eJournals Vox Romanica 62/1

Vox Romanica
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2941-0916
Francke Verlag Tübingen
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2003
621 Kristol De Stefani

José Aragües Aldaz, «Deus Concionator». Mundo predicado y retórica del «exemplum» en los Siglos de Oro, Amsterdam, Atlanta (Rodopi) 1999, 344 p.

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2003
F. Gómez Redondo
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330 Besprechungen - Comptes rendus pecto a la vida del editor, a las características textuales del manuscrito - perdido - que editó Ocampo, de su método como editor, de su actitud ideológica y del papel que desempeñó la edición impresa en tanto que fuente literaria. Las demás contribuciones sólo en parte se relacionan con la problemática de la «silva textual», esto es, de la transmisión de los textos que, de una manera o de otra, proceden del taller historiográfico alfonsí. S. G. Armistead estudia «La Crónica de Castilla y las Mocedades de Rodrigo» (159-72) mostrando que se trata de un cantar de gesta relativamente tardío, de cuya existencia no hay ningún indicio «hasta que la Estoria de España incluye unas breves alusiones a hechos legendarios del joven Cid» (167). A la luz de los estudios aquí resumidos habría que añadir que estas alusiones se encuentran en aquella parte de la Estoria de la cual no se han conservado testimonios directos de la Version primitiva. En su contribución titulada «Crónicas y romances» (173-86) G. Di Stefano expresa su escepticismo frente a la posibilidad de reconstruir auténticamente los textos de cantares épicos y, aún más, los de romances a partir de las crónicas. El historiador inglés P. Linehan («Lucas de Tuy, Rodrigo Jiménez de Rada y las historias alfonsíes», 19-36) compara dos importantes fuentes de la Estoria de España, el Chronicon mundi de Lucas de Tuy y la Historia gothica de Rodrigo Jiménez de Rada, mostrando que la ideología de los dos autores fue radicalmente diversa. El obispo de Tuy «escribió su crónica para favorecer los intereses de León y de la monarquía absoluta en detrimento de Castilla y del poder emergente de la nobleza», mientras que el Toledano presenta «un plan de promoción de la iglesia de Toledo, y en general, de Castilla y de una idea de la monarquía basada en la coexistencia de la realeza y la nobleza» (12). A pesar de la revisión que el Toledano hizo del texto de su antecesor, el peso del Tudense en la elaboración de la Estoria de España fue mayor que el tradicionalmente supuesto. La contribución de G. Martin («El modelo historiográfico alfonsí y sus antecedentes», 37-59) ofrece una visión de conjunto de los fines, las bases conceptuales y la disposición estructural de la historiografía alfonsí. En el párrafo final el autor resume así esta visión: «He intentado mostrar cómo sus autores, aunque tomando mucho de sus inmediatos antecesores, se remontaron mucho más allá, hasta los fundadores de la historia cristiana, para encontrar sus modelos formales. Pero, hecho esto, crearon un sistema novedoso capaz, a su vez, de ofrecerse como modelo. Esta novedad, en un período que cubre por lo menos toda la Edad Media española y se caracteriza . . . por el hecho de que la historia fue una forma dominante del discurso político, fue debida, precisamente, a lo novedoso del proyecto político alfonsí, tanto en cuanto al gobierno monárquico del reino, en que los preceptos cristianos y romanistas se combinaron y reorganizaron a la luz del nuevo aristotelismo, como en la expansión extrapeninsular de este proyecto que supuso la aspiración al imperio. Esto determinó, más extensamente y, sobre todo, más sistemáticamente que nunca, una concepción epistemológica de la historia, con sus consecuentes metas y recursos comunicativos, como también un modo de concebir, valorar y enfocar lo historiable, y en último término, la disposición semántica y expositiva de lo historiado» (59). G. Hilty H José Aragües Aldaz, «Deus Concionator». Mundo predicado y retórica del «exemplum» en los Siglos de Oro, Amsterdam, Atlanta (Rodopi) 1999, 344 p. No debe ser la literatura ejemplar un fenómeno propio de las sociedades del medievo, desde el momento en que la religión cristiana, en cuanto estructura ideológica, se sirve esencialmente de estas fórmulas narrativas para transmitir los contenidos más diversos posibles 331 Besprechungen - Comptes rendus a públicos también de naturaleza muy diferente. Sin embargo, es cierto que la simple división de categorías con que las historias literarias se construyen relegan el estudio del exemplum al período medieval, abriendo los Siglos de Oro a la pluralidad de ensayos genéricos que acaba por descubrir los corredores formales y temáticos que conducen al Quijote. Ni una ni otra diferenciación resultan válidas y basta con reparar en el hecho de que los principios fundamentales del llamado «pensamiento áureo» reposan en reflexiones críticas o en perspectivas formales que fueron experimentadas y demostraron su validez en esa inmediata Edad Media; tal ocurre con la historiografía nacional a la que acuden Lorenzo Galíndez de Carvajal o Florián d’Ocampo, con la cuentística de don Juan Manuel que recoge Argote de Molina y lee Gracián, con el mantenimiento de los esquemas de la ficción sentimental hasta la mitad del siglo xvi y su disolución en el grupo genérico de los libros de pastores, con la multiplicación extraordinaria de los libros de caballerías, con las recogidas sistemáticas de romances practicadas por Lorenzo de Sepúlveda o con las recopilaciones de la Silva de romances de 1550-51, con el venero que supone para el teatro de los siglos xvi y xvii el acervo de la lírica tradicional. En verdad, resulta inacabable la serie de relaciones que puede demostrar la continuidad, tanto conceptual como creadora, que existe entre dos períodos que no son antitéticos, sino más bien complementarios. Quedaba, con todo, practicar esta labor con el conjunto textual del exemplum, de tan difícil precisión desde el mismo momento en que se pretende definirlo, aunque, como es este caso, se esté hablando de una pieza narrativa utilizada como instrumento de predicación. Pues podría parecer, al hilo de las radicales oposiciones historiográficas ya comentadas, que hay una dimensión predicatoria propia de los siglos xvi y xvii, de carácter puramente culto, ligada sobre todo a lo que ha dado en llamarse oratoria sagrada, frente a otra medieval caracterizada por la observancia de unas artes praedicandi y por la difusión de unos rudimentos doctrinales, acordes con el tipo de público a quienes podía dirigirse, muy dependiente en sus presupuestos de la rhetorica, como si el conocimiento del ars recte loquendi marcara etapas de extraño primitivismo en las formas literarias. No es así, por supuesto. La atención, por ejemplo, que Pedro Cátedra ha prestado a la figura de Pedro Ciruelo, con la publicación de su Brevis editio así lo demuestra. Pero esta realidad queda plenamente corroborada no sólo con este asombroso Deus Concionator, sino con la trayectoria de investigación de su autor, José Aragüés Aldaz, y las diversas líneas de análisis que mantenidas durante largos años han logrado ser anudadas aquí en una magnífica síntesis. El punto de partida lo constituyó el ímprobo esfuerzo de editar el Fructus Sanctorum (1594) de Alonso de Villegas, un centón narrativo que recoge cerca de tres mil ejemplos; si esta labor exhaustiva se realiza en una tesis doctoral, leída además cuatrocientos años después de la primera impresión de la obra estudiada, no puede extrañar la riqueza de perspectivas con que ha valorado tanto las colecciones de exempla como, sobre todo, las técnicas específicas de que se sirven los predicadores: tal hizo con los ecos que llegan al siglo xvi de los Dicta et facta memorabilia (1993), con las formas breves lulianas, convertidas en base de la inventio de que han de nutrirse los exempla (1994), con las fallacia dicta de la Disciplina clericalis (1996), con la palabra y tópica ejemplar de la predicación divina en los Siglos de Oro (1996), con los modos de enriquecer los exempla, partiendo de los Progymnasmata (1997), con los móviles en que apoya fray Luis de Granada conceptos esenciales de su sermonística (1993); este plural desarrollo de planteamientos requería de una sistematización que permitiera incardinar los resultados parciales de unos estudios en otros y que pusiera, a disposición del especialista, una teoría de la predicación y de la utilización de los exempla en los siglos xvi y xvii. Éstos son los dos objetivos que se consiguen con creces en este volumen que parte del aserto que encierra su título: «Dios es el autor primero de los ejemplos. Su modo de argumentación es ejemplar y el mundo, tanto como pintura, constituye un eterno sermón predicado al hombre desde los orígenes» (13) y, en conse- 332 Besprechungen - Comptes rendus cuencia, trazar una línea que rompa cualquier divisoria temporal, puesto que la historia es siempre magistra vitae. El vínculo de los Siglos de Oro con la Antigüedad es aún mayor, puesto que las imprentas difunden unas artes elocutivas que, con mayor o menor reticencia, se han ido desplegando para construir estas formas ejemplares. J. Aragüés ajusta los siete capítulos de su libro a estas pautas. Se preocupa, en primer lugar, por definir el ámbito de las teorías retóricas y gramaticales que tratan del exemplum en ese período de los siglos xvi y xvii, al hilo de la influencia que ejercen los postulados del erasmismo o del ramismo entre otros; de ahí surge la preocupación por delimitar la terminología ejemplar desplegada en esos tratados, con las contradicciones que plantea el hecho de que la misma voz exemplum (o ‘modelo’) no merezca un tratamiento retórico, pero sí en cambio adquiera una dualidad de sentidos en su particular evolución - es el exemplum y la similitudo (34-35) - implicando una disociación de formas literarias que puede resultar un tanto ambigua, al otorgar al ejemplo una dimensión narrativa, al símil un valor descriptivo; de este modo, los autores de los siglos xvi y xvii podían reservar para el símil toda la variedad ficticia del paradigma, dejando para el exemplum la narración histórica, con lo que ello supone de otorgar un grado de verosimiltud a tradiciones textuales de naturaleza muy diferente. Como se ha señalado antes, a este proceso puede ayudar la influencia que ejercen las crónicas medievales, impresas a lo largo del Quinientos, en el imaginario de estos preceptistas, apoyados en Quintiliano y que cuajan en una reflexión crucial de Bartolomeo Cavalcanti: «Este último oponía el esemplo histórico a la parabola, el apologo (la fábula esópica) y la fabula (narración poética de carácter mitológico), formas, al fin, del argumento comparativo, o esempio, en sentido laxo» (40). La misma exégesis bíblica contribuye a esta asociación de la parábola evangélica con la narratio ficta, sintiéndose más inmediatos los ejemplos por la res certa que transmiten. Sobre estos presupuestos, en el capítulo segundo, formula Aragüés una tópica ejemplar con el propósito de analizar los diferentes matices de lo que llama vacilante ubicación del término, cuando sirve para definir un acto de virtud vivido y la expresión literaria del mismo, de donde el valor del aforismo magis movent exempla quam verba 1 , que recomienda que el predicador ajuste su vida a una conducta virtuosa, antes que dedicarse a encantar a los oyentes con las palabras. Ello no impedía que el paradigma fuera utilizado para la comprensión de las realidades espirituales, para la recreación visual de vicios y virtudes o para su propia memorización y posterior recuerdo: «Porque era esa capacidad del exemplum para expresar una realidad mimética y ejemplar la que explica su lugar esencial en el discurso cristiano, y no a la inversa, del mismo modo que la música, más allá de constituir un recurso para expresar metafóricamente la armonía divina, se consideraba reflejo imperfecto y consecuencia de una música universal y previa» (82). Otra cuestión es que, desde la perspectiva dialéctica, el valor oratorio del exemplum sirviera de poco y se considerara de escaso valor para la argumentación lógica. Aunque esta última circunstancia podía haber probado una decadencia del género, Aragüés, en el capítulo tercero, demuestra que no es así; la recepción de Aristóteles es más teórica que práctica y tampoco las críticas de Vives o de Erasmo al género entrañan liquidación alguna del género; como sucede con la mayor parte de las formas literarias medievales, lo que hay es una evolución o transformación y procede «recordar así mismo que el desarrollo de la literatura ejemplar en el período renacentista observa una relación evidente con el auge de otras formas breves» (138). Con todo, para comprender los valores de esta forma narrativa, Aragüés, en el capítulo cuarto, desciende al estudio de los precedentes clásicos y medievales; se repasan las teorías de Aristóteles, Cicerón y Quintiliano, y se recuerda que, dentro del análisis gramati- 1 Considerado ya en un estudio aparecido en Salina 10 (1996): 55-68. 333 Besprechungen - Comptes rendus cal, el género se consideraba una variante de los tropi, haciéndolo equivalente de la metáfora, sinécdoque o metonimia. Son, en fin, las artes praedicandi las que encauzaron la variedad más rica de estos procedimientos narrativos, ya que «otorgaron un papel esencial a las auctoritates, las correspondencias y las similitudines en el seno de la dilatatio del sermón, también denominada prosecutio o amplificatio, términos estos últimos de origen clásico que no deben ocultar, de nuevo, su sustancial transformación en la nueva oratoria» (190). En esta línea diacrónica, el capítulo quinto se dedica a los rasgos con que el ejemplo funciona en el discurso renacentista y barroco, encauzado a través de una amplia modalidad de registros elocutivos que adquieren, ahora, una nueva entidad, pues el auge de la predicación evangélica coincide con el del género deliberativo. Consideración especial merece la adopción por parte del Brocense de las tesis ramistas acerca de la existencia de una argumentatio única, lo que invalida cualquier uso de la invención ejemplar: «Las precisiones del Brocense contradecían, en cualquier caso, las conclusiones del complejo análisis aristotélico, y explican quizá la mencionada censura de Suárez a quienes negaban la autoridad de los antiqui en este punto» (215). Mas, por otra parte, y es ya asunto del capítulo sexto, en la misma retórica se inscriben los procedimientos para fundamentar la variedad del discurso; resultan esenciales, a este respecto, las ideas de Erasmo sobre las formas literarias del exemplum y los recursos de enriquecer esas formas narrativas (los modi locupletandi exempla), preocupándose no sólo por la dilatación de las secuencias argumentales, sino por el engarce de las mismas en amplias estructuras de ideas; la influencia de estas nociones en Miguel de Salinas, en Lorenzo Palmireno o en fray Luis de Granada es absoluta, aunque García Matamoros exprese sus dudas al respecto (260-63). Este desarrollo afecta a los modos de escritura concretos con que los autores se enfrentan al material ejemplar (se consideran así los casos de un Hugo de Urriés o un Diego de San Pedro) o a los criterios con que se forman colecciones de exempla que se pretende que sean algo más que simples florilegios. Éste es el objetivo del capítulo séptimo, examinar los procedimientos del ordo pulcherrimus a la hora de formar manuales que debían transmitir una clara enseñanza: «El codex excerptorius o cartapacio de apuntes que todo alumno debia poseer para recoger de modo ordenado las enseñanzas del maestro reservaba diversos apartados a las fábulas, hechos históricos, dichos y sentencias dignas de memoria, según lo preceptuado por Vives y Palmireno» (284). En el fondo, como demuestra Aragüés, en el cierre del libro, la lectura ejemplar ha de servir de última compilación en la que se cierra la Predicación Primera del Creador y la recepción de la misma por parte de cualquier hombre en cualquier lugar y tiempo. En resumen, no sólo por la amplitud o la novedad de las de ideas desarrolladas, sino también por la metodología de trabajo desplegada, así como por las casi cincuenta páginas de fuentes y de bibliografía, este Deus Concionator tiene que convertirse necesariamente en uno de los estudios capitales sobre la predicación, la retórica y las formas ejemplares en su evolución desde la Edad Media hasta el Siglo de Oro. Como verdadera monografía debe considerarse este artículo 2 aparecido en la «revista crítica de hagiografía», publicada por la sociedad de bolandistas; el estudio entra en correspondencia con el volumen de Deus Concionator puesto que persigue el desarrollo de las formas hagiográficas a lo largo de los Siglos de Oro, catalogando las compilaciones de santos e incardinándolas en el contexto que las hicieron posibles y que exigieron su presencia; viene a suceder lo mismo que con el exemplum, puesto que las vitae sufren una compleja transmisión textual a lo largo de la Edad Media, adaptándose a diversas lenguas ver- 2 J. Aragüés Aldaz, «El santoral castellano en los siglos xvi y xvii. Un itinerario hagiográfico», Analecta Bollandiana 118 (2000): 329-86. 334 Besprechungen - Comptes rendus náculas y transformándose en contacto con otros géneros; por ello, Aragüés tiene presente ese desarrollo, antes de acercarse a las principales antologías de esta época, bastante descuidadas por la crítica, pero sumamente ricas en procesos narrativos que se mantienen inalterables hasta fines del siglo xvi, el momento en que se sustituyen las fuentes latinas y en que se produce la dispersión del género. Esa doble circunstancia es la que se percibe en los legendarios de Alonso de Villegas y de Pedro de Rivadeneyra, un doble tono de continuidad y de ruptura con respecto al Flos Sanctorum que en 1516 habían formado Gonzalo de Ocaña y Pedro de la Vega, con posteriores refundiciones y revisiones, quizá el testimonio en el que mejor se percibe el rastro de la Legenda aurea del dominico Santiago de Varazzo; esa Flos se adecua al esquema medieval del calendario litúrgico, incidiendo en las celebraciones hagiogáficas y marianas. Éste es el desarrollo que las Flores Sanctorum de Alonso de Villegas (1578) o Pedro de Rivadeneyra (1599-1604) quiebran porque, en el acarreo de datos, se complementa la Legenda aurea con las Vitae Sanctorum de Luis Lippomano y Lorenzo Surio (1575), concebida con patrones filológicos, «en virtud de una labor de restauración textual que haría de la mención sistemática de sus fuentes la norma en la presentación de cada relato» (354). Se trata, por supuesto, de un repertorio postridentino, que fijaría una visión hagiográfica mantenida de modo inalterable hasta el siglo xviii, como lo demuestra Aragüés con la hipótesis de filiaciones que ofrece en p. 368-69; además estas Vitae, renovadoras del género, añaden nuevos referentes literarios conectados con las vidas de Cristo y de María. El estudio contiene un importante apéndice, con un índice de santorales, en que se incluyen las versiones medievales y renacentistas de la Legenda de Varazzo, así como la transmisión sufrida por las Vitae Sanctorum de Lippomano y Surio, amén de otros santorales y amplia bibliografía. F. Gómez Redondo H Barbara Schäfer Prieß/ Hildegard Klöden/ Rolf Kalluweit (ed.), Grammatikalisierung in den iberoromanischen Sprachen, Wilhelmsfeld (Egert) 2001, ix + 217 p. (pro lingua 33) Grammatikalisierung ist laut Fernando Lázaro Carreter ein Prozess «mediante el cual una palabra se vacía de contenido significativo, para convertirse en mero instrumento gramatical» 1 . In den 10 Beiträgen dieses Bandes, der die Beiträge der Sektion «Grammatikalisierung in den iberoromanischen Sprachen» des 12. Hispanistentags vom 25.-28. 3. 1999 in Berlin enthält, wird dieses Phänomen anhand von Phraseologismen, Pronomen, Präpositionen, des Perfekts, des konativen Gramems, der Kreolsprachen und der Modalverben untersucht, immer im iberoromanischen Kontext. Martin Hase («Phraseologismen. Fossilisierung in Grammatik und Lexikon») zeigt, dass Phraseologismen über Fossilisierung, «also durch einen mit Grammatikalisierung bzw. Lexikalisierung verwandten Prozess, der sozusagen zwischen Grammatik und Lexikon endet» (10), entstehen. Dabei unterscheidet er zwischen der Entstehung von festen Fügungen (de vez en cuando) und Mustern und Schemata (hay que . . .). Erstere ist eher mit dem Prozess der Lexikalisierung verwandt, während der Autor die zweite als «partielle Grammatikalisierung» bezeichnet und zum Schluss kommt, dass «Grammatik als eine Menge von mehr oder weniger durchsystematisierten Schemata bzw. Mustern betrachtet werden kann - pointiert gesprochen - als ein Sonderfall der Phraseologie» (11). 1 F. L. Carreter 3 1981: Diccionario de términos filológicos, Madrid.