Vox Romanica
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Francke Verlag Tübingen
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2007
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Kristol De StefaniCorpes como frontera en el Cantar de mio Cid
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2007
Alfonso Boix Jovaní
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Corpes como frontera en el Cantar de mio Cid 1 La comparación entre Vivar y Valencia en el Cantar de Mio Cid ha sido tratada en innumerables ocasiones. Sin embargo, no ha sucedido lo mismo con Corpes, cuya descripción no sólo guarda una íntima conexión con las de los otros dos lugares, sino cuya significación en el poema conlleva una fuerte carga simbólica. 1. Introducción Dentro de los estudios cidianos, al igual que en otras muchas disciplinas, existen ciertos asuntos que constituyen temas clásicos y alrededor de los cuales existe una opinión prácticamente unánime. En la materia que aquí nos ocupa, esto es, el Cantar de Mio Cid (CMC, en adelante), algunos de estos asuntos son la mesura del poema, la vida de frontera, el choque entre clases sociales o, por supuesto, la comparación entre las descripciones de Vivar y Valencia. Para Vivar se dedican los siguientes versos: De los sos ojos tan fuertemientre llorando, tornava la cabeça e estávalos catando. Vio puertas abiertas e uços sin cañados, alcándaras vazías, sin pielles e sin mantos, e sin falcones e sin adtores mudados. (v. 1-5) 2 Mientras que, para Valencia, el poeta hace subir al Cid y a su familia a la torre más alta del alcázar, desde donde contemplan la huerta: Adeliñó mio Cid con ellas al alcácer, allá las subié en el más alto logar. Ojos vellidos catan a todas partes, miran Valencia cómmo yaze la cibdad, e del otra parte a ojo han el mar, miran la huerta espessa es e grand; alçan las manos por a Dios rogar d’esta ganancia, cómmo es buena e grand. (v. 1610-17) 1 El presente estudio forma parte de las actividades desarrolladas en el marco del Proyecto del Plan Nacional de I + D + I con código HUM2005-05783/ FILO: «Génesis y Evolución de la Materia Cidiana en la Edad Media y el Siglo de Oro», financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia y cofinanciado con FEDER. 2 Realizo todas mis citas del CMC a partir de la edición de Montaner 2007. Vox Romanica 66 (2007): 168-173 Corpes como frontera en el Cantar de mio Cid Tan dispares paisajes han sido considerados - muy acertadamente - como representaciones visuales de la riqueza y el poder que alcanza el Cid después de quedar desahuciado y partir hacia el exilio, amén de otras consideraciones que, por norma general, asocian entre sí las imágenes que el CMC ofrece de Vivar y Valencia 3 . Mas, si la función que cumple la descripción de la capital del Turia se ha entendido siempre como la antítesis de Vivar, existe también otro lugar que contrasta con la huerta valenciana: el robledo de Corpes, donde aconteció la brutal afrenta de los infantes de Carrión a las hijas del Cid. Si Vivar representaba el inicio del exilio y Valencia el final, será interesante tratar de comprender cómo se interrelacionan Valencia y Corpes dentro del CMC, ampliándose de este modo el significado simbólico de ambos parajes en el cantar cidiano. 2. Las descripciones Si ya ha sido citada más arriba la descripción de la huerta de Valencia, es forzoso recordar aquí la de Corpes: Entrados son los ifantes al robredo de Corpes, los montes son altos, las ramas pujan con las núes, e las bestias fieras que andan aderredor. Fallaron un vergel con una linpia fuent, (v. 2697-2700) Tras esta descripción no se ocultan al lector ciertos rasgos preocupantes, como que el robledo se halla en un «monte espesso» (v. 2769), y que es un lugar de «fieros montes» (v. 2715) donde habitan «las aves del monte e . . . las bestias de la fiera guisa» (v. 2751), hasta el punto de que Félez Muñoz pida a sus primas que despierten para que «los ganados fieros non nos coman en aqueste mont! » (v. 2789). La peligrosidad del paisaje no es casual, pues se corresponde con la terrible acción de los infantes de Carrión. Si pensamos en la descripción de la huerta, se observan diferencias que, aunque obvias, no dejan de ser importantes. Así, la huerta es un vergel cultivado por el hombre, y junto a ella se alza Valencia, la civilización, la presencia humana. Contrasta con ella Corpes, que no es una huerta sino un paisaje natural, salvaje y cuyos únicos habitantes, los propios de allí, no son los humanos sino los animales, las «bestias fieras». 169 3 Véase, por ejemplo, Grieve 1979-80: 47, Cacho Blecua 1988: 33, Pérez 1988: 281-82, Montgomery 1991: 425-26, Walsh 1990: 15. Alfonso Boix Jovaní 170 3. La frontera moral de Valencia Si tomamos los tres lugares cuyas descripciones nos ocupan aquí, Valencia, Corpes y, en menor medida, Vivar, resulta interesante apreciar un rasgo común entre estos dos últimos lugares: la ausencia física del Cid. La ausencia o presencia del Cid se asocia con la pérdida o recuperación de la honra, y esto queda reflejado en los paisajes de Valencia y Vivar, en una idea similar a la de la Tierra Yerma artúrica, como he tratado recientemente (Boix, en prensa). Así, cuando el Cid abandona Vivar, su caída en desgracia se manifiesta en aquellas puertas abiertas y la ausencia de aves de presa, mientras que en Valencia asombra la huerta, rica y frondosa, que muestra también la prosperidad del Cid tanto a nivel económico como social, pues recupera todo aquello que el exilio le había quitado, culminando con la recuperación de su honor. Como muy bien aprecia Sears (1998: 54), Valencia constituye una protección frente a la naturaleza salvaje, que contrasta con la hermosura de la huerta. Parte de esa naturaleza salvaje, exterior a Valencia, son los bosques, como también advierte Sears. Y, por supuesto, entre esos bosques ha de incluirse Corpes. Si la imagen de la huerta de Valencia representa al Cid, a su honra y poder, Corpes es antitético con la figura del Campeador y, en cierto sentido, similar a los infantes: los árboles se yerguen enormes, podría decirse que orgullosos, y las bestias son fieras, como lo será la acción de los infantes. Pero, en resumen, el paisaje del robledal es desmesurado, algo absolutamente distinto al carácter del Cid.Y eso representa el que Corpes esté vacío del Cid: Corpes no es peligroso por su naturaleza silvestre, sino por lo que esa naturaleza simboliza, esto es, la ausencia de protección, de civilización, y de la influencia del Cid. Las hijas del Cid estaban protegidas en Valencia 4 , pero en Corpes quedaban a merced de sus maridos y de los peligros naturales del entorno 5 . Tal ausencia se hace patente en la petición del autor: ¡Cuál ventura serié ésta, sí ploguiesse al Criador, que assomasse essora el Cid Campeador! (v. 2740-41) 4 Frente a Corpes, Valencia es la ciudad en la que se halla el Cid, y donde todo lo bueno parece concentrarse, pues fue en esa ciudad donde el Cid culminó su exilio, se reunió con su familia, y donde los infantes nunca se hubiesen atrevido a agredir a sus esposas. Es más, precisamente por ser un lugar donde reina el bien, fue allí donde los pérfidos infantes quedaron en ridículo en más de una ocasión, siendo especialmente memorable la aventura del león. 5 En su edición del Cantar, Montaner (1993: 632) identifica la descripción de los vv. 2697-99 con la de un locus horroris, mientras que el v. 2700 sería un locus amoenus. Empero, y como este autor advierte, un «contraste paisajístico entre el bosque y el claro» que «se refuerza con el de las acciones: la violencia (propia del locus horroris) se desata en el locus amoenus, el escenario del amor». En efecto, pues incluso los lugares que podrían asociarse con un locus amoenus se convertirán en elementos asociados a dolor: el claro donde, por la noche, los infantes yacen junto a sus esposas se convertirá en el escenario doloroso de la afrenta, mientras que la fresca fontana que fluye por aquel lugar servirá no para saciar la sed, sino para limpiar las heridas de las dos hermanas. Corpes como frontera en el Cantar de mio Cid Corpes no ha de contemplarse únicamente como un lugar físico, pues contiene un poderoso simbolismo. Montaner 2007: 10 advierte ¿Cuántos cuentos folclóricos no empiezan con la prohibición, pronto transgredida, de cruzar el lindero del bosque? En paralelo a esa simbólica división entre cultura y naturaleza, entre territorio domeñado e indómito, la frontera entre los espacios habitados por diversos pueblos es terreno abonado para la imaginación, en especial cuando esa línea separa dos civilizaciones distintas, dos modos de organizar la sociedad, dos mundos de creencias. Montaner relaciona - a mi parecer, correctamente - estos cuentos donde los bosques son lugares extraños o prohibidos con la frontera, allí donde dos culturas se encuentran, pues más allá de los límites de una sociedad, la otra resulta extraña y, en muchas ocasiones, fascinante por su misterio. Sin embargo, si se aplica a Corpes la referencia de Montaner a los bosques, ¿qué dos mundos serían estos si tomamos a Corpes por referencia? Es necesario considerar que, una vez acaecida la afrenta, los infantes marchan desde Corpes hacia sus tierras de Carrión, mientras que Félez Muñoz inicia el regreso con las muchachas, trasladándose rápidamente a San Esteban de Gormaz. Se observa, por tanto, que Corpes es un punto de separación, donde cada grupo - los infantes por un lado, las hijas del Cid y Félez Muñoz por otro - emprenden el camino hacia sus hogares. Entrar en Corpes significaba alcanzar el punto donde se separan las relaciones entre el Cid y sus yernos, el límite de las mismas, y, con ello, constituye también la frontera donde se separan los mundos del Cid y sus enemigos. Esa naturaleza salvaje de Corpes, tan distinta a la huerta valenciana, indica que las hijas del Cid han superado un límite, pasando del mundo donde están a salvo a un mundo hostil para ellas porque está más allá del control del Cid. Y, si es hostil para ellas, también lo es para su padre. Precisamente, el Cid ni siquiera acudió a las lides finales en Carrión, a las que acudirán sus elegidos bajo la protección regia, porque se quedó en Valencia, donde ejerce su dominio y protege la ciudad. 4. Conclusiones Si se ha considerado el CMC y, más concretamente, su primera parte, dedicada al exilio, como un poema de frontera por mostrar la vida guerrera en las zonas limítrofes entre moros y cristianos, no es menos cierto que la segunda parte del poema, iniciada alrededor de unas bodas y terminadas con otras aún más nobles, puede verse también como una lucha de frontera, en cuanto que dos mundos chocan entre sí. El mapa del CMC, y especialmente en su segunda parte, ha de entenderse, por tanto, no sólo como una ruta física, sino como unos lugares cuyas descripciones son simbólicas de algo mucho más profundo, esto es, de la frontera existente no entre moros y cristianos, sino entre antigua y nueva nobleza. Por un lado, los reinos añejos donde los nobles gobernaban desde hacía generaciones, estáticos, 171 Alfonso Boix Jovaní 172 anquilosados, sin moverse de sus tierras y cuyos únicos honores los obtenían por herencia; al otro lado, las tierras nuevas, las tierras por conquistar, al alcance de quienes dejaban aquel estatismo y se desplazaban para ganar por méritos sus honores: una nobleza de sangre vieja frente a una nobleza de sangre nueva, como se observa en las bodas finales. 6 Estas ideas han de aplicarse a un concepto fundamental en el CMC, otro de esos asuntos tan estudiados, tan tópicos, como ya he dicho anteriormente. Se trata del modo en que el Cid busca la justicia, y, en lugar de emprender una venganza privada, sangrienta y terrible, opta por una decisión mucho más civilizada, como es dejar la justicia en manos de su rey. Decisión esta que toma el Cid en Valencia, mientras que fue precisamente en Corpes donde la opción de la venganza privada tuvo lugar en manos de los infantes. No deja de ser significativo que los infantes, humillados en Valencia al inicio del Cantar III, sean derrotados finalmente en sus propias tierras. Y, por supuesto, no hay que olvidar que, a nivel artístico, el autor utiliza los paisajes como algo más que una mera ambientación, sino como un medio metafórico por el que representaba la situación que se iba a presenciar en el CMC. A cada situación, corresponde un paisaje: la dicotomía Vivar/ Corpes frente a Valencia parece clara, y, por tanto, parece obvio que Vivar y Corpes tienen a Valencia por referencia obligatoria, pues han de contrastar con ella. Puede afirmarse que la ciudad actúa como eje central a partir del cual se conciben los escenarios principales del poema, del mismo modo que la honra del Cid es el eje central del poema frente a las dos caídas en desgracia del Campeador. Castellón de la Plana Alfonso Boix Jovaní Bibliografía Boix Jovaní, A. (en prensa): «La Tierra Yerma y el destierro en el Cantar de Mio Cid», Bulletin of Hispanic Studies Cacho Blecua, J. M. 1988: «El espacio en el Cantar de Mio Cid», Revista de Historia Jerónimo Zurita, 55: 23-42 Grieve, P. E., 1979-80: «Shelter as an Image-Pattern in the Cantar de Mio Cid», La Corónica 8/ 1: 44-49 Montaner Frutos, A. (ed.) 2 2007 ( 1 1993): Cantar de Mio Cid; con un estudio preliminar de Francisco Rico, Barcelona Montaner Frutos, A. 2007: «Un canto de frontera (geopolítica y geopoética del Cantar de Mio Cid)», Ínsula 731: 8-11 6 Ahondando a un nivel simbólico mayor, es dable considerar que, al fin y al cabo, los árboles gigantescos de Corpes ahondan sus raíces en la tierra como las familias nobles de Castilla y León, que estaban allí desde hacía tiempos inmemoriales, frente a la huerta, espesa y grande, pero cuyas raíces no son, obviamente, tan poderosas. Corpes como frontera en el Cantar de mio Cid 173 Montgomery, T. 1991: «The Poema del Cid and the potentialities of metonimy», Hispanic Review, 59: 421-36 Pérez, R. 1988: «La naturaleza en el Poema de Mio Cid», in: Pérez, R. (ed.): 25 Años Facultad de Filosofía y Letras. I. Estudios de lengua y literatura, Bilbao: 273-83 Sears, T. A. 1998: «Echado de tierra». Exile and the Psychopolitical Landscape in the Poema de Mio Cid, Newark, Delaware Walsh, J. K., 1990. «Performance in the Poema de Mio Cid», RomPhil., 44/ 1: 1-25
