eJournals Vox Romanica 82/1

Vox Romanica
vox
0042-899X
2941-0916
Francke Verlag Tübingen
10.24053/VOX-2023-023
121
2023
821 Kristol De Stefani

Juan De Valdés, Diálogo de la lengua [1535], edición, estudio y notas de Lola Pons Rodríguez, Madrid (Real Academia Española) 2022, 370 p. (Biblioteca Clásica 25)

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2023
Félix Fernández de Castrohttps://orcid.org/0000-0002-0960-5504
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369 DOI 10.24053/ VOX-2023-023 Vox Romanica 82 (2023): 369-372 Besprechungen - Comptes rendus Iberoromania j uan d e v aldés , Diálogo de la lengua [1535], edición, estudio y notas de l ola p ons r o dríGuez , Madrid (Real Academia Española) 2022, 370 p. ( Biblioteca Clásica 25). La publicación del Diálogo de la lengua de Juan de Valdés en la Biblioteca Clásica de la RAE supone su moderna y definitiva inclusión en el canon de nuestras letras. Pero no es lo mismo actualizar el Amadís de Gaula , el Cántico espiritual o La vida es sueño que hacerlo con el desafío al que se ha enfrentado aquí la profesora Pons Rodríguez. En otras obras el lector puede quizás aceptar la elegante propuesta de la colección, según la cual el texto aparece primero, invitándonos a recorrerlo como si estuviéramos libres de todo prejuicio, y su estudio figura a continuación. Yo mismo sucumbí a esta dispositio , y como luego tuve que arrepentirme, ruego que se me permita empezar mi reseña proponiendo una pequeña transgresión: recomiendo encarecidamente al lector que primero disfrute - no hay verbo más apropiado - del estudio de la editora, y solo después se sumerja en la obra que ella nos permite comprender en todas sus dimensiones. Creo que aquí el orden de los factores sí altera, y para bien, el producto. El volumen comprende 370 páginas. El Diálogo abarca las 140 primeras, a las que siguen 100 de estudio, y otras 130 que contienen el aparato crítico, las notas complementarias, la bibliografía, y dos índices finales, uno analítico y otro de refranes. Todo ello presentado con la excelencia en la ortotipografía y la composición que esta colección ha mantenido desde sus orígenes, y que nos sigue regalando pequeños lujos como la consignación en los encabezados impares de la materia tratada en cada sección, por ejemplo. Tal generosidad hacia el lector hace extraña la ausencia, supongo que impuesta por la colección, de remisiones precisas en las citas enhebradas por la editora en su estudio, algo que ayudaría mucho para seguirlo y costaría muy poco añadir. Y, en lo referente a la materialidad del libro, permítasenos hacer votos porque algún día puedan volver los cuadernillos cosidos, confeccionados con un papel menos ácidamente «ecológico» y más perdurable, y, ya puestos a pedir, las cubiertas enteladas que ediciones como estas merecerían. La editora ha dispuesto sus páginas propias en un orden de mayor a menor generalidad. Primero se estudia la vida y la trayectoria intelectual de Valdés; luego, el conjunto de su obra, y a continuación, en dos bloques separados, se analiza el Diálogo en sí mismo. Por un lado, se explora su estructura interna, el juego de los personajes y el marco en que interactúan, y a continuación se dedica un extenso y fundamental apartado al pensamiento lingüístico del autor. Finaliza el estudio la historia textual del Diálogo, con una propuesta de stemma que incorpora la importante novedad del manuscrito V (Biblioteca Serrano Morales, Valencia), el cual, pese a haber sido el seguido por Mayans en la primera publicación de la obra, en 1737, no había reaparecido en ningún estudio posterior. De todo ello resulta el conjunto de criterios utilizados para la fijación de esta edición, que se apoyan tanto en un exhaustivo aparato crítico como en un bloque de 60 páginas de notas 370 DOI 10.24053/ VOX-2023-023 Vox Romanica 82 (2023): 369-372 Besprechungen - Comptes rendus complementarias, desarrollos de las seleccionadas como esenciales, y que ya habían sido plasmadas en el bloque inicial, a pie de página del texto. Estamos pues ante un trabajo que abarca muchos niveles, enriquecidos todos por la excepcional adecuación de la profesora Pons Rodríguez, debida tanto a su conocimiento del humanismo europeo y español desde el siglo XV, como a su autoridad en ecdótica y en historia de la lengua española, muy especialmente la del periodo en que se compuso esta obra. Dado que no estoy en disposición de evaluar todos estos planos más allá del mero resumen informativo, me conformaré con anotar aquí algunas reflexiones a que me ha inducido su lectura, y que se ciñen a uno solo entre sus muchos elementos constituyentes: el significado del Diálogo en la tradición de la historiografía lingüística occidental, y de la hispánica en particular. El Diálogo de la lengua no es una obra fácil de incorporar a la historia de la literatura. No encaja del todo en ningún género de creación fictiva, y tampoco es un texto doctrinal o sapiencial. En todo caso su temática permitiría considerarlo una obra científica, pero su particular formato y aproximación epistemológica dificultan también esta categorización, al menos desde una perspectiva moderna. El Diálogo corresponde a una tradición de estudios sobre el lenguaje tan antigua como marginada hoy, y necesitamos reajustar nuestro enfoque para entender sus aspiraciones y sus logros. Quizás una clave importante para leer el Diálogo está en recordar lo que no es, algo que la editora desarrolla por extenso en su minucioso análisis del pensamiento lingüístico valdesiano (p. 180-209), y, sobre todo en el fundamental epígrafe «‹Auctoritas› lingüística: Valdés contra Nebrija» (p. 189-92). Porque, tengámoslo muy claro, el Diálogo no es un tratado, no es una «Techné» o un «Ars», en el sentido práctico-descriptivo que había arrancado en la tradición alejandrina, sino, como bien recuerda la profesora Pons, es una obra mayéutica, discursiva. Precisión esta fundamental, porque lo conecta con otra fuente más antigua aún, la del alumbramiento azaroso de la verdad por medio de la confrontación entre pareceres dispares, cuyo inicio es el legado socrático transmitido en la obra de Platón. Por eso el Diálogo se les ha caído siempre de las manos a los mejor intencionados historiadores de nuestra lingüística. Si lo comparamos con el rigor estructural de Nebrija, cuya Gramática se presenta en 1492 con un sumario (y muchos contenidos) que casi podríamos seguir utilizando hoy, la obra de Valdés nos resulta incomprensiblemente acientífica. Pero una de las muchas virtudes de esta edición es la conexión realizada por la profesora Pons entre la obra estudiada y la tradición humanística de la que emana, la cual se inicia con la recuperación de la herencia grecolatina en Occidente. Pues bien, conviene recordar que, en esa línea de lejanos ecos, la más antigua obra dedicada en el mundo clásico a la reflexión sobre el lenguaje no es ningún tratado gramatical, sino uno de los diálogos de Platón, el Cratilo. Valdés no se presenta a sí mismo tan amable como Sócrates, pero es difícil no recordar el debate de este con Hermógenes y Cratilo, tan lleno de intuiciones poderosas como de disparates más o menos desconcertantes, cuando asistimos a la cuidadosa coreografía verbal promovida por este pequeño círculo de amigos napolitanos, Marcio, Coriolano y Pacheco, cuyo interpelado no muestra una arrogante rebeldía frente a cualquier dictamen que no se avenga a su propia y personal preferencia estilística (para bien, y para mal, como vamos 371 DOI 10.24053/ VOX-2023-023 Vox Romanica 82 (2023): 369-372 Besprechungen - Comptes rendus descubriendo gracias a la abnegada dedicación y paciencia mostrada por la editora en sus notas). Hay mucha distancia entre el origen y el fin de esta línea, y no perseguía Sócrates lo mismo en su Cratilo que Valdés en su Diálogo. Pero ello hace más sugerentes aún paralelismos como el de la conclusión del ateniense, «y habrá que contentarse con llegar a este acuerdo: que no es a partir de los nombres, sino que hay que conocer y buscar los seres en sí mismos más que a partir de los nombres» ( Cratilo 439a) y la censura final del manchego hacia quienes «no van acomodando, como dije se debe hacer, las palabras a las cosas, sino las cosas a las palabras» (p. 122). Lo que está en juego para ambos es rescatar la verdad de las cosas, ir más allá de las añagazas de los sofistas o los enredos de la afectación. En todo caso la línea existe, como bien detalla la editora al enmarcar el texto de Valdés en el gusto por el género dialogístico del Quattrocento y del Erasmismo (p. 174-77). Y es inseparable de otra que también viene de muy atrás, y que resulta igualmente necesaria para entender obras metalingüísticas como estas. La visión común actual del lenguaje como una acumulación de paradigmas más o menos ordenados y estructurados no fue la primera ni la única en manejarse. Mucho antes de que los filólogos alejandrinos empezaran a componer sus embrionarios tratados gramaticales, existía una larga tradición de enseñanza de las lenguas que no usaba tablas ni pautas morfológicas, sino solo la autoridad de los textos. Como ha imaginado hermosamente Robins, si un niño griego de la etapa clásica tenía una duda idiomática, esta se resolvía recordando el pasaje de Homero o Hesíodo donde había un modelo que imitar o seguir. Mucho tardaron en empezar a redactarse las gramáticas, y desde luego esto no ocurrió hasta que el griego, primero, y el latín, después, pudieron ser difundidos bajo la aceptación de un estándar mínimamente unificado. Dionisio de Tracia, desde Alejandría, y Varrón, en Roma, son los testimonios más antiguos conocidos de esta más moderna visión de las lenguas. En la medida en que comenzaron a separarse - y a enfrentarse - ambas se radicalizaron, y la historiografía lingüística actual ha bautizado esta dualidad como la oposición entre anomalismo y analogismo. Este debate duró siglos, y, como suele ocurrir, la defensa extrema de dos posturas tan contrapuestas nos ha legado un conocimiento mucho más preciso de nuestras lenguas: para los anomalistas era una victoria documentar cualquier singularidad, desde los hallazgos expresivos de los poetas hasta las irregularidades morfológicas o las variantes idiomáticas acreditables. Por otro lado, sin los analogistas no hubiéramos podido ir construyendo el edificio descriptivo necesario para entender las estructuras en que se apoya cualquier lenguaje humano. Pero esta visión conciliadora es un lujo que podemos permitirnos ahora. Para los protagonistas de tan prolongada confrontación no hubo nunca posibilidad de avenencia ni consenso. La virulencia del rechazo que Valdés manifiesta hacia Nebrija, y que le lleva a negar incluso haber leído la Gramática de este último, tiene presumiblemente causas mucho más profundas que su esnobismo de toledano frente a lo andaluz. En realidad, como bien sintetiza la profesora Pons, el problema radica en la profunda diferencia entre lo buscado por ambos: el uso frente al arte , respectivamente (p. 191), o, dicho de otra forma, «si Nebrija describe el sistema, Valdés describe la variedad interna a él» (p. 203). 372 DOI 10.24053/ VOX-2023-024 Vox Romanica 82 (2023): 372-377 Besprechungen - Comptes rendus Así estaban las cosas entonces, como lo habían estado durante siglos. El discurso desestructurado y anomalista sobre el lenguaje, frente a la descripción sistemática y basada en pautas analógicas. El Diálogo de Valdés es una clara muestra de lo primero, Nebrija y las emergentes gramáticas vernaculares europeas lo son de lo segundo. Pero ya entonces había empezado a decantarse esta contienda. El innegable y poderoso efecto transformador que habían tenido desde un siglo antes las Elegancias de la lengua latina de Valla fue más retardado por su estilo eruditamente acumulativo que por las críticas de sus muchos detractores. Y el auge de las lenguas nacionales europeas inclinará la balanza en muy poco tiempo hacia el paradigma filológico antes que hacia el platónico. En cuanto al anomalismo, apenas sobrevive hoy resguardado en el estudio del lenguaje literario, habiendo sido quizás la estilística su aliento más postrero. Nos describe con todo detalle la editora cuán azarosa fue la supervivencia del Diálogo de Valdés, desde su composición hasta su primera publicación (cuatro manuscritos durante dos siglos), y lo determinantes que resultaron los recelos ideológicos y religiosos hacia su autor, para explicar esta «transmisión […] no secreta ni clandestina pero sí privada» (p. 227). Cabe quizás aventurar que esta obra representaba un tipo de aproximación al lenguaje rastreable desde dos milenios atrás, pero que ya en el momento de ser compuesta había iniciado su declive, lo cual tampoco debió ayudar mucho. Vuelvo, entonces, a donde comencé, a la dificultad que entraña devolver a la vida de nuestra historia intelectual y literaria un texto que no solo debió padecer una circulación limitada, sino que responde a paradigmas y enfoques gnoseológicos remotos y olvidados hoy, y que lo vuelven tan poco accesible para el lector moderno. Pero este es el tipo de desafío que da sentido a la labor del filólogo y del historiador de la cultura, y no podría haber nadie mejor que la profesora Pons Rodríguez para responder a este reto, y para que esta obra renaciese como ella ha logrado que lo haga. Félix Fernández de Castro (Universidad de Oviedo) https: / / orcid.org/ 0000-0002-9860-5504 ★ i nés c arrasco c anTos (coord.), El español del siglo XIX en textos impresos y manuscritos , Granada (Comares) 2022, v + 230 p. ( Interlingua 34). El proyecto de investigación «Lengua, cultura y sociedad en la Málaga del XIX: documentos y ciudad» (CODEMA19), liderado por Sara Robles Ávila, ha desempeñado una exhaustiva labor de búsqueda, identificación y análisis de documentos malagueños desde su edición anterior, «Corpus diacrónico de documentación malagueña» (CODEMA). En esta ocasión, el equipo de trabajo, coordinado por Inés Carrasco Cantos, nos entrega una publicación con acercamientos desde diversas disciplinas con el último fin de perfilar las diversas tipologías documentales que se producían y circulaban en la provincia andaluza en el siglo XIX; siglo que, junto con el Ilustrado, ha recuperado relevancia en los estudios lingüísticos de las últimas décadas en la medida en la que las investigaciones han revelado que «lo que tenemos por