Vox Romanica
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Francke Verlag Tübingen
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2004
631
Kristol De StefaniNuevas notas ibero-románicas
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2004
Gerold Hilty
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Nuevas notas ibero-románicas 1. La palabra ueiza en las Glosas Emilianenses El texto latino del códice que contiene las famosas Glosas Emilianenses narra el episodio siguiente: un diablo da cuenta a Satanás de una de sus hazañas, diciendo: «Ecce quadraginta annos inpugnaui quedam monacum et uix feci eum fornicari» (Glosas 1993: 193). La palabra latina vix está glosada, pero la forma de la glosa es controvertida. En la edición del Ayuntamiento de Burgos, el conocido especialista en paleografía José Manuel Ruiz Asencio señala: «El glosador escribió fuerza. Luego fue raspada con el cortaplumas la parte superior de la f y la de la r, transformando la palabra en ueiza» (Glosas 1993: 193). De esta palabra se ocupa Juan A. Frago García en un libro reciente (Frago 2002: 210-11). Lo que dice en la página dedicada a la palabra es prueba de que no se ha llegado a una interpretación satisfactoria de la glosa. Lo muestran claramente las dudas que expresa tanto con respecto a una explicación que relaciona ueiza con vez como a otra que parte de una lectura fuerza. ¿No tiene explicación la forma ueiza? Para hallar una respuesta a este interrogante es necesario establecer primero el sentido de vix en el contexto dado. Me parece evidente que posee un sentido temporal, sentido que puede tener ya en latín y que tiene también, junto al sentido modal, el adverbio abés del castellano antiguo, basado en ad vix. Añado que el adverbio apenas presenta la misma duplicidad semántica modal-temporal. El diablo dice, pues: ‘durante cuarenta años intenté en vano seducir al monje, pero ahora mismo lo he conseguido’. Si el sentido de vix es temporal, las explicaciones basadas en una forma fuerza son más que problemáticas. No comprendo cómo se puede decir que con la lección fuerza «la glosa cuadra perfectamente en el contexto en que se inserta» (Carrera de la Red 1992: 590; véase también Carrera de la Red 1995: 530). Escribió ya César Hernández Alonso en la edición del Ayuntamento de Burgos con respecto a fuerza «esta palabra ni se acomoda a la traducción ni al contenido del texto» (Glosas 1993: 258). Para J. A. Frago fuerza, a lo sumo, «sería glosa incompleta o inhábil (‘a la fuerza’) del adverbio vix» (Frago 2002: 211 N92). H. J. Wolf, que defiende la forma fuerza como base de la interpretación de la glosa, no contesta que tal glosa fuera inhábil, pero cree que el glosador es responsable de esa inhabilidad: «Es posible que el glosador - cuyos conocimientos del latín, según hemos visto, no están por encima de toda duda - incurriese en un error también aquí. Cabe suponer que la x [ks] se pronunciaba en aquel tiempo de forma asimilada como s, es decir, vis, en el caso que nos ocupa. Una glosa uis-fuerza sería plausible . . . Nuevamente estaríamos ante una de las muchas glosas aproximati- 191 Nuevas notas ibero-románicas vas, características del manuscrito» (Wolf 1996: 56-57; véase también Wolf 1991: 35-37). No puedo hacer mío este razonamiento. La glosa uix-fuerza no sería ni siquiera aproximativa y el juicio del paleógrafo nos orienta en otra dirección. Es probable que, en un primer momento, el glosador confudiese vix con vis, glosando la palabra con fuerza. Sin embargo, se dio cuenta del error y corrigió fuerza en ueiza. Después de haber examinado la glosa sobre el propio manuscrito, estoy convencido de que su explicación ha de tomar como punto de partida la forma ueiza. Pero ¿cómo interpretarla? Ya en 1986 propuse una solución que todavía me parece satisfactoria (Hilty 1986a: 225). La repetí en 1995 y en 1996 (Hilty 1995: 517-18; 1996: 154-55). Sin embargo, ha pasado desapercibida. Tampoco J. A. Frago la conoce o, en todo caso, no la menciona. Hela aquí: ueiza es el resultado de la combinación de hodie con iam. Justifico primero la evolución fonética. Parece indudable que la Rioja perteneció originariamente al area que diptongaba la tónica del latín también ante yod (Hilty 1995). A. Zamora Vicente señala con respecto al dialecto riojano: «Disimulados bajo el manto castellano surgen, de vez en cuando, testigos aislados de su viejo aire dialectal: huey, luejo, son ejemplos de una vieja diptongación ante yod» (Zamora Vicente 1979: 336-37). La forma uei es, pues, un reflejo riojano absolutamente regular de hodie. En cuanto a la forma za como reflejo de iam, la representación gráfica de la consonante inicial encuentra su apoyo por ejemplo en la forma zetare ( *iectare) de las Glosas Silenses (Menéndez Pidal 1950: 68; Frago 2002: 200-01). En cuanto a la semántica, podemos tomar como punto de partida las expresiones latinas nunc iam y iam nunc, que indistintamente significan ‘ahora mismo’. Las combinaciones hodie iam y iam hodie significarían, pues, ‘hoy mismo’, y este sentido cuadra perfectamente en el contexto latino glosado, tal como lo analizamos arriba. Añado que la combinación iam hodie se ha conservado en la palabra jehui del francés antiguo, cuya significación el FEW 4: 447 parafrasea con ‘dans la partie déjà écoulée de la journée’, significación que cuadra también perfectamente con la afirmación del diablo de haber seducido al monje aquel mismo día, después de no haberlo conseguido durante cuarenta años. Si el plazo de cuarenta años - a partir de 1986 - fuera necesario también para que se acepte - o por lo menos se discuta - mi interpretación de ueiza, sería un regalo - probablemente póstumo - para mi centésimo cumpleaños. 2. Las rimas del Auto de los Reyes Magos Desde hace más de veinte años vengo poniendo en duda que haya impacto gascón y mozárabe en la lengua del Auto de los Reyes Magos (= ARM), oponiendo a las teorías de R. Lapesa y J. M. Sola-Solé la convicción de que, en su forma original, el ARM estaba escrito en un español genuino, sin influencias extranjeras, sean galo- 192 Gerold Hilty rrománicas, sean incluso árabes, a través del mozárabe. Al mismo tiempo, intentando precisar lo que debe entenderse por «español genuino», he propuesto buscar la patria del autor del ARM en la Rioja, porque, a mi modo de ver, una serie de indicios, lingüísticos y extralingüísticos, apuntan en esa dirección (Hilty 1981, 1986a, 1986b, 1995, 1996, 1998, 1999). Sorprendentemente, mi interpretación de la lengua del ARM casi no ha provocado debate científico en España. Es como si los filólogos españoles se hubieran conjurado en no discutirla, en parte, quizá, por respeto hacia Rafael Lapesa, autor de la teoría gascona. Tal respeto no ha impedido al autor del libro citado en la nota anterior que afirme paladinamente: «Descarto, pues, el profundo mozarabismo del ARM defendido por Sola-Solé, pero también la parte de ese componente lingüístico atribuida por Lapesa a un gascón que se debatiría en un confuso juego de equilibrios entre su lengua materna y otra que era una mezcla mozarábigo-castellana» (p. 239). Visto que J. M. Frago no cita ninguno de mis estudios sobre el ARM, no sé si se ha dado cuenta de que coincidimos en el rechazo de influencias extranjeras en la lengua del ARM. Pero esto no tiene importancia. Lo que sí tiene importancia es ver cómo el señor Frago explica las cuatro rimas «anómalas», punto de partida de la teoría gascona de Rafael Lapesa, y las irregularidades de otras rimas. He aquí lo que se puede leer al respecto en el capítulo dedicado al análisis de la lengua del ARM (p. 233-66): sorprende que se haya dado tanta importancia a escarno, tal vez mero lapsus por un escarnio que se documentará continuamente desde Berceo, o a la falta de la sílaba final de maiordo (¿-mo, -me: maiordomo, maiordome? ), una de las rimas anómalas, con toma, como a la de mundo con redondo. Pero ¿acaso son las únicas? No, por cierto, pues tampoco son correctas rimas como las de digo-prohío (vv. 11-12), uistes-percibistis (vv. 96-97), scriuanos-gramatgos (vv. 121- 122), escripto-sabido (vv. 125-126), y algunas más. No es posible achacar todas las anomalías del ARM al copista, más allá de lo que son retoques, añadidos, repeticiones y olvidos textuales, y, así, en el caso de maiordo-toma tal vez no hubiera sino descuido en no terminar la primera palabra, que pudo haber sido un maiordomo del habla castellana del autor: ¿o el mismo copista quedaría indeciso ante semejante atropello a la consonancia? » (p. 241). Esta media página trata los problemas de las rimas de manera bastante superficial, contrastando con el rigor científico del análisis de la lengua del ARM hecha por el autor en más de treinta páginas. Justifico mi juicio negativo: para saber si una irregularidad en las rimas puede proceder del copista, a mi modo de ver, hay que analizar el camino por el cual una rima irregular se deja reconducir a la regularidad, y si es razonablemente posible atribuir a un copista o a varios copistas la realización de ese camino en sentido inverso, entonces se les puede achacar la irregularidad. Un ejemplo: ya en los primeros versos aparece la rima marauilla : estrella. Es evidente que en el original estaba la rima regular marauella : estrella, empleando el autor la variante maravella, bien atestada en Berceo y en otros textos. El copista, por lo visto, al no conocer esta variante, introdujo la forma de su propia lengua. 193 Nuevas notas ibero-románicas Ya que hablamos de maravella, añado que el señor Frago cree que en un caso hay que conservar la forma maravilla, porque la palabra está en una rima con i (p. 252). Se trata del pareado siguiente: Esto es grand ma[ra]uila un strela es nacida (v. 92-93) Aquí el filólogo zaragozano ha sido víctima de un error en el texto editado por Menéndez Pidal. En el manuscrito hay señales evidentes que en el segundo verso el copista se había equivocado y quería corregir el orden de las palabras. Puso dos cruces, una antes de un strela, otra después de nacida. Sin duda ninguna, mediante estas dos cruces quiso indicar que hay que leer «es nacida un[a] strela», de manera que tenemos la rima maravella : estrella (Hilty 1981: 294; 1998: 237). En otro caso mencionado por el señor Frago creo que la edición de Menéndez Pidal le ha inducido a una opinión que no puedo compartir. Se trata de la rima scriuanos : gramatgos (v. 121-22). Ya que el manuscrito presenta un texto seguido, la división en versos depende, en parte, del editor. En la edición de Menéndez Pidal los versos 121-24 tienen esta forma: i por mios scriuanos i por meos gramatgos i por mios streleros i por mios retoricos Creo que hay que leer este texto como dos alejandrinos, de forma que riman las palabras gramatgos y retoricos. Esto es posible si se corrige gramatgos en gramaticos, aplicándose luego la diástole, lo que produce una rima en -ícos. El copista, que no conocía esta forma de acentuación, pero sí un reflejo más o menos romance de gramatico, puso la forma gramatgos, dejando inalterado retoricos. Las demás rimas irregulares mencionadas por J. A. Frago pertenecen a cuatro categorías. La primera categoría comprende irregularidades puramente gráficas, como la citada rima uistes : percibistis (v. 96-97), o también strelero : quiro (v. 52-53) o tirra : guera (v. 23-24). Con respecto a la última rima hay que añadir que la i no está en el manuscrito. Es el resultado de la resolución de una abreviatura y (lo mismo que quiro) interesa sólo por el problema de la representación gráfica del diptongo ie, problema que no nos ocupa aquí. Que la pronunciación haya sido ie y que, por consiguiente, esas rimas son regulares, lo dice también el señor Frago (p. 266). La segunda categoría está representada en la lista del filólogo zaragozano por la rima escripto : sabido (v. 125-26). El ARM contiene cuatro rimas entre oclusivas sordas y oclusivas que eran sordas en latín, pero que, en casi todo el dominio iberorrománico, se sonorizaron en posición intervocálica. Sólo en una pequeña zona del Alto Aragón se conserva un sistema diferente: las oclusivas sordas no se sonorizan en posición intervocálica, pero sí en contacto con líquidas y nasales. Ahora bien, se puede probar que originariamente la Rioja conocía también este sistema 194 Gerold Hilty (Hilty 1986b: 261-64; 1995: 512-14, 518; 1996: 155-56). Lo abandonó más tarde a favor del sistema general iberorrománico, pero me parece absolutamente legítimo admitir que en el siglo XII las antiguas formas podían pervivir como variantes, de las cuales un poeta podía echar mano para obtener una rima perfecta, como el autor del ARM echó mano del participio veído, variante popular al lado de visto, para obtener una rima con nacido. La tercera categoría comprende sólo tres casos: celo : estrelero (v. 36-37), muerto : puesto (v. 109-10) y el caso citado por Frago digo : prohio (v. 11-12). Para regularizar estas rimas hay, sí, propuestas, pero no pasan de ser hipotéticas. Veo con satisfacción que mi colega de Zaragoza tiene también ciertas reticencias en identificar prohio con porfio (p. 251 N127). Yo había propuesto corregir prohio en prohico y ver en esta forma un derivado de *figicare, con el sentido de ‘dar fianza’, ‘confirmar’.Admitiendo también aquí la no-sonorización mencionada de la consonante intervocálica sorda, tendríamos la rima dico : prohico (Hilty 1981: 292-93; 1998: 232-33). La cuarta categoría comprende las cuatro rimas «anómalas» de R. Lapesa. En la forma transmitida por el manuscrito no son ni rimas correctas, ni asonancias correctas. Por esta razón precisamente, R. Lapesa intentó regularizarlas por el regreso a la fonética gascona. En la interpretación contenida en el texto citado, J. A. Frago admite que el ARM contiene cuatro pareados que se distinguen de todas las demás por el hecho de que los dos versos no están unidos ni por una rima correcta, ni por una asonancia correcta. El único elemento común sería la última vocal acentuada. No puedo hacer mía esta opinión. En esto estoy de acuerdo con R. Lapesa, pero he intentado resolver el problema por otros caminos que él. Las justificaciones se pueden ver en mis estudios anteriores. He aquí el primer caso: nacido es Dios, por uer, de fembra in achest mes de december (v. 15-16) Este pareado es irregular por tres razones: la rima, la métrica (el número de sílabas de los dos versos es desigual) y la lexicología (la existencia de por uer en castellano antiguo es problemática). Mi propuesta de corregir el primer verso en nacido es Dios de mug(i)er elimina las tres irregularidades, conservando el sentido del verso. Desde el punto de vista de la crítica textual, se puede considerar incluso por uer como desfiguración de mug(i)er (quizá con la ortografía moiier). El segundo caso está constituido por una rima entre escarno y carne (v. 38-39). Estoy convencido de que la familia escarnir/ escarnecer, escarnio es de origen galorrománico (véase FEW 17, s. *skirnjan). En castellano, la adaptación normal de un galorrománico escarn tenía que hacerse bajo la forma escarne. La desinencia -io de escarnio es secundaria y está por explicar. A mi modo de ver, la forma del ARM es un compromiso hecho por un copista que ya no conocía la forma escarne y en cuya lengua existía ya escarnio. Con respecto a la rima entre mundo y redondo (v. 40-41) me parece plausible que en una capa antigua, no sólo en el area catalana, sino también en la española, 195 Nuevas notas ibero-románicas haya existido la forma mondo, regular desde el punto de vista de la fonética histórica. Esta plausibilidad tiene quizá un grado particularmente alto en el valle del Ebro, en el cual se difundió también, en los siglos XI y XII, el culto de los Reyes Magos (Hilty 1998: 241; 1999: 241). Inútil decir que un copista que no conocía la forma mondo en su lengua la sustituyó por mundo. En el cuarto caso, la rima entre maiordo . . . y toma (v. 117-18), creo que hay que completar maiordo en maiordome y corregir toma en tome, subjuntivo que expresa la idea de que el mayordomo debe tomar los bienes para ponerlos a salvo. Es evidente que estas interpretaciones contienen elementos hipotéticos, pero existen también argumentos que las apoyan, y las hipótesis tienen que juzgarse, en primer lugar, desde los resultados que producen. En el caso de las rimas «anómalas», prefiero estos resultados a la hipótesis de «un gascón que se debatiría en un confuso juego de equilibrios entre su lengua materna y otra que era una mezcla mozarábigo-castellana» como dice J. A. Frago. En la interpretación de las rimas se han mencionado repetidas veces fenómenos que pertenecen a aquella serie de rasgos lingüísticos contenidos en el ARM que me hacen buscar la patria del autor en la Rioja. La lista completa de tales rasgos se puede ver en Hilty 1998: 241. No quiero volver a discutir aquí el problema de la base dialectal de la lengua del ARM, sobre todo porque J. A. Frago no lo trata. Sólo al final de la última nota del capítulo dedicado al ARM dice: «el ARM parece ser toledano» (p. 266 N140). En su estudio se mencionan, sin embargo, dos fenómenos que se pueden relacionar con una procedencia riojana del autor. El catedrático zaragozano habla del «inquietante caso de trubada» (p. 240 N124). Si el autor del ARM es riojano, el caso no es inquietante, ya que otro poeta riojano, Berceo, emplea trobar con frecuencia en el sentido de ‘hallar’. Con respecto al segundo fenómeno, siguiendo a Corominas, J. A. Frago menciona que, salvo las ocurrencias en el ARM, sólo se conoce un ejemplo de pregar ‘rogar’, y eso en un documento riojano (p. 263). 3. Castellano antiguo moçejon En el manuscrito de Segovia de la Parte Octava del Libro conplido se lee la frase siguiente: E quando [Mares] fuer ayuntado con Saturno, significa muchas pulgas e chinches e moçejones (cap. 4). ¿Qué significa aquí moçejones? Las demás versiones de la Parte Octava del Libro conplido no son de gran ayuda para hallar una respuesta a tal interrogante. He aquí las formas: manuscrito de Roma: morzigones; traducción judeo-portuguesa: mossoes (con la posibilidad paleográfica de transcribir la primera o también como u y la -sscomo -so -x-); traducción latina de Aegidius de Thebaldis y Petrus de Regio: mussinos; traducción latina de Alvarus: moceniones (con una lectura de la 196 Gerold Hilty segunda sílaba no absolutamente segura). Por otro lado, el DCECH, en el artículo mejillón, cita la palabra mocejón como resultado genuinamente castellano de *m scellio, nis, conservado en Santander. La forma del castellano estándar mejillón, en cambio, estaría tomada, según Corominas, del portugués o gallego. Esto es plausible, pero el sentido de ‘mejillon’ no cuadra de ninguna manera en nuestro texto. Si la explicación del DCECH relaciona el santanderino mocejón con el latín m sc u lus ‘pequeño ratón’, ‘mejillón’, para la palabra empleada en el Libro conplido se pensaría más bien en una relación con m u sca ‘mosca’, ya que parece tratarse de insectos. Una base etimológica *m scellio, nis, derivada de m u sca sería inatacable tanto desde el punto de vista fonético como semántico. Pero ¿es posible admitir en el latín hispánico la existencia de una formación muscellio con el sentido de ‘mosquito’? Creo que si, y eso por dos razones: - En Galia existió esta formación, y su resultado romance, el tipo ‘mouchillon’, está atestiguado en numerosos dialectos, sobre todo occitánicos (FEW 6/ 3: 250). - La formación existió también en Andalucía: el agrónomo granadino Ibn Luy n (siglo XIV) cita la forma mu uly n ‘especie de mosquito que se engendra en los cabrahigos’ (Simonet 1888: 380) 1 Tenemos, pues, en la Península Ibérica dos reflejos posibles de una base latina *m u scelli ne, uno atestiguado en el Libro conplido, evolucionado según las reglas fonéticas del castellano (mocejón), otro atestiguado en Andalucía, evolucionado según las reglas del romance andalusí (mu uly n). Que la una de las dos formas fuera un préstamo de la otra, es poco probable, y eso en las dos direcciones. Antes bien, parece que hay que admitir la existencia de la base latina tanto en el Norte como en el Sur de la península. Sin embargo, los reflejos de *m u scelli ne han tenido poca suerte, quizá a causa de la homonimia con los reflejos de *m scelli ne, competencia homonímica que acabó casi por completo con los resultados de ambos miembros. En el caso del mejillón, la laguna se colmó con una forma gallega o portuguesa, en el caso del insecto mencionado en el Libro conplido, hasta cierto punto con la palabra mosquito, atestada a partir de 1400, aproximadamente. 4. Castellano antiguo fartalidad/ fortalidad En la Parte Octava del Libro conplido, conservada en un manuscrito del Archivo Capitular de la Santa Iglesia Catedral de Segovia, sale diez veces la palabra farta- 1 Mi amigo Federico Corriente, que llama mi atención sobre esta forma, la cita en su Dictionary of Andalusi Arabic (Corriente 1997: 503). Es verdad que como base etimológica propone lat. muscella. En otro lugar señala que en el Glosario Botánico de Abulxayr la temprana confusión entre resultados de ly y ll está bien documentada (Corriente 2000-01: 228). Para mu uly n, una base muscellone es, pues, perfectamente posible. Si prefiero muscellione, es porque esta formación puede ser la base común de las formas galorrománicas, de la forma castellana contenida en el Libro conplido y de la forma romandalusí citada por Ibn Luy n. 197 Nuevas notas ibero-románicas lidat (-dad, -dades) y nueve veces la palabra fortalidat (-dad, -dades), palabras no registradas, que yo sepa, por la lexicología española. La forma de cuatro de las ocurrencias de fartalidat está confirmada en el mismo manuscrito. Éste contiene, además del texto completo de la Parte Octava, la copia de cuatro capítulos sueltos de la misma parte (2, 27, 30, 8). El texto de estos capítulos, a pesar de muchas semejanzas, no puede ser una copia hecha sobre la versión completa. En uno de los capítulos en cuestión sale cuatro veces la forma fartalidat. De los contextos en los cuales aparecen fartalidat y fortalidat se puede deducir que significan ‘fertilidad’. Se combinan con términos como abondançia, folgura, ganançia, riqueza, conplimjento, raheçia, bien. Las dos traducciones latinas del texto castellano del Libro conplido, hechas en la misma corte de Alfonso el Sabio, confirman el sentido indicado: la correspondencia latina es, en todos los casos, la palabra fertilitas. ¿Cuáles son las correspondencias en el manuscrito castellano (incompleto) de Roma y en la versión judeo-portuguesa? He aquí las formas: - manuscrito de Roma: fortalidad (4), fortaleza (2), fertilidad (2) - versión judeo-portuguesa: fartilidade (13), fartalidade (4), fartilididade (1) (probablemente lapsus calami), fortalidade (1) (en un caso donde el texto español presenta fartalidat, no fortalidat). Con respecto a estas formas, hay que hacer una advertencia paleográfica: la transcripción en caracteres hebraicos no distingue entre e/ i y o/ u, de manera que todas las i en principio podrían ser e y la o de fortalidade podría ser u. La lista de las formas que nos interesan puede completarse aún. En el manuscrito de Segovia aparece tres veces la palabra fortaleza en pasos donde la versión judeoportuguesa dice fartalidade/ fartílidade y las traducciones latinas presentan fertilitas. No sólo estas correspondencias, sino también el contexto de tres dos casos exige que se corrija fortaleza en fortalidad, a pesar de que en dos de los casos el manuscrito de Roma presenta también fortaleza. Una última indicación material: en cinco de las ocurrencias de fartalidad en el manuscrito de Segovia la primera a es el resultado de una corrección, cuyo punto de partida parece ser e. Añado que en las partes 1 a 5 del Libro conplido (Hilty 1954) no salen formas parecidas. Esto vale también para la Parte Sexta (manuscrito de Valladolid). En la Parte Séptima, conservada sólo en la versión judeo-portuguesa, sale una vez fartilidade y una vez fortilidade. En ambos casos los textos latinos presentan fertilitas. La primera pregunta que se plantea en esta situación es la siguiente: ¿cuál fue la forma que estaba en la versión original del Libro conplido, tal que fue traducido del árabe en 1254? El testimonio de las versiones conservadas en el manuscrito de Segovia y en la traducción judeo-portuguesa prueban, a mi modo de ver, que el original contenía la forma fartalidat. No se puede explicar de otra manera el predominio casi total de las formas en faren la traducción judeo-portuguesa y la existencia de diez formas en far- (cuatro de ellas pertenecientes a dos ramas de trans- 198 Gerold Hilty misión en parte diferentes) en el manuscrito de Segovia. Que el manuscrito de Roma no contenga tales formas, no es ninguna contraprueba, pues es tardío (siglo XVII) y está escrito, con toda probabilidad, por un italiano; y que el amanuense del manuscrito segoviano haya corregido en cinco casos la vocal de la sílaba inicial (probablemente de e en a) tampoco habla en contra de la existencia de fartalidat en la lengua del siglo XIII. El copista del siglo XV conocía probablemente el latinismo fertilidad, atestado precisamente desde el siglo XV, y este conocimiento pudo inducirlo a no respetar la ortografía del modelo, error que luego corrigió. Más difícil resulta dilucidar si la versión original del siglo XIII contenía también la variante fortalidad. Creo que sí, porque aparece tanto en el manuscrito de Segovia como en el de Roma y está en la base de la transformación en fortaleza, atestada en estos dos manuscritos. Además, aparece también, aunque con menor frecuencia, en la traducción judeo-portuguesa. La conclusión que se impone es ésta: la lengua castellana en la cual el texto árabe del Libro conplido fue traducido en el siglo XIII conocía las dos palabras fartalidat y fortalidat para expresar la idea de fertilidad. La base de las dos formas es, sin duda, la palabra latina fertilitas. En el primer caso sufrió el influjo de la familia de fart- (farto, fartar, fartura), bien representada en textos alfonsíes. Además de la semejanza fonética, los lazos semánticos son bastante estrechos y explican el influjo de fartsobre fertilitas. En el paso siguiente de la Parte Octava del Libro conplido la versión latina de Aegidius de Thebaldis y Petrus de Regio traduce farto por fertilis: «sera anno bueno e fortunado e farto e abondado». El caso de fortalidat es, quizá, menos evidente. Sin embargo, la semejanza fonética existe también y la idea de fuerza y, sobre todo, de vigor puede relacionarse sin dificultad con la idea de fertilidad. Además, la familia de fortestá igualmente bien representada en la lengua del siglo XIII (fortaleza, fortalecer, fortalado, afortar, etc.). Pero, ¿por qué la lengua medieval no ha empleado sencillamente la forma fertilidad? No podemos dar una respuesta definitiva a esta pregunta. Lo que podemos mencionar es que los reflejos de la palabra latina fertilitas en ninguna de las lenguas románicas pertenecen al fondo hereditario del léxico. Por todas partes se trata de latinismos. Según Corominas, fértil y fertilidad no aparecen en textos españoles antes de 1440 aproximadamente, es decir, que hay que esperar el renacimiento, con su nueva actitud frente al latín, para que aparezca en la superficie lingüística la palabra fertilidad. Las formas fartalidat y fortalidat muestran, sin embargo, que en la conciencia lingüística del siglo XIII fertilitas estaba presente. De lo contrario, no habría podido ser el punto de partida de las transformaciones cuyos resultados hemos estudiado en esta nota. Oberrieden/ Zürich Gerold Hilty 2 2 Agradezco cordialmente a mi amiga Itzíar López Guil la revisión estilística que ha hecho del texto de este estudio. 199 Nuevas notas ibero-románicas Bibliografía Ayuntamiento de Burgos 1993: Las Glosas Emilianenses y Silenses. Edición crítica y facsímil, Burgos. Carrera de la Red, M. 1992: «De nuevo sobre las Glosas Emilianenses», en: M. Ariza et al. (ed.), Actas del II Congreso Internacional de Historia de la Lengua Española, Madrid, II: 579- 95 Carrera de la Red, M. 1995: «Las Glosas Silenses: algunas precisiones», en: J. Paredes (ed.), Medioevo y Literatura, Actas del V Congreso de la Asociación Hispánica de Literatura Medieval, Granada: I, 523-30. Corriente, F. 1997: A Dictionary of Andalusi Arabic, Leiden/ New York/ Köln. Corriente, F. 2000-01: «El romandalusí reflejado por el glosario botánico de Abulxayr», Estudios de dialectología norteafricana y andalusí 5: 93-241. Frago García, J. A. 2002: Textos y normas. Comentarios lingüísticos. Madrid. 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