eJournals Vox Romanica 62/1

Vox Romanica
vox
0042-899X
2941-0916
Francke Verlag Tübingen
Es handelt sich um einen Open-Access-Artikel, der unter den Bedingungen der Lizenz CC by 4.0 veröffentlicht wurde.http://creativecommons.org/licenses/by/4.0/121
2003
621 Kristol De Stefani

José Carlos Martín Camacho, El problema lingüístico de los interfijos españoles, Cáceres (Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones), 2002, 266 p.

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2003
D.  Serrano-Dolader
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Nach der ausführlichen Untersuchung der Darstellung von mündlichem Diskurs in den beiden Romanen, streift Susanne M. Cadera noch einige andere Strategien, die Mario Vargas Llosa vereinzelt in seinen übrigen Romanen angewendet hat, wie z. B. grafische Darstellung von Aussprachevarianten, Wiedergabe regionalsprachlicher Unterschiede. Mit ihrer Arbeit zeigt Susanne M. Cadera auf überzeugende Weise, dass es Vargas Llosa nicht darum geht, in seinen Romanen mündliche Sprache einfach zu transkribieren, sondern dass die Darstellung der Mündlichkeit immer einer wohlüberlegten Strategie gehorcht und zur Aussage der Romane beiträgt. Indem die Autorin das Schwergewicht der Untersuchung auf die Darstellung mündlicher Sprache als erzähltechnisches Mittel legt, siedelt sie ihre Dissertation in der Literaturwissenschaft an. Dabei liegt sie jedoch an der Grenze zur Sprachwissenschaft, denn bei einer Analyse dieses Themas stellt sich unweigerlich ständig die Frage, worin sich denn schriftliche und mündliche Sprache unterscheiden, wo die Grenzen - die sich nicht einfach ziehen lassen - zwischen den beiden Sprachformen verlaufen. Weil Vargas Llosas Romane außerdem in Peru spielen, müssen seine Figuren natürlich peruanisches Spanisch sprechen, wenn die Darstellung von mündlicher Rede glaubwürdig wirken soll. Deshalb kommt die Autorin nicht umhin, sich auch mit dieser Sprachvariante und ihren Eigenarten, die sie vom Standardspanischen unterscheiden, zu befassen. Insofern ist das Ergebnis der Dissertation von Susanne M. Cadera ein gelungener Beweis dafür, wie sich Sprach- und Literaturwissenschaft gegenseitig ergänzen. A. Schor H José Carlos Martín Camacho, El problema lingüístico de los interfijos españoles, Cáceres (Universidad de Extremadura, Servicio de Publicaciones), 2002, 266 p. No existen interfijos en español: «ni el análisis formal ni las pruebas teóricas avalan su existencia» (15). El concepto de interfijo es simplemente una verdadera «entelequia» (221). Ésta es la más significativa conclusión de este extenso libro dedicado, precisamente, a determinar si nuestra lengua presenta afijos que se intercalen entre el radical y otro afijo derivativo en la creación de nuevas palabras. En el Capítulo 1: Fundamentos teóricos (19-46) se traza el marco teórico y conceptual en el que se basa el análisis de la (supuesta) interfijación en español. Fundamentándose en una amplia revisión bibliográfica, se intenta establecer de forma sólida la noción de morfema que va a manejarse en todo el estudio: «para hablar de morfema es necesario que se cumplan dos condiciones: que el morfema exista como tal en la mente del hablante y que, consecuentemente, pueda conceptualizarse como un elemento de la lengua con existencia propia y disponibilidad de empleo para la formación de nuevas palabras» (23-24). Como el propio autor reconoce, la postulación de la primera de esas condiciones - considerada como fundamental - es verdaderamente arriesgada pues parece más que complejo establecer qué hay que entender por ‘existencia en la mente del hablante’ (¿y de qué hablante? ). El problema se agrava porque, en las páginas dedicadas a delimitar la relación entre sincronía y diacronía (37-46), más bien se descalifica - como no científico - el conocimiento intuitivo que los hablantes pueden formarse de los hechos lingüísticos (cf. 42), en lo cual vemos una cierta falta de homogeneidad con lo que antes se había defendido ya que no creemos que, en uno y en otro caso, se haya juzgado con el mismo rasero el posible valor del sentimiento lingüístico de los hablantes. No tenemos nada que objetar, sin embargo, a la postura adoptada por el autor en cuanto al necesario recurso a la perspectiva diacrónica para llegar a analizar algunos hechos sincrónicos (bien entendido que esta perspectiva, en mi opinión, es especialmente fructífera en el caso del análisis de la interfijación; no tanto, creo, en el estu- 351 Besprechungen - Comptes rendus dio de otros fenómenos lexicogenéticos del español): «el conocimiento de los mecanismos diacrónicos y el recurso a los datos procedentes de esta perspectiva ayudan al desarrollo de una teoría explicativa de lo sincrónico» (44). Un cierto riesgo (en este caso, riesgo a ser tachado de anticuado o de tradicional) implica también el aceptar abiertamente, como hace Martín Camacho, que el morfema, como unidad lingüística, debe estar dotado de forma (significante) y de contenido (significado). Basándose en concepciones igualmente tradicionales - lo cual no conlleva per se ningún indeseado lastre - el autor delimita la unidad denominada interfijo como «un supuesto morfema ligado, gramatical (si no es que se trata de un morfo vacío) y afijo» (37). En el Capítulo 2: Los interfijos: planteamiento general (47-71) se presenta una sólida revisión crítica - y exhaustiva - de la bibliografía existente sobre los interfijos españoles, abarcando tanto los estudios específicos sobre el tema como las referencias al mismo en obras de carácter más general. Capítulo de gran utilidad práctica como guía para penetrar en el complejo ámbito de la interfijación, pero también capítulo en el que se introducen inteligentes apreciaciones personales e incluso ya tomas de postura tajantes: «para nosotros, los interfijos no existen en ningún sentido, ni siquiera en el plano fonológico, ya que asignarlos a este nivel supone, en realidad, atribuirles una existencia» (66). En este sentido, la revisión bibliográfica le sirve al autor para recordarnos algún dato que, aun no siendo desconocido, es sin duda de interés; tal es el caso de la notable ausencia de referencias al problema de la interfijación en obras que no se centran en el ámbito de la lengua española, dato no anecdótico para las intenciones de Martín Camacho puesto que «parece poco adecuado teóricamente defender la existencia de una categoría lingüística que sólo aparece en una lengua» (71) (cf. sobre este asunto las páginas 226-29). Por mi parte, creo que hay dos aspectos que quizás deberían haberse considerado en esta revisión bibliográfica de manera más explícita. Por un lado, creo que la propuesta terminológica lanzada por Almela de acuñar el término de intrafijación como hiperónimo de infijación y de interfijación podría ser de cierto provecho si se llegara a delimitar con más precisión 1 . Por otro lado, pienso que se despacha de manera demasiado rápida una cuestión que afecta a la derivación verbal: «-e(ar), -ec(er), -iz(ar) e -ific(ar) no son otra cosa que sufijos, como se les presenta en cualquiera de los estudios sobre la afijación o sobre la formación de verbos en español» (57) 2 . Con los dos capítulos precedentes - aunque separado de ellos por el amplio análisis de las formaciones supuestamente interfijadas del español - se relaciona directamente el Capítulo 4: Los interfijos españoles: reflexiones teóricas (215-31), en el que aparecen algunas consideraciones teóricas con el fin de aquilatar la perspectiva de análisis defendida en todo el trabajo y que podemos sintetizar en las siguientes conclusiones: «la bibliografía sobre los interfijos presenta demasiadas interpretaciones para un solo elemento, algo que hace dudar seriamente de la posibilidad de defender su existencia» (218) y «las funciones que se asignan a este elemento [el interfijo] resultan contradictorias y de poca aplicabilidad» (221). 352 Besprechungen - Comptes rendus 1 Véase R. Almela Pérez, Procedimientos de formación de palabras en español, Barcelona, 1999: 161-86. 2 Aunque es cierto que, como señala el autor, yo mismo englobo esas terminaciones bajo la denominación genérica de sufijos en varios momentos de mi capítulo de la Gramática descriptiva de la lengua española, ello se debe en buena medida al carácter descriptivo y no polémico de la misma (Cf. D. Serrano-Dolader, «La derivación verbal y la parasíntesis», in: I. Bosque/ V. Demonte, Gramática Descriptiva de la Lengua Española, capítulo 72, Madrid 1999). Sin embargo, pueden verse algunas reflexiones sobre el posible carácter infijal (o interfijal) de, por ejemplo, el formante -ecque aparece en un verbo como entristecer en D. Serrano-Dolader, Las formaciones parasintéticas en español, Madrid 1995: 45-74. Por cierto, este último trabajo nuestro aparece citado en varias ocasiones y en la bibliografía final, erróneamente, como publicado en 1985. El apartado más extenso del libro es el del Capítulo 3: Análisis formal de los interfijos españoles (73-214), en el que se presentan «explicaciones alternativas al reconocimiento puramente formal de interfijos en palabras españolas» (73). El objetivo último es justificar que las palabras supuestamente interfijadas admiten explicaciones y análisis que evitan la necesidad de recurrir al concepto de interfijo, concepto cuya realidad lingüística es, según el autor, absolutamente cuestionable ya que surge de poco atinados análisis mecanicistas y formalistas. El objetivo es, por lo tanto, explicar por qué algunas palabras españolas, analizadas sincrónicamente en virtud de relaciones con otras palabras de la lengua, parecen mostrar un formante extraño entre la raíz y el sufijo o el prefijo que la acompañan. El ejemplo aportado por Martín Camacho es muy representativo del modo de proceder que va a seguirse en todo este capítulo: «Como botón de muestra: la palabra polvareda, ejemplo prototípico de interfijación, es fácil de analizar formalmente como polv-ar-eda, dados polvo por una parte y alameda o arboleda por otra. Sin embargo, creemos que el objetivo de una análisis morfológico no es segmentar una palabra en piezas como si de un puzzle se tratara, sino encontrar una explicación satisfactoria a su estructura. Esa explicación coincidirá a veces con los resultados del análisis formal, pero en muchas otras ocasiones será necesario trascender tal análisis para dar cuenta de estructuras aparentemente anómalas: la de polvareda se debe a que esta palabra no es la unión de los actuales polvo y -eda, sino un derivado de la base latina PULVER -» (73). Por motivos evidentes, no podemos detenernos en la presentación y discusión de los análisis concretos y particulares que el autor propone a lo largo del capítulo para varios cientos de palabras españolas que habían venido siendo calificadas de interfijadas hasta ahora o que, de seguir por la línea analítica meramente formal, serían equiparables a ellas. (Resulta muy útil, en este sentido, el Índice de términos analizados que aparece al final del libro (237-56)). En una minuciosa, ajustada e inteligente tarea de análisis, se van desmontando las diversas propuestas en las que supuestamente se creían descubrir diversos tipos de interfijos en español: interfijos posteriores (tipo polv-ar-eda) (74-201), interfijos anteriores (tipo en-s-anch-ar) (201-5), incrementos de los sufijos apreciativos (tipo camion-c-ito) (206-11) e interfijos interradicales (tipo pel-i-rrojo o term-o-sifón) (211-14). El resultado es que no existe el interfijo como unidad funcional del español y que, por lo tanto, resulta ocioso el discutir su adscripción a la morfología, a la fonología o a la morfonología. A modo de ejemplo (dado el enorme número de formaciones a las que afectan), ofrecemos algunas de las soluciones alternativas que van proponiéndose a lo largo del estudio para los casos habitualmente considerados como interfijos posteriores (que serían aquellos que se hallarían entre la base y el sufijo): a) ciertas palabras que han sido definidas como interfijadas no poseen sino un sufijo (o un alomorfo de un sufijo) que no ha sido convenientemente diferenciado de otros próximos a él formal o semánticamente, b) el proceso de la estereotipia no es un fenómeno esporádico sino un mecanismo morfológico básico que permite explicar convenientemente falsos casos de interfijación, c) muchas palabras del español se han formado no por la aplicación a la base de un sufijo acompañado de un presunto interfijo sino por la unión simultánea a ella de dos sufijos (hecho que ocurre con cierta frecuencia, por ejemplo, en la doble sufijación simultánea de dos apreciativos sobre una determinada base), d) algunos supuestos interfijos surgen de falsos análisis que no tienen en cuenta todas las posibles relaciones de una palabra con las demás de su esfera semántica y formal (así, panadero no presenta un interfijo -adcomo sugeriría su comparación con pan, sino que su estructura formal se explica porque etimológicamente procede de panada, y, de la misma forma, no hay interfijo alguno en cafetera, como parecería al compararlo con café, ya que procede del francés cafetière), e) determinadas palabras supuestamente interfijadas exigen investigaciones individualizadas que suelen conllevar una minuciosa indagación etimológica que permite soluciones alternativas que no necesitan servirse del concepto de interfijación. 353 Besprechungen - Comptes rendus Las propuestas alternativas que Martín Camacho va ofreciendo son verdaderamente sugestivas. Además, ni se ha limitado a servirse del socorrido recurso de echar la culpa de las inadecuaciones morfológicas en sincronía a la herencia que se arrastra de diacronías pasadas, ni ha incluido todos los casos de supuesta interfijación en una nebulosa indefinida, sino que, como acabamos de ver, ha delimitado varios conjuntos de mecanismos que han sido regularmente presentados y que parecen operar con cierta homogeneidad en español. Precisamente, al haber intentado diferenciar diversos mecanismos que explican la presencia de esos falsos interfijos en español, se corre el riesgo de dejar abierta la vía para posibles solapamientos, como el mismo autor reconoce expresamente: «aparecen casos de dudosa delimitación, como puede ser el de las formas acabadas en -edal (tipo carpedal o rosedal), que podrían explicarse tanto por estereotipia con la correspondiente cadena de sufijos (por ejemplo, con robl-ed-al) como por la aplicación conjunta de ambas formas sufijales [i. e. caso de doble sufijación]» (119). En todo caso, obsérvese que esos posibles solapamientos explicativos no hacen sino contribuir a subrayar la nula necesidad que tenemos de seguir manteniendo la existencia de interfijos en español. Aun cuando tales solapamientos puedan darse en ocasiones, hay que reconocer que, partiendo de un estudio pormenorizado de centenares de voces de muy diversa procedencia y configuración formal (lo que conlleva el riesgo de haber podido caer en un mero inventario explicativo de piezas léxicas particulares sin ninguna interconexión), Martín Camacho ha sido capaz no sólo de aportar en cada caso argumentos convincentes para apoyar sus análisis contrarios a la existencia de interfijos, sino que - y es éste, en mi opinión, uno de los mayores logros de la obra - ha configurado una serie de grupos representativos de diversos fenómenos no idiosincrásicos, lo cual viene a demostrar que, en contra de lo esperable, las soluciones propuestas por el autor están muy lejos de ser meras lucubraciones ad hoc presentadas como simple acarreo en un particular combate contra la existencia de los interfijos. El trabajo es muy minucioso (y de una gran honradez intelectual) y en ningún momento se dejan de tratar formaciones que pueden presentar notables dificultades de análisis: aun en esos casos, son pocas las veces en las que el autor se ve obligado a reconocer que no ha encontrado explicaciones satisfactorias (por ejemplo, lambistón, en página 184). Consciente del carácter especulativo de varias de sus propuestas para algunos de estos casos marginales y particulares, el autor reconoce: «Evidentemente, muchas de las explicaciones propuestas pueden tacharse de especulativas, pero juzgamos preferible proceder de esta manera a emplear un concepto [i. e. interfijo] de existencia más que sospechosa» (189). Debido a la complejidad de algunas de sus propuestas, incluso debe reconocer - como en el análisis que ofrece para los denominados incrementos de sufijos apreciativos - que «postulamos un proceso más complejo pero que parece ajustarse mejor a la realidad del funcionamiento lingüístico» (210). En todo caso, tachar de artificiosidad o de falta de economía explicativa a algunas de las propuestas realizadas por Martín Camacho (vid. sobre este asunto las páginas 229-31) sólo podría hacerse olvidando que, en buena medida, esas mismas supuestas críticas podrían ser hechas así mismo para algunos de los análisis tradicionales (y menos arriesgados) sobre la interfijación en español. Hay que reconocer que el autor no desdeña soluciones posiblemente polémicas, como la de llegar a afirmar que las terminaciones verbales -ar y -ear pueden llegar a funcionar como auténticos alomorfos de un mismo sufijo en la formación de algunos tipos de verbos que presentan sufijos apreciativos (cf. 197-99). Precisamente, y como apuntamos en la nota 2 de esta reseña, quizás el único aspecto que, en mi opinión, ha sido insuficientemente abordado en este trabajo es el de la discusión sobre el posible valor como interfijos de ciertos formantes que aparecen en la derivación verbal mediata: -e-ar, -iz-ar, -ec-er, -ific-ar. En suma, el análisis de Martín Camacho intenta (y en buena medida, logra) aportar novedosas consideraciones y perspectivas al estudio del debatido tema de la interfijación en 354 Besprechungen - Comptes rendus español. La labor analítica realizada es no solo exhaustiva sino sumamente cuidada y minuciosa. La perspectiva teórica - a veces arriesgada y casi siempre basada en presupuestos no habituales - no hace sino despertar el interés del lector interesado. Personalmente, ya he empezado a dudar de la existencia del interfijo (como unidad morfológica operativa) en nuestra lengua. D. Serrano-Dolader H 355 Besprechungen - Comptes rendus