes—, que “han permitido la movilidad y visibilidad de las agendas y demandas que han venido emergiendo en lectura de país, y que dieron un giro con la Constitución Política de 1991 y la Ley 70 de 1993, cuando se fortalecieron las organizaciones del pueblo negro” (CEV. La Verdad del Pueblo Negro 2022). De esta manera, la CEV quiso dejar claro en su Informe cómo el racismo y la exclusión hacen parte de las causas estructurales del conflicto e hizo un llamado a “garantizar la reparación integral, la construcción de memoria, la rehabilitación y el reconocimiento de la dignidad de las víctimas y de responsabilidades, así como lograr una cultura para vivir en paz” (CEV 2022c) entre otras recomendaciones. Retomando la premisa de la centralidad de las víctimas en los Acuerdos de Paz de 2016 y en el SIVJRNR —del que hace parte la Comisión de la Verdad, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas y la Jurisdicción Especial para la Paz como se mencionó anteriormente—, vemos que desde allí ha asumido al fin, de manera integral su responsabilidad con las víctimas y con los sectores excluidos del país, a pesar de ser aún un sistema en proceso de implementación y de que aún están por verse sus virtudes en el mediano y largo plazo. No obstante, es un modelo prometedor, concebido como un modelo de MAMPUJÁN: Entre el horror de los Montes de María y el resguardo de los ángeles 245 <?page no="246"?> 6 Estas audiencias y otros archivos se pueden visualizar en la plataforma digital de “Archivos Vivos”, creada por la JEP, en donde se construyó una línea de tiempo, con imágenes, vídeos, fotografías y las grabaciones de las audiencias de reconocimiento para facilitar su uso y discusión pública. https: / / www.jep.gov.co/ archivosvivos/ index. html. justicia restaurativa que tiene como característica principal la emergencia del paradigma humanitario, así como la preocupación por la protección y el respeto de la dignidad humana como valor universal. La formulación más concreta y efectiva de este espíritu subyacente a la justicia transicional es la afirmación de los derechos de las víctimas a verdad, justicia, reparaciones y garantías de no repetición. Este además, no se limita a un sistema penal sino que está basado en sanciones propias o restaurativas, que funciona a través de condenas que reparan a las víctimas del daño causado y en donde su testimonio tiene un reconocimiento. El caso colombiano se ha convertido así en un modelo para el mundo, debido a las particularidades en los procesos de sanación y dignificación que involucran a toda la sociedad, como demostró la participación tanto masiva como mediática, y donde las prácticas culturales de las comunidades han sido fuente de reconocimiento y medida de reparación. Por otro lado, la participación de magistrados indígenas y afrocolombianos en el tribunal es también una forma de descolonizar la JEP desde los territorios y asegurar la participación de las comunidades étnicas. Las audiencias públicas de la JEP o los espacios de escucha realizados por la Comisión de la Verdad implican un principio fundacional donde la puesta en el escenario público de la palabra de las víctimas y los victimarios libera a toda la sociedad. 6 En efecto, los espacios de escucha han sido espacios de reconocimiento y un dispositivo para comprender el dolor del otro y crear empatía. Escuchar, observar y reconocer las memorias comunitarias en perspectiva de resistencia fue entonces la apuesta de la CEV no solo para comprender las causas del conflicto, sino sobre todo para visibilizar el potencial transformador de las co‐ munidades como forma de afrontar el conflicto y de contribuir a la construcción de paz desde sus territorios. Este tipo de narrativas y resistencias ciudadanas se encuentran en todas las regiones de Colombia, expresadas en distintas prácticas culturales y con distintos formatos y lenguajes. De esta manera en las recomendaciones finales, la CEV fue determinante al mirar la cultura como forma de transformación social, así como en reconocer la diversidad cultural del país, para establecer el vínculo de las comunidades con el territorio y comprender, que no solo son víctimas, sino que son ciudadanos con su propia historia, relatos e identidades. 246 Pilar Mendoza <?page no="247"?> El rol de las comunidades en el tránsito hacia la paz y la transformación social La historia de Mampuján es una muestra de los procesos de transmisión de saberes y de ejercicios de memoria y resistencia de las comunidades, de cómo el Estado puede y debe asumir su responsabilidad en el conflicto armado a través de mecanismos de verdad, justicia y reparación. En efecto, en los informes sobre la implementación del acuerdo de paz de 2016, el punto 5, referente a la reparación a las víctimas a través del sistema de justicia transicional en su conjunto ( JEP, CEV, UBPD), suele ser uno de los más avanzados (I N S TIT U T O K R O C 2023). Es necesario recalcar la forma en que la CEV construyó su Informe: llegó a los territorios para ir al encuentro de las múltiples organizaciones ya existentes, donde también activó la creación de espacios de escucha, de reconocimiento y de reconciliación ente víctimas y victimarios. Además de esto la Comisión encontró todo un acervo documental sobre las afectaciones a las comunidades construido por ellas mismas a lo largo de las décadas del conflicto. El reconocimiento de dicho acervo documental, en sus diferentes formatos y lenguajes, fue la forma en que la CEV involucró a la cultura como uno de los ejes fundamentales para el esclarecimiento de la verdad. Para la comisionada encargada del tema cultural en de la CEV, Lucía González, “las transformaciones sociales deben darse desde los territorios a través de prácticas culturales para que sean asimiladas y apropiadas por la sociedad, de modo que generen empatía con el dolor de los demás” (JEP 2024). De hecho, muchas de las realidades de la violencia colombiana se han conocido solo a través de los relatos literarios o cinematográficos. Un ejemplo de esto lo demostró el documentalista Víctor Gaviria con su película Rodrigo D No futuro (1990), cuando el público vio sorprendido por primera vez a través de la gran pantalla la realidad de los jóvenes de los barrios populares de Medellín y pudo asimilar una realidad que de otro modo era ignorada o simplemente negada. De víctimas a actores políticos Para finalizar, nos interesa analizar la relación que las comunidades han esta‐ blecido con el Estado, más allá de los Acuerdos de Paz y el SIVJRNR, a partir de las formas de organización y las prácticas culturales que éstas han desarrollado para enfrentar el conflicto, en medio de lo que podemos llamar una relativa ausencia del Estado en los territorios, lo cual a su vez también puede considerarse como una de las causas estructurales del conflicto. Podríamos sustentar entonces que dichas organizaciones de alguna manera han reemplazado las funciones del Estado cuando éste aparece de manera frágil, fragmentada o esporádica. MAMPUJÁN: Entre el horror de los Montes de María y el resguardo de los ángeles 247 <?page no="248"?> Esto quiere decir que estos actores son partícipes de la producción social, contrariamente al paradigma de ver a las víctimas y los sectores vulnerables en general, como actores excluidos de lo social (M E N D O ZA 2018). Como lo vimos en el caso de las Tejedoras de Mampuján, las víctimas han creado estrategias para vivir en medio del conflicto y superarlo. Ellas, con un carácter preponderantemente local y autónomo, han hecho resistencia a la violencia, la desigualdad social y la pobreza desde varios frentes, creando nuevas formas de ser y estar en la sociedad. Para conceptualizar estas dinámicas, tomaremos las ideas de Hardt y Negri (2000) y Michel de Certeau (1990), según las cuales los sectores vulnerables participan de todos modos de la producción social desde una posición de alteridad y resistencia, a manera de una contra-cultura, desarrollando estrategias de sobrevivencia cargadas de ingenio y creatividad. Michel de Certeau considera que las clases marginales participan de un sistema, pero modifican sus reglas de manera ingeniosa, manteniendo de un modo o de otro su independencia frente a él. De esta forma, las maneras de hacer de los sectores populares son vistas por Certeau “como un arte de tácticas y estrategias que conocen los mecanismos de la disciplina, pero los adecuan a sus propias reglas, como una especie de contracultura con operaciones multiformes y fragmentarias que juega con el sistema” (D E C E R T E AU 1990). Por otro lado, en su libro Multitud Michel Hartd y Tony Negri destacan el papel activo que han desempeñado los pobres y los marginales de las sociedades contemporáneas en la producción social y en las diferentes formas de participación. Estos actores ahora partícipes de una “Multitud” no designan ya una unidad o cuerpo político, sino una red plural y dinámica que atraviesa fronteras y que se caracteriza por la circulación y la movilidad en el mundo global: Pero todavía es más importante reconocer que los pobres no son meramente víctimas, sino también agentes poderosos […] Cuanto más observamos con detenimiento la vida y las actividades de los pobres, mejor comprendemos la medida de su potencia creativa y de su integración en los circuitos de la producción social y política. Dado que están cada vez más incluidos en los procesos de la producción social, están pasando a participar de una condición común, al igual que todas las clases trabajadoras tradicionales y, por lo tanto, también pasan a ser parte potencial de la multitud. (H A R D T / N E G R I 2004: 162) Trasladando estas ideas a las dinámicas de las comunidades y organizaciones de víctimas que nos ocupan en este texto, podemos pensar cómo estos individuos en situación de riesgo, desplazados de sus territorios, con condiciones de vida 248 Pilar Mendoza <?page no="249"?> inestables determinadas por la ruptura de la memoria y la precariedad social, han logrado resistir al conflicto a través de la conformación de colectivos y elaborado una producción de relatos y saberes que les son propios. De esta manera, las múltiples iniciativas que han surgido a lo largo y ancho del país desde el ámbito local, barrial, familiar y asociativo (ej. Afrodes, mesas de víctimas, Organización Nacional Indígena de Colombia, Concejos de Paz, Ruta Pacífica de Mujeres) y que se engranan en redes sociales articuladas entre sí a través de líderes sociales —no sin conflictos—, han tomado conciencia de ser sujetos de derechos en sus ejercicios de denuncia y de defensa de sus derechos fundamentales. A su vez, estos actores se hacen partícipes de la transformación social puesto que cumplen con roles sociales propios, y poseen elementos culturales que recomponen las identidades e inciden directa o indirectamente en las agendas públicas de los gobiernos locales, regionales y nacionales (M E N D O ZA 2018). Podemos deducir hipotéticamente que estos individuos han llegado a la demo‐ cracia como resultado de una carencia, es decir, no solo por la voluntad política de ejercer ciudadanía, sino sobre todo por la obligación de escapar, de perderlo todo para salvar sus vidas sin la debida protección institucional, para luego de esto, reconstruir su lugar en el mundo de manera colectiva. Observamos, así como a causa de este vacío institucional y en situaciones de riesgo, la población se ha organizado de manera autónoma a través prácticas culturales que generan modos de organización social alternativos y autogestionados por líderes sociales, donde podemos ver la construcción de la nación desde una posición de alteridad, como un ejercicio que se construye de abajo hacia arriba (M E N D O ZA 2018). En tal sentido vemos en estas prácticas una ampliación de la democracia y del espectro político, a modo de lo que para Jacques Rancière significa la concepción de la democracia: “la política existe cuando el orden natural de dominación es interrumpido por la institución de una parte de los que no tienen parte” (R AN C IÈ R E 1990: 20). El tránsito de la figura de la víctima hacia la identidad de un nuevo sujeto político nos parece, entonces, el cambio de paradigma más apropiado para superar las dicotomías y la polarización existente, para lo cual el Estado tiene la obligación de reconocer el papel de las comunidades en la transformación social del país. Es decir, ya no solo desde la implementación de los Acuerdos de Paz y el SIJVRVR, sino a través de la integralidad del Estado y sus instituciones, con miras a enfrentar una de las principales causas estructurales del conflicto como lo es la desigualdad social en su conjunto y el desequilibrio en las relaciones de poder. Gracias a los Acuerdos de Paz Colombia ha comprendido que la cultura tiene un valor fundamental en la transformación del país, que debe convertirse en un acto pedagógico transversal a toda la sociedad, que es una forma de hacer MAMPUJÁN: Entre el horror de los Montes de María y el resguardo de los ángeles 249 <?page no="250"?> una pausa en el relato actual para comprender el pasado, sanar y transformar el futuro a través de todos los lenguajes posibles, para que la realidad sea digerible. Lo infinitamente improbable aparece entonces como un milagro a través del arte. Los desplazados del antiguo Mampuján aprendieron a relatar su historia y transformar su realidad a manera de un acto poético, como la imagen de los ángeles en los Montes de María retratada ahora en sus telares, para no solamente recordar el horror, sino también su significado positivo y poder restaurar la imagen de un lugar perdido a través del relato. Y en fin, retomando a Ricoeur, ser también activamente partícipes de una memoria feliz. Vemos en este escenario la posibilidad de poder trazar una línea simbólica entre un pasado violento y un futuro en construcción a manos de la sociedad misma. Conclusiones En el recuento de los hechos violentos ocurridos en Mampuján y lo que ha sucedido después, hemos demostrado cómo las comunidades han logrado resistir al conflicto desde sus organizaciones y reconstruir el lazo social perdido por el desplazamiento, a partir de sus experiencias y prácticas culturales, las cuales han sido reconocidas como legítimas y autorizadas tanto para denunciar y defender sus derechos, como para construir sus propios relatos. De esta manera, se han hecho partícipes activos en la construcción de la memoria colectiva y en la transición hacia la paz. Por otro lado, las medidas tomadas gracias a los Acuerdos de Paz han permitido, a través de la aplicación del modelo de justicia transicional, la puesta en marcha de procesos de reparación y reconciliación que, en casos como el de Mampuján, han avanzado en cuanto a la condena de los victimarios y en algunos mecanismos de reparación gracias a la construcción del Museo de Arte y Memoria —el cual contó también con la cooperación de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID)—. Sin embargo, otras medidas de reparación como la indemnización a las familias no han sido cumplidas a cabalidad y las que se han cumplido, han requerido la acción permanente de la comunidad. Por otro lado, el antiguo Mampuján al cual regresaron algunas familias, aún permanece sumido en la vegetación y el abandono, particularmente la iglesia, la escuela y el centro de salud, lo cual también puede ser una metáfora de la acción esporádica, frágil e inacabada del Estado. Finalmente, hemos visto como el papel del Estado aunque crucial, en especial después del proceso de paz de 2016, no sería posible sin la participación activa de las comunidades de víctimas y su transición a agentes políticos. Es decir, que el Estado ha avanzado en la creación de un marco normativo que, 250 Pilar Mendoza <?page no="251"?> 7 Durante la redacción de este artículo, luego de una demanda de la representante del partido de derecha Centro Democrático, Paola Meneses, la Corte Constitucional anuló la creación del Ministerio de la Igualdad por considerar que el Congreso obvió el requisito de aprobación de dicha ley. La aplicación de la decisión por el momento está postergada para dentro de dos años. a su vez, solo se cumple a cabalidad con el empoderamiento real de estas comunidades. Lo anterior infiere la reconfiguración del Estado mismo y de sus instituciones, un ejemplo de esto es la actual apuesta de trabajo en los territorios del Centro Nacional de Memoria Histórica y la reciente creación del Ministerio de la Igualdad a cargo de la primera vicepresidenta afrodescendiente Francia Márquez 7 , en donde el reconocimiento efectivo de las clases históricamente marginadas sea parte de la agenda pública y apropiado por toda la sociedad. Bibliografia Á L V A R E Z , Josefina/ R A M Í R E Z , Ángela/ G ÓM E Z , Mateo/ S E R R A N O , Carolina (2023), Presentación del séptimo informe comprensivo del Instituto Kroc sobre la implementación del Acuerdo Final de Paz en Colombia. Kroc Institute for International Peace Studies. A R C H I L A , Mauricio (2017), “Memoria, verdad e historia oral”, en Revista Controversia, 209, 21-39. A R E N D T , Hanna (1974), La condición humana. Barcelona: Paidós. 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No obstante, aquellas que están emplazadas en el territorio del conflicto armado colombiano, devienen en archivo para el poema La mata (2020), de Eliana Hernández, ilustrado por María Isabel Rueda, y para las instala‐ ciones de Alexandra McCormick: Paraje Reyes, Campo Dos (2014), Territorio inestable (2000 a la fecha), Intercambio de terreno (2012 a 2015) y Extensión de terreno que se ve desde un sitio (2012). Este texto presenta de qué manera las plantas se convierten en material de creación estética y en una fuente alternativa de memoria sobre los hechos acontecidos en El Salado, en el año 2000, y en la región del Catatumbo durante los años 1980 a 2010, a través de una lectura crítica comparada. De este modo, las plantas se convierten en testigos y vestigios del enfrentamiento por el territorio. Abstract Plants seem to be mute witnesses and are considered part of the landscape. However, those that are located in the territory of the Colombian armed conflict become an archive for the poem La mata (2020), by Eliana Her‐ nández, illustrated by María Isabel Rueda, and for Alexandra McCormick's installations: Paraje Reyes, Campo Dos (2014), Territorio inestable (2000 to date), Intercambio de terreno (2012 to 2015) and Extensión de terreno que se ve desde un sitio (2012). This text presents how plants become material for aesthetic creation and an alternative source of memory about the events that took place in El Salado, in 2000, and in the Catatumbo region during the years 1980 to 2010, through a comparative critical reading. In this way, the plants become witnesses and vestiges of the confrontation over territory. Colombia es un país tropical con múltiples visiones sobre su paisaje determinado por pisos térmicos o bióticos. En el piso cálido, generalmente se encuentra la <?page no="256"?> 1 Esta tesis sobre la naturalización de la violencia es de Felipe Martínez Pinzón. En su libro Una cultura de invernadero: trópico y civilización en Colombia (1808-1928), el investigador plantea cómo la violencia se ha localizado, desde una lógica colonialista, en los territorios y las personas que habitan los pisos térmicos templados y cálidos. Si bien la violencia y el abandono estatal se han desarrollado en el campo colombiano, no se debe solamente a los factores climáticos. Antes bien, corresponden a condiciones del territorio en los que hay macrocultivos de palma africana, de coca o amapola —para la fabricación de drogas— o terrenos para la ganadería. 2 Cabe aclarar que no todo el territorio ha sido despojado, pues existen tierras cuyos títulos de propiedad no están en disputa. mayoría de lugares en los cuales se ha localizado y naturalizado la violencia. 1 En el norte del país están la sabana costeña, los Montes de María y la región del Catatumbo. En esos lugares, la base del conflicto radicó en el control sobre el territorio, ya fuera por demostrar el dominio armado y crear una cultura del miedo, ya para engordar las propiedades de terratenientes para el monocultivo de palma africana o la ganadería, ya para sembrar coca o amapola, ya para la minería ilegal. Pareciera que una buena parte de las tierras de estas regiones hubiese quedado sin dueño, 2 luego de los enfrentamientos armados y las masacres, o porque los títulos de propiedad están en disputa pues los legítimos propietarios han sido asesinados, han huido para sobrevivir o han visto cosas que se resisten a cualquier tipo de simbolización por su exceso. Como contracara, esas regiones colombianas se caracterizan por su biodiver‐ sidad. Por un lado, está el bosque seco tropical de los Montes de María, en donde crecen árboles como la ceiba, el samán o el matarratón; arbustos como el cedrón prieto o la cruceta; y plantas trepadoras como el bejuco de agua. Y, por otro lado, está el bosque húmedo tropical de la región del Catatumbo con árboles como el cámbulo, el matapalos, el guáimaro y el árbol de la Cruz, y plantas como el bijao, entre otras. En este artículo se plantea que, a través del arte y la literatura, las plantas de estas regiones devienen archivo pues su presencia silenciosa las hace testigos idóneos de lo acontecido y les dan voz a quienes quedaron mudos, ya sea por su muerte, ya sea por el terror ante lo vivido. Y es así, porque la literatura y las artes sensibilizan a lectores y espectadores, pues muestran, desde otras perspectivas, qué ha pasado o cómo se comprenden el conflicto armado, las víctimas, los sobrevivientes y los territorios en despojo. Varios artistas colombianos han desarrollado su obra a partir de esa dialéctica entre vida y muerte, biodiversidad y ecocidio, memoria y negación. Para ellos, las plantas se hacen portadoras de una memoria de la violencia y la resiliencia vivida por los campesinos de la región. Este texto se centra en el poema La mata (2020), escrito por Eliana Hernández (1989) e ilustrado por la artista María 256 Adriana González Navarro <?page no="257"?> 3 El informe La masacre de El Salado: Esa guerra no era nuestra (2009), menciona que entre 1999 y el 2001 sucedieron 42 masacres, que dejaron 354 víctimas fatales, en la región de los Montes de María. La masacre de El Salado fue una de ellas, acontecida entre el 16 y el 21 de febrero del 2000. Isabel Rueda (1972), y la obra visual de la artista Alexandra McCormick (1978) desarrollada a partir del año 2000. Estas obras se emplazan en esos sitios reales del norte colombiano. Por un lado, La mata bordea y desborda la masacre en Villa del Rosario, también llamado El Salado. 3 Este corregimiento se convirtió en un territorio estratégico para diferentes grupos armados: en la década de los ochenta para el Ejército Nacional del Liberación (ELN) y en los noventa para las entonces Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Al convertirse en asentamiento guerrillero, las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) entraron a dichos montes e hicieron del pueblo y sus veredas un lugar de dominio territorial y de enfrentamiento, que llevó al desplazamiento forzado. Por otro lado, varias instalaciones de McCormick tienen como espacio la región del Catatumbo colombiano. Es el caso de Paraje Reyes, Campo Dos (2014), pues Paraje Reyes es una vereda del corregimiento Campo Dos, dentro del municipio de Tibú. Por su cercanía con Venezuela y el paso del oleoducto Caño Limón-Coveñas, esta región ha sufrido el enfrentamiento armado entre guerrilleros y paramilitares, y sus pobladores han sido víctimas de masacres. Sumado a esa problemática, la población rural también ha sido forzada a desplazarse y a abandonar sus predios por la apropiación ilegal para el cultivo de la palma africana o la minería. En la actualidad, este lugar es un territorio en disputa por la restitución de tierras. ¿Cómo certificar la propiedad sobre unas tierras abandonadas o expropiadas ilegalmente mediante la violencia? Alexandra McCormick explora esta situación vivida por cientos de familias en la región del Catatumbo, incluso la suya, con la instalación Paraje Reyes, Campo Dos (2014) (ver Imagen 1). Esta obra se compone de un archivador metálico gris, con una lámpara que ilumina un cuaderno con escrituras públicas y tres mapas de la región del Catatumbo colombiano. Las puertas del archivador se abren y dentro de este se ven los cajones marcados con los nombres de distintos lugares: Antigua pista de aterrizaje-Puerto Reyes, Entrada al antiguo hospital, Antiguo dispensario, La primavera, El Algarrobo entre otros. Dentro de los cajones se encuentran 22 dibujos de plantas y árboles de la región realizados con tinta invisible. Estas imágenes solo pueden verse al abrir los cajones pues se activa la luz ultravioleta que las revela. El archivador evoca los muebles de las notarias y los despachos legales en los que se guardan las escrituras públicas de propiedad de los terrenos. Sin embargo, las escrituras que están encima del archivador son documentos sin validez, ya que el nombre Tabacos, algarrobos y malezas 257 <?page no="258"?> del legítimo dueño está tachado, evocando así la apropiación ilegal por parte de los actores armados o de quienes los auspician. Imagen 1. McCormick, Alexandra. 2014. Paraje Reyes, Campo Dos. Fotografía cortesía de la artista. Además, esta obra dialoga con La mata ya que entre ambas hay resonancias formales y temáticas. Los dibujos de Paraje Reyes, Campo Dos y de La mata coinciden en la alusión a los desplazamientos forzados —las plantas y los potreros invisibles de McCormick con la casa abandonada y la parcela devorada por la manigua de Rueda—, y difieren porque en que la obra de la artista visual se denuncia específicamente el abandono estatal y las plantaciones de palma africana que provocan la infertilidad de los suelos tropicales. Ahora bien, parece que las imágenes en una y otra obra toman caminos contrarios, porque en Paraje Reyes, Campo dos están encajonadas. Dentro de los cajones se oculta la biodiversidad de la región. Mientras que, en La mata, la ilustración va expandiéndose página a página hasta desbordar los límites del formato del libro y devorarse el espacio negativo al pasar a la página siguiente, convirtiéndose 258 Adriana González Navarro <?page no="259"?> 4 En el Diccionario de colombianismos (2018), monte tiene dos entradas. 1 inf. Zona extensa de vegetación sin cultivo y muy poblada por plantas y animales. 2 inf. Maleza, vegetación que se considera mala hierba. (I N S T I T U T O C A R O Y C U E R V O : 317). en el positivo del monte 4 (ver Imagen 2). El libro como objeto parece una suerte de flipping book donde las plantas van explayándose y mostrando su proceso devorador con el paso de las páginas. Las plantas nativas dibujadas por McCormick y las de Rueda se apoderan del espacio como si todas ellas estuvieran a la espera de sus legítimos dueños. Imagen 2. Rueda, María Isabel. 2020. La mata. Ilustración cortesía de Laguna Editores. Paraje Reyes, Campo Dos resuena, asimismo, con Intercambio de terreno (2012 a 2015) (ver Imagen 3), también de McCormick. Esta obra está pensada como instalación y como performance. La instalación consta de una estantería metá‐ lica de cuatro niveles. Cada nivel contiene a los Territorios inestables (ver Imagen 4); pequeños terrenos móviles de pasto sembrados sobre papeles impresos. Y el performance consiste en que la artista, a manera de funcionaria de notaría, diligencia las escrituras públicas de los Territorios inestables para cada espectador que quiera llevarse uno a casa. Estas escrituras solo tienen valor “legal” o simbólico cuando los dueños legítimos le envían a la artista una foto del nuevo emplazamiento de su Territorio inestable a través del Intercambio de terreno. Sin embargo, cuando el propietario no cumple con el intercambio, la copia de las escrituras sirve de soporte y compost para nuevos Territorios inestables. De esta forma, según la artista, activan la memoria colectiva (M C C O R MI C K ), desde una ética del compromiso y el cuidado del territorio. Tabacos, algarrobos y malezas 259 <?page no="260"?> Imagen 3. McCormick, Alexandra. 2012-2015. Intercambio de terreno. Fotografía cortesía de la artista. Imagen 4. McCormick, Alexandra. 2015. Territorios inestables. Fotografía cortesía de la artista. 260 Adriana González Navarro <?page no="261"?> Y es así como los documentos de Intercambio de terreno evocan las escrituras que Pablo ha escondido cerca del árbol. En el poema La mata hay una voz, en la sección de Pablo, que dice: Apurado comprueba que en la caja de madera Ester guarda: una cadena, una medalla, unos sobres, y, al final, las escrituras. Ya que putas. Coge la pala, camina a campo abierto por la trocha, veloz, después silencio. Apaga la linterna y piensa mejor que nadie me vea. Cuenta los pasos, cava un hueco en el lugar exacto, y entierra. (H E R NÁN D E Z 2020: 21) Los papeles indican la propiedad de Pablo y Ester sobre sus tierras. Al igual que los papeles compost de los Territorios inestables, las escrituras de Pablo han perdido su valor con la violencia. Esas escrituras se transforman en un posible tesoro o en el abono del árbol en donde fueron enterrados. Por esta razón, ya no hay nada qué hacer. Ese “ya que putas” del poema es una expresión colombiana que expresa la pérdida de la esperanza. Y es así porque ante las amenazas que se hicieron realidad, los moradores solo tienen el principio de realidad nefasto que estaba en los panfletos: “«C ÓMAN S E LA S G AL LINA S Y L O S C A R N E R O S / Y G O C E N T O D O L O Q U E P U E DAN E S T E AÑO / P O R Q U E N O VAN A DI S F R U TA R MÁS »” (H E R NÁN D E Z 2020: 19). Esos papeles de Pablo perdieron validez ante la expropiación, ante el exilio forzado luego de la masacre. Y la caja que guarda los documentos se convierte en un relicario que atestigua que uno de los primeros muertos fue Pablo, el líder comunal. Caja de madera, ataúd en el que reposan las escrituras de propiedad sobre un terreno que ha quedado sin dueño. Por otro lado, el título del poema de Hernández me parece inquietante. Por un lado, La mata evoca la manera como los colombianos nos referimos a cualquier tipo de planta que está por ahí, tanto en jardines, como en montes. Por otro lado, es el imperativo del verbo matar: “Usted, la mata”, y puede ser interpretado también como la apócope de matanza. Vida y muerte se conjugan en una misma Tabacos, algarrobos y malezas 261 <?page no="262"?> expresión. Vida y muerte se ubican en un territorio en conflicto lleno de maleza. Tanto es así que, en el poema, en la sección de Ester la voz dice: Ester imagina la maleza entrando por la casa, piensa en todas las cosas que se quedaron sin hacer. Oyen voces de la mata de monte, crece sobre las piedras más plateadas el musgo. No era nada, suspira. (H E R NÁN D E Z 2020: 33) Ester despierta. En el poema, la vida se hace maleza, musgo, susurros del campo. Sin embargo, el miedo está ahí, como un telón de fondo, como un sentir del que no se habla, del que es mejor no hablar. Ella ha buscado a Pablo quien salió a esconder una caja con papeles importantes, cerca de un árbol. En lugar de su pareja, afuera se encuentra con una mujer y una niña desplazadas. Parecen una visión, un presagio de la violencia a la que serían sometidos los habitantes de El Salado. La matanza que empezó días antes en las veredas y carreteras cercanas. Por eso, evitar la tristeza es el recurso que permite, paradójicamente, la vida y del cual da cuenta el poema: En la mata no hay tiempo para estar triste, piensa con los ojos inyectados de sueño, las palmas de las manos húmedas, las líneas de las palmas rojas. Hay que buscar dónde dormir la niña. (H E R NÁN D E Z 2020: 31) Ester deviene planta, y las palmas de las manos y las líneas de las palmas rojas pueden ser consideradas como una metáfora doble. Por un lado, son las raíces de las mujeres-plantas-sobrevivientes que se comunican entre sí desde el dolor y la resiliencia. Por el otro lado, son los ríos de sangre que correrán en medio de la masacre. En Villa de Rosario (El Salado) llueve poco, los meses más lluviosos del año son abril, octubre y noviembre. Sin embargo, la relación de quienes fueron sus habitantes con la lluvia es importante ya que, pese a ser un corregimiento en donde hay abundante agua, esta no es potable por su sabor salado. De ahí el sobrenombre del lugar: El Salado. Al estar en el piedemonte de los Montes de María, su suelo es ondulado y fértil; pequeñas laderas llenas de vegetación le dan forma al corregimiento. Este lugar tuvo una tabacalera con una producción importante durante las décadas del ochenta y noventa. Pero el conflicto armado 262 Adriana González Navarro <?page no="263"?> por el control territorial y la escenificación pública de la violencia en la masacre del 2000, llevaron al desplazamiento interior, al vaciamiento del corregimiento y sus alrededores. Por eso, es inevitable reflexionar en la relación entre plantas y agua. En La mata, cada vez que aparece el agua, adquiere un significado distinto. El agua es río, agualluvia, aguacero, tormenta. Como río, la violencia hace crecer su caudal; los muertos arrastrados por él aumentan su volumen. Es una vuelta de tuerca macabra al principio de Arquímedes. En su torrente, el río arrastra las ropas de los desaparecidos, de los muertos que la violencia colombiana ha ahogado: Pero otra vez anochece, se ven con la luna punticos blancos en el agua. De noche, olvidan, sube el caudal. ¿Dónde encontraste esa camisa? La escurrí ayer, responde la niña, la saqué con un palo del río. (H E R NÁN D E Z 2020: 39) La ropa se convierte en reliquia. La niña recupera del río una camisa, como una suerte de tesoro hallado luego de un naufragio. Este contrasta con el contenido de la caja que Pablo ha enterrado esa misma noche: las escrituras de su casa y las fotografías que aseguran que son ellos, él y Ester, los legítimos dueños de sus tierras. La camisa revela el duelo sentido también en otro lugar del país, río arriba, en donde se lanzan a los asesinados para que no sean encontrados. Como agualluvia es un agua igualmente contradictoria. Es el agua dulce consumible por los seres de El Salado. Agua que nace en las montañas y permite que florezca el piedemonte, río abajo, como florece la vida en los páramos, río arriba: así, se abren los cardos como frailejones, se abren las gencianas, teresitas y los cachitos, los geranios silvestres, las orquídeas plegaderas que crecen lejos del mar. (H E R NÁN D E Z 2020: 41) La literatura y el arte establecen un diálogo entre dos regiones del país: en los páramos, al interior, y en la zona norte. Esta estrofa del poema hace un llamado a quienes viven en el interior de Colombia, para conocer qué pasó en los Montes de María. Y es posible esta interpretación porque el cardo se da en los páramos y en la herbolaria tradicional se usa como cicatrizante y la teresita para tratar el Tabacos, algarrobos y malezas 263 <?page no="264"?> asma. Como ya se mencionó anteriormente, el paisaje colombiano se caracteriza por la abundancia de plantas, entre ellas, las malas hierbas cuyo “exterminio” tiene una justificación, así como también existió una excusa para las masacres y los desplazamientos en el Catatumbo y los Montes de María. La mata e Intercambio de terreno llevan ese campo —territorio expropiado— a la ciudad. Las obras son dispositivos de memoria que recuerdan la violencia de El Salado, del Catatumbo. Así interpelan a los lectores y espectadores sobre los acontecimientos y los hacen partícipes de una historia que no debería repetirse. Y esta interpelación se da, en el caso de McCormick desde el cuidado, porque al tener un Territorio inestable, el poseedor se compromete a cuidarlo, así como lo ha hecho la artista durante veinticuatro años con El territorio, primer Territorio inestable (ver Imagen 5); un zapato tenis hallado en un parque natural cerca de Medellín, del cual emergieron distintos tipos de musgos y helechos. Imagen 5. McCormick, Alexandra. 2000. El territorio. Territorio inestable. Fotografía cortesía de la artista. 264 Adriana González Navarro <?page no="265"?> 5 Esta parte del poema se refiere a los paramilitares, quienes estigmatizaron el pueblo como territorio guerrillero y sus habitantes como sus aliados. El aguacero desgaja las preguntas de las víctimas y luego las devora. Las víctimas se preguntan qué hicieron y el estigma exterior de los victimarios es el de justificar sus acciones porque ellas deben tener alguna culpa para que les haya pasado lo que les pasó. El agua sabe las respuestas a las preguntas de Ester, pero no las dice, porque es mejor permanecer sin saberlas. Como aguacero, de repente, llegan las preguntas, por ejemplo: ¿habrá sido lo que oí y no quiero? ¿debí mejor esperarlo? El monte a los animales olvida, la lluvia cuando arrecia se come las preguntas. (H E R NÁN D E Z 2020: 31) El agua ya no permite la vida, sino que la calla; agua devoradora que transporta el miedo. Y la lluvia no borra las preguntas, pues para los investigadores son necesarias. Deben aclarar qué pasó en El Salado, quieren oír la voz de los testigos, de los sobrevivientes: ¿Qué les hicieron? ¿A los que ataron porque venían en la lista, o porque se querían defender? ¿Y ese día qué más hicieron? ¿Alguna advertencia? ¿Por dónde llegaron? ¿Y a ese otro muchacho por qué se lo llevaron? ¿A quién se los robaba? […] ¿Luego de ese día se fueron? (H E R NÁN D E Z 2020: 51) Antes bien, estas preguntas quedan como heridas abiertas. Se convierten en marcas que dan algunas respuestas de los testigos: Dicen Los testigos: Ese día, cuando llegaron al pueblo, preguntaron 5 si los guerrillos vivían ahí, si tenían mujeres ahí, preguntaron si bailaban. También si les cocinaban ahí, si pegaba duro el sol ahí, si paseaban de vez en cuando. (H E R NÁN D E Z 2020: 53) El ruido ensordecedor de la lluvia, de los tambores y los altoparlantes de los victimarios ahogaron las voces de las víctimas. Quedó el silencio aterrorizado de los pobladores. Y es ella, la misma mata, quien habla porque es la única que ha permanecido sésil en el pueblo El Salado. Como testigo que resiente el silencio, abarca todo, abriéndose espacio, desbordándose. Por eso, en el poema, la voz de la mata dice: Tabacos, algarrobos y malezas 265 <?page no="266"?> Cuando caen los cuerpos en la cancha elegidos al azar, quedan en las casas los patios, las cocinas, las sábanas extendidas recibiendo aún la tibieza del sol. Quedan con sus capas las cosas plegándose unas sobre otras, preguntan el por qué, el esto, el ahora, no piensan antes de hablar las cosas se llevan todo por delante como cuando se descarrilaban los trenes antiguos. (H E R NÁN D E Z 2020: 49) Por último, la tormenta. Los testigos corrigen a Los investigadores sobre la llegada de los paramilitares: Más que una marcha, se sintió con la fuerza de una estampida, la llegada tardía de una tormenta que en su bochorno absorbe entero el aire. Todo lo querían. Era todo estupefacción: que los unos hablaran pero dijeran solo lo que querían oír, que los animales se callaran, cantar y al mismo tiempo oír la música. Que los machos aguantaran. Debían tener lo que querían, como lo querían, como niños crecidos querían que todos vieran, todos escucharan, que se supiera, se oyera por todos lados. Querían desplegarse frente a todos como se despliega la noche, sin que se pueda hacer nada. (H E R NÁN D E Z 2020: 75) Los paramilitares son esa tormenta; una tormenta de sangre que cayó sobre El Salado. Una tormenta cuya luz enceguecedora amenazó lluvia sin humedad. En su lugar, el rayo fulminante hizo que todos fueran testigos oculares; que vieran las atrocidades mientras los truenos de las tamboras y los altoparlantes retumbaban. Ver, oír y callar. Luz que da un testimonio del conflicto armado por la posesión de territorios y de cuerpos-territorios, como en la región del Catatumbo y su rayo compartido por Colombia y Venezuela. Después de la tormenta, vuelve la calma, dice el refrán. Y las preguntas siguen resonando en La mata: Sobreviven aún las preguntas, ¿en qué piensa la mata, sonámbula, luego de verlo todo? […] 266 Adriana González Navarro <?page no="267"?> 6 El resultado de la investigación se recopiló en el libro El Salado: Esa guerra no era nuestra (2009), páginas 74 a 83, en la que aparecen diversos montajes con las fotografías de la mayoría de las víctimas y las del paisaje rural y urbano de El Salado, sacando así sus imágenes y sus nombres del anonimato y la invisibilización. Disponible en http s: / / centrodememoriahistorica.gov.co/ wp-content/ uploads/ 2020/ 02/ 3.-La-masacre-de-E l-Salado.pdf. ¿cómo no se detuvo el tiempo, por qué siguen creciendo al cereal esos ojos que aún no han abierto? (H E R NÁN D E Z 2020: 81) Entonces, más que calma, lo que siguió fue la conmoción e incredulidad justo después de la matanza. Luego de la masacre, el pueblo quedó mudo, después de varios días con la estridencia de la música y los tambores con los que los paramilitares recrearon su sevicia. Pareciera que a ellos les hubiera causado placer la matanza. Como si fuesen actores de una película gore-tropical, con una banda sonora retorcida. Cuando todo pasó, solo quedó el sonido de la mata: ella fue testigo de todo, y lo único que se le permite es continuar adelante con su vida, con su memoria: Tras la noche amanece de nuevo como enmienda o castigo: tibias despiertan de su oscuridad las hojas con el sereno se animan y la voz de la mata, la estridencia de sus bichos, es aún concierto, destemplado, chillón, pero concierto. Va siempre hacia adelante: no hay tiempo para dejar de inventar cosas, en su primera miel, aún caliente, se amontonan los nombres. (H E R NÁN D E Z 2020: 81) En el momento en que llegó la infantería de marina, ya era tarde. La Cruz Roja contribuyó con el éxodo de los habitantes del pueblo y las veredas. Quedó un pueblo fantasma. Con el arribo de los investigadores, se supo el nombre de quienes fueron asesinados, los nombres que para la poeta fueron amontonados. Aunque los cuerpos hubiesen sido amontonados, como sucede en las fosas comunes, esta no es mi intención. Sus nombres, como plantas, crecen y se hacen visibles, como aparecen en las páginas del Informe del Centro Nacional de Memoria Histórica. 6 Tabacos, algarrobos y malezas 267 <?page no="268"?> La mata observa todo lo que ha quedado abandonado, en soledad. Ella recorre esos lugares con su voz, oculta esas cosas que es necesario develar, protege el territorio mientras espera el regreso de sus moradores. La mata se extiende sobre un territorio fantasma, como lo hace la obra Extensión de terreno que se ve desde un sitio (2012) (ver Imagen 6), de McCormick. En esta instalación, nuevamente, la luz ultravioleta cumple el objetivo de revelar los dibujos de ese paisaje vegetal de los predios de Paraje Reyes, ocultos a simple vista. Imagen 6. McCormick, Alexandra. 2012. Extensión de terreno que se ve desde un sitio. Fotografías cortesía de la artista. Entre Extensión de terreno y el poema La mata hay un juego de espejos que reflejan la realidad de dos sitios de Colombia de formas distintas. Un juego entre un espejo cóncavo y otro convexo. El primero, correspondiente a la instalación, refleja hacia su centro, “un lugar inalcanzable y problemático”, como lo considera McCormick. ¿Cuáles lugares se ven? ¿Qué plantas refleja? Los correspondientes a los predios de El algarrobo y su vegetación: un árbol de lechero, otro de cascarillo o palo guitarra y malezas; pasto que crece para la ganadería pues esas tierras siguen en disputa porque no se les reconoce la 268 Adriana González Navarro <?page no="269"?> propiedad a sus legítimos dueños, tal como se observa en los documentos legales que perdieron su validez. El segundo, correspondiente al poema, refleja la violencia fuera de sí, en el desborde de las páginas y en el desborde su voz: Si es humana la materia esta mata, que respira, sigue el curso de ella misma, y es sustancia que se descompone, se come a sí misma, y se vuelve a formar: furiosa respiración. Todo lo envuelve: las larvas, su paciencia, las setas desnudas y el olor hipnótico de las flores. En medio del concierto la lluvia es generalidad. Todo yo, todo mío, se vuelve cielo abierto o verdín. Pierde el posesivo, pero es agua empozándose, espesa, que cría renacuajos. (H E R NÁN D E Z 2020: 65) La mata se desborda para mostrar su transformación, deformación óptica según quien la contemple. Ella ha empezado a mostrar su devenir: nueva vida animal-vegetal-fungi que contiene a los humanos; aquellos que huyeron o murieron y se convirtieron en el alimento de sus larvas para llegar a un renacer. En el municipio de El Salado, la esfera pública se resquebrajó con los actos violentos. Sin embargo, el poema presenta cómo las mujeres sobrevivientes se hacen manada, y juntas vuelven a darle vida a un pueblo fantasma. Ellas devienen mata, manigua, yeguada como acto de resistencia ante la violencia y la muerte. Y la mata, a su vez, deviene mujeres. Dice el poema: Trepa la mata en las hojas de las ramas, por el vaivén de sus pasos es también un incendio. (H E R NÁN D E Z 202: 85) Ese mismo devenir tiene su correlato en la obra visual del poema. Solo que no es una sola planta; son muchas, al igual que las mujeres. Una manigua de sobre‐ vivientes: mujer-helecho, mujer-croto, mujer-matarratón, mujer-cabezoncillo, Tabacos, algarrobos y malezas 269 <?page no="270"?> mujer-cadillo, mujer-acacia, mujer-bromelia, mujer-chupa, mujer-claudiosa, mujer-bejuco, mujer-totumo, mujer-piñuela o mujer-trinitaria, que han resigni‐ ficado cada una de sus vidas desde las labores de cuidado y más allá de ellas. Regresar a El Salado o al Catatumbo y cuidar los territorios también es un acto de desobediencia frente a los violentos. Como plantas que son, las mujeres y los sobrevivientes se empeñan en retoñar después de haber sido cortadas, o quienes cuidan un Territorio inestable o con las posibilidades simbólicas y creativas que permiten las artes y la literatura que posibilitan en hacer del cuidado una acción para la paz. Bibliografía C E N T R O N A C I O N A L D E M E M O R I A H I S TÓ R I C A (2009), El Salado: Esa guerra no era nuestra. Bogotá: Centro Nacional de Memoria Histórica-Semana, 2009. C E N T R O N A C I O N A L D E M E M O R I A H I S TÓ R I C A . Catatumbo: memorias de vida y dignidad. 2018. noviembre de 2022. H E R NÁN D E Z , Eliana/ R U E D A , María Isabel (2020), La mata. Bogotá: Cardumen-Laguna libros. I N S T I T U T O C A R O Y C U E R V O (2018), Diccionario de colombianismos. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo. M A R T Í N E Z P I N ZÓN , Felipe (2016), Una cultura de invernadero: trópico y civilización en Colombia (1808-1928). Madrid: Iberoamericana-Vervuert. M C C O R M I C K , Alexandra (2015), “Territorios inestables”, en Alexandra McCormick. Dispo‐ nible en https: / / alexandramcc.com/ Territorios-inestables. S U Á R E Z , Andrés (2022), “El Salado y la resignificación de los lugares de la violencia”, en Centro Nacional de Memoria Histórica. Recorridos por los paisajes de violencia en Colombia. Disponible en https: / / www.centrodememoriahistorica.gov.co/ micrositios/ recorridos-por-paisajes-de-la-violencia/ montes-maria-piedemonte.html. 270 Adriana González Navarro <?page no="271"?> Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) Karen Genschow Resumen En varias representaciones recientes del largo conflicto armado de Co‐ lombia juega un papel importante la naturaleza y/ o el paisaje, tal como en el poema/ poemario La mata (2020) y el documental La Bonga (2023) que el presente artículo procura analizar. Ambas obras, situadas en una multiplicidad de trabajos artísticos sobre la memoria del conflicto en todo tipo de géneros y medios, constituyen aportes recientes y hacen referencia a dos episodios de violencia que tuvieron lugar alrededor del año 2000: la masacre de El Salado en el poema y el desplazamiento de un pueblo entero a raíz de una amenaza de muerte en el documental. En ambos, los actos de la naturaleza consisten en borrar las huellas humanas, se apoderan del espacio, pero al mismo tiempo conservan las huellas de la inter/ intra-acción con los actores humanos. El documental y el poema, pese a su diferencia medial, comparten una aproximación similar a la memoria y al trauma colectivos en el contexto de la violencia, así como a la representación de la naturaleza/ el paisaje en la tensión entre agencia y archivo. Abstract In several recent representations of Colombia’s long armed conflict, nature and/ or landscape play an important role, as in the two works -a documen‐ tary and a poem/ poem collection- that this article seeks to analyse. Both, situated in a multiplicity of artistic works on the memory of the conflict in all kinds of genres and media, are recent contributions and refer to different forms of violence around the year 2000: the massacre of El Salado in the poem La mata and the displacement of an entire village following a death threat in the documentary La Bonga. In both works, nature’s operations consist of erasing human traces, taking over the space, but at the same time preserving the traces of inter/ intra-action with the human actors. The <?page no="272"?> 1 En el caso de la poesía, Juan Carlos Galeano analiza las obras producidas en el período de violencia en los años 1940 y constata, por ejemplo, sobre todo en la vertiene de la poesía popular, una modalidad en la que la sangre derramada por las víctimas es concebida como fecundación de la tierra. En el ámbito del cine y de fecha más reciente, cabría nombrar, el caso del documental Memorias guerrilleras (2021), donde la naturaleza selvática ocupa un rol importante, aunque más en el sentido de escenario. Finalmente, se pueden nombrar una serie de obras plásticas analizadas por Margarita Calle y Felipe Martínez (2021). Un estudio sistemático y transversal de la naturaleza/ el paisaje y la violencia en el contexto de Colombia arrojaría, sin duda, múltiples e interesantes resultados y relaciones. 2 Este se refiere, por un lado, al nombre del pueblo y, por otro, al árbol del mismo nombre que es llamado, también, ceiba. 3 San Basilio de Palenque fue fundado en el siglo XVII por esclavos fugitivos y se considera como la primera ciudad libre del llamado Nuevo Mundo. documentary and the poem, despite their medial difference, share a similar approach to collective memory and trauma in the context of violence as well as to the representation of nature/ landscape in the tension between agency and archive. Archivo, naturaleza/ paisaje y memoria En la vasta producción cultural colombiana que aborda el conflicto armado a través de diferentes medios y géneros artísticos, múltiples obras hacen referencia a la naturaleza y al entorno natural en el que se produce la violencia. 1 A diferencia de otras obras, en los dos objetos que se estudian en lo sucesivo, la naturaleza aparece no solo como escenario o metáfora, sino que juega un rol activo a la vez que se vuelve actante/ agente y, en diferentes medidas, testigo y archivo. En uno de los casos que me ocuparán —el poema La mata de Eliana Her‐ nández, ilustrado por María Isabel Rueda—, la naturaleza, cifrada de manera homónima ya en el título, se vuelve uno de los tres actores con voz y agencia propias que testimonian uno de los casos emblemáticos de la violencia en Colombia durante lo que se ha llamado el “conflicto interno”, complejo, con sus diversos actores e intereses —y víctimas, sobre todo de entre la población civil—. En el documental La Bonga, como insinúa también el título, 2 a la naturaleza le corresponde a su vez un rol protagónico, aunque de otra manera y ligada a otro espacio sociocultural y a otra historia: la afrocolombiana palenquera. 3 Mi lectura del poemario y del documental se enfoca en cada una de las obras en el rol de la naturaleza, a partir de diferentes conceptos de esta en tanto paisaje, entorno, espacio intra-accional y archivo, en la manera en la que actúa/ aparece concretamente el archivo y, por último, en cómo y en qué sentido ambos se 272 Karen Genschow <?page no="273"?> inter/ intra-relacionan. Finalmente, se abordará el recurso de los documentos de archivo, presente en ambas obras y que, siguiendo a J. David Bolter y Richard Grusin (1999), constituye una remediación, en tanto que integran un medio previo dentro de otro nuevo. Esto conlleva una doble lógica acorde con la cual las remediaciones oscilan entre inmediatez e hipermedialidad, produciendo de este modo experiencias de realidad a la vez que experiencias de medialidad. Astrid Erll (2011), por su parte, retoma este concepto y lo reelabora dentro de los estudios de la memoria sosteniendo que la remediación sigue fundamentalmente la lógica de recordación y señalando que como concepto ha sido “funcionalizada” para describir la dinámica diacrónica e intermedial que subyace a la producción de memoria cultural. En un primer acercamiento a la representación de la naturaleza, puede afirmarse que en ambas obras esta aparece como paisaje, en el sentido en que lo definen Joan Nogué y Jordi de San Eugenio Vela “como una porción de la superficie terrestre que ha sido modelada, percibida e interiorizada a lo largo de décadas o siglos por las sociedades que viven en ese entorno” (2011: 27). De este modo, el paisaje se constituye como “una construcción social y cultural, siempre anclado —eso sí— en un substrato material y físico” (N O G U É / S AN E U G E NI O V E LA 2011: 27). Desde esta conceptualización confluyen y se conjugan en la noción de paisaje “el significante y significado, el continente y el contenido, la realidad y la ficción” (N O G U É / S AN E U G E NI O V E LA 2011: 27), que resultan, en este sentido, indisociables aunque siempre referenciados al ser humano, ya que, según estos estudiosos, el paisaje “no se concibe sin un observador, ya sea individual o colectivo que, con su mirada al mismo, dota de identidad a un territorio determinado” (N O G UÉ / S AN E U G E NI O V E LA 2011: 27). En relación con las dos obras, cabe preguntar, entonces, cómo pensar desde esta conceptualización del paisaje su relación con el ámbito humano cuando este está constituido y marcado por la violencia y el (consecutivo) trauma, a nivel tanto individual como colectivo y cuando —como es el caso del poema y el documental— este trauma consiste precisamente en un desplazamiento del territorio, lo que implica una ruptura también en la identidad colectiva. Esto se vincula, por un lado y de modo fundamental, con la cuestión del poder en relación con el archivo, discutida entre otros por Jacques Derrida —articulada allí como la accesibilidad del archivo—; es a partir de allí que Shelly Jarenski aborda el paisaje como archivo: “space itself— and in particular, the landscape itself— as a repository, a repository that, when we read the data it contains, helps us identify overlooked histories” (2018: 30). Desde su perspectiva, entonces, el paisaje es concebible como archivo, legible para el historiador que reconstruye, a través de este, las historias silenciadas por el archivo oficial. Frente a esto, Nogué y San Eugenio Vela conciben, por el Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 273 <?page no="274"?> otro lado, el paisaje como “lleno de lugares que encarnan la experiencia y las aspiraciones de la gente; lugares que se convierten en centros de significado, en símbolos que expresan pensamientos, ideas y emociones varias” (2011: 27). En este sentido, es posible, entonces, conceptualizar el paisaje como archivo no sólo desde una perspectiva histórica, tal como propone Jarensky, sino también como encarnación y repositorio de experiencias, pensamientos y significados, es decir, ligado a la memoria e identidad colectiva e individual. Jens Andermann, por su parte, critica precisamente aquellas aproximaciones desde la geografía social en las que “El paisaje es el archivo físico donde están trazadas las relaciones sociales de la naturaleza. O, más bien, se convierte en el archivo físico en el abordaje crítico”, porque al reducir el paisaje “al estatus de un ‘documento’ material” (2008: 5), se pierde la “función mediadora”, es decir, “el modo en que el paisaje, por ser un medio cultural de percepción y representación del espacio (como —o a través de— lugares), es también mediador entre las relaciones sociales y políticas humanas y el ambiente no humano” (A N D E R MAN N 2008: 5). En su estudio, que procura desentrañar el lugar del paisaje como “uno de los nodos principales a través de los cuales podemos pensar la intersección entre políticas y estéticas de la modernidad” (A N D E R MAN N 2008: 2), específicamente en Latinoamérica, Andermann propone, entonces, abarcar el paisaje “en su funcionamiento simultáneo como imagen, entorno y ensamble” (2008: 4) y desarrollar “una noción del paisaje que supiera dar cuenta de su posición intersticial y oscilante entre imagen y entorno, como aquello que ensambla la construcción perceptiva con los efectos que ésta produce en la materialidad de lo que abarca” (2008: 6). Según él, uno de los dilemas que surgen al momento de conceptualizar el paisaje es que Como imagen cultural de la naturaleza, el paisaje se inscribe en una tensión constitu‐ tiva entre su apropiación como signo que otorga control representacional sobre un objeto determinado, y la experiencia que este mismo signo promete y anuncia: expe‐ riencia de su propio desborde en tanto imagen, y que lo devolverá al espectador a un modo tangible de experiencias más allá de las mediaciones. Pero es así, precisamente, como la inmediatez una y otra vez anunciada y postergada en un mismo instante por el paisaje —“lo natural” dándose epifánicamente, en estado puro— contribuye y sanciona la petrificación de las relaciones sociales que se interponen a la realización de la promesa. (A N D E R M A N N 2008: 2) Para Andermann, paisaje-imagen y paisaje “natural”, están imbricados y son indisociables ya que a este solo se accede a través de sus efectos; es decir, mediante la representación en los dos sentidos del concepto: por un lado, esta 274 Karen Genschow <?page no="275"?> 4 La investigación de Taylor se basa, entre otros, en la diferencia de dos prácticas de memoria, “between the archive of supposedly enduring materials (i.e., texts, documents, buildings, bones) and the so-called ephemeral repertoire of embodied practice/ know‐ ledge (i.e., spoken language, dance, sports, ritual)” (2003: 19). remite al paisaje-visión y con ello a la noción de lugar —“como orden estable de elementos figurado en el conjunto de líneas y volúmenes que organizan y y convierten el marco visual en un todo estéticamente placentero” (2018: 2)—. Por otro, en su sentido performativo remite a la puesta en relación entre cuerpo y entorno, es decir como espacio es concebible de dos posibles maneras: o bien en términos de rito y ceremonia (como puesta en acción de un guión preestablecido —como el repertorio que actualiza y recompone el archivo, en los términos propuestos de Diana Taylor 4 […] o bien como ensamble móvil y dinámico de interacciones imprevisibles entre agentes humanos y no-humanos. (2018: 2-3) Estas tres expresiones, imagen, entorno y ensamble, se superponen y es así, en esta yuxtaposición, como aparecerá en las obras. A partir de la concepción de ensamble, resulta iluminador el estudio de Mark Anderson, quien conceptualiza la relación entre lo humano y lo no humano, cultura y naturaleza en términos de mímesis y representación, es decir, de producción semiótica y agencia, apoyándose (entre otras) en las reflexiones de Karen Barad y Eduardo Viveiros de Castro y sus respectivos enfoques del rea‐ lismo agencial y el multinaturalismo/ perspectivismo, que abolen precisamente la divisón entre lo humano y lo natural. Así, para Barad “semiosis becomes a question of performative intra-actions between diverse, sign-bearing actants that coproduce relational rather than discrete phenomena” (B A R AD en A N D E R S O N 2023: 73). Los significados emergerían, entonces, como la inteligibilidad (o ininteligibilidad) de cuerpos humanos y no humanos en un devenir relacional (A N D E R S O N 2023: 74). Dentro de este, el símbolo no es parte solo de un sistema abstracto de signos, sino que estaría ligado siempre a la realidad material (A N ‐ D E R S O N 2008: 75). Por esto, en palabras de Anderson, “symbolic representation can no longer be conceived of as either essence or projected ideal, but rather as a specific form of intra-activity that co-produces material phenomena” (2023: 75). De esto deriva que, al abolir la división de sociedad y naturaleza, la subjetividad lingüística no se concibe como la sola base de agencia, “it becomes common sense that humans intra-act semiotically with the world and that these intra-actions comprise a collectivity, a communicative network that coproduces material phenomena” (A N D E R S O N 2023: 76). Efectivamente, dentro de ambas obras a analizar, actores no humanos, en particular el paisaje, aparecen como parte de una red comunicativa, plasmada a su vez en forma de imagen/ sonido y de Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 275 <?page no="276"?> texto escrito. El paisaje, entonces, en tanto “environmental intra-action”, puede funcionar no solo como productor y portador de signos, sino también como archivo y, en este sentido, puede vincularse a la memoria, como veremos a continuación. Así, el paisaje es a la vez repositorio, intra-acción y mediación, de modo que llega a ser un ensamble, y es en esta tensión donde se sitúan las obras. La mata (Eliana Hernández/ María Isabel Rueda, 2020) El poema extenso La mata, escrito por Eliana Hernández e ilustrado por María Isabel Rueda, publicado en 2020 y ganador del Premio Nacional de Poesía en 2021, aborda lo que se conoce como “la masacre de El Salado”, un pueblo en la región de los Montes de María en el departamento de Bolívar. La masacre fue perpetrada por un grupo de paramilitares durante cinco días entre el 16 y el 21 de febrero del 2001 en los que en ningún momento intervino la fuerza pública para proteger a los habitantes, por lo que el saldo de víctimas mortales se elevó a 60 personas y llevó a un masivo desplazamiento posterior de la población restante. En 2009 el Centro Nacional de Memoria Histórica llevó a cabo una investigación, incluyendo entrevistas con los sobrevivientes, y publicó su informe bajo el título Esta guerra no era nuestra. El poema consiste de tres partes tituladas “Pablo”, “Ester” y “La mata”, entre las cuales las primeras dos están organizadas alrededor de la pareja de campesinos Ester y Pablo como protagonistas ficcionales y a los que Juan Esteban Villegas denomina como “proyección sinecdótica de la población de El Salado” (2022: 5). La primera parte comienza en los días previos a la masacre, la segunda aborda la huida de Ester y los días que pasa en el monte, tratando de ponerse a salvo de la violencia. La tercera parte se sitúa después de los sucesos violentos, entre cuyas víctimas se encuentra Pablo. Cabe señalar, además, que la textualidad poética de La mata, sobre todo en las primeras dos partes, está atravesada por el género narrativo, articulado principalmente en descripciones, una instancia narrativa heterodiegética y sobre todo una trama que avanza cronológicamente, conformando así un presente continuo. Los aspectos que me interesan analizar aquí son, en primer lugar, el recurso del uso de documentos dentro del poema y, por tanto, la relación que establece con el archivo de la violencia y su reescritura mediante la imaginación y la ficción; en segundo lugar, las representaciones de la naturaleza en tanto actor/ agente en su intra-acción con los actores humanos; en tercer lugar, la naturaleza como o en lugar del archivo, y, finalmente, la intra-acción entre texto e ilustración. 276 Karen Genschow <?page no="277"?> En relación con el primer aspecto, cabe constatar que al final del poema se agrega un epílogo en el que se explicita el contexto histórico, se aclara el carácter ficcional de los personajes Ester y Pablo, se especifica que el poema se basa en el mencionado informe y que los fragmentos extraídos de él se señalan mediante comillas. Una rápida ojeada arroja que en este último sentido el recurso del archivo es, cuantitativamente hablando, mínimo: citas del informe aparecen solo cuatro veces a lo largo del poema. En términos afectivos estas revelan, no obstante, la pedagogía de la crueldad ejercida hacia la población civil, así como sus consecuencias. A lo largo del poema encontramos, no obstante, más allá de estas escasas citas textuales, una serie de articulaciones con este informe, por lo que, en cuanto a la configuración medial del poema mediante el recurso al archivo, es posible denominarlo remediación. En cuanto a la configuación po/ ética de La mata, en una entrevista, Eliana Hernández habla de un aspecto que la acompañó en su escritura del poema —que le tomó cinco años—: la cuestión ética de cómo abordar la experiencia traumática de otras personas y la imposibilidad de “narrar el dolor de demás”, frente a lo cual optó por “hacer lo que hace la ficción que es imaginar lo que pudo haber sido estar ahí” (C A P U T O 2021). Este es precisamente el modo que propone Lior Zylberman en sus reflexiones acerca del archivo como metáfora de la memoria —entre otras—, y en las que considera que “el archivo es acopio de experiencia y es, entonces lugar de experiencias indirectas” (2013: 93) y le concede un rol significativo a la imaginación en la actualización del archivo desde el arte: Ante el archivo, las operaciones de la imaginación poseen un lugar preponderante; dando lugar a lo nuevo y comprendiendo lo viejo, la imaginación puede disminuir los grados de anonimidad presentando al archivo en forma más efectiva, trazando puentes entre predecesores y contemporáneos. Desde el acervo de conocimiento, la imaginación le otorga un lugar a la experiencia y sugiere que la apropiación de la experiencia indirecta puede ser vívida. (Z Y L B E R M A N 2013: 93) Hernández cuenta, además, cómo se vincula esta experiencia indirecta con sus propias memorias, en tanto nieta de campesinos —aunque de otra región— y cómo los relatos familiares entraron en la escritura del poema y se hilaron a las voces de los saladeños, por lo que hay una experiencia indirecta doble —de los saladeños y de los abuelos— articulada en el poema que amplía la perspectiva colectiva. Relacionado con el segundo aspecto del análisis, la representación de la naturaleza, se puede observar en la pareja de campesinos que es descrita y pensada en estrecha relación con su entorno natural y humano. Según Villegas, Pablo aparece en una “total y absoluta imbricación corporal y psíquica con Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 277 <?page no="278"?> el mundo natural” (2022: 7). Así, tiene “bolsas bajo los ojos como almendras”, “la piel dura como el cuero” y “el cuerpo como un roble” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 7). Del mismo modo, se le presenta en su intra-acción con elementos de la naturaleza: “A veces recoge piedras con formas raras / que guarda en el bolsillo, / flores de manzanilla que le gustan a Ester” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 11). En tanto hombre, además, Pablo media sus emociones por el gato —con el que convive la pareja—, como revela este verso: “al gato, no a él, dice Pablo, le hacen falta los hijos” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 11). Comparte, además, su comida con el gato como si fuera un hijo: “un bocado para él / medio para el gato” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 13). Este proporciona, además, la primera señal del peligro inminente: cuando Ester sugiere que los animales muertos que encuentra en la puerta de la casa —“el primer día un colibrí pesado, / como una naranja en la mano / luego una serpiente, un ratón” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 13)— son regalos del gato y “lo está invitando a cazar” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 13), Pablo desconfía y lo lee como mal augurio. El animal funge, finalmente, como significante del miedo de Pablo cuando siente el peligro latente: “El miedo se acomoda / como un gato, en la garganta” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 19). En relación con el personaje Ester, Villegas constata una disociación de la mujer y la tierra/ naturaleza que responde, según él a “la siempre problemática simbiosis discursiva que desde tiempos milenarios se ha forjado entre mujer y tierra, entre mujer y naturaleza, desembocando, así, en una mitificación de la tierra-naturaleza como un ente feminizado, benévolo, maternal y sumiso, listo para ser explotado, violentado” (2022: 10). Así, su relación con la naturaleza y los animales es más bien instrumental: “sabe matar un animal de un golpe” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 9) y “escurrir la sangre”. Sus intra-acciones se desarro‐ llan primordialmente en el ámbito humano: “tiene algo dulce en el rostro, / la cara redonda, / sabe quién es hijo de quién: / cuando baja al pueblo / todos le cuentan sus secretos.” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 9) Aparte de esta “competencia social”, su saber se manifiesta en relación con los astros, ya que según ella para un recién nacido hay que “[…] buscar su estrella / seguirla todos los años” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 9). A través de Ester, se evoca, entonces, un paisaje celestial o astral, vinculado, no obstante, al terrenal, que deriva en una cosmovisión marcada como agrícola: “piensa / en lo que viene con un cambio de luna / cuarto menguante plantas bajo tierra, / la yuca cosecharla con la nueva.” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 17). Aparece, de este modo, como sabia en su convivencia con los astros y los ciclos de la naturaleza, pero no del mismo modo identificada con la tierra que su marido. Al inicio de esta primera parte, previa a la masacre, se traza, en resumen, una vida en pareja armónica, en su convivencia con actores humanos y no humanos (animales, piedras, plantas, tierra, estrellas) 278 Karen Genschow <?page no="279"?> en la que los dos personajes aparecen como complementarios y cuya identidad está estrechamente ligada al entorno social y natural —para la cual la violencia y el posterior desplazamiento implicarán una profunda ruptura—. A partir de la mitad de la primera parte comienzan a irrumpir las primeras señales del peligro inminente dentro de la vida cotidiana —prolongada por algún tiempo—, manifestadas como alteraciones en la intra-acción. Solo Pablo las percibe, las reconoce como tales y las sabe leer por su estrecha relación con su entorno no humano: después de que los animales fueron cazados por el gato, “siente un cambio pesado en el aire / que no sabe cómo explicar” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 15), lo que con Anderson podría describirse como “intra-active networks of individuals whose interrelations depend on semiotic exchange” (2023: 81). En relación con Ester, en cambio, la naturaleza no actúa como personaje, capaz de transmitir significados y presagios. La aparición de esta violencia es descrita por Villegas como predeterminada, cuando afirma que las señales emitidas por la naturaleza “contribuye[n] a que el núcleo de dicho programa, es decir, la captura y el asesinato de Pablo, por un lado, y el desplazamiento forzado y eventual retorno de Ester, por otro, se movilice[n] y pueda[n] ser cumplido[s]” (2022: 5-6) y que esta “funge como ayudante” mediante el cual “se acercan a ese objeto que es la violencia” (2022: 6). Esta lectura me parece problemática por dos razones: en primer lugar, parece reproducir aquel imaginario social que Fernando Vargas describe como “basado en la idea errónea de que las víctimas lo son por una fatalidad irrevocable o porque esconden algún secreto innombrable” (2013: 197). En segundo lugar, esta visión, a mi modo de ver, limita el rol que le corresponde a la naturaleza dentro del poema, ya que actuará en lo sucesivo, además, como archivo/ testigo, y a la vez lo acrecienta en relación con la violencia que es ejercida por y en contra de humanos. De hecho, la señal inequívoca y formulada con toda claridad proviene finalmente de elementos intrusos en el paisaje: la aparición de un helicóptero paramilitar sobre el pueblo desde el cual se tiran papeles con la inscripción: “‘Cómanse las gallinas y los carneros y gocen todo lo que puedan este año porque no van a disfrutar más’” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 19). La frase está enteramente escrita en mayúsculas, enfatizando así su carácter imperativo; su integración entre comillas indica que se trata de una cita del informe. A la vez los papeles son percibidos por Pablo/ la voz poética como “nieve del cielo” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 19). Más que de una naturalización de la violencia se trata aquí, a mi modo de ver, de un traslado de un elemento intruso del entorno natural —no hay nieve en esa región tropical— a un elemento textual, también intruso en términos mediales/ discursivos, es decir, como remediación de un documento Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 279 <?page no="280"?> que es a la vez previo —en relación con la escritura del poema— como posterior en relación con la temporalidad de la diégesis —en tanto cita del informe—; es decir que la alteración se produce tanto en el espacio como en el tiempo. Es en este sentido que la amenaza creciente es concebible como una fuerza intrusa, algo que irrumpe desde el exterior —y no como algo programado a lo que los personajes se ven empujados—. Ante su inquietud cada vez mayor, Pablo decide enterrar en una caja algunas pertenencias, sobre todo las escrituras de la casa, para ponerlas a salvo de los invasores cuya cercanía intuye. Esta caja volverá a aparecer en la tercera parte como una especie de archivo personal. Aquí, como bien observa Villegas, forma parte de un procedimiento poético que opera como señal —al lector—, ya que aparece dentro de una serie de palabras relacionadas con la muerte: en los 31 versos que cierran la primera parte resulta entonces notoria “la presencia de diferentes semas isotópicamente ligados al tema de la muerte y la inhumación (‘caja de madera’, ‘pala’, ‘campo’, ‘silencio’, ‘hueco’, ‘entierra’) que anticipan, de algún modo, el destino trágico de Pablo” (2022: 9). Con estos versos se indica —como revelará a continuación la parte de Ester— que Pablo no regresa de esta breve salida nocturna porque es capturado y junto a las otras víctimas asesinado en la cancha deportiva, como se relata en la tercera parte. La segunda parte, en la que el poema-relato sigue la cronología de los acon‐ tecimientos ficcionalizados, se centra en Ester, quien, al constatar la ausencia de Pablo, pero todavía incrédula —“En realidad / era una nube / lo que se movía en el cielo / no era una señal” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 25) —, se interna en el monte sin que quede del todo explícito si sigue un impulso de huida o si se va en busca de Pablo. La intra-acción de Ester con el monte, donde se encuentra también con una mujer desconocida que anda de la mano con una niña, está marcada por su miedo y su situación de fugitiva, por lo que la naturaleza se presenta allí como entorno adverso: “Hay madera, sí, mojada, / pero no sirve para hacer un fuego. / Ahorita no hay dónde / guindar el chinchorro.” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 27) Con el paso del tiempo, no obstante, el monte va adquiriendo agencia propia mediante la cual el paisaje se vuelve ensamble en el que surgen diversas intra-acciones y procesos semióticos: “Lo que pasa cuando un animal del monte / la mira a una a los ojos, / los dientes que son los ojos, / la locura / que hace su nido / después de tantos días en el monte.” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 33) A estos versos, que cifran las dificultades psíquicas que enfrenta Ester, se oponen otros en que el monte transmite o contagia su vitalidad a Ester: “Late el monte dentro, / afuera los cachitos, las hormigas, / olvida un momento la amenaza.” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 37) 280 Karen Genschow <?page no="281"?> Ya al inicio y sin pregunta previa, la mujer le cuenta: “Me lo hicieron con un cuchillo, dice la mujer / y señala una marca en el brazo. / También me hicieron cosas / que no puedo decir.” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 29) El informe recoge testimonios de la violencia sexual a la que se alude aquí —al final del poema se volverá a cifrar, también de manera tácita—. En este “no poder decir” se poetiza al mismo tiempo la cuestión po/ ética más fundamental a la que Hernández aludía en su entrevista de cómo narrar el trauma (sea propio o ajeno). En consecuencia, las mujeres al seguir juntas su camino por el monte, ocupadas con la tarea de sobrevivir y encontrar un lugar para dormir, tienen que lidiar con las pesadillas diurnas y nocturnas de la que aparentemente ha sido víctima de violación: Ester “oye los gritos / que pega al dormir la mujer” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 37). El sueño aparece aquí como relacionado con el trauma, es decir como uno de sus síntomas: “recuerdos o sueños angustiosos recurrentes (S A B AN 2020: 27). En relación con el trauma de la protagonista, los signos en el poema son ambiguos: por un lado, Ester adopta una estrategia mnemotécnica, volcada hacia el pasado y sus hábitos, para resistir los embates de la contingencia: “Mejor no pensar. / Mejor / enumerar las cosas que le gusta hacer: / echarle maíz a los pollos / podar el jardín / meter las manos / en la leche / fresca para el queso” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 33). Por el otro, la asaltan constantemente preguntas relacionadas con la culpa y alguna negligencia suya: “Pregunta: ¿que ya no volviera el gato / habrá sido una mala señal? ” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 33). Hacia el lector/ la lectora hay señales más precisas provenientes de la naturaleza que Ester no es capaz de interpretar, como en este episodio de carácter premonitorio acerca del destino de Ester y Pablo: “Pisa luego dos caracoles juntos: / otra vez esta maldita llovizna.” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 33). Esta intra-acción —materializada en dos actantes no humanos, cuyas vidas se extinguen— funge como signo para los protagonistas y apunta a la destrucción de la vida de ambos; Ester, aunque sobrevivirá, quedará traumatizada, como se verá a continuación. Esta parte termina con el hallazgo por parte de la niña de una camisa que aunque no se explicite parece ser de Pablo: “¿Dónde encontraste esa camisa? / La escurrí ayer, responde la niña, / la saqué con un palo del río.” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 39) Este verso remite al “papel de los ríos como eje central de la violencia política y del conflicto armado interno” (2021: 449) que abordan Margarita Calle y Felipe Martínez en su análisis de obras fotográficas sobre la violencia: “El cauce de los ríos oculta y arrastra aquellos cuerpos anónimos, condenados a desaparecer por acción de los violentos, a morir sin duelo, sumiendo en la incertidumbre de la espera prolongada e inexplicable a los familiares de las víctimas” (2021: 449). La breve escena que cierra la segunda parte traslada a la poesía lo que la artista colombiana Erika Diettes ha Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 281 <?page no="282"?> representado en su proyecto de fotográfico en el que “fotografía esos objetos y prendas de vestir flotando en el agua para alegorizar la paradójica relación entre presencia y ausencia, recurrente en los rituales de duelo” (C AL L E / M A R T Í N E Z 2021: 452), prolongando —hasta el hallazgo de su cuerpo— mediante esta señal la incertidumbre de Ester acerca del destino de Pablo. La tercera parte, titulada “La mata”, abre con un texto sin título seguido luego de otras voces, introducidas cada una con verba dicendi: “dice”, “señala”, “aclara”. El poema presenta, en esta parte, un cruce con el género dramático al ceder la voz a otros actores: intercaladas entre la de “La mata”, toman la palabra “Los investigadores” y “Los testigos”. Estas tres instancias de enunciación pueden pensarse como representativas del Estado, la comunidad de El Salado y el paisaje/ la naturaleza y en este sentido cada una como colectiva en su interior, que en su conjunto conforman una voz coral. Cada una de las voces es articulada, no obstante, de modo diferente: la voz de los investigadores se caracteriza por un afán de conocimiento y un relato transparente de los hechos; así, uno de los fragmentos asignado a ellos, formula una larga serie de preguntas, dirigidas aparentemente a los sobrevivientes y testigos. Dentro de estos fragmentos correspondientes a los investigadores translucen asimismo los procedimientos de los paramilitares —recogidos también en el informe—, por ejemplo, que “los hombres les revisaron las manos y los hombros en busca de marcas como indicios de haber cargado carpas, de haber tocado armas, de haber rozado monte como indicios” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 71). En este gesto, son los cuerpos de los saladeños que se vuelven archivos para los paramilitares en los cuales buscan los indicios de su supuesta actividad subversiva. Las partes correspondientes a los testigos, a su vez, están marcadas, por un lado, por un cierto grado de opacidad que transporta la incredulidad y el espanto que da cuenta de la imposibilidad de relatar de manera clara y referencial lo sucedido. Por otro lado, transluce en su voz una fuerte imbricación con el paisaje: “Oímos algo, sí, pero no dijimos nada, lo logramos decir, el agualluvia se agolpaba en las cornisas. Oímos algo, pero era la baba del caracol vertiéndose; el calor del verano, el fastidio, relamiendo las caras […]” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 45), con lo que se plasma aquí el esfuerzo por hacer legible la experiencia traumática vivida en el lenguaje familiar de la intra-acción con el paisaje. En un fragmento que corresponde a los investigadores aparece nuevamente la caja previamente enterrada por Pablo: “En ella las fotografías mencionadas, una cadena de poco valor apreciable” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 83). Las fotografías se habían descrito antes: Hay una de antes, encontrada en un sobre, en la caja de madera que había en el monte. Atrás, a la izquierda, un hombre con sombrero se pregunta dónde poner las cosas. 282 Karen Genschow <?page no="283"?> 5 Una profundización de esta temática a la que se han dedicado una serie de estudios excede el marco de este trabajo; véase al respecto, por ejemplo, el Informe de la Comisión Nacional de Reparación y Reconciliación: La tierra en disputa. Memorias del despojo y Resistencias campesinas en la Costa Caribe 1960-2010 (Bogotá: Taurus / Semana, 2010). También atrás, a la derecha, difícil de ver en la foto sobreexpuesta, tienden a un niño al sol. Por los trajes que usan las mujeres, y porque el cuerpo encontrado tenía dos líneas en la frente pudimos inferir que el niño era él: Pablo Rodríguez. / Su esposa, Ester Martínez, en una fotografía de carnet, mira de frente a la cámara. (H E R NÁN D E Z / R U E D A 2020: 59) Aunque la caja funge a primera vista como archivo personal en el sentido más convencional, es decir un repositorio para guardar documentos y recuerdos del pasado, no se puede pasar por alto la confusión cronológica dentro de ella en la que parecen confluir el momento del entierro, la infancia de Pablo y su muerte —ya que lo tienden al sol— y posiblemente el presente de Ester, fotografiada en tanto sobreviviente. Así, la caja se revela como instancia en la que superponen diferentes temporalidades y ponen en escena lo contario de lo que Achille Mbembe denomina “cronofagia”, es decir en vez de “consumir tiempo” lo expande y a la vez lo condensa en el espacio. Se encuentran en la caja, además, las mencionadas escrituras, en las que “se certifica a Pablo Rodríguez, líder de la Junta de Acción Comunal, titular legal de la propiedad del terreno […]” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 83). De esta doble mención de las escrituras se desprende, aunque no se menciona explícitamente en el poema, la importancia vital que tuvo la cuestión de la tierra como propiedad y materia de disputa dentro del conflicto armado y la violencia en Colombia. 5 Vuelve a aparecer asimismo una cita textual que constituye una versión similar de los panfletos leídos por Pablo, esta vez por boca de los investigadores: “Cómanse las gallinas y los carneros y gocen todo lo que puedan” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 55) —el desenlace (porque se van a morir), en cambio, no se repite aquí, pero se sobreentiende en el tono amenazante e imperativo—. Unas páginas después son los testigos que enuncian la frase originalmente articulada por los paramilitares: “Salgan, partida de guerrilleros, que todo el mundo se muere hoy” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 77). La última frase marcada como cita textual, atribuida a Ester, resulta sumamente interesante en tanto remediación, porque se caracteriza por una mediación múltiple: aparece dentro de la parte titulada “La mata” y de un discurso directo introducido por la fórmula “señalan Los investigadores” donde a su vez se cita a los testigos: “Testigos afirman que luego del suceso decía ‘desde que volví del monte no me sabe bien la comida’” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 59). Esta afirmación alude al trauma a través de uno Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 283 <?page no="284"?> de sus síntomas, que con las diferentes mediaciones se configura, precisamente, en su indecibilidad. Una búsqueda en la versión en pdf accesible en la página del Centro de Memoria Histórica revela que las citas anunciadas como tales no aparecen de forma textual en el informe, lo que hace suponer, por un lado, que la lectura de señales e indicios es también una actividad propuesta al lector y, por otro, que es precisamente allí, en las “falsas” citas, donde el archivo se actualiza mediante la imaginación, tal como señala Zylberman: “El archivo, entonces, necesita de la imaginación para despejar los grados de anonimidad, para traer al presente ese pasado incierto, para poder dialogar con él, para que el archivo cobre significatividad a los ojos de los contemporáneos” (2013: 95). La voz de la mata, finalmente, aparece como la más opaca, menos lineal y menos transparente, y es, en este sentido, más difícil de descifrar. En su entrevista, Hernández afirma que quiso crearla como lo que no está dado —es decir, en el sentido de estar ausente del informe y por tanto del archivo—, y que fuera, por tanto, “más artificiosa, más enredada, más barroca” (C A P U T O 2021). A la vez, esta voz, si bien se refiere —siempre de manera indirecta— a la violencia sucedida, adopta una perspectiva más amplia, y es así como se la puede considerar como personaje y a la vez como paisaje. Esta tercera parte corresponde cronológicamente a un lapso de tiempo después de la violencia donde —relacionado con el tercer aspecto de análisis— la naturaleza/ el paisaje se vuelve, mediante la imaginación y en tanto lugar que cifra emociones es encarnación de experiencia (N O G UÉ / S AN E U G E NI O V E LA : 27), un archivo, en el que se inscriben las huellas de la violencia y el trauma. Sobre todo en la última página, que hace referencia al regreso posterior al pueblo y el establecimiento de una cotidianidad bajo las condiciones de post-violencia, marca una relación ambivalente con las huellas de la violencia pasada: Para quienes volvieron: / un manojo de flores del totumo, / piñuelas con sus pulpas ju‐ gosas, / su tomento estrellado de blanco color. / Estas flores de pétalos carnosos, / vai‐ nillas, olorosas durante la noche, / y también otras flores furiosas, / expertas en la desobediencia: / varias flores del pico de loro, / las espinas que rasgan la piel escondidas. / Una invasión de trinitarias, / un desfile coronado por sépalos persis‐ tentes. / Unas con cáliz, que acompaña el fruto, / otras estériles, también racimos / de flores amarillas del bombito, / de la flor de la bajagua, / de esa flor que se llama amor que zumba, / racimos abundantes, / retoñadas de sí. (H E R NÁN D E Z / R U E D A 2020: 87) En su lectura, Villegas coteja estas descripciones y atribuciones con el informe del Centro Nacional de Memoria Histórica en el que se menciona el silencio sobre todo de las mujeres víctimas de violencia sexual y concluye que frente a esto, “las flores no deben leerse como simples concesiones miméticas: tanto 284 Karen Genschow <?page no="285"?> su materialidad como su capacidad de agenciamiento (‘furiosas’, ‘expertas en la desobediencia’) le permiten a Hernández devolverles algo de la dignidad que les fue arrebatada” (2022: 16). De modo similar se puede leer el último verso que apunta hacia la voluntad de vivir y la resiliencia, dirigidas hacia el futuro (“retoñadas de sí”). En tanto que “mimesis is always fictive, equivocal, always simultaneously claiming and betraying representation” (A N D E R S O N 2023: 82), estas represen‐ taciones pueden leerse asimismo como signos que apuntan a la violencia paramilitar que queda registrada e inscrita en la mata y que persiste en otros atributos asociados a plantas, flores y otros elementos de la naturaleza, como “las espinas que rasgan” o la “invasión de trinitarias” o el “desfile” — es decir mediante estos semas que connotan violencia, el trauma de los saladeños permanece como huella en las intra-acciones con el paisaje. A esto alude —desde la perspectiva de los habitantes retornados— también el informe: El retorno para las comunidades desplazadas de El Salado activa una memoria desgarrada, que representa tanto la cristalización de un sueño como el afloramiento de una tensión. El retorno no consiste simplemente en volver a habitar el espacio y reencontrarse con la comunidad cuyos integrantes han sido forzosamente abando‐ nados. Asumir el retorno es confrontarse con el lugar lleno de las huellas de la masacre y la desolación, con los rumores y con los conflictos comunitarios sociales y políticos que se dieron en su momento y que aún plantea el contexto de la guerra. (CNMH 2009: 26) Más allá de la memoria de la violencia, en general, las partes que le corresponden a la instancia de la mata, adoptan también su perspectiva (en el sentido narratológico de “focalización” y no de “voz”) en el relato/ la poetización de los sucesos: Y entre esa / tupida maraña de verde / se oyen las ramas golpeando el aire, / muerde la maleza un suelo arcilloso. / En lo raso del cielo se escucha / el crujido de las ramas, / y luego / un pie en el aire, / la pierna levantada da un paso. (H E R NÁN D E Z / R U E D A 2020: 47) En esta intra-acción de la mata con agentes humanos —percibida por ella—, se plasma lo que describe Anderson como agencia mimética a la que (re)define as the freedom to coproduce meanings that exceed the full appropriation by the symbolic order, subjectivity becomes something other than the sovereign act of naming an object: it is the capacity to affect others intra-actively in the coproduction of phenomena—bodies in becoming—within a universal ‘culture’, that is, economy of signs. (2023: 84) Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 285 <?page no="286"?> Mediante esta conceptualización de mímesis como respuesta a los signos de otros y su representación como huellas en la propia producción de significados —“always in economic and ecological relation, in ex-change— (A N D E R S O N 2023: 84) se vuelve legible también otro fragmento, en el que la mata alude al intercambio de materia hu‐ mana y no humana: “En los huesos, / en sus últimas formas palpables, / se condensan hasta extinguirse / lo que alguna vez fueron: / lunares, masas, / luego humus, tierra, simple tejido / que con el peso de los dias / se vuelve poco a poco / una capa de tierra transparente.” (H E R NÁN D E Z / R U E DA 2020: 57) Esta economía de intercambio de materia y de signos, así como la ya mencionada estructura triple que se refleja en la división en tres partes con tres personajes, la integración de otras dos voces en la última parte, así como la presencia de tres géneros —poesía, narrativa, drama— se corresponde y dialoga en su organicidad textual con la parte gráfica a cargo de la artista María Isabel Rueda. Esta consiste en el dibujo en negro con una gama de grises —hecho probablemente a pincel— de una casa rodeada de plantas así como una vasta superficie negra, evocando, de este modo, la noche y los miedos comúnmente asociados con ella. Las formas vegetales semi-abstractas correspondientes a la mata, en el transcurso de las páginas, van extendiéndose de manera paulatina, casi imperceptible, en la página izquierda hasta invadir hacia el final también la página contigua, reservada inicialmente para el texto del poema, con lo que se introduce, mediante el crecimiento, una dimensión de temporalidad (ver Imagen 1). Imagen 1. Rueda, María Isabel. 2020. La mata. Ilustración cortesía de Laguna Editores. La ilustración se extiende en una página doble entre el final del poema —que termina significativamente con un poema atribuido a la mata—, el epílogo e 286 Karen Genschow <?page no="287"?> incluso por sobre las últimas dos páginas, posteriores a este. Esta continuación más allá del texto, en la que técnicamente deja de ser “ilustración”, es legible, por tanto, como un gesto de resistencia mediante la permanencia pese a la violencia que pasó por El Salado. Los signos icónicos a nivel pictórico y los simbólicos en el nivel textual conforman entonces un entramado o tejido visual-textual que evoca la actuación de la naturaleza y su inter/ intra-acción con la “cultura” representada por la textualidad del poema, conformando, en su conjunto y de modo performativo, un “devenir relacional”. Es por esto que se puede hablar de un ecopoema, aunque a diferencia de lo que sostiene Villegas no solo debido al rol que le corresponde a la naturaleza y “por la simbiosis entre cultura y naturaleza” (2022: 7). Lo es también al integrar en su texualidad diversos agentes a través de diferentes procedimientos poéticos: archivo e imaginación, dibujo y texto, la triple voz de la última parte etc., que lo constituyen como ensamble de múltiples actores/ agentes (humanos y no humanos), signos y tiempos. La Bonga (Sebastián Pinzón Silva / Canela Reyes, 2022) El documental La Bonga trata del desplazamiento forzado de los habitantes del pueblo homónimo situado en el corregimiento San Basilio de Palenque —geográficamente cercano, además, a El Salado, pero con otra historia: la afrocolombiana palenquera—. Tras la amenaza de muerte (y en el contexto de una violencia ampliamente difundida contra la población civil) en 2001 los habitantes se ven forzados a abandonar el pueblo para ponerse a salvo. La narración fílmica está organizada alrededor del regreso de un gran grupo de personas, 23 años después de su partida, para volver a tomar posesión del lugar por un día y una noche para llevar a cabo una procesión para Santa Rosa de Lima, seguida de una fiesta. La película abre con una especie de prólogo en retrospectiva que comienza con el relato in situ de los sucesos: primero, en medio de un paisaje montuno nocturno —dentro del cual para el espectador es casi imposible ver y reconocer algo— una voz comenta, susurrando, lo que estuvo allí, pero nombrándolo en presente: “Mire, esta es la casa. Para acá el cuarto, la sala […]” (P INZÓN / R E Y E S 2023: 00: 50-00: 57). Lo que emite la voz de uno de los habitantes de La Bonga se vuelve, así, una especie de conjuro o —pensado desde el paisaje— un relato que lo activa como un archivo invisible y existente solo en tanto ejercicio mnemotécnico. Es en esta conjugación que se construye el paisaje —audiovisualmente — como “‘una mirada’, como ‘una manera de ver’” (N O G UÉ / S AN E U G E NI O V E LA 2011: 27) que abarca no sólo el presente sino sobre todo el pasado. Esta entrada a la diégesis parece, en cierto sentido, una traslación cinematográfica, es decir, audiovisual, del dibujo en evolución, proporcionado por Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 287 <?page no="288"?> Rueda en el poema: la paulatina invasión del espacio humano por la naturaleza, que a su vez se vuelve paisaje ante la mirada y la representación artística. En el lugar donde estuvo La Bonga se presentan los efectos de la actuación de la naturaleza: los rastros de la antigua vida humana solo se dejan adivinar en el presente de la narración fílmica y en medio del “monte” —como dicen varios personajes— que se ha vuelto a apoderar del espacio. Es mediante el relato, basado en la memoria del paisaje anteriormente habitado del cual no queda rastro, que se reconstruye el pasado en su temporalidad y su espacialidad. Con esta escena inicial dialogan más tarde otras dos escenas: una que transcurre de día (P INZÓN / R E Y E S 2023: 00: 37: 55-00: 41: 58), de una pareja de bongueros que vuelven al lugar de su antigua casa de la que no queda ni rastro y hacen el mismo reconocimiento de las partes de su vivienda (el patio, la cocina, los árboles frutales etc.), pero mediante un relato en pasado: “Aquí estaba el jardin, pasaba por aquí, llegaba por allá […]”. En la otra, que también transcurre de día, se muestra el edificio de la escuela, única construcción de material no orgánico y por tanto todavía en pie aunque muy dañado. En la escena siguiente, la antigua profesora recorre la escuela, guiada de la mano de su hermana aparentemente debido a una deficiencia óptica, y, reconociendo sobre todo con el tacto, arma, dentro de las salas de clase y otros espacios, el relato de su memoria. Este procedimiento emula la operación mnemotécnica descrita por Cicerón, como asociación de lugares históricos (loci) y las imágenes mentales creadas a partir de ellos (imagines) en tanto bloques de construcción de la memoria, basada en la historia de Simónides quien tras el derrumbe de una casa en la que se encontraba como comensal de un banquete y como único sobreviviente, “pudo reconocer los cuerpos destrozados recordando los lugares donde estaban sentados” (S A B AN 2020: 22)— no sólo a raíz de una espacialidad recreada por la memoria, sino real y material que se reconoce sobre todo por el tacto (ver Imagen 2). 288 Karen Genschow <?page no="289"?> Imagen 2. La Bonga. Sebastián Pinzón Silva/ Canela Reyes (Dirs.). Fotografía: Karen Genschow. Este edificio decaído deviene en la imagen sinecdótica del pueblo en su totalidad: la ruina. En su estudio sobre la ruina en el contexto de la violencia en Colombia, Carolina Cortés sostiene con Walter Benjamin que “la ruina es, al mismo tiempo, violencia, sufrimiento y proyección de la vida” (2013: 118). En la ruina reside, según Cortés, la capacidad de “hacer estallar el presente como tal, evocando y visibilizando las ausencias, los espectros, los silencios, los deseos y los rumores de estos escenarios de violencia, es decir, un presente espectral, más que un presente caracterizado y nítido” (2013: 123). Es en este sentido que se puede entender la ruina como imagen metonímica del pueblo La Bonga. La mencionada escena inicial continúa, en lo sucesivo, con el relato de la secuencia de los sucesos previos al desplazamiento: la entrada de personas desconocidas, la recepción de volantes con amenazas —que hacia el final se citan visualmente—. Esta secuencia, en la que los sucesos se relatan —a diferencia de la evocación espacial previa— en retrospectiva y en clave de memoria, es muy similar a aquella de El Salado con las señales del peligro en aumento; pero con la fuga inmediata de los habitantes del pueblo la masacre se evita. En ambos relatos la amenaza y los agentes que la ejercen permanecen oscuros, no hay nombres, siglas o descripciones que revelen una identidad; en ambos, además, el contexto histórico, los actores y los nombres se desplazan fuera de la diégesis y aparecen en el epílogo. Tras los créditos, el relato sigue transcurriendo en un paisaje nocturno, en el que se distinguen unas luces y unas siluetas, pero pocas formas claras. Solo donde iluminan las linternas aparece fugazmente un elemento de la naturaleza: la tierra, una rana, unos arbustos. Los sonidos de diversos animales y sobre Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 289 <?page no="290"?> todo dos voces que comentan el paisaje y sus habitantes se disciernen con más claridad: así, las voces se refieren a los peces que ven en un pozo y a una bonga/ ceiba que se ve a la luz de las linternas en un plano relativamente largo. En coherencia con el rol importante que ocupa este árbol en las prácticas religiosas afro-caribeñas (H A R TMAN N 2011) este sirve de fondo visual a la evocación de animales míticos y relacionados con miedos antiguos —la culebra, el tigre— en el diálogo de voces, por lo que en esta secuencia se superponen el paisaje físico en tanto entorno como el paisaje imaginario y mítico que surge dentro del primero. El diálogo es mantenido por María de los Santos —quien en el transcurso de la narración fílmica se evidenciará como protagonista e impulsora del regreso al pueblo— y su nieta, Dayanis. Así, se oye a la abuela contar un sueño de una fiesta grande y con mucha comida y que otras personas interpretan como señal de que alguien se va a morir, pero para ella es indicio de otra cosa: “Eso es que tengo que vivir allá en La Bonga” (P INZÓN / R E Y E S 2023: 00: 10: 48). Y de hecho, al reunir un grupo grande de personas para hacer la fiesta en el pueblo abandonado, lleva a la realidad el sueño —el deseo de vivir allá de forma permanente, en cambio, quedará todavía postergado, pero su realización se insinúa al final de la trama, apuntando hacia un futuro extra o postdiegético—. La siguiente secuencia se sitúa en un escenario diurno, geográficamente ubicado en su lugar actual de residencia, y sigue a los personajes, todos ex habitantes de La Bonga, en su regreso a su pueblo abandonado 20 años antes, entre ellos María de los Santos que empaca los objetos y víveres necesarios para la procesión y celebración que se llevará a cabo en La Bonga. La caminata del grupo de bongueros es larga y en su transcurso evocan su vida en el pueblo mediante el relato y los recuerdos compartidos, es decir, en el modo de la memoria comunicativa que “transmite experiencias en el marco de la biografía de las personas y surge por interacción viva y social” (S A B AN 2020: 21). Ya la caminata adquiere tintes de festividad y se presenta como parte de un repertorio en el sentido que lo plantea Taylor, como “embodied expression […] in the transmission of social knowledge, memory, and identity preand postwriting” (2003: 16). Así, los cantos y cuentos abundan, un hombre cuenta la anécdota de su madre que había preparado sopa al momento de huir y narra en tono humorístico la subsiguiente hazaña de huir con la cacerola a cuestas (P INZÓN / R E Y E S 2023: 00: 19: 00), como manera de revertir el miedo de entonces mediante el humor. Entroncará así con el ritual religioso-performativo posterior, que se vuelve legible con Taylor como “performance”, en el sentido de “embodied praxis and episteme” (2003: 17) y mediante estas, “transmits memory, makes political claims, and manifests a group’s sense of identity” (2003: XVII). Es así como el regreso en sí, pero sobre todo la procesión y celebración, aunque solo 290 Karen Genschow <?page no="291"?> 6 Véase R E N D Ó N E C H E V E R R I (2011), donde se cita, por ejemplo, un fallo de la Corte Suprema: “La actividad cumplida estos grupos ilegales, fue posible desafortunadamente por la ayuda brindada por las autoridades de todos los órdenes y niveles, quienes por acción u omisión la promovieron o facilitaron” (80-81). sea por un breve lapso de tiempo, conforman un acto de resistencia —tanto por el acto mismo de volver como por su registro fílmico—, del cual los bongueros están muy conscientes como se manifiesta en los gritos que exclaman durante su caminata: “¡Qué viva La Bonga! ¡Qué viva Santa Rosa de Lima! ” (P IN ZÓN / R E Y E S 2023: 00: 24: 00). Este acto de resistencia mediante el regreso podría pensarse, al mismo tiempo, como la revocación de una “casación”, término con el que se denomina la eliminación de documentos del archivo (A S S MAN N 2009: 345). Si concebimos el espacio habitado de La Bonga como un archivo/ repertorio, la violencia ejercida por el poder paramilitar y la complicidad estatal 6 se puede entender como casación en el sentido de un borramiento no solo de la vida comunitaria de La Bonga sino también de cualquier trazo de ella. De este modo, se trata no sólo de la recuperación de una historia para revertir el borramiento del archivo, sino también de rehacerla mediante el acto de volver para rehabitar ese paisaje y volver a inscribirle la propia agencia. En concordancia con esto, la organización temporal juega un rol importante, ya que la cronología se ve trastocada en diferentes niveles a lo largo de la película: al interior de la diégesis se encuentran los recuerdos de los habitantes del pueblo que entre bromas y anécdotas reviven su memoria de la vida anterior y en comunidad. En el camino, la vida comunitaria ligada al paisaje y los lugares concretos —nuevamente en un ejercicio mnemotécnico— se evocan mediante la memoria y el relato, tal como, al llegar a los restos del pueblo, constata una mujer: “Vea cómo se acabó esto, verdad. Quedan nada más los dichos, los comentarios, y el camino y la tierra” (P INZÓN / R E Y E S 2023: 00: 32: 30-00: 32: 46). El tiempo es alterado también a nivel estructural mediante el montaje, es decir como parte de la elaboración fílmica: así, la cronología de este relato de los preparativos, la caminata, la procesión y la fiesta, se ve interrumpida por una escena introducida por una toma en gran plano general del monte acompañado de un cielo gris, en medio de una tormenta que agita los árboles, para volver a la caminata solitaria de María de los Santos y su nieta (P INZÓN / R E Y E S 2023: 00: 25: 00). En la siguiente escena aparece subrepticiamente el relato de la esclavitud dentro del diálogo entre abuela y nieta, sólo insinuado como parte de la memoria colectiva de los bongueros; así, María de los Santos le cuenta a Dayanis: “Yo cuando estaba pelada, también lloraba y le hacía esa pregunta a mi papá. Le decía: ¿Papi, por qué hicieron esa Bonga tan lejos de todo? Y él dijo, lo que pasa es que lo hicieron los viejos que venían huyendo” a lo cual responde la Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 291 <?page no="292"?> nieta: “huyendo de los blancos”; y nuevamente María: “Y ellos buscaron un sitio donde no los consiguieran” (P INZÓN / R E Y E S 2023: 00: 29: 23-00: 29: 48). Al evocar la violencia anterior, aquella de la esclavitud a la cual los antepasados se resistieron mediante el cimarronaje y fundación del pueblo, se construye al mismo tiempo una continuidad de la antigua violencia hasta esta más reciente. Sobre esto llama también la atención Rendón Echeverri al sostener que la cultura palenquera se ha constituido a partir de la continuidad y la ruptura, de unos hombres y mujeres africanas que fueron sometidas y embarcadas a la fuerza hacia un continente que se gestaba con violencia, que nacía por obra de la muerte y el sometimiento, de la asimilación, la resistencia y la renovación cultural. Hicieron esos hombres y mujeres parte de un encuentro de mundos que aún es evidente, por ejemplo en la guerra en los Montes de María en donde numerosos intereses y fuerzas de poder han confluido llevando al desplazamiento de los bongueros de San Basilio de Palenque, incidiendo notablemente en la modificación de lo palenquero. (2014: 40) Es sobre todo en esta subtrama que atravesará con interrupciones toda la narración fílmica, donde la naturaleza ocupa un lugar fundamental y oscila entre las coordenadas desarrolladas por Andermann: como imagen que a la vez promete una experiencia directa —mediada por la cámara que despliega varios encuadres de gran plano general, en el cual los agentes humanos —María de los Santos y Dayanis— no aparecen o aparecen solo de forma minúscula (ver Imagen 3). Imagen 3. La Bonga. Sebastián Pinzón Silva/ Canela Reyes (Dirs.). Fotografía: Karen Genschow. 292 Karen Genschow <?page no="293"?> Este paisaje, en el que se inscribe, mediante los personajes y sus palabras, una historia —de violencias— se vincula con la reflexión que en El discurso antillano, Édouard Glissant dedica al paisaje en relación con la historia caribeña y en particular la esclavitud, poniéndolo primero en estos términos poéticos: “El Cimarroneo y el rechazo, el anclaje y el aguante, lo Lejano y el sueño”, para luego concluir: “(Nuestro paisaje es su propio monumento, la huella que él significa es perceptible por debajo. Todo es historia)” (2005: 33). Durante casi toda la narración no queda claro si estas escenas donde aparecen solo María y su nieta caminando desde o hacia La Bonga, se sitúan cronológi‐ camente antes o después del relato colectivo de la fiesta; solo al final —cuando las dos llegan al pueblo— aprendemos que se sitúa con respecto a la narración del regreso colectivo como posterior, por lo que la trama principal aparece como volcada y abierta hacia el futuro. En una escena, María de los Santos, a la que solo se reconoce por la voz, en un paisaje nocturno, comenta que está caminando hacia la escuela porque la profesora va a dar clases —una escena entre onírica y memorística, donde no solo se altera el tiempo estructuralmente a través del montaje sino en tanto memoria reactualizada como performance. La siguiente escena, también nocturna, retoma el relato inicial de la película y lo continúa aquí, nuevamente en presente, para contar cómo a causa de los volantes los habitantes emprendieron la fuga y se dispersaron hacia diferentes localidades para ponerse a salvo. Con este regreso a la escena original —tanto en el sentido de la escena que inicia la trama fílmica como en el sentido del origen del trauma colectivo bonguero—, el tiempo del relato aquiere —más allá de la alteración de la cronología— la temporalidad cíclica que le es propia tanto al trauma, en el que se materializa como flashbacks. Pero el pasado regresa también en la modalidad de remediación de un documento de archivo: el volante con las amenazas se muestra inmediatamente después de este relato y la imagen del documento sobre un fondo negro permanece un rato largo en la pantalla (ver Imagen 4). Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 293 <?page no="294"?> Imagen 4. La Bonga. Sebastián Pinzón Silva/ Canela Reyes (Dirs.). Fotografía: Karen Genschow. Insertado de este modo, el documento aparece como un elemento externo, no integrado en la narración sino marcado como intrusión en la misma diégesis —de manera muy similar a La mata, casi como si fuera una traducción del procedimiento textual en el poema a la visualidad—. Las múltiples interferencias en la cronología responden a lo que propone, en otro contexto, Julieta Vanney en una aproximación sugerente al poner “la noción de archivo en relación con el resto, lo que nos llevará a pensar en el carácter espectral del archivo como depósito de huellas que remiten a un otro inaccesible que asedia el tiempo presente y, al hacerlo, altera la cronología, haciendo que el pasado regrese como diferencia” (2022: 112). A esto se opone, no obstante, la escena final que se sitúa en la tensión entre “nostalgia restaurativa” y “nostalgia reflexiva” que desarrolla Svetlana Boym: Restorative nostalgia puts emphasis on nostos and proposes to rebuild the lost home and patch up memory gaps. Reflective nostalgia dwells in algia, in longing and loss, 294 Karen Genschow <?page no="295"?> the imperfect process of remembrance. […] Restorative nostalgia manifests itself in total reconstructions of monuments of the past, while reflective nostalgia lingers on ruins, the patina of time and history, in the dreams of another place and another time. (2001: 41) Cuando vemos, entonces, a María de los Santos en la escena final de la película trabajando en la construcción de una casa, este acto de reconstrucción parece apuntar, precisamente y de manera bien literal, a la nostalgia restaurativa, a la vez que, en clave de nostalgia reflexiva, constituye la realización del sueño —que al inicio se relata— de otro lugar y otro tiempo: el del futuro. Imagen 5. La Bonga. Sebastián Pinzón Silva/ Canela Reyes (Dirs.). Fotografía: Karen Genschow. Con Vargas, quien lee en los actos cotidianos de recordación de víctimas de deplazamiento su “sed de futuro” (2013: 197), podemos ver en el acto de María, entonces, que el futuro ansiado ya comienza a ser realidad. Vargas destaca, al referirse a las víctimas de violaciones de derechos humanos en Colombia, además, el “carácter poético de su testimonio de vida” (2013: 197), lo cual, para el caso de La Bonga, se puede entender de manera literal: los testimonios al interior de la película crean con sus palabras algo (un lugar, un espacio) que ya no existe, pero que puede volver a existir — de modo que el relato fílmico concluye con la proyección hacia el futuro. Paisajes y archivos de la violencia en La mata (2020) y La Bonga (2022) 295 <?page no="296"?> A modo de conclusión Más allá de compartir una historia y geografía similar, ambas obras le conceden un lugar protagónico a la naturaleza/ el paisaje. En ellas, el paisaje aparece como ensamble que articula y media las experiencias humanas, tanto desde el presente en tanto intra-acción, como desde el pasado, desde donde funge como archivo/ repositorio de una experiencia pretérita interrumpida por la violencia y a la que tanto los personajes al interior de ambas obras como los autores acceden mediante la imaginación. En este sentido, ambas repiensan y replantean la incidencia de la violencia y el desplazamiento en las identidades construidas en su intra-acción con el territorio y el paisaje. No solo por la lógica de la memoria, ambas se caracterizan, además, por una temporalidad alterada —de diferentes maneras en cada caso— para dar cuenta del trauma y a la vez como modo — a través de la creación y la imaginación— de acceder a este archivo de experiencias ajenas pero colectivas. Finalmente, actualizan también el archivo en tanto recurso al documento histórico, es decir, los volantes de amenaza de los paramilitares: en La Bonga como elemento visual disociado del espacio diegético, en La mata como elemento textual “extraño”, representándolos así como cuerpos extraños, que con su violencia producen una ruptura en la intra-acción humana y no humana. En tanto representaciones simbólicas, ambas obras, basadas en la memoria comunicativa, la transforman en memoria cultural a la vez que mediante su difusión y circulación aseguran “la reproducción de la memoria más allá de un horizonte comunicativo directo” (S A B AN 2020: 21) —y, de este modo, accesibles —en principio— a todo lector y toda espectadora que pueda y quiera ver y escuchar. 296 Karen Genschow <?page no="297"?> Bibliografía A N D E R M A N N , Jens (2008), “Paisaje, imagen, ensamble”, en Orbis Tertius, 13(14), 1-7. 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Estos textos reflejan la relación de sus autoras y autores con el agua, vinculada a procesos de memoria colectiva e individual, dando lugar a lecturas ecocríticas. Las exguerrilleras y los exguerrilleros, que vivieron en contacto con la naturaleza, presentan una visión alternativa al uso urbano del agua, destacando la conexión entre las aguas de montañas, llanos y valles. En los relatos, el agua simboliza origen, relaciones sociales, amor, sexualidad y vitalidad. Además, actúa como medio para preservar la memoria, incluso de seres queridos fallecidos, promoviendo una ética ambiental que aboga por la conservación de los territorios naturales y la integración de la vida humana con los ritmos de la selva. Aunque se reconocen las jerarquías y peligros de la vida guerrillera, la responsabilidad hacia el agua también implica un reconocimiento de culpa por la contaminación ambiental pro‐ vocada durante el conflicto, como el sabotaje a oleoductos, que contradice el deseo de preservar los ecosistemas acuáticos. Abstract The peace agreement in Colombia (2016) spurred initiatives to create “new narratives” ( D E LA C AL L E 2014) about the armed conflict, many with an environmental focus. In this context, testimonial texts such as the antho‐ logy Agua corriente (Instituto Caro y Cuervo) emerged, written by former FARC members in artistic workshops. These texts reflect the authors’ <?page no="300"?> 1 Véase los volúmenes Cuando los pájaros no cantaban (2022) del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Narrativas de la guerra a través del paisaje (M O R E N O / D Í A Z 2018) del Centro Nacional de Memoria Histórica. relationship with water, linked to processes of collective and individual memory, giving rise to ecocritical readings. The ex-guerrillas, who lived in close contact with nature, offer an alternative vision of urban water use, emphasizing the connection between mountain, plain, and valley waters. In these stories, water symbolizes origin, social relationships, love, sexuality, and vitality. It also serves as a medium to preserve memory, even of deceased loved ones, promoting an environmental ethic that advocates for the conservation of natural territories and the integration of human life with the rhythms of the jungle. Although the hierarchies and dangers of guerrilla life are acknowledged, responsibility towards water also reflects an admission of guilt for environmental damage caused during the conflict, such as the sabotage of oil pipelines, which contradicts the desire to preserve aquatic ecosystems. Introducción: Giro ambiental y políticas de una memoria narrativa del conflicto armado Desde los Acuerdos de paz, firmados en el 2016 entre los representantes del Estado colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarios (FARC-EP), los perjuicios provocados a la naturaleza, las contaminaciones del medio ambiente y la transformación de los ríos en fosas comunes desencadenados por el conflicto armado se han convertido cada vez más en el centro de interés. 1 En el marco de este reposicionamiento ecocrítico del ser humano ante la naturaleza, la sociedad colombiana ha estado implicada en crear una cultura de memoria en cuanto al conflicto, en la cual la preocupación por la naturaleza ha aumentado considerablemente. Esto se nota en un cambio en la percepción y representación del paisaje que conecta con el giro ambiental que, en su forma latinoamericana (F R E N C H / H E F F E S 2020; M A R R E R O H E N R Í Q U E Z 2019; M A R C O N E 2019; entre otros), está estrechamente vinculado con viejas y nuevas formas de extractivismo (cf. G ÓM E Z -B A R R I S 2017) como vestigios actualizados de la historia colonial del continente. Mientras que el interés en captar la naturaleza en la escritura y el arte es resultado, en parte, de la imposición imperial de una mirada racional eurocéntrica, que separa el urbe como topos de la civilización de una territo‐ rialidad rural, periférica y no controlable, los cuerpos de agua, sin embargo, parecen desempeñar un papel especial dentro de las reflexiones y narrativas sobre una vida con y en la naturaleza, respectivamente, ‘sobre, en y con el agua’ 300 Franziska Gesine Brede <?page no="301"?> 2 Esto se invoca, por ejemplo, cuando una de las narradoras de Naturaleza común (2021) se refiere a la naturaleza como un "teatro de operaciones" (19; entre otros) de la guerrilla, o cuando las estructuras percibidas en la naturaleza, tal como el caracol (10) o el manglar (26), se convierten en un tropo de estados mentales o visiones comunales (cf. B R E D E 2025 en preparación). (C H E N / M A C L E O D / N E IMANI S 2013: 3; cf. O P P E R MAN N 2023: 1). Desde luego, son las estéticas acuáticas y sus características de crear ontologías a la vez líquidas, diferenciadoras y potencialmente subversivas las que se analizan a continuación. Como tales, contienen el potencial para una reevaluación categórica de las FARC dentro de la memoria colectiva, no sólo en términos de su relación con el agua como parte del medio ambiente, sino también a través de representaciones del elemento agua. En el marco de un proyecto artístico-social del Instituto Caro y Cuervo, apoyado por el Ministerio de Cultura, se crearon dos antologías con textos narrativos autoficcionales que abordan el conflicto desde la perspectiva de las y los excombatientes de las FARC-EP con un enfoque ambientalista: Naturaleza común (2021) y Agua corriente (2022). Ambos volúmenes persiguen la clara finalidad de crear un diálogo entre el público colombiano y los narradores y narradoras con la ayuda de sus recuerdos personales. Las representaciones de la naturaleza, dominadas por el agua, no sólo constituyen el objeto temático, sino que también se convierten en el medio real de comunicación. De este modo, conforman estructuralmente el resultado de este diálogo, que consiste, entre otras cosas, en la utopía de una futura protección de los espacios acuáticos y naturales. El primer volumen prioriza a la función de los territorios para ‘dar lugar’ a la elaboración de procesos memorísticos, permitiendo de localizar las experiencias del sujeto enunciador en el campo semántico de una naturaleza referenciable, dominable y entendible, 2 no se encuentra tal efecto estabilizador en los “relatos de no ficción” de la segunda antología Agua corriente. Así, los textos pertenecientes a esta obra dan testimonio de unas particularidades antropológicas de los espacios acuáticos que se revelan justamente gracias al acercamiento autoficcional a la vida con el agua y sus cualidades semánticas en términos de una narrativa de la memoria de la lucha armada. La decisión editorial de que los relatos se concentren en los paisajes debe contextualizarse dentro de unas políticas culturales, en el marco de las cuales Humberto de la Calle —negociador en jefe del gobierno colombiano — atribuyó un nuevo rol al “arte, la literatura, la palabra” ( D E LA C AL L E 2014) con el fin de “intensificar” la confrontación entre la memoria del conflicto armado y la idea de una búsqueda de la paz activa consiguiente con los demás discursos. Aparte de la importancia de la narrativa factual para encontrar, divulgar, hacer Narrativas del agua en los testimonios de ex miembros de las FARC-EP 301 <?page no="302"?> 3 Esta temática fue solo introducida en el testimonio gracias al caso colombiano. Véase referencia a la primera nota al pie. aceptable e incluso sanadora la ‘verdad’ de lo pasado, conocida a través del género testimonial, se subraya también el lado literario de la narrativa, que debería dar lugar a “la leyenda, la exageración, el mito. El mito […], el heroismo” puesto que “[e]l arte toma fragmentos de realidad y los va llevando hacia la versión mítica del conflicto” ( D E LA C AL L E 2014), contribuyendo así a “un reservorio de memorias que será muy útil”. “Terminado el conflicto, la lucha se moverá hacia otras esferas […], y una de ellas […] será la lucha por la narrativa. Es más, puede decirse que esa será la batalla final” ( D E LA C AL L E cit. en E S T R ADA et al. 2024: 15). Por ello, no es de extrañar el apoyo del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación y del Instituto Caro y Cuervo —que se desempeña también como una universidad pública, específicamente de su Maestría en Escritura Creativa—, a los esfuerzos de exponer lo experimentado por los ex miembros FARC. Por consiguiente, la finalidad “para la reconciliación” que tienen las antologías publicadas, explicitada además en el subtítulo de ambas, es un tema que requiere ser abordado seriamente. La importancia de los relatos testimoniales, factuales y referenciales se observa en América Latina desde los años setenta. La funcionalidad poderosa de los testimonios se ha hecho evidente en diversos contextos de la memoria colectiva, empezando por la revalorización de la liberación de la esclavitud, pasando por la visibilización de personas desaparecidas y otras víctimas de violencias estatales, hasta el alzamiento de la voz por la causa de las mujeres suprimidas y asesinadas (cf. A C E D O 2017; P IZA R R O 2017; B E V E R L E Y 2004; entre otros). En estos contextos, los testimonios siguen cobrando eficacia social a través de la perspectiva que representan, sin pertenecer al género polifónico clásico de la novela, pero influyendo los criterios de narratividad de base. El punto de vista de las FARC-EP debe considerarse como una perspectiva marginada por razones no solo políticas, debido a su lejanía de los discursos oficiales e institucionales (G ÓM E Z Z ÚÑI G A 2018: 3) sino también geográficamente periféricas (cf. P R ADA 2021). En cuanto a la relación hacia la naturaleza, 3 sin embargo, se verá una situación fundamentalmente ambigua (G ÓM E Z Z ÚÑI G A 2018: 3), debido al hecho de que dentro del discurso público fue o es el conflicto armado, y sobre todo la guerrilla, la que produjo los detrimentos de la naturaleza en un primer tiempo. Y es compleja puesto que, si bien el narcotráfico, la minería ilegal, las voladuras de oleoductos, las explosiones de minas antipersona, por solo citar algunos ejemplos, fueron métodos de guerra que, sin ser exclusivos de la guerrilla, fueron de igual 302 Franziska Gesine Brede <?page no="303"?> 4 Véase R U I Z S E R N A (2017), que plantea esta cuestión y, por tanto, una personificación fundamental de la naturaleza en el sentido de una agencia negativa, es decir, con un matiz de víctima. modo atribuibles a esta, también es cierto que la preservación y/ o conservación de especies animales y vegetales, así como de fuentes hídricas, es el resultado de políticas territoriales y ambientales impulsadas por sus altos mandos. (E S T R A D A et al., 2024: 17; cf. G ÓM E Z Z ÚÑI G A , 2018: 106-108) En cambio, Juan Álvarez subraya en el prólogo, llevando a cabo su función de editor, la importancia que según él tienen las visiones de la naturaleza de las y los que vivían en ella durante mucho tiempo, pues permiten intercambiar ideas y encontrar algo “común” (2002: 6). Desde el principio comprendimos, y así lo propusimos, que teníamos la oportunidad de ofrecer a la ciudadanía algo más que la constatación necesaria de los daños que ha dejado la guerra, incluyendo los daños a la naturaleza por los que algunos la consideran víctima. 4 Teníamos la oportunidad de ofrecer, sobre todo a las personas más jóvenes, un conjunto de relatos que no serían solo la afirmación de las diferencias con los excombatientes, el morbo o la compasión frente a la tragedia ajena, sino un instrumento de intercambio entre quienes demuestran la gran preocupación generacional por el ambiente al límite, y quienes hicieron su vida y formaron sus habilidades en las ‘montañas de Colombia’. Los excombatientes son testigos de excepción del latido de esas montañas, y fue a partir de allí que imaginamos el diálogo improbable y la convergencia en torno a lo común. (Á L V A R E Z 2022: 6) El editor conduce aquí a una concepción posthumana de la naturaleza, que in‐ voca explícitamente con nuevas perspectivas sobre la naturaleza como “víctima” y “testigo”. Éstas se han hecho cada vez más evidentes en el discurso jurídico colombiano desde que cuatro ríos fueron declarados sujetos de derecho, lo que tiene consecuencias de gran alcance para una “ontología política” (R U IZ -S E R NA 2017) del medio ambiente, algunas de las cuales se extienden más allá de Colombia. Sin embargo cabe destacar que Álvarez desplaza la visión de la naturaleza como “testigo”, que también ha surgido recientemente en Colombia a partir de nuevas teorías del giro ambiental inspiradas en ella, de nuevo hacia los humanos, de modo que ahora no es la naturaleza misma, sino los excombatientes quienes son esos testigos. De este modo, exonera retóricamente los relatos para los lectores y las lectoras al elevar a los y las excombatientes a voces valiosas, sin las cuales la naturaleza no tendría voz propia ni el medio ambiente expresión a nivel público. Narrativas del agua en los testimonios de ex miembros de las FARC-EP 303 <?page no="304"?> A continuación, nos detenemos en tres relatos de Agua corriente, en los que se condensan aspectos de la dimensión antropológica de la vida sobre y con el agua. En particular, aquellos que ilustran dónde la diferencia conceptual entre naturaleza y cultura puede reforzarse o hacerse porosa o, incluso, líquida por medio de experiencias acuáticas. “Río moribundo” (Carabalí 2022): las aguas sumergidas de la sociedad colombiana En el primer relato aquí tratado, “Río moribundo” de Elkin Carabalí, se hace evidente una crítica a la actitud explotadora y hostil hacia la naturaleza, que se incorpora en el escenario urbano de la situación del Río San Francisco en Bogotá. En las pocas oportunidades que sale a la superficie, ya que es subterráneo, se le ve contaminado y lleno de basura. Hago un recorrido mental por el río moribundo y lo imagino atrapado, canalizado y contaminado como otros ríos de la ciudad. […] Observo este río y su recorrido y pienso, en contraste, en la cuenca del río Catatumbo, con sus aguas cristalinas y llenas de vida. Me interesa el río, sus recorridos, la historia propia y colectiva que se va escribiendo con cada paso y cada huella de quienes transitamos sus cuencas. Para contar mi historia, yo tengo que hablar de los ríos y de las interacciones que vivimos en ellos. (C A R A B A L Í 2022: 28) Vemos que el sujeto enunciador —que demuestra con plenitud de detalles que conoce bien la ciudad— libera al río mentalmente para servirse de sus “aguas cristalinas” como una lente que le ayuda a mirar de cerca los problemas sociales actuales, concentrados en la capital colombiana. Lo cual logra al compararlo con otras afluentes y uniéndolo, posteriormente, con todos los ríos mencionados en un cuerpo colectivo de agua transparente. Así llega a integrar esta cualidad material con el propio relato. Solo después de haber reconstruido la historia fluvial común, puede iniciar su testimonio sobre su vida con la guerrilla. Su identificación con una entidad fluida tan grande y sumergida/ subterránea pero omnipresente, extiende la gama de significados de su biografía individual. Aprendemos que tuvo que aprender a respetar a la fuerza de los ríos debido a que una vez casi se ahoga. Después de esta experiencia, fue la naturaleza quien lo acompañaba —prácticamente como una persona— a lo largo de su vida en la guerrilla. […] los guerrilleros éramos como los caracoles, porque siempre llevábamos la casa en la espalda. Nuestro techo era el cielo y así vivíamos. Esa es la experiencia de lo fluido que representábamos, nuestra marcha era como el recorrido de un río. Pero, al mismo 304 Franziska Gesine Brede <?page no="305"?> tiempo, estábamos sujetos a una organización y estábamos limitados a pertenecer solo a ese grupo y a esa experiencia. (C A R A B A L Í 2022: 29) En los últimos párrafos de su relato se corrobora su pretensión de desarrollar una metáfora colectiva a través de los cuerpos de agua. […] pienso que Colombia se me parece a un río muy grande, un río muy bonito que, como todo río, tiene un punto en el que desemboca: un mar abierto, limpio y nítido. Pero Colombia es también un río con profundas heridas causadas por años de contaminación; años de recibir en sus cauces la mala administración de los desechos, la tala de los bosques, la falta de cuidado y la destrucción de su vegetación. Es un río herido por años y años de dinamita detonada para alimentar los intereses económicos de unos pocos. Por eso hablo del río moribundo. (C A R A B A L Í 2022: 30) Comunica su gran preocupación por el país o más bien por la sociedad traumati‐ zada que, sin embargo, sigue avanzando dada su consistencia líquida semejante a la del río. Incluso, traza un destino claro y bonito para ella: el mar que es “abierto, limpio y nítido” y, sorprendentemente, no está amenazado por la globalización. Cierto, en la sociedad siempre existen “unos pocos” que destruyen el medio ambiente con “dinamita”. No obstante, llama la atención que el narrador no nombra a ningún culpable en particular, con lo cual generaliza la violencia como un problema común que no tiene responsables particulares. En la situación subterránea del río, el narrador realiza una perspectiva submergida en el sentido de Gómez-Barris (2017: cap. 1). La integración de la dimensión metadiegética —sumada al ámbito espacial, cotidiano, sociológico y concreto— hace de este elemento marco el punto de partida de una descripción de las consecuencias interrelacionadas del extractivismo en Colombia e incluso en América Latina. En este contexto, el narrador se posiciona claramente en favor de la conservación del medio ambiente. En mi experiencia en la guerra, a pesar de todo, intentaba beneficiar a los ríos y trataba de cuidar la naturaleza. Este río sucio, río citadino, río moribundo, me hace pensar en las aguas limpias que quedaron atrás y en la oportunidad que hay para mejorar entre todos: a partir de la historia subterránea, esa que no se cuenta en los libros oficiales, quizás nos escuchen acerca de lo que significa este contexto de reincorporación. El punto de partida del río subterráneo que atraviesa Bogotá es también el punto de partida de mis reflexiones. Todo lo que he vivido, así como el río subterráneo, tiene un destino, y en cada paso que he dado no he logrado dimensionar en dónde voy a desemboca. (C A R A B A L Í 2022: 30) Finalmente, se hace patente el deseo de “reincorporación” pacífica, que en última instancia también parece otra capa de identificación con esas aguas sucias y Narrativas del agua en los testimonios de ex miembros de las FARC-EP 305 <?page no="306"?> agonizantes que ahora implican también a las FARC que anhelan reconocimiento político. Aunque sólo cabe suponer que se trata de una admisión latente de culpabilidad, lo cierto es que el uso tanto metafórico como concreto del río, topos colombiano par excellence, conlleva una estética móvil e líquida que alberga grandes esperanzas de reconciliación y reinserción social del lado del narrador. Con el carácter eternamente transitorio del agua, Carabalí recurre, por último, a cualidades oníricas y arquetípicas del agua (B A C H E LA R D 1942: 52, 134) que, ahora, disolviendo la materialidad asumida del río escondido en la oscuridad, promete una renovación en realidad mental y no físicamente depurificadora que prepara al sujeto para la vuelta al mundo de la superficie. La liquidación del paisaje urbano, o más bien su descripción desde abajo, desde sus fuentes, desde lo que una vez lo constituyó y alimentó, prepara así una reestructuración social que exige la reinserción del elemento acuático. El hecho de que las entidades de agua conceptualmente juntadas por Carabalí procedan de lugares tan diversos como la ciudad, la montaña y el mar demuestra hasta qué punto su visión se encuentra todavía en la fase utópica. “El agua por debajo tiene menos fuerza” (García 2022): convivir con el elemento no humano La voz narrativa de “El agua por debajo tiene menos fuerza”, relato escrito por Carolina García, se caracteriza inicialmente por una mirada científica, fascinada por los fenómenos naturales, así como en la cantidad de relámpagos que se ven en el Catacumbo, donde pasó su infancia y entró en la FARC. De igual manera, se observa que a la narradora le interesan las aventuras en la naturaleza y, especialmente, en el agua. Esto le confiere un lado apasionado y hasta romántico. Recordando los 15 años que pasó con las FARC, quienes se organizaban de una forma estrictamente jerárquica y de acuerdo con las necesidades de la guerra, se cierne sobre ella la vaga sospecha de que se podría haber perdido una vida más fácil. Aunque la vida casi nómada de los grupos guerrilleros se caracteriza por una gran movilidad, que se adapta a la sed de aventura de la narradora, el superior prohíbe los baños en los cuerpos de agua después de la muerte accidental de un no nadador. Esto supone un enorme contratiempo para la narradora, quien es una nadadora muy experimentada. Fue sin duda la tarea que más disfruté: les enseñaba a pasar un río siguiendo la dirección del agua. Si era corrientoso corrientoso, o un chorro, era mejor pasarlo consumido (lo más abajo posible), porque el agua por debajo tiene menos fuerza. Había que manejar el estrés y conservar la calma. Esas técnicas nos ayudaron a superar obstáculos, siempre conservando el respeto por el agua. También teníamos en cuenta 306 Franziska Gesine Brede <?page no="307"?> que, si necesitábamos salir en un lugar preciso, convenía tirarse a pasar unos metros más arriba, nadar fuerte hasta más de la mitad del chorro y dejarse llevar un poco por el agua y terminar de pasar hasta donde necesitábamos salir. Eran técnicas sencillas, pero si no las sabíamos o no las poníamos en práctica, podía haber inconvenientes. (G A R C Í A 2022: 25) También demuestra sus habilidades especiales cuando tiene que cruzar un río de noche en aguas muy altas para recuperar un serum que salvará la vida de un joven mordido por una serpiente: Al día siguiente todos hablaban de mi “acción heroica”, pero el jefe me llamó y luego de decirme que el enfermo se recuperaba muy bien, me dijo que debía ser más prudente y tener más cuidado con el agua, porque a pesar de ser buena nadadora debía conservar cierto respeto por la naturaleza si no quería ahogarme un día. Eso me llevó a reflexionar, pues ya no era la niña que jugaba lleva, ahora era una mujer con responsabilidades y aprendizajes de la vida, una mujer que debía salvar vidas, pero antes que cualquier otra cosa, tratar de salvar la mía propia. Hoy tengo tantos recuerdos maravillosos, aventuras que enriquecen mi vida y la visión que tengo del mundo como signataria del Acuerdo de paz con el Estado colombiano, y con optimismo realista sigo esperando y soñando que el acuerdo se implemente de manera integral para evitar otra fase de violencia y más dolor en la familia colombiana. (G A R C Í A 2022: 26) En esta narración, que abarca casi toda una biografía, queda claro el impres‐ cindible proceso de maduración que experimenta la narradora en las FARC. Mientras otros se ahogan en aguas desconocidas, ella se siente orgullosa de poder controlar su sed de aventura. De este modo, la narradora parece simbolizar cómo ha interiorizado las cualidades del agua, que inicialmente le sirvieron para identificar la lucha revolucionaria con la cualidad exuberante y desbordante del agua (C H E N / M A C L E O D / N E IMANI S 2013: 10, 15), pero que ha domesticado tanto personal como narrativamente, mientras que el río nunca se dejará delimitar linealmente (B LA C KM O R E / G ÓM E Z 2020: 1-2). Gracias a las experiencias de una vida en el borde de muchos cuerpos de agua peligrosos, la mirada retrospectiva de su paso por la guerrilla se convierte en un acontecimiento socialmente constructivo, a pesar del comportamiento autoritario, que hace aparecer a las FARC como una “comunidad de agua” (B LA C KM O R E 2023) que respeta sus fuerzas y las limitaciones del ser humano. A través de sus propias experiencias y de la transmisión didáctica de sus conocimientos, la narradora ha asimilado las propiedades del elemento no humano del agua; las trata casi como a su propio cuerpo. Así, la oposición entre naturaleza y cultura se disuelve, aun cuando la violencia de la vida en las FARC persiste en la presencia constante de la Narrativas del agua en los testimonios de ex miembros de las FARC-EP 307 <?page no="308"?> muerte. Sin embargo, conviene recordar que también fueron las FARC quienes arrojaron cadáveres a los ríos. En este contexto, es éticamente delicado que es la metáfora del agua la que permite subvertir la frontera entre la vida y la muerte. Ahora bien, destaca que es una voz femenina la que se empodera de la fuerza vital del agua y la sitúa en el contexto de la medicina y la supervivencia (C H E N / M A C L E O D / N E IMANI S 2013: 11-13). “Todo es agua” (Bolívar 2022): la materia onírica de la memoria El texto “Todo es agua” de Manuel Bolívar, el primer relato y probablemente el más emociante del volumen, se alimenta de una unidad entre el narrador y la naturaleza. Ésta se basa en una memoria sensual que puede ser contada gracias a la medialidad que la materia acuática proporciona a los afectos recordados (B A C H E LA R D 1942). Voy a contarles cómo el agua y sus formas me acompañaron en el nacimiento y la muerte de un amor que se fundió en mi cuerpo y en mi mente como el cauce de una quebrada cuando baja rumorosa y se hunde en el discurrir de un río encañonado. Es un relato de mi vida y de su vida, que un día fueron y que ahora ya no son; sin ellas, sin la suya y sin la mía, mi vida ahora no sería; es porque fueron juntas, una sola vida, abrazada y apretada como aquella madrugada en que la recuerdo dormida junto a mí, bajo la luz de la luna llena, que hoy vivo esta vida que es también su vida. Bajamos juntos, caminando y conversando, hacia el paso de un pequeño caño que mojaba el camino con sus aguas cristalinas. Al llegar, a una orilla, sentada en las piedras del camino, una joven guerrillera, con fusil terciado, el pelo largo, negro y ondulante sobre los hombros, tomaba tragos refrescantes de agua. No pude dejar de mirarla. Ella levantó su vista y me sorprendió observándola. Sus ojos hermosos se clavaron en los míos. Fue inmediato. (B O L Í V A R 2022: 8) Los líquidos corporales juegan un papel esencial en ese enamoramiento. Des‐ pués de haberla observado tomando agua —donde también participa la saliva— y luego de ver también las gotas de sudor que corren el cuello de ella, ambos dan rienda suelta a sus sentimientos: disfrutan de la naturaleza bañándose en los caños y haciendo el amor. Ya estaba en el río bañándome cuando ella regresó. Se quitó el uniforme y, en ropa interior, hundiendo sus pies en el agua, se me acercó y me miró como cada vez que, sin palabras, me decía que me quería y yo sentía el rumor del viento en mis brazos a su alrededor. Nos besamos abrazados, sintiendo el calor de la tarde y ansiando el frío de la noche. Me senté en una piedra junto al agua y comencé a lavar las botas restregándolas con las medias enjabonadas. Sentí el agua fría caer en mi espalda y de 308 Franziska Gesine Brede <?page no="309"?> un salto estremecido me volteé a verla. Ella, a carcajadas, me miraba y no paraba de reírse. Me lancé y, tomándola del brazo, la empujé en una poceta del río y echándomele encima nos pusimos a jugar. (B O L Í V A R 2022: 10) El paisaje recuerda a los topoi paradisíacos de la selva. No sólo el lugar del baño parece un remoto locus amoenus donde el tiempo se suspende brevemente, aunque los elementos militares, como los uniformes, no sean en absoluto invisibles. Pero Leidy —una vez más marcada como mujer por el anglicismo que guarda su nombre— también se presenta como un maravilloso estereotipo de la vida en la selva, demasiado familiar en la poesía amazónica, llamada así por supuestas guerrilleras-amazonas. Sin embargo, a los pocos meses ella fallece en un ataque, lo cual se anuncia ya desde el principio del relato, que establece un orden extraordinario de los eventos y un tono impregnado por una nostalgia que va más allá de la vida dentro de la guerrilla. El momento de la escritura sucede 15 años después al hecho, pero el narrador —muy presente en su personalidad extradiegética— todavía sufre la pérdida: Ella está en todo lugar y en todo momento. Ella es río, quebrada, gotas de rocío, lluvia tormentosa o hilos delgados; Ella es niebla, copos de nieve o templado hielo; es brisa húmeda en el rostro; es suave, fría o cálida caricia bajando por la espalda […]. (B O L Í V A R 2022: 11) El narrador intenta superarlo con una meticulosa reconstrucción de las horas del día que forman una ruptura brusca con los líquidos asociados a la enamorada. En su memoria son precisamente los elementos acuáticos aquellos que transportan el cuerpo de la difunta a su presencia mental y luego narrativa. Lo que llama la atención es, además, que ella atraviesa los diferentes estados de la materia acuática. Esto hace pensar en la montaña, mencionada en el prólogo de Álvarez, como lugar tradicional de la guerrilla, que también se retoma en el relato de Carabalí, estudiado anteriormente: Como el río que baja del cerro de Monserrate, nosotros también bajamos de la montaña, y así como el río trae noticias nosotros también traemos buenas noticias del monte. Traemos noticias frescas. No es posible que se ensucie o se enturbie la memoria de la historia no contada de este territorio. (C A R A B A L Í 2022: 30) El narrador de Bolívar, sin embargo, se queda en el valle, llorando otra vez “un río” como antes cuando empapaban las hojas del cuaderno. Narrativas del agua en los testimonios de ex miembros de las FARC-EP 309 <?page no="310"?> Tal vez un mar podría contener mis lágrimas, o quizás mil lagunas de páramo alto. Lo cierto es que hoy escribo estas letras y se me escurren entre los dedos y pienso en ellas como los hilos acuosos que riegan la tierra fértil que ha de cosechar nuevos frutos, nuevos sueños de amor y de dolor. El agua, estas lágrimas mías, hoy también son todo. (B O L Í V A R 2022: 11) A pesar de la calidad táctil de las letras y del papel, el sujeto enunciador se refiere repetidamente a sus lágrimas. Éstas son así, al menos en este párrafo, evaluadas como una expresión mejor que la del medio lingüístico. No obstante, la conexión mencionada entre los diferentes estados del agua que parece servir de tropo para las etapas de la memoria queda y quedará presente. A modo de conclusión: ¿memoria y categorías líquidas? La liquidificación de las categorías se lleva a cabo con ayuda de las propiedades de la materialidad del agua, sobre todo en referencia a la muerte y la fugacidad. Aunque estas figuras ya se conocen desde el contexto de la globalización, el nomadismo o los flujos de datos, como han planteado teóricos de la modernidad como Bauman (2000), el carácter flexible y transitorio de las ontologías acuáticas tal como se desarrollan en Agua corriente se muestran como rasgo distintivo si volvemos a otro ejemplo pertinente de Naturaleza común, recordemos, el primer volumen de la serie. En el cuento “La espiral del caracol” (C A R D O S O 2021) se presenta una materia‐ lidad diferente a la de Agua corriente que se caracteriza por su lentitud y, por fin, también por su relacionalidad. Mi nombre de guerra era Betty y el que me puso mi mamá es Pabliny. Para no olvidar el tránsito, yo llevaba un cuaderno en el que iba escribiendo todo lo que me iba pasando. No olvido que, a los veinte días de haber llegado, Gato me regaló una libreta que al poco tiempo se me ahogó. Más se demoró el río en llevársela que yo en buscar otra, porque de uno u otro modo, yo siempre encontré la forma de pasar al papel mis pensamientos. […] Pero lo que yo cargaba en esos cuadernos no era mi memoria, sino mi corazón, que es otra forma de volver hacia atrás y hacia adelante. Recuerdo que muchas veces tuve que escribir a escondidas en hojas que iba guardando en bolsas para que no se mojaran cuando pasaba por los ríos y las quebradas. Incluso, le había sacado un bolsillo nuevo a la maleta para que, en las revisiones que nos hacían, no encontraran nada. […] Cada hoja era una impresión, un paisaje inacabado en mis ojos que sobrevivía en mi mano, escribiéndolo, comentándolo, de suerte que el cuaderno tiene en cada hoja un título distinto: Tatiana, los besos, las nubes, entre ramas, nombres de flores, 310 Franziska Gesine Brede <?page no="311"?> frailejón. La lucha también la libré adentro. A solas conmigo. Siento la brisa que baja desde el monte y pienso que también soy esa llovizna que me limpia la cara, soy este AK-47 al que me aferro sin fuerza, porque han pasado los años y también estoy del otro lado del fuego, pero también estoy aquí. Soy un árbol, que aparentemente no se mueve pero va contando su historia tranquila debajo del suelo. (C A R D O S O 2021: 11-12) En este relato, a diferencia de los anteriores, se hacen evidentes los elementos territorializadores y estabilizadores de la memoria: los recuerdos escritos por la narradora, que permiten saltar hacia adelante y atrás en el tiempo e, incluso, le permiten lograr una identificación con la tierra. La naturaleza y el agua en cambio ganan porosidad para dejar pasar al ser humano por sus membranas (cf. C H E N / M A C L E O D / N E IMANI S 2013: 11), aunque no se trate exactamente de un intercambio sino de un refugio que las personas buscan en los espacios acuáticos. Por lo tanto, se introduce también una discontinuidad ya que, a diferencia de la mirada racionalista sobre la naturaleza, estos relatos no trazan líneas divisoras entre humanidad, animales, paisaje y sobre todo, el río, como lugar central de las actividades de la vida cotidiana. “Liquidity and fluidity are […] also figures of thought for thinking beyond conventional and dominant epistemologies and aesthetics” (B LA C KM O R E 2023: 421). Como vimos, las perspectivas de las y los excombatientes son un desafío para la pregunta de su actitud hacia la naturaleza y la vida. Mientras que los relatos dan testimonio de una vida espiritualizada por la convivencia con lo no humano, persiste una ambivalencia constitutiva entre una posición protectora y una guerrera hacia sobre todo las categorías éticas la vida humana más allá de las lógicas militares. Las corrientes enterradas de la memoria, cuyas poderosa imagenería se ejemplifica en este artículo, podrían convertirse a su vez en una fuente importante de formas nuevas y permeables de comunicación con la naturaleza y con una sociedad orientada a la paz, siempre que se protejan. Bibliografía A C E D O A L O N S O , Noemí (2017), “El género testimonio en Latinoamérica: aproximaciones críticas en busca de su definición, genealogía y taxonomía”, en Latinoamérica. Revista de estudios Latinoamericanos, 64, 39-69. DOI 10.22201/ cialc.24486914e.2017.64.56863. Á L V A R E Z , Juan (Ed.) (2022), Agua corriente. Relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación. Bogotá: Ministerio de Cultura/ Instituto Caro y Cuervo. Á L V A R E Z , Juan (Ed.) (2021), Naturaleza común. Relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación. Bogotá: Ministerio de Cultura/ Instituto Caro y Cuervo. B A C H E L A R D , Gaston (1942), Water and Dreams: An Essay on the Imagination of Matter. 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[Tesis Doctoral (no publicada). Departamento de Literatura Española e Hispanoamericana] Universidad de Salamanca. Narrativas del agua en los testimonios de ex miembros de las FARC-EP 313 <?page no="315"?> Biografías de los autores Patricia Ariza es fundadora junto a Santiago García del Teatro La Candelaria y directora de la CCT, es una artista plástica, poetisa, dramaturga, actriz y activista colombiana. Se desempeñó como ministra de la Cultura en el gobierno de Gustavo Petro. Sobrevivió al genocidio de la Unión Patriótica. Fue por muy largos años miembro del Partido Comunista colombiano, y después militante activa de la Unión Patriótica. Es fundadora de la Casa de la Cultura, hoy Teatro de La Candelaria, junto a su compañero, el director teatral Santiago García, y fundadora de la Corporación colombiana de teatro. Dirige dos de las más importantes festivales de Colombia, el Alternativo y Mujeres en escena por la paz. Martha Nubia Bello es trabajadora social e investigadora especializada en el conflicto interno de la Universidad Nacional de Colombia. Fue investigadora del Grupo de Memoria histórica que luego se convirtió en Centro Nacional de Memoria Histórica (2011) desde el año 2007 hasta el 2018, colaborando en distintos informes destacándose su coordinación del informe ¡Basta ya! Colombia: memorias de guerra y dignidad y su liderazgo por el Museo Nacional de la Memoria que aún se encuentra en construcción generando reflexiones sobre la dignidad de las víctimas del conflicto armado colombiano sus traumas, daños y duelo, planteando desde allí la reconstrucción de la memoria desde las víctimas como elemento clave en el abordaje psicosocial. Durante 11 años de trabajo en el Centro Nacional de Memoria Histórica lideró la línea de investigación sobre los impactos psicosociales del conflicto, generando reflexiones sobre la dignidad de las víctimas del conflicto armado colombiano sus traumas, daños y duelo, planteando desde allí la reconstrucción de la memoria desde las víctimas como elemento clave en el abordaje psicosocial. Actualmente es asesora de la Jurisdicción especial para la paz ( JEP). Franziska Gesine Brede es investigadora postdoctoral en la Universidad Goethe de Frankfurt, de donde es doctora en literatura latinoamericana sobre ‘Historia(s) buscada(s)’. Narrativas de los ‘niños desaparecidos’ en el discurso político y la novela de la posdictadura argentina. En el marco del proyecto Trans.Arch. Archivos en transición (EU-MSCA Horizon 2020), realiza regular‐ mente estancias de docencia en Colombia (PUJ), Perú (PUCP) y Argentina (UNL, UNTREF), trabajando sobre la influencia del giro forense en la narrativa <?page no="316"?> actual y los ríos en la literatura colombiana en tanto que archivo paisajístico. En su proyecto de segundo libro, compara representaciones del ‘mar libre’ en relatos de piratería franco-españoles (ss. XVI-XVII) en el contexto del debate sobre el derecho internacional marítimo temprano. Además, es miembro de las redes de investigación DFG Voices & Agencies: America and the Atlantic, 1600-1865 (Universidades Duisburgo Essen & Hanóver) y En los márgenes de la modernidad. Concepciones convergentes del sujeto entre la pre y la pos‐ modernidad (Universidad Heidelberg). Publicaciones recientes: “Kannibalismus im Zeichen des ‘gerechten Krieges’: Zur textuellen Einverleibung indigener Anthropophagie inPiratenerzählungen des 17. Jahrhunderts”, en S T E P HANI E B É ‐ R E IZIAT -L AN G (Ed.), Kannibalismus und Eucharistie. Frühneuzeitliche Figurationen des Einverleibens in den romanischen Literaturen. Materiale Textkulturen 41. De Gruyter 2024; y el volumen editado (con Roland Spiller), Archivos en transición. Memorias colectivas y usos subalternos, Narr 2023. Francesca Casafina es investigadora postdoctoral en la Università Roma Tre y profesora contratada de Historia de las Américas en la Universidad de Florencia. Es autora de la monografía La memoria vivida. Corpi, genere e violenza in Colombia (2021) y junto con Bruna Bianchi ha editado la antología Oltre i confini. Ecologia e pacifismo nella riflessione e nell'attivismo femminista (2021). Es socia de la Società Italiana delle Storiche (SIS), de la Società Italiana di Storia Internazionale (SISI) y de la Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos (AHILA). Desde 2021 hace parte del Proyecto Marie Skłodowska-Curie Actions/ Horizon 2020 Archives in Transition: Collective Memories and Subaltern Uses. Sus líneas de investigación abarcan la historia de los derechos humanos en América Latina y en Colombia; la relación entre historia y memoria; la historia de género y los feminismos; el exilio y las redes de solidaridad. Entre sus publicaciones más recientes: Entre solidaridad revolucionaria y derechos humanos. El Comité de Solidaridad con los Presos Políticos (CSPP) en Colombia (en I. Frasquet, J. Escrig, I. Verdú, N. Soriano (Eds.), Las raíces de América. Historias y memorias, 2024); Pace ed ecologia da una prospettiva femminista. Rassegna di temi e ricerche (“DEP. Deportate, Esuli, Profughe”, 2024); Violenza di massa, memoria e percorsi di giustizia. Il caso colombiano della Unión Patriótica alla luce della Sentenza della Corte Interamericana (“Scienza & Politica. Per una storia delle dottrine”, 2023). María Gaitán es la actual directora general del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) de Colombia y asumió el cargo en noviembre 2022. Reciente‐ mente, fue designada como representante del Gobierno nacional para participar en el Espacio de Conversación Sociojurídico con el Clan del Golfo, una estructura 316 Biografías de los autores <?page no="317"?> armada organizada de crimen de alto impacto (EAOCAI) de Colombia. Es arquitecta de la Universidad de Los Andes (Colombia), magíster en Historia y Civilizaciones en la Escuela de Altos Estudios de Ciencias Sociales (Francia) y doctoranda en Estudios Urbanos en la Université Lumière Lyon 2 (Francia). Ha complementado su formación con estudios en artes gráficas y visuales en Francia, India y Colombia. Ha sido una figura cercana al proceso histórico y político de Colombia dado su parentesco con el líder popular Jorge Eliécer Gaitán, y desde 1997 ha investigado el origen del conflicto y las violaciones a los DD. HH. en Colombia desde la voz de las víctimas. Producto de ello ha realizado documentales como ¡Gaitán sí, Otro no! (1998), 9 de Abril 1948 (2001), Genocidio al Movimiento Gaitanista (2009), entre otros. Durante el mandato de la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad (CEV), participó en la organización del Archivo Gaitán, compuesto por más de 30 000 folios, y realizó el Informe Orígenes del conflicto armado interno en Colombia, como aporte al esclarecimiento de la verdad. Bajo su dirección, el CNMH ha avanzado en la construcción de informes sobre el paramilitarismo en Colombia y además actores del conflicto armado; además, se dio inicio a investigaciones tales como Naturaleza y territorio, víctimas del conflicto, El estallido social en Colombia 2019-2021 y otras relacionadas con las poblaciones afectadas y sus formas de resistencia. Por último, implementó el despliegue territorial de la entidad para hacer visible “Todas las memorias todas”, y fortalecer los lugares de memoria y la resistencia de las víctimas. Tiene a su cargo la puesta en marcha del Museo Nacional de Memoria Histórica de Colombia. Karen Genschow es doctora y docente de literatura latinoamericana y francó‐ fona en la Universidad Goethe de Fráncfort. Sus áreas de investigación son la literatura, el cine y la cultura popular (cómic, teleseries) del Cono Sur y del Caribe en los siglos XX y XXI desde las perspectivas de género y de los estudios de la memoria. Entre sus publicaciones recientes se encuentran: “Haitianos/ as en Santiago de Chile. Representaciones del otro latinoamericano/ chileno/ haitiano‐ como paria en Perro bomba (2019)”, en Itinerarios, 32, 2020; “‘Les femmes couleur de nuit’: (una) genealogía narrativa de subjetividades femeninas afro-franco-ca‐ ribeñas”, en Revista Iberoamericana, LXXXVII(274), enero-marzo 2021, 75-96; “Chemins de l’école - école, langue et décolonialité dans la littérature antillaise”, en Sociocriticism, 35, enero-junio 2021; “A 50 años del golpe en Chile - breve revisión de la producción cultural sobre la dictadura”, Dossier Hispanorama, 182, nov. 2023. Biografías de los autores 317 <?page no="318"?> Adriana González Navarro es curadora editorial y de arte, docente universi‐ taria, bloguera y podcaster. Ha realizado investigaciones independientes sobre estética, literatura y arte contemporáneo. Entre sus publicaciones están: “Fito‐ topías: lugares de agenciamiento político”, en Cuadernos de Literatura (Pontificia Universidad Javeriana, 2023); “Retratos de monjas coronadas muertas: entre la práctica colonial y la obra del maestro Roda”, en Reflexiones sobre historia y teoría del arte (Universidad Jorge Tadeo Lozano, 2015); “La continuidad en El delirio de las monjas muertas”, en la revista Calle 14, 7(9), (2012), y Réquiem por el sistema (Premio de Periodismo y Crítica para las Artes, Idartes-Ceper, 2012). Lucía González es excomisonada de la Comisión para el esclarecimiento de la verdad de Colombia. Arquitecta, exdirectora del Museo Casa de la Memoria de Medellín. Tiene amplia experiencia en la formulación de proyectos relacionados con la cultura y la transformación social. Ha dirigido entidades culturales y sociales públicas y privadas. Arquitecta, con una amplia experiencia en el campo social y cultural, tanto en el sector privado, en el sector social, como en el público. Ocupó la dirección de entidades culturales como: el Teatro Pablo Tobón Uribe, la Orquesta Filarmónica y el Museo de Antioquia. Ha tenido cargos públicos como el de directora del Departamento Administrativo de Planeación de la Gobernación de Antioquia; directora social de la reconstrucción del Eje Cafetero después del terremoto de 1999 y coordinadora general de Colombia Humanitaria, programa de atención a los efectos de la ola invernal en el 2010. Se ha desempeñado como directora del Museo Casa de La Memoria de Medellín; consejera para la Vida, la Reconciliación y la Convivencia de la Alcaldía de Medellín; directora del Proyecto Equidad en el Centro De Fe y Cultura- Medellín; directora regional de la Unidad Nacional de Víctimas en Antioquia. Trabajó con la oficina del Alto Comisionado construyendo fortalezas para la paz en los territorios y en pedagogía de los Acuerdos de Paz, y en la Secretaría del Consejo Nacional de Paz, entre otros. Ana Guglielmucci es doctora en Antropología (Universidad de Buenos Aires). Profesora de la Escuela de Ciencias Humanas y coordinadora de la Maestría en Conflicto Memoria y Paz de la Universidad del Rosario. Investigadora independiente CONICET, miembro del GT CLACSO Memorias colectivas y prácticas de resistencia. Su investigación se centra en el estudio de procesos de activismo político y políticas públicas en materia de derechos humanos y sitios de memoria en Argentina, Colombia y Chile; el trabajo artístico y las prácticas estéticas en torno a las huellas del conflicto armado en Colombia; y la transmisión intergeneracional de legados difíciles sobre las dictaduras y el conflicto armado en Latinoamérica. https: / / orcid.org/ 0000-0001-7498-264X) 318 Biografías de los autores <?page no="319"?> Gary Huertas es profesional en Estudios Literarios, docente, investigador y gestor educativo y cultural. Su trabajo crítico redunda en la pregunta por la relación entre testimonialidad, imaginación histórica, búsqueda de la justicia y creación de políticas públicas. Su labor pedagógica y de gestión se ha centrado en el diseño de estrategias y planes para la reflexión y producción de redes y saberes en torno al lenguaje y la literatura en contextos diversos de formación de ciudadanías y tejido de redes culturales. Ana Camila Jaramillo Beltrán es socióloga egresada de la Pontificia Uni‐ versidad Javeriana (2019) y cineasta egresada de la Escuela de Cine Black María (2012). Investigadora y realizadora audiovisual. Se ha desempeñado como productora, realizadora y editora conceptual de proyectos audiovisuales y tallerista en proyectos de formación cinematográfica colaborativa, con expe‐ riencia de trabajo con población campesina, víctimas del conflicto armado y con comunidades indígenas y afrocolombianas. Actualmente se desempeña como especialista en comunicación audiovisual del programa Justicia Inclusiva de USAID. Pilar Mendoza es doctora y máster en Sociología en l’École des Hautes Études en Sciences Sociales de París. También es Comunicadora Social y Periodista de la Universidad Central de Colombia. Sus campos de investigación son migración, desplazamiento forzado y estudios sobre paz, conflicto y memoria, desde una perspectiva interdisciplinaria. Algunas publicaciones: “Memorias desde la periferia en Colombia. ¿Un país en transición? ”, en Revue Amérika. Mémoires, identités, territoires, (28), Université de Rennes 2, 2024; “Testimonio y archivo: voces emergentes en la esfera pública colombiana”, en Archivos en transición, memorias colectivas y usos subalternos, Gesine Brede, Roland Spiller, 2023; “Roles y estrategias de la sociedad civil en la construcción de paz“, en Colombia: Memoria histórica, posconflicto y transmigración, Roland Spiller, Thomas Schreijäck et al. (Ed.), en coop. con Pilar Mendoza, 2018; “Vertreibung in Kolumbien: Der Verlust aller Sicherheiten”, en Concilium. Internationale Zeitschrift für Theologie. Menschliche Sicherheit, 54(2), mayo 2018; “Una mirada retrospectiva a la informalidad en Bogotá”, en Politai Revista de Ciencia Política, 6(11), 2015; “Del arte de rebuscar o del nuevo rostro de los trabajadores”, en Revista colombiana de Sociología, 34(2), 2011. Stefan Peters es director académico del Instituto Colombo-Alemán para la Paz (CAPAZ) y catedrático de Relaciones Internacionales y Estudios de Paz en la Justus-Liebig-Universität Gießen (Alemania). Es investigador principal del proyecto de investigación Transformation of Political Violence (TraCe). Realizó estudios en Ciencia Política en las universidades de Marburg (Alemania) y la Biografías de los autores 319 <?page no="320"?> Complutense de Madrid (España) y obtuvo su doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad de Kassel (Alemania). Stefan Peters trabaja en las áreas de Construcción de Paz, Desigualdades Sociales, Educación, Estudios de Memoria, Recursos Naturales y Desarrollo Teoría de Desarrollo y Relaciones Norte-Sur. Ha sido profesor / investigador visitante en varios países como Argentina, Cuba, Ecuador, Puerto Rico y Sudáfrica. Carlos Satizábal es profesor de Escrituras creativas en la Escuela de Cine y TV de la Universidad Nacional de Colombia. Poeta, dramaturgo, escritor y director colombiano. Directivo de la Corporación Colombiana de Teatro CCT y director de Tramaluna teatro. Premio Nacional de Poesía Inédita con su libro La Llama Inclinada. Premio de dramaturgia ciudad de Bogotá con la obra Ellas y La Muerte: sueño de tres poetas. Premio Iberoamericano de dramaturgia -CELCIT 40 añoscon la propuesta literaria para la escena teatral Ensayo del eterno retorno femenino.- Roland Spiller es, desde el 2004, catedrático de literatura latinoamericana y francófona en la Universidad Goethe de Fráncfort del Meno. Sus principales campos de investigación son: las literaturas iberoamericanas de los siglos XIX y XX; literaturas francófonas; cuestiones teóricas en las encrucijadas de crítica cultural y literaria; memoria colectiva, trauma, violencia, transculturalidad y cine documental. Ha publicado numerosos libros, entre ellos: Borges - Buenos Aires: configuraciones de la ciudad del siglo XIX al XXI, Fráncfort/ Madrid: 2014.; Julio Cortázar y Adolfo Bioy Casares: relecturas entrecruzadas, Berlin 2016; con Katarzyna Moszczynska-Dürst y Aránzazu Calderón (Eds.), Extremas. Figuras de la furia y la felicidad en la producción cultural ibérica y latinoamericana del siglo XXI, Berlin 2019; con Kirsten Mahlke y Janett Reinstädler, Trauma y memoria cultural: Hispanoamérica y España, Berlin 2020. Ivonne Suárez Pinzón fue directora del Archivo General de la Nación de Colombia en el momento de la presentación de la ponencia; actualmente profesora titular Universidad Industrial de Santander, Bucaramanga, Colombia. Posdoctora en Historia de la Université de Toulouse Le Mirail, doctora en Historia de la Université de Franche-Comté, Archivista formada en España y Francia, historiadora de la Universidad de Antioquia; Creadora y exdirectora del Archivo Oral de Memoria de las Víctimas (AMOVI-UIS). Autora de varios artículos y libros. 320 Biografías de los autores <?page no="321"?> Tania Camila Triana Cuevas es doctoranda en el Instituto de Lenguas y Literaturas Románicas en la Universidad Goethe de Frankfurt (Alemania). Investigadora de la Línea de Literatura Comparada del Instituto Caro y Cuervo (Colombia). Sus enfoques de investigación son: memoria, posmemoria, desapa‐ rición forzada y violencia en el contexto colombiano. Su trabajo de grado de maestría “Interrogar el desvanecimiento: Una aproximación a las nociones de la desaparición forzada desde diferentes registros narrativos” recibió el reconocimiento de tesis laureada y en el año 2019 recibió el Premio Tesis de pregrado de la Asociación de Colombianistas por su trabajo “Tejiendo los recuerdos de Cristóbal: Indagación de las rupturas en la memoria y en la posmemoria causadas por la desaparición forzada”. Juan Pablo Vera es profesor e investigador asociado del Departamento de Antropología de la Pontificia Universidad Javeriana en Bogotá, Colombia. Su in‐ vestigación se centra en la relación entre derecho y formación del espacio, dere‐ chos humanos, políticas públicas y antropología del estado. Ha publicado sobre temas relacionados con memoria y violencia, espacialidades transicionales, humanitarismo, burocracias y expertos. En la actualidad trabaja temas asociados a conflictos territoriales, modelos de desarrollo, conservación, extractivismo, transiciones y ordenamiento territorial. PhD y Maestría en Antropología de la Universidad de Rutgers y Maestría en Derecho de la Universidad de Los Andes. Biografías de los autores 321 <?page no="322"?> Frankfurter Studien zur Iberoromania und Frankophonie herausgegeben von Roland Spiller Bisher sind erschienen: 1 Yvette Sánchez, Roland Spiller (Hrsg.) Poéticas del fracaso 2009, 272 Seiten €[D] 68,- ISBN 978-3-8233-6464-1 3 Andrea Gremels, Roland Spiller (Hrsg.) Cuba: La revolución revis(it)ada 2010, 282 Seiten €[D] 68,- ISBN 978-3-8233-6617-1 4 Dr. Anne Brüske, Herle-Christin Jessen (Hrsg.) Dialogues transculturels dans les Amériques/ Diálogos transculturales en las Américas Nouvelles littératures romanes à Montréal et à New York/ Nuevas literaturas románicas en Montreal y Nueva York 2013, 248 Seiten €[D] 68,- ISBN 978-3-8233-6780-2 5 Andrea Gremels Kubanische Gegenwartsliteratur in Paris zwischen Exil und Transkulturalität 2013, 348 Seiten €[D] 58,- ISBN 978-3-8233-6846-5 6 Delphine Leroy, Marie Leroy (Hrsg.) Histoires d‘écrits, histoires d‘exils Perspectives croisées sur les Écritures en migration(s) 2014, 257 Seiten €[D] 58,- ISBN 978-3-8233-6917-2 7 Miguel Alvarado Borgoño Analogías estéticas y comprensión transcultural latinoamericana El vuelo de la Calandria 2015, 229 Seiten €[D] 58,- ISBN 978-3-8233-6930-1 8 Mirjam Leuzinger (Hrsg.) Jorge Semprún Frontières / Fronteras 2018, 186 Seiten €[D] 68,- ISBN 978-3-8233-8179-2 9 Matei Chihaia (Hrsg.) La violencia como marco interpretativo de la investigación literaria Una mirada pluridisciplinar a la narrativa hispanoamericana contemporánea 2019, 303 Seiten €[D] 78,- ISBN 978-3-8233-8284-3 <?page no="323"?> 10 Jürgen Erfurt, Marie Leroy, Mona Stierwald (Hrsg.) Mehrsprachigkeit und Transkulturalität in frankophonen Räumen: Modelle, Prozesse und Praktiken Plurilinguisme et transculturalité dans les espaces francophones : des modèles théoriques à la négociation des pratiques 2022, 321 Seiten €[D] 78,- ISBN 978-3-8233-8581-3 11 Gesine Brede, Roland Spiller (Hrsg.) Archivos en transición Memorias colectivas y usos subalternos 2024, 434 Seiten €[D] 84,- ISBN 978-3-8233-8609-4 12 Pilar Mendoza, Jeff Cedeño Mark, Roland Spiller (Hrsg.) Archivos, entramados y transformaciones polifónicas de la memoria en Colombia 2024, 321 Seiten €[D] 78,- ISBN 978-3-381-12771-9 <?page no="324"?> Frankfurter Studien zur Iberoromania und Frankophonie ISBN 978-3-381-12771-9 En diversos procesos de memoria se ha comprobado el rol decisivo de los archivos a la hora de recuperar experiencias y saberes atravesados por la violencia, de reconstruir relatos e historias individuales y colectivas, y subvertir el modo en que nuestras sociedades piensan la historia y performan su praxis política y vital. Desde esta perspectiva, el Coloquio Archivos, entramados y transformaciones de la memoria en Colombia (Bogotá, agosto 2023) se propuso continuar con la investigación de la polifonía de los relatos y las voces subalternas que han signado la vida de millones de colombianos en las últimas décadas. Este libro reúne las perspectivas abordadas en el coloquio, como una muestra de la pluralidad de archivos y memorias que dignifican a las incontables víctimas del país. Así, se busca entender los archivos como condiciones de posibilidad para búsquedas subjetivas, formaciones comunitarias, significados estéticos y creatividad política, desde diversos entramados discursivos siempre en transformación.